“¿Quién subirá al monte del Señor?, ¿Quién podrá estar en su recinto santo?, El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura”. (Salmo 24, 3-4)
Para llegar a ser santo, y así de este modo llegar en su momento al Cielo, “al monte del Señor”, solo se debe tener una determinación muy decidida para lograr serlo. Con esto, no quiero decir que para llegar a la santidad sea una cosa imposible, recordemos que todos los que han llegado a tener el honor para ser llamado santos, todos fueron personas muy normales. Por otra parte, no hay que realizar grandes cosas, pueden ser a veces pequeñas, lo importante es que se hagan con amor, como las hizo Teresa de Lisieux, Teresa de los Andes y Laura Vicuña, Ceferino Namuncurá, los nombro porque me son muy cercanos, pero sabemos de muchos, que lo más grande que hicieron es dejar que Dios actuara en ellos.
En la amistad con Dios y unidos a EL, se llega a la santidad, un aforismo de la Beata Carmelita Isabel de la Trinidad dice: “Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos una fe viva para estar en todo unidos a Dios” (H, 576). Teresa de Jesús, define la oración como el tratar de amistad con quien sabemos nos ama, es decir, no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo de corazón a corazón, eso, ya es una buena forma de santidad. Si tenemos diálogos íntimos y de amistad en forma permanente, seremos capaces de enfrentar con mucha paz desconocidos desafíos que se nos presentará en la vida sin temor, ya que en las manos de Dios, todo lo bueno es posible y siempre el, nos tenderá una mano para sacarnos de las dificultades. Como les sucedió a Pedro, que viendo la violencia del viento, mientras navegaban por agua turbulentas, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame! Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? Y ante eso luego se postraron ante Jesús diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (Cfr. Mt 14, 30-31)
En las palabras de San Pablo a los Tesalonicense, encontramos muchas recomendaciones para la santidad, como por ejemplo: “En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros, para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos” (1Tes 3,12-13) Y más adelante agrega. “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”…. “que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor”…. “pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad” (1Tes 4,4-7)
A veces pensamos que la santidad es un privilegio que solo está reservado a unas pocas personas, que son muy especiales y elegidos para ser santos, pero lo que debemos comprender, es que el camino hacia la santidad, está abierto para que transiten todo los que por el quieren caminar, por ende es una elección y una tarea de cada uno de los que se saben hijos de Dios, de cada uno de los que se denominan cristianos. Por tanto, todos estamos llamados a la santidad, y esto no es otra cosa, que vivir en el mundo que nos ha correspondido, como hijos de Dios. Y como todas las personas somos hijos de Dios, todos tenemos que llegar a ser santos, a pesar de que los caminos no nos resulten fáciles y cómodos.
QUE SIGNIFICA SER SANTOS
Ser santo es participar de la santidad de Dios. Nuestro Padre, Él nos creó para ser santos. “Gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz”. (Colosense 1,2). Dios nos ha llamado y nos capacita a todos a ser santos: "Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19,2) y dice el Señor: Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial. (Mt 4,48). San Pablo a los Colosenses: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.” (Colosense 3, 13-14)
Los santos son aquellos, como dice Lucas en los Hechos de los apóstoles; “hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo” (Hech 15, 26). En palabras del Papa Emérito Benedicto XVI: "El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo".
Los santos, al igual que todos nosotros, no son personas que nacieron santas y nunca cometieron errores, o nunca fueron pecadores, hay muchos ejemplos de esto, por tanto los santos son personas que han sabido enmendar el rumbo, y lo más importante, se han arrepentido de sus faltas y se han reconciliados con Dios. En Palabra del Papa Emérito Benedicto XVI comentando sobre San Pablo y Bernabé. Añadió: "Por tanto, también entre los santos se dan contrastes, discordias, controversias...Son hombres como nosotros, con problemas complicados... La santidad crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y sobre todo con la capacidad de reconciliación y de perdón". "Y todos podemos aprender este camino de santidad". -31 enero 2007 Benedicto XVI.
COMO ES POSIBLE LLEGAR A SER SANTOS
Es posible llegar a ser santo, si nos consagramos al servicio de Dios y si somos capaces de perseverar en la búsqueda de la santidad, lo que significa mantenerse en comunión con Cristo quien salva y da vida eterna.
En efecto, Cristo vino al mundo para hacer posible nuestra santidad. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo”, (Efesios 1, 3-5). “A los santificados en Cristo Jesús, (son) llamados a ser santos”, (1 Cor 1,2). San Pedro expresa: “Más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo.” (1 Pe 1,15-16)
No nos cabe ninguna duda que Dios quiere que todos se salven (1Tm 2,4), para lo cual, el sacrificio es abrirse a la gracia que santifica, por tanto, debemos renunciar a todo lo que nos impide ir a la santidad, y esto no significa hacer una vida distinta a la que nos hemos resuelto hacer, pero si significa renunciar al pecado, a una mala vida y por supuesto seguir a Cristo, quién es “el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino es por Cristo” (Cfr. Jn 14,5).
Debemos sentirnos felices de que Dios nos da la oportunidad de ser santos, y la mayor desgracia que nos puede pasar, es no ser santos por pura irresponsabilidad nuestra. Y así le pedimos al Señor su ayuda, diciendo como el autor del Libro Crónicas; “escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón - y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres -para que teman y sigan tus caminos (hacia la santidad) todos los días que vivan sobre la faz de la tierra que has dado a nuestros padres.” (2 Crónicas 30)
Y lo importante, para ser santos en este mundo con tantas dificultades, es no pensar tanto en las obras extraordinarias que nos gustaría hacer, o en devociones complejas y poseer carismas extraordinarios, solo hace falta que nos decidamos oír a Jesús y luego seguirle, con ánimo y decisión, sin desalentarse ante las dificultades, sin postergar la decisión y sin buscar excusas, en otra palabras como decía la santa Madre Terea de Jesús a sus hijas las monjas: “Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera” -Santa Teresa, Camino de perfección, 21, 2
"La santidad consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, y confiados -aun con nuestro cuerpo- en su bondad paternal" Santa Teresita de Lisieux
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