jueves, 4 de julio de 2013

Si pierdo la oración


Me sucede con cierta frecuencia que pierdo la intensidad y la frecuencia en la práctica de la oración de Jesús. ¿Qué puedo hacer?
Puede hacerse algo interior y algo exterior.
En lo interno, conviene preguntarse… ¿en dónde estoy  poniendo la fe en lugar de ponerla en Dios? Porque ocurre que suele coincidir la pérdida de la intensidad y frecuencia en la oración, con un deslizarse nuestras expectativas hacia lo de afuera, hacia lo externo, depositando en alguna cosa, persona o situación la fe.
Es una especie de creencia o de afirmación mental que sostiene que nuestro bienestar y felicidad vendrán, si aquello o esto, ocurre en nuestra vida. No es nada extraño, es lo que acontece con la sociedad en su conjunto. Un estar buscando en la vida de los sentidos físicos lo que falta en los sentidos espirituales.
Es una reflexión que conviene hacer un momento. Es preciso recordarse que la solución a las carencias surge por una apertura de los sentidos espirituales a la percepción de la divina presencia y no por una creciente satisfacción de los apetitos.
La palabra “recordar” que significa vuelta al corazón a la vez que volver a unir es muy significante. Todos tenemos experiencias de un estado de particular unión con aquello que anhelamos en lo profundo. Recordarlas para volvernos a fundar cuando estamos “salidos de nosotros mismos” es importante. Cimentarnos allí.
En cuanto a lo exterior, si se ha perdido un poco el hábito de la práctica o si cuesta retomarlo, sugiero empezar caminando. Darse una larga caminata, un paseo bueno y tranquilo repitiendo la oración mientras se respira distendido, a fin de reconectar con el sentido y el gusto por la oración de Jesús.
Eso suele bastar si previamente se ha reflexionado en el sentido indicado.

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