*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 2 de noviembre de 2012
jueves 01 Noviembre 2012
Solemnidad de la Solennité de Todos los Santos
Fiesta de todos los Santos, Santos no ejemplares
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresita del Niño Jesús : La comunión de los santos
Lecturas
Apoc. 7,2-4.9-14.
Luego vi a otro Angel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Angeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:
"No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
"¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!".
Y todos los Angeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios,
diciendo: "¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!
Y uno de los Ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?".
Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.
Salmo de David.
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:
él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
Epístola I de San Juan 3,1-3.
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
Mateo 5,1-12a.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Últimas conversaciones, 15/07/1897
La comunión de los santos
Sor María de la Eucaristía quería encender las velas para una
procesión.No tenía cerillas, pero al ver la lamparilla que arde ante las
reliquias, se acercó; pero, ¡ay!, la encontró medio apagada, no quedaba más
que un débil destello en la mecha carbonizada. Sin embargo, consiguió
encender su vela, y, gracias a su vela, se fueron encendiendo todas las de
la comunidad. Fue aquella lamparita medio apagada la que produjo aquellas
hermosas llamas que, a su vez, hubieran podido producir infinidad de otras
e incluso incendiar el universo. Sin embargo, la causa primera de ese
incendio se debería siempre a aquella lamparita. ¿Podrán entonces las
hermosas llamas, sabiendo esto, gloriarse de haber provocado semejante
incendio, cuando ellas mismas sólo se encendieron gracias a aquella
centellita?...
Lo mismo ocurre con la comunión de los santos. Muchas veces, sin
que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos
a un alma escondida, porque Dios quiere que los santos se comuniquen la
gracia unos a otros por medio de la oración, para que en el cielo se amen
con un gran amor, con un amor todavía mucho mayor que el amor de la
familia, hasta el de la familia más ideal de la tierra. ¡Cuántas veces he
pensado si no podría yo deber todas las gracias que he recibido a las
oraciones de un alma que haya pedido por mí a Dios y a la que no conoceré
más que en el cielo!
Sí, una centellita muy pequeña puede hacer brotar grandes lumbreras
en toda la Iglesia, como doctores y mártires, que estarán muy por encima de
ella en el cielo; ¿pero quién podría afirmar que la gloria de aquellos no
se convertirá en la suya propia?
En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos
reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la
corona.
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