jueves, 4 de julio de 2013

ORACIONES VARIAS DE AUTORES CISTERCIENSES




¡Oh Espíritu Santo, nosotros te invocamos!
Llénanos de tu amor, oh Amor,
para que comprendamos el cántico de amor.

Asócianos también a nosotros,
aunque solo sea un poco,
al santo coloquio del Esposo y de la Esposa;
y que se cumpla en nuestros corazones
aquello que contemplan o leen nuestros ojos.

Atráenos hacia Vos, oh Santo Espíritu,
santo Paráclito, santo Consolador,
consuela la indigencia y desnudez de nuestra soledad:
no busca otros consuelos, fuera de Vos.

Iluminad, vivificad, el deseo de quien suspira,
 para que venga a ser amor de un amante saciado.
Venid, para que amemos de verdad;
pues de la fuente de vuestro amor
brotan todos nuestros sentimientos y palabras.

Que podamos comprender tan perfectamente
el cántico de vuestro amor
que ilumine en nosotros el amor
y que este amor se convierta
a favor nuestro
en el intérprete de su cántico.
Amén

     (Guillermo de Saint-Thierry, Comentario al Cantar de los Cantares, 4)




 Te amaré, ¡Oh buen Jesús!

Te amaré, a Ti que eres mi fuerza,

A Ti, a quien yo no logro amar gratuitamente,

A quien jamás podré querer a límite.

Que hacia Ti se dirijan todos mis anhelos,

Que ningún otro amor venga

A desviarlos o distraerlos.

Pero cuán poco es todo, Señor,

Aun cuando todo te lo consagro enteramente.

Que todo mi ser, ¡Oh mi Dios!

Sea para Ti.

¡Atráeme!

Que no aflore en mí temor alguno,

Sino que la perfecta caridad

Lo ahuyente de mí.
  (San Bernardo)








 
Arráncame, Señor, este corazón de piedra.
¡Dame un corazón nuevo, un corazón puro!
Aduéñate de mi corazón.
¡Habítalo! ¡Arrópalo! ¡Llénalo!
Modelo de belleza, sello de santidad,
imprime tu imagen en mi corazón,
grava en él el sello de tu misericordia,
oh Dios de mi alma,
mi porción por toda la eternmidad
 (Balduino de Ford (1190)


¡Oh Jesús, amadísimo de mi corazón!,
ningún fruto espiritual puede hacerse firme
si no está empapado por el rocío de tu Espíritu,
si no lo nutre el vigor de tu amor.
Que te agrade, pues, tener piedad de mí,
para que me recibas en los brazos de tu amor
y me caldees por completo con tu Espíritu.
Mira mi cuerpo y mi alma:
te los entrego, para que los poseas.
¡Amado mío, Amado mío,
derrama tu bendición sobre mí!
Ábreme e introdúceme
en la plenitud de tu suavidad.
Te deseo con toda el alma
y con todo el corazón
y te suplico que sólo Tú me poseas.
¡Ah, yo soy tuya y Tú eres mío!
Haz que con fervor
de espíritu siempre renovado
crezca en tu amor viviente y, por tu gracia,
florezca como los lirios del valle
al borde de las corrientes de agua.
_______________
Permitid, Jesús mío, que adore las llagas de vuestras manos y pies,
y haced que la sangre preciosa que de ellas mana,
cayendo sobre mí, me comunique la santidad,
y me preserve del pecado.
Dejadme también contemplar la llaga de vuestro santo costado
 como la puerta de mi salvación;
y puesto que por mí se abre vuestro Corazón,
permitid que penetre en este santuario de la caridad,
permanezca en él todos los días de mi vida,
 y os ame eternamente.
Llagas sagradas, prendas del amor infinito de mi Dios,
 sois otras tantas bocas que para mí pedís misericordia,
 y otros tantos puros manantiales donde puedo lavarme
de todas mis manchas.
(Gertrudis de Helfta (1256-1302)   


                                
Desearía decirte, Dios mío,
que, para gloria tuya,
yo quisiera ser santa,
pero prefiero dejar a Ti mismo
este mi deseo,
para no tener otra voluntas
que perderme en la tuya,
y que Tú hagas en mí
lo que a ti te plazca,
de suerte que tus deseos
se cumplan absolutamente en esta tu pobre criatura
de la que puedes disponer enteramente.
Luisa de Ballon (1591-1668)

 
Oraciónes a la Stma. Virgen
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza,
a Vos también acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante Vos.
Oh madre de Dios,
no desechéis mis súplicas, antes bien,
escuchadlas y acogedlas favorablemente. Amén.

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¡Mira a la Estrella, invoca a María!

"¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado
por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de
las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos
de la luz de esta Estrella, invoca a María!.

"Si se levantan los vientos de las tentaciones,
si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,
mira a la Estrella, llama a María.

"Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.

"Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente
la navecilla de tu alma, mira a María.

"Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes,
confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia,
aterrado a la idea del horror del juicio,
comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza,
 en los abismos de la desesperación, piensa en María.

"En los peligros, en las angustias, en las dudas,
 piensa en María, invoca a María.
No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;
y para conseguir los sufragios
de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

"No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.
Si Ella te tiende su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás,
si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.
(San Bernardo


¡Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus perfumes!...
Estoy cansado, me he agotado, no me abandones,
atráeme en pos de ti,
no sea que intente andar errante tras otros amantes,
no sea que corra sin rumbo fijo.


Atráeme en pos de ti, pues más me vale que me atraigas
y me provoques como sea, aterrándome con tus amenazas
o probándome con castigos,
que dejarme en mi frialdad, abandonada en mi falsa seguridad.
Atrae a la que no quiere y hazla voluntaria,
 atrae al paralítico y hazlo capaz de correr.
            Algún día no necesitaré que me atraigas,
porque correremos amorosamente y con toda presteza.
No correré yo sola, aunque haya pedido que me atraigas a mí sola,
también correrán conmigo las doncellas.


Correremos juntas, correremos a la par;
yo por el aroma de tus perfumes y ellas movidas por mi ejemplo
y mis insistencias. Sí, correremos todas al olor de tus aromas.
            Todos hemos corrido detrás de ti, Señor Jesús,
por la mansedumbre que descuella en ti,
al oír que no desprecias al pobre ni te horroriza el pecador.
            No te horrorizó el ladrón cuando te confesó,
ni la pecadora  cuando lloraba, ni la cananea cuando te suplicaba,
 ni la mujer sorprendida en adulterio,
ni el que se sentaba en el mostrador de los impuestos,
 ni el publicano cuando oraba, ni el discípulo cuado te negaba,
ni el perseguido de tus discípulos,
ni los mismos que te crucificaron.
            Correremos al olor de todos estos perfumes.
Es más, hemos percibido la fragancia
de tu sabiduría por lo hemos oído,
y si alguien  se ve falto de sabiduría que la pida y
se la darás.
Porque dicen que se la comunicas a todos en abundancia
y no lo echas en cara…
            Da luz a mis ojos, Señor, para que vea lo que a ti
te agrada en cada momento,
 y seré un hombre sabio.
            No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud,
y seré justo. Guíame por tu camino y seré santo.
Guillermo de Saint-Thierry

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