Lo anterior ayuda a entender el sentido metaf�rico que se le atribuye a la palabra yugo: carga pesada, prisi�n o atadura. Ley o dominio superior que sujeta y obliga a obedecer. En el lenguaje pol�tico se equipara a tiran�a, despotismo, absolutismo. Las proclamas libertarias suelen usar la imagen del yugo finalmente destrozado por la revoluci�n. Tambi�n en econom�a se habla del yugo tributario, haciendo gr�fica la extenuaci�n e impotencia del contribuyente para eludir el inexorable y siempre creciente caudal de impuestos.
Llama la atenci�n que los contrayentes del matrimonio reciban el nombre de "c�nyuges". La ra�z es la misma, tambi�n el significado original: son dos seres que permanecen ligados en forma tal, que uno no podr� elegir o cambiar la ruta sin involucrar al otro. Con raz�n se les llama tambi�n "consortes", es decir, part�cipes de la misma suerte o destino. Por cierto, alguien querr� ver en ello una irritante limitaci�n de la libertad. Muchos, en cambio lo celebrar�n como manifestaci�n de solidaridad: todo lo tuyo es m�o, todo lo m�o es tuyo, todo lo que te afecte a ti me afecta a m�; t� y yo somos una sola cosa. El yugo admite una y otra interpretaci�n.
Una fuerte tendencia cultural presiona hoy en el sentido de suprimir todos los yugos. Los entiende en bloque, sin discernimiento, como atentatorios a la libertad. El existencialismo considera toda norma como una violencia contra la libertad, ya que al ser universal, no puede la norma o ley tomar en cuenta la irrepetible originalidad de cada individuo. Del marxismo conocemos su grito de guerra: odio a todos los dioses; la religi�n es el opio del pueblo: las normas y leyes no son m�s que la violencia que las clases dominantes imponen a las clases oprimidas. Para el liberalismo no hay otra ley que la autonom�a: cada uno es ley para s� mismo. No existe nadie, ni en el cielo ni en la tierra, con autoridad para dar �rdenes que uno no quiera aceptar.
En este escenario cobra su real dimensi�n las concentraciones nudistas recientes. El fot�grafo que lo convoc� hab�a previamente expuesto m�ltiples razones de su performance. S�lo d�as despu�s de realizado el acto, desnud� su real intenci�n. Seg�n �l, las religiones no han hecho otra cosa que ejercer control sobre los seres humanos. Los varones, a su vez, se han dedicado a ejercer control sobre las mujeres. Al convocar a mujeres y varones para que se desnuden promiscuamente y en espacios p�blicos, el fot�grafo ha pretendido, seg�n propia confesi�n, liberar al hombre del control o yugo de las religiones. Estos actos fueron expl�citamente de rebeld�a o agresi�n contra Dios.
Respetando a las personas que quisieron participar (s�lo Dios conoce y juzga lo que hay en cada coraz�n), tomamos nota de lo que ellas manifestaron finalizado el acto "�soy libre, por fin pude ser libre, por fin puedo hacer lo que yo quiera! �Esto es lo m�ximo: la m�s bella experiencia de mi vida!". Representantes de la psiquiatr�a y psicolog�a han querido ver en ello una liberaci�n de traumas largamente reprimidos. Puede ser. Vale, sin embargo, la pregunta: �liberados de qu�? �Y con libertad ahora para qu�? A ellos les toca responderla, uno no puede invadir su conciencia.
Cualquiera sea la respuesta, el episodio deja una apasionante tarea para los educadores. No hemos logrado enraizar en nuestros pupilos la convicci�n de que toda norma o ley moral, lejos de ser un atentado contra su libertad, es su signo y seguro de vida. Tomemos como ejemplo los diez mandamientos. Honrar padre y madre �limita o enriquece mi libertad? Concebir y dar a luz un hijo �"embaraza" o enaltece mi libertad? Y si ese ni�o tiene alguna patolog�a invalidante �se recibe y trata al ni�o como una carga que irremediablemente se debe soportar, o como una oportunidad y exigencia de amar con predilecci�n, hasta el l�mite? Honrar la verdad, decirla y hacerla �restringe mi libertad o es la mejor manera de ser libre? Honrar la propiedad ajena y cumplir la perfecta justicia �me limita o me dilata como persona? Ser justo (dar a cada uno lo suyo) equivale en la Biblia a ser santo. Honrar y respetar la vida, cuidarla y defenderla, aun a riesgo de sacrificar la propia �frena mi autorrealizaci�n o es el m�ximo signo de autodonaci�n? Dar la vida por amor es el �nico modo eficaz de preservarla.
Detr�s de cada norma restrictiva de mi libertad germina, cuajada de promesa, una semilla de afirmaci�n de mi propia libertad. Bien lo saben los c�nyuges. Al celebrar su contrato matrimonial, entienden compartir y compenetrar su libertad con la del otro contrayente. Quedan uncidos en una yunta, vinculados con un mismo yugo. Si a veces surge la nostalgia de la libertad preconyugal, ser� ocasi�n de revalidar el gesto prof�tico y audazmente comprometido que llamamos fidelidad. "Yo eleg� este camino, y a esta persona como compa�era de camino. Se lo promet� a ella y a Dios. Yo soy libre para prometer, y libre para cumplir lo que he prometido. Mi libertad se llama ahora fidelidad. Y en esa fidelidad encuentro mi felicidad. Porque la felicidad se da en el amor perfecto, como perfecto es el amor del Padre celestial, y perfecto el amor de Cristo por su Iglesia".
Pero �d�nde queda mi imperfecci�n? �Qu� hago con mis ostentosos l�mites? �Ser� capaz de vivir todo el tiempo uncido al mismo yugo? Ahora comprendemos la sabidur�a y benevolencia de Cristo. Anticip�ndose a nuestra objeci�n, �l se nos ofrece como receptor de nuestras fatigas y corrector de nuestras limitaciones: "venid a M�, todos los que est�is cansados y agobiados. Yo os aliviar�. Cargad con mi yugo y aprended de M�, que soy manso y humilde de coraz�n. As� encontrar�is descanso. Porque mi yugo es suave, y mi carga ligera".
Genial: el modo de aliviarse uno de sus propios agobios, es cargar con el yugo de Cristo. �Y cu�l es el yugo de Cristo? Fidelidad a la voluntad del Padre. Fidelidad que se aprende vaciando el coraz�n de toda soberbia y prepotencia. "Aprendan de M�: soy manso y humilde de coraz�n". Los mansos heredan la tierra. Los humildes son ensalzados por Dios. Los mansos se han liberado de la tentaci�n de controlar y violentar a los dem�s. Los humildes se han liberado de la tentaci�n de posar y aparentar m�s all� de lo que son. Mansos y humildes son, por excelencia, libres. Y por eso felices. Y le deben su libertad y felicidad a que aceptaron cargar el yugo de Cristo.
"Dichosos los que caminan en la Ley del Se�or, y guardan sus mandamientos de todo coraz�n. Tus mandamientos son la alegr�a"
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