No pierdan la paz ni se acobarden
Pascua
Juan 14, 27-31. Pascua. En Cristo está nuestra paz, y con Él a nuestro lado, ¿qué nos puede turbar?
Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.
Oración introductoria
Señor, mi corazón está hecho para vivir en paz y Tú eres la única, autentica, abundante y gratuita fuente de paz. Nada, ni el mundo, ni los problemas ni las dificultades pueden arrebatármela. Lléname de tu paz para poder difundirla en los demás.
Petición
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dame tu paz.
Meditación del Papa Francisco
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.
Oración introductoria
Señor, mi corazón está hecho para vivir en paz y Tú eres la única, autentica, abundante y gratuita fuente de paz. Nada, ni el mundo, ni los problemas ni las dificultades pueden arrebatármela. Lléname de tu paz para poder difundirla en los demás.
Petición
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dame tu paz.
Meditación del Papa Francisco
En este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren.
Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.
Y paz a los hombres.
La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura "fachada", que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso artesanal, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo […]
Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz también creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz al mundo entero. Y también a los no creyentes les invito a desear la paz, con un deseo que amplía el corazón, con la oración o el deseo, pero todos por la paz. (S.S. Francisco, bendición Urbi et orbe, 25 de diciembre de 2013).
Reflexión
Cristo se está despidiendo. Se acerca su pasión, morirá en la cruz por nosotros, y nos quiere dar las recomendaciones finales, nos quiere dejar las lecciones que él considera más importantes.
Primero nos da su paz, y nos dice que no se turbe nuestro corazón porque "me voy pero volveré" y en otro pasaje: "yo estoy y estaré con ustedes, todos los días, hasta el final del mundo..." En él está nuestra paz, es más, él es nuestra paz, y con él a nuestro lado, ¿qué nos puede turbar?
Sólo nos podemos preocupar por aquello que afecte nuestra amistad con Él o nuestra salvación eterna, lo demás no es esencial. Sólo Dios, sólo Él.
Las últimas dos líneas de este pasaje son las más importantes: "...llega el príncipe de este mundo. No tiene ningún poder sobre mí, pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según me ha ordenado". Dicho en palabras más claras, Cristo está diciendo que el demonio no tiene poder sobre Él, pero que va a morir en la cruz libremente porque quiere que aprendamos, que sepamos que lo más importante es amar a Dios, y amar es cumplir sus mandamientos, es obedecerle. Adán y Eva pecaron desobedeciendo, Cristo nos redimió obedeciendo, y obedeciendo por amor.
Propósito
Pedir al Espíritu Santo que me haga testigo y misionero fiel del amor y de la paz.
Diálogo con Cristo
Tu cercanía, Señor, en esta oración es causa de una paz y alegría inmensa, porque me siento amado, acompañado, sostenido. ¿Cómo agradecer tanto amor? Sí, lo sé, la paz y la alegría, cuando eres Tú la fuente, son expansivas, necesariamente y sin mérito propio, hacen también la diferencia en la vida de los demás. Qué don tan grande, ¡gracias!
martes 05 Mayo 2015
Martes de la quinta semana de PascuaDomingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Beato Nunzio Sulprizio
Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Pablo II : “Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar.”
Hechos 14,19-28.
Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad.
Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe.
Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia.
Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído.
Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia.
Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía.
Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.
A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Pero él se levantó y, rodeado de sus discípulos, regresó a la ciudad. Al día siguiente, partió con Bernabé rumbo a Derbe.
Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia.
Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.
En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído.
Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia.
Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía.
Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir.
A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.
Después permanecieron largo tiempo con los discípulos.
Salmo 145(144),10-11.12-13ab.21.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre.
Juan 14,27-31a.
Jesús dijo a sus discípulos:
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Mensaje para la jornada mundial de la paz 2002, prgr.14-15
La oración no es un elemento que “sigue” al compromiso a favor de la paz. Al contrario, la oración está en el centro del esfuerzo por la edificación de una paz en el orden, en la justicia y en la libertad. Orar por la paz quiere decir abrir el corazón humano a la irrupción del poder renovador de Dios. Por la fuerza vificadora de su gracia, Dios puede crear salidas hacia la paz donde parece que no hay más que obstáculos y repliegue sobre uno mismo... Orar por la paz significa orar por la justicia...
No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero anunciar a los creyentes y a los no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad que estiman el bien de la familia humana y su futuro. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero recordar a aquellos que tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre, en las decisiones graves y difíciles que tienen que tomar, por la luz del auténtico bien del hombre, en la perspectiva del bien común. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. No me cansaré de repetir esta verdad a los que, por el motivo que sea, alimentan en su corazón el odio, el deseo de venganza, los instintos destructores.
¡Que (...) nazca en el corazón de todo creyente una oración intensa por todas las víctimas del terrorismo, por sus familias trágicamente golpeadas y por todos los pueblos que siguen siendo masacrados y atormentados por el terrorismo y la guerra! ¡Que no queden excluidos del rayo de luz que proviene de nuestra oración aquellos que ofenden gravemente a Dios y al hombre por sus actos despiadados! ¡Que puedan volver en sí mismos y darse cuenta del mal que cometen! ¡Que se vean así empujados a renunciar a toda voluntad de violencia y a pedir perdón! ¡Que la familia humana pueda encontrar en nuestros días tan tormentosos la paz verdadera y durable, esta paz que puede nacer únicamente del encuentro entre la justicia y la misericordia!
No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero anunciar a los creyentes y a los no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad que estiman el bien de la familia humana y su futuro. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero recordar a aquellos que tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre, en las decisiones graves y difíciles que tienen que tomar, por la luz del auténtico bien del hombre, en la perspectiva del bien común. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. No me cansaré de repetir esta verdad a los que, por el motivo que sea, alimentan en su corazón el odio, el deseo de venganza, los instintos destructores.
¡Que (...) nazca en el corazón de todo creyente una oración intensa por todas las víctimas del terrorismo, por sus familias trágicamente golpeadas y por todos los pueblos que siguen siendo masacrados y atormentados por el terrorismo y la guerra! ¡Que no queden excluidos del rayo de luz que proviene de nuestra oración aquellos que ofenden gravemente a Dios y al hombre por sus actos despiadados! ¡Que puedan volver en sí mismos y darse cuenta del mal que cometen! ¡Que se vean así empujados a renunciar a toda voluntad de violencia y a pedir perdón! ¡Que la familia humana pueda encontrar en nuestros días tan tormentosos la paz verdadera y durable, esta paz que puede nacer únicamente del encuentro entre la justicia y la misericordia!
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