Ezequiel (profeta)
Ezequiel fue un sacerdote y profeta hebreo, exiliado a 
Babilonia,
 que ejerció su ministerio desde el 595 - 570 a.C. durante el cautiverio
 de Israel en Babilonia y, a diferencia de otros profetas, captó 
importantes revelaciones en forma de visiones simbólicas de parte de 
Yahvé.
Ezequiel se caracteriza por las descripciones detalladas de las 
visiones que le fueron mostradas. Una primera aparición acerca de un 
vehículo celestial en Ezequiel 1:4-28 han sido interpretada en varios 
estudios sobre 
ufología.
Sus profecías advirtieron de la destrucción inminente de 
Jerusalén. También fue uno de los agoreros sobre la condenación de las naciones extranjeras y de la restauración de 
Israel. Su nombre Ezequiel (hebreo: 
Yejez·qé'l) significa 
Dios fortalece.
Ezequiel vivió en la misma época de los profeta 
Jeremías, 
Daniel y 
Esdras. Estaba casado (Ez:24:18), era hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías (
Joaquim) de Judá (597 a. C.) e internado en tierra 
Caldea, en el actual 
Tel-Aviv
 a orillas del río Cobar o Queb-ar. Cinco años después, a los treinta de
 su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció 
entre los desterrados durante 22 años- es decir- hasta el año 570 a. C.
A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de 
abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y
 que Dios no permitiría la destrucción de su 
Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota), hechos que ya habían sucedido.
Había, además, falsos profetas. Estos engañaban al pueblo 
prometiéndole, en un futuro cercano, el retorno al país de sus padres. 
Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de
 la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo. No pocos perdieron 
la fe y cayeron en la desesperación.
La labor del Profeta Ezequiel consistió, principalmente, en someter a
 la amonestación y llamar al arrepentimiento, combatir la idolatría. 
Predicó contra la corrupción moral y la práctica de malas costumbres. Y 
proclamó contra ideas erróneas acerca del pronto tornaviaje a Jerusalén.
 Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, 
las esperanzas del tiempo mesiánico.
Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del 
profeta (caps. 1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) 
comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda 
(caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera 
(caps. 33-48), la restauración.
"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe
 en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después 
del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de 
Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).
Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, 
imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama 
"mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
Interpretaciones doctrinarias del ministerio de Ezequiel
 Ezequiel según la tradición del Salvador
Israel está en pie de guerra y el Señor ha puesto al profeta como centinela para dar la voz de alarma ante el peligro.
Ezequiel carga con la responsabilidad del pueblo entero. Ningún 
profeta siente una necesidad tan imperiosa de entregarse al examen 
detenido de ciertos problemas y de poner en claro todas sus 
implicaciones; en una palabra, Ezequiel es no sólo profeta sino también 
teólogo.
Es significativa la forma como Ezequiel recibe en el momento de su 
vocación el mensaje que ha de transmitir: una mano le alarga el libro 
con lo que debe predicar (2, 1-3, 15).
 Impureza por el pecado y la santidad de Dios
Primera visión de Ezequiel.
 
 
 
Con su palabra y con su silencio, Ezequiel fue el advertidor de 
Israel rebelde. Todo pueblo tiene en su historia un pecado continuo, 
pero lo interesante es la idea que este profeta tiene del pecado. Pecado
 es la ofensa a la santidad de Dios y la transgresión de un orden 
sagrado, o de unas órdenes sagradas. Degollar a un inocente, es indigno 
para Ezequiel, sobre todo por la profanación del templo que ello 
ocasiona (Ez 23,39). Se explica así, la responsabilidad enorme que recae
 sobre los sacerdotes, guardianes del templo (Ez 22,26). Para el hebreo 
había lo puro y lo impuro y Yahvéh era quien definía la esfera de lo 
santo a lo puro, lo impuro y profano (Ez 8, 6-17). El problema era saber
 por dónde corría o cuál era la relación de Israel con su Dios. Porque 
el Pueblo de Dios iba o debía ir siempre en marcha, y Yahvé con él 
alumbrándole el camino.
No basta con señalar que lo que define la santidad en Israel es su 
relación con Yahvé. Hay que tener en cuenta, la jerarquía de valores de 
santidad y pureza, impureza y profanidad. De esta forma lo santo es el 
valor absoluto. Y toda purificación esta al servicio de la 
santificación. La pureza está en apartarse de lo impuro, porque 
desagrada a Yahvéh y además hay que agradar a Dios en la santidad. Por 
esto Ezequiel denuncia con vehemencia las impurezas y abominaciones de 
Israel.
No se puede decir que Ezequiel sea un predicador moralizante, sino un
 predicador de las costumbres buenas de los hombres ante Dios.
Para descubrir y denunciar el pecado, el profeta dispone de una serie
 de criterios que le ofrece la tradición sacerdotal: los mandamientos de
 la Ley. Así, los mandamientos eran dados y recibidos como señal visible
 de pertenencia al pecado de Dios.
Como resultado de un examen de conciencia, tras reconocer lo impuro y
 malo a los ojos de Yahvéh, el profeta debe predecir la destrucción a la
 ciudad sanguinaria por estar contaminada (Ez 22, 3-4).
Ezequiel cumplía su oficio encomendado de profeta, que anuncia la 
ruina del templo y de guardián del santuario donde mora la gloria de 
Yahvéh. Entonces la gloria y la santidad de Yahvé, habitaban en medio de
 su pueblo para procurarle la vida. Después de todo, el nombre de 
Yahvéh, es un nombre de gracia y perdón.
Con el destierro como castigo, Dios pretende purificar, santificar y 
renovar a Israel. La santidad al hombre mismo es en definitiva lo único 
que hace honor al hombre de Dios, porque no obliga a éste a recurrir al 
castigo.
Si miramos bien como refiere la interpetación arriba del libro del 
Profeta Ezequiel que sus profecías fueran: destrución de lo que estaba 
perjudicando el pueblo, destrucción de los enemigos y por último la 
restauración del pueblo, Dios no hace nada en vano todo tiene un porque y
 una respuesta, Dios no destruye nada y deja su pueblo a la pérdida, no.
 El siempre restaura.
 Comunidad y Persona
Al sentir Ezequiel el peso crítico de la comunidad desterrada por 
Dios, responde al pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...”(Ez
 18,3-4). Es interesante el contraste de Ezequiel de lo individual a lo 
comunitario. Por una parte trata de la responsabilidad y libertad 
personales y por otra, emite juicios globales y de grandes secuencias 
históricas.
En el espíritu hebreo parece coexistir dos esquemas de pensamiento; análogos a los siguientes enunciados:
• Justicia Electiva – Dios se escoge un pueblo, le da una ley y lo 
bendice. Se castiga en forma pedagógica hacia el perdón. Este sistema 
concierne al pueblo. • Justicia Retributiva – Se cuenta la observancia y
 las transgresiones sin dejar de ser un don divino, es un programa 
humano de acciones meritorias y satisfacción por los pecados, y su 
juicio particular sobre unas y otras. Este sistema concierne al 
individuo.
Se puede distinguir de lo anterior dos momentos así:
• Momento de lo comunitario (Israel Antiguo) Uno no se pierde ni se 
salva sólo. Esta es la primera enseñanza de Israel. En este primer 
período la salvación se materializa en recompensas terrenas y el pecado 
se castiga con desastres temporales. Predomina la idea de la 
solidaridad, idea que se va purificando a medida que el grupo étnico se 
va haciendo más comunidad religiosa.
• Momento de la persona (Destierro y Restauración) Ezequiel los hizo a
 todos solidarios porque vio a cada uno comulgando con la conducta 
culpable de sus antepasados, lo mismo que con la de sus contemporáneos. 
Pero el proverbio de los hijos que tienden a realizar lo mismo que sus 
padres, es considerado por la nueva generación como algo de lo cual se 
considera independiente de sus antepasados (Ez 18,2). Y a ella le da 
razón Ezequiel cuando afirma que en la nueva era, cada uno va a estar 
delante de Dios con lo que es, bueno o malo y no con lo que otros fueron
 o con lo que fue él mismo (Ez 18, 4). Cuando se forma un Israel más 
cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.
Finalmente a Ezequiel se le ha llamado el “Padre del Judaísmo”, por 
haber inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, 
la resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío. La
 temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en 
buena parte este apelativo.
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Ezequiel (profeta). 
 
 
EL PROFETA EZEQUIEL

Ezequiel fue un sacerdote y profeta mayor hebreo exiliado a 
Babilonia. Sus profecías avisaron de la destrucción inminente de 
Jerusalén. También fue uno de los oráculos sobre la condenación de las naciones extranjeras y de la restauración de 
Israel. Su nombre Ezequiel (hebreo: 
Yejez·qé'l) significa 
Dios Fortalece. Iniciamos diciendo que Ezequiel se caracteriza como un hombre teólogo entre los profetas.
 
 
Ezequiel,
 hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia 
junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a 
orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf.
 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los 
desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.
 
A
 pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de 
abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y
 que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa
 (véase Jer. 7, 4 y nota). Había, además, falsos profetas que engañaban 
al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus 
padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la 
noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se 
entregaron a la desesperación.
 
La
 misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la 
idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas 
acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el 
Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud 
mesiánica.
 
Divídese
 el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 
1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las 
profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el 
castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la 
restauración.
 
"Es
 notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en 
forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del 
cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de 
Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).
 
Las
 profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y
 acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la
 palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
srael está en pie de guerra y el Señor ha puesto al profeta como centinela para dar la voz de alarma ante el peligro. 
Ezequiel
 carga con la responsabilidad del pueblo entero. Ningún profeta siente 
una necesidad tan imperiosa de entregarse al examen detenido de ciertos 
problemas y de poner en claro todas sus implicaciones; en una palabra, 
Ezequiel es no sólo profeta sino también teólogo.
 
Es
 significativa la forma como Ezequiel recibe en el momento de su 
vocación el mensaje que ha de transmitir: una mano le alarga el libro 
con lo que debe predicar (2, 1-3, 15).
Con
 su palabra y con su silencio, Ezequiel fue el acusador de Israel 
rebelde. Todo pueblo tiene en su historia un pecado continuo, pero lo 
interesante es la idea que este profeta tiene del pecado. Pecado es la 
ofensa a la santidad de Dios y la transgresión de un orden sagrado, o de
 unas órdenes sagradas. Degollar a un inocente, es indigno para 
Ezequiel, sobre todo por la profanación del templo que ello ocasiona (Ez
 23,39). Se explica así, la responsabilidad enorme que recae sobre los 
sacerdotes, guardianes del templo (Ez 22,26). Para el hebreo había lo 
puro y lo impuro y Yahvéh era quien definía la esfera de lo santo a lo 
puro, lo impuro y profano (Ez 8, 6-17). El problema era saber por dónde 
corría o cuál era la relación de Israel con su Dios. Porque el Pueblo de
 Dios iba o debía ir siempre en marcha, y Yahvéh con él alumbrándole el 
camino.
 
No
 basta con señalar que lo que define la santidad en Israel es su 
relación con Yahvéh. Hay que tener en cuenta, la jerarquía de valores de
 santidad y pureza, impureza y profanidad. De esta forma lo santo es el 
valor absoluto. Y toda purificación esta al servicio de la 
santificación. La pureza está en apartarse de lo impuro, porque 
desagrada a Yahvéh y además hay que agradar a Dios en la santidad. Por 
esto Ezequiel denuncia con vehemencia las impurezas y abominaciones de 
Israel.
 
No
 se puede decir que Ezequiel sea un predicador moralizante, sino un 
predicador de las costumbres buenas de los hombres ante Dios.
 
Para
 descubrir y denunciar el pecado, el profeta dispone de una serie de 
criterios que le ofrece la tradición sacerdotal: los mandamientos de la 
Ley. Así, los mandamientos eran dados y recibidos como señal visible de 
pertenencia al pecado de Dios.
 
Como
 resultado de un examen de conciencia, tras reconocer lo impuro y malo a
 los ojos de Yahvéh, el profeta debe conminar las destrucción a la 
ciudad sanguinaria por estar contaminada (Ez 22, 3-4).
 
Ezequiel
 cumplía así su doble oficio de profeta acusador, que anuncia la ruina 
del templo y de guardián del santuario donde mora la gloria de Yahvéh. 
Entonces la gloria y la santidad de Yahvéh, habitaban en medio de su 
pueblo para procurarle la vida. Después de todo, el nombre de Yahvéh, es
 un nombre de gracia y perdón.
 
Con
 el destierro como castigo, Dios pretende purificar, santificar y 
renovar a Israel. La santidad al hombre mismo es en definitiva lo único 
que hace honor al hombre de Dios, porque no obliga a éste a recurrir al 
castigo.
Toda la 
historia de pecados de Israel ha sido larga. Al sentir Ezequiel el peso 
crítico de la comunidad desterrada y ajusticiada por Dios, responde al 
pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...”(Ez 18,3-4). Es 
interesante el contraste de Ezequiel de lo individual a lo comunitario. 
Por una parte trata de la responsabilidad y libertad personales y por 
otra, emite juicios globales y de grandes secuencias históricas.
 
En el espíritu hebreo parece coexistir dos esquemas de pensamiento; análogos a los siguientes enunciados:
 
•
 Justicia Electiva – Dios se escoge un pueblo, le da una ley y lo 
bendice. Se castiga en forma pedagógica hacia el perdón. Este sistema 
concierne al pueblo. • Justicia Retributiva – Se cuenta la observancia y
 las transgresiones sin dejar de ser un don divino, es un programa 
humano de acciones meritorias y satisfacción por los pecados, y su 
juicio particular sobre unas y otras. Este sistema concierne al 
individuo.
 
Se puede distinguir de lo anterior dos momentos así:
 
•
 Momento de lo comunitario (Israel Antiguo) Uno no se pierde ni se salva
 sólo. Esta es la primera enseñanza de Israel. En este primer período la
 salvación se materializa en recompensas terrenas y el pecado se castiga
 con desastres temporales. Predomina la idea de la solidaridad, idea que
 se va purificando a medida que el grupo étnico se va haciendo más 
comunidad religiosa.
 
•
 Momento de la persona (Destierro y Restauración) Ezequiel los hizo a 
todos solidarios porque vio a cada uno comulgando con la conducta 
culpable de sus antepasados, lo mismo que con la de sus contemporáneos. 
Pero el proverbio de los hijos que tienden a realizar lo mismo que sus 
padres, es considerado por la nueva generación como algo de lo cual se 
considera independiente de sus antepasados (Ez 18,2). Y a ella le da 
razón Ezequiel cuando afirma que en la nueva era, cada uno va a estar 
delante de Dios con lo que es, bueno o malo y no con lo que otros fueron
 o con lo que fue él mismo (Ez 18, 4). Cuando se forma un Israel más 
cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.
 
Finalmente
 a Ezequiel se le ha llamado el “Padre del Judaísmo”, por haber 
inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, la 
resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío. La 
temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en 
buena parte este apelativo.
LAS VISIONES DE EZEQUIEL (BIBLIA)
Introducción
       1:1
 El año treinta, el día        quinto del cuarto mes, mientras me 
encontraba en medio de los deportados,        a orillas del río Quebar, 
se abrió el cielo 
        y tuve visiones divinas.         
1:2 El día cinco del mes —era        el año quinto de la deportación del rey Joaquín—        
        
        
        
        
         
1:3
 la palabra del Señor llegó        a Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, 
en el país de los caldeos,        a orillas del río Quebar. Allí la mano
 del Señor descendió        sobre él.
LA        VISIÓN INAUGURAL Y LA VOCACIÓN DEL PROFETA
Visión        del carro divino
             
1:4
 Yo miré, y vi un viento huracanado        que venía del norte, y una 
gran nube con un fuego fulgurante y un        resplandor en torno de 
ella; y de adentro, de en medio del fuego, salía        una claridad 
como de electro.         
1:5 En medio del fuego, vi la figura        de cuatro seres vivientes, 
        que por su aspecto parecían hombres.         
1:6 Cada uno tenía cuatro rostros        y cuatro alas.        
1:7 Sus piernas eran rectas; sus pies,        como pezuñas de ternero, y resplandecían con el fulgor del        bronce bruñido.         
1:8
 Por debajo de sus alas, aparecían        unas manos de hombre, sobre 
los cuatro costados; los cuatro seres tenían        rostros y alas.        
1:9 Sus alas se tocaban una a la otra,        y ellos no se volvían cuando avanzaban: cada uno iba derecho hacia        adelante.         
1:10
        En cuanto a la forma de sus rostros, los cuatro tenían un rostro
        de hombre, un rostro de león a la derecha, un rostro de toro a 
la        izquierda, y un rostro de águila. 
        
         
1:11
 Sus alas estaban extendidas hacia        lo alto: cada uno tenía dos 
alas que se tocaban entre sí y        otras dos que les cubrían el 
cuerpo.         
1:12 Ellos avanzaban de frente: iban        adonde los impulsaba el espíritu, y no se volvían al avanzar.         
1:13        Entre los seres vivientes había un fuego como de brasas incandescentes,        como de antorchas, 
        que se agitaba en medio de ellos; el fuego resplandecía, y de él        salían rayos.          
1:14 Los seres vivientes iban y venían,        y parecían relámpagos.        
1:15 Yo miré a los seres vivientes,        y vi que en el suelo, al lado de cada uno de ellos, había una rueda.                
1:16
 El aspecto de las ruedas era brillante        como el topacio y las 
cuatro tenían la misma forma. En cuanto a su        estructura, era como
 si una rueda estuviera metida dentro de otra.         
1:17 Cuando avanzaban, podían        ir en las cuatro direcciones, y no se volvían al avanzar.          
1:18 Las cuatro ruedas        tenían llantas, y yo vi que las llantas estaban llenas de ojos, en        todo su alrededor. 
        
         
1:19
 Cuando los seres vivientes avanzaban,        también avanzaban las 
ruedas al lado de ellos, y cuando los seres        vivientes se elevaban
 por encima del suelo, también se elevaban las        ruedas.         
1:20
 Ellos iban adonde los impulsaba        el espíritu, y las ruedas se 
elevaban al mismo tiempo, porque el        espíritu de los seres 
vivientes estaba en las ruedas.         
1:21
 Cuando ellos        avanzaban, avanzaban las ruedas, y cuando ellos se 
detenían, se detenían        las ruedas; y cuando ellos se elevaban por 
encima del suelo, las ruedas        se elevaban al mismo tiempo, porque 
el espíritu de los seres vivientes        estaba en las ruedas. 
         
1:22 Sobre las cabezas        de los seres vivientes, había una especie de plataforma reluciente        como el cristal, 
        que infundía temor y se extendía por encima de sus cabezas.                 
1:23
 Ellos estaban debajo de la plataforma        con las alas erguidas, 
tocándose una a la otra, mientras las otras        dos les cubrían el 
cuerpo.         
1:24 Yo oí        el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas        torrenciales, 
        
        como
 la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o de un     
   ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas.          
1:25 Y se produjo un estruendo sobre        la plataforma que estaba sobre sus cabezas.         
1:26
 Encima de la        plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo
 así como        una piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de 
esa especie de trono,        en lo más alto, una figura con aspecto de 
hombre. 
        
         
1:27
 Entonces vi        un fulgor como de electro, algo así como un fuego 
que lo rodeaba        desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi
 algo así        como un fuego y una claridad alrededor de él: 
         
1:28
 como el aspecto        del arco que aparece en las nubes los días de 
lluvia, así        era la claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto, 
la semejanza de la        gloria del Señor. 
        Al verla, caí con el rostro en tierra y oí una voz que hablaba. 
Visión        del libro
             
2:1 Esa voz me dijo: Levántate,        hijo de hombre, porque voy a hablarte.        
2:2 Cuando me habló, un espíritu        entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché        al que me hablaba.         
2:3
 Él me dijo: Hijo de hombre,        yo te envío a los israelitas, a un 
pueblo de rebeldes que se han        rebelado contra mí; ellos y sus 
padres se han sublevado contra mí        hasta el día de hoy.         
2:4
 Son hombres obstinados y de corazón        endurecido aquellos a los 
que yo te envío, para que les digas: "Así        habla el Señor".        
2:5
 Y sea que escuchen o se nieguen        a hacerlo —porque son un pueblo 
rebelde— sabrán que hay un profeta        en medio de ellos.        
2:6
 En cuanto a ti, hijo de hombre,        no les temas ni tengas miedo de 
lo que digan, porque estás entre        cardos y espinas, y sentado 
sobre escorpiones; no tengas miedo de lo que        digan ni te 
acobardes delante de ellos, porque son un pueblo rebelde.         
2:7 Tú les comunicarás        mis palabras, sea que escuchen o se nieguen a hacerlo, porque son un pueblo        rebelde.         
2:8
 Y tú, hijo        de hombre, escucha lo que te voy a decir; no seas 
rebelde como ese pueblo        rebelde: abre tu boca y come lo que te 
daré. 
         
2:9 Yo miré y vi una mano extendida        hacia mí, y en ella había un libro enrollado.         
2:10 Lo desplegó        delante de mí, y estaba escrito de los dos lados; 
        en él había cantos fúnebres, gemidos y lamentos. 
3:1        Él me dijo: Hijo de hombre, come lo que tienes delante: come este        rollo, y ve a hablar a los israelitas.         
3:2 Yo abrí mi boca y él        me hizo comer ese rollo.        
3:3
 Después me dijo: Hijo de        hombre, alimenta tu vientre y llena tus
 entrañas con este libro que        yo te doy. Yo lo comí y era en mi 
boca dulce como la miel. 
         
3:4 Él me dijo: Hijo de hombre,        dirígete a los israelitas y comunícales mis palabras.         
3:5 Porque no se te envía a un        pueblo que habla una lengua oscura y difícil, sino al pueblo de Israel.        
3:6
 Si yo te enviara a pueblos numerosos        que hablan una lengua 
oscura y difícil, cuyas palabras no entiendes,        ellos te 
escucharían.        
3:7
 Pero el pueblo de Israel no querrá        escucharte, porque no quieren
 escucharme a mí, ya que todos los israelitas        tienen la frente 
dura y el corazón endurecido.         
3:8 Por eso yo haré tu rostro        duro como el de ellos y tu frente dura como la de ellos:        
3:9
 haré tu frente como el diamante,        que es más duro que la roca. No
 les tengas miedo ni te acobardes        delante de ellos, porque son un
 pueblo rebelde.        
El        profeta entre los deportados
     
3:10        Él me dijo: Hijo de hombre, recibe en tu corazón y escucha        atentamente todas las palabras que yo te diré;        
3:11
 después, dirígete        a tus compatriotas que están en el exilio y 
háblales. Sea        que te escuchen o que se nieguen a hacerlo, les 
dirás: "Así        habla el Señor".        
3:12
 Entonces un espíritu me        arrebató y oí detrás de mí el estruendo 
de un        gran tumulto, cuando la gloria del Señor se levantó de su  
      sitio;         
3:13
 oí el ruido que hacían        las alas de los seres vivientes al 
juntarse una con la otra, el ruido de        las ruedas al lado de ellos
 y el estruendo de un gran tumulto.        
3:14
 El espíritu me arrebató        y me llevó, y yo fui, amargado y lleno 
de furor, mientras la mano        del Señor pesaba fuertemente sobre mí.
         
3:15
 Así llegué a Tel        Aviv, junto a los deportados, que habitaban a 
orillas del río Quebar;        y allí permanecí siete días como aturdido
 en medio        de ellos.
     
3:16        Al cabo de siete días, la palabra del Señor me llegó        en estos términos:
     
3:17
 Hijo de hombre, yo te he puesto        como centinela del pueblo de 
Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca,        tú les advertirás
 de parte mía.
     
3:18
 Cuando yo diga al malvado: "Vas        a morir", si tú no se lo 
adviertes, si no hablas para advertir        al malvado que abandone su 
mala conducta, y de esa manera salve su vida,        el malvado morirá 
por su culpa, pero a ti te pediré cuenta        de su sangre.
     
3:19
 Si tú, en cambio, adviertes        al malvado y él no se convierte de 
su maldad y de su mala conducta,        él morirá por su culpa, pero tú 
habrás salvado        tu vida.
     
3:20
 Y cuando el justo se aparte de        su justicia para hacer el mal, yo
 lo haré tropezar, y él morirá        porque tú no se lo has advertido: 
morirá por su propio pecado        y no le serán tenidas en cuenta sus 
obras de justicia, pero a ti        te pediré cuenta de su sangre.
     
3:21
 Si tú, en cambio, adviertes        al justo para que no peque y el 
justo no peca, él vivirá porque        ha sido advertido, y tú habrás 
salvado tu vida.
LA        PREDICACIÓN DE EZEQUIEL ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN
El        profeta atado y reducido a silencio
     
3:22        La mano del Señor descendió sobre mí y él me        dijo: Levántate, sal al valle y allí te hablaré.        
3:23
 Yo me levanté y salí        al valle: la gloria del Señor estaba allí 
como la gloria que        había visto junto al río Quebar, y caí con el 
rostro        en tierra.        
3:24
 Entonces un espíritu entró        en mí y me hizo permanecer de pie. Él
 me habló y me        dijo: Ve a encerrarte dentro de tu casa.         
3:25
 En cuanto a ti, hijo de hombre,        pondrán sogas sobre ti y te 
atarán con ellas, para que no        puedas presentarte en medio de 
ellos.        
3:26
 Yo haré que se te pegue        la lengua al paladar y quedarás mudo: 
así dejarás de        reprenderlos, porque son un pueblo rebelde.        
3:27
 Pero cuando yo te hable, abriré        tu boca y les dirás: "Así habla 
el Señor: el que        quiera escuchar que escuche, y el que no quiera 
escuchar que no escuche",        porque son un pueblo rebelde.
Anuncio        simbólico del sitio de Jerusalén
     
4:1        Hijo de hombre, toma un ladrillo, colócalo delante de ti y graba        sobre él la ciudad de Jerusalén.        
4:2
 Luego la sitiarás: levantarás        contra ella torres de asedio, 
harás terraplenes, instalarás        campamentos y emplazarás a su 
alrededor máquinas de guerra.                
4:3
 Toma en seguida una sartén        de hierro y colócala como muro de 
hierro entre ti y la ciudad. Mírala        fijamente: ella quedará 
sitiada y tú serás el que la        asedia. Esto es una señal para los 
israelitas.        
4:4
 Acuéstate sobre el lado izquierdo,        y yo pondré sobre ti las 
culpas de los israelitas: tú cargarás        con sus culpas durante todo
 el tiempo que estés acostado sobre ese        lado.         
4:5
 Yo te he fijado un número        de días equivalente a los años de su 
iniquidad: por eso, durante        trescientos noventa días cargarás con
 las culpas del pueblo        de Israel.         
4:6
 Al cabo de estos días, te        acostarás por segunda vez, sobre el 
lado derecho, y cargarás        con las culpas del pueblo de Judá 
durante cuarenta días: yo        te he fijado un día por cada año.        
4:7 Después dirigirás        tu rostro y tu brazo desnudo hacia el asedio de Jerusalén y profetizarás        contra ella.         
4:8
 Yo te ato con sogas, para que no        puedas darte vuelta de un lado a
 otro, hasta que hayas cumplido los días        de tu asedio.        
4:9
 Toma también trigo, cebada,        habas, lentejas, mijo y espelta: 
échalos en un recipiente y prepárate        con eso la comida. Tú 
comerás de ese pan durante todo el tiempo        que estés acostado de 
un lado, o sea, durante ciento noventa días.                
4:10 Cada día pesarás        una ración de veinte siclos, y la comerás a una hora determinada.                
4:11 También beberás el        agua medida —la sexta parte de un hin— y la beberás a una hora determinada.                
4:12
 Prepararás este alimento        en forma de galleta de cebada y lo 
cocerás sobre excrementos humanos,        a la vista del pueblo.        
4:13
 Y tú dirás: "Así        habla el Señor, el Dios de Israel: Así de 
impuro será        el pan que comerán los israelitas, entre las naciones
 adonde yo los        arrojaré".         
4:14
 Entonces exclamé: ¡Señor,        yo nunca he incurrido en impureza! 
Desde mi infancia hasta el presente,        jamás he comido un animal 
encontrado muerto o despedazado, ni ha        entrado carne impura en mi
 boca.        
4:15
 Él me respondió:        "Está bien, te permito que en lugar de 
excrementos humanos uses        bosta de vaca para hacer tu pan".        
4:16
 Luego añadió: "Hijo        de hombre, yo acabaré con las reservas de 
pan que hay en Jerusalén:        comerán angustiosamente el pan 
racionado y beberán ansiosamente        el agua medida.         
4:17 De esta manera, al faltar el pan        y el agua, todos desfallecerán y se pudrirán a causa de sus        culpas".
El        simbolismo del pelo dividido en tres partes
     
5:1
        Hijo de hombre, toma una espada afilada, úsala como navaja de 
afeitar        y pásala por tu cabeza y por tu barba; después toma una 
balanza        y divide en partes el pelo que hayas cortado.         
5:2
 Una tercera parte, la quemarás        en medio de la ciudad, cuando se 
cumplan los días del asedio; la        otra tercera parte, la cortarás 
con la espada, alrededor de toda        la ciudad; y la tercera parte 
restante, la esparcirás al viento —y        yo desenvainaré la espada 
detrás de ellos—.        
5:3 De esta última parte, tomarás        una pequeña cantidad y la recogerás en tu manto.         
5:4
 Y de allí mismo, recogerás        unos pocos cabellos, los arrojarás al
 fuego y los quemarás.        De allí saldrá fuego sobre todo Israel.        
5:5
 Así habla el Señor:        Esta es la ciudad de Jerusalén. Yo la había 
puesto en medio        de las naciones, con otros países a su alrededor.
         
5:6
 Pero ella se rebeló contra        mis leyes con una maldad mayor que la
 de las naciones, y contra mis preceptos,        más que los países que 
la rodean. Sí, han despreciado        mis leyes y no han seguido mis 
preceptos.        
5:7
 Por eso, así habla el Señor:        Porque ustedes han sido más 
rebeldes que las naciones que los rodean        y no han seguido mis 
preceptos, porque no han practicado mis leyes y ni        siquiera han 
procedido según las costumbres de las naciones que los        rodean,        
5:8 por eso, así habla el Señor:        Yo también me pongo contra ti y haré justicia a la vista de        todas las naciones:        
5:9 haré contigo lo que nunca        hice ni haré jamás, a causa de todas tus abominaciones.          
5:10 Por eso, los        padres comerán a sus hijos, 
        
        
        y los hijos comerán a sus padres; te infligiré justos castigos  
      y dispersaré a todos los vientos todo lo que reste de ti.         
5:11
 Por eso, juro por mi vida —oráculo        del Señor—: por haber 
contaminado mi Santuario con todos tus        horrores y todas tus 
abominaciones, también yo te arrasaré,        sin una mirada de piedad y
 sin compadecerme.         
5:12
 Una tercera parte de tu pueblo        morirá por la peste y perecerá de
 hambre en medio de ti; la        otra tercera parte caerá al filo de la
 espada en tus alrededores;        y a la tercera parte restante, la 
dispersaré a todos los vientos        y desenvainaré la espada detrás de
 ellos.        
5:13
 Desahogaré mi ira, saciaré        mi furor contra ellos y me vengaré; y
 cuando haya desahogado mi furor        contra ellos, sabrán que yo, el 
Señor, he hablado llevado        por mis celos.        
5:14 Te convertiré en ruinas        y en oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los que        pasen.         
5:15
 Serás oprobio y objeto de        ultraje, escarmiento y motivo de 
horror para las naciones que te rodean,        cuando yo te inflija 
justos castigos con ira, con indignación y con        violentos 
reproches. Yo, el Señor, he hablado.        
5:16
 Y cuando arroje contra ustedes        las flechas siniestras del 
hambre, las flechas exterminadoras que enviaré        para destruirlos, 
yo les haré pasar hambre y acabaré con las        reservas de pan.          
5:17
 Enviaré        contra ustedes el hambre y las bestias feroces, y ellas 
te privarán        de tus hijos; pasarán por ti la peste y la sangre, y 
haré        venir la espada contra ti. 
        Yo, el Señor, he hablado. 
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LAS VISIONES DE EZEQUIEL 
 
EZEQUIEL 47
- LA BIBLIA ENSEÑA DE PROFETAS MAYORES Y MENORES. TRES MAYORES: ISAIAS, JEREMIAS Y EZEQUIEL.
 
- ISAIAS: PROFETA DEL HIJO. (IS 53).
 
- JEREMIAS:
 PROFETA DEL PADRE. NOS ENSEÑA LA RELACION QUE TUVO CON JEHOVA, PORQUE 
NO TENIA UN MENSAJE LO MANDARON A CASA DEL ALFARERO.
 
- EZEQUIEL: PROFETA DEL ESPIRITU SANTO. LA COMUNION CON EL ESPIRITU. FUE UN HOMBRE DE EXPERIENCIAS SOBRENATURALES.
 
 
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PRIMERA VISION.
LA DE LOS SERES VIVIENTES. CUATRO EVANGELIOS. CUATRO MANIFESTACIONES DEL HIJO. 
- MATEO - REY
 
- MARCOS - SIERVO
 
- LUCAS - HOMBRE
 
- JUAN - DIOS.
 
 
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SEGUNDA VISION.
ABOMINACION QUE SE HACIA EN EL TEMPLO.
EZEQ 8
- OFRENDAS
 VEGETALES ENCENDIDAS, SE QUEMABAN Y EL HUMO ERA ASPIRADO POR LOS 
SACERDOTES (SE DROGABAN). YA NO OFRECIAN OFRENDAS ANIMALES. PERO SOLO 
OFRECIAN OFRENDAS DE PAZ DIZQUE PARA DIOS, PERO NO ERA ASI.
 
- PORQUE ELLOS ERAN LOS QUE INHALABAN LA OFRENDA, NO DIOS.
 
- CUANDO ESTABAN MAREADOS ABRIAN LAS VENTANAS  Y ADORABANA AL SOL, A LA LUNA, A LAS ESTRELLAS.
 
 
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TERCERA VISION.
LA MATANZA DE LOS INOCENTES.
- DIOS
 LE ENSEÑA A PONER GUARDAS A EZEQUIEL. LA IGLESIA ES CENTINELA, TENEMOS 
LA RESPONSABILIDAD DE NUESTRA FAMILIA. SI SE MUERE UNO DE NUESTRA 
FAMILIA SIN HABER OIDO, ESA SANGRE CLAMARA VENGANZA.
 
- NOE SE LLEVO 120 AÑOS ANUNCIANDO EL DILUVIO, SIN  RADIO, NI PRENSA, NI TV Y LOGRO QUE TRES GENERACIONES OYERAN DEL DILUVIO. EL TERMINO SU CARRERA CON GOZO.
 
 
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CUARTA VISION.
LA VISION DE LA GLORIA DEL SEÑOR.
- TRES GLORIOSAS MANIFESTACIONES.
 
- EZEQUIEL VEIA LA GLORIA DE DIOS MOVIENDOSE . Jn 17.  LA GLORIA QUE ME DISTE, LES HE DADO. LA GLORIA QUE ME DISTE, LES HES DADO .
 
- LA
 GLORIA DE LA QUE JESUS HABLA ES LA QUE HACE QUE EL Y SU PADRE SEAN UNO.
 ¿QUÉ ES MAS GRANDE VER LA GLORIA DEL PADRE, O AL PADRE?
 
- MOISES PASO VIENDO CARA A CARA  A JEHOVA PERO EL PIDIO: "QUIERO VER TU GLORIA". 
 
- JUAN 14:17-18
 
- AL
 ESPIRITU LO CONOCEMOS. ESO FUE LO QUE EZEQUIEL VIO, EL ESPIRITU SANTO. 
MOVIENDOSE DE UN LADO PARA OTRO, TOCABA UN LADO, LUEGO OTRO Y ASI…
 
 
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QUINTA VISION. 
EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS.
 
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SEXTA VISION.
LA VISION DEL TEMPLO FUTURO.
- LA
 MANIFESTACION GLORIOSA DE LA IGLESIA. LA IGLESIA ES EL TEMPLO DEL 
ESPIRITU SANTO Y ESTARA SIENDO ATAVIADA POR EL MISMO. PARA QUE TODO SEA 
GLORIOSO. (RUT).
 
 
EZEQUIEL 47:1-12
- LA PALABRA VIVA EN TRES DIMENSIONES. VS 1-2.
 
- LA
 PALABRA TIENE MLES DE PROMESAS. UNA DE ELLAS ES: POR SU LLAGA FUIMOS 
CURADOS. ESTO ES LOGOS, PERO LA FE HACE QUE LOGOS SE CONVIERTA EN RHEMA,
 HACE QUE ESA PALABRA ESTE VIVA HOY.
 
- LA
 IGLESIA DEBE DE VIVIR POR RHEMA, NO POR LO ESCRITO SI SOLO VIVIESEMOS 
POR LO ESCRITO, ENTONCES PONGAMOSLE UNA VELADORA A LA BIBLIA, DURMAMOS 
CON LA BIBLIA ABIERTA EN EL SALMO 91, PERO EL RHEMA ES LO QUE HACE QUE 
EL SALMO 23 ESTE VIVO, COMO LO ESTUVO PARA DAVID CUANDO LO ESCRIBIO. ESE
 ES EL ESPIRITU DE LA PALABRA, CUANDO DESCUBRIMOS LO QUE SINTIO Y VIVIO 
EL QUE LO ESCRIBIO.
 
JUAN 1:1
- TRES MANIFESTACIONES DEL VERBO. VERBO=ACCION.
 
- LA PALABRA NO FUE DADA SOLO PARA QUE ESTE ESCRITA, SINO PARA ACTUAR. SI LA BIBLIA DICE: SANARAN LOS ENFERMOS, HAY QUE PROBARLO.
 
- CUANDO
 SE TRABARON EN COMBATE EL REINO DE LAS TINIEBLAS Y EL REINO DE LA LUZ, 
LOS DOS USARON LA PALABRA PERO SATANAS USO EL LOGOS Y JESUS USO EL 
RHEMA.
 
- TODOS LOS QUE AMAMOS LA PALABRA, DEBEMOS DE SER COMO EL SALMO 1, ÁRBOLES PLANTADOS JUNTO A CORRIENTES DE AGUAS, COMO EN EZ 47.
 
 
TRES MANIFESTACIONES EN EZ 47:1
 
1.- LAS AGUAS BROTABAN. PALABRA INSPIRADA. VERSICULOS  QUE VAN Y SALTAN.
- SI EL ESPIRITU TOMA LA PALABRA ES ESPADA DE DOS FILOS.
 
- SI EL PADRE TOMA LA PALABRA ES MARTILLO .
 
- SI EL HIJO TOMA LA PALABRA ES TROMPETA.
 
- DEBEMOS DE SABER QUIEN VA A DAR LA PALABRA..
 
- TENEMOS QUE IR AL PULPITO CON EL REHMA.
 
2.- LAS AGUAS DESCENDIAN. PALABRA REVELADA.
3.-
 VS 2. LAS AGUAS FLUIAN. PALABRA VIVA EN NUESTRA BOCA. EL HABLARA POR 
NOSOTROS, AÑOS Y NO FLUYE LA PALABRA DE DIOS, NO ES NORMAL. 
MOISES: MI PROBLEMA ES QUE NO SE HABLAR, PERO SOLO SE LOGRA EJERCITANDOSE. 
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