Destaca, en primer plano, la gran estima que la tradición israelita tuvo de Josué por su fe en Yahvé.
La tradición hebrea ha construido la historia de la conquista alrededor de un héroe, dejando en el anonimato a las gentes sencillas y corrientes, al pueblo que la hizo posible. Además los hechos consignados y sus protagonistas han sido reelaborados en un proceso de generalización e idealización, lo que explica expresiones como «los hijos de Israel», «todo Israel», «los cananeos», etc. El mismo nombre de Josué se ha convertido en representativo y simbólico: «Yahvé salva» (Num. 13,16). Josué es «el hombre que resume en sí una gran acción, una época, una epopeya» (G. Auzou, El don de una conquista).
Josué, hijo de Nun (Ex 33,11; Num 13,16; Dt 1,38; Jos 19,49; etc.) pertenecía a la tribu de Efraim (1 Cr 7,27) y su nombre era Oseas (en hebreo Hóséa`:liberación; Nm 13,8.16; Dt 32,44), que Moisés cambió por el de Josué (en hebreo, Yehósua’: Yhwh es salvación; Nm 13.16).
Su primera actuación al frente del ejército israelita fue en la batalla contra losamalecitas (Ex 17,8-16). Sus relaciones con Moisés fueron como de padre a hijo, de maestro a discípulo. En la segunda subida al Sinaí Josué acompañó a Moisés como «su ministro» (Ex 24,13). El mismo Éxodo sugiere un Josué joven, fiel al maestro entrañable de su vida: «Yahvé hablaba a Moisés cara a cara; como habla un hombre a su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ministro, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba de la tienda» (Ex 33,11; cfr. Num 11,28). Dirigió junto con Caleb la misión de exploración de la tierra de Canaán (Nm 14,6.38), y tuvo un papel decisivo en la superación del desánimo que cundió entre el pueblo después de aquella exploración.
A petición de Moisés, Yahvé propuso a Josué como su sucesor y que le ordenó le instituyese delante del pueblo mediante un rito especial y solemne (Num 27,12-23). Recibió más tarde la seguridad de que entraría en la tierra prometida (Dt 1,38), mientras que se vio excluida de ella toda la generación de la peregrinación por el desierto, con excepción de Caleb. Finalmente, fue testigo de los últimos instantes de la vida de Moisés, sucediéndole plenamente en la dirección del pueblo por las estepas de Moab, frente a Jericó: “Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, como lo había ordenado Moisés” (Dt 34,9). Así pues, su misión había sido largamente preparada por Dios al lado del gran legislador, cuyo espíritu había heredado.
Su nuevo oficio es presentado en la Biblia con acentos exquisitamente religiosos: “Moisés, mi siervo, ha muerto; ahora comienzas a actuar tú. Pasa el Jordán… Yo estaré contigo como estuve con Moisés; no te dejaré ni te abandonaré. Sé fuerte y ten ánimo, porque tú deberás dar a este pueblo la posesión de la tierra que a sus padres juré dar” (Jos 1,2-6).
Jos 24 relata la constitución entre las tribus israelitas de una alianza, dentro del espíritu de la del Sinaí. Todas se reconocen descendientes de Jacob-Israel, con un mismo origen, tradiciones comunes y un único Dios:Yahvé. Esta confederación sagrada tomó más tarde un carácter militar que en Siquem se constituyó oficialmente como liga de las 12 tribus, siendo reconocida su existencia en Palestina en el s. XII a.C. y en cuya constitución Josué, con toda probabilidad, desempeñaría un papel determinante. La conveniencia de este nuevo pacto se apoyó en el hecho de ser obra de una nueva generación de adoradores de Yahvé, cuando las tribus se habían desarrollado en sus componentes propios y por asimilación de otros nuevos, y era necesario tomar conciencia de su unidad fundamental.
Josué murió a la edad de ciento diez años (como José), tras la epopeya de la conquista y de la división de la tierra prometida, y fue sepultado en Timná Séraj, en las colinas de Efraín, en el territorio que le habían asignado los hijos de Israel (Jos 24,29-30). La versión griega de los LXX añade aquí una observación curiosa: “Junto a él, en la tumba donde lo sepultaron, depositaron los cuchillos de sílex con que había circuncidado a los israelitas en Guilgal…; todavía están allí“. Un testimonio de la admiración que en la época posterior al destierro la tradición judía demostraba todavía por la persona y la obra de Josué es el largo pasaje que le dedica el Sirácida: “Josué, hijo de Nun, fue guerrero valiente, sucesor de Moisés en la misión profética; él fue -según su nombre- grande para la salvación de los elegidos de Dios, para tomar venganza de sus enemigos y dar posesión a Israel de su heredad. ¡Qué magnífico era al elevar sus manos y al blandir su espada contra las ciudades!… ¿No se detuvo el sol al extender su mano, y un solo día fue como dos? Invocó al altísimo y poderoso al presionarle por todas partes sus enemigos, y el Señor, que es grande, lo escuchó, haciendo llover piedras de granizo de gran potencia…” (Si 46,1-5). (cfr. también los pasajes Jue 2,6-9; Neh 8,17).
La prudencia, la voluntad, el tesón fueron las cualidades que más brillaron en la vida de Josué.
Hasta aquí las noticias biográficas sacadas de la Biblia, pero de las cuales sólo es posible verificar el ambiente general, e incluso esto parcialmente. Todas las noticias encuentran un encuadramiento histórico general plausible, si se piensa -según la sentencia hoy más común- que el establecimiento en Palestina tuyo lugar por los años 1250-1225.
El nombre de Jesús, que en hebreo es idéntico al de Josué, no es el único motivo de paralelismo entre los dos; baste recordar el paso del Jordán, la circuncisión del corazón, la nueva pascua, la verdadera tierra prometida, la lucha espiritual por cada conquista, la nueva alianza, etc.
Bibliografía:
- RAVASI, Diccionario de teología b´blica,
- M. ABEL, Le livre de Josué, París 1950;
- UBACH, Josué, Jutges, Rut, Montserrat 1953;
- ARNALDICH, Josué, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia comentada, II, Madrid 1961;
- AUZOU, El don de una conquista, Madrid 1967;
- F. ALBRIGHT, The Biblical Period from Abraham to Ezra, Nueva York 1965;
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