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Cuado Dios te parece lejano |
Acercaos a Dios y El se acercará a
vosotros Santiago 4, 8
PALABRA DE DIOS
Sed de Dios
“¡Oh
Dios!, Tú eres mi Dios, Por ti madrugo; mi alma está
sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca,
agostada, sin agua. ¡Cómo te contemplaba en el santuario, viendo tu fuerza
y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán
mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos
invocándote. Me saciaré de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos. En
el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque
fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto
con jubilo; mi alma está unida a ti, y tu
diestra me sostiene.” Salmo 62
Mi alma te busca a ti, Dios
mío
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te
busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré
a ver El rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y
día, mientras todo el día me repiten: ¨¿Dónde está tu Dios?¨ Recuerdo otros
tiempos, y mi alma desfallece de tristeza: cómo marchaba a la cabeza
del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y
alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma
mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás
a alabarlo: ¨Salud de mi rostro, Dios mío¨ Cuando mi alma se
acongoja, te recuerdo, desde el Jordán y el Hermón y el Monte Menor. Una
sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y
tus olas me han arrollado. De día el Señor me hará misericordia, de noche
cantaré la alabanza del Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca
mía, ¿porqué me olvidas? ¿por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo? Se
me rompen los huesos por las burlas del adversario; todo el día
me preguntan: ‘¿Dónde está tu Dios?’ ¿Por qué te acongojas, alma mía, por
qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: ‘Salud
de mi rostro, Dios mío.’ Salmo 41
“Buscad a Dios
mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano. Deje el malo
su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a
Dios, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que
será grande en perdonar. Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos son mis caminos. Porque cuanto aventajan los
cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los
vuestros y mis pensamientos a los vuestros.” Isaías 55, 6-9
“«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también
en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a
prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya
preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que
donde esté yo estéis también vosotros.” Juan 14,1-3
“No os
dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo
ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque
yo vivo y también vosotros viviréis”. Juan 14, 18-19
“He
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo.” Mateo 28, 20
ORACIONES
Oración del abandono Padre: Me pongo en tus manos. Haz de
mi lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las
gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu
voluntad se cumpla en mí y en todas las criaturas. No deseo
nada más, Padre, te confío mi alma, te la doy
con todo el amor de que soy capaz, porque te
amo. Y necesito darme a ti sin medida, con infinita confianza, porque tú
eres Mi Padre. Carlos de Foucauld
¿Por qué me has abandonado?
Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Te grito, Dios, y
tú estás distante. Te grito, Dios, y no tienes palabras para
mí. Te grito de noche, y mi voz se pierde en
el eco. Te grito y no me haces caso. ¡Dios mío,
Dios mío! Me han dicho que a quien confía en
ti tú lo pones a salvo. Me han dicho
que gritaban y tú los dejabas libres. Me han dicho
que en ti ponían su confianza y que nunca los
defraudaste. ¡No sé nada de eso! Ahora no entiendo de
confianza. Sólo sé gritar, Dios mío, y quedarme a
solas en mi grito. Me siento como un gusano, no
un hombre, vergüenza de la gente, desprecio de muchos.
Y mi corazón me dice que se ríen de mí.
Porque he acudido a ti, para que me pongas a
salvo. Tú me llamaste a la vida, me guardaste entre
tus manos. Tú eres mi Dios, aunque nada sienta. No te quedes
lejos, Dios mío, que el peligro está cerca y nadie
me socorre. Estoy como rodeado de violencia. Estoy como agua
derramada. Tengo el corazón como cera, que se derrite
en mis entrañas. Tengo la garganta seca, como tierra sin
agua; la lengua se me pega al paladar. Me siento apretado
contra el polvo de la muerte. Me veo despojado, desnudo,
sin fuerzas. Soy como un payaso de quien todos se
ríen. Tú, Señor, fuerza mía, no te quedes lejos,
ven corriendo a auxiliarme. Mira mi vida, mi única vida, sálvala. Aunque
no te veo, aunque me siento abandonado, aunque me encuentro
solo en la prueba, aunque no tengo fuerza para resistir,
aunque la tentación se hace dura en mis carnes, tú
seguirás siendo mi Dios en quien confío. Yo seré como un
niño abandonado en los brazos de su madre. Y
diré a las gentes que tú eres misericordia para este
pobre desgraciado, que tú eres compasión para mi vida rota,
que tú eres mi salvador en la oscuridad
de la noche. Soy un desvalido y espero comer de tu
don hasta saciarme. Te alabo, aunque no veo tu rostro.
Yo digo a mi corazón: ¡no pierdas nunca el ánimo!
Estoy ante ti esperando que me des la vida. Seré
tu amigo y seguiré fiado en tu fidelidad. Yo saldré nuevo
de tus manos, y a mi corazón le nacerán alas
como de águila. Y cantaré en mi libertad: en medio del
dolor acudí al Señor y él me libró. Señor, tú eres
mi Dios, tú eres mi Salvador, tú eres cercano y
amigo del hombre. Amén. (Adaptación del salmo 21)
Novena de
la Confianza
Corazón de Jesús, por medio de mi madre Santísima,
en ti pongo toda mi confianza, y aunque todo lo
temo de mi debilidad, todo lo espero de tu bondad. A
tu corazón confío… (aquí expones brevemente al Señor tu situación,
problema o necesidad). Señor, deja obrar a tu corazón. ¡Jesús mío,
yo cuento contigo, yo me fío de ti, yo me
entrego a ti, yo estoy seguro de tu corazón! Sagrado Corazón
de Jesús, en ti confío.
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