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María Inés Teresa Arias, Beata |
Fundadora de las Congregaciones de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y
de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal
Martirologio
Romano: En Roma, Italia, Madre María Inés Teresa del Santísimo
Sacramento (en el siglo, Manuela de Jesús Arias Espinosa), Fundadora
de las Congregaciones de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento
y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal.
(† 1981)
Tomado de la Autobiografía de la Sierva de Dios y
de sus Notas Intimas las cuales fueron encontradas después de
su muerte)
Nací en Ixtlán del Río, Nayarit, México el 7
julio de 1904. Fui la quinta de ocho hijos.
Mi madre,
una mujer toda de su hogar, inteligente, llena de prudencia,
de una sensibilidad exquisita. Cuánto era querida de pobres y
ricos. Mi padre, ocupando siempre puestos públicos, no se desdeñaba
jamás de que lo vieran en la iglesia rodeado de
su familia, su esposa y 8 hijos.
Iba a fiestas familiares,
paseos y otras diversiones inocentes, me gustaba lucir y ser
atendida. Sin embargo esto no me llenaba (Experiencias Espirituales, f.
449) .
En mayo de 1924 salimos de Tepic a Colima,
sentía en mi alma algo que no acertaba a comprender.
Se acercaba el tiempo de la gracia (Exp. Esp., f.
449) .
En septiembre me dio un acceso fuerte de apendicitis.
me llevaron a Guadalajara., necesitaba operación. Me negué, tenía miedo
(Exp. Esp., f. 449) .
Antes de que regresáramos a Colima
me prestaron la vida de santa Teresita, en el camino
fui leyendo . En la lectura de «Historia de un
alma», no sólo encontré mi vocación, sino a Dios de
una manera muy especial en mí (Exp. Esp., f. 449).
En
octubre en los días del Congreso Eucarístico en México 1924,
sentía ya un cambio en mí, en la iglesia me
sentía otra, todo me empezaba a parecer despreciable. Sonó el
momento designado por la infinita misericordia para transformarme y no
lo pude resistir.
Dios, el amor, me atraía con fuerza irresistible.
Sólo quería amar y darme a Dios. Todo mi anhelo
era la Eucaristía (Exp. Esp., f. 449) .
Resolví que me
operaran para ofrecerle mis sufrimientos a Dios. Nadie en casa
se había dado cuenta del cambio operado en mí (Exp.
Esp., f. 449).
Y después en los días 8 al 12
de diciembre del mismo año inolvidable las gracias de la
Madre de Dios, sus caricias y ternuras llovieron a profusión
sobre mi pobre corazón que se sentía incapaz de resistir
a tanta dicha (Estudios y meditaciones, f. 734). Nunca sabré
decir exactamente, lo que ha sido esta Madre para mí.
Lo que si sé decir es que yo nunca acierto
a separarme de ella (Exp. Esp., f. 540).
En la fiesta
de Cristo Rey de 1926, me consagré por primera vez
al Amor Misericordioso, como víctima de holocausto (Exp. Esp. f.
451) .
Dios me llevaba por el camino de la mortificación,
y penas interiores muy intensas, por causa del deseo inmenso
de pertenecerle del todo y no poderlo realizar por las
persecuciones religiosas de México: 1926 - 1931. Nuestro Señor me
detuvo, cuánto me costó. Me marcaba el camino, y luego.
no me dejaba marchar.
Estos años de clausura en mi propia
casa me fueron de grande utilidad, pues el buen Dios
fue preparando mi alma a una vida intensa de contemplación,
siendo la oración el anhelo más grande de mi alma.
Fue
en el año 1929, el 5 de junio, cuando al
fin, después de muchas penas interiores, pude ingresar; en Los
Ángeles, California.
¡Cuán dolorosa fue mi partida!, la deseaba con ansias;
siendo Dios quien llama, ¿se le puede decir que no?
No
se puede negar que se siente el corazón partido al
dejar seres tan amados.
Pero también es verdad que Dios llena
todos esos huecos y cuando se va a encontrarse con
el Amado del alma para realizar con él, los desposorios
divinos, es una dulzura, una paz y una alegría espiritual,
que sólo las almas que lo han experimentado lo pueden
comprender.
Si yo ingresé a una Orden de clausura fue por
el deseo inmenso de imitar, en la medida de mis
fuerzas, a mi santita predilecta: santa Teresita del Niño Jesús.
Se
deslizaron los días del postulantado en una alegría exuberante. La
comunidad estaba muy pobre; yo pasé muchas hambres, eran sacrificios
para comprar almas para el cielo.
Así transcurrió el tiempo de
mi noviciado en Los Ángeles, California.
Mi primera profesión fue el
día 12 de diciembre de 1930; no podía menos que,
en ese día de mi Morenita amada. Ella me hizo
una promesa, promesa formal y solemne que yo se la
recuerdo, y le pido la cumpla.
«Si entra en los designios
de Dios servirse de ti para las obras de apostolado,
me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en
tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y
en éstos la gracia que necesiten; me comprometo además, por
los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos
con los que tuvieres alguna relación, y aunque sea tan
solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final...»
(Estudios y meditaciones, f. 735).
En ese día, le prometí solemnemente
que la haría amar del mundo entero, llevando a todos
los países su sagrada y hermosísima imagen en su advocación
de santa María de Guadalupe.
Se fue acercando el tiempo de
los votos perpetuos: 1933, el 14 de ese diciembre fue
nuestra consagración total, irrevocable, los desposorios divinos con un Dios
que no desecha a sus criaturas.
Qué día tan feliz, en
medio de nuestras pobrezas, escasez, hambres.
Se consiguió un nuevo medio
de sustento: lavado y planchado de ropa. Esto me fue
confiado a mí, lo hice varios años. Jesús, mi amado
Esposo, me ayudó a comprarle con esto muchas almas.
Mas de
esto mismo, de no poder llevar una vida plenamente contemplativa,
me ha nacido la idea de dedicar a los pobrecitos
infieles, a los paganos, las horas que en el convento
dedicamos al trabajo manual, para ganarnos la vida ( Exp.
Esp. f. 541) .
Se fue haciendo este deseo más y
más intenso, una verdadera obsesión. Trataba este negocio todos los
días con Nuestro Señor en la oración, diciéndole manifestara su
santísima voluntad.
El proyecto fundacional fue dilatado y sobre todo doloroso.
Mi alma empezaba a dudar; era yo tan feliz en
mi comunidad, mis hermanas y superiora todas me querían y
el panorama que se me presentaba era aterrador.
Le decía a
mi Jesús que manifestara su voluntad, ya que yo solamente
eso quería hacer.
En medio de las dificultades que iban surgiendo
a causa del proyecto fundacional. me seguí dedicando en cuerpo
y alma a mis novicias, de las cuales era maestra.
El panorama pacífico y tranquilo de mi convento me invadió,
llenándome de paz.
Pasado un tiempo, mi superiora me dijo que
la votación del consejo para que se hiciera la fundación
había sido unánime. Gozo, alegría, pena, incertidumbre.; Pero, al ver
así manifiesta la voluntad santísima de Dios, pedí permiso a
mi superiora para moverme en ese sentido.
Así pues, una vez
decidido el que se haría la fundación, pasado un tiempo,
tuve que renunciar a mi cargo de Maestra de Novicias
Fuimos
a Cuernavaca a recabar el permiso del Sr. obispo de
las diócesis, entonces el señor Dr. Don Francisco González Arias,
para exponerle los fines de la fundación proyectada. Al escuchar
los deseos manifestados por mí de la fundación de una
obra misionera, le gusto desde el primer momento. Quedando de
enviar a la Santa Sede las Preces solicitando dicho permiso,
el cual firmó el día 3 de diciembre de 1944.
¿Cómo
se llevó a cabo esa... fundación? . Una fundación hecha
con los debidos permisos, no deseando en nada sino hacer
la voluntad de Dios, hasta en la elección de las
hermanas que quisieran acompañarme.
Mi cuñado, que tenía unos bonitos terrenos
en la Privada de la Selva ., me ofreció darme
el que escogiera a mitad de precio (Estudios y meditaciones,
f. 725).
Tenía que empezarse la construcción y no teníamos dinero...
La Providencia se hacía esperar, probaba mi fe.
Transcurrían los días
y los meses, y en ellos penas, alegrías, dudas, sobresaltos,
envuelto todo en una gran confianza en Dios nuestro Señor
y en un esperar todo de él.
El día 2 de
agosto de 1945 se nos entregó el documento en que
la Santa Sede aprobaba la fundación en Cuernavaca.
Me dijo mi
superiora: «Ya tiene todo, ya puede salir a la fundación.
Pero ¿a dónde?, ¿a qué casa?». No la teníamos. Había
que orar, orar más y más y con inmensa confianza.
«Ya
tienes una casa a tus órdenes en Cuernavaca, para cuando
quieras irte» (me dijo Don José María, mi cuñado).
Era la
primera casa que habitamos, llamada «Quinta Jesús-María» con un jardín
muy hermoso. Las 5 hermanas que se iban a ir
conmigo ya estaban también preparadas.
Se empezaron a adquirir los muebles
indispensables como es un hermoso altar, de talla, todo en
cedro, así como su sagrario y 6 columnas en las
cuales se colocaban floreros.
La casa sólo tenía 5 cuartos; el
mejor, a la entrada, lo dedicamos a la capilla, luciendo
ya su altar de cedro. pero allí mismo, a un
lado, la hermosísima imagen de mi Reina y Madre Santa
María de Guadalupe.
La primera Misa se celebró el domingo 25
de agosto de 1945. El Santísimo se quedó expuesto durante
todo el día en acción de gracias.
Dios tuvo compasión de
su Obra, de esta Obra para la cual se había
valido del instrumento más deleznable, más inepto, más incapaz. Pero
era suya... la Obra.
Bastante se lo dije antes de iniciarla:
«Señor, si no es tu voluntad santísima, yo no quiero
hacer nada». Por esto ahora muchas veces le digo: «¡Tú
tienes la culpa, para qué te valiste de lo peor
que encontraste!»
A los años de paz, después de las guerras
anteriores, se vino una floración de vocaciones, de días muy
hermosos.
Las almas, las instituciones, tienen que pasar también por sus
cuatro estaciones, aunque los inviernos, a las veces, nos hagan
sangrar.
La Obra no es de esta miserable María Inés-Teresa, sino
de Dios sólo, que ha usado este instrumento tan deleznable
para que así resplandezca a los ojos de todas las
hijas la infinita bondad, el infinito amor y protección de
Dios.
La vocación misionera fue siempre la mía, ya que, cuando
Dios me hizo sentir el deseo de pertenecerle a él
por entero, mi vocación fue ser misionera.
Por esto me encerré
en el claustro, sabía que la oración y los sacrificios
salvan más almas, que todo lo que sea acción, si
esto va impregnado del espíritu de sacrificio, del deseo de
no sobresalir, pero sí del deseo de llevar muchas almas
a Cristo.
En una tarde tranquila de verano, el 22 de
julio de 1981, Madre Ma. Inés T. Arias entregó su
alma al Padre Eterno en un acto de amor.
"Permíteme, Señor,
que desde tu gloria siga fecundizando la semilla que deposité
en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique
más y más en las manos de los que me
han seguido en las tareas apostólicas".
"Yo seguiré viviendo en ellos
hasta la consumación de los siglos y por lo mismo,
mi trabajo no terminará hasta que se clausuren los siglos
y empiece la eternidad."
El milagroo para su beatificación
El niño Francisco
Javier Carrillo Guzmán, de un año tres meses de edad,
tras caer en una alberca, sufrió asfixia de casi ahogamiento
y como consecuencia miocardiopatía hipóxico isquémica, encefalopatía hipóxica difusa y
estenosis subglótica.
El accidente aconteció el día 17 de junio de
2001, en el rancho El Rocío, a varios kilómetros de
la ciudad de Guadalajara. Habiendo realizado repetidos intentos de reanimación,
el niño recibió los primeros auxilios médicos especializados después de
hora y media aproximadamente del momento del accidente, internándolo en
terapia intensiva pediátrica del hospital San Javier.
El pronóstico hasta los
primeros seis días fue «reservado a su evolución», agravándose aún
más, con una insuficiencia orgánica múltiple: falla hepática, pulmonar, hemática,
y neurológica así como alteraciones hidroelectrolíticas. Había muy pocas esperanzas
de vida y en caso de sobrevivir, la enfermedad dejaría
secuelas neurológicas severas.
Ante tal acontecimiento, los familiares encomendaron a la
intercesión de la sierva de Dios María Inés- Teresa Arias,
la curación total y sin secuelas del niño. El día
23 de junio, séptimo día del accidente, durante una Misa
celebrada en el convento de las hermanas misioneras clarisas se
oró con insistencia para obtener, por la intercesión de la
Madre María Inés, lo que sólo un milagro podía conseguir:
la salud total de Paquito. Ese mismo día por la
tarde, inesperadamente, el niño empezó a mejorar (comenzó a respirar
por sí mismo y a orinar).
Durante la segunda semana se
recupera totalmente y el 9 de julio es dado de
alta. Ulteriores exámenes clínicos y neurológicos han demostrado que el
niño está totalmente sano y no muestra lesión alguna sea
física que neurológica. Los médicos tratantes no encuentran explicación científica
a la total recuperación del niño por lo que se
atribuye a la intercesión de la sierva de Dios María
Inés-Teresa Arias.
ORACION PARA PEDIR ALGUNA GRACIA O MILAGRO POR SU
INTERCESIÓN Señor Padre Santo, que sostienes y guías a tu Iglesia, glorifica a
tu sierva fiel, madre María Inés Teresa Arias, fundadora de nuestra familia
misionera, ella vivió en sencillez y alegría en contemplación y acción inflamada por
el ansia misionera de dilatar el reino de Cristo concédenos venerarla en
los altares para mejor imitar su caridad misionera, y por su intercesión
concédenos la gracia que hoy te pedimos confiadamente. Amén
(se hace la petición
y se reza un padre nuestro y ave maría) Si Dios
te concede alguna gracia comunícalo a:
MISIONERAS CLARISAS, APARTADO POSTAL 1-083,
CUERNAVACA MORELOS, CP 62000, TEL (01-73), 18 58 44, FAX
18 71 53
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