jueves, 22 de noviembre de 2012

Beato Tomás Reggio, obispo



fecha: 22 de noviembre
n.: 1818 - †: 1901 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 3 sep 2000
En la aldea de Triora, en la Liguria, de Italia, beato Tomás Reggio, arzobispo de Génova, que a la austeridad de vida supo unir una admirable mansedumbre, logró mantener la concordia entre los ciudadanos y atendió de mil maneras a los necesitados, haciendo lo indecible por solventar las dificultades de la convivencia humana.

Nació en Génova (Italia) el 9 de Enero de 1818 de una familia noble. Aunque se podía prever para él una carrera brillante, a los 20 años decidió ser sacerdote, abandonando todo otro proyecto. «Quiero hacerme santo, cueste lo que cueste», dirá Tomás en el momento en que su opción llegó a ser definitiva. Recibió la ordenación sacerdotal el 18 de septiembre de 1841 y, con apenas veinticinco años, fue nombrado vice-rector del Seminario de Génova y luego rector del Seminario de Chiávari. En este servicio se dedicó con valor a la formación de los futuros sacerdotes para que estuviesen dispuestos a comprometer la propia vida, sin recelos, por Dios y por la iglesia. Precisamente en cuanto dirigía el Seminario, desenvolvió una intensa actividad como periodista y fue uno de los cofundadores del primer periódico italiano católico, preocupándose por defender la fe y los principios auténticos del cristianismo.
En 1865, durante la campaña electoral, el «Estandarte católico» -así se llamaba el periódico- condujo la lucha para promover listas de candidatos católicos y pensó en crear un partido católico. La idea era demasiado audaz, y cuando en 1874 el «non expedit» (orden de la Santa Sede a los católicos de no participar en la vida pública italiana) sonaba claramente, el padre Tomás entendió que su periódico no podría continuar. Acató las ordenes de los superiores y prefirió estar en sintonía con el Papa y la Iglesia.
En 1877 fue consagrado Obispo de Ventimiglia, diócesis muy pobre que reorrió varias veces a lomo de mula. Fue pastor clarividente y verdadero guía espiritual de su rebaño, convoco tres sínodos en quince años, creó nuevas parroquias, renovó la liturgia y se esforzó por mantener el patrimonio artístico de las Iglesias. En 1878 fundo la Congregación de las Religiosas de Santa Marta, que tenían por finalidad «responder a las necesidades de todo tiempo»: pidió a las hermanas que acogiesen «a los más pobres entre los pobres» como Marta, que «tuvo la ventura de servir a Jesús con el humilde trabajo de sus manos». De él aprendieron a adorar en silencio, a alimentarse de la oración y a «encontrar de rodillas» el valor de una fe que nos lleva a descubrir a Cristo en los pequeñitos y en todos aquellos con los cuales él se identificó.
Cuando, en 1887, un terremoto devastó la región, el obispo, a pesar de su avanzada edad, se presentó inmediatamente junto a los afligidos por la catástrofe; y no sólo bendijo y consoló, sino que convocó a los párrocos para que le informasen sobre el estado de sus parroquias, a fin de distribuir las ayudas que recibía de muchas personas. Su remendada sotana y su reloj de mano dan testimonio de que fue un obispo que se hizo pobre por su pueblo.
En 1892 escribió al Papa: «Pido a Su Santidad que me exonere del cargo episcopal, a fin de poder ser un simple sacerdote para que la diócesis no vaya a sufrir a causa de mi edad y se confié a otro una tarea tan pesada». La respuesta del Santo Padre fue sorprendente: en mayo de ese mismo año, el beato fue nombrado Arzobispo de Génova. A pesar de sus 74 años de edad y de las dificultades, aceptó humildemente el cargo para cumplir la voluntad de Dios.
Cuando en 1900 la Italia católica decidió consagrar a Dios y a la Virgen el nuevo siglo, Tomás Regio invitó a todos los obispos de la región a una gran peregrinación al Monte Saccarello, donde se colocó la estatua del Redentor. También él partió de Génova en un carruaje de tercera clase, con otros sacerdotes y muchos peregrinos, hasta Triora, pequeña localidad a los pies del Monte. El deseo de proseguir a pie el itinerario de la peregrinación era muy fuerte, mas no le fue posible hacerlo, pues un malestar sé lo impidió. Fue el inicio de la enfermedad que lo llevaría al término de su vida. Falleció en la tarde del 22 de Noviembre de 1901, respondiendo a aquellos que le preguntaban si deseaba alguna cosa: «Dios, Dios, sólo Dios me basta!».
Artículo publicado en L'Osservatore Romano en lengua inglesa en septiembre de 2000; hemos tomado la traducción de Aciprensa, pero corrigiendo -a la vista del original- errores y problemas de redacción, y sintetizando algunos párrafos.

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