Obispo de Santiago de Cuba, 24 octubre de 1870. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
VidaQuinto hijo de Juan Claret y de Josefa Clarà,2 fue bautizado como Antonio, y solamente más tarde, en su ordenación episcopal, incluirá el nombre de María en el suyo por devoción a la madre de Jesucristo. San Antonio María Claret iba con frecuencia con su hermana Rosa a llevarle flores a una capilla. Trabajó en los telares de su padre desde los doce años. Ya con diecisiete, su padre lo envía a la escuela Comercial de La Lonja en Barcelona para apoyar su carrera como industrial textil. A pesar de su prometedor futuro, después de cuatro años regresa a Sallent, su pueblo natal, e ingresa en el seminario de Vich con 22 años. Su primera intención es hacerse cartujo, pero no la llevará a cabo. Se ordenó finalmente sacerdote en 1835 en Solsona. En 1839 viaja a Roma con la intención de ingresar en la Propaganda Fide (Propagación de la Fe) y prepararse para convertirse en misionero, pero un año después regresa a España por motivos de salud.De nuevo en Cataluña, se le confía la parroquia de Viladrau. Viajará mucho por las tierras catalanas entre 1843 y 1847 hasta que es enviado por el obispado a Canarias. En 1848 fundó la Librería Religiosa, a través de la cual intenta luchar a favor de la fidelidad a la religión católica dentro del país. En 1849 regresa a Vich, donde funda la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María junto con los sacerdotes Esteve Sala, Josep Xifré, Manuel Vilaró, Domènec Fábregas y Jaume Clotet y casi inmediatamente recibe la notificación de su nombramiento como arzobispo de Santiago de Cuba, el 20 de mayo de 1850, a donde se traslada un año después. Fue consagrado el 6 de octubre de 1850 por Llucià Casadevall Duran, obispo de Vich, actuando como co-consagrantes Josep Domènec Costa i Borràs, obispo de Barcelona, y Florencio Costa y Montón, obispo de Gerona. En Cuba, con la madre María Antonia París, fundó el Inmaculado Corazón de María en 1855. En 1856 sufre un atentado durante una visita a Holguín y un año más tarde vuelve a España al ser nombrado confesor de la reina Isabel II. La reina lo elige también como protector de la iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid, y en 1859 Presidente de El Escorial. Además ostentará el título, un tanto honorífico, de arzobispo de Trajanópolis in partibus infidelium (en país de infieles). Con motivo de la revolución de 1868 tiene que exiliarse a París junto con la reina, donde funda las Conferencias de la Sagrada Familia. En 1869 participa en la preparación del Concilio Vaticano I, en el que interviene defendiendo la infalibilidad pontificia. Posteriormente se traslada a la comunidad que sus misioneros tienen en Prades (Francia), pero tendrá que refugiarse en la abadía de Fontfroide al ser perseguido por motivo de sus vínculos políticos con la corte de Isabel II. Allí fallece a los 63 años, el 24 de octubre de 1870. Sus restos mortales se trasladaron a Vich en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934 y canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950. HagiografíaDentro de la hagiografía del santo, se suelen destacar como un hecho importante su obsesión infantil por la eternidad. Se cita así frecuentemente que solía repetir en su cabeza las palabras: "Siempre…siempre…jamás…jamás!". Otro momento que se destaca es cuando en una misa escuchó las palabras del Evangelio: "¿De qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma?" (Autobiografía, 68), que le hace consultar al padre Pablo Amigó de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. "Hijo mío"- le contesta el religioso- "tu deseo es bueno. Es el Señor el que te lo inspira….". La conversación le satisface y se impone la obligación de estudiar latín sin abandonar en un primer momento sus ocupaciones habituales. También entra dentro de esta categoría su salvamento supuestamente milagroso cuando se cayó al mar desde una peña y, ya que no sabía nadar, se encomendó a la Virgen María. Su recuperación tras el atentado de Holguín, el día antes de la fiesta de la Purificación de la Virgen se atribuye también a la intercesión mariana.El papel del padre Claret en la España de su tiempoLa biografía del padre Claret está profundamente influenciada por la historia de la época. Así, su marcha a Roma en 1839 coincide con el fin de la Primera Guerra Carlista, en la que Cataluña y su clero apoyan al pretendiente Carlos María Isidro de Borbón en nombre de Cristo Rey, con la promesa de la vuelta al foralismo. De igual manera, es destinado posteriormente a Canarias durante el final de la guerra de los matiners, que prendió en Cataluña después de la crisis agraria e industrial de 1846 solapándose en el tiempo con el fracaso del arreglo matrimonial entre Isabel II y el pretendiente Carlos Luis de Borbón y Braganza, hijo del anterior, y que a veces se denomina Segunda Guerra Carlista. Antonio Claret era un personaje conocido en Cataluña y de gran influencia en los feligreses, que acudían a escuchar sus sermones realizados en su propia lengua, el catalán, incluso desde algún balcón de la plaza pública de los pueblos que visitaba, al ser las iglesias demasiado pequeñas. Para que fuera autorizada la predicación en lengua vernácula se dirigió personalmente a la reina Isabel II diciéndole: "Nosotros predicamos en español y ellos se condenan en catalán". Su apasionada defensa de la fe despertó sin embargo oposición por parte de aquellos campesinos que veían en el clero un valedor de las antiguas estructuras sociales.Una vez en Cuba, se ganó la enemistad de muchos ya que predicó la igualdad de los negros y los blancos, frente a la postura de otros clérigos que toleraban la esclavitud en ese país. No obstante, en lo demás Antonio siguió siendo un prelado conservador que creía que Cuba podía ser libre bajo la Corona Española, aunque intercedió a favor de los insurrectos independentistas de Joaquín de Agüero, con lo que se valió opositores y simpatizantes en todos los sectores políticos de la isla. El atentado de Holguín se produce, pues, en este contexto. En España, el padre Claret contribuyó en gran medida a revivir el espíritu evangélico en un país en el que no bastaba el Estado para el mantenimiento de la unidad católica frente a la difusión de las ideas liberales y reformadoras que empezaron a asomar en la década de 1830 y parecen triunfar efímeramente en la revolución de 1868. Sin embargo, la influencia del catolicismo pervivirá mediante la presión y el poder social de la Iglesia y sobre todo mediante la educación católica. Las giras misioneras de Claret se iniciaron en los tiempos convulsos de la oposición de los gobernantes liberales a una Iglesia comprometida con el Carlismo y que ha sido objeto de la desamortización de Mendizábal, de asesinatos de sus monjes –como en julio de 1835-, la intimidación de sacerdotes por parte de las autoridades locales y de sacrilegios en los templos por parte de sectores anticlericales procedentes de la clase obrera. Estas giras tuvieron un éxito enorme: se decía que se habían vendido más de cuatro millones de ejemplares de su Catecismo de la doctrina cristiana (1848) (Mariano Aguilar). Desde que es nombrado confesor de la reina Isabel II en 1857 incita a la aristocracia a emprender obras piadosas y de caridad recordándoles el peligro de una revolución social que traería la difusión del ateísmo (Carr, 280). Además se convirtió en blanco favorito de radicales y liberales por considerarle cabeza del catolicismo político. Se decía que la reina le tenía ya por santo capaz de obrar milagros y que bajo su influencia se convirtió en una beata (Carr, p. 280). Como afirma Mariano Aguilar, aconsejó en varias ocasiones a la reina que eliminase de su gobierno los principios liberales que él consideraba incompatibles con la enseñanza y los intereses de la Iglesia. Su influencia se sumó a la de la monja mística sor Patrocinio, también perteneciente al clero cortesano. Ambos fueron objetos de caricatura en el libro de los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer “Los Borbones en Pelota”.3 En 1858 fundó la Academia de San Miguel, con la finalidad de agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas, reuniendo artistas, literatos y propagandistas católicos de toda España. Obra escritaEl padre Claret se destacó por su actividad catequética también en el mundo del escrito, tanto en castellano como en catalán. Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) además de realizar algunas traducciones. Sus libros incluyen el Catecisme de la Doctrina Cristiana (Dic. 1848 Barcelona, Llibreria Religiosa), Catecismo de la Doctrina Cristiana (Dic. 1848 Barcelona, Librería Religiosa), Cami Dret y Segur per Arribar al Cel (1843 Vich, Trullás), Camino recto y seguro para llegar al cielo (1846 Barcelona, Pla), que alcanzó 185 ediciones, en el que defiende firmemente el papel de la mujer como ama de casa, Reflexiones sobre la Agricultura ( Publicado en el diario "El Redactor", Santiago de Cuba,1854), Sermones de Misión (Varios tomos Barcelona 1857), Colección de pláticas dominicales (Varios tomos Barcelona, 1858), Pláticas doctrinales (1868), su Autobiografía (Escrita por Claret entre 1861-1862, en la cual habla de su vida desde su nacimiento hasta cinco años previos a su muerte en 1870. Publicada por los Misioneros Claretianos en 1915 por pirmera vez, y se han hecho varias ediciones entre 1951-2008), L´egoísmo Vinto (Roma, 1869. Traducida posteriormente al castellano en 1981 o Avisos a un sacerdote (1884).Bibliografía
ReferenciasEnlaces externos
San Antonio María ClaretFiesta: 24 de octubreObispo de Santiago de Cuba, fundador
Patrón de tejedoresVisite Sallent ciudad natal y Vic donde fundó
En Breve
-Nació en la villa de Sallent, provincia de Barcelona, el día 23 de diciembre de 1807.
-Fue obrero textil en su juventud. -Ordenado sacerdote, fundó en Vic la Orden de los Claretianos. -Recorió Cataluña durante varios años predicando. -Fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. -Fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, cargo en el que se entregó de lleno al bien de las almas. -Como arzobispo de Santiago de Cuba se destacó por su celo evangelizador por lo que recorrió toda su diócesis y sufrió un atentado contra su vida. -Habiendo regresado a España, sus trabajos por el bien de la Iglesia le proporcionaron aún muchos sufrimientos. -Confesor de la Reina Isabel II de España -Unico santo canonizado entre los padres conciliares del Concilio Vaticano I. -Escritor evangélico, especialmente de folletos de fácil alcance para todos (jóvenes, trabajadores, casados) -Demostró un amor excepcional por la Eucaristía la cual conservaba en su corazón como tabernáculo -Gran devoto de la Santísima Virgen. -Patrón de las cajas de ahorro, ya que fundó una en Cuba en beneficio de los pobres. -Sus experiencias místicas lo llevaron a levitar (alzarse del suelo) - Murió en Fontfroide (Francia) el año 1870. Cuando le preguntaron como era capaz de hacer tanto respondió: "Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderéis todo y haréis mas cosas que yo" "VIDA DE SAN ANTONIO Maria CLARET"
Infancia:
Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.
La
cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los
telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde
sus primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen
corazón. A los cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche,
sentado en la cama, quedaba impresionado por aquel "siempre, siempre,
siempre". El mismo recordaría estas palabras, más tarde, siendo
Arzobispo:
"Esta
idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno
que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo
cierto es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que
más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras
viva, en la conversión de los pecadores" (Aut. nº 9)
La
guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la
época. Sus soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años
1808 y 1814. Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la
lucha. En 1812 se promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen.
Asistía con atención a la misa; dejaba momentáneamente el juego para
visitar a Jesús en la iglesia siempre que no ocasionara molestias a sus
compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su hermana Rosa, a la
ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.
Una
debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas
contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las
primeras lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran escogidas.
Pero ya entonces Antonio tenía una ilusión: llegar a ser sacerdote y
apóstol. Sin embargo, su vocación debería recorrer todavía otro
itinerario.
Entre los Telares:
Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en calidad y belleza las muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios, admirados de su competencia, le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el montaje de la fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba por medio.
Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios.
a) Un amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas valiosas, las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro de las joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio, diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
b)El
segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la
playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola
gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar
se estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen Santa, salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y para colmo sus vestidos secos totalmente.
c)El
tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su
casa. Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era
la esposa. Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó
cegada con un amor indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Claret huye de la tentación. "Señora, vuestro esposo tarda y tengo mucho que hacer..." Ella intentó detenerle, pero en vano. Antonio se deshace de ella para no volver más.
Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los
telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los
oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse
cartujo y así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote
llegó a oídos del obispo de Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso
conocerle. Antonio salía de Barcelona a principios de septiembre de 1829
camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y estaba decidido a ser
sacerdote.
En el Seminario
En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación. Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic.
Este
hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las
inspiraciones del Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al
siguiente año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en una
tentación que le sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio
que la Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta corona será tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus hijos.
Bajo
la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era
óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de
Diácono en la misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue
en esta época cuando Claret entró en un profundo contacto con la
Biblia, que le impulsaría a un insaciable espíritu apostólico y
misionero.
Sacerdote:
A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el sagrado orden del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente Sallent, su ciudad natal.
A
la muerte de Fernando VII la situación política española se había
agravado. Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se
habían adueñado del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la
supresión de todos los Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron
los bienes de la Iglesia y se azuzó al pueblo para la quema de
conventos y matanza de frailes. Contra este desorden pronto se
levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco,
estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero
Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a
los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le
suponía el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía
límites. Por eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían el
ansia apostólica de Claret. Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse
en "Propaganda Fide", con objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera:
Con un hatillo y sin dinero, a pie, un joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los ejercicios espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como misionero del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad gentes" ni tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado
a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito
entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente
(el párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio con gran
celo. Tuvo que hacer también de médico, porque no lo había ni en el
pueblo ni en sus contornos, utilizando yerbas y ungüentos medicinales
para aliviar las penas de los que venían a verle.
Misionero Apostólico en Cataluña:
Como Claret no había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan".
"Padre,
confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón. "Quien se
ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y
te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En
otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista,
convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les
echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando,
al llegar a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido
de nuevo en tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de
aquella época.
Otros
hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud
de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que
procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa
el arzobispo de Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía
y salía airoso de todas las emboscadas que le tendían.
Además
de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios
Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En
1844 , por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic,
asistiendo a ellos Santa Joaquina Vedruna.
Durante este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el "Camino Recto",
publicado en 1843 por primera vez y que sería el libro de piedad más
leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847 fundaba junto con su amigo
José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio Palau la "Librería Religiosa".
Ese mismo año fundaba la Archicofradía del Corazón de María y escribía
los estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares,
hombres y mujeres.
Apóstol de las Islas Canarias: ( marzo 1848 - mayo 1849)
El 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas Canarias con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cesó en su intenso trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó
15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones,
prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas
en los ojos un día a su "padrito" y lo despidieron con añoranza. Era en
los últimos días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo.
"Estos
canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy sensible el
día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares,
según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic, 27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador y director espiritual
Poco
después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda
del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de
los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años.
Eran los Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró,
Domingo Fábregas y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran obra" -dijo el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón de María?
El Padre Claret sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que la Congregación se extendería por todo el mundo.
2) Que duraría hasta el fin de los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.
En
la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en
el siglo XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se
encontraron casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con
la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de
Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras claretianas, para la
educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa o indirectamente en otras fundaciones.
Se relacionó con Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e
Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer
fundadores de las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado Corazón
fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las
Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll
fundador de las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la
fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza
González. Y habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa,
Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de Santiago de Cuba: (1851-1857)
Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo después de todos los intentos de renuncia el 4 de octubre de 1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir, para fundar las "Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana." En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una apoteósica manifestación.
En
el viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para
todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis
años gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando
incansablemente, misionando, sembrando el amor y la justicia en aquella
isla en la que la discriminación racial y la injusticia social reinaban
por doquier.
Fue
un Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos
de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños,
abolición de la esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la
visita pastoral de la diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo,
tenía 62 años que no veía obispo alguno.
Se
enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos... Un día
reprendió a un rico propietario que maltrataba a los pobres negros que
trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no estaba dispuesto a
cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección. Tomó dos
trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y pulverizó
las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría decir
qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles? Pues así de
iguales somos los hombres ante Dios".
El
P. Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco
común. En Holguín se organizaron fiestas populares. El número fuerte del
programa era el lanzamiento de un globo tripulado por un hombre. El
artefacto aerostático era de los primeros que se ensayaban en aquellos
tiempos. No tuvo éxito; comenzó a elevarse, pero el piloto perdió el
control y cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el problema y
un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con el sistema de la dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que todavía hoy se conserva.
Era
un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones
religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y
agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros,
fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y
rancherías de su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero
ni siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de
atentados llegó al cúlmen en Holguín, donde fue herido gravemente por un
sicario a sueldo de sus enemigos, al que había sacado poco antes de la
cárcel, cuando salía de la iglesia. El P. Claret, casi agonizando, pidió
que perdonaran al criminal. A pesar de todo, sus enemigos siguieron sin
perderle de vista.
Estas son las palabras del propio Santo:
"Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la función, había mucha gente y todos me saludaban. Se acercó un hombre, como si me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó el brazo, armado con una navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su fuerza. Pero yo llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la mano derecha me tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me rajó la cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta de la barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha
la primera cura, me llevaron a la casa. No puedo yo explicar el placer,
el gozo y alegría que sentía mi alma al ver que había logrado lo que
tanto deseaba, que era derramar la sangre por el amor de Jesús y de
María y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades
Evangélicas.
En
la curación de las heridas ocurrieron tres cosas prodigiosas: la
primera fue la curación momentánea de una fístula que los facultativos
habían dicho que duraría. Con el corte de la herida se rompieron
completamente las glándulas salivales. Tenían que operarme al día
siguiente. Yo me encomendé a la Santísima Virgen María, me ofrecí y
resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé curado.
El
segundo prodigio fue que la cicatriz del brazo quedó como una imagen de
la Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de relieve tenía colores
blanco y morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El
tercer prodigio fue el pensamiento de la Academia de San Miguel,
pensamiento que tuve en los primeros días de hallarme en cama y que fue
aprobada por el Papa Pío IX."
Los católicos de Cuba lo recuerdan con profundo cariño y veneración.
Confesor de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España: (1857-1868).
Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho urgente del capitán general de La Habana en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado
a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de
confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres
condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar
antesalas teniendo libertad de acción apostólica.
Tenía
49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para
cortesano. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad
apostólica en la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las
iglesias y conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción.
Desde la iglesia de Italianos, situada en la actual ampliación de las
Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está situado actualmente
el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad. Principalmente
se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al clero.
Restauró El Escorial y organizó en él un centro de estudio.
"Pero
en la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado...
Tengo unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por
todo el mundo que no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro...
Cada día tengo que hacer actos de resignación conformándome a la
voluntad de Dios..."
"No tengo reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la Reina. Mientras
la acompañaba en sus giras por España aprovechaba también para
desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la real
caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete,
Valencia... y en julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El
recorrido por el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando a
predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el
pueblo respondía con generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les predico".
"Oh Virgen Y Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de El Escorial:
La Reina le nombró Presidente del Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado su lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su talento organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la gran basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos, se adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen superávit. Parecía un milagro.
Con
la restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera
Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas
clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y
banda de música. Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística,
Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga,
etc. Hizo de este monasterio uno de los mejores centros de España. Y
gracias a su afán recuperó su esplendor la octava maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa:
"Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los signos de los tiempos: "Uno
de los medios que la experiencia me ha enseñado ser más poderoso para
el bien es la imprenta, -decía-, así como es el arma más poderosa para
el mal cuando se abusa de ella".
Escribió
unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas,
anotadas y a veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su
extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender
el hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación tan intensa al
ministerio apostólico. Claret no era solamente escritor. Era
propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas. En
cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes.
Jamás
cobraba nada de la edición y venta de sus libros; al contrario,
invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que
obtenía por sus cargos y de los donativos.
"No todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..."
"El predicador se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la comida del alma..."
Entre el centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan:
"Avisos" a toda clase de personas. "El camino recto" "El catecismo explicado" "El colegial instruido"
"Los libros son la mejor limosna".
En
el año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal,
futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de
los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo su dirección
hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas
volantes, con un promedio anual de más de medio millón de impresos. En
el primer decenio de la fundación recibió la felicitación personal del
Papa Pío IX.
Aún sacerdote fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María,
cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión de los
libros y constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado seglar
activo por estar integrada por sacerdotes y seglares de ambos sexos.
Una de sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel
(1858). En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes
plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas,
literatos y propagandistas de toda España para la causa del Señor.
Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más
representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron
gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió
un número incalculable de hojas sueltas.
Y
fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar
llegaron a funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre Santo:
La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.
Este
era su horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la
mañana. Antes que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y
lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía
y oía otra en acción de gracias, desde el desayuno hasta las diez
confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de
audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales,
cárceles, colegios y conventos.
Su
pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al
bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se
repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo
otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.
San
Antonio era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de
profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia
de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus
brazos.
En Intimidad con el Señor:
La clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor al Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor es el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde
niño acudía con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo
realmente presente en la Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La
vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración
de la Misa o en la adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que
no la sabía explicar. Sentía y siento su presencia tan viva y cercana
que me resulta violento separarme del Señor para continuar mis tareas
ordinarias".
Un
privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de las
especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo
escribió en su Autobiografía:
"El
día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del
Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la
gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener
siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces
debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior. También
tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me
lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
Esta
presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan
grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido
como en medio de las muchedumbres".
Devoción a la Virgen María, Madre y Maestra:
Desde
niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de
San Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba
en su vida. Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se
imaginaba que sus oraciones subían al cielo por unos "hilos
misteriosos". Le gustaba visitar a la Santísima Virgen en su santuario
de Fusimaña.
De
niño, todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor
lo rezaba completo, los quince misterios todos los días. Era gran devoto
del Santo Rosario a tal punto que la Virgen le dijo un día: "Tú serás el Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo Rosario"
Pasaba
largo tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones y
rezos, y hablándole con cordialidad y confianza, porque estaba
convencido de que la Santísima Virgen lo escuchaba...
En
obsequio a la Virgen María se abstenía no sólo de pecados mortales,
sino hasta de veniales, de faltas e imperfecciones, y aún se abstenía de
cosas lícitas, solo para mortificarse y abstenerse de alguna cosa en
obsequio a María Santísima.
El
amaba a María, pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía
lo que pedía y aún cosas que nunca pidió, le concedió. La Virgen
Santísima lo libró de enfermedades, de peligros y aun de la muerte
muchas veces, por mar o por tierra; le libró de tentaciones y de
ocasiones de pecar.
Decía
el Santo: "Ya veis cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella
os librará de males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días
con devoción y fervor y veréis como María Santísima será vuestra Madre,
vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo
después de Jesús".
En
otro lado dice: "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras
podía olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo corazón y
toda amor. Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y esto la hace
Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación con María
siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y familiar, de gran
confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su amor de
Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un
instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi
vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón
Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi
modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".
Un hombre perseguido:
No es de extrañar que un hombre de la influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la conversión de los asesinos.
Pero
fue peor la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda
España para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de
influir en la política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la
Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de
ser obsceno en sus escritos refiriéndose a "La Llave de Oro", de ser
ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir
algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia:
El 15 de julio de 1865, el gobierno en pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios.
El
P. Claret ya había advertido a la Reina que la aprobación de este
atropello era, a su parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse
si lo firmaba. La Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice
permaneciendo en la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la iglesia
de La Granja, y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".
Transido
de dolor al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella situación,
se dirigió a Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que
volviera otra vez a la corte. La familia real se alegró inmensamente de
su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y de ataques se
desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que fue uno de los
hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado:
El 18 de septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda España.
El
día 30, la familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para
el destierro en Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret
tenía 60 años.
Los
desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las
profecías del P. Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta
revolución. En La Selva del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30 de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I:
El día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a llegar a Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno
de los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en
cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica
vaticana:
"Llevo
en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las
heridas de Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del
Papa, derramar toda mi sangre de una vez".
Es el único Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus días:
El 23 de julio de 1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era inminente. Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir. Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría por sus moradores.
"Me
parece que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la
ley de Dios... En París como capital del mundo, en Roma capital del
catolicismo, lo he hecho de palabra y por escrito, he observado la santa
pobreza...
Su
salud estaba completamente minada. El P. Clotet no se separó de su lado
y anotó las incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un
ataque de apoplejía.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó
el día 24 de octubre por la mañana. Todos los religiosos se habían
arrodillado alrededor de su lecho de muerte. Junto a él, los Padres
Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en manos del
Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio monacal con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".
Glorificado:
Los restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios". |
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
lunes, 22 de octubre de 2012
Antonio María Claret, Santo
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