EN LA CENA DEL SEÑOR. SOBRE EL BAUTISMO, EL SACRAMENTO DEL ALTAR Y EL LAVATORIO DE PIES
EN LA CENA DEL SEÑOR
Sobre el bautismo, el sacramento del altar y el lavatorio de pies
1.Estos días nos piden una veneración particular. Son días cargados de misericordia y de gracia, y hasta los corazones más perversos se mueven a la penitencia. Es tal la eficacia de los sacramentos que celebramos estos días, que son capaces de partir los corazones de piedra y ablandar los pechos de hierro. Ante la Pasión de Cristo vemos, en nuestros mismos días, que el cielo se compadece, la tierra tiembla, las piedras se rajan y los sepulcros se abren por la confesión de los pecados.
Pero en los alimentos espirituales sucede lo mismo que en los corporales: algunos se pueden asimilar inmediatamente y otros hay que condimentarlos. Lo que es evidente no es necesario que lo expliquemos; pero lo que es más misterioso precisa de una atención más profunda. Es lo que hace una madre con un niño: no le da las nueces enteras, sino que las parte y le ofrece el fruto limpio. Lo mismo debo hacer yo, hermanos, si puedo: mostraros de par en par el misterio de estos sacramentos. Pero me siento impotente. Acudamos a la madre Sabiduría, y que ella nos parta estas nueces, nacidas del árbol sacerdotal, ese retoño vigoroso que el Señor plantó en Sión. Los sacramentos son tan numerosos, que no tenemos tiempo de fijarnos en todos. Por otra parte, algunos sois débiles para comprender tanto de una vez. Por eso voy a decir lo que el Señor me inspire sobre tres sacramentos que están en íntima relación con este tiempo.
2.Sacramento significa signo sagrado o secreto sacro. La mayoría de las cosas las hacemos por sí mismas; otras, en cambio, en relación a una tercera. A éstas llamamos signos, y lo son. Tomemos un ejemplo de la vida ordinaria: se puede dar un anillo sin más, y no tiene más sentido que ese. Pero puede darse para otorgar una herencia, y en ese caso es un verdadero signo. Quien lo recibe puede decir: “el anillo no vale nada, lo que me interesa es la herencia”.
Eso mismo hizo el Señor al acercarse su Pasión. Quiso legar a los suyos su gracia, y otorgarles la gracia invisible por medio de un signo visible. Esta es la finalidad de todos los sacramentos: del banquete eucarístico, del lavatorio de los pies, y del mismo bautismo que es el primer sacramento, y por el cual nos injertamos en la muerte de Cristo. Su triple inmersión está en relación íntima con el triduo que vamos a celebrar.
Los signos visibles son muy diversos. Siguiendo con el ejemplo anterior, hay una gran variedad de investiduras, según lo que se recibe; por ejemplo, el canónigo la recibe por el libro, el abad por el báculo, el obispo por el báculo y el anillo. Lo mismo ocurre con los sacramentos: cada uno tiene su gracia especial. ¿Qué gracia nos otorga el bautismo? El perdón de los pecados.¿Quién puede purificar al que es impuro en su mismo ser, sino el puro por excelencia, y el que está exento de pecado, es decir, Dios?
Primitivamente el sacramento que concedía esta gracia era la circuncisión: un cuchillo raía la costra de la culpa original que brota desde los primeros padres. Pero al venir el Señor, cordero tierno y manso, cuyo yugo es llevadero y su carga ligera, todo cambió maravillosamente. El agua y la unción del Espíritu disuelve aquella costra inveterada y suprime un dolor tan acerbo.
3.Es posible que alguno quiera preguntar: Si en el bautismo se nos perdona lo que contrajimos por nuestros padres, ¿cómo subsiste todavía la ambición como estímulo e incentivo del pecado? Es indudable que esta inclinación al pecado nos viene de nuestros primeros padres. Todos somos engendrados por un deseo pecaminoso. Por eso y, a pesar nuestro, sentimos el apetito desordenado de la concupiscencia e impulsos bestiales. Os lo he dicho muchas veces, y no debéis olvidar, que en el primer hombre caímos todos. Caímos en un montón de piedras, y en el fango. Por eso estamos tan manchados y tan gravemente heridos y magullados. Es fácil lavarnos; pero recuperar la salud es una obra muy lenta.
El bautismo nos lava, porque cancela la sentencia de nuestra condenación. Y además nos concede la gracia de estar inmunes de la concupiscencia si no consentimos en ella. Así desaparece el pus de esa úlcera tan crónica, porque se suprime la condena y la esclavitud de la muerte, que era su raíz. ¿Pero quién será capaz de dominar unos impulsos tan salvajes? ¿Quién soportará el escozor de esa úlcera? Tened confianza: contamos con la ayuda de la gracia; y como garantía, recibís la investidura del sacramento del Cuerpo y Sangre santísimos. El efecto de ese sacramento en nosotros es doble: acalla la sensualidad y evita que consintamos en pecados graves. El que sienta que los ímpetus de la envidia, lujuria u otros vicios no son tan vivos ni frecuentes en él, dé gracias al Cuerpo y Sangre del Señor, porque ésa es la eficacia de ese sacramento. Y alégrese de que esa úlcera tan horrible se va curando.
4.¿Qué haremos, al ver que no podemos liberarnos del pecado, mientras vivimos en este cuerpo pecador y en esta vida tan miserable? ¿Desesperarnos? Jamás. Escuchad a Juan: Si afirmamos no tener pecado, nosotros mismos nos engañamos y, además; no llevamos dentro la verdad. Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel, perdona nuestros pecados y, además, nos limpia de toda injusticia.
Para que no dudemos del perdón de las faltas de cada día, contamos con otro sacramento: el lavatorio de los pies. Yo creo que es un sacramento de perdón, por aquello que el Señor dijo a Pedro: Lo que estoy haciendo contigo no lo entiendes ahora; lo comprenderás más adelante. No dijo que era un sacramento, sino: Os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo.Les hubiera dicho otras muchas cosas, pero eran incapaces de comprenderlas. Por eso prefirió no dejarlos sumidos en la inquietud o la angustia, ni decirles lo que superaba su capacidad.
Si tú, ahora, quieres saber que aquello lo hizo como un sacramento y no sólo para darles ejemplo, fíjate en lo que dice a Pedro: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Aquí se presenta como algo necesario para la salvación, ya que sin ello Pedro no participaría en el reino de Cristo y de Dios. Ante una amenaza tan espantosa Pedro se anonada y acepta este misterio de salvación: Señor, no sólo los pies, también las manos y la cabeza.
¿Por qué sabemos que este lavado es para los pecados que no producen la muerte y que no podemos evitar totalmente en esta vida? Por la respuesta de Jesús cuando le ofreció las manos y la cabeza para que se las lavara: El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies. El que no tiene pecados graves está limpio. Su cabeza –símbolo de su intención-y sus manos –signos de sus obras y de su conducta- están limpios. El espíritu suele ceder más de lo conveniente a la vanidad, al placer o a la curiosidad: Todos fallamos mucho.
5.Sin embargo no debemos despreciarlos ni quitarles importancia. Con ellos no podemos salvarnos, y sólo por Cristo y en Cristo podemos limpiarnos de los mismos. Nadie, insisto, se aletargue en una falsa seguridad, ni busque palabras engañosas para excusar sus pecados. Pedro escuchó con toda claridad que si Cristo no nos limpia no estaremos con él.
Por otra parte, tampoco debemos angustiarnos demasiado de ellas: si nosotros las reconocemos , él las perdona fácil y gustosamente. En estas faltas, que son casi inevitables, es tan culpable la negligencia como el escrúpulo. Por eso, en la oración que él nos enseñó, quiso que pidiéramos diariamente el perdón de tales faltas. Antes dije que Cristo había suprimido la pena de la concupiscencia, como dice el Apóstol: No pesa condena alguna sobre los que están unidos a Cristo Jesús. A pesar de ello, permite que nos humille, actuando en nosotros, y atacándonos gravemente, y de este modo sintamos el efecto de la gracia y nos apoyemos sin cesar en su fuerza. Lo mismo ocurre con estos pecados leves: la economía divina consiente que siempre tengamos alguno, para hacernos ver con ello que, si no podemos evitar los más pequeños, mucho menos superaremos los mayores con nuestras propias fuerzas. Y así vivamos siempre temerosos y solícitos de no perder su gracia, que sentimos nos es tan indispensable.
RESUMEN
El término “sacramento” significa signo sagrado. Algunos como el bautismo nos libran de la condenación eterna, otros como la eucaristía nos defienden y nos permiten volver a recuperar la salud espiritual, labor que siempre es lenta y penosa. También hay otros como el lavatorio de los pies que nos recuerda que los pequeños errores están ahí, que debemos evitarlos en lo posible pero ser conscientes de que constituyen un camino equivocado. Igualmente, nadie está libre de ellos y teniéndolos presentes recordamos que podemos caer en situaciones mucho más graves.
LOS TRES VÍNCULOS: LOS CLAVOS, LAS CUERDAS Y EL PEGAMENTO
1. Aquí no pasamos el día parados. Sabemos muy bien lo que buscamos y quién nos ha contratado: buscamos a Dios y esperamos a Dios. Esto no es una pequeñez, ni algo propio de espíritus cobardes. Incluso aquella que se gloriaba de un fervor extraordinario, lamenta a veces su decepción y dice: Lo busqué y no lo encontré. Y es que es tan admirable como digno de amor: no se le busca y aparece; se le busca y no se deja encontrar. Aunque hubiéramos nacido cuando el primer hombre y viviéramos cien mil años, jamás hubiéramos merecido la gloria que va a revelarse en nosotros.
Y ahora es cuando disfrutamos de esa posibilidad de buscar y de encontrar: Buscad al Señor mientras se deja encontrar; invocadle mientras está cerca. Pasará este tiempo y esta ocasión, y esa fuente de misericordia se secará definitivamente.Me buscaréis, dice el Señor, y no me encontraréis. ¡Qué bueno eres, Señor, para el alma que te busca! Y si tanto eres para quién te busca, ¿cuánto más para el que te encuentra? Si el recuerdo es tan dulce, ¿qué será la presencia? Si la leche y la miel endulzan tanto la parte inferior de la lengua, ¿qué serán sobre la lengua?
2. Fijaos, pues, hermanos, si seguís el camino o andáis extraviados. Dice la Escritura que se alegren los que buscan al Señor. Si os alegra trabajar, si recorréis con paso firme y apresurado el camino de los mandatos del Señor, y si la actitud continua de todo vuestro ser es de progresar y alcanzar la meta más bien que de comenzar, en este caso buscáis siempre su rostro.
Pero ¿dónde se marchó el amado, lejos de su amante, para ir a buscarle? ¿Dónde está? Pero, qué digo, miserable de mí. ¿Dónde no está? Es más alto que el cielo, más profundo que el infierno, más ancho que la tierra y más inmenso que el océano. No está en ningún lugar y está en todos; porque lo penetra y lo trasciende todo. El está aquí, y yo no estoy aquí. Lo más normal sería decir que tú, Señor, no estás aquí, y yo sí. Pero yo no estoy aquí ni en ningún otro lugar, porque me he convertido en nada y no me enteré. Sí, me convertí en nada, esto es, en pecado; y no me enteré. Sí, me convertí en nada, esto es, en pecado; y no me enteré, porque no estaba allí cuando mi primer padre me devoró con un terrible mordisco. Y ahora, con el corazón y el cuerpo triturados, me deslizo en el placer y en la amargura; tengo una culpa innata, una pena hereditaria; estoy descompuesto y abúlico. En cambio, el que es siempre el mismo, y dice: Yo soy el que soy, ese sí que es, pues su esencia es ser lo que es.
3. ¿Es posible la unión y la armonía entre el que no es y el que es? ¿Cómo unir realidades tan opuestas? Para mí, dice el santo, lo mejor es unirme con Dios. La unión directa con Dios nos es imposible, pero tal vez pueda realizarse por cualquier otro medio. Y para no teneros más tiempo en suspenso, os digo que hay tres vínculos con que nos unimos a él. Y son de tal naturaleza que solamente éstos, o sus semejantes, realizan la unión. El primero lo podemos comparar a las cuerdas, el segundo a los clavos de madera o de hierro y el tercero al pegamento. El primero ata fuerte y duele; el segundo es aún más fuerte y duele más; y el tercero es suave y seguro. Podemos decir que está atado con una cuerda al Redentor, el que zarandeado por una violenta tentación piensa en algo honesto o recuerda las promesas. Y permanece sujeto mientras tanto con esta cuerda, para no quebrantar por nada del mundo su propósito. Esta unión es dura, molesta y muy peligrosa, y no puede durar mucho tiempo. Las cuerdas, como sabemos, se pudren; y el lazo del respeto humano lo olvidamos o rompemos con gran facilidad. Otros se sujetan al Señor de la majestad con clavos. Los une a dios el temor. No se inmutan ante los hombres, pero sí ante el recuerdo de los tormentos del infierno. No les horroriza el pecado, sino las llamas del infierno. Esto amarra con más fuerza y resistencia que el primero, porque no vacilan en el propósito ni lo abandonan nunca.
El tercero es una especie de pegamento, es decir, la caridad. Une tan suave y eficazmente que el que se apega a Dios se convierte en un solo espíritu con él. Este hombre disfruta y se aprovecha de todo, venga de donde venga; tanto lo que él hace, como lo que le hacen a él. Es un hombre feliz y un espíritu de soberana grandeza. Con su dulzura y unción convive agradablemente con todos, y cree que mucho más terrible y horroroso que el infierno es ofender conscientemente el rostro del Omnipotente, aun en cosa leve. Este es el que ama realmente a los hermanos y al pueblo de Israel. Este ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa de Jerusalen. El pegamento es muy bueno, dice Isaías. Sí, es bueno y de fácil uso. Los otros dos, aunque son malos, comparados con éste son más molestos e insoportables.
4. Pero aquel ojo misericordioso que conoce nuestro barro, no deja en el primer vínculo a ninguno de los que se van a salvar. Los pasa al segundo, y de aquí los lleva hasta el tercero. En el primero nos abrasamos y apenas aguantamos una hora por el rubor de ser unos cobardes. En el segundo nos mantenemos mejor, sostenidos con el temor y la esperanza. Y en el tercero conseguimos la perfección con el amor. Dejamos a un lado los vínculos anteriores del pudor y del temor, y nuestra vida se apoya únicamente en el amor.
Esto mismo hicieron con Cristo: primero lo ataron con cuerdas, después lo crucificaron y al final le ungieron con el óleo indeleble de los aromas. Su cuerpo no necesitaba impregnarse de estos aromas, ya que no podía disolverse ni corromperse. Pero lo mismo que soportó por nosotros los esputos de los judíos, también quiso aceptar por nosotros el aroma de sus amigos. Observa, por otra parte, que apenas estuvo un día sujeto con las cuerdas y los clavos; y con la unción resucitó triunfante y glorioso para siempre. Por eso no quiere que sus elegidos permanezcan mucho tiempo en aquellos estados anteriores, y los unge con el óleo de su misericordia. Crucificados al mundo y el mundo para ellos, pueden resucitar con un nuevo espíritu y decir: ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?
5. Con este pegamento nos ha unido a sí aquella mirada divina antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor. Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca; porque es un ser engendrado del cielo.Este engendramiento es la predestinación eterna, por la cual Dios estableció que reprodujéramos los rasgos de su Hijo. Ninguno de estos peca, es decir, ninguno permanece en el pecado, porque el Señor conoce a los suyos y su plan es inmutable.
Ya pueden abrasar y tatuar a David los crímenes más horrendos, envolver siete demonios a María Magdalena, o sumergirse el príncipe de los apóstoles en el abismo de la negación: nadie podrá arrebatarlos de la mano de Dios. Porque a los que predestinó los llamó; y a los que llamó los rehabilitó. ¿No os parece magnífico adherirnos a éste? Hermanos, buscad, buscad al Señor y su poder; buscad continuamente su rostro. Buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Mi alma vivirá para él, porque está muerta al mundo; la que vive para el mundo, en cambio, no vive para él. Busquémosle de tal modo que siempre estemos buscándole, y cuando él venga a buscarnos diga de nosotros: Esta es la raza que busca al Señor, la que busca la presencia del Dios de Jacob. Se alzarán los antiguos portones y entrará el Rey de la gloria. Y nosotros con él, Dios bendito por siempre.
El tercero es una especie de pegamento, es decir, la caridad. Une tan suave y eficazmente que el que se apega a Dios se convierte en un solo espíritu con él. Este hombre disfruta y se aprovecha de todo, venga de donde venga; tanto lo que él hace, como lo que le hacen a él. Es un hombre feliz y un espíritu de soberana grandeza. Con su dulzura y unción convive agradablemente con todos, y cree que mucho más terrible y horroroso que el infierno es ofender conscientemente el rostro del Omnipotente, aun en cosa leve. Este es el que ama realmente a los hermanos y al pueblo de Israel. Este ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa de Jerusalen. El pegamento es muy bueno, dice Isaías. Sí, es bueno y de fácil uso. Los otros dos, aunque son malos, comparados con éste son más molestos e insoportables.
4. Pero aquel ojo misericordioso que conoce nuestro barro, no deja en el primer vínculo a ninguno de los que se van a salvar. Los pasa al segundo, y de aquí los lleva hasta el tercero. En el primero nos abrasamos y apenas aguantamos una hora por el rubor de ser unos cobardes. En el segundo nos mantenemos mejor, sostenidos con el temor y la esperanza. Y en el tercero conseguimos la perfección con el amor. Dejamos a un lado los vínculos anteriores del pudor y del temor, y nuestra vida se apoya únicamente en el amor.
Esto mismo hicieron con Cristo: primero lo ataron con cuerdas, después lo crucificaron y al final le ungieron con el óleo indeleble de los aromas. Su cuerpo no necesitaba impregnarse de estos aromas, ya que no podía disolverse ni corromperse. Pero lo mismo que soportó por nosotros los esputos de los judíos, también quiso aceptar por nosotros el aroma de sus amigos. Observa, por otra parte, que apenas estuvo un día sujeto con las cuerdas y los clavos; y con la unción resucitó triunfante y glorioso para siempre. Por eso no quiere que sus elegidos permanezcan mucho tiempo en aquellos estados anteriores, y los unge con el óleo de su misericordia. Crucificados al mundo y el mundo para ellos, pueden resucitar con un nuevo espíritu y decir: ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?
5. Con este pegamento nos ha unido a sí aquella mirada divina antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor. Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca; porque es un ser engendrado del cielo.Este engendramiento es la predestinación eterna, por la cual Dios estableció que reprodujéramos los rasgos de su Hijo. Ninguno de estos peca, es decir, ninguno permanece en el pecado, porque el Señor conoce a los suyos y su plan es inmutable.
Ya pueden abrasar y tatuar a David los crímenes más horrendos, envolver siete demonios a María Magdalena, o sumergirse el príncipe de los apóstoles en el abismo de la negación: nadie podrá arrebatarlos de la mano de Dios. Porque a los que predestinó los llamó; y a los que llamó los rehabilitó. ¿No os parece magnífico adherirnos a éste? Hermanos, buscad, buscad al Señor y su poder; buscad continuamente su rostro. Buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Mi alma vivirá para él, porque está muerta al mundo; la que vive para el mundo, en cambio, no vive para él. Busquémosle de tal modo que siempre estemos buscándole, y cuando él venga a buscarnos diga de nosotros: Esta es la raza que busca al Señor, la que busca la presencia del Dios de Jacob. Se alzarán los antiguos portones y entrará el Rey de la gloria. Y nosotros con él, Dios bendito por siempre.
RESUMEN
Encontramos a Dios cuando Él quiere que lo hallemos. Ese encuentro es delicioso y tiene lugar en un momento y lugar determinado, que puede no repetirse. En realidad Dios está en todas partes. Nosotros no, cuando nos apartamos de su búsqueda. De alguna forma Él es y nosotros no somos. La unión con Dios puede ser, simbólicamente, con clavos, cuerdas y pegamento. Los clavos se basan en el temor de Dios. Las cuerdas en nuestra fuerte voluntad, pero son muy duras y no permanecen mucho tiempo. El pegamento es la caridad que induce a acercarnos a Dios por puro sentimiento y no por temor. Esto mismo hicieron con Cristo: primero lo ataron con cuerdas, después lo crucificaron y al final le ungieron con el óleo indeleble de los aromas. Los predestinados para la salvación, a pesar de sus errores, llegarán a esta fase salvífica. Por todo ello, debemos buscar el rostro de Dios y conseguir ser uno de los predestinados que el protege y guía.
SERMÓN TERCERO SEMANA SANTA: SOBRE CINCO DÍAS: EL DE LA PROCESIÓN, LA CENA, LA PASIÓN, LA SEPULTURA Y LA RESURRECCIÓN
SERMÓN TERCERO SEMANA SANTA: SOBRE CINCO DÍAS: EL DE LA PROCESIÓN, LA CENA, LA PASIÓN, LA SEPULTURA Y LA RESURRECCIÓN
1.Dios ha dispuesto todo con peso, número y medida. Pero de modo más particular aquellos tiempos en que apareció en el mundo y vivió entre los hombres. Todo cuanto entonces hizo, habló o padeció lo ordenó de tal manera, que cada momento y todos los detalles estaban colmados de gracia y de misterio. Pero los días más insignes son los cuatro que ya están próximos y el que hoy celebramos, es decir: el día de la procesión, el de la cena, el de la Pasión, el de la sepultura y el de la resurrección. Son unos días gloriosos y los más extraordinarios de todos.
En el primero se dignó aceptar el honor de los hombres y quiso entrar en Jerusalén entre el alborozo y la alegría de todo el mundo; además no lo hizo a pie, como siempre lo había hecho, sino montado en un jumento. Fue el preámbulo de la Pasión, pues la envidia de los sacerdotes llegó al colmo. En otra ocasión se nos dice que la multitud quería llevárselo y proclamarlo rey, y él se retiró al monte. Ahora no le buscan y es él mismo quien se presenta para ser recibido y proclamado por ellos como rey de Israel. Y no hay duda que los estimulaba interiormente para que le glorificaran con todo entusiasmo.
Lo mismo ocurrió con su Pasión. Más de una vez huyó y se escondió de los judíos, y llegó a no querer presentarse públicamente en Judea porque los judíos trataban de matarle. Más, cuando llegó su hora, como podía hacerlo, él mismo se entregó a la muerte. Era conveniente que nuestro Pontífice fuera probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado. Si era un hombre verdadero debía evitar o aceptar oportunamente las prosperidades y adversidades de los hombres, para darnos un ejemplo eficaz de todo. La templanza tiende a rechazar los aplausos de las gentes y las riquezas del mundo; pero la justicia, a veces, los admite con la debida prudencia. En algunas circunstancias debemos huir de la persecución y desgracias temporales, según las circunstancias de tiempo y lugar; pero cuando es necesario se deben sufrir varonilmente.
2.La vida humana está amasada de prosperidad y adversidad. Y la virtud estriba en aquellas cuatro especies que todos conocen. Por eso convenía que aquel en quien residía plenamente la virtud, practicara toda la virtud y demostrara que sabía vivir en la abundancia y en la escasez. La Sabiduría no es de esas que se pierden en la prosperidad: ni la Virtud de Dios sucumbe ante la contrariedad. El texto sagrado dice que la prosperidad da muerte a los insensatos, no a los demás; y que la contrariedad acaba con los blandengues.
¡Pero con qué modestia recibió Jesús esta gloria! No hace la entrada triunfal con caballos y carrozas, sino en un pollino. Y dijo: Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita. La necesidad por excelencia era realizar la salvación. Dios vino a salvar a hombres y animales, derrochando su misericordia. Esta compasión conforta nuestras almas al principio de nuestra conversión, para que nuestro primer hijo nazca de la esclava.
Por orden del Señor queda libre el que antes estaba atado, porque no podía o no quería practicar el bien: o estaba tan amarrado con las dos cuerdas, que ni quería ni podía. No sabe complacerse todavía en el Señor de una manera más pura. Ahora está persuadido que a Dios le agrada lo que hace, y se consuela pensando que necesita en cierto modo de él. Poco a poco le dominará el afecto de cumplir su deber y temerá ser ingrato a tantos beneficios, repitiéndose que es un siervo inútil y que Dios no necesita nada de lo suyo. Este es el amor verdadero y auténtico, éste es el hijo de la libre con el cual no puede compartir la herencia el hijo de la esclava. Esto ocurre en la procesión.
3.Pero antes de la Pasión este entrañable padre de familia quiso ofrecer un banquete a sus domésticos. ¡Y cuanto brilló también aquí el amor y la bondad del Salvador! Había amado a los suyos y los amó hasta el extremo. Escuchémosle: ¡Cuánto he deseado cenar con vosotros esta Pascua antes de mi Pasión! Sí, era muy conveniente. Satanás los había reclamado para cribarlos como trigo y necesitaban estar muy bien reconfortados. Si a pesar de haberse alimentado casi desmayaron, ¿qué hubieran hecho en ayunas? Por eso murieron sus cuerpos y más aún sus espíritus. A ellos no les esperaba la muerte corporal sino la tentación espiritual. El único en pasar de esta vida sería él. Esta víctima fue la única eficaz y suficiente, y no convenía que Pedro, Santiago o Juan padecieran con Cristo para salvar a los hombres. Y aún cuando dos malhechores fueron crucificados con él, nadie podía pensar que suplían un sacrificio insuficiente.
4.¿Cuántos panes repartió en la cena a los apóstoles? Yo creo que cinco. Mi alimento, ha dicho, es cumplir la voluntad de mi Padre. Es un auténtico manjar, más para el corazón. ¿Hay algo que reanime y vigorice tanto, el corazón del hombre, o que lo sostenga y aliente en las dificultades, como cumplir la voluntad de Dios, y digerirla con las entrañas del alma, es decir, en la conciencia? ¿Quién ignora que las exhortaciones divinas, el consuelo de sus promesas y las lágrimas de los que oran son panes sabrosos para el corazón? Unicamente el que tiene agostado el corazón por haber olvidado comer su pan. De manera especial la carne del Señor es una verdadera comida. Una comida que da vida, un pan bajado del cielo.
Si lo observas con atención, nada de esto falló en esta cena tan solemne del Señor. Todavía estaban reunidos los discípulos y él se levantó de la mesa, se ciñó una toalla, echó agua en una jofaina y se puso a lavar y secar los pies a los discípulos. Esto no procede de de carne ni de la sangre, sino de la voluntad del Padre y del deseo de santificarnos. Así se lo dice a Pedro, que se negaba rotundamente: Si no te dejas lavar, no tienes nada que ver conmigo. Y en otro momento nos dice: Al que se acerca a mi no lo echo fuera; porque no he bajado del cielo para hacer mi voluntad, sino el designio del que me envió.
A este ejemplo que acaba de darnos les añade, cómo él suele hacer, unas palabras de exhortación. Y en ese largo discurso procura confortarlos y reanimarlos de cara a la Pasión ya inminente con las magníficas promesas de la resurrección, de la venida del Consolador, de la firme esperanza de ellos y de que un día se los llevaría con él.
Unos momentos después se puso a orar, y entrado en agonía insistió por tres veces en la oración. Allí no sólo lloró con los ojos, sino con todos los miembros de su cuerpo, para purificar al cuerpo total de su Iglesia con las lágrimas de todo su cuerpo. Y sobre el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, nadie ignora que este manjar tan exquisito y extraordinario se presentó por vez primera en ese día, y en ese mismo día se recomendó y mandó recibirlo con frecuencia.
5.A continuación viene el día de la pasión. En ella salvó al hombre entero y se entregó íntegramente como hostia de salvación. Su Cuerpo estaba lleno de injurias y atroces tormentos, mientras su alma estaba saturada de dos sentimientos igualmente tiernos y compasivos: uno por la inconsolable tristeza de las santas mujeres y el otro por la desesperación y dispersión de los discípulos. Estas cuatro cosas sufrió el Señor en la cruz y todo lo sufrió por nosotros. Se compadeció de nosotros con un amor infinito.
Pero todo lo que se refería a él tuvo fin, como él mismo dijo a las mujeres que lloraban. El fin más rápido y glorioso que podemos imaginar: primeramente el descanso, y después la resurrección. Si nos esforzamos también nosotros por entrar en ese descanso, contentos con soportar muchas tribulaciones. Mientras sufrimos la tribulación sólo deseamos que llegue el descanso, y nos parece lo más grande del mundo. Pero ni siquiera en ese descanso conseguiremos el descanso, porque estaremos ansiosos de la gloria y desearemos la resurrección.
Cierto, dice el Espíritu: podrán descansar de sus trabajos. Descansan en el trabajo los que mueren en el Señor; pero sus gritos no cesan. Debajo del trono de Dios están gritando las almas de los degollados. No sienten ninguna molestia, pero todavía no poseen el gozo completo, hasta que el descanso dé paso a la resurrección y el sábado culmine en la Pascua. Amén.
RESUMEN
En la descripción de la procesión vuelve al concepto de la alternancia entre prosperidad y adversidad. A continuación hace una descripción épica y extremadamente poética de la pasión de Jesucristo. No culmina en el sosiego del final de la pasión sino que tras las injurias hemos de seguir hasta la liberación completa de la resurrección, compartiendo el cuerpo místico de Cristo.
EN EL MIÉRCOLES SANTO
EN EL MIÉRCOLES SANTO
Sobre la Pasión del Señor
1.Hermanos, estad alerta. Que los misterios de este tiempo no sean estériles en vosotros. Tenemos una bendición copiosa: traed vasijas limpias. Presentaos con espíritus fervientes, con sentidos despiertos, con afectos sobrios y con una conducta limpia para recibir estas gracias tan extraordinarias. Os urge a ello no sólo el sentido particular de la vida que habéis profesado, sino la práctica de toda la Iglesia, de la que sois hijos. Todos los cristianos, en esta semana, actúan en contra o por, encima de lo acostumbrado: practican la piedad, se presentan con modestia, dan señales de humildad y están llenos de gravedad. De este modo quieren unirse a Cristo paciente.
¿Habrá alguien tan poco religioso que permanezca insensible? ¿O tan insolente que no se sienta avergonzado. ¿O tan rencoroso que no perdone? ¿Tan libertino que no se refrene? ¿Tan disoluto que no se contenga? ¿Tan perverso que no se arrepienta en estos días? No es para menos. Vivimos la Pasión del Señor, que hoy también hace temblar la tierra, quiebra las rocas y abre las tumbas. Y es inminente también la Resurreción en que celebráis la gran solemnidad del Señor Altísimo.¡Ojalá la agudeza y el empeño de vuestro espíritu os haga comprender las sublimes maravillas que hizo! Nada se podía comprender mejor en el mundo que lo que hizo el Señor en estos días, más que provechoso puede recomendarse al mundo que celebrar perpetuamente cada año su memorial con avidez espiritual y saboreando el recuerdo de su inmensa bondad.
Todo lo hizo por nosotros, y de ahí nos vienen los frutos de salvación y la vida del espíritu. ¡Qué admirable, Señor, es su pasión. Ella nos libró de todas nuestras pasiones, aplacó todas nuestras maldades y jamás resulta ineficaz frente a nuestras miserias. ¿Existe un veneno mortal que no desaparezca con su muerte?
2.Hermanos, en esta Pasión nos conviene recordar especialmente tres cosas: la acción, el modo y el motivo. En la acción descuella la paciencia, en el modo la humildad y en el motivo el amor. Su paciencia es única. Los inicuos abren largos surcos en sus espaldas. Lo cuelgan de un madero y pueden contarse todos sus huesos. Perforan por todas partes el muro inexpugnable que protege a Israel. Taladran sus manos y sus pies. Y él, como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, no abre la boca. No murmura de su Padre, que le había enviado. Ni de los hombres, por los cuales devolvía lo que no había robado. Ni siquiera de aquel pueblo tan predilecto, de quien tantos males recibía en pago de tantos bienes.
Algunos sufren por sus pecados; y si lo soportan humildemente decimos que practican la paciencia. Otros son atormentados, y no por ser purificados, sino más bien para probarlos y premiarlos. Su paciencia nos parece mucho más admirable. ¿Y no será infinitamente mayor la de Cristo, que fue condenado a la muerte más horrorosa en su misma patria, y por aquellos que venía a salvar? Estaba totalmente libre de toda especie de pecado, tanto personal como transmitido; y por otra parte le era imposible aumentar más su gloria. En él habita toda la plenitud de la divinidad, no como una sombra, sino unida a su propio cuerpo. Dios, por medio de él, estaba reconciliando el mundo consigo, y no sólo en apariencia, sino hasta el fondo de su ser. Estaba lleno de gracia y de verdad, no por simple cooperación, sino a título personal y para realizar su misión.
Isaías dice que su obra es extraña en él. Es una obra suya, porque se la confió su Padre; y le era extraña, porque es inconcebible que él sufriese tanto. Ahí tienes la paciencia que demandó en su obra.
3.Si observas cómo lo hizo, lo verás manso y humilde de corazón. Le humillaron, negándole todo derecho. Le acusaban de blasfemo y de falsos crímenes, y él no respondió. Lo vimos totalmente desfigurado. Lejos de ser el más bello de los hombres era el deshecho de la gente, lo mismo que un leproso; lo último del mundo, el hombre del dolor, el herido y humillado por Dios. Carecía de todo encanto y belleza. Sí: ¡el más insignificante y el más importante! ¡El humilde y el sublime! ¡El despreciado de los hombres y el orgullo de los ángeles! Nadie tan sublime ni tan humilde como él. Le escupieron a la cara, lo colmaron de oprobios, lo condenaron a una muerte ignominiosa y fue tomado como un malhechor. ¿Quedará sin mérito una humildad de esta naturaleza, que supera además toda medida concebible? Si su paciencia es singular, su humildad es admirable. Una y otra rompen todos los moldes.
4.Pero lo que hace más estimable a ambas en su misma causa, es decir, la claridad. Efectivamente, por el amor extremo que Dios nos tuvo, el Padre no perdonó a su propio Hijo, ni el Hijo escatimó nada para rescatar al siervo. Sí, es extremo, porque desborda todas las medidas, ignora los límites y pasa por encima de todo. Lo dice la Escritura: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Pues el tuyo, Señor, fue aún mayor: la diste por tus enemigos. Porque éramos aún pecadores, y con tu muerte nos reconciliaste contigo y con el Padre. ¿Existe, ha existido, o existirá jamás un amor como éste?
Es difícil que alguien dé la vida por un inocente. Tú, en cambio, has padecido por unos culpables y has muerto por nuestros delitos; viniste a justificar gratuitamente a los pecadores, a convertir a los esclavos en hermanos, a los cautivos en coherederos y a los desterrados en reyes. Lo que más realza esta paciencia y humildad es que expuso su vida a la muerte, cargó con el pecado de muchos e intercedió por los pecadores, para que no perecieran. Lo más cierto y digno de crédito es esto: se ofreció porque quiso. Dependió exclusivamente de él dar su vida; nadie se la quitó. Por eso después de tomar el vinagre dijo: Queda terminado.No queda más por hacer: puedo marchar. Y reclinando la cabeza,obediente hasta la muerte, entregó el espíritu.
¿Hay alguien capaz de dormirse con tanta facilidad, cuando quiere? Morir es nuestra gran debilidad. Pero morir de este modo es de una fortaleza incalculable. Porque la debilidad de Dios, es más potente que los hombres. El hombre, en su locura, puede ensañarse contra sí mismo, y causarse la muerte: pero eso no es dar la vida; es oprimirla y cortarla violentamente, no entregarla con plena libertad. Tú, desgraciado Judas, tuviste la triste facultad, no de dar sino de colgar tu vida. Y tu espíritu malvado no salió de ti porque lo entregaras, sino arrastrado por un cordel. No lo diste, lo perdiste. El único que dio su vida al morir fue el que recuperó por sí mismo, la vida. Solamente puede entregarla el que puede volverla a tomar con toda libertad, por ser el dueño de la vida y de la muerte.
5.Realmente es un amor inapreciable, una humildad que asombra, una paciencia sin límites. Es una víctima infinitamente santa, inmaculada, aceptable. El Cordero degollado merece ser revestido de poder, para cumplir su misión y quitar el pecado del mundo. Me refiero a esas tres clases de pecado que invaden la tierra. Ya estáis pensando en lo que quiero decir: los bajos apetitos, los ojos insaciables y la arrogancia del dinero. Un cordel de tres cabos cuesta mucho romperlo. Por eso son tantos los que arrastran, o más bien son arrastrados, por esta maroma de la vanidad.
Pero aquellas otras tres realidades primeras influyen mucho más en los elegidos. El recuerdo de aquella paciencia ¿no va a rechazar el placer? La consideración de aquella humildad ¿no va a aniquilar la arrogancia? El amor auténtico absorbe de tal modo la mente y el espíritu al meditarlo que anula el vicio de la curiosidad. La Pasión del Salvador es un arma invencible.
6.Pero pienso que también es muy oportuno hablar de otras tres clases de pecado que eliminan la eficacia de la cruz. Me refiero al pecado original, al personal y al especial. El original es aquel gran pecado que contraemos en Adán, por el cual todos somos pecadores y condenados a la muerte. Es gravísimo, porque invade de tal modo a todo el género humano y a cada uno de su linaje, que no se libre de él absolutamente nadie. Domina desde el primer hombre hasta el último, y a todos envenena desde la planta del pie a la cabeza.
El hombre siente sus efectos desde el momento en que lo concibe su madre, hasta que vuelve al seno de la madre tierra. ¿De dónde, si no, ese yuo que pesa sobre todos los hijos de Adán y en todo su ser, y esto desde que salen del vientre materno hasta que vuelven a la madre de los vivientes? Se nos engendra entre la inmundicia, las tinieblas nos arropan y nacemos entre dolores. Antes de ver la luz somos un peso para nuestras pobres madres, y cuando vemos la luz las desgarramos como víboras. ¡Cosa rara que no nos despedacemos nosotros mismos! Nuestra primera voz es el llanto, y con razón, porque entramos en un valle de lágrimas, y se nos puede aplicar al pie de la letra aquella frase de Job: El hombre nacido de mujer, vive muy poco y está abrumado de miserias.
Cuan verdadero sea esto nos lo dice, no las palabras, sino la experiencia. Fijaos: El hombre nace de una mujer. Es lo más humillante. Y para que no se ilusione con el placer que puede percibir con los sentidos corporales en las realidades sensibles, al recién nacido le comunican con toda crudeza su fin: vivirá muy poco. E incluso se le coarta la libertad de ese breve espacio que media entre la entrada y la salida: está abrumado de miserias. Sí, muchas y muy variadas miserias, tanto en el cuerpo como en el corazón. Miserias cuando duerme, cuando vela y en cualquier lugar en que se halle. Eso mismo experimentó el que nació de la Viren, y fue engendrado de una mujer, si bien era la más santa de las mujeres. ¿Qué dice a su madre? Mujer, ahí tienes a tu hijo.Su vida terrena fue cortísima y llena de miserias. Y en esos cuatro días le persiguieron con asechanzas, le acusaron de infamias, lo colmaron de injurias, lo acribillaron con tormentos y lo remataron con escarnios.
7.¿Dudas que sea suficiente esta obediencia para condonar toda la culpa de aquel primer pecado? Todo lo contrario: no hay proporción entre el delito y la gracia; pues, si por el delito de uno sólo murió la multitud, la gracia otorgada sobró para justificar a la multitud. Es indudable que aquel delito original fue grave, porque infeccionó a la persona y a la naturaleza. Pero el personal es más grave para cada uno, porque soltamos las riendas y hacemos de nuestros miembros instrumentos de injusticia, impulsados no ya por el pecado ajeno, sino por el propio. Y el pecado especial es gravísimo. Se cometió contra el Señor de la majestad, cuando los impíos mataron injustamente al justo, y pusieron sus manos sacrílegas en el Hijo de Dios. ¡Qué terrible homicidio por no decir deicidio! ¿Qué son los dos primeros comparados con éste? La máquina del mundo palideció y retembló, y la creación estuvo al borde de un caos abismal.
Supongamos que un magnate del reino saquea bárbaramene los dominios del rey; y que otro, su íntimo consejero, ahoga con sus manos traidoras al hijo único del mismo rey. ¿No diremos que el primero es inocente y honrado en comparación del segundo? Lo mismo ocurre con cualquier pecado comparado con éste. Y, sin embargo, el que se hizo pecado asumió también ese pecado, para sentenciar contra el pecado con el pecado. De este modo han quedado anulados tanto el pecado personal como el original; y este pecado especial se anuló a sí mismo.
8.Tengo un argumento evidente para el pecado más grave, y con eso deduzco que los otros dos menos graves fueron suprimidos. Vedlo aquí:cargó con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores, para que no perecieran. Y lo hizo así: Padre, perdónales,que no saben lo que hacen. La palabra que sale de tu boca, Señor, no volverá a ti vacía, sino que hará tu voluntad. Fíjate ahora en las obras del Señor, en las maravillas que hizo en la tierra.
Le hieren con azotes, le coronan de espinas, le taladran con clavos, le cosen a un madero, le sacian de injurias, y él, olvidando todos sus dolores, dice: Perdónales. Aquí se funde todo: los dolores ilimitados del cuerpo y la misericordia infinita del corazón, el sufrimiento y la compasión, el ungüento que deleita y las gotas de sangre que se pierden en la tierra. La misericordia del Señor es tan inmensa como su miseria. ¿Cúal de ellas vencerá; la miseria o la misericordia? ¡Señor, que triunfe su misericordia eterna!¡Que la sabiduría triunfe de la maldad! La malicia de aquellos hombres es terrible, ¿pero no es mucho mayor, Señor, tu compasión? Sí, en todos los aspectos.
Escuchadle: ¿Se pagan bienes con males, para que me caven una fosa? Le cavaron la fosa de la impaciencia, presentándoles ocasiones continuas y muy fuertes para que se indignara. Pero la fosa es una insignificancia frente a su mansedumbre. Hicieron la fosa devolviendo mal por bien. Pero el amor no se exaspera, no se precipita, no falla nunca, no cae en la trampa, y paga con bienes los males que recibe. Esas moscas muertas no echan a perder el perfume que emana de tu cuerpo, porque tus entrañas son pura misericordia, y tu redención es inagotable. Las moscas muertas son las miserias, las blasfemias, los insultos y alborotos de esa generación rebelde y pertinaz.
9.Y tu ¿qué haces? Tienes las manos levantadas y la ofrenda de la mañana se ha convertido en holocausto del atardecer; de tu incienso sube al cielo, cubre la tierra y llega hasta el abismo. Y gritas totalmente sumiso y confiado: Padre, perdónales que no saben lo que hacen. ¡Qué inmenso es tu perdón! ¡Que inmensa es tu bondad, Señor! ¡Que distintos son tus planes a los nuestros!¡Qué inconmovible es tu misericordia con los malvados! ¡Qué contraste! Él grita: ¡Perdónales! Y los judíos: ¡Crucifícale! Sus palabras son más suaves que el aceite, pero son puñales. ¡Oh amor paciente y compasivo!
Judíos: sois piedras que estáis hiriendo una piedra más blanda, y de ella brotan las armonías de la piedad y el perfume del amor.¿Con qué torrente de delicias saciarás a quienes te desean, cuando derramas tanto óleo de misericordia sobre los que te crucifican?
10.Es evidente, pues, que esta pasión es plenamente eficaz para aniquilar todos los pecados posibles. ¿Pero estoy cierto que se me ha aplicado a mi? Sí, porque soy el único a quien puede aplicarse. El ángel no la necesita. Y el demonio es ya incapaz de levantarse. Además no se hizo semejante a los ángeles, y mucho menos a los demonios; se hizo un hombre como los demás y se presentó como un simple hombre, y se abajó hasta parecer un esclavo. El hijo pasó por un esclavo. Y no sólo esclavo para estar sometido, sino para ser castigado como un mal siervo, y cumplir la pena de un siervo rebelde, aunque era absolutamente inocente.
Dice el texto sagrado que se hizo semejante a los hombres, no al hombre. Es que el primer hombre no fue creado en una condición pecadora o algo similar. Cristo, en cambio, se sumergió decididamente hasta el fondo de toda la miseria humana, para que el ojo agudo del diablo no atisbara este misterio insondable de amor. Por eso apareció siempre como un hombre cualquiera, y jamás quiso valerse de su naturaleza para singularizarse lo más mínimo. Y como actuó así, fue crucificado. Solamente se manifestó a unos cuantos, para que hubiera alguien que creyera en él. Y se ocultó a todos los demás, pues si lo hubieran descubierto, jamás hubieran crucificado al Señor de la gloria.Uniendo así la ignorancia con aquel pecado tan especial, pudo recurrir a esa apariencia de justicia para perdonar a los que no le conocían.
11.El viejo Adán, al huir de la presencia de Dios, nos legó estas dos cosas: el trabajo y el dolor. El trabajo de la acción y el dolor de la pasión. Esto lo ignoraba cuando vivía en el paraíso, que había recibido para cultivarlo y guardarlo. Cultivarlo con fruición y conservarlo fielmente para sí y para su descendencia. Cristo consideró el trabajo y el dolor, de tal forma que los tomó en sus propias manos; mejor dicho, se dejó estrujar por las suyas, hundiéndose en un cieno profundo y sumergido en el abismo. Escuchad cómo habla a su padre: Mira mis trabajos y mis penas. Desde niño palpo la pobreza y el trabajo. Tuvo que soportar mucho y sus manos se curtieron en el trabajo. Refiriéndose al dolor dice:Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad, fijaos: ¿Hay dolor como mi dolor? Realmente, soportó muchos sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Es el hombre del dolor, el pobre y malherido; el que ha experimentado todo lo nuestro, menos el pecado.
Su vida fue una actividad dolorosa, y su muerte una pasión llena de energía para realizar la salvación del mundo. Mientras viva tendré muy presentes sus esfuerzos en la predicación, sus cansancios en las caminatas,sus tentaciones en los ayunos, sus vigilias en la oración, y sus lágrimas en la conmiseración. Recordaré también sus dolores, afrentas, salivazos, bofetadas, burlas, desprecios, clavos y todo cuanto cayó sobre él y tuvo que aguantar. Esto me da fuerza y me acerca a él; pero debo imitarle y seguir su camino. En caso contrario, se me pedirá cuentas también a mí de la sangre inocente derramada sobre la tierra y seré cómplice de ese crimen tan terrible de los judíos: he sido ingrato a un amor infinito, he despreciado la gracia del espíritu, he juzgado impura la sangre de la alianza, y he pisoteado al Hijo de Dios.
12.Hay muchos que sufren trabajo y dolor; pero lo hacen forzadamente y no lo aceptan a gusto: no imitan al modelo, al Hijo de Dios. Otros lo soportan por propia voluntad, pero no tienen la suerte de participar en nuestra causa. El lujurioso se pasa la noche en vela, no sólo con paciencia sino con ansia, para entregarse al placer. El asesino se forra de hierro y no pega ojo, para arrebatar la presa. Y el ladrón está alerta para asaltar la casa ajena. Estos y otros como ellos no tienen nada que ver con el trabajo y el dolor a que se abraza el Señor.
En cambio, los hombres de buena voluntad, que por una motivación cristiana pasan de las riquezas a la pobreza, o las desprecian aunque no las posean, y lo abandonan todo por él, como él lo dejó todo por ellos, esos sí le siguen de verdad. Esta forma de imitación es para mi un argumento muy válido del Salvador y la semejanza de su humanidad redunda en mi propio provecho. Este es el sabor y el fruto del trabajo y del dolor.
13.Considera, pues, qué espléndida ha sido contigo la majestad. Todo cuanto hay en cielo y tierra lo hizo con una sola palabra ¿Hay algo más fácil que decir una palabra? ¿Pero se contentó con una sola palabra cuando te rehízo a ti, su criatura? Vivió treinta y tres años en el mundo, en trato directo con los hombres. Desacreditaron cuanto hacía, acecharon lo que decía, y no tuvo dónde reclinar la cabeza. Y esto ¿por qué? Porque el Verbo había prescindido de su sutileza y tomó un tosco sayal. Era carne y sufría toda su pesadez.
Pero así como nuestro pensamiento se reviste de la voz corporal y no se siente frenado ni antes ni después de hablar, el Hijo de Dios asumió la carne y no sufrió la más mínima alteración o mengua, ni antes ni después de encarnarse. Era invisible en el Padre, y aquí nuestras manos palparon al Verbo de la vida. Lo que existía desde el principio lo vimos con nuestros propios ojos. Este Verbo, unido personalmente a una carne purísima y a un alma santísima, dirigía con plena libertad las acciones de su cuerpo, porque era la Sabidría y la justicia, porque no sentía en su cuerpo ningún impulso contrario a los criterios de su razón.
Mi palabra no es la Sabiduría ni la Justicia, aunque sí es capaz de ambas. Pueden estar presentes y ausentes de ella; esto último es lo más fácil. Nos resulta más cómodo entregarnos al vicio que poner orden en nuestras acciones y pasiones. Es que el corazón del hombre se pervierte desde la juventud y codicia el placer, incluso con el riesgo de castigos, sentencias y la misma muerte.
14.¡Dichoso aquel cuya mente-nuestro verbo-dirige todas sus acciones según la justicia, y procura tener intenciones puras y obras intachables!¡Dichoso el que acepta con espíritu de justicia los dolores de su cuerpo, y todo lo sufre por el Hijo de Dios; y en vez de murmurar en su corazón, sus labios cantan sin cesar un himno de alabanza y acción de gracias! El que vive a este nivel toma realmente su camilla y va a su casa. Nuestra camilla es el cuerpo, en el que antes languidecíamos extenuados, esclavos de nuestros caprichos y malos deseos.
Ahora lo llevamos a cuestas, si le obligamos a obedecer al espíritu. Y llevamos un muerto a las espaldas, porque el cuerpo murió por el pecado. No podemos correr, pero caminamos, porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente pensativa. Y caminamos hacia nuestra casa. ¿Qué casa es esa? La madre de todos. El sepulcro es su morada perpetua. Ahora caminamos oprimidos por esta carga; pero cuando nos desprendamos de él, ¿os imagináis cómo correremos y volaremos? Nos cerniremos sobre las alas del viento.
El Señor Jesús nos abrazó a través de nuestro trabajo y nuestro dolor. Hagamos que nuestra rectitud y su santidad se abracen fuertemente: obremos siempre con rectitud y suframos valientes por causa de la justicia. Repitamos con la esposa: Lo agarré y ya no lo soltaré. Y con el Patriarca. No te soltaré hasta que me bendigas. ¿Qué nos falta ya, sino la bindición? ¿Qué resta después del abrazo, sino el beso de paz? Si estuviera así de compenetrado con Dios, le roaría con toda confianza: ¡Que me bese con besos de su boca!
Danos ahora, Señor, a comer llanto y beber lágrimas a tragos, hasta que eches una medida generosa, colmada y rebosante en nuestro regazo. Tú, que estás en el regazo del Padre, Dios bendito por siempre.
RESUMEN
Religión y piedad de los cristianos en la Semana Santa. Eficacia de la pasión de Cristo. Tres cosas se han de considerar en ella: la obra, el modo y el motivo. En la obra se muestra la paciencia. El modo muestra su gran humildad. En el motivo se ve la caridad. La muerte de Cristo fue voluntaria. Limpia y purifica todos los pecados. Tres géneros de pecados que destruyó la cruz de Cristo. El original, el personal de cada uno. El singular. Caridad y misericordia de Cristo. Paciencia y benignidad de Cristo. El pecado y el dolor nos vinieron por el pecado del primer hombre. Cristo recibió en sí el trabajo y el dolor. Devoción de San Bernardo a la pasión del Señor. Es necesario imitar a Cristo. Indicios de que la pasión de Cristo produce efectos en nosotros. Que obra tan ardua fue la redención. Libertad de Cristo en seguir las acciones de su cuerpo. Cómo se debe ordenar nuestras acciones y nuestros trabajos y aflicciones. Los brazos con que Cristo nos abrazó y con que nosotros debemos abrazarle. Como justicia se entiende la vida piadosa.
SERMÓN SEGUNDO SEMANA SANTA: SOBRE LA PASIÓN, LA PROCESIÓN Y LAS CUATRO CLASES DE PERSONAS QUE ASISTEN A ELLA
SERMÓN SEGUNDO SEMANA SANTA: SOBRE LA PASIÓN ,LA PROCESIÓN Y LAS CUATRO CLASES DE PERSONAS QUE ASISTEN A ELLA
1.Hoy tenemos poco tiempo y se nos impone la brevedad. La procesión que vamos a celebrar nos brinda materia abundante, pero no permite alargar nuestro coloquio. Vamos a celebrar la procesión, y poco después escucharemos la Pasión. ¿Por qué van tan bien compenetradas y qué pensaban nuestros Padres al unir la pasión con la procesión? Es normal que celebremos hoy la procesión, puesto que tuvo lugar en este día. Pero ¿por qué se añadió la Pasión si sucedió el viernes?
Está muy bien pensado unir la Pasión a la procesión: así aprendemos a no fiarnos de ninguna alegría de esta vida, convencidos de que la alegría termina en el pesar. No seamos, pues, tan necios que caigamos víctimas de nuestra prosperidad; en el día dichoso no debemos olvidar el día malo, y viceversa. Esta vida está tejida de unos y otros, tanto para los hombres del mundo como para los espirituales. A los del mundo vemos que les acontecen sucesos agradables y desagradables; y a los espirituales no siempre les sobrevienen cosas tristes ni tampoco siempre alegres, sino que el día tiene su tarde y su mañana. O como leemos en otro lugar: Le pasas revista por la mañana y lo examinas a cada momento. Así vivimos ahora, mientras dura, o mejor dicho, corre y fluye esta vida.
2.Pero después de esta vida vendrán otras dos completamente distintas: una será llanto y apretar de dientes, y la otra alegría y acción de gracias. Dios enjugará las lágrimas de los ojos de los santos, y ya no habrá luto, ni llanto ni dolor.
Así como en la vida los amadores del mundo soportan mil adversidades, de la misma manera a los amigos de Dios las cosas no les vienen siempre según su deseo. Por eso en los días aciagos recuerden los tiempos dichosos, y eviten la pusilanimidad y la impaciencia. Nos dice el salmista: Cuando le colmes de bienes te alabará. Y en los días de bienes no olviden los tiempos adversos para no envanecerse y decir movidos por la abundancia: no vacilaremos jamás. El exceso de cosas materiales mata al insensato de este mundo, y la abundancia de bienes espirituales también puede ser muy peligrosa para el hombre espiritual e imprudente, y para e que no es espiritual. El hombre espiritual lo examina todo.
El motivo de que la prosperidad causa la muerte del necio y no del sabio, lo tenemos bien claro: El sabio piensa en el duelo, el necio en la fiesta. Por eso es preferible visitar una casa en duelo que una casa en fiestas. Es cierto que la adversidad hunde a muchos; pero la prosperidad llena de soberbia a muchos más, como dice la Escritura : Caerán a tu izquierda mil, es decir en el momento de la desgracia; y diez mil a tu derecha. El sabio advierte ambos peligros y hace esta oración: no me des riqueza ni pobreza. No quiere engreírse con la riqueza ni angustiarse con la miseria.
3.El Señor nos da ejemplo de paciencia en la Pasión y de humildad en la procesión. En aquella se portó como una oveja llevada al matadero, como un cordero ante el esquilador; enmudeció y no abrió la boca; mientras padecía no profería amenazas. Al contraro, oraba así: Padre, perdónales, que no saben lo que hacen.
¿Y cómo actuó en la procesión? El pueblo se preparaba para salir a su encuentro; sin embargo, a él no se le ocultaba lo que había en el hombre. Por eso no buscó carrozas ni caballos, no usó frenos de plata ni sillas doradas; se montó en un humilde jumento y todo su adorno fueron los mantos de los Apóstoles, que serían los más ordinarios de aquella tierra.
4.Más ¿por qué quiso hacer esta procesión si sabía que muy pronto iba a morir? Tal vez para que la entrada triunfal aumentara la amargura de la muerte. Las mismas personas, en el mismo lugar y en el espacio de unos días, le reciben con ritos de triunfo y le crucifican. ¡Qué abismo entre ese: Fuera, fuera, crucifícalo, y aquel: Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Hosana en las alturas! ¡Qué distinto es llamarle: Rey de Israel,a decir: No tenemos más rey que el César! ¡Qué poco se parecen los ramos frescos a la cruz, y las flores a las espinas! Poco antes alfombran el suelo con mantos, ahora le arrancan el suyo y lo echan a suerte. ¡Qué enorme es la amargura de nuestros pecados, cuando tanto tiene que soportar el que ha querido satisfacer por ellos!
5.Y ciñiéndonos ya a la procesión, creo que participan en ella cuatro clases de personas, que pueden darse también hoy en nuestra celebración. Unos iban delante y disponían el camino: son los que preparan el camino al Señor para que venga a vuestros corazones, los que os gobiernan y dirigen vuestros pasos por el camino de la paz. Otros iban detrás: son aquellos que reconocen su ignorancia y siguen con fervor y absoluta fidelidad a los que les preceden.
Estaban también los discípulos, los íntimos e inseparables: son los que han elegido la mejor parte y viven consagrados a Dios en el claustro, identificados con él y atentos a cumplir su voluntad. Y allí vemos, por fin, el asno en el que iba sentado: simboliza a los duros de corazón y a los espíritus que se parecen a las bestias. A decir verdad, no hubo muchos animales de este género, ni hacían falta. Porque en vez de ennoblecer entorpecen, y no hacen más brillante la procesión. Sus cantos se reducen a unos destemplados rebuznos y necesitan continua disciplina, el Señor no los abandona, pues les dice: Servid al Señor con temor. Abrazaos a la disciplina, no sea que se irrite el Señor y vayáis a la ruina. Si este pobre jumento no acepta la disciplina, el Señor lo alejará de sí indignado, se descarriará y se perderá entre los cardos y espinas que ahogan la palabra de Dios, es decir, entre las riquezas del mundo y los deleites carnales.
6.Si hay entre nosotros algunos, para quienes la vida monástica es pesada e insoportable, y a quienes es preciso aguijonear y espolear frecuentemente, les ruego que intenten cambiarse de jumentos a hombres, y unirse a los que van delante, detrás o muy cerca del Señor. Si no hacen eso, les pido que perseveren en lo que son, y soporten con paciencia lo que les conviene, aunque no les resulte agradable. El Señor se fijará en su humildad y los hará mucho más dignos.
¿Queréis que demos un pequeño consuelo a este jumento? Es verdad que no entiende de músicas y no puede decir con el salmista: Tus leyes eran mi canción en tierra extranjera. Pero es el que está más cerca del Señor. Ni los que van junto a él lo tienen tan próximo como el asno que lo lleva: Y el Profeta añade: El Señor está cerca de los atribulados. Al hijo que más cuida y abraza una madre es al que está enfermo.
Por tanto, nadie se indigne ni desprecie si quiere ser jumento de Cristo, porque el que escandalice a uno de estos pequeñosofende grandemente al que los guarda como una madre en su regazo, hasta que sean más fuertes. De aquí que San Benito nos manda tolerar con suma paciencia todas las debilidades morales.
7.Asisten, pues, a la procesión cuatro clases de personas. Los buenos sensatos y los buenos sencillos. Unos van delante y otros detrás. Añado el calificativo “buenos” porque si los prudentes no son buenos son unos perversos, como dice la Escritura : Son listos para el mal; y los simples que no son buenos son unos insensatos. Y al Señor no pueden acompañar ni los malvados ni los necios. Los que van junto a él son los contemplativos. Los que le llevan y soportan son los duros de corazón y los tibios.
Todos asisten a la procesión y ninguno de ellos ve el rostro del Señor. Los que van delante tienen que preparar el camino, es decir, ocuparse de los pecados y tentaciones de los demás. Los que van detrás, lo único que pueden ver es su espalda, como Moisés. El jumento en que va sentado tiene sus ojos clavados en la tierra y ni se le ocurre levantarlos hacia arriba. Y los que están junto a él le pueden mirar de vez en cuando, pero deprisa y no de una manera continua y perfecta, pues tienen que caminar.
En comparación de los otros, éstos son los que le ven más cara a cara. Eso mismo se dice de Moisés: a los otros profetas se les daba a conocer en visión y en sueño; a Moisés, en cambio, le hablaba cara a cara. Pero la visión pefecta ni el mismo Moisés disfrutó de ella en esta vida. Lo dice el mismo Señor: Nadie puede ver mi rostro y quedar con vida. En la procesión de esta vida, nos dice, nadie puede verme; mientras vais de camino os es imposible contemplar mi rostro.
Que él, en su infinita misericordia, nos conceda perseverar toda la vida en su procesión, para que merezcamos entrar con él en la ciudad santa, en aquella otra solemne procesión en que será recibido con todos los suyos por el Padre, y entregará el reino a su Dios y Padre, que vive y reina por los siglos de los siglos.
RESUMEN
En la primera parte del presente sermón compara la fiesta de la procesión con la pasión que está al llegar. De esa forma las alegrías y las decepciones se alternan en nuestras vidas. Incluso las grandes alegrías suelen ser la fase inicial de profundas tristezas: “es preferible visitar una casa en luto”. En la segunda parte, hace hincapié en las distintas personas (o simbólicamente animales) que participan en la procesión. Reivindica con cariño la figura del jamelgo que, aunque limitado, obedece y sigue el camino que le marca el Señor. Nadie de los que van en la procesión puede ver el rostro de Dios. Acaso, y poco, los apóstoles que van a su lado y que representan la vida contemplativa.
DOMINGO DE RAMOS. SOBRE LA PROCESIÓN Y LA PASIÓN. SERMÓN PRIMERO
1.Con gran acierto, como tiene el Espíritu de su Esposo y de su Dios, la Iglesia une hoy, con admirable y nueva sabiduría, la procesión y la Pasión. La procesión suscita vítores y la pasión lágrimas. Como estoy al servicio de sabios e ignorantes, intentaré explicar a todos el fruto de esta unión.
Y comenzaré refiriéndome a los del mundo porque no es primero lo espiritual, sino lo animal. Que el hombre mundano observe y comprenda que la alegría termina en el pesar. Por eso aquel que practicó y enseñó tantas cosas, cuando se hizo hombre quiso demostrar personalmente con su palabra y su ejemplo lo que nos había dicho mucho antes por boca del Profeta: Toda carne es hierba, y su belleza como flor campestrey manifestándose en la carne se empeñó en experimentarlo en sí mismo. Aceptó, pues, el triunfo de la procesión, consciente de que estaba ya inminente el día terrible de la muerte.
¿Podrá alguien fiarse de la gloria versátil del mundo si contempla al Santo por excelencia y además Dueño supremo del universo, pasando rápidamente de la victoria más sublime al desprecio más absoluto? Una misma ciudad, las mismas personas y en unos pocos días le pasea triunfal entre himnos de alabanza y le acusa, le maltrata y le condena como a un malhechor. Así acaba la alegría caduca y a esto se reduce la gloria del mundo. El Profeta pide que el Señor viva en una gloria inmarcesible; es decir, que a la procesión no acompañe la pasión.
2.Vosotros, en cambio, sois espirituales y podéis captar un mensaje más espiritual: por eso os presentamos en la procesión la gloria de la patria celeste, y en la Pasión el camino que a ella conduce. Ojalá que la procesión te recuerde el gozo y alegría incomparables de nuestro encuentro con Cristo en el aire, cuando seamos arrebatados en las nubes. Y que te consumas en el deseo de ver el día glorioso en que Cristo entrará en la Jerusalén celestial. El irá como cabeza de un gran cuerpo; enarbolará el trofeo de la victoria, y no recibirá los aplausos de una turba vulgar, sino aquel himno de los coros angélicos y de los pueblos de la Antigua y de la Nueva alianza: Bendito el que viene en nombre del Señor.
La procesión te dice a dónde nos dirigimos, y la Pasión nos muestra el camino. Los sufrimientos de hoy son el sendero de la vida, la avenida de la gloria, el camino de nuestra patria, la calzada del reino, como grita el ladrón crucificado: Señor, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino. Lo ve caminar hacia el reino y le pide que, cuando llegue, se acuerde de él. También él llegó, y por un atajo tan corto que aquel mismo día mereció estar con el Señor en el Paraíso. La gloria de la procesión hace llevaderas las angustias de la pasión, porque nada es imposible para el que ama.
3.Y no te extrañe nada oír que esta procesión es símbolo de la celestial, ya que al mismo se le recibe en ambas, aunque las personas y el modo sean muy diversos. En esta procesión Cristo va sentado en un bruto animal: en aquella, en cambio, habrá animales racionales, como dice la Escritura : Señor, tu salvas a hombres y animales. Recordemos aquel otro pasaje:Soy como un animal ante ti y estaré siempre contigo. Y continúa, refiriéndose a la procesión: Tú agarras mi mano derecha, me guías según tus planes y me llevas a un destino glorioso.
Ni siquiera faltarán allí los pollinos, aunque murmure el hereje que no deja venir a los niños y les niega el bautismo. También él fue niño y quiso verse acompañado de una hueste de niños: los inocentes. No excluye de su gracia a los niños, porque no desdice de su misericordia ni está reñido con su majestad que el don de la gracia supla las limitaciones de la naturaleza.
Aquel gentío no alfombrará el camino con ramas ni pobres mantos, sino que los animales simbólicos plegarán sus alas, los veinticuatro ancianos ofrendarán sus coronas ante al trono del cordero, y todos los coros angélicos le brindarán y le dedicarán su gloria y hermosura.
4.Y ya que hemos hablado del asno, de los mantos y de las ramas de los árboles, quiero fijarme con más atención en las tres clases de ayuda que se le ofrecen en esta procesión al Salvador. La primera se la da el jumento en que va montado, la segunda los que tienden sus vestidos y la tercera los que cortan ramas de árboles. ¿No os parece que todos los demás le presentan lo que les sobra, y honran al Señor sin molestarse ellos en nada, a excepción del jumento que se le ofrece él mismo?
¿Me callo para evitaros el peligro de la vanidad o hablo para alentaros? Yo creo que ese asno en que Cristo va sentado sois vosotros que, en frase del Apóstol, glorificáis y lleváis a Cristo con vuestro cuerpo. Los hombres del mundo, cuando hacen limosna de sus bienes, no le ofrecen al Señor su cuerpo, sino lo que usa o necesita el cuerpo. Los prelados cortan ramas de árboles cuando hablan de la fe y obediencia de Abraham, de la castidad de José, de la mansedumbre de Moisés o de las virtudes de otros santos. No hacen más que tomarlo de sus bien nutridas despensas; y deben recibir gratuitamente lo que recibieron de balde. Si todos cumplen fielmente su ministerio, es indudable que participan en la procesión del Salvador y entran con él en la ciudad santa, porque el Profeta predijo las tres clases de hombres que se salvarán: Noé cortando ramas para hacer el arca, Daniel que con su ayuno y abstinencia se convierte en el jumento que lleva al Salvador, y Job que hace buen uso de los bienes de este mundo y abriga a los pobres con la lana de sus ovejas. ¿Quién va más cerca de Jesús en la procesión? ¿Quién de los tres está en contacto más inmediato con la salvación? Creo que os es muy fácil comprenderlo.
RESUMEN:
San Bernardo invierte el orden de la Semana Santa. La pasión será la forma de llegar a la procesión. Por otra parte reivindica la figura del jumento, el más cercano a Cristo, el que lo sigue más ciegamente. Establece tres formas de llegar a Dios: la fe ciega del borrico sometido a obligaciones y privaciones, aportar ramas para construir el arca que es el vehículo de la salud y ayudar a los demás (a los pobres) haciendo buen uso de los bienes que nos otorga nuestro Salvador
CUARESMA: CÓMO DEBEMOS CONVERTIRNOS A DIOS
1.Convertíos a mi de todo vuestro corazón, en ayunos, en lágrimas y en gemidos: y rasgad vuestros corazones, y no vuestros vestidos, dice el Señor Omnipotente. ¿Qué nos quiere decir, Amantísimos, el Señor, en mandarnos que nos convirtamos a él? En todas partes está, y todo lo llena, y abraza igualmente todas las cosas. ¿A dónde me volveré para volverme a vos, Señor Dios mio? Si subiere al Cielo, allí os halláis, si bajare al infierno, allí estáis también. ¿Qué es lo que me mandáis? ¿Por dónde me volveré a vos? ¿Por arriba o por abajo? ¿Por la derecha, ó por la izquierda? Consejo es este, Hermanos míos, secreto es, que sólo se descubre a los amigos. El misterio del Reyno de Dios es: a los Apóstoles se les revela al oído; a las turbas nada se les dice sino con parábolas. Si no os volviereis, dice, y os hicierais como este párvulo, no entraréis en el Reyno de los Cielos. Ya conozco claramente adonde quiere que nos volvamos: es preciso que nos volvamos hacia el párvulo, para que aprendamos de él, que es manso y humilde de corazón, pues a este fin se nos dio a nosotros párvulo. A la verdad, él mismo también es grande, pero en la Ciudad del Señor, a la cual se dice: Alégrate casa de Sión y da alabanzas a Dios, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. ¿De qué te envaneces, hombre? ¿Qué te elevas a ti mismo sin causa? ¿Cómo piensas de ti cosas altas, y tus ojos se fijan en todo lo que es sublime; lo que no te puede traer bien ninguno? Sublime es verdaderamente el Señor, pero a ti no se te propone así: loable es su grandeza, pero no imitable. Se ha elevado tanto su magnificencia, que no podrás llegar a ella: aunque te hagas pedazos, no la alcanzarás. Llegará, dice, el hombre a un corazón alto, y Dios se elevará. Porque excelso es el Señor, y mira las cosas humildes, y no ve sino de lejos las cosas altas. Humíllate, y seguramente llegaste a él. Esta es verdaderamente la ley de piedad, y por esta ley, Señor, yo he puesto en vos mi esperanza. Si por ventura se nos hubiera propuesto, que siguiésemos el camino de la altura, y grandeza, y que él se hubiera de llegar a ver la salud de Dios, ¿cuántas cosas harían los hombres, para ensalzarse? ¿Con cuanta crueldad se derribarían unos a otros, y se pisarían? ¿Con cuanto descaro treparían, y con pies y manos se esforzarían a subir a lo alto, para ponerse los hombres sobre las cabezas de los demás? Ciertamente el que pretende ensalzarse sobre sus próximos, encontrará muchas dificultades, tendrá muchos émulos, habrá que sufrir muchos opositores que también suben por la parte contraria; pero nada hay más fácil al que quiere, que humillarse a si mismo. Esta es una verdad, amantísimos, que nos hace enteramente inexcusables, de suerte, que ni el más tenue pretexto podemos alegar.
2.Pero veamos ya, de qué manera es menester volvernos a este Párvulo, a este Maestro, de la mansedumbre, y humildad. Convertíos, dice, a mi de todo vuestro corazón. Hermanos, si hubiera dicho: Convertíos, sin añadir más, sería acaso libre en nosotros responder: Está hecho, proponed ya otro mandato. Mas ahora (según yo entiendo) nos exhorta a una conversión espiritual, que no es obra que pueda perfeccionarse en un día, y ojalá que en todo el tiempo de nuestra ida pueda consumarse. Porque la conversión del cuerpo, si es sola, es ninguna. Esta es apariencia de conversión, no verdad, y aunque tiene en si la figura de piedad, está vacía de su virtud. Miserable el hombre, que ocupándose todo en las cosas de afuera, e ignorante de su interior, pensando que es algo, no siendo nada, él mismo se seduce. He sido derramado como el agua, dice el profeta en persona de semejante hombre, y se han dispersado todos mis huesos. Y otro Profeta: Comieron otros su fortaleza, y él lo ignoró. Atento solo a la exterior superficie, piensa que todo está sano, no percibiendo el oculto gusano, que corroe su interior. Es verdad, que mantiene la tonsura, que tampoco ha mudado de hábito, que guarda los ayunos regulares, que canta a las horas establecidas: pero su corazón está lejos de mi, dice el Señor.
3.Atiende con cuidado que es lo que amas, que es lo que temes, de qué te alegras, de que te contristas: y bajo del hábito de religión hallarás un ánimo mundano; bajo del vestido de conversión y penitencia un corazón perverso. Todo el corazón consiste en estos cuatro afectos, y de esto se debe entender, que debes convertirte al Señor de todo corazón. Conviertase pues tu amor, de suerte que nada ames fuera de Dios, o ciertamente nada sino por Dios. Conviértase también a él tu temor; porque es perverso todo temor, con que temes al o fuera de él, o no por él. Así tu gozo, y tu tristeza, conviértase a él igualmente: y esto se hará así, sino te dueles o alegras de otro modo, que según Dios. ¿Qué cosa más llena de malicia, que alegrarte después que has hecho el mal, y aplaudirte en las cosas pésimas? También la tristeza que es según la carne, trae la muerte. Si por tu pecado o el del prójimo te dueles bien haces, y este tristeza te traerá la salud: si te alegras en los dones de la gracia, este gozo es santo, y gozo seguro en el Espíritu Santo. Debes también complacerte en el amor de Cristo, en las prosperidades de tus hermanos y condolerte en sus desgracias, como está escrito: Alegraos con los que se alegran, y llorad con los que lloran.
4.Mas si debe tenerse en poco la misma conversión corporal, pues se sabe, que no es corta ayuda para la espiritual. De ahí es, que en este mismo lugar, habiendo dicho el Señor: De todo corazón, añadió luego, en ayuno, que ciertamente pertenece al cuerpo. Sin embargo, Hermanos míos, quiero que esteis advertidos, que el ayuno debe observarse, no solo respecto de la comida, sino respecto de todos los deleites de la carne; y de todo gusto del cuerpo: antes bien se debe ayunar más de los vicios, que de los manjares. Pero hay un pan respecto del cual no quisiera yo que ayunarais, no sea que acaso desmayéis en el camino: y si no lo sabéis, digo que es el pan de lágrimas: porque se sigue: En el ayuno, en las lágrimas, y en los gemidos, exige de nosotros llanto de penitencia de la vida pasada, exige lágrimas el deseo de la bienaventuranza futura. Mis lágrimas han servido para mi de pan el día y la noche, cuando me dicen todos los días, ¿Dónde está tu Dios? Poco le agrada esta nueva vida, al que todavía no llora las cosas antiguas, no llora los pecados, que ha cometido, todavía no llora el tiempo perdido. Si no lloras, ciertamente no sientes las llagas de tu alma, no sientes la lesión de tu conciencia. Pero si deseas bastante los futuros gozos, si todos los días con lágrimas no los pides: poco conocidos son de ti, si no rehusa consolarse tu alma, hasta que lleguen.
5.Añade después el Profeta: Y rasgad vuestros corazones, y no vuestros vestidos. En las cuales palabras manifiestamente es notado aquel antiguo pueblo de los judíos de dureza de corazón, y de una superstición vana. Era en ellos frecuente rasgar las vestiduras, pero no rasgar los corazones. ¿Cuánto se rasgarían unos corazones de piedra, si aún no podían ser circuncidados? Rasgad, dice, vuestros corazones, y me pondré vuestros vestidos. ¿Hay alguno entre vosotros que experimente su voluntad rebelde y obstinada acerca de una determinada cosa? Parta su corazón con la espada del espíritu, que es la palabra de Dios: hágase pedazos y dese prisa a partirle en menudas migajas. Porque no es posible convertirse al Señor de todo corazón, sino haciendo pedazos el corazón. Hasta que recibas en la celestial Jerusalén aquella única cosa, de que toda ella participa, mucho es necesario cumplir; y si en un solo precepto faltares, te hiciste reo de todos. El espíritu del Señor es de muchos modos, dice el Sabio, y no puedes seguir al que es de muchos modos sin partirte de muchos modos. Escucha en fin lo que dice aquel hombre, que había Dios hallado según su corazón: Aparejado está mi corazón, o Dios; aparejado está mi corazón. Aparejado para lo adverso, aparejado para lo próspero, aparejado para las cosas humildes, aparejado para las sublimes, aparejado para todo lo que quisiereis mandar. ¿Queréis hacer un pastor de ovejas? ¿Queréis establecer un Rey de los pueblos? Aparejado está mi corazón, o Dios; aparejado está mi corazón. ¿Quién hay como David que entra, y sale, y va a todas las partes adonde el Rey le manda? Y decía de los pecadores: Se ha quejado como la leche de su corazón, pero yo me he aplicado a meditar vuestra ley. La dureza del corazón, y obstinación de alma viene de no meditar el hombre la ley de Dios sino su propia voluntad.
Rasguemos pues, amantísimos, nuestros corazones, a fin de guardar enteros para después vuestros vestidos. Nuestros vestidos son las virtudes: buen vestido es la caridad, buen vestido es la obediencia. Dichoso el que guarda estos vestidos, para no andar desnudo. Finalmente, bienaventurados son aquellos cuyos pecados han sido cubiertos; y también dice la Escritura: La caridad cubre la muchedumbre de los pecados. Rasguemos los corazones como se ha dicho, para guardar enteros estos vestidos, así como se conservó entera la túnica del Salvador. Ni solo se conserva entero el vestido, rasgando el corazón, sino que se hace talar y de varios colores, cual fue la vestidura, que del Santo Patriarca Jacob recibió aquel hijo, que era el más querido de él. Es decir; por una parte brilla entonces en el hombre la perseverancia de las virtudes, por otra la discorde unión de una hermosa conducta. Esta es la gloria de la hija del Rey en medio de las franjas de oro, rodeada también por todas partes de ornamentos de varios colores. Puede sin embargo de todo esto, entenderse de otra suerte el precepto, que nos intima el Señor de rasgar nuestro corazón: y es; que si fuere malo, se rompa en la compunción; si duro, en la compasión. ¿Qué mucho se corte la úlcera, para que salga fuera la materia? ¿Qué mucho se rompa el corazón, para que fluyan las entrañas de piedad? Útil enteramente es una y otra cisura, para que no quede cerrado en el corazón el veneno del pecado, ni cerremos al necesitado las entrañas de misericordia: a fin de que nosotros también consigamos misericordia de nuestro Señor Jesucristo, que es sobre todas cosas Dios bendito por los siglos. Amén.
RESUMEN
La humildad es el camino de ir a Dios. Nada vale la conversión del hombre exterior sin la del interior. Solo la tonsura y el hábito están presentes en algunos religiosos. Los afectos y pasiones del ánimo se deben examinar y ordenar a Dios. No se debe despreciar la mortificación corporal. En el tiempo de ayuno se ha de alimentar el alma y las lágrimas. De qué modo se debe partir el corazón (verdadero camino de compunción). Las virtudes son vestidos del alma.
CUARESMA: DE LOS TRES MODOS DE ORACIÓN
DE LOS TRES MODOS DE ORACIÓN
1.La caridad con la que vivo solícito por vosotros, me obliga a hablaros y a instancias suyas os hablaría más veces si no me lo impidieran mis muchas ocupaciones. Ni es maravilla que viva solícito por vosotros, cuando en mi mismo hayo mucha materia y ocasión de cuidado. Todas las veces que pongo el pensamiento en mi propia miseria, y en los muchos peligros que me cercan, no es maravilla que se turbe en mi mismo mi alma. No es menor la solicitud que debo tener por cada uno de vosotros, si es que os amo como a mi mismo. Sabe aquel Señor que escudriña los corazones cuantas veces el cuidado por vosotros prepondera el cuidado por mi mismo en mi corazón. Ni es mucho que tenga una grande solicitud y me conturbe un grande temor sobre todos vosotros, pues os miro puestos en tanta miseria y peligros. Nosotros mismos (como es manifiesto) llevamos nuestro lazo, por todas partes llevamos con nosotros el propio enemigo, esta carne, digo, nacida de pecado, alimentada en el pecado, corrompida demasiadamente desde su origen, pero mucho más viciada con la mala costumbre. De aquí es que tan acremente combate contra el espíritu que continuamente murmura y no sufre la disciplina, que sugiere cosas ilícitas, que ni obedece a la razón ni se refrena por temor ninguno.
2.A ésta se llega, a ésta ayuda, de ésta se sirve la astutísima serpiente, para combatirnos; aquella serpiente que no tiene otra ansia, otro cuidado, otro negocio, que derramar la sangre de las almas. Esta es la que continuamente está maquinando el mal, que hostiga deseos de la carne, que sopla el fuego natural, de la concupiscencia con venenosas sugestiones, enciende movimientos ilícitos, prepara ocasiones de pecado, y con mil artes de dañar no cesa de tentar los corazones de los hombres. Esta es, la que ata nuestras manos con nuestra propia soga, y como suele decirse nos hiere con nuestro báculo, haciendo que la carne que nos fue dada para nuestra ayuda, sirva de lazo y ruina contra nosotros.
3.Pero qué aprovechará haber insinuado los peligros, si no se aplica algún consuelo y remedio alguno. Grande es sin duda el peligro y molesta es la lucha contra un enemigo doméstico, especialmente porque nosotros somos pasajeros, y el ciudadano, él habita en su región, y nosotros somos desterrados y peregrinos. Grande riesgo es también haber de sostener tan frecuentes y continuos combates contra las astucias, y ardides del diablo que nosotros no vemos, y que le ha hecho sobremanera sagaz así su sutil naturaleza, como el largo ejercicio de su malicia. Sin embargo de nosotros depende, si no queremos ser vencidos: y ninguno de nosotros es postrado en este combate contra su voluntad. Debajo de ti está tu apetito y tu tendrás tu dominio sobre él. Puede el enemigo citar el movimiento de la tentación pero en ti consiste querer dar o negar el consentimiento y cuantas veces resistas tantas serás coronado.
4.No podemos negar, hermanos míos, que estas cosas son molestas y peligrosas: pero también del mismo combate, si resistimos valerosamente, nace una piadosa tranquilidad, propia de la buena conciencia. También, si al punto que advertimos estos pensamientos, no permitimos que se detengan sino que con un espíritu pronto se excita el ánimo contra ellos, al momento se retirará confuso el enemigo y no volverá de buena gana tan presto. Pero ¿Quiénes somos nosotros o cual es nuestra fortaleza para poder resistir a tantas tentaciones? Esto era lo que Dios buscaba en nosotros. A este conocimiento nos quería traer, para que viendo nuestra flaqueza y que no tenemos otro amparo, corramos a su misericordia con toda humildad. Por eso os ruego Hermanos míos que tengáis siempre a mano el segurísimo refugio de la oración; de la cual me acuerdo haber hablado poco ha con el fin del anterior sermón.
5.Pero todas las veces que hablo de la oración, me parece, que estoy oyendo un discurso de la flaqueza humana, que frecuentemente he oído a otros, y alguna vez también le he experimentado en mi mismo. ¿De qué nos sirve la oración si aunque nunca cesemos de orar, apenas experimenta alguno de nosotros fruto alguno de su oración? Del modo mismo que llegamos a la oración así parece que salimos de ella, nadie nos responde una sola palabra, sino que antes parece que hemos trabajado en vano. Pero ¿Qué dice el Señor en el evangelio? No juzgueis según la apariencia sino según la justicia. ¿Cúal es el juicio de la justicia sino el juicio de la fe, puesto que de la fe vive el justo? Con que así sigue el juicio de la fe y no tu experiencia, pues la fe es siempre verdadera y la experiencia muchas veces engañosa. ¿Cúal es pues la verdad de la fe sino la que promete el Hijo de Dios? Cualquiera cosa que pidais con fe en la oración la conseguiréis; ninguno de vosotros, Hermanos míos, tenga en poco su oración, porque os digo la verdad que no la tiene en poco aquel Señor a quien se hace. Antes que salga de vuestra boca la manda escribir en su libro: y una de dos cosas debemos esperar sin ninguna duda: o que nos dará lo que pedimos o lo que nos es más provechoso. Nosotros no sabemos orar como conviene, pero el Señor tiene misericordia de nuestra ignorancia, y recibiendo benignamente la oración de ningún modo nos dará lo que para nosotros no sería útil, o lo que no hay necesidad de que se nos dé tan presto, pero nuestra oración no será infructuosa.
6.Así ciertamente si hiciéramos lo que en el salmo se nos amonesta por el santo profeta David. Regocijaos, dice, en el Señor y él os dará lo que vuestro corazón le pide. Más por qué profeta santo nos mandáis así que nos regocijemos en el Señor, como si ese gozo estuviera en nuestro poder y en nuestra mano? Nosotros sabemos bien que se haya placer en comer, en dormir, en descansar y en otras muchas cosas que hay en el mundo más ¿Cúal es este placer que hay en Dios para regocijarnos en él? Hermanos míos los hombres del mundo pueden hablar así, pero no vosotros ¿Porque quién de vosotros es el que no haya probado muchas veces el deleite y paz de una buena conciencia? ¿Quien es el que no haya gustado del placer que se haya en la humildad, en la caridad, en la castidad? Este placer no es el que se haya en comer o en beber o en cosas semejantes y con todo eso es placer y mucho más grande que el que se experimenta en otras muchas cosas, porque los otros son de la carne, éste de Dios. Y cuando nosotros tenemos nuestro gozo en él, seguramente nos regocijamos en el Señor.
7.Pero hay muchos que se quejan de que ellos prueban raras veces este afecto sensible, y este placer más dulce que la miel y el panal. Ellos no consideran de que Dios los ejercita, entretanto, en las tentaciones, y en los combates y que muestran mucha más firmeza y valentía cuando practican así las virtudes, no por el placer que en ello hayan sino por las virtudes mismas, con el solo deseo de agradar a Dios; ejercitándose en ellas con toda su aplicación aunque no con toda satisfacción. No hay duda que quien obra de este modo cumple perfectamente el consejo saludable del profeta, que dice Regocijaos en el Señor, porque él no habla tanto de que el gozo sensible nace del afecto, como de un gozo efectivo que produce la misma acción y ejercicio de la virtud puesto que aquel afecto sensible pertenece propiamente a la bienaventuranza, que esperamos en el cielo, y la acción pertenece a la virtud, que nosotros debemos practicar en esta vida. Regocijaos, dice, en el Señor, como si dijera procurad esto, haced diligencias para regocijaos en el Señor, y él os dará lo que vuestro corazón le pide. Pero advierte que llama el Profeta peticiones del corazón para que sepas que son aquellas que el juicio de la razón aprueba. Ni tienes con esto de qué quejarte sino más antes de dar a Dios con todo tu afecto muchas gracias; pues tan grande es el cuidado de tu Dios para contigo que todas las veces que ignorándolo le pides lo que para ti sería inútil, no te oye sobre ello pero lo trueca en otra dádiva más provechosa. Así el Padre al niño que le pide pan se lo da con gusto, pero si pide el cuchillo que él no juzga necesario no consiente en dárselo sino que más bien le parte el mismo pan que le había dado o le manda partir alguno de sus criados, para que el niño no tenga peligro ni trabajo.
8.En tres cosas juzgo que consisten las peticiones del corazón; ni veo que fuera de ella ninguno de los escogidos debiera pedir otra. Las dos primeras son de este tiempo. Es decir, son los bienes del cuerpo y del alma. La tercera es la bienaventuranza de la vida eterna. Ni te admires de que haya dicho que los bienes del cuerpo se han de pedir a Dios, porque de él son todos los bienes corporales igualmente que los espirituales. De él pues debemos esperar y también debemos pedirle lo que también nos sirve para mantenernos en su servicio. Sin embargo debemos orar con más frecuencia y con más fervor por las necesidades del alma, esto es, por obtener la gracia de Dios y las virtudes. Así también hemos de orar con toda la piedad y todo el deseo por la vida eterna, en la cual sin duda consiste la eterna y perfecta bienaventuranza del cuerpo y del alma.
9.En estas tres cosas, para que las peticiones sean del corazón, tres cosas podemos observar también. Porque en la primera suele entrarse algunas veces, secretamente, la superficialidad. En la segunda la impureza y en la tercera tal vez la soberbia. Algunas veces suelen buscarse las cosas temporales para deleite, las virtudes para ostentación y aún la vida eterna no la desean algunos no en humildad sino en la confianza de sus méritos. Ni digo esto porque la gracia recibida no dé confianza para pedir, sino porque no conviene que el hombre ponga en ella la esperanza de conseguir. Los dones de la gracia que hemos recibido solamente nos han de servir para esperar de aquella misericordia que los dió que nos dará también otros mayores. Sea pues ceñida la oración que es por cosas temporales, a las necesidades solas: sea la oración que se hace por las virtudes del alma, libre de toda impureza y dirigida a solo el beneplácito de Dios: sea la que se hace por la vida eterna, fundada en toda humildad, confiando (como es razón) de sola la misericordia divina.
RESUMEN
Solicitud de San Bernardo por sus Monjes. Nuestro cuerpo es nuestro lazo. El diablo es otro enemigo. Sin nuestro consentimiento nada nos daña la tentación. Nunca es infructuosa nuestra oración. Las virtudes por si mismas merecen amarse. Dios no oye algunas veces nuestras oraciones según nuestro deseo. Las peticiones del corazón consisten en tres cosas: los bienes del cuerpo, del alma y las bienaventuranzas de la vida eterna. Pueden dar lugar a la superficialidad, la impureza y la soberbia. Tres cosas hemos de observar en esto: La oración que es por cosas temporales, debe dedicarse a las necesidades solas; la oración que se hace por las virtudes del alma, debe estar libre de toda impureza y dirigida a solo el beneplácito de Dios; la que se hace por la vida eterna, debe estar fundada en la humildad, confiando en la misericordia divina.
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