En términos generales, no existe un consenso general entre los diferentes grupos de cristianos sobre si el canon del Antiguo Testamento debe corresponder al de la Biblia griega, con deuterocanónicos, que es lo que plantean las iglesias cristianas ortodoxas y católica romana a través de su historia, o al del Tanaj hebreo, que es lo que plantean los judíos actuales, algunos protestantes, y otros grupos cristianos emanados de éstos. Aparte de los libros propios del texto griego de la Biblia, el canon de la iglesia ortodoxa de Etiopía admite otros libros, como el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos.
Las denominaciones de Biblia y de Antiguo Testamento (que presupone la existencia de un Nuevo Testamento) nunca fueron usadas por los judíos de habla hebrea, y tampoco por algunas confesiones cristianas.
Los judíos dividen los libros del Tanaj en tres distintos grupos: Torá (la Ley), Neviim (los Profetas) y Ketuvim (los Hagiógrafos).
Los testigos de Jehová prefieren la expresión Escrituras Hebreas para llamar a esta colección de libros.
En el Judaísmo
El Antiguo Testamento de los cristianos en el judaísmo es llamado: Tanaj; un acrónimo para: Torá, Neviim y Ketuvim (Torá, Profetas y Escritos). El Tanaj consiste en la Torá de Moisés; el único libro dictado y Escrito por Dios mismo y entregado a Moisés en el Monte Sinaí, los Profetas; que son los libros inspirados por Revelación Profética y los Escritos; que es una colección de escritos poéticos e históricos inspirados por el Ruaj haKodesh (Espíritu Santo). Puesto que Dios en su Torá manda no añadir ni quitar nada de la Torá de Moisés, toda escritura que viniese después es medida a la luz de la Torá. Así, los libros que menos se acoplan a la Torá son considerados menos inspirados y por tanto, menos importantes. Por éste motivo la mayoría del judaísmo no considera los Escritos de los discípulos de Jesús como inspiración Divina, por tanto la Biblia judía sólo se compone del Tanaj. Varios grupos, entre ellos los judíos nazarenos y judío mesiánicos consideran el llamado "Nuevo Testamento" como material importante de aprendizaje, al mismo nivel que el santo Zohar o el Talmud, pero nunca jamás al mismo nivel que la Torá de Moisés, la cual es considerada "Ley perfecta" (Sal 19:7), "para los hijos de nuestros hijos" (Dt 4:8-9), y como Jesús mismo enseñaría, la Torá es vigente "hasta que pasen los cielos y la tierra" (Mt 5:18).De éste modo los judíos mesiánicos y judíos nazarenos no consideran que el Tanaj sea un Antiguo Testamento, ni que la colección de escritos griegos cristianos sea un Nuevo Testamento.
Géneros literarios
Véase también: Fuente bíblica.
El Antiguo Testamento es un texto muy complejo por estar compuesto
por libros escritos en múltiples géneros y en distintas épocas
históricas del pueblo hebreo.En cuanto a la mayoría de los libros, se pueden reconocer cuatro tradiciones literarias que los componen (de acuerdo con la hipótesis documentaria):
- Yahvista, que hace uso del término Yahveh para referirse a Dios, al que presenta antropomórfico, manifestado de forma humana. Este género es probablemente propio del reino hebreo del sur o de Judá.
- Elohísta, que hace uso del término Elohim para referirse a Dios, al que presenta más intrascendente. Este género es probablemente propio del reino hebreo del norte o de Israel.
- Sacerdotal, que se centra en cuestiones del culto judaico, y que incluye el relato que se encuentra al principio de todo el Antiguo Testamento: la primera versión de la Creación en el libro del Génesis (la segunda versión de la Creación viene inmediatamente después y es de tradición yavista).
- Deuteronómica, que se centra en el cumplimiento de la Ley, por haber sido escrita en lo que algunos han identificado como el hallazgo de la Ley en tiempos del rey Josías. Precisamente el libro del Deuteronomio pertenece a este género.1
- Histórico: Abarca todos los textos en forma de relato. Incluye: historias reales, noveladas y ficticias; relatos populares (mitos, leyendas, sagas, cuentos); datos informativos, y biográficos; relatos que anuncian la venida del Mesías.
- Ley: Colecciones de normas y preceptos por los que se regía el pueblo hebreo, tanto en lo civil como en lo religioso.
- Profecía: Dichos y discursos pronunciados por un profeta (mensajero que habla en nombre de Dios). Incluye oráculos, relatos biográficos, visiones y acciones simbólicas.
- Lírica: Textos poéticos, generalmente en verso, que expresan sentimientos y vivencias profundos. Incluye cantos de amor, elegías de dolor, poemas de oración.
- Sabiduría: Colecciones de sentencias, proverbios, alegorías y refranes que expresan de forma popular y razonada la experiencia de vida propia del sabio.2
Libros del Antiguo Testamento
Antes de continuar, hay que aclarar que los escritos que no están incorporados en las Biblias protestantes serán escritos en cursiva. Explicado este punto, seguiremos con los grupos de escritos separados en:Pentateuco o Torá
Génesis: El libro del Génesis relata la historia de la creación del mundo, el relato de la caída de Adán del jardín del Edén, la narración del Diluvio Universal, la historia de la Torre de Babel, el llamado del patriarca Abraham y la aparición de las 12 tribus de Israel que terminarían viviendo en Egipto.Éxodo: Los principales hechos del libro giran alrededor de la partida de los esclavos hebreos de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés, y culmina fervorosamente con la entrega de la Sagrada Torá en el monte Sinaí.
Levítico: Este libro trata los temas de las leyes referidas a los sacrificios, la consagración de los sacerdotes y las leyes referidas a la pureza y santidad; mayormente mandamientos para los grupos levitas y sacerdotales.
Números: Este libro narra los mandamientos dados durante las estancias en el Sinaí, el desierto de Qades-Barnea y los llanos de Moab.
Deuteronomio: Este libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos de Moab. Es considerado el discurso final de Moisés antes de morir.
Libros Históricos
Libro de Josué: Este libro narra la conquista de la Tierra Prometida y el reparto que Josué efectúa entre las diversas tribus. Luego trata algunos temas de la Asamblea de Siquem y de las disposiciones de Josué. Es considerado libro profético en el canon judío.Libro de los Jueces: Narra el período que va desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel, un tiempo en que los judíos han abandonado su vida nómada y acaban de instalarse como semisedentarios primero y agricultores luego, habitando en casas de material o chozas de adobe. Es considerado libro profético en el canon judío.
Libro de Rut: El libro narra la historia de Elimelec, un hombre de Belén de Judá que emigró con su familia al país de Moab. Su mujer se llamaba Noemí y sus hijos, Majalón y Quelyón. Al morir Elimelec, sus dos hijos se casaron con Orfa y Rut de Moab, respectivamente.
Primer Libro de Samuel: Este libro cuenta la historia de Samuel y del reinado del rey Saúl hasta su muerte, incluyendo la guerra de los israelitas contra los filisteos y la gran hazaña del pastorcillo David al derrotar al gigante Goliat. Es considerado libro profético en el canon judío.
Segundo Libro de Samuel: siendo la continuación de I Samuel, cuenta la historia de Israel a partir de la muerte del rey Saúl y el subsiguiente reinado de David, con un suplemento al final.
Primer Libro de los Reyes: Este libro cuenta la historia del reinado de Salomón, hijo de David y de los reinos de Judá e Israel.
Segundo Libro de los Reyes: En este libro continúa la historia de los reinos de Judá e Israel desde la muerte de Salomón hasta la caída de Samaria y de Jerusalén, cabe resaltar que todos los reyes israelitas hicieron lo malo a los ojos de Dios, entre ellos, Jeroboam, Omrí, Acab y Jezabel, Uzzias y Joacin. También relata los milagros del profeta Eliseo y al final del libro se continúa la historia para culminar en el Exilio de Babilonia.
I Crónicas o I Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido desde los orígenes hasta la muerte de David. Cuenta la historia desde Adán hasta Saúl en su primera mitad y luego la de David.
II Crónicas o II Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido entre la muerte de David y la liberación final. Cuenta la historia de cada rey de manera muy esquemática y no exhaustiva, indicando en general: nombre del padre, nombre de la madre, duración del reinado, sucesor, lugar de la sepultura, principales acontecimientos y sincronía de cada uno de los reyes de Israel.
Libro de Esdras: Esdras trata especialmente de la reconstrucción del Templo y de la organización legal del judaísmo.
Libro de Nehemías: este libro narra la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, el arreglo del templo y las reformas llevadas a cabo por Nehemías.
Libro de Tobías: Éste no es un libro canónico, aunque aparece en el canon católico romano, no es aceptado por la mayoría de denominaciones protestantes ni tampoco por los judíos. Este libro relata el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a un joven lleno de fe, que va a buscar esposa y finalmente se casa luego de sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios. Es una apología de los valores familiares y humanos.
Libro de Judit: El libro cuenta la historia de Judit hija de Merari en plena guerra de Israel contra el ejército asirio.
Libro de Ester: Es de gran valor entre el pueblo judío, ya que narra la salvación de los judíos de un exterminio inminente preparado por Haman el amalecita. Dicha salvación se conmemora con la fiesta de Purim.
I Macabeos: Es un libro apócrifo. Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos por parte de Antíoco IV Epífanes. Ha sido impugnado por todos los autores protestantes, y no forma parte del canon de la Biblia judía.
II Macabeos: El libro se centra en dos fiestas religiosas: la Dedicación del Templo luego de su reconstrucción (Jánuca), y el día en que Nicanor asedia el templo. También cuenta la historia de Heliodoro, y el martirio de Eléazaro, y de los siete hermanos y su madre. Al igual que I Macabeos, se trata de un libro apócrifo.
Libros Proféticos
Profetas mayores
Libro de Isaías: Este libro contiene profecías con muy vivos destellos de tempranos sueños y aspiraciones de una redención universal para todos los pueblos de la tierra. La exégesis moderna lo divide en al menos tres grandes colecciones de poemas proféticos (Capítulos 1-35, 40-55 y 56-66), y un apéndice histórico (Capítulos 36-39), en parte paralelo o retomado de partes o pasajes de II Reyes.Libro de Jeremías: Este libro contiene la historia y profecías de Jeremías, un hidalgo judío sumamente sensible, que desde muy joven se sintió obligado a concienciar al pueblo de la necesidad de ser fieles y obedientes ante Dios. De manera insistente profetizó el exilio y destierro del pueblo y de los reyes de Judá por Nabucodonosor de Babilonia, por lo que muchas veces se metió en problemas con las autoridades civiles y religiosas del Reino de Judá.
Lamentaciones: Este libro contiene cuatro lamentaciones acróstico-alefáticas, y una oración, escritas con motivo de la devastación de Jerusalén tras caer en las manos de Nabucodonosor II. Evocan vivamente los horrores del sitio, caída y destrucción de Jerusalén, y la insondable pena de ver a los judíos humillados, marchando hacia el exilio, llevados como ovejas por los conquistadores babilonios.
Libro de Baruc: Baruc o Baruj no es un libro canónico. Es un texto agregado en el canon católico romano. Es una serie de documentos adscriptos a Baruc o Baruj, escriba y secretario del profeta Jeremías, en donde se alecciona a los judíos sobre cómo afrontar y sobrellevar el exilio y cautiverio con responsabilidad y dignidad, y lealtad al Señor. Numerosos autores, así como editores de los escritos bíblicos, presentan como un cuerpo de texto independiente del cuerpo de este libro de Baruc, el Capítulo 6, que contiene una Epístola adscripta al profeta Jeremías.
Libro de Ezequiel: En la introducción, Dios entrega al profeta los lineamientos de su misión profética, mientras que los capítulos siguientes detallan una larga serie de amenazas y futuros castigos para Jerusalén y Judá, para los falsos profetas y, en general, para todos los judíos que han pecado antes de la invasión de Nabucodonosor.
Libro de Daniel: Este libro es la suma de hasta doce distintos documentos que relatan historias y visiones adscriptas a Daniel, un sabio y consejero judío del exilio que prestó sus servicios en las cortes de reyes babilonios. En el canon judío, el libro de Daniel no es considerado parte de los libros de los Profetas, sino como parte de los Ketuvim (Escritos inspirados por el Ruaj haKodesh).
Profetas menores
Libro de Oseas: Este libro relata una profecía que se divide en dos partes.Libro de Joel: El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración penitencial entre las víctimas. La segunda parte trata acerca de los frutos de la penitencia y de la liberación que anuncia una redención futura.
Libro de Amós: Este libro da un mensaje de advertencia hacia las naciones paganas y a los pecadores de Judá e Israel ya que serán juzgados por Yavé (Dios) y castigados pero eventualmente podrían ser perdonados.
Libro de Abdías: El libro de Abdías profetiza la venganza de Yavé contra Edom, que llegará en 312 con su conquista por parte de los árabes.
Libro de Jonás: El libro da cuenta del profeta Jonás y una historia bien conocida en la cual Dios manda a Jonás profetizar o predicar al pueblo de Nínive para persuadirlos de arrepentirse o recibir destrucción.
Libro de Miqueas: Este libro trata sobre el castigo de Dios sobre el reino del norte por pecados como: idolatría, adoración de Baal, sacrificios, rituales de niños, magia y encantamientos.
Libro de Nahúm: Nahúm profetiza la destrucción de Nínive, que simboliza la liberación de todas las esclavitudes.
Libro de Habacuc: Este libro narra los días finales del Imperio Asirio y el principio del dominio de Babilonia a escala mundial bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor.
Libro de Sofonías: El libro de Sofonías es una invitación a la penitencia y una afirmación del amor de Dios hacia el pueblo.
Libro de Ageo o Libro de Hageo: Este libro trata principalmente de la reconstrucción del Templo y se divide en cuatro discursos o sermones que se encuentran en orden cronológico.
Libro de Zacarías: Este libro habla principalmente sobre la restauración del Templo y de Jerusalén y de la coronación del Sumo sacerdote Josué.
Libro de Malaquías: Este es el último libro del Antiguo Testamento que reprocha las actitudes de las familias al separarse y el comportamiento de los sacerdotes por el no cumplimiento al culto divino.
Libros Sapienciales
Libro de Job: Éste libro, cuenta la historia de Job, un hombre justo y temeroso de Dios que es probado duramente para ver si negaba a Dios y se apartaba de él.Libro de los Salmos: Este libro contiene salmos y oraciones, mayormente del rey David.
Proverbios: son las enseñanzas de la filosofía teológica que enseñan al hombre a ser como los sabios y a vivir en consecuencia.
Eclesiastés: Es el compendio de las meditaciones de Salomón. Tras investigar la vida y ver que todo es vanidad, discurre que lo único importante en la vida es guardar la Palabra de Dios, por la cual seremos juzgados.
El Cantar de los Cantares: Trata de dos amantes, Salomón y Sulamit, que han sido obligados a separarse.
Libro de la Sabiduría: Es un libro apócrifo y pseudo-epigráfico. Este libro se dirige a los hermanos de su autor alertándolos sobre la ruina a los que los conducirán la idolatría y el ateísmo si se dejasen seducir por ellos.
Libro del Eclesiástico: El libro está dirigido a los judíos piadosos que quieran vivir la vida según la Ley, sin olvidar a los paganos que quieran saber lo que les espera al convertirse en buenos judíos.
El Antiguo Testamento en el catolicismo romano
La Iglesia católica romana siempre ha considerado los libros del Antiguo Testamento como inspirados. En el Concilio Vaticano II se encuentra un resumen del aspecto histórico-salvífico y del sentido de las experiencias del pueblo judío como fundamento de su inclusión en las fuentes de la revelación cristiana:Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham (cf. Gn 15, 18) y con el pueblo de Israel por medio de Moisés (cf. Éx 24, 8), de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles fueran los caminos de Dios con los hombres y, hablando el mismo Dios por los profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes (cf. Sal 21, 28-29; 95, 1-3; Is 2, 1-4; Jr 3, 17). La economía, pues, de la salvación pronunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne.
Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 14
Canonización
El Antiguo Testamento o Tanaj comenzó su canonización en el 450 a. C. y terminó su canonización en el concilio de Yavne (96 d. C.), por el Sanedrín del primer siglo. Aunque el concilio de Yavne fue más una confirmación que canonización. El último libro en ser canonizado fue el libro de Daniel, en Yavne (Yamnia). Cuando se debatió si Cantar de los Cantares era simplemente un idilio amoroso, Rabí Akiva se levantó en su defensa (ver Halajá) diciendo que Salomón estaba hablando inspirado por el Espíritu Santo, como un Midrash (romance metafórico) entre Dios y el pueblo de Israel.3 (También, por motivos similares se planteó la aceptación o rechazo de Eclesiastés y el rollo de Ester. El Sanhedrín consideró que Ester y Salomón estaban dotados del espíritu de profecía. Rabí Hanina (siglo I) tuvo un arduo trabajo alineando la teología del libro de Ezequiel con la Ley de Moisés. Gracias a eso al final el libro también fue aceptado en el canon.El Sanedrín terminó listando a aquellos que escribieron el Tanaj:
"Moisés escribió la Torá y Job. Josué escribió su libro y (según ciertos sabios) los últimos 8 versos de Deuteronomio. El libro de Josué fue terminado por Eleazar y Finees. Samuel escribió su libro, Jueces y Rut. El libro de Samuel fue terminado por Gad y el profeta Natán. David escribió el libro de los Salmos, agregando sus cantos a los libros de los ancianos (Adam (Sal 139:16), Melquizedec (Sal 110), Abraham (Sal 89), Moisés (Sal 90), Heman, Jedutún, Asaf y los tres hijos de Coré). Jeremías escribió su libro, Lamentaciones y Reyes. Ezequías y sus compañeros editaron los libros de Isaías, y de Salomón (proverbios, Cantar de los Cantares y Eclesiastés). Los hombres de la gran asamblea, (450 a.c.) editaron el libro de Ezequiel, los doce profetas menores, Daniel y el rollo de Ester (Aunque estos fuesen originalmente escritos o dictados por sus respectivos autores). Esdras escribió su libro y las genealogías del libro de Crónicas. Crónicas fue terminado por Nehemías, hijo de Hacalías".Más allá del Tanaj, no se considera canónico ningún libro, como dijera el Sanedrín:
(Talmud; Bava Batra 14b-15a)
"Cuando Hageo, Zacarías, y Malaquías murieron, el Espíritu Santo dejó Israel".4El cristianismo, habiendo salido originalmente del judaísmo, aceptó el canon del Sanedrín para su Antiguo Testamento, aunque la iglesia Católica Romana añadiese al canon algunos libros de dudosa inspiración divina a los que denominó Deuterocanónicos (de un canon secundario), y que ya formaban parte del canon en ciertas comunidades de Alejandría (ver LXX).
Las Escrituras hebreas según los Testigos de Jehová
Los testigos de Jehová, a partir de una exégesis del texto de Pablo de Tarso, usan la expresión «Escrituras hebreas». La cita es la siguiente:Empero los sentidos de ellos se embotaron; porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lección del Antiguo Testamento, el cual por Cristo es quitado.Afirman que el contexto del párrafo y el sentido de la expresión griega correspondiente (διαθηκη) alude a la ley de Moisés o al Pentateuco Así, la expresión «Testamento» se referiría solo a esos libros y no al conjunto de la Biblia (sea el Antiguo o el Nuevo Testamento) a lo que se añade el hecho de que la expresión «Nuevo Testamento» no aparece en ninguna parte de la Biblia.
2 Corintios 3:14, versión Reina-Valera de 1909
Un dato particular: al (Apocalipsis), el último libro de la Biblia, los Testigos de Jehová lo llaman Revelación, como los protestantes de habla y cultura inglesa. De todas formas no es privativo de los anglófonos, que en vez de Apocalipsis, se use Revelaciones: El término griego Apocalipsis puede traducirse Revelaciones a todas las lenguas romances o que hayan tomado como préstamo el latin revelatio.
Los Testigos de Jehová prefieren utilizar la expresión «Escrituras hebreas» para referirse a su versión del Antiguo Testamento, y «Escrituras griegas cristianas» para referirse al Nuevo.5
Bibliografía: Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras con Referencias, págs. 1584, 85. (1987). Watchtower Bible and tract Society of New York, Inc.
Véase también
- Wikiquote alberga frases célebres de o sobre Antiguo Testamento.
- Nuevo Testamento
- Biblia
- Tanaj
- Pentateuco
- Libros históricos
- Libros sapienciales
- Libros proféticos
Notas
- ↑ Un resumen de la teoría, desarrollo y crítica que ha recibido esta hipótesis se puede encontrar en el libro de Soggin que se cita en la bibliografía.
- ↑ El desarrollo de los géneros literarios que se suponen incluidos en los textos del Antiguo Testamento así como su relación con los géneros literarios usados en aquel entonces en Oriente se puede consultar en la obra de Robert y Feuillet que aparece en la bibliografía, pág, 137ss.
- ↑ cf. Mishna, Yadaim 3:5.
- ↑ Talmud, Sanedrín 11a, Tosefta Sotá 13:2.
- ↑ Revista Atalaya del 1 de marzo de 1995, pág 19.
Bibliografía
- Soggin, Alberto (1987). Introduzione all'Antico Testamento. Brescia: Paideia Editrice. ISBN 88-394-0399-X.
- Keel, Othmar (2007). La iconografía del Antiguo Oriente y el Antiguo Testamento. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-785-3.
- A. Robert y A. Feuillet (1965). Introducción a la Biblia. Barcelona: Editorial Herder.
HISTORIA DE
LA SALVACIÓN
Antiguo
Testamento
INTRODUCCION
En este breve escrito encontramos los antecedentes necesarios para
fundamentar en una reflexión crítica ─a la luz de la fe─ las comprensiones que hacen posible
realizar un acercamiento serio a la
Sagrada Escritura.
Hemos tomado los antecedentes aquí señalados desde diversas fuentes, avaladas
por los antecedentes que hoy la ciencia bíblica nos proporciona, y por supuesto,
bajo la necesaria reflexión y contribución del Magisterio eclesiástico.
Lo que aquí está formulado está especialmente orientado para quienes
deseen profundizar en la
Palabra de Dios. El ir introduciéndonos en la Escritura exigirá
necesariamente una maduración de la propia fe que siempre por su novedad propia
nos abrirá a emprender nuevos desafíos. Si esto se logra, nuestro sencillo
esfuerzo tendrá pleno sentido.
Primera Unidad: Introducción al Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento se formó en el devenir
de la historia del pueblo de Israel. Su mensaje hace referencia a
acontecimientos concretos y a relatos históricos. Sin embargo, su objetivo es
presentar el testimonio de la fe de un pueblo. La finalidad de los escritos
bíblicos no es hacer un recuento detallado de los sucesos de Israel sino
preservar, afirmar y celebrar la fe de este pueblo, que progresivamente se
comprenderá así mismo como “Pueblo elegido”.
Aunque la escritura de Israel se desarrolló
formalmente durante la constitución de la monarquía (en torno al 1030[1])
los recuerdos de épocas anteriores se mantenían y transmitían de forma oral, de
generación en generación. Esos relatos orales los redactaron posteriormente
diferentes personas y grupos del pueblo, para preservar las narraciones que le daban
razón de ser, y para contribuir a la identidad nacional y su autocomprensión
como nación.
1. El
Comienzo
La primera sección del libro del Génesis
(1–11) se denomina comúnmente como la historia primitiva, y presenta un
panorama amplio de la humanidad, desde la creación del mundo hasta Abraham. El
objetivo es poner de manifiesto la condición humana en la Tierra. Aunque al
ser humano le corresponde un lugar de honor por ser creado a imagen y semejanza
de Dios (Gn 1,27), su desobediencia permitió la entrada del sufrimiento y la
muerte en la historia. La actitud de Adán, Eva, Caín y sus descendientes,
afectaron los lazos de fraternidad entre los hombres interrumpiendo la comunión
entre éstos y Dios. En ese marco teológico va a desarrollarse la historia de la
salvación, es decir, los relatos que destacan las innumerables intervenciones
de Dios en la historia de su pueblo.
En la segunda sección del libro de Génesis
(12–50) se presentan los orígenes del pueblo de Israel. El relato comienza con
Abraham, Isaac y Jacob; continúa con la historia de los hijos de Jacob (Israel)
-José y sus hermanos- y prosigue con la emigración de Jacob y su familia a
Egipto. Finaliza con la vida de los descendientes de Jacob en ese país. En la Biblia, la historia del
pueblo de Dios comienza esencialmente con los relatos de los patriarcas de
Israel.
Los antecesores de Abraham fueron grupos arameos (Gn
25,20; Dt 26,5) que en el curso del tiempo se desplazaron desde el desierto
hacia la tierra fértil. En la memoria del pueblo de Israel se recordaba que sus
antepasados habían emi-grado desde Mesopotamia hasta Canaán: de Ur y Jarán (Gn
11,27–31) a Palestina. Aunque los detalles históricos de ese peregrinar son
difíciles de precisar, ese período puede ubicarse entre los siglos XX-XVIII.
Esos siglos fueron testigos de migraciones masivas en el Próximo Oriente
Antiguo, particularmente hacia Canaán.
De acuerdo con los relatos del Génesis, los
patriarcas eran líderes de grupos seminómadas que detenían sus caravanas en
diversos lugares santos, para recibir manifestaciones de Dios. Posteriormente,
alrededor de esos lugares se asentaron y generaron lazos de unidad: Abraham en
Hebrón (Gn 13,18); Isaac al sur, en Berseba (Gn 26,23); y Jacob en Penuel y
Mahanaím (Gn 32,2-30), al este del Jordán, y cerca de Siquem y Betel, al oeste
del Jordán (Gn 28,10–19).
El libro de Génesis destaca las relaciones
de parentesco de los patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob se presentan en una
secuencia de generaciones. Isaac, el hijo de Abraham y Sara, engendró dos hijos
de Rebeca: Esaú y Jacob. Jacob, que se identifica también como Israel, fue el
padre de doce hijos, de quienes posteriormente, según el relato bíblico,
surgirán las doce tribus de Israel. A través de José -uno de los hijos de
Israel- el grupo llegó a Egipto, desde donde serían liberados por Moisés.
Desde la época de José (siglo XVII) hasta la
de Moisés (siglo XIII), no se tienen amplios conocimientos sobre el pueblo de
Israel y sus antepasados. Durante esos casi cuatrocientos años, la situación
política y social del Próximo Oriente Antiguo varió considerablemente.
2.
El Exodo (1500–1220)
Tres tradiciones fundamentales, que le dieron razón
de ser al futuro pueblo de Israel y que contribuyeron al desarrollo de la
conciencia nacional, se formaron entre los siglos XV-XIII: La promesa a los
patriarcas; la liberación de la esclavitud de Egipto; y la manifestación en el
Sinaí. En la Escritura
estos relatos están ligados en una línea histórica continua, desde los
patriarcas hasta Moisés. Este último es la figura que enlaza la fe de Abraham,
Isaac y Jacob, la liberación de Egipto, el peregrinar por el desierto y la
entrada a Canaán.
Tradicionalmente, la fecha del éxodo de los
israelitas se ubicaba en el 1450, sin embargo, un número considerable de
estudiosos modernos la ubican en el siglo XIII. El faraón del éxodo es
posiblemente Ramsés II, conocido por sus proyectos monumentales de
construcción. El paso del pueblo a través del mar Rojo (Ex 14,21–22) se celebra en la historia
del pueblo como una intervención milagrosa de Dios (Ex 14–15). Al grupo de
hebreos que salió de Egipto se añadieron grupos afines y su peregrinar por el
desierto se describe en la
Biblia en un período de cuarenta años (una generación), bajo
el liderazgo de Moisés.
La experiencia fundamental del pueblo en su
viaje a Canaán fue la alianza o pacto en el Sinaí. Esa alianza revela la
relación singular entre el Señor y su pueblo (Ex 19,5–6); se describe en el
Decálogo, o Diez mandamientos (Ex 20,1–17), y en el llamado Código de la
alianza (Ex 20,22–23,19).
Luego de la muerte de Moisés, Josué se
convirtió en el líder del grupo de hebreos que habían salido de Egipto (año 1220).
Según el relato de la
Escritura, la conquista de Canaán se llevó a cabo desde el
este, a través del río Jordán, comenzando con la ciudad de Jericó (Jos 6).
Durante el período de conquista y toma de posesión de la tierra, los grandes
imperios de Egipto y Mesopotamia estaban en decadencia. La religión cananea se
distinguía por los ritos de la fertilidad, que incluían la prostitución sagrada.
Entre sus divinidades se encontraban Baal, Aserá (1 Re 15,13) y Astarté (Jc
2,13) y la economía de la región se basaba en la agricultura.
3. Período
de los jueces (1200–1050)
El período de los jueces puede estimarse con
bastante precisión entre los años 1200 y 1050. A la conquista y toma
de Canaán le siguió una época de organización progresiva del territorio. Ese
período fue testigo de una serie de conflictos entre los grupos hebreos -que
estaban organizados en una confederación de tribus- y las ciudades estado
cananeas. Finalmente, los antepasados de Israel se impusieron a sus adversarios
y los redujeron a servidumbre (Jue 1,28; Jos 9).
El libro de los Jueces relata una serie de
episodios importantes de ese período. Los jueces eran caudillos, es decir, líderes
militares carismáticos que hacían justicia al pueblo. No eran gobernantes sino
libertadores que se levantaban a luchar en momentos de crisis (Jue 2,16; 3,9).
El cántico de Débora (Jue 5), por ejemplo, celebra la victoria de una coalición de grupos
hebreos contra los cananeos, en la llanura de Jezreel.
4. La monarquía: Saúl, David, Salomón
(1050–931)
A fines del siglo XI, los filisteos ya se
habían expandido por la mayor parte de Palestina. Habían capturado el arca de
la alianza, y habían tomado la ciudad de Silo (1 Sam 4). Esta situación obligó
a los israelitas a organizar una acción conjunta bajo un liderato estable. Ante
esa realidad se formó, por imperativo de la política exterior, la monarquía de
Israel (1 Sam 8–12).
Samuel es el último de los jueces (1 Sam
7,2–17) y, además, se le reconoce como profeta y sacerdote. Poseía un liderato
carismático que le dio al pueblo inspiración y unidad (1 Sam 1–7). Los primeros
dos reyes de Israel - Saúl (1 Sam 10) y David (1 Sam 16)- fueron ungidos por
él.
Saúl, al comienzo de su reinado, obtuvo
victorias militares importantes; sin embargo, nunca pudo triunfar plenamente
contra los filisteos. Su caída quedó marcada con la matanza de los sacerdotes
de Nob (1 Sam 22,6-23), y su figura desprestigiada en el episodio de la adivina
de Endor (1 Sam 28, 3–25). Saúl y su hijo Jonatán murieron en la batalla de
Guilboa, por los filisteos (1 Sam 31). David fue ungido como rey en Hebrón,
luego de la muerte de Saúl. Primero fue consagrado rey para las tribus del sur
(2 Sam 2,1-4) y posteriormente para las tribus del norte (2 Sam 5,1-5). En ese
momento había dos reinos y un solo monarca.
El reino de Israel alcanzó su máximo
esplendor bajo la dirección de David (1010-970). Con su ejército, incorporó a
las ciudades cananeas independientes; sometió a los pueblos vecinos -amonitas,
moabitas y edomitas, al este; arameos al norte y, particularmente, filisteos al
oeste- y conquistó la ciudad de Jerusalén, convirtiéndola en el centro político
y religioso del imperio.
La consolidación del poder se debió no sólo
a la astucia política y la capacidad militar del monarca, sino a la decadencia
de los grandes imperios en Egipto y Mesopotamia. Con David comenzó la dinastía
real en Israel (2 Sam 7).
Paralelo a la institución de la monarquía surgió en
Israel el movimiento profético. El profetismo nació con la monarquía, pues en
esencia es un movimiento de oposición a los reyes. Posteriormente, cuando la
monarquía dejó de existir (durante el exilio en Babilonia), la institución
profética se transformó para responder a la nueva condición social, política y
religiosa.
Salomón sucedió a David en el reino, luego
de un período de intrigas e incertidumbre (1 Re 1). Su reinado (970–931) se
caracterizó por el apogeo comercial (1 Re 9,26-10,29) y las grandes
construcciones. Las relaciones comerciales a nivel internacional le procuraron
riquezas. Construyó el templo de Jerusalén (1 Re 6-8), que adquirió dignidad de
santuario nacional y, en el mismo, los sacerdotes actuaban como funcionarios
del reino (1 Re 4,2).
5. La Monarquía: el reino
dividido (931–587)
El imperio creado por David comenzó a
fragmentarse durante el reinado de Salomón. En las zonas más extremas del
reino, se sintió la inconformidad con las políticas reales. Las antiguas
rivalidades entre el norte y el sur comenzaron a surgir nuevamente. Luego de la
muerte de Salomón, el reino se dividió: Jeroboam llegó a ser el rey de Israel,
y Roboam el de Judá, con su capital en Jerusalén (1 Re 12). El antiguo reino
unido se separó, y los reinos del norte (Israel) y del sur (Judá) subsistieron
durante varios siglos como estados independientes y soberanos. La ruptura fue
inevitable en el 931. El profeta Isaías (Is 7,17) interpretó ese acontecimiento
como una manifestación del juicio de Dios.
El reino de Judá subsistió durante más de
tres siglos (hasta el 587). Jerusalén continuó como su capital, y siempre hubo
un heredero de la dinastía de David que se mantuvo como monarca. El reino del
norte no gozó de tanta estabilidad. La capital cambió de sede en varias ocasiones:
Siquem, Penuel, Tirsa (1 Re 14,17; 15,21), para finalmente quedar ubicada de
forma permanente en Samaria (1 Re 16,24). Los profetas, implacables críticos de
la monarquía, contribuyeron, sin duda, a la desestabilización de las dinastías.
Entre los monarcas del reino del norte
pueden mencionarse algunos que se destacaron por razones políticas o
religiosas. Jeroboam I (931-910) independizó a Israel de Judá en la esfera
cúltica, instaurando en Betel y Dan santuarios nacionales para la adoración de
ídolos (1 Re 12, 25-33). Omrí (885-874 a.C.) y su hijo Ajab (874-853) fomentaron
el sincretismo religioso en el pueblo, para integrar al reino la población
cananea. La tolerancia y el apoyo al baalismo provocaron la resistencia y la
crítica de los profetas. Jehú (841–814), quien fundó la dinastía de mayor
duración en Israel, llegó al poder ayudado por los adoradores de Yahvéh.
Inicialmente se opuso a las prácticas sincretistas del reino; sin embargo, fue
rechazado después por el profeta Oseas debido a sus actitudes crueles. Jeroboam
II (783–743) reinó en un período de prosperidad (2 Re 14,23-29). La decadencia
final del reino de Israel surgió en el reinado de Oseas (732-724), cuando los
asirios invadieron y conquistaron Samaria en el 721 (2 Re 17).
La destrucción del reino de Israel a manos
de los asirios se efectuó de forma paulatina y cruel, finalmente, se integró
todo el reino al sistema de provincias asirias, se abolió toda independencia
política, se deportaron ciudadanos y se instaló una clase gobernante extranjera
(2 Re 17). Con la destrucción del reino del norte, Judá asumió el nombre de
Israel.
El imperio asirio continuó ejerciendo su
poder en Palestina hasta que fueron vencidos por los medos y los caldeos
(babilonios). En la batalla de Meguidó murió el rey Josías (2 Cr 35,20-27; Jer
22,10-12) -famoso por introducir una serie importante de reformas en el pueblo
(2 Re 23,4-20)- su sucesor, Joacaz, fue posteriormente desterrado a Egipto.
Nabucodonosor, al mando de los ejércitos babilónicos, finalmente triunfó sobre
el ejército egipcio en la batalla de Carquemis (605), y conquistó a Jerusalén
(597). En el 587 los ejércitos babilónicos sitiaron y tomaron a Jerusalén, y
comenzó el período conocido como el exilio en Babilonia. Esa derrota de los
judíos ante Nabucodonosor significó: la pérdida de la independencia política;
el colapso de la dinastía davídica; la destrucción del templo y de la ciudad
(Sal 46; 48), y la expulsión de la
Tierra prometida.
6. Exilio
de Israel en Babilonia (587–538)
Al conquistar Judá, los babilonios no
impusieron gobernantes extranjeros, como ocurrió con el triunfo asirio sobre
Israel, el reino del norte. Judá, quedó incorporada a la provincia babilónica
de Samaria. El país estaba en ruinas, pues a la devastación causada por el
ejército invasor se unió el saqueo de los países de Edom (Abd 11) y Amón (Ez
25,1-4). Aunque la mayoría de la población permaneció en Palestina, un núcleo
considerable del pueblo fue llevado al destierro.
Los babilonios permitieron a los exiliados
tener familia, construir casas, cultivar huertos (Jer 29,5-7) y consultar a sus
propios líderes y ancianos (Ez 20,1-44). Paulatinamente, los judíos de la
diáspora se acostumbraron a la nueva situación política y social, y las
prácticas religiosas se convirtieron en el mayor vínculo de unidad en el
pueblo.
El período exílico (587-538), que se
caracterizó por el dolor y el desarraigo, produjo una intensa actividad
religiosa y literaria. Durante esos años se reunieron y se pusieron por escrito
muchas tradiciones religiosas del pueblo. Ciro, el rey Persa, se convirtió en
una esperanza de liberación para los judíos deportados en Babilonia (Is
44,21-28; 45,1-7). Su llegada al poder en Babilonia puso de manifiesto la
política oficial persa de tolerancia religiosa, al promulgar, en el 538 a.C., el edicto que puso
fin al exilio.
7. Epoca
Persa; la restauración (538–333)
El edicto de Ciro -del cual la Biblia conserva dos
versiones (Esd 1,2; 6,5)- permitió a los deportados regresar a Palestina y
reconstruir el templo de Jerusalén (con la ayuda del imperio persa). Además,
permitió la devolución de los utensilios sagrados que habían sido llevados a
Babilonia por Nabucodonosor. En todo caso fueron muchos los judíos que
prefirieron quedarse en la diáspora, particularmente en Persia, donde prosperaron
económicamente y, con el tiempo, desempeñaron funciones de importancia en el
imperio.
El primer grupo de repatriados llegó a Judá,
dirigido por Sesbasar (Esd 1,5-11), quien era funcionario de las autoridades
persas. Posteriormente se reedificó el templo (520-515 a.C.) bajo el liderazgo
de Zorobabel y el sumo sacerdote Josué (Esd 3-6), con la ayuda de los profetas
Ageo y Zacarías.
Con el paso del tiempo se deterioró la
situación política, social y religiosa de Judá. Algunos factores que contribuyeron
en el proceso fueron los siguientes: dificultades económicas en la región;
divisiones en la comunidad; y, particularmente, la hostilidad de los
samaritanos. Nehemías, copero del rey Artajerjes I, recibió noticias acerca de
la situación de Jerusalén en el 445, y solicitó ser nombrado gobernador de Judá
para ayudar a su pueblo. La obra de este reformador judío no se confinó a la
reconstrucción de las murallas de la ciudad, sino que contribuyó
significativamente a la reestructuración de la comunidad judía postexílica (Neh
10). Esdras fue esencialmente un líder religioso. Además de ser sacerdote,
recibió el título de maestro instruido en la ley del Dios del cielo, que
le permitía, a nombre del imperio persa, enseñar y hacer cumplir las leyes
judías. Su actividad pública se realizó en Judá, posiblemente a partir del 458.
Esdras contribuyó a que la comunidad judía postexílica diera importancia a la
ley. A partir de la reforma religiosa y moral que promulgó, los judíos se
convirtieron en el pueblo del Libro. La figura de Esdras, en las leyendas y
tradiciones judías, se compara con la de Moisés.
9. Epoca
helenística (333–63)
La época del dominio persa en Palestina (539-333) finalizó con las
victorias de Alejandro Magno (334–330), quien inauguró la era helenista, la
época griega (333–63). Después de la muerte de Alejandro (323), sus sucesores
no pudieron
|
Al comienzo de la hegemonía seléucida en
Palestina, los judíos vivieron una relativa paz religiosa y social. Sin
embargo, esa situación no duró mucho tiempo. Antíoco Epífanes IV (175-163), un
fanático helenista, al llegar al poder se distinguió -entre otras cosas- por
profanar el templo de Jerusalén. En el año 167 edificó una imagen de Zeus en el
templo, además, sacrificó cerdos en el altar. Esos actos incitaron una
insurrección en la comunidad judía.
Al noroeste de Jerusalén, un anciano
sacerdote de nombre Matatías y sus cinco hijos -Judas, Jonatán, Simón, Juan y
Eleazar-, organizaron la resistencia judía y comenzaron la guerra contra el
ejército sirio (seléucida). Judas, que se conocía con el nombre de “el
macabeo”, se convirtió en un héroe militar. En el año 164 el grupo de
Judas Macabeo tomó el templo de Jerusalén y lo rededicó al Señor. La fiesta de la Dedicación (Jn 10,22),
recuerda esa gesta heroica. Con el triunfo de la revolución de los macabeos
comenzó el período de independencia judía.
Luego de la muerte de Simón
-último hijo de Matatías-, su hijo Juan Hircano I (134–104) fundó la dinastía
asmonea. Durante este período, Judea expandió sus límites territoriales. Por
último, el famoso general romano Pompeyo conquistó a Jerusalén en el 63, y
reorganizó Palestina y Siria como una provincia romana. La época del Nuevo
Testamento coincidió con la ocupación romana de Palestina. Esa situación
perduró hasta que comenzaron las guerras judías de los años 66-70 d. de C. que
llevaron a la destrucción de Jerusalén.
Imagen
recreada del Templo de Salomón
Segunda Unidad: El Pentateuco
1. Los libros
Los cinco
primeros libros de la Biblia
forman una colección que los judíos denominan la “Ley”, la Torá. El primer
testimonio de esto lo encontramos en el prólogo del Eclesiástico, y se le
identifica de la misma manera al comienzo de la era cristiana, por ejemplo en
el NT: Mt 5,17 y Lc 10, 26. El deseo de
disponer de copias manejables de este gran conjunto hizo que se dividiera su
texto en cinco rollos de extensión aproximadamente igual. De aquí le viene el
nombre que se le dio en los ambientes de lengua griega: hê pentateujos, “El
libro en cinco volúmenes”, que en latín se escribió Pentateuchus, de donde
procede el español Pentateuco.
La traducción de los LXX ya dividía en cinco libros
estos escritos, imponiéndose con el uso
de la Iglesia,
y que titulaba los volúmenes conforme a su contenido: Génesis (que comienza con
los orígenes del mundo), Exodo (que empieza con la salida de Egipto); Levítico
(que contiene la ley de los sacerdotes de la tribu de Leví), Números (por razón
de los censos de los caps. 1-4), Deuteronomio (la “segunda ley”), según una interpretación
griega de Dt 17, 18. El detalle y contenido de
estas divisiones las podemos describir a modo general de la siguiente manera.
El
Génesis: la historia
primitiva, 1-11, es como una introducción a la historia de la salvación
que toda la Biblia
va a narrar. Se remonta a los orígenes del mundo y extiende su perspectiva a la
humanidad entera. Relata la creación del universo y del hombre, la caída
original y sus consecuencias, y la perversidad creciente castigada con el
Diluvio. La historia patriarcal, 12-50, evoca la figura de los grandes
antepasados:
- Abrahán es el hombre de la fe, cuya obediencia es premiada por Dios, que le promete una posteridad para él mismo, y la Tierra Santa para sus descendientes, 12,1 – 25,18.
- Isaac es, entre Abrahán y Jacob, una figura de escaso relieve, cuya vida se narra sobre todo a propósito de su padre o de su hijo.
- Jacob es el hombre de la astucia, que suplanta a su hermano Esaú. A Jacob Dios le renueva las promesas de la alianza otorgadas a Abrahán, 25 19 - 36. Los doce hijos de Jacob son los antepasados de las Doce Tribus de Israel. A uno de ellos está consagrado todo el final del Génesis: los caps. 37-50 (excepto 38 y 49) son una biografía de José, el hombre de la sabiduría.
El Exodo: desarrolla dos temas principales: la
liberación de Egipto, 1- 15, 21, y la Alianza
en el Sinaí, 19,1– 40,38; ambos están enlazados mediante un
tema secundario: la marcha por el desierto, 15,22 – 18,27. Moisés, que ha recibido la revelación del nombre de
Yahvéh en el monte de Dios, conduce allá a los israelitas liberados de la
servidumbre. Dios, en una teofanía impresionante, hace alianza con el pueblo y
le dicta sus leyes. El pacto, apenas sellado, queda roto por la adoración del
becerro de oro, pero Dios perdona y renueva la Alianza.
El
Levítico: de carácter casi
exclusivamente legislativo, interrumpe la narración de los sucesos: un ritual
de sacrificios, 1-7; el ceremonial de investidura de los sacerdotes,
aplicado a Aarón y sus hijos, 8-10; las normas sobre lo puro y lo
impuro, 11-15, que concluye con el ritual del gran día de la Expiación, 16; la
“ley de santidad”, 17-26, que
incluye un calendario litúrgico, 23, y se cierra con unas bendiciones y
maldiciones, 26. El cap. 27
a modo de apéndice, precisa las condiciones de rescate
de las personas, de los animales y de los bienes consagrados a Yahvéh.
Números: reanuda el tema de la marcha por el
desierto. La partida desde el Sinaí se prepara con un censo del pueblo, 1-4,
y las grandes ofrendas con motivo de la dedicación de la Tienda, 7. Después
de celebrar la segunda Pascua, dejan el monte santo, 9-10, y llegan por
etapas a Cadés, donde se realiza un intento desafortunado de penetración en
Canaán por el sur, 11-14. Tras una larga estancia en Cadés, vuelven a
ponerse en camino y llegan a las estepas de Moab, frente a Jericó, 20-25.Vencen
a los madianitas, y las tribus de Gad y Rubén se establecen en Transjordania, 31-32.
En una lista se resumen las etapas del Exodo, 33. En torno a estos
relatos se agrupan nuevas disposiciones que completan la legislación del Sinaí
o que preparan el establecimiento en Canaán: 5-6; 8; 15-19; 26-30; 34-36.
El
Deuteronomio: presenta una
estructura especial: es un código de leyes civiles y religiosas, 12-26,
intercalado en un gran discurso de Moisés, 5-11 y 26,16-28. Este
conjunto, por su parte, está precedido de un primer discurso de Moisés, 1-4,
y seguido por otro tercero, 29-30, y luego por trozos que se refieren a
los últimos días de Moisés: misión de Josué, cántico y bendiciones de Moisés, su
muerte, 31-34. El código deuteronómico repite, en parte, las leyes
promulgadas en el desierto. Los discursos recuerdan los grandes acontecimientos
del Exodo, del Sinaí y de la conquista que comienza; deducen su sentido
religioso, subrayan el alcance de la ley y exhortan a la fidelidad.
Los once primeros capítulos del Génesis deben ser
considerados aparte. Describen, en forma popular, el origen del género humano;
exponen en un estilo sencillo y figurativo, acomodado a la mentalidad de un
pueblo poco culto, las verdades fundamentales e imprescindibles para comprender
la economía de la salvación: la creación por Dios en el comienzo de los
tiempos, la intervención especial de Dios para formar al hombre y a la mujer,
la unidad del género humano, el pecado de los primeros padres, la decadencia
progresiva y los castigos hereditarios que constituyeron su sanción.
La
historia patriarcal: es una
historia de familia, reúne los recuerdos que se conservan de los antepasados,
Abrahán, Isaac, Jacob, José. Es una historia popular. Lo que aquí se describe
es el hecho de un Dios que ha formado a un pueblo y le ha dado una tierra. El
Deuteronomio se refiere a los sucesos transcurridos desde el nacimiento hasta
la muerte de Moisés: la salida de Egipto, la permanencia en el Sinaí, la subida
hacia Cadés, la marcha a través de Transjordania y el establecimiento en las
estepas de Moab. Con todo, se debe reconocer que la importancia de estos
recuerdos para la vida del pueblo y la resonancia que tuvieron en los ritos,
han dado a los relatos el color de una gesta heroica (por ejemplo, el paso del
Mar) y, en ocasiones, de una liturgia (como la Pascua). Todo lo que nos
señala la Biblia concuerda en líneas generales con lo que los textos y la
arqueología nos enseñan acerca de la bajada a Egipto de los grupos semíticos y
acerca de la administración egipcia del Delta del Nilo.
2. Una Experiencia de fe
La religión del AT, como la del Nuevo, es una
religión histórica. Se funda en la revelación hecha por Dios a determinados
hombres, en determinados lugares y en determinadas circunstancias, así como en
las intervenciones de Dios en determinados momentos de la evolución humana. El
Pentateuco, que reproduce la historia de estas relaciones de Dios con el mundo,
es el fundamento de la religión judía y se ha convertido en su libro canónico
por excelencia, su Ley. En él encontraba el israelita la explicación de su
destino. No sólo tenía, al comienzo del Génesis respuesta para los problemas
que se plantea todo hombre acerca del mundo y la vida, el sufrimiento y la
muerte, sino que encontraba también respuesta para su problema particular: ¿por
qué Yahvéh, el único, es el Dios de Israel? ¿Por qué Israel es su pueblo entre
todas las naciones de la tierra?.
Es esta promesa que se renueva con Isaac y Jacob, y
alcanza a todo el pueblo nacido de ellos. Esta promesa se refiere
inmediatamente a la posesión del país en que vivieron los Patriarcas, la Tierra Prometida,
pero implica mucho más: significa que existen entre Israel y el Dios de los
Padres relaciones especiales, únicas. Esta promesa y esta elección están
garantizadas por una alianza. Estos temas de la Promesa, de la Elección, de la Alianza y de la Ley son los hilos que
se entrecruzan en la trama del Pentateuco y que atraviesan luego por todo el
AT. Porque el Pentateuco no es completo en sí mismo: pues la promesa de la que
nos habla no se realiza en el sino que termina antes de la entrada en la Tierra Prometida.
Los
escritores de los libros del Pentateuco no acompañaron los acontecimientos
desde el principio. Antes de los documentos escritos están –como señalábamos
mas arriba- tradiciones orales: época patriarcal (s. XVII-XIV) y de Moisés (s.
XIII). Los escritos comenzarían en tiempos de David y Salomón (s. X), con
algunos capítulos del 2ºlibro de Samuel, pues la mayoría de los libros del A.T.
son de redacción muy posterior, muchos de ellos de la época del post-exilio. La
reflexión que acompaño al exilio y post-exilio provocó una intensa búsqueda de
identidad, dando forma definitiva a muchos libros. Muchos de los cuales
presentan un proceso de composición que contemplan:
Tradiciones orales Fragmentos escritos Redacción definitiva
Los judíos consideraban que existían dos cánones: el
Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino). El Antiguo
Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en
tres partes: " La Ley",
"Los Profetas" y "Los Escritos". El Antiguo Testamento en
griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia cuenta con 7 libros
más: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría.
Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. Estos libros son conocidos
como deutero-canónicos.
Los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio
Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. Así, la Iglesia primitiva recibió
este canon que consta de 46 libros. Al siglo III comenzaron las dudas sobre la
inclusión de los deuterocanónicos. La causa fueron las discusiones con los
judíos, en las cuales los cristianos sólo utilizaban los libros
proto-canónicos. A partir del año 393 diferentes concilios, primero regionales
y luego ecuménicos, fueron precisando la lista de los Libros
"canónicos" para la
Iglesia. Estos fueron:
·
Concilio
de Hipona (393)
·
Concilio
de Cartago (397 y 419)
·
Concilio
Florentino (1441)
·
Concilio
de Trento (1546)
En este último el 8 de abril de 1546, se definió dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados. Los protestantes sólo admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo. El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio, seguido de Lutero (1534) y luego Calvino (1540).
Tercera Unidad: Los
Profetas
Entre los temas claves del
Antiguo testamento se encuentra el de los profetas. Muchas veces no se tiene
una idea exacta de lo que es un profeta. Algunos piensan que los profetas son
anunciadores del futuro, otros creen que son visionarios que saben y conocen lo
que puede o no pasar en la historia, o también se les reconoce como los que anuncian
las catástrofes naturales.
1. El Hecho Profético
El profetismo no es algo
exclusivo de Israel. Antes que en Israel, se dio algo parecido en las grandes
religiones de la antigüedad: en Egipto, Mesopotamia, Fenicia y en Canaán
existieron hombres inspirados que se mostraban como representantes de Dios ante
el pueblo. En Israel se tienen noticias del fenómeno profético desde tiempos
muy antiguos. En el libro de Samuel se habla de verdaderas comunidades de
profetas (1Sam 10,5-13; 19,18-24), que existen también en tiempos de Elías (1Re
18,4) y de Eliseo (2Re 2,3-18; 4,38).
Probablemente estos profetas
existían desde mucho antes. De ellos se sabe que formaban grupos organizados,
que sufrían raptos y éxtasis con la música, la danza, los gritos y los movimientos
violentos (1Sam. 10,5), lo que contagiaba también a los asistentes (1Sam.
10,10.20-24), y "profetizaban" en nombre de Yahvéh, es decir, daban
testimonio de su presencia y de las fuerzas del espíritu, con palabras, gritos,
danzas, etc.
1.1 Profetismo
y adivinación
La palabra "profeta" viene del griego
profetés, que significa "locutor": el que dice lo que la divinidad le
ha inspirado. En hebreo, se dice nabi, que significa "el que ha sido
llamado" (por Dios), "el que tiene vocación". El otro nombre es
"roéh" o "choséh" que quiere decir "el vidente",
el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, ensueños, etc. (Amós es llamado "vidente" por Amasías: en Amós 7,12).
La figura del profeta en Israel
tenía diversos componentes que se relacionaban principalmente con el conocer el
futuro pero, además, con la modificación de éste en caso necesario. Veamos
algunos tipos de adivinación.
Adivinación Inductiva: esta adivinación se podía dar a partir de
los elementos de la naturaleza:
- Entre cielo y tierra; lo que sucede en la tierra es presagiado en el cielo.
- Fenómenos atmosféricos; el color de las nubes, el viento (Is 17,12).
- A partir de la observación de los animales (Ez 21,26).
- Estudio de los pájaros, su aparición por la izquierda o por la derecha.
- A partir de los sacrificios; el estudio de las entrañas de las víctimas.
- Mediante diversos instrumentos (copa, dados... Gn 44 la copa de José).
Adivinación Intuitiva:
- La oniromancia, o interpretación de sueños (los sueños de José...Gn 37).
- Necromancia o consulta a los muertos (los Terafin; dios familiar Jc 18,14).
- Cresmología, a través de oráculos (Palabra).
- En la elección de un jefe o monarca. (1 Sm 8)
- En la guerra, enfermedad, desgracias.
El paso de los oráculos pedidos
por intereses personales a los que transmiten la voluntad de Dios (incluso en
contra de los intereses nacionales) es lo que da al profetismo de Israel la
importancia y dignidad propias (Ez 13,2).
1.2 Dios
y el Profeta
La
vocación: antes de comunicarse
Dios elige a un hombre para ser profeta. Su intención principal es acreditar la
figura del profeta ante sus contemporáneos e indicarnos las líneas básicas de
su mensaje.
Ejm. Is 6,1-13
- Visión; subraya la majestad y soberanía de Dios, se sintetiza en el trisagio Santo...
- La purificación
- La misión: El género literario utilizado es el de encargo de una misión difícil:
·
Pregunta
del presidente de la asamblea.
·
Desconcierto
de los dioses por la dificultad de la tarea.
·
Alguien
es propuesto o se ofrece.
·
Encargo
de la misión.
·
Ejecución.
La vocación y la experiencia ininterrumpida de Dios
supone en ciertos casos una presión para el profeta. Así lo experimenta
Jeremías que se revela contra esa vocación y misión. El profeta puede incluso
entrar en crisis a causa de la dureza de su misión; Elías huye del Horeb ¡Basta
Señor, quítame la vida! (1 Re 19,4). Lo importante en la experiencia
profética no era el gozo personal o el conocimiento íntimo de Dios, era una
experiencia en vistas a la misión, en la que siempre ocupa un puesto capital el
pueblo, por muy pecador que sea. La edad de oro de los profetas transcurre desde el año 750 hasta el 400 A de C.
2. Los falsos profetas
No todos los profetas, que
surgieron en Israel, fueron verdaderos profetas. También los hubo falsos. Estos
hombres hacían daño al pueblo, lo engañaban, le daban una falsa seguridad, lo
afianzaban en sus prácticas religiosas rutinarias y tradicionales, mientras las
injusticias y los atropellos cundían por todas partes. Por eso, los verdaderos
profetas de Dios tuvieron que luchar contra esta clase de profetas. Las
acusaciones de los verdaderos profetas contra los falsos son abundantes. He
aquí alguna de estas acusaciones:
·
El Señor no les ha enviado ni
hablado (Jer. 14,14; 23,21; Ez. 22,28).
·
Anunciando lo que les conviene
(Mi. 3,5).
·
Confirman a la gente el pecado
(Jer. 8,11; 23,17).
·
Impiden la verdadera
conversión de la gente (Jer. 23,22; Ez. 13,22).
·
Quieren agradar a los hombres
(1Re. 22,6; Jer. 27,9; Mi. 3,5).
·
Y profetizan por el lucro y la
ganancia (Ez. 13,19; Mi. 3,11).
El profeta auténtico subraya el sentido
de la profecía mediante su manera de vivir, llevando una vida austera, un
vestido áspero, un saco de pelo con cinturón de cuero, viviendo sólo y aún
célibe, como Elías, Eliseo y Jeremías. Por eso los verdaderos profetas tenían adversarios
que los perseguían y martirizaban (véase lo que el mismo Rey Profeta dice a
Dios en el salmo 16, 4); los falsos, al contrario, se veían rodeados de amigos,
protegidos por los reyes y obsequiados con enjundiosos regalos.
3. El Mensaje de los Profetas
El centro mismo del mensaje de
los profetas es Dios, no hay más que uno y ese Dios es Yahvéh (Is 44,6-8;
46,1-7,9). Por eso, los profetas atacan duramente a los falsos dioses, a los
ídolos, es decir, a la absolutización de cualquier cosa que no sea Dios (Os
2,7-15; Jer 2,5-13,27-28). Durante el exilio, cuando a través de tantos
fracasos, el pueblo llega a dudar del poder de Yahvéh, este ataque profético
contra los falsos dioses se hace patente (Is 40,19-20; 41,21-24; Jer 10,1-16).
A la santidad de Dios se
contrapone la impureza del hombre (Is 6,5), porque el pecado separa al hombre
de Dios (Is. 59,2). El pecado es, en efecto, un atentado contra el Dios de la Justicia (Amós), contra
el Dios del amor (Oseas), contra el Dios de la santidad (Isaías). Jeremías, por
su parte, ve cómo el pecado se extiende a todo el pueblo y a la nación entera
(Jer 13,23). Por eso tiene que venir el "día de Yahvé" en el que el
Señor hará justicia (Is 2,6-22; Os 5,9-14; Joel 2,1-2).
Los profetas –claro está- no
sólo se ocupaban de la cosa del espíritu y de la religión, sino que además se
ocuparon de la vida socio-política de Israel. Un ejemplo claro, es el
comportamiento del profeta Elías con el rey Ajab de Samaria, cuando éste mandó
asesinar a Nabot para quitarle su viña (1Re 21,1-13). La reacción del profeta,
precisamente por su intimidad y conversación con Dios (1Re 21,17-19), fue
acusar al rey de asesino y ladrón y anunciarle el castigo divino (1Re 21,19).
Los profetas veían cada situación y cada hecho a la luz de Dios. Y eso es lo
que les daba la libertad y la valentía que demostraron ante los reyes y grandes
del mundo. Desde este punto de vista, se puede decir que:
·
Los profetas se interesaron
por la vida política y social de Israel, porque en ella estaba comprometido el bien
del pueblo.
·
Esta relación con la vida
socio-política fue, con frecuencia, conflictiva, porque su actuación fue
crítica desde la Palabra
de Dios.
Los ejemplos en este sentido
abundan en casi toda la literatura profética: Isaías tiene un serio conflicto
con el rey Acaz, del que denuncia su cobardía (Is 7,2) y le exige: "No temas" (Is 7,4). Jeremías
condena al rey Joaquín por construirse un nuevo palacio cometiendo injusticias
(Jer 22,13-19). Ezequiel denuncia la política equivocada de Sedecías (Ez 17,1-10)
a los responsables de la gran catástrofe del destierro: príncipes, sacerdotes,
nobles, falsos profetas, terratenientes (Ez 22,23-31) y responsabiliza a los
reyes del fracaso que sufre el pueblo (Ez 34). Todo esto lleva a concluir que
estos hombres que transmitían un mensaje como el que acabamos de ver tenían que
terminar mal. Obviamente, todo eso les acarreó incomprensiones, persecuciones y
cárceles. La razón de todo esto está en la libertad con que vivieron y
hablaron.
4. Cronología de los Profetas
Consideraremos las figuras
proféticas mayores del período del Antiguo Testamento. El período después del
año 750 a.
de C. que comienza con Oseas y Amós, es frecuentemente conocida como el período clásico de la profecía y a los
profetas se les conoce como los profetas
escritores. En la tabla siguiente no
se incluye a Daniel porque ese libro normalmente no es considerado un libro
profético.
El Reino unido
Fecha A.C. Profetas del reino unido
1020-1000
Samuel
1020-1001
975-960
Natán
El Reino dividido
Fecha A.C. Reino
del norte Reino del sur Fecha A.C.
870-850
Elías
850-800
Eliseo
750-745 Amós Jonás (740-730)
750-745
Oseas Isaías de Jerusalén 742-700
Miqueas 722-701
Sofonías 628-622
Jeremías 626-586
Nahum 612
Habacuc 605
Ezequiel 593-573
Abadías c. 586/5
Isaías (cap. 40-55) 540
Ageo 520-515
Zacarías 520-515
Isaías (cap. 56-55) 515-500
Joel 500-350?
Malaquias 500-450
Jonás 450-400
Sería, como decíamos más arriba,
erróneo, considerar a los profetas sólo como portadores de predicciones
referentes al porvenir; fueron en primer lugar misioneros de su propio pueblo.
Si Israel guardó su religión y fe y se mantuvo firme en medio de un mundo
idólatra, no fue el mérito de la sinagoga oficial, sino de los profetas, que a
pesar de las persecuciones que padecieron no desistieron de ser predicadores
del Altísimo.
5. Conociendo
a los profetas
Veamos ahora una
descripción de los así llamados profetas mayores, es decir, aquellos de quienes
mas podemos conocer por su larga e importante obra.
Isaías
Isaías: 1-39
El profeta Isaías nació hacia el 765. El año de la
muerte del rey Ozías, el 740, recibió en el templo de Jerusalén su vocación
profética, la misión de anunciar la ruina de Israel y de Judá en castigo de las
infidelidades del pueblo (6, 1-13). Ejerció su ministerio durante cuarenta
años, que fueron dominados por la amenaza creciente que Asiria hizo pesar sobre
Israel y Judá. Sus pilares de predicación serán la elección divina de Jerusalén
y la dinastía davítica[2].
Isaías quedó impresionado para siempre por la escena
de su vocación en el Templo, donde tuvo la revelación de la trascendencia de
Dios y de la indignidad del hombre. Dios es el Santo, el Fuerte, el Poderoso,
el Rey. El hombre es un ser manchado por el pecado, del que Dios pide
reparación. El Mesías que anuncia es un descendiente de David que hará reinar
la paz y la justicia sobre la tierra y difundirá el conocimiento de Dios, 2
1-5; 7 10-17; 9 1-6; 11 1-9; 28 16-17.
Deutero-Isaías: 40-55
Estos
capítulos no pudieron ser elaborados por el profeta del siglo VIII. No sólo no
se nombra jamás en ellos a Isaías, sino que hasta el marco histórico es
posterior a él en un par de siglos: Jerusalén ha sido tomada, el pueblo se
halla cautivo en Babilonia, Ciro aparece ya en escena y será el instrumento de
la liberación. Estos capítulos contienen la predicación de un anónimo, un
continuador de Isaías, y gran profeta como él, al que llamamos Deutero-Isaías o
el Segundo Isaías. Predicó en Babilonia entre las primeras victorias de Ciro,
el 550 a.C.,
que permitían presagiar la ruina del imperio babilónico, y el edicto liberador
del 538, que autorizó los primeros regresos.
Trito-Isaías:
56-66
Considerada como obra de algún otro profeta
(Trito-Isaías o Tercer Isaías). Hoy en día se reconoce generalmente que es una
colección heterogénea. El Salmo de 63, 7 – 64, 11 parece anterior al fin del
Destierro; el oráculo de 66, 1-4 es del tiempo de la reconstrucción del Templo,
hacia el 520 a.C.
El pensamiento y el estilo de los caps. 60-62 los emparentan muy estrechamente
con el Segundo Isaías. Los caps. 56-59, en conjunto, pueden datar del siglo V
a.C. Los capítulos 65-66 (excepto 66, 1-4), de sabor fuertemente apocalíptico,
han sido datados por algunos exegetas en la época griega, pero otros los sitúan
a la vuelta del Destierro. Considerada globalmente, esta tercera parte del
libro se presenta como obra de los continuadores del Segundo Isaías; es el
último producto de la tradición isaiana, que ha prolongado la acción del gran
profeta del siglo VIII.
Jeremías
Poco más de un siglo después de Isaías, hacia el 650 a.C., nacía Jeremías de
una familia sacerdotal residente en los alrededores de Jerusalén. Conocemos su
vida y carácter mejor que los de ningún otro profeta por los relatos
biográficos en tercera persona de que está sembrado su libro, y cuyo orden
cronológico es el siguiente: 19,1–20,6; 26; 36; 45; 28-29; 34 8-22; 37-44. Las
Confesiones de Jeremías: 11,18–12,6; 15,10-21; 17,4-18; 18,18-23; 20,7-18,
proceden del profeta mismo. No constituyen una autobiografía, pero sí son un
testimonio emocionante de las crisis interiores que atravesó y que se describen
en el estilo de los Salmos de súplica.
Llamado por Dios muy joven aún, el 626, el año trece
de Josías, le tocó vivir el trágico período en que se preparó y consumó la
ruina del reino de Judá. La reforma religiosa y la restauración nacional de
Josías despertaron esperanzas que fueron destruidas por la muerte del rey en
Meguidó el 609, y por el cambio del mundo oriental, la caída de Nínive el 612 y
la expansión del imperio caldeo. Desde el 605, Nabucodonosor impuso su dominio
en Palestina, Judá se rebeló por instigación de Egipto, que intrigaría hasta el
fin y, el 597, Nabucodonosor conquistó Jerusalén y deportó a una parte de sus
habitantes. Una nueva rebelión hizo volver a los ejércitos caldeos y el 587 fue
tomada Jerusalén, incendiado el templo y tuvo lugar la segunda deportación.
Jeremías vivió esta dramática historia predicando y
amenazando en vano a los reyes incapaces que se sucedían en el trono de David;
fue acusado de derrotismo por los militares, perseguido y encarcelado. Después
de la toma de Jerusalén, y aún cuando veía en los desterrados la esperanza del
porvenir, Jeremías prefirió permanecer en Palestina junto a Godolías, el
gobernador nombrado por los caldeos. Pero éste fue asesinado, y un grupo de
judíos, temeroso de las represalias, huyó a Egipto llevándose consigo al
profeta. Probablemente murió allí.
Ezequiel
A diferencia del libro de Jeremías, el de Ezequiel
se presenta como un todo bien ordenado. Después de una introducción (1-3) donde
el profeta recibe de Yahvéh su misión, el cuerpo del libro se divide claramente
en cuatro partes:
1º Los caps. 4-24 contienen casi
exclusivamente reproches y amenazas contra los israelitas antes del asedio de
Jerusalén.
2º Los caps.
25-32 son oráculos contra las naciones, donde el profeta hace extensiva la
maldición divina a los cómplices y a los provocadores de la nación infiel.
3º En los
caps. 33-39, durante y después del asedio, el profeta consuela a su pueblo
prometiéndole un porvenir mejor.
4º Prevé, en
fin, caps. 40-48, el estatuto político y religioso de la comunidad futura,
restablecida en Palestina.
Ezequiel es un sacerdote (1,3). Su mayor
preocupación la constituye el Templo, trátese del Templo presente que está
manchado de ritos impuros (8) y al que abandona la gloria de Yahvé, (10) o del
Templo futuro, cuyo diseño describe minuciosamente (40-42) y adonde ve regresar
a Yahvé (43). Guarda el culto de la
Ley, y al hacer historia de las infidelidades de Israel (20),
repite como un estribillo el reproche de haber profanado los sábados. Tiene
horror a las impurezas legales (4,14) y una gran preocupación por separar lo
sagrado de lo profano (45,1-6). Su pensamiento y su vocabulario son afines a la Ley de Santidad, Lv 17-26.
A pesar de estar unido a sus predecesores por muchos
rasgos, Ezequiel abre un camino nuevo. Y esto es también verdad respecto de su
doctrina. Ezequiel rompe con el pasado de su nación. El recuerdo de las
promesas hechas a los Padres y de la
Alianza concluida en el Sinaí aparece esporádicamente, pero
si Dios ha salvado hasta el presente a su pueblo manchado desde su nacimiento,
(16,3) no lo ha hecho por cumplir las promesas, sino para defender la honra de
su nombre (20). En Ezequiel se concilian el espíritu profético y el espíritu
sacerdotal que tantas veces habían sido opuestos: los ritos -que subsisten-
cobran su valor de los sentimientos que los inspiran. Toda la doctrina de
Ezequiel se centra en la renovación interior: hay que hacerse un corazón
nuevo y un espíritu nuevo, 18, 31;
36,26. Bajo otro aspecto, Ezequiel da comienzo a la corriente apocalíptica. Sus
grandiosas visiones anuncian ya las de Daniel, y no es nada extraño que en el
Apocalipsis de San Juan encontremos tan a menudo su influencia.
Amós
Era pastor en Técoa, en el límite del desierto de
Judá (1,1). Extraño a las hermandades de profetas, fue tomado por Yahvéh de
detrás de su rebaño y enviado a profetizar a Israel (7,14). Tras un corto
ministerio que tuvo como marco principal el santuario cismático de Betel (7,10),
y que probablemente también se ejerció en Samaría, (3,9; 4,1) fue expulsado de
Israel y volvió a sus ocupaciones.
Predica en el reinado de Jeroboán II, 783-743, época
gloriosa humanamente hablando, en la que el reino del Norte se extiende y
enriquece, pero en la que el lujo de los grandes es un insulto para la miseria
de los oprimidos, mientras que el esplendor del culto encubre la ausencia de
una religión verdadera. Con la rudeza sencilla y noble, y con la riqueza de las
imágenes de un hombre del campo, Amós condena en nombre de Dios la vida
corrompida de las ciudades, las injusticias sociales, la falsa seguridad que se
pone en ritos en que el alma no se compromete (5, 21-22). Yahvéh, soberano
Señor del mundo, que castiga a todas las naciones (1-2), castigará duramente a
Israel, obligado por su elección a una mayor justicia moral. El Día de
Yahvé será tinieblas y no luz
(5,18), la venganza será terrible (6,8) ejecutada por un pueblo llamado por
Yahveh (6,14): Asiria, que, sin ser nombrada, ocupa, sin embargo, el horizonte
del profeta.
Oseas
Oriundo del reino del Norte, Oseas es contemporáneo
de Amós, ya que comenzó a predicar bajo Jeroboán II; su ministerio se prolongó
bajo los sucesores de aquel rey; pero no parece que haya visto la ruina de Samaría
el 721. Fue un período sombrío para Israel: conquistas asirias de 734-732,
revueltas interiores, cuatro reyes asesinados en quince años, corrupción
religiosa y moral.
De la vida de Oseas durante este turbulento período
sólo conocemos su drama personal, (1-3), que fue decisivo para su acción
profética. Se discute el sentido de estos primeros capítulos. Con una audacia
que sorprende y una pasión que impresiona, el alma tierna y violenta de Oseas
expresa por vez primera las relaciones de Yahveh y de Israel con terminología
de matrimonio. Todo su mensaje tiene como tema fundamental el amor de Dios
despreciado por su pueblo. Salvo un corto idilio en el desierto, Israel no ha
respondido a las insinuaciones de Yahvé más que con la traición. Oseas arremete
sobre todo contra las clases dirigentes de la sociedad. Los reyes, elegidos
contra la voluntad de Yahvé, han degradado con su política mundana al pueblo
elegido hasta el rango de los demás pueblos. Los sacerdotes, ignorantes y
rapaces, llevan al pueblo a su ruina. Yahvé es un Dios celoso, que no quiere compartir con nadie el corazón
de sus fieles: Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios,
más que holocaustos (6,6). El castigo es, pues, inevitable; sin embargo,
Dios no castiga más que para salvar.
Cuarta Unidad: La Sabiduría en Israel
1. Concepto de Sabiduría
Intentar proporcionar cualquier definición sencilla
de lo que es la sabiduría para Israel no resulta fácil, pues siempre dejaríamos
afuera aspectos fundamentales. Por eso es mejor intentar una definición a
partir de los rasgos fundamentales que surgen de los conceptos de “sabio” y
“sabiduría”. Es necesario seguir (aunque sea en forma muy breve) la evolución
histórica de la tradición sapiencial.
Hakam (sabio) y Hokmah (sabiduría) están en
relación con la inteligencia práctica: destreza y habilidad: astucia e ingenio.
Pero originalmente, la terminología sapiencial no está necesariamente en
relación con las actitudes éticas. Sabia es, entre otras cosas, la persona que
despliega una pericia especial en el ejercicio de un oficio o en el desempeño
de una función: artesanos, escribas, etc. También está en relación con la
habilidad para gobernar (1 Re 3,8-12). Se manifiesta, sobre todo en el instinto
de conservación.
Esta
sabiduría práctica se expresa, sobre todo, en la capacidad de guiar y llevar a
buen término la propia vida, en conducir la vida hacia la propia
autorealización. Se trata de conducir al éxito a la vida como tal.
Ahora
bien, hemos señalado originalmente que la Sabiduría no está relacionada con las actitudes
éticas. Sin embargo, en un pueblo tan
ligado a Yahvéh, como Israel, rápidamente se llega a la toma de conciencia de
la vinculación sabiduría-moral y sabiduría-fe. Hasta tal punto esto es así que
en Proverbios se llega a la identificación entre sabio y honrado, y se lo
contrapone a necio y malvado:
El fruto de la justicia es
árbol de vida,
y el sabio cautiva a la gente
Si el justo recibe su recompensa en la tierra,
¡cuánto más el pecador y el malo! (11,31).
En la literatura
de sentencias es muy común la equiparación entre sabio y justo, por una parte
y, necio y malvado, por otra. Lo propio del necio es estar abocado al
des-atino, al des-vío, al des-piste. Se
desvía del camino que conduce a la plenitud existencial.
La Sabiduría entonces
(Hokmah) a menudo va vinculada a la idea de piedad. El sabio pone la suficiente
perspicacia religiosa como para descubrir que Dios ha creado (y que gobierna)
el mundo y que él forma parte del “orden” que Dios ha formado. También la sabiduría
está vinculada al “temor del Señor”, que no significa “miedo” sino esa actitud
que nace de saberse creatura contingente en manos de Dios. Por eso a menudo se
dice que “el principio (raíz/corona/plenitud) de la sabiduría es temor al Señor
(Prov. 1,7; Eclo 1,14).
En
forma tardía se va vinculando la
Sabiduría con la Apocalíptica. Ya Is 33,5-6 nos presenta al Mesías
lleno de elementos sapienciales (igual Is 11,2). En Dn 2,30 y 5,11-14 nos
encontrarnos con que la
Sabiduría es un don gratuito de Dios que el hombre no puede
adquirir por cuenta propia ya que rebasa todas sus posibilidades. En síntesis, podemos decir que es la actitud
y el método conducentes a la autorrealización del hombre, tanto en la esfera
humana cuanto en la profesional.
Dios Retribución
|
Orden Sabiduría (justicia)
Mundo
Israel
concibe al hombre como una criatura entre las criaturas, es decir, desde la
dimensión social y su relación con el Creador. La realización personal dependía
de la relación con el mundo, con los demás y con Dios. El israelita percibe
como un todo ordenado la naturaleza y la sociedad: no son dos ordenes
distintos: lo que sucede en el ámbito humano repercute en el orden
natural. La actitud humana que respeta y
se integra a ese orden se llama no sólo sabia sino justa. Por ello sabiduría
equivale prácticamente a justicia.
2. Los Libros Sapienciales
Libro poético y sapiencial es el título con que se conocen siete
libros del A.T. Dos de ellos son fundamentalmente poesías: el libro de los
Salmos y el cantar de los Cantares, y la Sabiduría es el centro de los otros cinco: Job,
Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico. Estos libros responden a un
hecho fundamental en la historia de Israel: la existencia de los sabios. Estos,
junto a los profetas, ocupan un lugar preeminente en la historia de este
pueblo, porque influyeron notablemente en su conciencia religiosa después del
exilio.
En este género literario, más
que en ningún otro, Israel recibe la influencia de los pueblos del antiguo
Oriente. Sabemos que Mesopotamia transmitió proverbios, poemas y fábulas
sapienciales. También Egipto elaboró una serie de enseñanzas destinadas a la
instrucción de los nobles y a la formación de funcionarios con la intención de
hacer de ellos hombres especialmente preparados.
Por la situación geográfica y
política de Palestina, por su contacto con los grandes imperios limítrofes y
por la antigüedad de la sabiduría egipcia y babilónica, puede afirmarse que el
género literario sapiencial de la
Biblia es de origen extranjero. Israel admitió la sabiduría
oriental, se enriqueció de ella, pero, al asumirla y cultivarla por su cuenta
le dio una fisonomía propia por el hecho de cimentarse en la fe en Yahvéh y
contener una moral preferentemente religiosa.
Los sabios, como clase y la
literatura sapiencial propiamente dicha, son contemporáneos de Salomón (aunque
existieron en todo tiempo). En su corte, concebida según el modelo de las
cortes reales extranjeras, van multiplicándose los sabios entre los funcionarios
dedicados a una intensa actividad literaria. A pesar de que en los escritos de
algunos profetas (Is, Jr, Ez) subyace un espíritu y una técnica similares a la
de los sabios, la era de la sabiduría empieza después del exilio al aparecer el
libro de los Proverbios.
El sabio israelita es un
hombre prudente y reflexivo, interesante por cuanto suponga educación e
instrucción del pueblo y de la juventud, destacando principalmente como
consejero e instructor. Su campo de acción queda perfectamente señalado en el
libro de Jeremías:
"No nos faltará la
explicación de la ley de boca del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni la
palabra del profeta" (Jr. 18,18)
Los sabios quieren aprender a
moverse con acierto por la vida e intentan enseñar a los hombres con quienes
viven. Se esfuerzan por descubrir una armonía y un sentido en el mundo, para
que el hombre se ponga en acuerdo con él y dé pasos seguros hacia una vida
humana en plenitud. Para esta tarea se sirve de la propia experiencia, la
observación, la reflexión y la fe.
Tres rasgos fundamentales determinan la fisonomía
del sabio israelita:
·
El sentido de la realidad,
propia del hombre de buen criterio que observa y reflexiona, y cuyas
observaciones son concretas y pertinentes (Prov. 15,12; 20,14; 22,13).
·
La fe en Dios, porque medita
día y noche la Ley
de Yahvéh y se esfuerza por descubrir la sabiduría divina que emana de la
creación y brilla en la historia del pueblo de Dios. Por eso ilumina la
realidad del mundo y la vida de los hombres a la luz de la fe (Prov. 15,16;
16,9).
·
La elaboración de los consejos
prácticos, que transmiten una visión de la vida y repercuten en la conducta
diaria del hombre, descubriéndole la sabiduría divina a través de la creación,
de la historia de Israel y, sobre todo, de la Ley (Ecl. 24,1-32).
3. El
Tiempo y el Modo de Escribir
El tiempo de la elaboración de
los escritos sapienciales (Sitz in Leben) fue muy largo y su origen muy
diverso. Antes del rey Salomón, existió la sabiduría popular. Esta floreció
entre los campesinos y ejerció una influencia sobre la sabiduría de la corte
del rey Salomón. De Salomón a la era cristiana transcurren diez siglos de
historia y no es fácil situar cuándo se escribieron cada uno de los libros
sapienciales. Sin embargo, se puede afirmar que la literatura sapiencial
florece a partir del siglo V a. de C. El libro de los Proverbios es el más
antiguo y reúne sentencias antiguas y otras más recientes. El libro de Job y
del Eclesiastés son intermedios y los libros del Eclesiástico y de la Sabiduría representan la
última etapa de la literatura sapiencial del A.T.
Los sabios escriben de una
forma muy variada. Vamos a señalar las formas literarias o modos de escribir
más comunes de estos hombres:
Masal
o proverbios: son refranes o dichos que vienen de la sabiduría
popular. El sabio los recoge y resume su enseñanza en sentencias de dos
miembros que se complementan entre sí, a esta sencilla manera de escribir se le
ha llamado paralelismo hebreo.
El paralelismo puede ser sinonímico, es decir, el
segundo miembro repite la misma idea del primero: Ejem.
una mirada serena alegra el corazón
una buena noticia da vigor a los huesos. (Prov
15,30)
Con más frecuencia es antitético, es decir, el
segundo miembro expresa la idea opuesta a la afirmación por el primero: Ejem.
el hombre colérico atiza la discordia
el hombre paciente calma la riña. (Prov 14,17)
Existe también un paralelismo sintético. En él, el
segundo miembro resume la idea del primero: Ejem.
quien encuentra mujer, encuentra un bien
alcanza favor del Señor (Prov 18,22).
Además
podemos encontrar en los escritos sapienciales formas de extensión intermedia: Poemas numéricos, Alegorías, Fábulas, Acertijos, Oración sapiencial.
Gran
poema didáctico: cuyos ejemplos podemos
encontrar en los discursos del libro de Job y constituyen la cima de la manera
de escribir de los sabios.
4. El Mensaje de la Sabiduría
Los libros sapienciales
contienen temas muy variados. Están presentes las pequeñas realidades de la
vida diaria, pero encontramos también en ellos grandes problemas
filosóficos-teológicos sobre la condición y el destino del hombre. En los
escritos de los sabios podemos distinguir dos niveles de reflexión: el de la
experiencia humana y el de la teológica.
Los sabios elaboran una amplia
enseñanza sobre la vida de los hombres, recogiendo las lecciones que les
ofrecía la experiencia propia y ajena. Esta especie de mediación sobre las
realidades de la vida diaria la hacen desde la perspectiva de la fe.
En el nivel teológico, los
sabios de la Biblia
parten de un hecho fundamental: el mundo no es simple naturaleza, sino
creación: obra de Dios, enteramente buena.
Con la confianza que les da
este principio de fe, intentan enseñar a los hombres a hacerse hombres, a
encontrar su puesto en la tierra, a tratar la realidad como es y a saber dar
dinamismo al mundo que tienen en sus manos. Para los sabios, acertar a hacer
cada cosa en el tiempo oportuno es abrirse camino hacia el misterio y acercarse
a Dios. El necio ignora el tiempo oportuno, la medida y el orden, por eso no marcha
por el recto camino de la vida.
Más allá de lo que el hombre
pueda hacer, está el misterio. Pero éste no es una amenaza para el Sabio sino
motivo para confiar. Los Sabios expresan esta realidad cuando afirman que el
temor de Dios es el principio de la sabiduría. Aquí, temor quiere decir respeto
ante lo que siendo más grande que el hombre, está sosteniendo al propio hombre.
Por eso tiene el sentido de confianza gozosa.
Dios habla a los hombres desde
lo creado. La creación y la vida ordinaria de los hombres se convierte en el
lugar donde Dios se manifiesta e interpela. Esta manera de entender la vida no
se alcanza con el esfuerzo humano. Es gracia y comunicación de Dios. Los sabios
la llaman sabiduría y la describen como si fuera una persona asistiendo a la
obra de la creación. Más tarde se la identifica con la ley y, finalmente, es
entendida como la misma acción creadora de Dios.
5. El Libro de los Salmos
Mención especial en la obra
poética y sapiencial de Israel merece el libro de los Salmos que contiene 150 cantos religiosos,
pues se llama salmo a un canto religioso acompañado de instrumentos de música.
El pueblo de Israel era conocido por su amor al canto. No nos sorprende que
expresara su fe y su piedad cantando. La celebración de una fiesta familiar o
religiosa, una peregrinación y muchas otras circunstancias de la vida
inspiraron cantos apropiados y de carácter distinto.
Los profetas y los cantores
del Templo o del palacio real reunieron, en el transcurso del tiempo, este
amplio tesoro de cantos sagrados. Primero formaron colecciones parciales.
Luego, con varias de ellas, quedó compuesto el libro de los Salmos: estaba
destinado al culto del templo y de las Sinagogas o casas de oración de los
judíos, como complemento a la lectura de la Ley y los Profetas.
El libro de los Salmos
contiene diversos tipos de cantos, de los cuales destacaremos algunos:
·
Cantos de alabanza y
aclamación
·
Cantos de súplica y acción de
gracias
·
Cantos diversos: cantos reales,
de meditación, de exhortación.
5.1 Cantos de alabanza y aclamación
Cuando el pueblo de Israel se
admira de Dios y sus obras o ante el templo y la ciudad santa, expresa su
admiración con alabanzas y aclamaciones. La ocasión más propicia para entonar
estos cantos eran las fiestas que se celebraban en el templo de Jerusalén.
Los motivos por los que se alaba a Dios son
principalmente:
·
la creación y la providencia
de Dios: Sal. 8; 18; 64; 103; 112; 150...
·
el señorío de Dios sobre el
mundo: Sal. 23; 46; 97; 99...
·
la gloria de Sión; ciudad de
Dios: Sal. 45; 131
·
la peregrinación a Jerusalén:
Sal. 83; 120; 121...
5.2 Cantos de súplica y acción
de gracias (eucaristías)
En Israel la súplica y la
acción de gracias están estrechamente unidas, cada vez que el pueblo o uno de
sus fieles se halla en peligro grave, acude al Señor pidiendo ayuda y le
promete que ofrecerá en el templo un sacrificio de acción de gracias, si es
escuchada su oración.
·
cantos de súplica: 4; 6; 21;
50
·
cantos de acción de gracias:
29; 31; 39; 106...
5.3 Cantos diversos
Existen también salmos con
características y motivos particulares:
·
cantos reales, compuestos con
ocasión de la coronación del rey o de grave peligro contra su persona; de una
victoria o una derrota. 2; 44; 71...
·
cantos de mediación, que
incluyen instrucciones morales y exhortaciones sobre la historia del pueblo de
Dios y la fidelidad a la
Alianza: 1; 33; 118...
·
cantos graduales, que cantaban
los peregrinos en sus visitas anuales al templo, reconstruido después del
exilio: 125; 126; 127; 130...
El libro de los Salmos refleja
con sencillez y sinceridad la experiencia profunda de Dios que ha vivido Israel
a lo largo de su historia. Por eso puede ser considerado como el libro por
excelencia para la oración del pueblo de Dios. Los salmos son como el espejo
donde el hombre se descubre a sí mismo en sus situaciones más profundas:
alegría, angustia, esperanza, enfermedad, gozo, fidelidad... Estos sentimientos
y vivencias humanas, expresados con tal belleza poética, son válidos para los
hombres de todos los tiempos, porque encierran las experiencias humanas básicas
y comunes de todos los hombres. Al mismo tiempo, los salmos expresan unas
experiencias humanas paradigmáticas, que han sido vividas con un contenido
fuertemente religioso, es decir, a la luz de la fe en Yahvéh y de la fidelidad a
su Alianza.
Quinta Unidad: El Dios Revelado en el Antiguo Testamento
1. Un Dios
Único
Una de las afirmaciones
fundamentales que encontramos en los escritos veterotestamentarios es que Yahvé
es el único Dios. La alianza lo describe explícitamente: "No tendrás
ningún otro Dios junto a mí" (Ex. 20,3). Esta verdad tan elemental para
nosotros, no era una cosa tan clara para los pueblos de oriente antiguo donde
se encontraba Israel. Las diversas culturas vivían entre dioses protectores
(Jue. 11,24; Sam. 26,19) por lo que Israel tuvo que luchar constantemente
contra los falsos dioses. Por eso, los verdaderos profetas de Israel defienden
constantemente esta verdad fundamental:
·
Amós anuncia que Yahvé es el
único conductor y Juez incluso de los pueblos extranjeros (Am. 1-2; 9-7).
·
Isaías afirma que hasta los
seres celestes se cubren el rostro ante la gloria del único Dios (Is. 6.1-4).
·
Jeremías llama a los dioses de
las naciones hebel (soplo de viento) (Jer. 2,5; 10,8.15) o también no-dios
(Jer. 2,11-5,7).
No se trata de una verdad
filosófica, resultado de una demostración teórica. Se trata, más bien, de una experiencia
vivida por el pueblo en su historia. A través de la Promesa, del Exodo y de la Alianza, el pueblo
experimentó que no tenía otro dios: "Escucha Israel, Yahvé es nuestro
Dios, sólo Yahvé" (Deut 6,4).
De la misma manera las
características de este único Dios se refuerzan mutuamente: Dios es el creador
de todo desde el comienzo (Gén. 1,1s) "antes que los montes fueran
engendrados, antes que naciesen la tierra y el orbe, desde siempre hasta
siempre tú eres Dios" (Sal. 90,2). Por eso, Dios es "el principio y
el último" (Is. 44,5; 48,12). Porque Yahvé es el "Dios de
eternidad" (Gén. 21,33; Jer. 10,10; Is. 26,4; Sal. 9,8 etc.). Esto indica
que Dios no se identifica ni se confunde con nada de lo que pasa en el espacio
y el tiempo, con nada de este mundo, con nada de lo que ocurre en la historia.
2. La
Bondad de Dios
El Dios trascendente de Israel
no es lejano al hombre. Es bondad, cercanía, solidaridad y compasión. Esta idea
se expresa en la Biblia
con el término hesed, que se refiere a la solidaridad en el pensamiento y en la
acción entre personas que se unen mutuamente en una relación comunitaria. Por
eso, Dios es el que "tiene hesed por mil generaciones" (Ex. 27,6), el
que "es rico en hesed" (Ex 34,6).
Dios es esencialmente bondad,
cercanía y solidaridad con el hombre, incluso con el hombre pecador y malo, y
con todas las criaturas. La idea central de la Biblia, respecto a la fe en
Dios, no es el temor, sino la solidaridad llena de benevolencia.
La Biblia afirma cosas
increíbles sobre el amor de Dios. Dios es como un esposo que ama a su pueblo
con el cariño loco de un enamorado. Por eso, apartarse de Yahvé es un auténtico
adulterio (Os. 1,2). La
Alianza es para Yahvé una Alianza matrimonial con el Pueblo
(Os. 2-3). Una alianza que expresa un amor de tal intensidad, que cuando la
esposa (el pueblo) adultera con otros dioses, Yahvé es capaz de perdonar y
acoger todavía con ilusión y cariño (Os. 3,1). Dios hace esta afirmación
inaudita: "Por eso yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y hablaré a
su corazón" (Os. 2,16).
La misericordia gratuita es
una decisión fundamental de Dios (Os 2,21.25; Mi. 7,19; Jer 12,5; Is 14,1),
cosa que repite con frecuencia los Salmos (Sal. 4,2; 6,3). Porque Yahvé es
"Dios misericordioso y clemente, tardo en la cólera y rico en benevolencia
de alianza y en fidelidad" (Ex. 34,6).
3. El Dios
Justo
En nuestra cultura la justicia
se entiende como un concepto y una realidad que se contrapone a la gracia. Por
eso, hacer justicia es, muchas veces, lo mismo que castigar. Ahora bien,
situados en esta mentalidad, solemos aplicar también a Dios este concepto de
justicia, de donde resulta una idea de Dios deformada.
La justicia de Dios está
íntimamente relacionada con la salvación (Is 45,8; 46,13) y con el hesed, es
decir, con su benevolencia (Sal 36,11; 103,17). De tal manera que la justicia
de Yahvé se manifiesta constantemente en acciones salvíficas para su pueblo
(Jue 5,11). Hasta el punto de que justicia viene a ser equivalente de salvación
o acción salvífica (Is 45,25; 46,13) un regalo de Dios a su pueblo (Os. 2,21;
Is 33,5; Jer 9,23).
Como lo más débil es lo que
más necesita de esa ayuda y de ese don gratuito, la justicia viene a ser
equivalente a defender eficazmente al que por sí mismo no puede defenderse. Por
eso, los oprimidos por la justicia se vuelven hacia el Dios de la justicia
(Sal. 4,2), para que les ayude a salvaguardar sus derechos (Sal. 10,17-18).
Toda la acción de Dios persigue este fin lo que se expresa en realidades
históricas de Israel, por ejemplo, la imposición de un rey cuya tarea, entre
otras cosas, tiene como función particular velar por los débiles y defender a
los oprimidos (Deut. 17,20; 2 Sam. 12,6).
4. El Celo
y la Ira de Dios
En la Biblia también aparece
Yahvé como un Dios celoso y airado. Interesa entender correctamente esta imagen
de Dios. Ante todo, es doctrina clara en el A.T. que Yahvé castiga la conducta
del hombre cuando éste se opone al proyecto de Dios y a la esencia misma de
Dios.
En primer lugar, cuando en la Biblia se aplican a Dios
las expresiones tener celo, estar celoso, se hace siempre en el sentido
positivo que corresponde al celo humano por el bien (Eclo 51,18) o por el
templo (Sal. 69,10) o por la manifestación de la voluntad de Dios (Núm
25,11.13; 1Mac 2,26s; etc.). Por eso el celo de Yahvé no suscita solamente
juicios de castigo dirigidos contra los pecadores (Deut. 32,16; Ez. 16,42),
sino que actúa sobre todo con celo por la liberación de Israel, de tal manera
que el celo de Yahvé viene a ser, en la práctica celo por el pueblo (Is 26,11;
42,13) y que persigue el bienestar del mismo pueblo.
Por último digamos que esta
manera de hablar sobre Dios, atribuyéndole reacciones y sentimientos humanos,
es un lenguaje antropomórfico, propio de todas las religiones que expresa, no
tanto lo que es Dios, sino lo que los hombres perciben o experimentan sobre la
divinidad. Además la revelación de Dios en el A.T. es todavía una revelación
incompleta. Necesita ser interpelada a la luz del Nuevo Testamento donde
alcanzará su pleno significado.
5. El Dios
Fiel
Dios es siempre fiel, por
encima de todo y a pesar de todo. Una de sus características más importantes es
la fidelidad (Ex. 34,6). De la misma manera que Dios es misericordioso (hesed),
también es fiel (emet). Estos dos términos se unen frecuentemente en la Biblia al hablar de Dios
(Gén. 24,27; Ex. 34,6; Is. 16,5; Os. 2,22; Sal. 25,10). Misericordia y
fidelidad son características esenciales de Dios. Por otro lado el
hombre no siempre lo es. La historia de la salvación está llena de
infidelidades del hombre ante Dios. Apenas establecida la Alianza, el pueblo se
aparta de Yahvé y adora al becerro de oro (Ex. 32,1-6). Después, las caídas se
repiten de tal manera que todos los desastres nacionales se atribuyen a la
infidelidad del pueblo a su Dios (Jue. 2,10-15; 1Re. 11,1-13; Os. 13,1-15; Am.
2,4-16; Mi. 3,1-4; Ez. 5,7-17). Los profetas no se cansan de recordar al pueblo
su dureza de corazón (Is. 46,12; Ez. 2,4) y la magnitud enorme de su maldad
(Jer. 5,1; Is. 64,6).
La infidelidad de Israel se
compara al adulterio y fornicación de una esposa para con su esposo (Os. 1,2;
2,4), una esposa que se ha ido con muchos amantes (Os. 2,12.15), hasta
prostituirse con el primero que pasaba (Ez. 16,15), llegando en su maldad hasta
degollar a sus propios hijos (Ez. 16,21).
A pesar de todo, Dios no se
cansa y es siempre fiel. En el relato del Exodo, apenas el pueblo ha consumado
su pecado, adorando al becerro de oro, Dios recuerda su promesa a Abraham (Ex.
33,1). Y poco después se presenta como "el Dios compasivo y clemente,
paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima
generación, que perdona culpas, delitos y pecados" (Ex. 34,6-7).
Dios renueva la Alianza con su pueblo
olvidando lo pasado (Ex. 34,10.13). En el libro de los Jueces, cuando se
recuerdan las numerosas infidelidades del pueblo, la reacción del Señor es
siempre positiva, amparándolo y protegiéndolo (Jue. 2,16; 3,9; 4,6-7;
6,8-10,16; 13,3ss). Pero son los profetas quienes ponen de manifiesto la fidelidad incansable de Yahvé(Os.
2,16-17).
En consecuencia, la fidelidad
de Dios no tiene límites. Por muchos que sean los pecados y las maldades del
hombre, Dios es siempre fiel a su promesa y a su alianza con el pueblo. La
historia santa se puede resumir como una historia de infidelidad de Israel ante
su Dios y una historia de la fidelidad eterna de Dios para con su pueblo.
6. La Promesa y la Esperanza
Producto de la fidelidad de
Dios hacia su pueblo son sus promesas. El Dios de Israel se manifiesta como el
Dios de las promesas. La promesa que Dios hace a Abraham, a Isaac y a Jacob
abarca un doble aspecto: la posesión del país de Canaán y la descendencia
innumerable. Estas dos promesas unas veces se hallan juntas, y en otras,
separadas (Gén. 12,3.67; 13,14-16; 15,3.7.18; 18,10; 22,17, etc.). Del conjunto
de los textos se desprende que la promesa más importante es la posesión de la
tierra, "la tierra que mana leche y miel" (Ex. 3,8.17), con todas las
formas de prosperidad (Gén. 49,10-12; Ex. 23,27-33; Lev. 26,3-13). Por tanto,
la esperanza primera y fundamental de Israel es una esperanza en la tierra, en
los bienes de este mundo.
Sin embargo, la promesa no se
refiere sólo al bienestar material. Porque encierra todo un conjunto de
bendiciones (Gén. 39,5; 49,25) y de dones (Gén. 13,15; 24,7; 28,13) que
provienen de Dios. Por eso, cuando la fidelidad a Yahvé lo exige, deben
sacrificarse los bienes materiales (Job. 6,17-21; 1Sam. 15,9-23) y hasta la
cercanía con los seres más próximos (Gén. 22,1-11).
Solo al final
del A.T. se apunta hacia una esperanza que trasciende los límites de este
mundo. Porque es una paz (Ab 3,3), un reposo (Ab 4,7), una salvación (Ab 5,2),
que no está ya en la tierra, sino en la inmortalidad (Ab. 3,4), cerca del Señor
(Ab 5.15). La intervención de Yahvé al final de la historia (Mal 3,19-21), la
resurrección de los muertos (2Mac. 7,12) y la vida después de la muerte
(Sabiduría) son el objeto de una esperanza trascendente, metahistórica. El
mismo Dios será el máximo don de Dios al hombre; su posesión, la cumbre de
todas las promesas (Sal 73).
Conclusión
En los textos que hemos
trabajado a lo largo de este curso sólo hemos querido acercarnos a una visión
general del origen, estructura y mensaje de los escritos del Antiguo
Testamento. Quedan con esto pendientes muchos temas y situaciones
histórico-espirituales de gran importancia pero que necesitarían de una
profundización más ampliada de la Antigua alianza. Sin embargo, pensamos que lo
trabajado presenta una esquemática abordable de
lo que significa introducirnos a la Sagrada Escritura,
sobre todo pensando en los temores e
incertidumbres que muchas veces rodean nuestra familiaridad con la Palabra de Dios.
Los temas aquí desarrollados
son, sin duda, una buena base para comprender los hechos que van marcando la
vida histórica de Israel y su experiencia como pueblo creyente. Esto
posibilita, además, descubrir en el camino espiritual del pueblo elegido,
nuestro propio camino, lo que nos ayuda a preparar el corazón para acoger el
misterio de la encarnación del Hijo de Dios, que será materia de un próximo
curso. Esperamos que los antecedentes aquí formulados faciliten una mejor
asimilación de la verdad de Dios para nuestra vida, que siempre encontraremos
en la Revelación
plena y perfecta del Padre; La Palabra hecha Carne.
Bibliografía
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Von Rad, G. Teología del Antiguo Testamento,
Sígueme, Salamanca, 1978.
Biblia
de Jerusalén, Desclée de Brouver, Bilbao, España, 1998.
[1] A
menos que se señale de otro modo, todas las fechas citadas de aquí en adelante
son son antes de Cristo.
[2]
Santidad de Dios, la conciencia de pecado, la necesidad de un castigo y la
esperanza de salvación debemos tenerlos presentes para comprender su
predicación.
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