domingo, 28 de julio de 2013

Meditación: Lunes de la XVII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 29 de julio, 2013.

 



El pecado no limita la fidelidad de Dios, sino que va obrando su misericordia en la historia y abriéndose camino como Jesús muestra en las parábolas del Reino
“En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.» Les dijo otra parábola: -«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.» Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo»” (Mateo 13,31-35).  
1. A la imagen del campo sembrado se añaden hoy las parábolas del granito de mostaza y de la levadura. En el silencio vemos las manos eternas de Dios en plena obra de la redención del mundo. La simiente ha sido echada. Viniste tú, Jesús, el Verbo divino del Padre, y te hiciste semilla fértil en el desolado campo del mundo. La tierra recibió tu cuerpo sacrificado y la semilla de tu sangre rindió el mil por uno. Tu palabra cayó en la esponjosa tierra de los corazones y dio infinitos frutos de sazón. Nosotros nos hallamos en pleno milagro de este crecimiento. La Iglesia de los mártires, la abundancia y variedad de la vida de la gracia en tantos cristianos… tantas pequeñas simientes una tal plenitud de vida.
Jesús, veo tu cuerpo místico, la Iglesia; hace crecer en ramas sin número el árbol del reino de Dios en la tierra. Poco a poco y en silencio, la Iglesia de Cristo crece, crece la obra de la redención, crece el reino de los redimidos; como también, poco a poco, va creciendo la semilla, y en silencio echa un brote, y éste crece. Exclamamos: ¡Cuán grande se ha hecho! Y lo mismo sucede cuando se mezcla la levadura entre la masa de la blanca harina: va expansionándose poco a poco, hasta que por fin la fermenta toda y la masa del pan ya está lista. Así también obran en el mundo la palabra redentora y la fuerza santificante de Cristo. Despacio y en silencio hacen las veces de una levadura. ¿Qué podemos nosotros hacer para que crezca la Iglesia, para que crezca el bien?
"Que siempre suspiremos por aquello por lo cual en verdad vivimos" (Poscomunión), esto es, que nos abramos a la operación misteriosa de Dios. Que no queramos hacer nada solos o por nuestras propias fuerzas. Vaca Deo et videbis! (Sal 45, 11), "¡tómate tiempo, está libre para Dios, y verás!" Verás y admirarás la gloria de su obra y su crecer silencioso en los suyos (Emiliana Löhr).
-“Siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece, sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas”. Para el crecimiento, la ley de la paciencia es la ley esencial de la vida. ¿Por qué, Señor, el mundo parece tan alejado de tu Reino? ¿No podrías hacer algo más? ¿Por qué permaneces oculto? La levadura es pequeña, pero llega a hacer algo grande. Yo quisiera, Señor, aprender el valor de las cosas pequeñas, lo que no se ve, lo débil en apariencia… El amor será la levadura que, lentamente, invisiblemente, fermenta toda la masa (Noel Quesson).
Dios parece elegir lo pequeño e insignificante, pero luego resulta que, a partir de esa semilla, llega a realizar cosas grandes. La levadura también es pequeña, pero puede hacer fermentar toda una masa de harina y permite elaborar un pan sabroso. Es el estilo de Dios. No irrumpe espectacularmente en el mundo, sino a modo de una semilla que brota y germina silenciosamente y se convierte en planta. Como la levadura, que, también silenciosamente, transforma la masa de harina. Esta manera de actuar de Dios, a partir de las cosas sencillas, se ha visto sobre todo con Jesús. Se encarnó en un pueblo pequeño (a su lado había otros como Egipto, Grecia y Roma), y se valió de personas sin gran cultura ni prestigio (no recurrió a los sumos sacerdotes o doctores de la ley). Pero el Reino que él sembró, a pesar de que fue rechazado por los dirigentes de su tiempo, se ha convertido en un árbol inmenso, que abarca toda la tierra, transformando la sociedad y produciendo frutos admirables de salvación. También en nuestros días tenemos la experiencia de cómo sigue obrando Dios. Con personas que parecen insignificantes. Con medios desproporcionados. Con métodos nada solemnes ni milagrosos, pero eficaces por su fuerza interior. Y suceden maravillas, porque lo decisivo no son los medios y las técnicas humanas, sino Dios, con su Espíritu, quien da fuerza a esa semilla o a esos gramos de levadura. La Eucaristía que celebramos es algo muy sencillo. Unos cristianos que nos reunimos, que escuchamos lo que Dios nos quiere decir, y realizamos ese gesto tan sencillo y profundo como es comer pan y beber vino juntos, que el mismo Jesús nos ha dicho que son su Cuerpo y Sangre. Pero esa Eucaristía es como el fermento o el grano que luego fructifica -debería fructificar- durante la jornada, transformando nuestras actitudes y nuestro trabajo. Tal vez nos gustarían más las cosas espectaculares. Pero «el Reino está dentro» (Lc l 7,20), y no fuera. Y, si le dejamos, produce abundante fruto y transforma todo lo que toca. Como es increíble lo que puede producir un granito pequeño sembrado en tierra, es increíble y esperanzador lo que puede hacer la semilla del Reino -la Palabra de Dios, la Eucaristía- en nuestra vida y en la de los demás, si somos buen fermento y semilla dentro del mundo (J. Aldazábal).
2. El profeta Jeremías (13,1-11) escucha de Dios: -“Vete a comprar una faja de lino y póntela a la cintura... toma la faja que has comprado, levántate, vete al Eúfrates, y escóndela en una grieta de la peña...” Vemos que lo mismo que embellece su atuendo con una faja nueva que se ciñe a la cintura, de igual modo Yahvé se embellece con Israel. Este pueblo era para Dios un verdadero ornamento colocado directamente sobre su piel: tan íntimas eran sus relaciones.
-“Pasaron muchos días cuando el Señor me dijo: «Levántate, vete al Eúfrates y recoge allí la faja que te mandé que escondieras... Fui allí, y he ahí que se había echado a perder, la faja no valía para nada”. Israel se ha desligado de Yahvé con la misma facilidad con que se desprende uno del cinturón; y así como el cinturón del profeta se ha podrido en contacto con la humedad del Eúfrates, así Israel quedará reducido a la más absoluta inutilidad (Maertens-Frisque).
Dejando aparte si el nombre del río fue un símbolo o fue el profeta al río Fara, cercano a su pueblo natal, que evocaría el Eúfrates, donde fueron deportados (Babilonia y Asur).
-“Del mismo modo echaré a perder la mucha soberbia de Jerusalén. Ese pueblo malvado que rehúsa «oír» mis palabras, que camina según la dureza de su corazón y que va en pos de otros dioses para servirles...” Vemos aquí que hemos de "escuchar" a Dios.
¿Soy un hombre que escucha la Palabra de Dios... en la Escritura, y en la vida corriente? ¿Tengo también un corazón endurecido, que va en pos de los ídolos de nuestro tiempo, que se hace esclavo de toda clase de cosas? En ese caso no "valgo nada" para Dios (Noel Quesson). "Si la sal se vuelve insípida, dirá Jesús, no vale nada. Se tira y se pisotea" (Mateo 5,13).
-“Como una faja... de tal modo hice apegarse a mí toda la casa de Judá...”
3. El responsorio, tomado de Deuteronomio 32, lamenta que sin  Dios no somos nada: “Despreciaste a la Roca que te engendró, / y olvidaste al Dios que te dio a luz. / Lo vio el Señor, e irritado / rechazó a sus hijos e hijas”. En realidad Dios no rechaza a nadie, pero ellos lo pensaban al modo humano. Quizá se puede decir que el infiel no abre el corazón a Dios que quiere darle lo mejor, pero la puerta se abre desde nuestro corazón, y en este sentido sigue:
Pensando: "Les esconderé mi rostro / y veré en qué acaban, / porque son una generación depravada, / unos hijos desleales."
"Ellos me han dado celos con un dios ilusorio, / me han irritado con ídolos vacíos; / pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio, / los irritaré con una nación fatua."”
Todo esto hemos de completarlo con la fidelidad de Dios, que nos ama aunque no respondamos a su amor, y va buscando el modo de que volvamos al Amor. Madre mía, Santa María, ruega por nosotros, para que volvamos a Jesús cuando nos des-pistamos, que si hemos perdido la pista, contigo la recuperemos.

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