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Salomé, Santa |
Etimológicamente significa “paz”. Viene de la
lengua hebrea.
Un cristiano que pone su confianza en el hombre,
no llega a ningún puerto con seguridad y mucho menos
al corazón de Dios, el primero al que debemos amar
y el primero en el que hay que confiar.
Salomé fue
una cristiana de las primeras que se sintió fascinada por
la revolución que trajo Cristo al mundo. Pertenece al siglo
I.
Era la esposa del Zebedeo, uno de los marineros más
conocidos de Betsaida, Israel.
Era también la madre de dos de
los primeros discípulos que el Señor eligió para el ministerio,
Santiago y Juan.
Esta mujer no se contentaba con admirar a
Jesús simplemente. Se mojó en todo el sentido pleno de
la palabra.
Lo seguía por todas partes y, además, prestaba un
servicio estimable a todos los seguidores de Cristo el
Señor.
Ella, como toda madre, quería que sus dos hijos estuvieran
uno a la derecha y otro a la izquierda de
Jesús.
No había comprendido todavía nada del reino que Jesús vino
a predicar e implantar en la tierra.
Ella soñaba con un
Mesías poderosos, aguerrido y triunfador. Después se daría cuenta de
todo lo contrario.
En el día de la Pasión, ella estaba
al pie mismo de la Cruz.
Igualmente, lo poco que tuviera
de dinero, lo empleó para comprar aromas para embalsamar el
cuerpo de Jesús.
Fue también la mujer que se quedó impactada
cuando el domingo de Resurrección, al ir a la tumba,
la encontró vacía.
En el alba de la preciosa mañana en
que Cristo resucitó, tuvo la suerte de ver mucho antes
que otros que lo que había dicho el Señor se
había cumplido tal y como lo dijo.
¡Felicidades a quien lleve
este nombre!
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