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Santiago de la Marca, Santo |
Predicador incansable
De este santo, cuyo nombre está unido al de
San Bernardino de Siena y al de San Juan de
Capistrano, que lo acompañó en sus peregrinaciones apóstolicas por Europa,
tenemos muchas noticias: unas nos la refiere él mismo y
otras el humilde fraile laico, Venancio de Fabriano, que lo
acompañó constantemente desde 1463.
Santiago de la Marca, cuyo nombre de
pila era Domingo Gangali, nació en Monteprandone (Ascoli Piceno) en
1394. Quedó huérfano de padre siendo todavía muy niño, y
a los siete años fue enviado a apacentar las ovejas;
asustado por la continua presencia de un lobo misterioso, que
mas tarde él llamará “ángel de Dios y no lobo
como parecía” abandonó el rebaño y huyó a Offida acogido
por un sacerdote familiar suyo.
Siguió los estudios de derecho civil
en Perusia; llegó a ser notario. Después se estableció en
Florencia, en donde fue elegido alcalde. Regresó a las Marcas
por asuntos familiares, se detuvo en Asís y aquí, después
de un coloquio con el prior de Santa María de
los Angeles, resolvió entrar a formar parte de la familia
franciscana.
Hizo su profesión religiosa el 1 de agosto de 1416
y seis años después, ya sacerdote, fue encargado de la
predicación, ocupación que abarcaría toda su vida hasta la muerte,
el 28 de noviembre de 1476 en Nápoles.
Durante más de
medio siglo recorrió Europa oriental y centro septentrional no sólo
para predicar el nombre de Jesús (tema constante de sus
homilías, siguiendo el ejemplo de su maestro San Bernardino), sino
también para cumplir delicadas misiones encomendadas por los Papas Eugenio
IV, Nicolás V y Calixto III.
Este gran caminador parecía que
sólo se detenía el tiempo necesario para fundar un nuevo
convento o para restablecer la observancia de la genuina regla
franciscana en los ya existentes. Los últimos 18 años de
su vida los pasó casi todos predicando en las varias
regiones de Italia. Se encontraba en Aquila cuando murió San
Bernardino de Siena, en 1444, y a los seis años
pudo presenciar en Roma su solemne canonización. Lo seguía devotamente
fray Venancio, quien nos cuenta que durante una misión predicada
en Lombardía le propusieron a fray Santiago la elección para
obispo de Milán; pero el humilde fraile no aceptó. Fray
Venancio, después de la muerte del maestro, escribió una Vida
en la que narra los muchísimos milagros que hizo en
vida y después de la muerte.
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