Del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros
la habéis hecho una cueva de bandidos!» Enseñaba todos los días en el
Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los
notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían
hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.
Oración introductoria
Señor, así como purificaste el templo de Jerusalén, te suplico
vengas hoy a este encuentro en la oración para que me muestres qué tengo
que expulsar de mi vida para quedar purificado, reconciliado, digno de
Ti, porque anhelo que vengas hacer en mí tu morada.
Petición
Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento para conocer la voluntad divina sobre mí.
Meditación del Papa
Jesús se alejó de una concepción ritual de la religión, criticando
el planteamiento que daba valor a los preceptos humanos vinculados a la
pureza ritual más que a la observancia de los mandamientos de Dios, es
decir, al amor a Dios y al prójimo, que, como dice el Señor, "vale más
que todos los holocaustos y sacrificios". También en el interior del
templo de Jerusalén, lugar sagrado por excelencia, Jesús realiza un
gesto típicamente profético, cuando expulsa a los cambistas y a los
vendedores de animales, actividades que servían para la ofrenda de los
sacrificios tradicionales. Así pues, a Jesús no se le reconoce como un
Mesías sacerdotal, sino profético y real. Incluso su muerte, que los
cristianos con razón llamamos "sacrificio", no tenía nada de los
sacrificios antiguos, más aún, era todo lo contrario: la ejecución de
una condena a muerte, por crucifixión, la más infamante, llevada a cabo
fuera de las murallas de Jerusalén. Benedicto XVI, 3 de junio de 2010.
Reflexión
El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy sorprendente.
Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio contemplar un
primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el tiempo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y notables del pueblo saben muy
bien de qué se trata todo esto y quieren quitarlo de en medio, que no
les paralice ni boicotee sus negocios.
Parece que Jesús se enfada con mercaderes y vendedores, y en parte
es así. Pero su enfado no viene por su profesión, su enfado no va
dirigido a los de fuera del templo, va dirigido a los de dentro. Esto
que parece una apreciación sin importancia la tiene y mucha, pues el
mensaje que Jesús quiere transmitir va encaminado a cada uno de
nosotros. Sí, a cada uno de los cristianos que vamos a visitar el
templo, a cada uno de los sacerdotes y religiosos que sirven de manera
especial al Señor y a cada uno de los que llevan la iglesia con una
responsabilidad mayor y de dirección. El mensaje es único: " mi casa es
casa de oración ". ¿Qué querrá decirnos Jesús con esto? Quizás esté
pensando en las personas que muchas veces usamos la iglesia como medio
para nuestros intereses, quizás esté pensando en cada hijo suyo que
frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer de que lo
importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin
que nadie lo note.
A la Iglesia hemos de acudir de puntillas, con la confianza de un
niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con
Dios, y no con los hermanos que pueden terminar en negociaciones ajenas
al dueño de la casa. La Iglesia indudablemente es un misterio, y está
llena de humanidad, y cuenta con fallos humanos.
Con nuestra vida sincera y sencilla y nuestra actitud orante
formamos también esa otra Iglesia, que es la que vale: la Iglesia de los
Santos, la Iglesia que es camino de Salvación, la Iglesia compañera
nuestra en la gran aventura de encontrarnos con Dios.
Propósito
Acudir a la Iglesia con la confianza de un niño, pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios.
Diálogo con Cristo
¡Gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento de
oración! ¡Gracias por el don de tu amistad, de tu gracia y de tu
misericordia! No quiero escatimar esfuerzo alguno por crecer en mi vida
de oración, con tu gracia, lo podré lograr.
viernes 23 Noviembre 2012 Viernes de la trigésima tercera semana del
tiempo ordinario
San Columbano
Leer el
comentario del Evangelio por Misal Romano : “Mi casa es casa de oración”
(Is 56,7)
Lecturas
Apoc. 10,8-11.
Y la voz que
había oído desde el cielo me habló nuevamente, diciéndome: "Ve a tomar el
pequeño libro que tiene abierto en la mano el Angel que está de pie sobre el
mar y sobre la tierra". Yo corrí hacia el Angel y le rogué que me diera
el pequeño libro, y él me respondió: "Toma y cómelo; será amargo para tu
estómago, pero en tu boca será dulce como la miel". Yo tomé el pequeño
libro de la mano del Angel y lo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero
cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago. Entonces se
me dijo: "Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de
pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes".
Salmo 119(118),14.24.72.103.111.131.
Me alegro de
cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas. Porque tus prescripciones son todo
mi deleite,
y tus preceptos, mis consejeros.
Para mí vale más la ley de
tus labios
que todo el oro y la plata. ¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,
es más dulce que la miel!
Tus prescripciones son mi herencia
para siempre,
porque alegran mi corazón. Abro mi boca y aspiro hondamente,
porque anhelo tus mandamientos.
Lucas 19,45-48.
Y al entrar al
Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi
casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de
ladrones". Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes,
los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba
pendiente de sus palabras.
Extraído de la Biblia, Libro del
Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Misal Romano Prefacio para la fiesta de la dedicación de una
Iglesia
“Mi casa es casa de oración” (Is 56,7)
En verdad
es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque te has dignado habitar en toda casa consagrada a la oración, para hacer de nosotros, con la ayuda constante de tu gracia, templos
del Espíritu Santo (1Co 3,16), resplandecientes por la santidad de vida.
Con tu acción constante, Señor, santificas a la Iglesia,
esposa de Cristo, simbolizada en edificios visibles, para que así,
como madre gozosa por la multitud de sus hijos, pueda ser
presentada en la gloria de tu Reino. Por eso con los ángeles y todos los
santos cantamos sin cesar el himno de tu gloria:¡Santo! ¡Santo!
¡Santo!
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