“Si ambos se separan uno de la otra, ya no hay una persona, ya no hay
una realidad viva y subsistente hecha a imagen y semejanza de Dios. El `matrimonio`
del cuerpo y alma en una persona es una de las cosas que hacen del hombre una
imagen de Dios; y lo que Dios ha unido, ningún hombre puede separar sin peligro
para su cordura.”
New
sedes of Contemplatión, 27.
Como ser humano,
tengo un alma. Es lo que me hace distinta de otras criaturas vivientes en el
planeta. Tengo una naturaleza espiritual que desea alcanzar el Misterio de
Dios. Tengo una naturaleza que se preocupa por mi mundo y por los demás.
Esta naturaleza
espiritual habita un cuerpo único para mí. Sin este cuerpo, no podría
conectarme con el mundo tal como fue creado. El cuerpo es mi puente para
contactarme con otras personas, con la tierra y con el universo. Mediante mi
encarnación, puedo tocar a otras personas físicamente. Puedo dar expresión a la
pasión de Dios en mí, por medio de cantos, danzas y palabras; y mis emociones
tienen un vehículo en mis miembros y nervios, mediante los cuales expresan los
movimientos de mi vida interior.
Si yo fuera sólo
espíritu, no tendría un modo concreto de hablar al mundo sobre mi existencia y
pensamientos. Muchos filósofos y espiritualistas a través de los siglos han
tratado de rebajar la importancia del cuerpo en la vida espiritual. No reconocieron
la necesidad de sus propios cuerpos para registrar sus ideas acerca del viaje
espiritual. Estaban confundidos y temerosos por los impulsos y los abusos de
personas cuya encarnación les producía conflictos. El miedo de una mala
elección los hacía negar sus cuerpos, como si éstos fueran la fuente del mal
que ellos percibían.
Pero ¿Cómo podría
sentir alegría sin un corazón palpitante, sin ojos mediante los cuales ver el
mundo y un cerebro a través del que puedo descifrar su mensaje?¿Cómo podría
comunicar esta maravilla de mi alma sin una lengua para hablar y sin otros que
escuchen desde sus propios seres encarnados?
El cuerpo necesita
de mi espíritu para ayudarlo a canalizar sus energías hacia expresiones sanas.
El espíritu necesita de mi cuerpo para expresarse en el mundo, de manera que
pueda tener una vida comunitaria, en comunicación con otras personas. Thomas
Merton dijo: “Si los dos están separados uno del otro, ya no hay una persona…
hecha a imagen y semejanza de Dios.” Este “matrimonio” es lo que nos hace
humanos a imagen de Dios, capaces de trascender mediante nuestro espíritu y de
expresar esa relación mediante nuestro cuerpo.
Estamos llamados a
una vida armoniosa con las variadas dimensiones de nuestra humanidad. Se nos
exige que reconozcamos todos los dones de esa humanidad: cuerpo, alma y mente.
Hay un constante diálogo de comunicación dentro de cada uno de nosotros, por el
cual podemos ver, reflexionar y reconocer el sentido del mundo que Dios nos ha
dado. Si no nos respetamos a nosotros mismos y nos ha dado. Si no nos
respetamos a nosotros mismos y no apreciamos todos los aspectos de nuestra
humanidad, corremos el riesgo de traicionar y degradar la imagen de Dios en
nosotros.
“Porque
tú mis riñones has formado,
me
has tejido en el vientre de mi madre;
yo
te doy gracias por tantas maravilla:
prodigio
soy, prodigios son tus obras.
Mi
alma conocías cabalmente,
y
mis huesos no se te ocultaban,
cuando
yo era formado en lo secreto,
tejido
en las honduras de la tierra.”
Salmos
139, 13-15.
Oración:
Amado Creador, mi cuerpo a veces me
confunde con sus necesidades e impulsos. Pero en mi interior sé que este
impulso es para tu honor y tu gloria, así que puedo buscarte con todo mi ser.
Gracias por mis miembros, mis ojos, mi lengua y por las palabras mediante las
que puedo alcanzarte en el mundo y tocar lo que has creado. Permite que tu
Espíritu me guíe en mis expresiones de amor y me lleve a una armonía conmigo
mismo y contigo.
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