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Omar (Audomaro), Santo |
Obispo
Martirologio Romano: En el territorio de Théouranne, en Flandes, san
Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil,
fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la
fe cristiana (c. 670).
El nombre de San Audómaro resulta más familiar y
conocido en su forma francesa de Omer, ya que en
Francia existe la ciudad de Saint-Omer donde estuvo, en tiempos
de la persecución religiosa en Inglaterra, el famoso colegio de
jesuitas que mantuvo bien provista la misión inglesa, colegio aquél
que, posteriormente, quedó en manos del clero seglar y donde
murió Alban Butler que fue su director durante algún tiempo.
El lugar de nacimiento de Omer no estaba
lejos de la ciudad de Coutances. Todas las preocupaciones de
sus padres se concentraron en él, y la educación del
joven fue su cuidado primordial. Omer respondió bien a las
esperanzas que habían sido puestas en él, progresó rápidamente en
los estudios, manifestó su inclinación hacia la vida religiosa y,
a la muerte de su madre, ingresó en el monasterio
de Luxeuil. San Eustaquio, que había sucedido al fundador San
Columbano en el gobierno de aquella casa, acogió amablemente al
joven y a su padre, que le acompañaba; ambos fueron
admitidos y, a su debido tiempo, padre e hijo hicieron
juntos su profesión religiosa. La humildad, devoción, obediencia y pureza
de costumbres que demostró poseer el joven desde un principio,
le distinguieron entre sus hermanos, aun en aquel hogar de
santos.
Con el correr del tiempo, se supo
que Thérouanne, la capital de los morini, tenía gran necesidad
de un pastor celoso y enérgico para que guiara a
sus habitantes por el buen camino. Aquella comarca, que comprendía
lo que ahora conocemos con el nombre de Pas-de-Calais, se
hallaba bajo la égida del vicio y el error, y
el rey Dagoberto buscaba afanosamente a una persona bien calificada
para restablecer la fe y la práctica de las reglas
de moral que predica el Evangelio. San Omer, que hacía
veinte años era monje en el convento de Luxeuil, fue
señalado como el hombre capaz de desempeñar la ardua tarea
y, San Acario, obispo de Noyon y Tournai, se lo
recomendó al rey, de manera que, alrededor del año 637,
Omer, que se hallaba feliz y contento en su retiro,
fue súbitamente obligado a abandonar su soledad. Al recibir la
orden, hizo este comentario: "¡Qué enorme diferencia hay entre la
segura rada en la que ahora me encuentro anclado y
ese mar tempestuoso al que me empujan, contra mi voluntad
y sin ninguna experiencia!"
La primera tarea de
su ministerio pastoral como obispo de Thérouanne fue el restablecimiento
de la fe, con toda su pureza, entre los pocos
cristianos que encontró y cuya reforma fue un trabajo tan
difícil como la conversión de los idólatras. A pesar de
los obstáculos, fue inmenso el éxito de sus labores, y
se puede afirmar que dejó su diócesis al mismo nivel
que las más florecientes de Francia. Sus sermones, llenos de
fogosa elocuencia, eran irresistibles, pero su vida ejemplar era una
prédica todavía más poderosa, puesto que alentaba a los demás
a prodigarse para dar de comer a los pobres, consolar
a los enfermos, reconciliar a los enemigos y servir a
todos, sin otro interés que el de su salvación y
la mayor gloria de Dios. Ese era el carácter del
santo obispo y de todos los que trabajaban bajo su
dirección. Entre sus principales colaboradores figuraban San Momolino, San Beltrán
y San Bertino, tres monjes a los que San Omer
sacó de Luxeuil para que le ayudasen. La asociación de
estos cuatro santos se relata y discute en el artículo
dedicado a San Bertino, el 5 de este mes. Junto
con ellos, San Omer fundó el monasterio de Sithiu, que
llegó a ser uno de los grandes seminarios de Francia.
Las biografías de San Omer relatan una serie de milagros
no muy convincentes que se le atribuyen. Durante sus últimos
años de vida, estuvo ciego, pero aquella aflicción no le
causó ningún abatimiento ni disminuyó su preocupación pastoral por su
grey. Otro de sus biógrafos dice que, cuando San Auberto,
obispo de Arras, trasladó las reliquias de San Vedast al
monasterio que había construido en su honor, San Omer estaba
presente y, en aquella ocasión, recuperó la vista durante algún
tiempo. Es probable que San Omer muriese poco después del
año 670.
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