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Carlota de la Resurección, Beata |
Monja Carmelita y Mártir
Etimológicamente: Carlota = Aquella mujer fuerte y
dotada de noble inteligencia, es de origen francés.<8i>
Carlota de la
Resuraccion. Estamos en plena Revolución francesa. Concretamente en el año
1794.
Las beatas carmelitas de Compiegne son llevadas de
este lugar a París, en la época del terror más
exacerbado que uno se pueda imaginar.
Estas hermanas vivían en su
convento entregadas a la vida de oración, al trabajo
y al apostolado. ¿Qué daño hacían? Ninguno. Pero las
turbas se lanzaron contra ellas y sus inocentes vidas.
Siempre se persigue la religión cuando se aleja Dios de
la sociedad y de los corazones de los dirigentes.
El 16
de julio, las prisioneras carmelitas, para recordar la conmemoración de
Nuestra Señora del Carmen, compusieron unas letrillas que escribieron con
unos tizones sobre trozos de papel que luego repartieron; todos
corearon las canciones de las religiosas con música de la
Marsellesa, el himno revolucionario que nadie les podía prohibir; eran
enardecidas loas a la esperanza, un canto de júbilo hecho
plegaria y expresión de una viva fe. Al día siguiente
fueron condenadas a muerte por el tribunal revolucionario en juicio
sumarísimo y por la vía rápida: aquellas monjas eran demasiado
peligrosas para los reclusos. Ese mismo día 17 de julio
debían ser ejecutadas.
El cortejo de aquellas religiosas por las calles
de París, camino del cadalso, no era el espectáculo fúnebre
al que estaba acostumbrado a presenciar el populacho parisiense, sino
algo muy singular: sobre una carreta al descubierto las dieciséis
carmelitas iban cantando en gregoriano el Miserere y la Salve
Regina. Y cuando avistaron el lugar del holocausto entonaron el
Te Deum, todo un rito, ciertamente, pero que entrañaba un
torrente de vida. Al pie de la guillotina y ante
un silencio impresionante las carmelitas entonaron el Veni Creator Spiritus
y fueron renovando una por una su profesión religiosa en
manos de la priora, M. Teresa de S. Agustín Lidoine:
“Yo…(Sor Ana María, Sor Carlota, Sor Eufrasia, Sor Enriqueta, Sor
Marta, Sor Constanza…) renuevo mis votos de pobreza, obediencia y
castidad…usque ad mortem, hasta la muerte. Jamás se habían pronunciado
unas fórmulas de profesión más verídicas ni patéticas que aquéllas.
Con
sus caras de felicidad y, con la confianza en
Dios – tal como él hizo en la cruz –
iban derechas al lugar de los tormentos: la vil guillotina
en la plaza del Trono parisina.
Después fueron enterradas en el
cementerio de Picpus.
La decana de estas hermanas se llamaba Sor
Carlota. Tenía 79 años. Había sido bautizada con el nombre
de Anne-Marie-Thouret y era originaria de Mouy-sus (Oise).
Cuando hace algunos
años se cumplieron los 200 años fatídicos de aquellos días,
la hermana Carlota resplandece en el cielo y ante
la contemplación de todos los creyentes como una flor que,
aunque madura por la vida, sigue expandiendo por todas partes
el perfume de su virtud y de su entrega a
Dios con su propio martirio.
¡Felicidades a quien lleve este
nombre!
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