viernes, 7 de octubre de 2011

NO NOS DEJES CAER


"Otra de las peticiones que hacemos a Dios en el Padrenuestro es que no nos deje caer en la tentación, ya que como les dice Jesús a sus discípulos, el espíritu está pronto, pero la carne es débil. Necesitamos de la gracia de Dios para vencer las tentaciones a las que nos somete el demonio, el mundo y la propia carne. Quién ignora ésto será fácilmente derrotado por ellas, es más, aún estando vencido por la tentación, creerá que no lo está. Para el hombre sin fe, el ser humano no comete pecado, ni es tentado, ni existe la gracia o el perdón divino, sus actos moralmente malos son únnicamente errores, fallos, equivocaciones, dificultades o debilidades, fácilmente subsanables por la fuerza de nuestra voluntad, sin necesidad de pedir ningún perdón a una instancia superior como pueda ser Dios. No hay pecado, sólo fallos, y como tales sólo hay que enmendarlos y ya está, o quizás ni eso, porque errar es de humanos, y tan campantes. Esa es la mentalidad que se ha ido colando en el corazón de muchos cristianos, terminando por no ver nada malo en sus actos, ni la obligación de repararlos y de recibir el perdón de Dios. Es lo que afirmaba Pablo a los Romanos: "Cuando erais esclavos del pecado, os considerábais libres respecto al bien. ¿Y cuál fue el resultado? Vergüenza os da ahora decirlo, porque todo aquello venía a parar en la muerte". El que no cree tener pecado jamás acudirá a Aquel que puede perdonarle sus culpas y por tanto, jamás recibirá la gracia de la reconciliación y permanecerá en el pecado y la muerte. No nos dejes caer en la tentación porque no estamos luchando contra hombres de carne y hueso, sino contra las potencias invisibles que dominan en este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno. Tenemos pues que estar atentos a la tentación, pues el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar, resistidle firmes en la fe. También Cristo sufrió la tentación de Satanás en el desierto. El diablo le puso a prueba en tres ocasiones al Señor, tentándole a usar el poder divino para su propio provecho, a no cumplir la voluntad de Dios siendo Mesías pero no según el plan del Padre, sino de una manera más fácil y sin sacrificio, sin tener que pasar por la cruz. El diablo lo tienta pidiéndole que escoja el camino fácil, haz un milagro y convierte estas piedras en pan si tanta hambre tienes. El Señor le contesta con las palabras de la Escritura: no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. El demonio entonces usa la Escritura como el Señor para tentarlo, llevándolo a lo alto del Templo le dice: tírate de aquí a abajo, porque está escrito: sus ángeles no dejarán que su pie tropiece en la piedra. También dice la Escritura: no tentarás al Señor tu Dios, le contesta Cristo. Y después llevándolo a la cima de un monte alto, le mostró todos los reinos de la tierra, y le dijo: Yo te daré todo ésto si te postras ante mí y me adoras. Vete de aquí Satanás, le dice, al Señor tu Dios adorarás y sólo a El darás culto. En muchas ocasiones también nosotros somos tentados como el Señor y precisamente con lo que más nos puede agradar, porque el maligno es astuto y sabe de nuestros puntos flacos, por dónde entrar y tentarnos. Siempre nos presenta el mal con un ropaje de bien. No nos dice que no cumplamos la voluntad de Dios, sino que lo hagamos a nuestra manera. ¿Cuántas veces hemos oído decir que uno tiene mucha fe, que es buena persona, y que para eso no hace falta ir a Misa? ¿Cuántas decir que uno se confiesa directamente con Dios? ¿Cuántas que no hace falta ir a la Iglesia, formar parte de ella para salvarse? ... Podríamos traer aquí muchas expresiones de este tipo, ¿no nos damos cuenta que son tentaciones de Satanás? Jesús le dijo a Pedro: ¡Apártate de mi Satanás! Porque tú piensas como hombre y no como Dios. Y es que Pedro no quería que el Señor cumpliera la voluntad de Dios, esta voluntad pasaba por la cruz. La tentación es precisamente ésto, pensar como hombre y no como Dios. No ser dócil a la voluntad divina. La queremos cumplir, pero a nuestra manera humana, sin sacrificio, sin cruz. Queremos ser cristianos pero no queremos darle si quiera una hora al Señor en su día para celebrar la Eucaristía con todos nuestros hermanos en la fe. Queremos ser buenas personas, pero no estamos dispuestos a cumplir los mandamientos de Dios. Queremos ir al cielo, pero no nos esforzamos por entrar por la puerta estrecha, sino que caminamos por el camino ancho y espacioso que lleva a la condenación. Queremos que Dios nos perdone, pero no aceptamos el medio por el que Cristo nos asegura su misericordia, sino que somos tan soberbios que ni aceptamos las palabras del Señor, ni el consejo de su Iglesia, y nos inventamos nuestros propios medios, a la medida de nuestra comodidad, fruto de nuestros prejuicios, ideas y planteamientos. Vivimos en la tibieza y en la pereza espiritual, poniendo una vela a Dios y otra al diablo, haciendo lo que nos apetece y encima queriendo autojustificarnos, y a fuerza de decirnos una mentira hemos terminado creyéndonosla. Vivimos alejados de Dios y de la Iglesia y nos creemos muy buenos. Hemos caido en la tentación y pensamos que merecemos la alabanza de los hombres. Volvamos al Señor de todo corazón y repitamos muchas veces al rezar el Padrenuestro, no nos dejes caer en la tentación.

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