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Juan Buono, Beato |
Nace en Mántua en 1168.
No obstante su apellido, que es una abreviación de Buonomini,
Juan no se distinguió por su piedad en la juventud.
Cuando murió su padre, teniendo Juan apenas 16
años, partió de Mántua y empezó a ganarse la vida
como actor en las cortes y palacios de Italia.
No obstante las oraciones de su devota madre, Juan
llevaba una vida licenciosa y alocada. En 1208, cuando tenía
cerca de cuarenta años, una peligrosa enfermedad le puso a
las puertas de la muerte. Interpretó aquello como una señal
del cielo y cambió de vida en cuanto recobró la
salud, como lo había prometido.
Tales promesas son
fáciles de hacer, pero menos fáciles de guardar. Juan abrió
su corazón al obispo de Mántua, quien le aconsejó la
vida eremítica. En un paraje de las cercanías de Cesena
el beato se dedicó a domeñar su cuerpo en la
soledad y a adquirir los hábitos de la devoción y
la virtud.
Pronto adquirió gran fama de santidad
y se le reunieron algunos discípulos. Durante algún tiempo, el
Beato Juan los dirigió según la inspiración del momento. Más
tarde, construyeron una iglesia y la comunidad tomó una forma
más definida. Inocencio IV les impuso la regla de San
Agustín al aprobar la congregación.
El Beato
Juan recibió numerosas ilustraciones sobrenaturales en la oración y obró
muchos milagros extraordinarios.
Ni siquiera en su ancianidad aflojó en la
mortificación: observaba tres cuaresmas cada año, en lo más crudo
del invierno se vestía con telas muy ligeras, en su
celda había tres lechos, de los cuales uno era malo,
otro peor y el tercero pésimo.
El demonio siguió tentándole violentamente
hasta el fin de su vida. Por otra parte, no
faltó quien le calumniase, pero la vida que llevaba el
beato desmentía todas las acusaciones. El número de penitentes y
personas que acudían a visitarle aumentó de tal modo, que
Juan decidió huir secretamente. Después de haber caminado toda la
noche, se encontró nuevamente, al amanecer, ante la puerta de
su celda, en lo cual vio una manifestación de que
la voluntad de Dios era que permaneciese allí.
Murió en Mántua
en 1249. Dios honró su sepulcro con numerosos milagros. La
oongregación que había fundado no conservó mucho tiempo la independencia.
Los "Boniti", como los llamaba el pueblo, llegaron a tener
once conventos a los pocos años de la muerte de
su fundador; pero en 1256 el Papa Alejandro IV los
fundió con otras congregaciones en la orden de los ermitaños
de San Agustín. Los frailes agustinos y los agustinos
de la Asunción celebran la fiesta del Beato Juan Buoni,
cuyo nombre fue incluido en el Martirologio Romano en 1672.
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