viernes, 26 de julio de 2013

FRAILES MENORES CONVENTUALES Origen y evolución desde ‘200 hasta 1517 e historia moderna 1517-1976





FRAILES MENORES CONVENTUALES


Origen  y  evolución  desde ‘200  hasta  1517
e historia moderna 1517-1976
Los Frailes Menores Conventuales constituyen una de las tres grandes familias de la Primera Orden franciscana o minorítica, juntamente con los -»Frailes Menores - llamados anteriormente Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos, Recolectos - y con los F.M. -»Capuchinos. Su nombre oficial es Ordo Fratrum Minorum s. Francisci Conventualium: Orden de los F.M.C. de s. Francisco; la sigla de la Orden es: OFMConv.
I. Nombre y su significación - II. Orígenes y aprobación. Regla, constituciones y estatutos - III. Finalidad y espiritualidad. Caracteres y organización - IV. Evolución conventual desde los orígenes hasta 1517 - V. Acontecimientos históricos desde 1517 hasta la actualidad - VI. Situación actual de la Orden - VII. Actividad: 1. Espiritual y devocional - 2. Jerárquica, conciliar e inquisitorial - 3. Litúrgica, pastoral y de predicación varia - 4. Misionera - 5. Científica y artística - 6. Caritativo-social.


I.  NOMBRE Y SU SIGNIFICACIÓN
Al nombre de ‘Menores’ o de ‘Frailes Menores’ que s. -»Francisco quiso dar a su Primera orden en 1208 o 1209, muy pronto se le añadió el de C., el cual, después del surgimiento y afirmación de las reformas franciscanas de los F. M. Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos, Recolectos (1368), y de los F. M. Capuchinos (1525), se tornó nombre específico de los F. M. C. Éstos, hasta aquel entonces, y exactamente hasta 1517, eran más comúnmente y oficialmente llamados Frailes Menores, ‘Orden de los Frailes Menores’ (s. Francisco, Regla I, c. VI, VII; Regla II, c. I; BullFranc I-VII, Roma 1759-1904; BullFranc, ns. I-III, Quaracchi 1929-49; León X, Ite vos, 29-5-1517 y Omnípotens Deus, 12-6-1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 23, 30: vol. XVI, p. 53, 60; y las voces  Franciscanos y Frailes Menores).
1.  Nombre
La palabra -»conventual, ya usada en los documentos eclesiásticos anteriores al franciscanismo - por ej. en la constituticón 10 del -»Lateranense IV de 1215 - aparece, por primera vez en el mundo franciscano, para la Tercera Orden, en el Memoriale Propósiti de 1221-8, y para la Primera Orden u Orden minorítico - si se prescinde de la «conventualis disciplina» auspicada por Jacobo de Vitry en 1220 - en un acta notarial de 9-1-1241: la encontramos, prácticamente, en los albores de las dos Ordenes. Así como el Lateranense había mencionado a las «conventuales ecclesiae» [iglesias conventuales, n.d.t.], también el Memorial y el acta notarial hablan respectivamente de las «domus conventuales» [casas conventuales, n.d.t] de los Penitentes o Terciarios de s. Francisco, y de un «guardianus conventualis de Ésculo» o superior de los Minoritas de Áscoli Piceno (Const. 10 Later. IV, en Mansi XXII, col. 998; ConOecDecr, p. 239-40; Memoriale, en Meersseman, Dossier, p. 97; Sabatier, Opuscules I, p. 1, 20; R. B. C. Huygens, Lettres de Jacques de Vitry, Léida 1960, p. 131-2; Acta notarial, en MiscFranc 32 [1932] 151-2).
En los años 1250 y 1252 también las iglesias minoríticas fueron llamadas c.: «decérnimus ut ecclesiae vestrae omnes ubi conventus existunt conventuales vocentur» [mandamos que todas la iglesias que están unidas a vuestros conventos se llamen conventuales, n.d.t.]. De esta manera también entre los Menores empezó a darse la distinción entre iglesias c. e iglesias no-c. - generalmente estas últimas eran las de los eremitorios. A las primeras se les concedió derechos y privilegios como los de las iglesias colegiatas, es decir: autorización para la celebración pública de los divinos misterios, predicación, administración de los sacramentos y guarda de la Eucaristía, rezo coral del oficio divino, uso de campanas y sepultura eclesiástica (Inocencio IV, Cum tamquam veri, 5-4-1252, en BullFranc I, p. 538,622).
En un segundo momento, aquella distinción fue aplicada también a los conventos minoríticos, que s. Francisco prefería llamar «loca», «habitácula», «domus» [conventos-eremitorios-casas, n.d.t] (Regla I, c. VII; Regla II, c. VI; Testamento 5, 7), y que las constituciones de Narbona, redactadas por s. -»Buenaventura (1260), identificaron como «loca conventualia» y «loca no-conventualia». Éstos últimos, casi siempre, eran eremitorios, y muchas veces mencionados por s. Francisco (De religiosa habitatione en eremo, cap. 1 [Regla para los eremitorios]; aquellos estaban ubicados en las ciudades y eran más grandes, pues debían acoger «13 fratres et supra» [13 ó más hermanos, n.d.t.], con especiales derechos comunitarios y capitulares y, al mismo tiempo, con específicos compromisos de apostolado pastoral, litúrgico, cultural, caritativo-social (Const. Narb. VIII, 6; IX, 20-2, en ArchFranc 34 [1941] 285, 295).
Ya al guardián del convento de la ciudad de Áscoli el término ‘conventual’ había sido aplicado en 1241. Sin embargo tan sólo después de las declaraciones inocencianas acerca de las iglesias y de la legislación bonaventuriana acerca de los conventos es cuando el nombre fue atribuido comúnmente a los propios frailes que, con formación adecuada, residían y operaban en aquellas iglesias y en aquellos conventos. El propio Inocencio IV en 1254 y Clemente IV en 1265 dirigen sus bulas usando este tenor: «Ministris, Custodibus, Guardianis conventualibus» [A los Ministros, Custodios y Guardianes conventuales, n.d.t.], en cambio las constituciones narbonenses hacen distinción entre: «Guardiani conventuales» y «Guardiani non conventuales» (Inn. IV, Quia tunc potíssimum, 18-3-1254; Clem. IV, Dilecti filii, 25-7-1265, en BullFranc I, p. 718; III, p. 24-5; Const. Narb. IX, 19,21, en ArchFrancHist 34 [1941] 295).
Así como los superiores, también los súbditos y los religiosos residentes y operantes en aquellas iglesias y conventos, son llamados <c.> Arnaldo de Foligno, director espiritual de la b. Ángela, se identifica de esta manera (1291): «Assisium ad sanctum Franciscum morabar conventualis» [Yo era (fraile) conventual que vivía en Asís junto a san Francisco, n.d.t.] (Vita b. Angelae I, n. 34); Álvaro Pelayo, penitenciario papal (1330-2), se define a sí mismo: «cum essem conventualis ibi, Romae, in Aracoeli» [cuando yo era conventual en Araceli, en Roma, n.d.t.] De planctu Eccl., lib. I, c. III).
Tampoco faltan datos más explícitos de comunidades c.: en 1258, en Inglaterra, Tomás de Eccleston menciona «quemdam locum» con algunos «fratres conventuales» [cierta morada con algunos hermanos conventuales, n.d.t.] (De adventu, col. I, 8); el 4-12-1277 en la ciudad de Perusa fue hecho un legado «frátribus minoribus conventualibus de Campo Orti» [A los frailes conventuales de Campo Orti, n.d.t.] es decir el actual convento ‘S. Francisco al Prato’ de los F.M.C. (Mazzatini, Archivi, II, 243); en un testamento de 13-10-1317, a favor del Sacro Convento y Basílica de S. Francisco en Asís, C. hasta el presente, el testador «réliquit et adiudicavit cuilibet fratri conventuali dicti loci unum bologninum de argento» [deja asignado un bolognino (= así se llama la moneda) de plata para cada fraile conventual de aquel lugar, n.d.t.] (Sacro Convento, Instrum. III, p. 27; MiscFranc 63 [1963] 295).
Pero no solamente las iglesias y los conventos, los superiores, los súbditos y determinadas comunidades, también la misma Orden fue llamada y considerada conventual. En efecto en 1259 Alejandro IV en dos bulas identifica a los «Ordinis fratres» y las «libertades Ordinis» con los mismos «fratres conventuales» y las «libertates» que éstos tenían como sus «prerrogativas» (Nimis iniuste, 5-2-1259, en ArchFrancHist 6 [1913] 390-1). La «Commúnitas Órdinis», de la cual se habló mucho en tiempos de Clemente V (1305-14), y especialmente durante el Concilio de Vienne (1311-2) a raíz de las acusaciones levantadas en contra de la misma por parte de los -»Espirituales, se identificaba con la misma comunidad conventual. Ehrle (1887) y Mortier (1907), por citar algunos nombres, no tienen ninguna dificultad en reconocer este hecho: «dans le principe, les Mineurs étaint tous conventuels» [al comienzo, todos los Menores eran conventuales, n.d.t.]; lo mismo afirman Cresi (1955): «toda la Orden se desarrolló de manera conventual», Villibrord de París en Cathol (1956) y también el franciscanista anglicano Moorman (1968), el cual escribió: «The Community or, as they came to be called, the Conventuals» [la Comunidad o, como prefieren ser llamados, los Conventuales,  n.d.t.] (Denifle-Eherle 3 [1887] 191; Mortier III, p. 298: Cresi. S. Francesco, p. 102; Cathol 4 [1956] 1160; Moorman, A History, p. 191).
No hay que extrañar, pues, si en 1327 encontramos la siguiente frase: «fray Acursio florentino de la Orden de los frailes menores c. por autoridad apostólica Inquisidor de la herejía en la Provincia de Toscana»; y mucho menos cuando en un acta notarial de la ciudad de Cortona de 25-11-1392 leemos: «tradentes… dicto ordini fratrum minorum conventualium» [entregan... a la Orden de los frailes menores conventuales. n.d.t.] (Doc. 1327, en Döllinger, Beiträge zur Sektengesch. II, p. 585; Franchini, De antiquioritate, p. 82-3). Por cierto, ésta era la época de la grande efervescencia de reformas: la Observancia o Regular Observancia ya había echado su raíces en Italia (1368), España (1387), Francia (1388). Y así como en tiempos de los Espirituales, aunque con distintas motivaciones, se sintió la necesidad de distinguirse y diferenciarse de los demás. Fue lo que pretendieron los mismos interesados cuando, por ej. mandaron prohibir a los Amadeítas el uso de los ‘zóccoli’ o «calepódia» [tacones] porque los tacones habían sido un detalle observante desde sus comienzos; y mandaron inserir, en la bula de concordia, que los C. pudían emprender su reforma pero fuera de la Observancia «dúmmodo áliquo notábili signo distinctivo distinguantur et discernantur» [siempre y cuando adopten algún signo distintivo que los distinga e identifique, n.d.t.] (Amadeítas: Julio II, Licet nuper, 15-12-1510, en WaddingAnnMin, Reg. 1510, n. 42: vol. XV, p. 776-8: C.: León X, Omnípotens Deus, 12-6-1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 30: vol. XVI, p. 61).
Con el fin de diferenciarse también en la denominación, al nombre de F. M., común para las dos familias, fue añadiéndose poco a poco un nombre especifico y distintivo como fue el de «Commúnitas Órdinis», así como se lee en la Supplicationibus personarum del Concilio de Constanza (23-9-1415), en BullFranc VII, p. 494); «fratres de claustro» o «claustrales» llamados así por Martino V en España (Super gregem, 28-12-1427, en BullFranc VII, p. 692-9) llamados «non de Observantia» y «non Reformati», sin ningún otro sobrentendido, por Eugenio IV y León X (Super gregem, 1-10-1413, en BullFranc, ns. I, p. 21; Ite vos, 29-5-1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 23: vol. XVI, p. 51,55). Sin embargo la denominación más frecuente fue la de «Conventuales», «Fratres Conventuales», «Fratres Minores Conventuales», «Fratres Minores Conventuales Órdinis s. Francisci»: ésta es la fórmula más completa, porque quizás incluida en la bula de protesta (Eugenio IV, Cum nobis, 10-9-1440, en ArchFrancHist 29 [1936] 492; Nunciatum est nobis, 12-7-1517, en WaddingAnnMin 1517, ns.23,30,31: vol. XVI, p. 53, 54,55; 59, 60, 63).
Aparte los C., y distintos de éstos, había los «fratres observantiae… regularis observantiae» (Supplicationibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 493,494); había también los «fratres devoti», «fratres de familia», «fratres reformati: sub Vicariis, sub Ministris» [bajo la obediencia de los Vicarios y de los Ministros, n.d.t.], «fratres de observantia», «fratres Órdinis Minorum de Observantia» y, como algo definitivo, tal como determinó León X en 1517: «Fratres Minores sancti Francisci Regularis Observantiae, vel simul vel disiunctive» [Frailes Minores de la Regular Observancia de s. Francisco, bien sea todos juntos bien sea por sparado, n.d.t.] (bulas ya indicadas para los C., y Calixto III, Regímini,24-5-1458, en BullFranc, ns II, p. 230; Julio II, Exponi nobis, 18-4-1512, en WaddingAnnMin 1512, n. 23: vol. XV, p. 526-7).
Sin embargo, no obstante las nombradas denominaciones específicas, útiles a veces y, a veces, necesarias, los C. continuaron, hasta León X (1517), a ser reconocidos por el Concilio de Constanza como la «Commúnitas Órdinis», a cuyos conventos los Observantes podían llegar y después regresar a sus eremitorios; o como el «Sacer Ordo Fratrum Minorum» [la Orden santa de los Frailes Menores, n.d.t.] a la que Martino V concedió el uso de los bienes muebles e inmuebles, anexos o no a los conventos, «vice et nómine Romanae Ecclesiae» [en lugar y nombre de la Iglesia Romana, n.d.t.] a la cual pertenecía el «ius propietatis, dominium» [el derecho y la propiedad, n.d.t.] firmemente rechazado, por cierto, por los Observantes; o también como los «Fratres Órdinis Minorum» cuyos conventos, por mandato de Calixto III, no podían ser ocupados por los «Fratres Órdinis de Observantia»; o como «Ordo Fratrum Minorum» y «alii Fratres Minores Conventuales etiam sub Ministris refomarti» [también los demás Frailes Menores Conventuales reformados bajo la obediencia de los Ministros, n.d.t.] que, como recuerda Julio II, detienen y reivindican especiales privilegios ante los «Fratres Órdinis Minorum de Observantia sive de Familia nuncupati» [a los Frailes llamados de la Orden de los Menores de la Observancia o de la Familia, n.d.t.] (Conc. Constanza, Supplicatiónibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 494; Martino V, Ad statum Órdinis, 23-8-1430, ibid, p. 739; Calixto III, Regímini, 22-8-1455: ibid, ns. II, p. 30-2; Julio II, Exponi nobis, 18-4-1512, en WaddingAnnMin 1512, n. 23: vol. XV, p. 526-7).
No solamente los Papas, los historiadores Observantes también, contemporáneos y posteriores, como fue el b. Bernardino Aquilano (†1503), y Mariano de Florencia (†1523), Francisco Gonzaga (†1620), Lucas Wadding (†1657), Manuel Rodríguez el cual, en 1611, dejaba la siguiente anotación: «Sigillum Órdinis et veri Ministri et Custodes, quos Seráphicus Pater institúerat in sua régula, perseveraverunt inter Fratres Minores Conventuales, qui etiam Fratres Minorum de Communitate appellantur, usque ad tempus Leonis X» [La insignia de la Orden y los verdaderos Ministros y Custodios, que el Seráfico Padre instituyó en la Regla, han sido siempre de los Frailes Menores Conventuales, a los cuales se les llaman también, hasta el tiempo de León X, Frailes Minores de la Comunidad, n.d.t.] (Quaestiones regulares, I, Venecia 1611, p. 408).

2.  Significado
La palabra conventual no siempre ha tenido el mismo significado. En sus comienzos, dentro de la historia de la Orden, su significado era bastante genérico: conventual de -»convento, y naturalmente, referente a todo lo que se dice o se relaciona con el convento. Paulatinamente la expresión fue adquiriendo un sentido cada vez más específico, gradual y constantemente en evolución, ligado a específicos acontecimientos históricos, como por ej.:
a) el residir y obrar de los Minoritas en los conventos e iglesias que el papado había declarado c., distinguiéndose de esta manera, como religiosos c., de los demás hermanos que residían en eremitorios;
b) el instaurarse y generalizarse de un -»conventualismo o vida comunitaria menos estricta y menos austera de la de los eremitorios y, por otro lado, más condescendiente con las dispensas y concesiones papales en materia de pobreza; al mismo tiempo más activa y entregada a las necesidades de la Iglesia y de la sociedad y más acorde con las no fáciles instancias de los estudios y apostolado que los conventos e iglesias c. les exigían en las ciudades;
c) el difundirse de este estilo de vida, también fuera de la ciudad y de su propio país, tras la urgencia de la misma Iglesia, mediante misiones populares y misiones entre paganos, compromisos jerárquicos y diplomáticos, lucha anti-herética e inquisitorial, actividades universitarias, obras caritativo-social;
d) el afirmarse de la necesidad de defender este estilo de vida llevado adelante por la Comunidad conventual, también en vista de la cantidad de obras a las que, por cierto, estaba ligada, porque « la Orden toda evolucionó conventualmente»;
e) por último, la necesidad de diferenciar esta Comunidad conventual o Comunidad de la Orden de los demás grupos, o también para no comprometer su prestigio y su dignidad frente a los disidentes y rebeldes como los -»Espirituales y los -»Fraticelli, o para conservar su carácter y sus instancias de vida religiosa franciscana, ya aprobada y favorecida por la Iglesia, contra los movimientos más inflexible y austeros, como eran los de la Observancia.
De manera que del genérico conventual de ‘convento’, se llegó a los específicos religiosos C. que oficiaban en las iglesias c.; C. defensores y promotores de un estilo de vida religiosa más acorde con las urgencias del estudio y apostolado que la Iglesia les proponía; C. representantes de la Comunidad de la Orden que, exactamente a raíz de aquellas necesidades, evolucionó conventualmente; C. que, con el nacer y afirmarse de las reformas franciscanas con su plena autonomía e independencia, constituyen, con el nombre F.M.C., una de las tres grandes familias de la Primera orden franciscana o minorítica.
Sin embargo, a los F.M.C. no se les da este nombre, común y oficial, en toda parte. En Francia, por ej. y en los países de lengua francesa son llamados -»Cordelièrs, por causa del cordón con que se ciñen; en Inglaterra son llamados -»Grey Friars o Frailes Grises por causa del antiguo color gris o ceniciento del hábito que la Orden usaba en todos los países hasta el tiempo de la revolución francesa; en Alemania y países de lengua alemana son llamados -»Minoriten, primitivo nombre de la Orden; en algunos Estados americanos y en Polonia reciben el nombre de -»Franciscanos, por causa del fundador s. Francisco.
Los nombres que han desaparecido o que no se usan más son: Claustrales, de claustro, era muy común en España y en Cerdeña; y Barfüsser (=Descalzos), ya común en Alemania y países de lengua alemana, por causa del antiguo uso de sandalias en lugar de zapatos.

II.    ORIGEN  Y  APROBACIÓN
REGLA  Y  CONSTITUCIONES.   ESTATUTOS

1. Origen y Aprobación. - La Orden de los F.M.C. fue fundada, con el nombre de F. M., por s. Francisco en la Porciúncula de Asís en 1208 o 1209 un 16 de abril, según la tradición. En la Porciúncula Francisco había escuchado el Evangelio de la pobreza; se había decidido por la nueva institución; había aceptado ser acompañado por los tres primeros compañeros: Bernardo de Quintavalle, Pedro Cattani y Gil de Asís. Los cuatros se establecieron en el cercano tugurio de Rivotorto, y allí, aumentando los seguidores, él escribió su «forma vitae» [regla de vida, n.d.t.], como la llama s. Buenaventura, la cual debía servir como base para la aprobación del nuevo instituto (1Cel. 21-5, 32, 42, en AnalFranc X, p. 18-22, 25. 33; s. Buenav., LM III, 1-8; IV, ibid; MiscFranc 69 [1969] 233-44).
Juntamente con los primeros once compañeros y con aquella «regla de vida» s. Francisco viajó a Roma, y la Orden fue aprobada, «vivae vocis oráculo» [verbalmente, n.d.t.] por Inocencio III, en 1209 ó 1210, que la tradición fija también para el 16 de abril. Se trataba, por cierto, de un reconocimiento público y oficial, aunque no definitivo, según testimonia el mismo mandato papal «de poenitentia praedicanda» y las reducidas tonsuras, «coronas párvulas» que el Papa quiso que Francisco y los suyos usaran «ut líbere verbum Dei praedicarent» [a fin de poder predicar la palabra de Dios sin que nadie se lo impediera, n.d.t.] (s. Buenav., LM III, 10, AnalFranc, X, p. 571).
La Orden recibió la primera confirmación de parte el Concilio -»Lateranense IV en 1215; y la confirmación definitiva o «bullata» de parte de Honorio III, mediante la bula Solet annúere del 29-11-1223 (BullFranc I, p.15-9): el documento original de esta bulla se conserva en la basílica y tumba de s. Francisco, en Asís, de los F.M.C. Los C. en la ciudad seráfica, custodian también la casa paterna y lugar natal del Poverello llamada ‘S. Francesco Piccolino’; y en el contado de Asís, custodian también el tugurio de Rivotorto y, hasta 1432-33, custodiaban la Porciúncula o S. María de los Ángeles, traspasada definitivamente a los Observantes por mandato de Eugenio IV el 3-12-1445 (Sane licet, en BullFranc, n. I, p. 469; MiscFranc 31 [1931] 219; 63 [1963] 330-336).
STATUS ORDINIS A LO LARGO DE LOS SIGLOS
Año StatusProvinciasVicarías-MisionesCustodiasConventosReligiosos
1263-70
1290aprx.
1335aprx.
1385-90
1488
1586
1682
1771, 1773
1860
1893
1933
1960
1975
34
34
34
34
36
25
31
40
21
22
25
36
35+5Cust.Gen.
1
4
5+3
7+3
2
4
2
2
2
1
6
11
2-11
137+42
188
211
226
200aprx.
178
128
173
51
50
56
71
824+416
1.400aprx
1.422
1.641
1.300aprx
1.000aprx.
950
1.257
358
306
312
566
659
30.000aprx.
35.000aprx.
35.000aprx.
35.00030.000aprx
20.000aprx.
15.000aprx.
25.000aprx.

1.481
2.795
4.248
3.967
El Status de 1263-70 es el primer a anotar el numero de los conventos y Custodias; sin embargo están faltando 8 Provincias; esto explica el por qué de la añadidura numérica, en  base a  los Status de los Conventos, 1290 para las Custodias.
Las Custodias, en cuanto circunscripciones de Provincias, tienen su razón de ser  tan sólo entre los Conventuales; pero ellos las abandonaron en 1969. Están anotadas en la Regla bulala  de s. Francisco de 1223.
Las Vicarías de los dos primeros siglos franciscanos son, casi siempre, Vicarías-Misiones. Las Vicarías-Provincias toman importancia sobretodo entre los Observantes en el s. XV. En 1506, 1509, 1513 tenían 48; pero dos de ellas eran Custodias-Vicarías. Las circunscripciones custodiales aparecen también en las Vicarías de Bosnia, Hungría, Castilla, Aragón. Todas las Vicarías Observantes se tornaron Provincias por detrminación de León X, el 29-5-1517 (WaddingAnnMin 1506, 10; 1517,23).
Para los primeros 4 Status Cfr. Golubovic, Biblioteca de Tierra Santa II, 241-57 y Di Fonzo, Series quaedam, 68-9; para el 1488, los Regesta OFMConv; para los años 1586, 1682, 1771, 1773 Tossignano, Franchini, Righini; para los últimos 5 Status: Album Generale y Commentarium OFMConv para los años indicados.
BASÍLICAS  FRANCISCANAS  OFICIADAS  POR  LOS  MIN.  CONV.
Ciudad

Título
Fundación

Basílica

Reliquias -Arte-
Otros





AsísS. Francisco1228-531230, 1754Cuerpo de s. Franc. 1226, Regla OMin 1223, Bend. S. Franc.
a Fr. León 1224, Frescos Cimabue, Giotto, Martini, Lorenzetti.
PaduaS. Antonio1232-901904, 1932Cuerpo de s. Antonio 1231, Sermones del Santo 1227-31.
Obras de Donatello, Tiziano, Casanova, Pogliaghi.
ArezzoS. Franciscoc. 129025.2.1955Leyenda de  la Cruz, de Piero de la Francesca.
BoloniaS. Francisco1235-6316.2.1936Mármol de Pier Paolo Masegna, Mausoleo de Alejan. V, de
Lamberti.
Carey-OhioOur Lady of191221.10.1971Santuario Mariano, muchas peregrinaciones USA.
Consolation
FerraraS. Francisco1241/149416.1.1957Frescos de Garófalo. Iconografía francesca: 132 santos.
FlorenciaS. Croce1295-132023.12.1933Crucifijo de Cimabue. Giotto y Escuela. Agnolo y T. Gaddi.
Esculpturas de B. Maiano, Donatello, Mino de Fiésole,
Rossellino. Arnoldo de Cambio, Brunelleschi, Della Robbia.
Tumbas de Miguelangel, Macchiavelli, Galileo.
IstambulS. Antonio1906-1323.2.1932Iglesia de la Comunidad Italiana, frecuentada  por
Islámicos.
KrakovS. Francisco125723.2.1920Capilla de los Italianos: Policromía y pinturas de Winspiaski.
MilwaukeeS. Giosafat1906-1310.2.1929Estilo clásico, frecuentada por Polacos-Americanos
Wisconsin
ÓsimoS. Francisco-aprx 124020.1.1796Cuerpo de s. José de Cupertino. Escritos y demás reliquias
S. José Cup.Ábside antigua, interno de ‘700.
PragaS. Tiago122629.1.1974Gótico transformado en rico barroco. Un Breve papal recuerda
su antigüedad, majestad, concurrencia popular.
PalermoS. Francisco1255-7723.12.1924Especial culto a la Inmaculada y s. Antonio. Obras de Laurana,
Gagini y Serpotta.
RavennaS. Francisco -1261Título antig.Campanario con bíforas tríforas cuadríforas. Tumba de Dante
S. Pedro MayorSigl. V, XbasilicalCentro Dantesco.
RomaSS. Apóstoles1463” ” “Obras de Bregno, Canova, Melozzo de Forlí, Ricci, Baciccia.
Sigl. VITumbas de Clemente XIV (Canova) y del Card.Bessarione.
SienaS. Francisco1236-147517.7.1894Santuario Eucarístico: 223 Partículas se guardan desde 1730.
Obras de los Lorenzetti.
VeneciaS. María Gloriosa-Frari1220,1251.2.1926Obras de Bregno, Sansovino, Donatello, G. Bellini, Vivarini,
S. Francisco1330-1492Tiziano: la Asumpción.
Viterbo1236-599.12.1949Sepulcros de Clemente IV y Adriano V. El último de la
escuela de Arnoldo de Cambio.
Entre las fechas de fundación están, a veces,  las que refieren a la ampliación o transformación de la iglesia. Las demás fechas se refieren, casi siempre, a la concesión del título basilical, y muy pocas veces a la de su confirmación.  - Aparte las iglesias actuales, los Conventuales tuvieron también, hasta el sigl. XV: S. María de los Ángeles en Asís, el S. Sepulcro en Jerusalén, el Araceli en Roma; sin embargo, tuvieron que traspasarlas a los Observantes, la primera vez, por voluntad expresa de Eugenio IV en 1432-33, posteriormente, juntamente con los Lugares Santos, en 1434-39; y la última vez en 1444-45 (WaddingAnnMin 1434, 8; 1438, 21; BullFranc, n. I, 398, 469; en lo que se refiere a las Basílicas Cfr.. Di Fonzo, Series quaedam, 65-7).
2.  Regla y Constituciones. - Los F.M.C., como los demás F.M. de las actuales familias franciscanas de la Primera orden, siguen la -»Regla de s. Francisco. Por cierto, esta Regla no es la misma «fórmula vitae» de 1209 cuyo texto, constituido por breves trozos del Evangelio (1Cel. 32, en AnalFranc X, p. 25), no ha llegado a nosotros; tampoco se identifica con la Regla de 1221 que, por ser muy larga (23 capítulos), y no redactada en estilo de regla, tuvo que ser abandonada; pero la Regla de 1223, reestructuración exitosa de la anterior, a la cual le eran quitados no pocas referencias bíblicas y ascéticas, adquiría una estructura más ágil y cónsona con las exigencias de una regla.
Ésta es la Regla que fue aprobada por la bula Solet annúere, de Honorio III (29-11-1223);  ésta es la que siguen los C. y los demás Menores de las familias franciscanas de la Primera orden, cuya vida, más o menos rígida y austera, está reglamentada por Constituciones propias. Las Constituciones, aplicando los aspectos de mayor mitigación o austeridad, interpretan las distintas normas de la Regla franciscana.
Después de las antiguas constituciones, con las que se rigieron los C. a lo largo de los primeros siglos de la Orden, se redactaron otras después de 1517: ninguna alteró el espíritu de las anteriores, y todas fueron adaptadas a las nuevas necesidades de los tiempos.
Entre las primeras constituciones, las Narbonenses fueron las que más se destacaron, redactadas por s. Buenaventura, quien llevó en cuenta las anteriores constituciones de 1239, y promulgadas en el capítulo general de Narbona de 1260; después de 1517 fueron redactadas las constituciones Vénetas de 1546, las Asisanas de 1549, las Pianas de Pío IV que las aprobó en 1565.
Posteriormente se redactaron las constituciones Urbanas, de Urbano VIII que las confirmó: fueron éstas las mejores constituciones de este segundo período. En efecto, ellas dieron a la Orden un grande empuje para reorganizarse después de las pérdidas sufridas en toda Europa por obra de muchos príncipes y de los turcos y de los protestantes. También las nuevas redacciones Urbano-Clementinas de 1771 y las Pío-Urbanas de 1823, confirmadas por Clemente XIV- que fue franciscano conventual- y por Pío VII, respectivamente, contribuyeron notablemente a la reanudación más difícil todavía de la anterior, acompañada por varias dispersiones, supresiones y decomisos del s. XVIII y XIX, desde la revolución francesa hasta Napoleón, hasta las leyes eversivas italianas y distintos de otros países. Las Urbanas, con sus múltiples redacciones posteriores, no obstante aplicaran un sistema penal bastante rígido, tuvieron vigencia, nada más y nada menos, por un período de tres siglos, es decir de 1628 a 1932 (Const. Urbanae OFMConv, Roma 1628 y 10 ediciones más: Const. Urbano-Clementinae, París 1771, Roma 1894; Const. Pio-Urbanae, Roma 1823, Malines 1880; Di Fonzo, Series, p. 64).
A las Urbanas o Pío-Urbanas siguieron las constituciones de 1932, adaptadas al CIC [Código de Derecho Canónico, n.d.t.] y a las nuevas necesidades de la Orden; a éstas, siguieron las constituciones de 1969-75 - es decir, redactadas en 1969, pero publicadas en 1975 - actualizadas según las instancias de la vida religiosa solicitadas por el Vaticano II (Const. OFMConv, Roma 1932; Roma 1969-74).
3. Estatutos. - A fin de promovoer la «fiel observancia de la Regla y de las Constituciones»,y para la «puesta en  práctica de las leyes generales», la Orden, así como lo había hecho antiguamente, prevé también unos estatutos. Los estatutos, como acontece para las constituciones, pueden ser redactados y promulgados por el capítulo general: de esta manera se llamarán estatutos generales para toda la Orden; o también por los capítulos provinciales, y se llamarán estatutos provinciales, válidos tan sólo para una determinada provincia, después que el capítulo general haya declarado la conformidad de los mismos con las constituciones (Const. 1975, nn- 21/4, 22/1,3).
Por medio de los estatutos generales se rigen también las custodias generales cuyo superior o custodio depende directamente del ministro general; por medio de los segundos, es decir por medio de los estatutos provinciales se rigen también las custodias provinciales cuyo custodio depende del ministro provincial de la provincia dentro de la cual ha sido instituida la custodia (Const. 1975, nn. 194/2, 195/1, 196/3, 28/1).
Aparte éstos, hay también Estatutos particulares para el Sacro Convento de Asís cuya basílica, por custodiar el venerado cuerpo de s. Francisco, fue declarada por Gregorio IX «Caput et mater totíus Ordinis Minorum» [Cabeza y Madre de toda la Orden de los Menores, n.d.t.] (Is qui Ecclesiam, 22-4-1230, en BullFranc I, p. 60; Const. 1975, n. 26/2). Esta basílica, desde un principio, estaba regentada por un reglamento especial, como afirman las constituciones de Narbona (1260) en la redacción Asisana (1279) y Parisina (1292) al establecer: «Conventus loci sacri de Assisio totáliter remáneat et sit in mánibus et dispositione ipsíus Generalis Ministri» [El convento de la sagrada tierra de Asís queda directamente bajo la vigilancia y determinación del Ministro General, n.d.t.] (De visitatione, VIII, n. 158, en MiscFranc 35 [1935] 89; n. 24 a, en ArchFrancHist 34 [1941] 94). Los actuales estatutos del Sacro Convento han sido aprobados el 20-9-1972. Al mismo tiempo aquellos estatutos particulares son estatutos custodiales porque, a partir de 8-5-1968 el Sacro Convento, juntamente con el proto-convento de Rivotorto y otros que se encuentran en el contado asisano, conforman la «Custodia Generalis S. Conventus» (Statuta: ComOFMConv 65 [1968] 133-6: 9 [1972[ 253-6).
Están previstos también estatutos especiales para las obras y actividades de mayor interés para la Orden, como son: la pastoral, las misiones, los estudios, el «Seráphicum» - Pontificia Facultad Teológica de S. Buenaventura en Roma con una Ratio studiorum [el pensum, n.d.t] aprobada por la S. Sede, los Estudios teológicos para laicos, la Postulación general, la Milicia de la Inmaculada, la Orden Franciscana Seglar y demás instituciones (Const. 1972, nn. 47/3, 60/2, 153/4, 1322/2-3; Statuta Pont. Fac. Theol. S. Bonav., Roma 1973).

III.     FINALIDAD  Y  ESPIRITUALIDAD
CARÁCTER  Y  ORGANIZACIÓN
1. Objetivo y espiritualidad. -  Resonando algunos capítulos de la Regla de s. Francisco, el objetivo de la Orden está definido en el propio Anuario Pontificio: «Observar el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad: apostolado en todas las formas entre fieles, disidentes y paganos» (Regla II, c. I, IX, XII; AnnPont 1975, p. 1158). Y esta es su espiritualidad.
Es decir, observar el Evangelio «fuente de toda perfección cristiana y fundamento de la Regla del Seráfico Padre», como dicen las últimas constituciones de la Orden (1969-75); vivir el Evangelio con el mismo espíritu de s. Francisco, que es espíritu de amor y de fraternidad, de renuncia y pobreza, de plena conformidad con Cristo pobre, humilde y sufridor, de filial unión a la Inmaculada Madre de Dios, de apacible conquista de las almas a Dios, en plena adhesión a la Iglesia y al papado, metas que especifican y caracterizan aquel objetivo y espiritualidad (Const. 1975, nn. 74/2; 3/1-2, 53/1-4. 63/1-3, 147-53).
2. Caracteres. - Otros muchos aspectos, más o menos específicos, se encuentran en la Orden de los F.M.C.: están señalados también en las constituciones vigentes, en las que, como se lee en el decreto de promulgación, «han sido fielmente salvaguardados los principios del originario espíritu de la Orden y las normas jurídicas fundamentales correspondientes» (Const. 1975, p. 5).
Desde los primeros párrafos de las Constituciones, la Orden es definida como activo-contemplativa, es decir «su vida contemplativa está íntimamente asociada a la vida apostólica» (Const. 2/2). Es una Orden apostólica entregada a la actividad pastoral y misionera tras el ejemplo de Francisco quien fue predicador y misionero y que, primero entre los fundadores, incluyó en su Regla un capítulo sobre las misiones (c. XII). Es una Orden clerical, pero con total abertura a los religiosos no-clérigos o no-sacerdotes, a quienes, siguiendo la costumbre vigente en los primordios, son reconocidos «derechos y deberes iguales, salvo los que derivan de la S. Ordenación» (2/1).
Es también una Orden entregada, por tradición, a los estudios, cuya importantísima función ministerial, empezando por s. Buenaventura, es reconocida «ad aedificationem apostolatum» [para un apostolado más eficaz, n.d.t.] (61/3), como el mismo Doctor Seráfico los había definido «ad aedificatiónem fidélium in fide et móribus» [para la formación en la fe y las costumbres de los fieles, n.d.t.] y recomendados por la Iglesia y la Regla minorítica a fin de que los Frailes, a quienes está consignado el ministerio de la predicación, «praedicare non debent fábulas, sed verba divina» [no deben echar cuentos, sino anunciar la palabra de Dios, n.d.t.] (Const. nn. 31/3, 38/3, 47/2, 56-61, 136-7; s. Buenaventura, Determinationes, p. I, pról.; Epist de 3 quaest., en Ópera ómnia VIII, p. 333, 335, 337).
Las constituciones vigentes insisten sobre otros objetivos como son: la «fratérnitas», la «minóritas» y también la «conventuálitas».
La fratérnitas es considerada «elemento esencial de la Orden» porque ella es el elemento constitutivo de la familia, la familia seráfica de los hermanos en cada uno de los conventos, provincias y en la Orden toda, junto con el ministro general, que es «como el centro dinámico de la vida espiritual evangélica y apostólica» (Const. nn. 2/1,14/2, 26/1, 86/2, 135/1).
La minóritas [minoridad], nombre constitutivo de la Orden, «Menores», y del significado de humildad, de modestia y de sencillez que Francisco quiso injertarle, es llamada también «nota fundamental de la Orden» que deberá resplandecer en la vida, en las obras, entre los propios hermanos y en medio del pueblo de Dios, «portándose como verdaderos “Menores” en obediencia y reverencia a la Iglesia en todo» (Ibid. nn. 2/1, 7/1, 100, 121/1-2).
La conventuálitas [conventualidad], nombre específico de la Orden, «Conventual», está definida como la razón que le dio vida y crecimiento: «las distintas actividades apostólicas a servicio de la Iglesia» (Ibid n. 1/3). Todas las actividades, en un principio, permanecieron restringidas a la predicación popular, a la asistencia a los enfermos, especialmente los leprosos, al trabajo manual para ayudar a los más necesitados. Sin embargo, después que surgió y se afirmó el conventualismo, que ya operaba, como se ha dicho, en los grandes conventos e iglesias c. dentro de las ciudades, se tornaron mucho más amplias y diferenciadas: actividades litúrgicas y pastorales con predicación no solo penitencial y moral, sino también doctrinal, misionaria y unionista - así como las actividades ecuménicas actuales -, científicas y culturales, jerárquicas, diplomáticas e inquisitoriales, caritativo-social. En efecto, se buscó siempre ir al encuentro de las urgencias de la Iglesia y de la sociedad, sirviendo con dedicación a los unos y a los otros, y no solo en los oficios más humildes sino en los más elevados también, como es el papado.
Las obligaciones, cada vez más apremiantes que estas actividades conllevaban, llevaron a una interpretación menos estricta de la Regla y de sus ideales más heroicos, como son: la minoridad y la pobreza absoluta sin ninguna clase de propiedad privada ni en común; sin embargo las mitigaciones, permitidas por la Iglesia, y que tenían como objetivo proporcionar una más ágil y eficaz consecución de los objetivos de la Orden y de la Iglesia, no pueden ser consideradas relajación, aunque no faltaran abusos dentro del conventualismo minorítico, como contemporáneamente también se dieron en todas las demás Ordenes monásticas y mendicantes (-»Conventualismo).
3. Organización. - Hasta el año 1969 la estructura de la Orden de los F.M.C. correspondía plenamente a lo establecido en la Regla por s. Francisco. Éste repartió la Orden en provincias, custodias y conventos: las provincias corresponden a las circunscripciones regionales o nacionales; las custodias, son consideradas circunscripciones menores de las provincias; los conventos, que normalmente eran también casas de formación, estaban presentes en las provincias y custodias (2Regla, c. II, VI. VIII; Const. Narbonenses 1260, VIII-IX, en  ArchFrancHist 34 [1941] 284-95).
A partir de aquella fecha, han sido eliminadas las custodias porque no se ajustaban más a su función originaria y a la practicidad moderna: permanecen las provincias y los conventos y, anexados a éstos, los institutos y seminarios para la formación, clasificados como postulantados, noviciados, profesados; los seminarios menores, provinciales e interprovinciales, aparte el seminario internacional de Roma (el «Seráphicum») al cual está anexada la Pontificia Facultad de Teología de S. Buenaventura para la formación filosófica y teológica superior y para la consecución de los grados académicos universitarios (Const. nn. 27, 31/2, 33/3, 36/2-3, 47, 48/1-2; 57/1 para la formación de los hermanos no-clérigos).
Las custodias, que tan sólo entre los Conventuales habían tenido una función práctica, actualmente prolongan su recuerdo en la persona del custodio capitular y de los custodios y custodias generales y provinciales, los cuales, sin embargo, como es el caso de la custodia del sacro convento de Asís, más que a las antiguas custodias, representan a las provincias a las cuales que están enteramente comparadas (Const., nn. 26/2, 27, 28, 34, 156/2; 161/3;194/2-3; 195/1-2).
A las provincias y custodias generales, y también a la custodia de Asís, están afiliados los Frailes, como dice s. Francisco en la Regla: clérigos y no, sacerdotes y no, hermanos, como los llaman las constituciones actuales reconociendo para cada uno singularmente «derechos y deberes iguales, salvo los que derivan de la S. Ordenación» y concediendo a los hermanos, tal como se acostumbraba en los orígenes, derechos capitulares y posibilidad de acceder a algunos oficios (2R.c. III; Const. nn. 2/1,2/2, 57/1-2, 72/2-3, 101/2, 119/1-2). Hasta el capítulo general de 1851, y prácticamente hasta el 13-8-1894, cuando fue aprobado el decreto en favor de las provincias, los frailes estaban afiliados a los conventos, y de éstos, como si fueran su lugar de origen, tomaban también el nombre tal como se hacía antiguamente (B. Hess, Manuale de Régula, Roma 1943, p. 84).
El gobierno de toda la Orden está confiado al ministro general; el de las provincias, a los ministros provinciales; el de las custodias generales y provinciales, a los custodios generales y provinciales dependientes del ministro general y de los ministros provinciales, respectivamente. Todos son superiores mayores, y tienen vicario y definitorio: el definitorio general, está conformado por 7 definidores o asistentes y por el vicario, y también toma parte en él el procurador general encargado de las relaciones con las S. Sede; el definitorio provincial y el de las custodias generales están conformados por 3 definidores o asistentes y el vicario; el definitorio de las custodias provinciales, está conformado por 2 definidores o asistentes, por lo menos, y por el vicario. Los conventos están confiados a los guardianes; los institutos y seminarios de formación, a los rectores o maestros; el «Seráphicum» - Facultad Teológica - a un préside nombrado por la S. Congregación para la Educación Católica (Const., nn. 156/2, 161/1, 175/2, 176, 187/3, 188, 194, 200; Statuta Facultatis, n. 14).
La duración de los oficios generales es de un sexenio, la de los provinciales y de los oficios en las comunidades locales, de un trienio[1], pero renovables hasta un tercer período para el cual se requieren, necesariamente, elecciones calificadas (Const., nn. 163-4, 168/1-3).
Obedeciendo a la Regla (1223), antiguamente el ministro general ejercitaba su oficio de por vida, aunque estuviese previsto el voto en caso de incapacidad y, por ende, de remoción. Análogamente estaban previstos casos de renuncia y de remoción aparte del de defunción. Pero en 1596 el oficio del general fue restringido a un trienio, confirmable en capítulo por un trienio más; posteriormente, en 1617, fue llevado a un sexenio, sin confirmaciones intermedias, como se practica actualmente (de por vida: 2R c. VIII, en Opúscula, p. 70; trienio: Glassberger, Crónica, en AnalFran II, p. 539; Ridolfi, Historiarum, f. 244v; sexenio: Acta Cap. Gen. 1617, Palermo, p. 52; Const. Urbanae, c. VIII, t. 1, n. 3).
La suprema autoridad de la Orden reside y se ejercita en el capítulo general; la autoridad principal para cada una de las provincias - y custodias provinciales que pueden tener también un propio capítulo - reside y se ejercita en el capítulo provincial; la de las custodias generales, en su respectivo capítulo custodial según las normas de los estatutos generales. Los conventos también tienen su capítulo conventual, con la autoridad que les confieren las normas de las constituciones y estatutos provinciales. El capítulo conventual se reúne mensualmente; en cambio los custodiales, según las normas de sus propios estatutos, y los capítulos provinciales y generales, según mandan las constituciones, se reúnen cada 3[2] ó 6 años respectivamente. Los Capítulos son ordinarios, electivos, legislativos y administrativos, pero por motivo de algunos problemas más urgentes, están previstos capítulos generales y provinciales extraordinarios y definitoriales, con la participación de todos los vocales o tan sólo de los principales dentro de la Orden o de la provincia (Const. nn. 155/1-4, 170/1-2, 181/1-2, 194, 195, 202/1-2).
Llevando en cuenta el nuevo concepto de representatividad, han sido excluidos de los capítulos generales todos los vocales «ex gratia et privilegio» [por merecimientos o por privilegio, n.d.t.], como decían las constituciones de 1932, y ya el capítulo de 1924 había excluido a los provinciales titulares; sin embargo, han sido readmitidos, en el caso de haber sido elegidos como delegados, los hermanos religiosos; ha sido ampliada la representatividad de los conventos y de los frailes. La ubicación para la celebración del capítulo viene determinada por el capítulo anterior; la fecha para la celebración del capítulo general es, según manda la Regla, el tiempo de Pentecostés (Const. Urbanae, c. VIII, t. 3, nn. 1-10; t. 21, nn. 1-3; Const. 1932, c. VIII, t. 4, nn. 577-9; ComOFMConv 7 [1919] 23-5; 12 [1924] 136-8: Prov. tit.; Const. 1975, nn. 170/1, 158/3, 172: representatividad; nn. 170/, 181/1: lugar; 170/1: tiempo).
En los tiempos pasados, es decir hasta 1247, los capítulos generales fueron celebrados en Italia; hasta 1504 fueron celebrados en Italia y también en el exterior, alternativamente, pero non sin excepciones, cuando los C. celebraron su último capítulo exterior en Troyes (Francia). Todos los demás capítulos fueron celebrados en Italia, preferiblemente en Roma y Asís.
Los capítulos generales c. hasta 1517 fueron 112; de 1517 hasta 1975, cuando si ha celebrado el último, son 75. Todos los capítulos generales[3] suman 187: 56 celebrados en Roma, 32 en Asís, 7 en Bolonia, 6 en Lyón, 3 en París, 2 en Barcelona, 1 en Esztergom, Colonia, Mónaco de Baviera, etc. En ellos han sido elegidos 115 ministros generales después de s. Francisco: se han destacados, de manera especial fray Elías (1221-7; 1232-9), s. Buenaventura (1257-74), Guillermo Farinier (1348-57), Enrique Alfieri (1387-1405), Francisco Sansón (1475-99) Felipe Gesualdi (1593-1602), Jacobo Montanari (1612-23), Vincenzo Coronelli (1701-7), José De Bonis (1809-24), Lorenzo Caratelli (1891-1904), Alfonso Orlini (1924-30) y Beda Hess (1936-53) entre otros. Todos ejercieron el oficio del generalato más largo, y tuvieron que hacer frente a los tiempos muy turbulentos (oposiciones, disidencias, cismas, uniones forzadas, persecuciones, supresiones, guerras), pero también más fructuosos para la Iglesia y la sociedad (Di Fonzo, Series: Capítula, Ministri Generales, 29-45).
I V.   EVOLUCIÓN  CONVENTUAL  HASTA  1517
Un elemento fundamental de la evolución convetual lo encontramos en la opción apostólica del mismo Francisco el cual, después de haber transcurrido un tiempo en los bosques y aldeas orando, cantando y trabajando, en búsqueda de la voluntad de Dios, atormentado por la duda de si entregarse a la contemplación o más bien a la acción, «a la oración y a la predicación» como escribe s. Buenaventura, por fin optó por la segunda pero sin descuidar la primera, de tal manera que su contemporáneo y biógrafo, fr. Tomás de Celano, pudo afirmar de él que «no parecía un orante, sino hombre hecho oración»: non tam órans quam oratio factus» (s. Buenav. LM XII, 1-2; 2Cel., 95, en AnalFranc X, p. 610-1, 187).
1. Vida de apostolado y mitigación. - Francisco había sido motivado a optar por la contemplación y la vida de apostolado - que, por cierto, ya le había sido revelado a través de la lectura del Evangelio en la Porciúncula - por el primer sacerdote de la Orden, fray Silvestre, y por Clara, la «plántula seráphica» [la plantita seráfica, n.d.t.]; y a ella permanecerá fiel, juntamente con su Orden, no obstante que, a raíz de las nuevas necesidades presentadas, se darán las primeras manifestaciones de la evolución conventual, es decir: el abandono de los eremitorios, la construcción de grandes conventos e iglesias dentro de la ciudad, la organización de los estudios y la clericalización, el apostolado cada vez más amplio y diversificado, la mitigación de las normas más rígidas de la Regla también en lo que a pobreza se refiere pero jamás al margen de la benigna comprensión y justificación de la Iglesia a cuyo servicio los Minorítas se habían consagrados completamente.
El primer intento para amenizar las estrictas normas referentes a la pobreza absoluta se dio cuando s. Francisco aún estaba vivo, por medio de su primer vicario, fray Pedro Cattani, es decir antes del 10-3-1221, año en que éste murió. La grande concurrencia de frailes en S. María de los Ángeles empezaba a tornarse un problema económico bastante relevante. Las reducidas limosnas recolectadas no bastaban; el Cattani no sabía cómo atender a tan grande cantidad de religiosos. Por este motivo propuso a Francisco «que se reservaran algunas cosas de los novicios que entran como recurso para poder usarlas en ocasiones semejantes». «Lejos de nosotros esa piedad - contestó el Pobrecillo - que, para favorecer a los hombres, actuemos impíamente contra la Regla»: «ábsit haec píetas» (2Cel 67, en AnalFranc X, p. 171).
Por cierto, no sabemos a cuál Regla Franciscose refiere porque la «fórmula vitae» de 1209-10 no ha llegado hasta nosotros; la de 1223 no había sido redactada todavía; y la de 1221 preveía, por lo menos en casos de necesidad, retener algo «como los demás pobres», siempre y cuando no fuese dinero (c. II). Por otro lado, es patente el ideal de pobreza absoluta de Francisco, y su queja, pues, es comprensible.
La posibilidad de alguna comprobada necesidad no fue incluida por Francisco en la Regla II o definitiva de 1223 (c. II). Sin embargo incluyó otras afirmaciones que, algunos años después, llevaron a consideraciones análogas a la proposición presentada por Cattani, y posteriormente, fueron motivo, con fundamento en la Regla, de una intervención justificativa del papa acerca de aquella propuesta. En efecto Francisco había afirmado que, los que quisieran ingresar en la Orden, podrán aconsejarse con hombres temerosos de Dios en lo que a los bienes se refiere, y disponer libremente según la inspiración divina y distribuirlos a los pobres (Rb c. II). Clemente V, en la Exivi de Paradíso (6-5-1312) sacaba las conclusiones consecuentes, relevando que algo podía ser dejado a los frailes y por éstos recibido como si lo recibieran de los demás pobres: esta expresión está en la I Regla. Y recordaba con s. Francisco y sus primeros expositores lo de «ne solliciti sint de rebus suis temporálibus» [guárdense de tener solicitud por las cosas temporales de ellos, n.d.t.]. Y sacaba también otras conclusiones, haciendo hincapié sobre la libertad que los candidatos tienen de disponer de sus bienes y sobre las necesidades de los frailes, pues ellos también son pobres (Exivi de Paraíso, en BullFranc V. p. 82; Quattuor magistri, Expositio Régulae, c. II, ed. Oliger, Roma 1950, p. 131; s. Buenaventura, Expos. Rég., c. II, n. 9, en Ópera ómnia VIII, p. 399-400).
2. Mitigación de la pobreza. - Unica excepción prevista por la Regla de 1221 es la posibilidad de recibir directamente dinero para los frailes enfermos: «propter manifestam necessitatem infirmórum fratrum» [en el caso de manifiesta necesidad de los hermanos enfermos, n.d.t.]. Sin embargo, en la Regla de 1223 aquella excepción, a la cual fue añadido también lo necesario para el vestuario de los frailes, quedó condicionada a la mediación de los «amigos espirituales: nullo modo recípiant… tamen pro necessitatibus infirmorum et aliis fratribus induendis per amicos spirituales» [de ningún modo reciban... sin embargo por medio de amigos espirituales provean a las necesidades de los enfermos y al vestido de los hermanos, n.d.t.]. Pero nuevas necesidades se presentaron de manera que, a los Minoritas que iban de misioneros a Marruecos, se les autorizó poder recibir y usar dinero sin intermediarios, y también para el sustento: «tantúmmodo propter cibos et vestes» [solamente para los alimentos y el vestuario, n.d.t.] y, naturalmente, no excluían la eventualidad de algunos enfermos. El propio Honorio III es quien les autoriza (Ex parte nostra, 17-3-1226), y ésta es la primera mitigación papal en lo que a pobreza se refiere (1R c. VIII; 2R c. IV; Ex parte vestra, en BullFranc I, p. 26).
Con un significativo aumento del sentido práctico de la realidad, se dieron otras mitigaciones el 28-9-1230 a través de la Quo elongati de Gregorio IX: esta es la primera declaración oficial sobre la Regla y el Testamento de s. Francisco. Recordando su largo compartir, «longa familiáritas», con el Santo, a raíz del cual pudo conocer «plenamente sus intenciones», el Papa primeramente declara que el Testamento, que imponía no glosar o interpretar la Regla, no tiene carácter obligatorio; en segundo lugar, presenta algunas declaraciones sobre la Regla, como por ej.:
a) poder continuar recibiendo y usando dinero por intermedio de los «amigos espirituales», «temerosos de Dios» o «nuncios», que actúen en nombre de los bienhechores, pero no en caso de atender a las anteriores restricciones: enfermos, vestidos, alimento, sino para actuar en las distintas necesidades que pudieran sobrevenir: «pro necessitatibus…, pro aliis imminéntibus necessitátibus»;
b) poder disponer de todos los bienes muebles cuyo dominio los donantes no lo hubiesen reservado para sí mismos, con el permiso del -»card. Protector; en cambio, los bienes inmuebles - que, en aquel entonces, eran el convento y huerta anexa, la iglesia y el cementerio - permanecían propiedad de los donantes, laicos o eclesiásticos que fuesen;
c)  tener el simple uso de hecho de los bienes muebles e inmuebles;
d) exclusión de toda clase de propiedad, privada o en común, de aquellos bienes.
De esta manera se salvaguardaba la pobreza absoluta; y esto estaba contemplado en la Regla, la cual dice: «los hermanos no se apropien nada», y pese a que, ya en aquellos entonces, como dice el Papa, «algunos pensaran que la propiedad de los bienes muebles perteneciese a toda la Orden en común» (Quo elongati, en BullFranc I, p. 68-70; Régula II, c. VI).
Otro paso más adelante fue dado por Inocencio IV en 1245, a través de nueva declaración sobre la Regla. En efecto, confirmando la pobreza absoluta de la Orden y reivindicando, en pro de la Iglesia, toda clase de propiedad de los bienes muebles e inmuebles cuyo dominio los donantes no hubiesen reservado para sí, el Papa autoriza a los Frailes a hacer uso del dinero para proveerse no solamente de las cosas necesarias sino también de las cosas útiles y comodas, especialmente cuando sus necesidades no hubiesen sido atendidas. Sin embargo, podían hacerlo tan sólo por medio de los «amigos espirituales», «temerosos de Dios», a través de los «nuncios» instituidos, tras especial indulto papal, por los superiores mayores de la Orden, y llamados «nuncios apostólicos» con más razón que aquellos de Gregorio IX. En efecto, los nuncios actuaban más en nombre del Papa que en nombre de los bienhechores, y debían proveer a los Frailes «in necessitátibus et cómmodis» [en las cosas necesarias y en las que se consideraban útiles, n.d.t.] sin descuidar las «incómmoda» [dificultades] de ellos (Ordinem vestrum, 14-11-1245; Quanto studiosius, 18-8-1247, en BullFranc I, p. 400-2; 487-8: indulto de nombramiento).
Y así como Honorio III había autorizado a los misioneros de Marruecos, también Inocencio IV, con derogación expresa de la Regla, hizo concesión del uso directo de dinero a los frailes encargados de la construcción de la basílica de S. Francisco en Asís (1253), es decir sin la mediación de los amigos espirituales - nuncios-temerosos de Dios -, siempre y cuando toda contribución fuese «totáliter ac fidéliter» usada para aquel objetivo. Esta concesión fue otorgada «ob reverentiam Sancti eiusdem, séduli apud Deum pro pópulo christiano Patroni» [en consideración al Santo, Patrono atento del pueblo cristiano ante Dios, n.d.t.] (Decet et éxpedit, 10-7-1253, en BullFranc I, p. 666; Hess, Manuale, p. 73; MiscFranc 63 [1963] 87-8).
3. Reacción de los «Celantes». - En contra de estas mitigaciones de las estrictas normas de la Regla en materia de pobreza, no faltaron quienes levantaran críticas más o menos fuertes. Los «Zelanti», firmes y convencidos sostenedores de la obligatoriedad del Testamento de s. Francisco, y de la observancia literal de la Regla sin glosa o declaraciones, consideraban aquellas atenuaciones como un decaimiento del fervor inicial. Esta atmósfera se olfateó ya en el capítulo general de Génova (1251) en el cual, no obstante la mayoría, es decir «fere totum Capítulum», apoyase las concesiones papales, los vocales ingleses lograron que se renunciara al indulto de recibir dinero a través de los «procuradores» o «nuncios apostólicos», y que quedara sin efecto todo lo que de «laxior» [atenuación,n.d.t] hubiese en la declaración inocenciana en comparación con la gregoriana (Eccleston, De adventu Fr. Min. in Angliam, col. IX, ed. Little, p. 42).
Por cierto, la propuesta de suspender lo que se consideraba o que podría transformarse en abuso entre las «cómmoda fratrum» [comodidades para los hermanos, n.d.t.] no levantó grandes problemas, pero creó problemas la que quería suspender las concesiones referentes a las «necessitates» de los hermanos, y que habían sido concedidas a la Orden a fin de favorecer su desarrollo y tornar más ágiles y eficaces las actividades apostólicas: «laudabile opus piumque propositum», como dijo Honorio III (Ex parte vestra, 17-2-1226, en BullFranc I, p. 26).
En efecto, mientras las «cómmoda fratrum» [las cosas úitles, n.d.t.], aunque acepatadas en la confirmación de la Órdinem vestrum por parte de Alejandro IV (20-2-1257, en BullFranc II, p. 196), no fueron más llevadas en cuenta en la Voluntariae paupertati de Gregorio X. En efecto, este papa autorizaba a los frailes a disponer de los bienes muebles sin recurrir a la S. Sede (5-11-1274, en BullFranc III, p. 222). Los «procuradores», muy reciamente rechazados por los ingleses en el capítulo de 1251, fueron confirmados, con este mismo nombre o con el de «amigos de los frailes», en la decretal Exiit qui séminat de Nicolás III (14-8-1279), porque eran considerados sumamente útiles y porque su oficio «in nullo Régulae púritas infringitur» [la pureza de la Regla no padece ningún menoscabo, n.d.t.] (Alejandro IV, en BullFranc II, p. 196; Gregorio X, ibid III, p. 222; Nicolás III, ibid II, p. 407-10).
Por algún tiempo los procuradores fueron nombrados por la S. Sede o por el card. Protector, pero la Exultantes in Dómino de Martino IV (18-1-1283), confirmándolos otra vez pero con el nombre de «administradores, ecónomos, Síndicos de los frailes», los instituye para que fueran nombrados directamente por la misma Orden. Su tarea, como se ha dicho, no era más la de atender «ad cómmoda fratrum», sino que, poniendo de lado la superfluidad y acumulación, y siempre en el respecto de la pobreza absoluta y del «moderado uso de las cosas según la Regla», abarcará todas las «necessitates» y «utilitates» de los frailes: los procuradores o Síndicos apostólicos deberán proveer a las cosas necesarias y útiles aunque hayan que vender los legados que hubiesen sido donados a los frailes: tierras, casas y demás inmuebles que no les era lícito guardar si no hubiesen servido para habitación de los frailes, o anexos a ellos, con su uso inmediato y necesario.
Hay que llevar en cuenta que las necesidades previstas no hablaban solamente de las «inminentes», sino se todas aquellas que requieren «tractum témporis» [cierta previsión de tiempo, n.d.t.]; el «uso moderado» era el «uso de hecho, no de derecho», y no comprendía el dinero; los bienes muebles e inmuebles, para los cuales estaba permitido aquel uso, pertenecían a la S. Sede, siempre y cuando los bienhechores no los hubiesen reservado para sí mismos. Nótese que a los bienhechores estaba terminantemente prohibido reservarse la propiedad de las iglesias y de los cementerios (Exultantes in Dómino, en BullFran III, p. 501-2).
En sintonía con los papas, también la mayoría de los religiosos consideraba estas concesiones como una ayuda muy oportuna en vista de las nuevas necesidades de vida y apostolado: «ad officiorum sui status executionem», decía Nicolás III (BullFranc III, p. 509), y, por este motivo, no renunció. Por cierto no faltaron abusos, pero la relajación preanunciada por los «celantes» no se dio. «En contra de la insinuación de algunos adversarios», Holzapfel sostiene que la Decretal Exivi «no trajo ningún rasgo de relajación en la Orden» aunque repetía substancialmente, y con más detalles, las declaraciones de Gregorio IX y de Inocencio IV (p. 43).
4. Etapas y aspectos de la evolución conventual. Podemos, quizás, no aceptar la generosidad de este juicio, sin embargo no cabe duda que las mitigaciones consideradas como una de las manifestaciones del vivir conventual, favorecieron y dieron grande impulso a algunas realizaciones importantes que podemos definir como etapas de la evolución conventual de la Orden porque las tornaron posibles y más fáciles.
Estas realizaciones favorecieron a la Iglesia y a la sociedad, y pueden resumirse en un cuadro lógico-cronológico:
- abandono de los eremitorios y de los «conventos aisaldos» de la periferia, y al mismo tiempo, presencia en la ciudadd, cada vez más presente en medio el pueblo (1225s);
- construcción de conventos grandes e iglesias en la ciudad (1235s);
- iglesias declaradas «c.» (1250, 1252);
-compromisos pastorales y de asistencia espiritual, predicación, administración de los sacramentos cada vez más apremiantes;
- incremento de la clericalización;
- organización de los Estudios c., provinciales, generales -el ordinarios o incorporados a las universidades -;
- formación teológica y cultural más sólida, predicación doctrinal más amplia y eficaz en comparación con las predicación penitencial de los comienzos;
- misiones populares y misiones entre los infieles;
- amplio y variado servicio a la Iglesia en el orden jerárquico a través de 147 obispos y arzobispos en el siglo XIII a partir de 1233, inclusive s. Ludovico de Anjú; 6 cardenales, uno de ellos fue s. Buenaventura; un papa, Nicolás IV (1288-92), el grande promotor de las misiones; servicio a la Iglesia en delegaciones pontificias: Haymón de Faversham (1234), Juan de Pian del Cárpine (1245), Juan de Parma (1249-50); en la acción conciliar: Concilio de Lyón I (1245) con Alejandro de Hales, Concilio de Lyón II (1274), en el que se destacó s. Buenaventura también en la acción ecuménica para la unión de las Iglesias;
- enseñanza universitaria que, juntamente con los dos maestros ya mencionados, tuvo teólogos, filósofos y científicos como Rogerio Bacon, Juan de Pecham, Pedro Juan Olivi, Guillermo de Ockham;
- desarrollo litúrgico y devocional que se centró sobre los misterios de la Infancia y de la Pasión, de la Virgen y del más allá a través del Nacimiento vivenciado por s. Francisco, el Ángelus mandado por s. Buenaventura, el Dies irae y el Stabat mater escritos por Tomás de Celano y por Jacopone de Todi respectivamente;
- sensibilidad hacia el arte, que propulsó la construcción de extraordinarias iglesias franciscanas en Asís, Florencia, Bolonia, Padua, Venecia, Nápoles, Palermo, Friburg, Basilea, Würzburg, Colonia, etc… dónde, juntamente a algunos artistas franciscanos, como Felipe de Campello y fray Martín, trabajaron los más grandes genios de la pintura del siglo XIII y XIV: Cimabue, Giotto, Simone Martini, los Lorenzetti;
- actividad caritativo-social que, casi siempre tenía su punto de referencia, como centro ideal y real, las iglesias que el mismo pueblo y la ciudadanía habían construido;
- y, por último, alma de todo, fueron los ideales de virtud y de santidad que fueron alcanzados en grado heroico por no pocos religiosos. En efecto, en el transcurso del primer siglo franciscano se cuentan 17 santos, de los cuales 12 fueron mártires, 21 beatos, y centenares de «beatos» proclamados por el pueblo, cuyos nombres han sido ya mencionados (Di Fonzo, Series: Sancti, p. 48-50; Martyrologium franciscanum, passim; Gratien, Hist. fond. évolution Ordre, p. 64-9, 81-96, 117-138, 157-67; Brlek, De evolut. studiorum, p. 23-47; BiblTerra-Santa e Oriente Franc. I, p. 5, 163-9, 190-213, 219-28; -»Conventualismo; -»Franciscanos).
No habría sido posible llevar a cabo un apostolado tan amplio y variado si los frailes hubiesen permanecido en los eremitorios, o si los seguidores de Francisco, aunque extraordinariamente admirables por su sencillez y espiritualidad, hubiesen continuado siendo «silvestres hómines» o «poenitentiales» de Asís [hombres rústicos y penitentes de Asís, n.d.t.] (Anon. Per., n. 19: MiscFranc 72 [1972] 445). Tampoco habría sido posible llevarlo a cabo quedando al margen de cierto espíritu de adaptación a los imperativos siempre nuevos del apostolado, aunque a costa de verse en la necesidad de mitigar uno u otro ideal más heroico o alguna norma más rígida a fin de hacer que servieran mejor a su objetivo, como se puede afirmar con santo Tomás (SumTh II-II, q. 188, art. 6, ad 3).
5. Promotores de la evolución conventual. - Fray Elías, a quien el mismo Salimbene, su declarado adversario, - aunque no hable de las Provincias, de las misiones, del apostolado-  le reconoció el mérito de haber promovido los estudios teológicos en la Orden; s. Antonio, el cual tomó parte en la Comisión que obtuvo de Gregorio IX la primera declaración sobre la Regla (1230) - aprobando las decisiones de moderación que ya habían sido propuestas en el Capítulo; s. Buenaventura, pese a que en su primera carta circular de 1257, y también posteriormente (1262), pusiera al descubierto los abusos que se originaron en la Orden, sin embargo obtuvo la confirmación de la bula Ordinem vestrum de Inocencio IV y las mitigaciones y privilegios concedidos a la Orden, y solicitó más concesiones cuando las juzgó necesarias y oportunas para la vida y el apostolado de los frailes. Buenaventura supo defender prudentemente, y justificar con ahínco, el abandono de los eremitorios y la presencia de los frailes en la ciudad, y supo justificar la necesidad de los grandes conventos y de los estudios universitarios, y también de las demás actividades apostólicas consecuentes asumidas por la Orden. Las presentó como actividades del urgente deseo de la Iglesia que quería que los frailes vivieran y operaran cada vez más en medio del pueblo: «Inter hómines… propter eorum aedificatinem» [en medio de los hombres para su edificación, n.d.t.]; y veía en las grandes casas e iglesias conventuales la oportunidad para que se dieran las mejores condiciones para una «maior devotio… ordinatior vita… officium divinum púlchrius… novitii melius informati… studium theologiae» [para tener devoción más firme...  la vida más organizada... el oficio divino más digno... mejor formación para los novicios... el estudio de la teología, n.d.t.]; y bien sea a través de los estudios más seriamente organizados como también a través de los cursos universitarios, auspiciaba una mejor «aedificatio fidelium in fide et in móribus» [formación de la fe y costumbre del pueblo cristiano, n.d.t.] porque había condiciones para hacer una predicación doctrinal más sólida (Salimbene, Crónica, p. 104; Eccleston, De adventu, col. XIII, p. 66; Sevesi, L’Ordine I, p. 9; s. Buenaventura, Epist. de 3 quaest.: Ópera ómnia VIII, p. 333, 335, 337, 340, 367, 469; Holzapfel, Manuale, p. 30-1).
Con toda razón Ehrle considera a s. Buenaventura como el más digno representante de la Comunidad de la Orden o conventual. Él escribe: «Anderseits stellt uns Bonaventura die Communität in ihrer schönsten und korrektesten Form dar»: «Buenaventura representa a la Comunidad en sus aspiraciones más nobles y más correctas». Bonaventura estaba convencido de que la Iglesia no quería volver a la vida austera practicada por los Menores en el Valle de Spoleto. Consideraba el progreso de la Orden como un proceso natural y necesario, y lo favorecía. Quería, sin embargo, y firmemente que el espíritu del Fundador animara el cambio de disciplina que las distintas circunstancias opuestas habían impuesto» (Die Spiritualen, en ALKGMA 3 [1887] 591-2).
En lo que a este último punto se refiere, Bonaventura estaba totalmente de acuerdo con los antiguos Celantes y los Espirituales de su tiempo (1257-74); pero no cuanto al primero, porque, en la aceptación de la atenuación de austeridad y en las inevitables debilidades que la acompañaban, los «celantes» y los «espirituales» entreveían una fuente de grande relajación. A final de aquel siglo y comienzo del XIV Ubertino de Casale denunciaba a los «laxationum amatores et nutritores» [a los aficionados y promotores de relajaciones, n.d.t.], entre los cuales habían de incluirse los superiores del gobierno tiránico: «tyrannidem multorum… qui tyrannizant», y, entre las «laxationes», se complacía apuntar: «convivia nimis lauta et abunda» [comida deliciosa y abundante, n.d.t.], casas grandes e iglesias del tamaño de catedrales, y comrdores con fines de lucro, «cupíditas funeralium et bonorum temporalium» [codicia por las ofertas provenientes de funerales y por los bienes temporales, n.d.t.], «curiosa studia pagánica nimis continuata» [grande premura y afán por las ciencias mundanas, n.d.t.] o estudios de filosofía y de Aristóteles, búsqueda de oficios y dignidades, ausencia de los graduados en el coro, preferencia por los conventos de su propia ciudad (Sánctitas vestra, en ArchFrancHist 9 [1916] 28-33; Responsio ad libellum communitatis, en ALKGMA 2 [1886] 379, 380, 385, 388, 391, 415).
Esta clase de acusaciones, y otras por el estilo que encontraremos repetidas y agrandadas en la Exivi de Paradiso de Clemente IV, estaban dirigidas, con evidentes exageraciones y generalizaciones, contra la Comunidad de la Orden, en víspera del Concilio de Vienne de 1311-12. Ni siquiera perdonaban al más eficaz organizador de la Comunidad, después del Santo Fundador y de Fray Elías, s. Buenaventura, a quien Jacobo de Masa, recordado por Ángel Clareno, representaba con uñas de hierro a fin de poder con ellas «irrúere… discérpere… laédere…» [aplastar... despedazar... herir, n.d.t.] al ex general de la Orden Juan de Parma, a quien los Espirituales consideraban como a su fundador (Historia 7 tribulationum: IV trib., n. 5: Ghinato, p. 121).
Hoy día, felizmente, los Celantes y los Espirituales están siendo analizados no tan sólo en sus aspectos positivos pero también en los negativos. Holzapfel ya pudo afirmar de los Espirituales que, aparte de algunas excepciones, «lo que para ellos era considerado abuso, para s. Buenaventura era considerado necesaria evolución de la Orden… cuya vitalidad y eficiencia no habría podido sobrevivir a través de las rigurosidades de los Espirituales en lo que a pobreza se refiere» (Manuale, p. 32, 37); y Cambell, acerca de los Celantes y del más destacado e íntimo compañero de s. Francisco fray León, escribió que éste, «cuanto más iba cargándose de años tanto más se alejaba de la realidad» y que «en su místico apego a los ideales de los orígenes no supo comprender y aceptar las adaptaciones necesarias para una Orden que estaba en constante evolución de crecimiento y de madurez» (Frate Francesco 39 [1972] 20).
6.  Nuevas exigencias. Comunidad y «Espirituales». ­- Llevando adelante las « necesarias adaptaciones» la Comunidad de la Orden completaba su evolución conventual. A las exigencias de estudio y de actividades pastorales, misioneras, caritativo-sociales, se añadieron, en los ss. XIV y XV, más exigencias provenientes de especiales acontecimientos que, no sin razón, son consideradas las principales causas de la crisis generalizada que cayó sobre toda la Iglesia y sobre la sociedad en aquella época. Estas causas son: la prolongada permanencia de los Papas (1305-77) en tierra francesa o aviñonense; la guerra franco-inglesa de los 100 años (1340-1437); la peste negra (1348-49) y el grande cisma de Occidente (1378-1417); las guerras que azotaron a Inglaterra, al Imperio, a los Estados italianos y al mismo Estado pontificio; el espíritu renovador y reformador del Humanismo y de Renacimiento; el enfriamiento de los ideales, aunque moderado, de la vida religiosa en general.
Otra clase de mitigaciones lograron sobreponerse a estas nuevas realidades. Como ya aconteció en el pasado, las mitigaciones, en su conjunto, por un lado fueron, para la mayoría, motivo para sobrellevar un poco las no fáciles dificultades del momento y las constantes presiones de la vida regular y apostólica, mientras que no faltaron de ser consideradas, por un número más reducido, ocasión deplorable de abusos.
El siglo XIV comenzó bajo el signo de una nueva declaración sobre la Regla. Es la declaración de Clemente V en la Exivi de Paradiso, promulgada para clausurar el Concilio de Vienne el 6-5-1312: la Bula confirma la pobreza absoluta excluyente toda propiedad privada o en común; declara además que la propiedad de cualquier clase de bienes pertenece a la S. Sede o a los donantes; y a los frailes les autoriza el simple uso de hecho, incluyendo, naturalmente, el uso de aquella parte de bienes que la Orden, como se declara aquí por primera vez, puede lícitamente recibir, pero sin solicitarla, de sus candidatos novicios. La Bula habla de los amigos espirituales o nuncios para el uso del dinero, prohibido para los frailes, y habla otrosí, por primera vez en un documento papal, del «uso pobre de las cosas», pero no a la manera como lo entendían los «Espirituales», que lo interpretaban como un «usus arctus et tenuis», uso rígido y restringido de todas las cosas, sino en sentido más abierto de la Comunidad que, sí, reservaba el «pauper usus» o el «arctus usus» para las cosas contempladas en la Regla, pero practicaba el «usus moderatus temperantiae», recordado anteriormente por Nicolás III, de una manera general, para todas las demás cosas (BullFranc V, p. 82, 83, 85).
Siguen unos llamamientos en vista de algunos abusos presentes en la comunidad denunciados por los «Espirituales», pero que aquélla rechazaba como exagerados y generalizados, aunque reconociendo sus huellas en algunos conventos y religiosos que la Orden, en distintas oportunidades, ya había amonestado a través de estatutos y documentos punitivos. A éstos se dirige el Papa, pues él también le resta importancia a la acusación y evalúa el grado de violación de la pobreza (BullFranc V, 83-5; Ubertino, Sánctitas vestra, en ALGKMA 3 [1887] 51-89; Holzapfel, Manuale, p. 51: «Ubertinum tribuendo toto Ordini vitia singulorum iniuste ágere»).
Otra mitigación viene de Clemente V: esta atañe al problema de los graneros y despensas. El Papa aclara que no le parece verosímil que Francisco hubiera quedado conforme con aquello, sin embargo él los permitirá siempre y cuando fuesen instituidos «non ex timore levi… sed ex iam expertis», es decir después de haber comprobado con seriedad que no hay otra solución para proveer a las necesidades de los frailes (BullFranc V, p. 84). Los frailes, naturalmente, no dejaron de hacer uso de esta concesión durante el no corto período de los tristes acontecimientos político-religiosos-militares ya mencionados; y Juan XXII, sucesor de Clemente V, la tendrá presente cuando hablará con el ministro general sobre aquel estado de necesidad para toda la Orden, declarando que los que habían adherido a aquella concesión no podían ser considerados «suae Régulae transgressores» [transgresores de la Regla, n.d.t.] (Quorundam éxigit 7-10-1317: BullFranc V, p. 130).
La Bula del Papa exhortaba firmemente a los Espirituales a someterse a la obediencia, «sub excommunicationis poena» [bajo pena de excomunión, n.d.t.], y no solo por causa del hábito «curtos, strictos, inusitatos et squálidos» [cortos, apretados, raros y burdos, n.d.t.] disconformes del de la comunidad de la Orden, sino también por su estilo de vida. En efecto, su austeridad y pobreza extrema, unida a la observancia al pie de la letra de la Regla y del Testamento de s. Francisco, estaba comprometida por el fanatismo - «fanáticum furorem», escribe Holzapfel (Manuale, p. 58-9) - a través del cual ellos se oponían a la vida más moderada, y a la vez más activa, de la Orden, y a las distintas declaraciones pontificias que la habían promovida: «Órdini detrahens», anota el Papa, «unionem scindens», «recta ipsarum declarationum verba convertens in devium…, suis accómodans sénsibus» [Desacreditan a la Orden, destruyen la unidad, malinterpretan  las declaraciones acomodándolas a sus propios gustos, n.d.t] . Y añadía: «toda religión está destinada a desaparecer cuando no tiene más el fundamento de la obediencia meritoria de los súbditos. Importante es la pobreza, más impotante aun es la castidad, pero supremo bien es la obediencia. La primera controla los bienes, la segunda el cuerpo, pero la tercera controla la mente y el espíritu» (BullFranc V, p. 128, 130).
La mayoría de los Espirituales recapacitó; unos pocos fueron condenados; otros se zafaron completamente de la obediencia de la Orden y fundaron una nueva orden nombrando superiores propios y hasta un ministro general propio y viviendo según sus conocidos ideales de austeridad y observancia.
Su declarada rebelión contra la Iglesia y contra la Orden fue duramente reprimida, y fueron suprimidos juntamente con los Fraticelli entre los cuales se habían refugiados y con los cuales fueron identificados después de la condena - «ab Ecclesia Dei pénitus abolemus» [los borramos radicalmente de la Iglesia de Dios, n.d.t.] (Sancta Romana 30-12-1317: BullFranc V, p. 135) -, se ordenó también proceder civilmente contra ellos tachándolos de «viros pestíferos et seminatores errorum» [hombres pestíferos y propagadores de errores, n.d.t.]. Estos errores estaban expresados, de una manera general, en la Quorúndam éxigit y en la Sancta Romana, y presentados explícitamente en la Gloriosam Ecclesiam (23-1-1318) la cual pronuncia la condena definitiva contra los Espirituales y los Fraticelli. Sus errores fueron definidos como de sabor joaquimita, de inspiración donatista, de mentalidad valdense, sobretodo de tendencia «espiritual»: «pestilentíssimas novitates» [novedades sumamente pestíferas, n.d.t.] que requieren pronta intervención «contra istorum insaniem quasi contra publicam pestem, Ecclesiae Romanae rebelles, perversi dógmatis assertores» [contra la locura de éstos como si fueran una peste pública, rebeldes a la Iglesia Romana, fautores de verdades depravadas, n.d.t.] (BullFranc V, p. 130, 135: errores generales; 137-42: errores específicos y su condena).
En cambio la Orden, que los Espirituales y los Fraticelli acusaban «de transgressione Régulae» por motivo de su estilo de vida más moderada porque motivada por la declaraciones pontificias, era enaltecida por Juan XXII como «fide clarus, caritate profusus, humilitate plácidus, obeditione devotus» [por su fe segura, caridad comprobada, humildad apacible, obediencia devota, n.d.t], por doctrina y ejemplo admirable, de grande utilidad para la Iglesia (BullFranc V, p. 138). No cabe duda que las fórmulas de este elogio, tal como las anteriores de reprobación, son bastante cargadas, sin embargo la sustancia corresponde a la realidad: por un lado, aunque con algún abuso y una vida menos austera, se trabajaba en total servicio a la Iglesia y a la sociedad; por otro lado, aunque llevando una vida más austera y cultivando ideales que, por supuesto, podrían haber sido más heroicos, se criticaba a la Orden y a la Iglesia, no llevando en cuenta que la obediencia era el «bonum máximum», como se lo había dicho Juan XXII, y que s. Francisco, en la Regla había deseado que su hijos permaneciesen «semper súbditi et subiecti pédibus Sanctae Romanae Ecclesiae» [siempre sumisos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe católica, n.d.t.] (Quorundam éxigit: BullFranc V, p. 130; 2Reg c. 12; Holzapfel, Manuale, p. 59).
7. Comunidad y pobreza absoluta. - Sin embargo, la Orden que Juan XXII acababa de proclamar «humilitate plácidus», «obeditione devotus», quedó sorprendida cuando el mismo Papa puso en tela de juicio la pobreza absoluta de Cristo y de los Apóstoles, razón de ser de la pobreza absoluta de la Regla Franciscana. En efecto, la Comunidad de la Orden - como ya los Espirituales - centraba en aquella pobreza la superior perfección religiosa. Es comprensible, pues, la reacción que provocó cuando, en el capítulo general de Perusa, ella intervino tomando partido (4, 7-6-1322) en favor de la sentencia franciscana, adelantándose al pronunciamiento del Papa y de la Comisión de teólogos convocada por él (Holzapfel, Manuale, 59-60).
Por cierto, aquella fue una reacción irreflexiva, propuesta por los dos cardenales de la Orden Vidal du Four y Bertrand de la Tour. Juan XXII no tardó en contestar, y con él la Comisión también, y condenó como «falsa y herética, porque contraria a la S. Escritura, la afirmación pertinaz según la cual Cristo y los Apóstoles no poseyeron nada en privado ni en común»  (Cum inter nonnullos, 13-11-1323: BullFranc V, p. 256-9).
Y, como que queriendo apuntar hacia una visión más realista de la pobreza, y dar proporción a la propugnada suprema perfección religiosa que - se decía - se fundamenta sobre la pobreza absoluta de la Regla franciscana, el Papa decidió nivelar a la Orden Minorítica con las demás Ordenes Mendicantes, y por eso le quitó las declaraciones y privilegios concedidos, de manera que los bienes muebles e inmuebles, que le hubiesen sido otorgados o donados, se tornaron propiedad de la S. Sede, administrados por Procuradores o Síndicos apostólicos así como se hacía con el dinero de las limosnas y de las ventas o permutas (Ad conditorem canonum, 8-12-1322: BullFranc V, p. 245-6).
Pero no faltaron algunas reservas: la primera y la segunda determinación atañían a los bienes que en el futuro serían concedidos o donados a la Orden; la primera, es decir la de la retención de la propiedad de aquellos bienes por parte de la S. Sede, excluía a las iglesias y conventos, y sus anexos; la segunda, la de la abolición de los Procuradores o Síndicos apostólicos y su administración, no excluía la posibilidad de «autorizaciones especiales». Sin embargo, estas reservas casi nada quitaban a la severidad de aquella disposición papal (BullFranc V, p. 245-6; Holzapfel, Manuale, p. 63; Wagner, Historia Const., p. 30).
Los efectos de esta determinación fue que se derrumbaba aquel régimen de pobreza mediante el cual Gregorio IX, Inocencio IV, Nicolás III, Martino IV y Clemente V habían tornado más fácil la observancia de los preceptos de la Regla de s. Francisco que rezan así: «no se apropien nada» y «de ningún modo reciban dinero» (2Reg c. 4). A partir de aquel momento, la Orden empezaba a tener no más el simple uso de hecho de los bienes sino a constituirse propietaria, por lo menos de jure, y administradora directa. El antiguo sistema era considerado una «simulatio», una «perversa simulatio», en la que «no el uso de los frailes debería ser llamado simples, sino el dominio de la S. Sede», «dominio verbal, molesto, oneroso» debido a las cuestiones y disputas que levanta; no provechoso para los frailes en vista de su estado de perfección, porque la carencia de propiedad, que es motivo de alarde de los Minoritas frente a las demás Ordenes Mendicantes que poseen en común, en efecto no torna a nadie más pobre; y también porque «la perfección de la vida cristiana radica principal y esencialmente en la caridad» más que en la pobreza (Ad conditorem canonum: BullFranc V, p. 245, 236-7, 243-4).
Algo parecido lo había ya afirmado santo Tomás, pero a través de argumentos más convincentes, es decir usando el argumento del medio proporcionado con el fin, y sobretodo sin tachar de «simulatio» y de «perversa simulatio» lo que tantos Papas habían pensado como lo mejor para la observancia de la Regla de s. Francisco: «tanto erit unaquaeque religio secundum paupertatem perfectior - había afirmado el Angélico - quanto habet paupertatem magis proportionatam proprio fini» [toda religión es tanto más perfecta desde el punto de vista de la pobreza, cuanto más su pobreza está proporcionada a su propio fin, n.d.t.] (SumTh II-II, q. 188, a. 7, ad resp y ad 1).
El axioma de s. Tomás, y también la praxis de todas las Ordenes Mendicantes, como por ej. la Dominica, que aceptaban la propiedad en común, habría podido serenar a la Orden franciscana y motivarla a aceptar la praxis que había sido sugerida por el Papa y las demás atenuaciones. Sin embargo, la manera cómo aquella sugerencia había sido presentada, y también la condena dada a una doctrina muy querida al franciscanismo, y los reparos bastante pesados acerca del régimen de pobreza de la Orden y de las motivaciones de perfección que se pensaba sacar - reparos que quedaron en la redacción más mitigada de la Comisión papal, que es la que nosotros citamos - no permitieron tomar en consideración aquella sugerencia que, por cierto, podía considerarse estar en sintonía con las anteriores mitigaciones (BullFranc V, p. 235-6, nt. 5 primera edición).
A todo eso, se deben añadir las reacciones, muy comprensibles por cierto, pero excesivas e injustificadas, que los mayores responsables de la Orden provocaron, es decir:
. el ministro general Miguel de Cesena y el procurador Bonagracia de Bérgamo, que tomaron partido y deplorablemente adhirieron a Ludovico el Bávaro: de esta manera hacían propias las acusaciones de éste contra el Papa y apoyaron la deposición del mismo y la exaltación del antipapa Nicolás V;
. la intransigencia de Juan XXII en defender sus decisiones, y también la dureza en condenar a los «fabricatores mendaciorum» y «duo viri nequam» [promotores de engaños... y los dos sujetos malos, n.d.t.]: es decir Miguel de Cesena y Bonagracia;
. los duros ataques dirigidos contra la Orden, después de su sumisión, de parte de los ex Espirituales o Fraticelli.
Por todas esas razones se comprenderá fácilmente cómo, en esta tensión de ánimos - llevando en cuenta el apego de la Orden al principio de la pobreza absoluta - no era posible tomar en consideración la proposición que hablaba de propiedad en común (Juan XXII: Quia quorundam, 10-11-1324; Dudum ad nostri, 6-6-1328; Quia vir réprobus, 16-11-1329: BullFranc V, p. 271-80, 346-9, 408-49; Nuevas condenas: BullFranc V, p. 279, 347,408; Antipapa y Minoritas: BullFranc V, p. 348, 353-4 nt. 3; Bonagracia y Miguel de Cesena: BullFranc V, p. 237-46, nt. 5; 346-9; AnalFranc II, p. 135; Holzapfel, Manuale, p. 58-71; Moorman, A History, p. 313-25).
Graves errores habían sido cometidos por las supremas autoridades de la Orden en los años 1322-28, aunque con la intención de defender un nobilísimo ideal. La totalidad de los frailes - más de 30 mil presentes en las distintas regiones de la cristiandad y misiones - había permanecido fiel a la Iglesia y al Papado, y en el capítulo general de Lyón de 1325, bajo el gobierno de Miguel de Cesena, los denigradores del Papa Juan XXII habían sido exhortados a hablar «cum débitis reverentia et sobrietate» [con el debido respeto y moderación, n.d.t.] (Const. Lugdunenses, c. 7, n. 16: ArchFrancHist 4 [1911] 533).
8. Nueva y definitiva evolución en materia de pobreza. -Después de haberse concluída la escabrosa controversia acerca de la pobreza, los frailes, por lo menos por principio, permanecieron fieles a los preceptos de la Regla. Y habiéndoles quitados, en lo que a los bienes futuros se refiere, el apoyo de la institución propietaria de la S. Sede y de sus administradores o Síndicos apostólicos, acudieron a los Síndicos de las Clarisas y a las «concesiones especiales» previstas. Pero, en la práctica, no dejaron de hacer uso de las más substanciales concesiones de Juan XXII. Esta costumbre, posteriormente, quedó reflejada en las Constituciones de la Orden, y contribuyó significativamente a crear una nueva mentalidad y a favorecer una nueva actitud de cara a la pobreza. Las Constituciones de Lyón (1325) registraban aquellas concesiones invitando a respetarlas; las de Perpignano (1331) rechazaban la propiedad personal, pero no hablaban de la pobreza en común; las Constituciones Benedictinas de Benedicto XII, Cisterciense (1336) parecían más aptas para ricos monjes que para pobres Minoritas (ArchFrancHist 4 [1911] 533; 2 [1909] 417; 30 [1937] 332-86; Glassberger, Chrónica, en AnalFranc II, p. 166; Wagner, Historia Const., p. 53-6).
No cabe duda que, a partir de Gregorio IX, comenzó a tomar cuerpo el principio proclamado por Juan XXII: «Poseer algo en común no anula la altísima pobreza». En efecto, bien sea los Frailes Menores como los Predicadores - en efecto, éstos últimos «poseen algo en común» - son llamados por el Papa Gregorio: «Seguidores de la altísima pobreza de Cristo» (Juan XXII, Quia quorumdam, 10-11-1324: BullFranc V, p. 275).
Una argumentación análoga, aunque restringida a los bienes muebles, los Minoritas ya la habían hecho en 1230, como consta en la bula Quo elongati (BullFranc I, p. 69); vuelve a aparecer ahora, después de un siglo, pero con mayor énfasis, llevando en cuenta las distintas declaraciones pontificias y especialmente la de Juan XXII, y la praxis y las constituciones de la Orden. Sin embargo, pasarán dos siglos más antes de ser aceptada definitivamente, en el Concilio de Trento, el 3-12-1563, por una de las Familias franciscanas, la Conventual, ante la presencia de circunstancias y propuestas nuevas de la Iglesia, preocupada por una mayor uniformidad entre las Ordenes religiosas.
En cuanto eso, fueron solicitados, y obtenidos de Bonifacio IX, los Administradores o Síndicos apostólicos (16-2-1395); éstos fueron confirmados por Martino V, que revocaba también, en lo que a ellos se refiere, la Ad conditorem cánonum (1-11-1428). El Papa eximía a los Conventuales de algunas cláusulas restrictivas acerca de la pobreza, clausulas que habían aceptado a través de las constituciones Martinianas de Asís (27-7-1430). Aun no había pasado un mes (23-8-1430) cuando, revocando la Ad conditorem y también la administración de la propiedad de los bienes, devolvió la propiedad a la S. Sede y la administración a los Procuradores o Síndicos apostólicos, y confirmó también, el uso para los frailes. La bula Ad statum Órdinis otorgaba una propiedad más amplia, y también el uso más amplio que comprendía no solo los bienes muebles e inmuebles contemplados en las anteriores declaraciones pontificias - pues en éstas, por ej. los inmuebles estaban restringidos a las iglesias, conventos y huertas anexos - sino también la propiedad y los fundos no anexos, las rentas anuales, las cosechas y toda clase de entrada obtenidas o que se podrían recibir como donación, herencia u otros títulos (Bonifacio IX, Vestrae sacrae: BullFranc VII, p. 45; Martino V, Amabiles fructus, Pervígilis more, Ad statum Órdinis: BullFranc VII, p. 712, 738, 739).
Muchas costumbres habían sido desaprobadas por la Exivi de Paradiso de Clemente V. Pero, a lo largo de la crisis general del s. XIV y después de las determinaciones de Juan XXII, aquellas costumbres se habían propagadas notablemente, de manera que la Ad statum Órdinis no hacía ninguna concesión nueva, más bien codificaba y justificaba una situación que ya existía. Por esta razón, es exagerado afirmar que aquella Bula constituye la «Magna charta» de los Conventuales o del Conventualismo (Holzapfel, Manuale, p. 101; Sevesi, L’Ordine, I, p. 53; Cresi, S. Francesco, p. 113), pues, como ya hemos visto, los C. ahondan sus raíces en tiempos mucho más remotos: «Les Frères Mineurs Conventuels son historiquement, la continuité de l’ancienne ‘Communauté” organisé par st. Bonaventure» [Los Frailes Menores Conventuales son, históricamente, la continuación de la antigua ‘Comunidad' organizada por s. Buenaventura, n.d.t.] (Cathol 4 [1956] 1610).
Las razones que llevaron al Papa a autorizar estas mitigaciones acerca de la pobreza son las que ya conocemos: las urgencias, cada vez más nuevas de la vida y del apostolado, es decir, dar a los frailes la «posibilidad de entregarse más plenamente al sagrado ministerio» y «para que sean gratificados con más prósperos sucesos»: «ut divinis obsequiis intensius vacare possint» y «ut prosperioribus in pósterum successibus gratulentur» (BullFranc VII, p. 737, 739).
Martino V (1430) hacía suyo aquel «laudabile opus» [loable hecho n.d.t.] ya recordado por Honorio III (1226), y también el «officiorum sui status executionem» [el proseguimiento de los compromisos de sus obligaciones, n.d.t] de Nicolás III (1279), así como Eugenio IV (1432) y Sixto IV (1472), confirmando las concesiones martinianas, evocarán las motivaciones: el primero afirma que la pobreza mitigada no impedirá a los frailes «quamplúrima fructuosa ac utilia» [muchas obras provechosas y útiles, n.d.t]; el segundo, ex ministro general de la Orden, afirma que la Orden no habría podido llevar adelante sus múltiples actividades apostólicas y de estudio, que con tanto celo atendía, tampoco habría podido cuidar y conservar convenientemente sus espléndidas iglesias, centros de espiritualidad y de arte, «ex incerta mendicitate et minutis eleemósynis» [con la insegura mendicación y las muy reducidas limosnas, n.d.t.] (Sixto IV, Dum fructus úberes, 28-2-1472: BullFranc, ns. III, p. 66; Eugenio IV, Movet nos, 28-4-1432: ibid, I, p. 35).
La Familia Conventual, y las demás Ordenes religiosas también, tuvieron presente estas razones apostólicas y culturales cuando, uniformándose al programa del Concilio de Trento (3-12-1563), aceptaron la propiedad en común, que marcaba la última etapa de la evolución cuanto a mitigaciones de la pobreza que, como ya se ha dicho, tuvieron siempre su razón de ser en vista de un más amplio apostolado y del bien de la Iglesia y de la sociedad (Conc. Trento, Ses. XXV: De Regularibus, c. 3: Acta IX, p. 1080).
9. Conventuales y Observantes. - Sin embargo, las incomprensiones de los Celantes y Espirituales que se habían dado en el s. XIII y en los primeros decenios del s. XIV, vuelven a repetirse, infelizmente, cuando surge (1368) y se afirma la -»Observancia (1415): ésta, propulsando el retorno a los eremitorios, proponiendo el descuido de los estudios, porque considerados contrarios a la sencillez franciscana, huyendo de las dignidades eclesiásticas y, a través de cierta forma de vestir y de calzar, retomaba algunas posiciones más controvertidas de los Celantes y Espirituales, aunque llevara a la practica, como primero objetivo, las más altas instancias de la espiritualidad y los más austeros ideales de pobreza.
El sentido común y práctico de la vida llevó a abandonar lo que era secundario o no correspondiente a las exigencias del apostolado, que ella también quería realizar. De esta manera también dentro de la Observancia se dio un proceso de adaptación y de evolución. Esto constituyó un proceso razonable de conventualización, al que no permanecieron extraños algunos religiosos con formación conventual, como s. Bernardino de Siena y el b. Alberto de Sarteano que, juntamente con s. Juan de Capistrano y s. Juan de la Marca, representaron la afirmación plena de la Observancia a servicio de la Iglesia y de la sociedad. Después de los primeros cincuenta años de vida muy humilde, muy modesta, muy austera y retirada, pero muy poco operosa y eficaz en la misma espiritualidad y santidad, siguió un segundo período rígido y más abierto a comprensibles adaptaciones, pero más pujante en obras y virtudes, en sintonía con las extraordinarias actividades apostólicas de las mencionadas «columnas de la Observancia».
Sin embargo, las incomprensiones y roces con la Comunidad de la Orden o Conventuales no cesaron, las antiguas quejas volvieron a aparecer en las «quaerimoniae» [quejas, n.d.t.] presentadas en la Universidad de París (1410) y en el Concilio de Constanza (1415) y fueron recogidas una vez más en los Advisamenta de Micheli del Padovano (1455) y presentadas de nuevo en las Solutiones de Brugman (1460). En París la Observancia volvió a echar en cara las acusaciones que los Espirituales y Ubertino de Casale habían ya presentado en el Concilio de Vienne cien años antes: eran una copia literalmente idéntica que no honra a los acusadores. Y, cuando presentaban alguna novedad, ésta estaba imbuida de celo extremadamente exagerado: «silentium frangere non dubitant; de inclinationibus et aliis cerimoniis nihil vel saltem modicum curant» [no les importa el silencio, no se preocupan minimamente de arrodillarse ni de observar las demás ceremonias, n.d.t.] (Textos comparados por Oliger, en ArchFrancHist 9 [1916] 27-34, 40).
También las acusaciones recogidas por el teólogo y humanista conventual Francisco Micheli del Padovano de Florencia - que, por cierto, no se mostró absolutamente condescendiente con sus co-hermanos - aparentan ser bastante ‘celantes’: los Observantes afirmaban que no podían convivir con los Conventuales porque éstos aceptaban limosnas en dinero: conventos y frailes se tornaban, pues, «propietarios» y los religiosos vivían «continuo in peccato mortali» (Advisamenta, ed. R. Pratesi, en ArchFrancHist 48 [1955] 113, 116).
En el año 1460 el Observante Brugman, ex Conventual, volvía a mencionar los «laxationum amatores» [fautores de relajación, n.d.t.], notificados por Ubertino de Casale, mediante una fórmula menos drástica, «latae viae fratres» [los hermanos del camino ancho, n.d.t.], pero substancialmente la misma porque invitaba a sus nuevos hermanos a alejarse de los Conventuales y de sus casas, llamadas «de deformatione» y de violencia, a menos que alguien no quisiese tornarse «mártyr aut apóstata aut dissolutus» [mártir o apóstata o disoluto, n.d.t.]. La evidencia de estas nuevas exageraciones y generalizaciones salta a la vista por el hecho de que él intencionalmente ubica aquellas casas conventuales «in infinitis locis» [en casi todos los conventos, n.d.t.] mientras que una u otra «incarceratio» o «verberatio» [prisión o fustigación, n.d.t.], por cierto muy comunes en aquel entonces en la sociedad civil y religiosa, es mencionada en apenas 2 conventos de la pequeña Custodia de Brabante. Además s. Bernardino de Siena, quien fue huésped asiduo en las casas conventuales de Siena, Florencia, Bolonia, Padua, L’Áquila, donde murió entre los Conventuales (1444), jamás se tornó mártir ni disoluto (Brugman, Solutiones, ed. F.A.H. Van Den Homberg, en ArchFrancHist 64 [1971] 349, 351, v352, 356).
Abusos no faltaron y, por cierto, graves como por ej.: el debilitarse de la vida de comunidad y el afirmarse de la vida privada; el uso directo e indiscriminado de bienes y dinero; la búsqueda de oficios y dignidades extra Órdinem; la exagerada concesión de favores y privilegios para los superiores y maestros mediante la asignación de compañeros, fámulos y sirvientes; la violación de los votos debido a insubordinaciones y libertinaje (-»Conventualismo: Aspectos negativos). Sin embargo, sería totalmente injusto atribuir a toda la Orden, integrada por 30.000 religiosos, los abusos de una minoría no representativa; tampoco sería correcto tildar como abusos lo que eran tan sólo privilegios y permisos, inoportunos quizás, pero legítimos porque concedidos por los Papas. Y eso es lo que les otorga validez, aun prescindiendo del clima y del ambiente donde aquellos abusos, verdaderos o presuntos, maduraron dentro de la Orden Franciscana, así como en cualquier otra Orden religiosa, llevando en cuenta la crisis general que se había desatado dentro la Iglesia y la sociedad en los siglos XIV y XV.
Aquellos fueron siglos de crisis y de abusos, pero también de grande vitalidad y grandiosas realizaciones en el campo misionero, pastoral, jerárquico, espiritual, científico, caritativo-social, contando con la presencia de destacados apóstoles y pastores de almas, santos y operadores de la caridad, maestros de vida y de doctrina, promotores de cultura y de arte: todos, y con sus realizaciones, conforman la floración de la evolución conventual de la que estamos hablando: para los unos y los otros enviamos a la exposición más exhaustiva que se llevará a cabo bajo la voz -»Franciscanos.
A este punto, presentamos algunos nombres y fechas para complementar lo ya dicho acerca del s. XIII (Cfr. IV, n. 4), y para ejemplificar mejor las anotaciones sobre el proceso de la evolución conventual a lo largo de los siglos XIV y XV.
A lo largo de estos dos siglos, la Familia Conventual, solamente ella, contaba con 30-35.000 religiosos, 34 Provincias, 7 Vicarías, 226 Custodias, 1.500 conventos esparcidos por el mundo (Di Fonzo, Series, p. 68-9).
Era asombrosa la cantidad de regiones de misión en África y Asia: en China, la obra misionera comenzada otrora por Juan de Montecorvino (1289-†1328) fue llevada adelante por el b. Odorico de Pordenone (†1331) y por Juan de Marignolli (†1359), mientras que el b. Gentil de Matélica evangelizaba a Persia (†1340); y los ss. Nicolás Tavelic y sus 3 compañeros eran martirizados en Tierra Santa (1391): éste es el broche de oro de las misiones franciscanas, cuya Custodia permaneció en manos de los Conventuales hasta el año 1434-39.
Las misiones recibieron nuevo incremento hacia el Oriente europeo, ruso, lituano a través de la institución (OP-OMin) de los ‘Frailes Peregrinantes por amor de Cristo’ (aprox. 1300-1425); y nuevos caminos se abrían para la evangelización cristiana a raíz del primer encuentro con el nuevo mundo (1492), en la que no faltó el aporte de los franciscanos Juan Pérez y Antonio de Marchena, imbuidos de formación conventual en La Rábida, dónde fueron los consejeros y protectores de Colón (Golubovic, Bibl. Terra Santa e Oriente Franc., I, p. 190-213; II, 131-40; III, 86-96; IV, 257-309; V, 282-97; Mortier, Hist. des Maîtres: Frères Pérégrinants, III, p. 27-40; 442-8; 678-81; Holzapfel, Manuale, p. 216-7; Odoardi, Custodia di Terra Santa, en MiscFranc 43 [19443] 218-56; A. Ortega, La Rábida I, Sevilla 1925, p. 186-215; ArchIbAmer 17 [1957] 148; P. Borges, Primeras expediciones misioneras a América, en ArchIbAmer 27 [1967] 121-33).
Aparte el apostolado misionero, continuaba ampliándose el apostolado pastoral, y las grandes casas e iglesias que otrora, en el s. XIII, habían sido centro de cultura y de espiritualidad, fueron llevadas a término y mejor estructuradas. Las iglesias fueron dotadas de nuevas obras de arte: en la basílica de s. Francisco en Asís, fueron invitados a aportar su estilo Cimabue, Giotto, Simón Martini, los Lorenzetti; Pinturicchio y Melozzo de Forlí en Araceli y en los SS. Apóstoles, en Roma; Benozzo Gózzoli, Octaviano Nelli y el Perugino en s. Francisco de Montefalco, de Gubbio, de Città di Castello, de Perusa; Piero de la Francesca y Iacobello y Pierpaolo de Masegna en el S. Francisco de Arezzo y de Bolonia; Benedicto de Maiano y Lucas Della Robbia en S. Croce de Florencia; Donatello en El Santo de Padua; Bregno, Bellini y Vivarini en ‘S. María Gloriosa dei Frari’ en Venecia. Los conventos, especialmente los que estaban ubicados en las grandes ciudades, instuituyeron nuevos Estudios y bibliotecas. El año 1450 aproximadamente, los C. contaban con 16 estudios generales universitarios oficialmente autorizados por la Orden: unos treinta funcionaban de hecho en las distintas ciudades de Europa. Aparte los más antiguos, como el de París, Oxford y Cambridge, hay que recordar el Estudio de Tolosa, de Montpellier, de Lérida y de Salamanca, de Colonia y de Erfurt, de Viena y de Praga, de Bolonia, Padua, Florencia, Perusa, Roma, Nápoles (L. Bracaloni, L’Arte francescana, Todi 1924; Brlek, De evolutione studiorum, p. 40-7; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 44 [1944] 170-6).
En estos Estudios nace y se afirma la escuela franciscana, en su doble aspecto buenaventuriano y escotista; y en ellos se han formado los mejores hombres de la Orden, promotores de la continuidad e incremento del ya amplio servicio prestado a la Iglesia: jerarquía, actividad ecuménica y conciliar, enseñanza universitaria, inquisición y predicación en vista del peligro turco, evolución litúrgica y devocional, promoción de las ciencias y artes, acción caritativo-social que, en aquellos siglos cuajó en los -»’Montes de piedad’ y -»’Montes frumentarios’ (A. Ghinato, Studi e docum. intorno ai primit. Monti di Pietà, Roma 1959; Id., I primi Monti frumentari, en Ant 33 [1958] 423-42; 34 [1959] 32-72).
Fueron aproximadamente 915 los Obispos designados de entre los Conventuales a lo largo de los siglos XIV y XV; 20 Cardenales: Marcos de Viterbo entre otros, muy estimado por Urbano V, y Ludovico Donati, uno de los fundadores de la Facultad Teológica de Bolonia (1364), Pierre de Foix, que trabajó mucho por el reconocimiento de Martino V (1417-31); 10 Patriarcas para: Jerusalén, Grado, Antioquía, Constantinopla; 2 Papas, si al lado de Sixto IV (1471-80) se quiere recordar a Alejandro V, el «Papa Pisano» (1409-10) cuyo nombre va unido al intento de superar el triste cisma de occidente en el Concilio de Pisa (R. Ritzler, Cardinali e Papi OFMConv,en MiscFranc 71 [1971] 3-77).
Dignos de mención son también los Frailes que sobresalieron en el concilio de Constanza (1414-18), de Basilea-Ferrara-Florencia (1413-45), y del Lateranense V (1512-17) como el ya recordado Pierre de Foix: el Ministro General Guillermo de Casale, Helie de Bourdeille, futuro cardenal y solícito defensor de los derechos de la Iglesia en Francia, Jorge Benigno Salviati protector de Savonarola, Mauricio Hibérnico primate de Irlanda y fecundo escritor y editor de filosofía y teología escotista (L. Spätling, Der Anteil der Franziskaner an den Generalkonzilien, en Ant 36 [1961] 300-40).
Otros nombres famosos: el biblista Nicolás de Lyre y el teólogo Francisco de Mayron; el filosofo Antonio Trombetta y el literato Juan Bertoldi de Serravalle, traductor al latín de la Divina Commedia para los padres conciliares de Constanza; el matemático Lucas Pacioli, amigo de León Battista Alberti, de Melozzo de Forlí, de Piero de la Francesca y muy apreciado por Leonardo de Vinci, quien le revisó los diseños para su De divina proportione. Hay que recordar también al historiador Paolino de Venecia y al hagiógrafo Bartolomé de Pisa; a los artistas Jacobo Turriti y Juan Giocondo: el primero, famoso por sus mosaicos en el ábside de S. Juan de Letrán y de S. María La Mayor en Roma; a los predicadores Felipe de Moncalieri, Roberto Carácciolo y Juan de Werden, compilador del famoso prontuario oratorio «Dormi secure» que, con sus 25 ediciones tan sólo en el siglo XV, ofreció un garantizado material de apoyo a muchos predicadores (Di Fonzo, I Francescani, p. 199-203, 210-20: A. Murit, Prédication franc., en MiscFranc 39 [1939] 438-48; B. Belluco, De sacra praedicat. in OMin, Roma 1956).
Tampoco faltaron, en estos siglos de crisis, religiosos de grandes virtudes y santidad, pues florecieron 6 santos: Nicolás Tavilic entre otros, s. Pedro Regalato y s. Bernardino de Siena; 17 Beatos: Odorico de Pordenone, Gentil de Matélica, Jacobo de Strepa, entre otros; un centenar, aproximadamente, de «Beatos» proclamados por el pueblo: Juan Duns Escoto[4], Hugo Panziera, Juan de Montecorvino, Bartolomé de Pisa, Juan Ristori director espiritual de s. Bernardino (Martyrologium Franciscanum, Roma 1939, Aureola Seráfica, I-VI, Venecia 1951-54; Di Fonzo, Series, p. 48-54).
Hoy día ha sido reconocido que el «Conventualismo no fue sinónimo de relajación» (CollFranc 31 [1961] 114), y que, aunque entre abusos y excesos, fue «algo bueno en la intención de los frailes que lo promovieron y de los Papas que lo aprobaron, bueno por los frutos que aportó a la Iglesia y a la sociedad» (Cresi, S. Francesco, p. 102). Pues bien, éste fue también el juicio de los Papas bajo los cuales «toda la Orden evolucionó conventualisticamente». Todos ellos, en efecto, aunque auspiciando una observancia siempre más fiel a la Regla, reconocieron en los Minoritas:
-      una «evidens ex eis utilitas Ecclesiae universali» [un indiscutible servicio a la Iglesia universal, n.d.t.]: Gregorio IX (1230) y el concilio de Lyón II (1274);
-  «el ardor de su apostolado»: Nicolás III (1279);
-   «los abundantes frutos provenientes de su vida ejemplar y de su beneficiosa doctrina»: Clemente V (1312);
- «in Dei Ecclesia multiplicibus splendoribus radiantes» [resplandecientes de innúmeros esplendores dentro de la Iglesia de Dios, n.d.t.]: así los veía Gregorio XI (1373);
-  Martino V enaltecía (1428) «los merecedores frutos abundantemente cosechados y aun hoy asiduamente producidos en la Iglesia»;
-  y Sixto IV, al confirmar las concesiones de Martino V y de Eugenio IV, escribía (1472) que la Orden Minorítica Conventual «omnium Conditori gratissimus est, et piae devotioni fidelium acceptus» [es muy grata al Creador de todas las cosas, y querida por la devoción de los fieles, n.d.t.] (Conc. Lyón II, Const. 23; ConOecDecr, p. 327; Exivi de Paradiso, 6-5-1312; Gregorio XI, Cunctos Christifideles, 27-5-1373; Martino V, Amabiles fructus, 1-11-1428; Sixto IV, Dum fructus úberes, 28-2-1472; BullFranc III, p. 393; V, 81; VI, 505; VII; 712; BullFranc, ns. III, p. 66).
V. ACONTECIMIENTOS  HISTORICOS  DESDE  1517
HASTA NUESTROS  DÍAS
A.        El siglo XVI:  grandes pruebas. Resistencia de la Orden.
Los reiterados intentos de unión entre C. y Observantes, promovidos por Martino V y Eugenio IV (1430, 1443), por Nicolás V y Calixto III (1453, 1456), por Sixto IV y Julio II (1472, 1506), concluyeron, pero sin éxito, con León X y su famosa Bula Ite vos, promulgada el 29-5-1517.
La división de la Orden franciscana, que comenzó con la fundación de la Observancia (1368,1387,1388) y su aprobación en el Concilio de Constanza (1415), y que se afirmó tras declaración de Eugenio IV mediante la cual la Observancia se tornaba prácticamente independiente (1446), fue llevada a cabo definitivamente por medio de la bula leoniana (1517), que otorgaba plena autonomía e independencia a los Observantes. Les otorgaba otrosí el privilegio de representación oficial de la Orden minorítica, y a raíz de este primado jurídico, los llamaba sencillamente «F. M.», sin quitarles el título más específico de «F. M. de la Regular Observancia», que ha sido el título que más prevaleció hasta 1897. En el acto elevaba a la dignidad de ministros a los vicarios generales y provinciales, y restringía a ellos solos el régimen ministerial previsto por s. Francisco en la Regla por medio del ministro general y de los ministros provinciales. Sometía también a su jurisdicción, «per omnia» [para todo, n.d.t.], cualquiera nueva reforma que pudiera surgir dentro de la Orden (Conc. Constanza, Supplicationibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 493-5; Eugenio IV, Ut Sacra, 11-1-1446, promulgada 23-7-1446, en BullFranc ns I, p. 497-500; León X, Ite vos, 29-5-1517, en BullRom V, p. 692-8; WaddingAnnMin 1517, n. 23: vol. XVI, p. 49-55; Meseguer Fernández, Documentos 1517, en ArchIbAmer 9 [1949] 242-9; La Bula «Ite vos» ibid 18 [1958] 257-361; texto crítico Minuta y Bula, p. 332-53; Regula II, c. II, IV, VII, VIII, IX, XII).
1. La bula «Ite vos» y su minuta. - La bula Ite vos, por lo menos directamente, no habla mucho de los C. y de su nueva posición dentro de la Orden minorítica. Ella envía a otro documento que seguiría, en el que se dirá cómo deberán estar sumisos y obedientes, - «súbiici et obedire» - a los neo-ministros generales y provinciales Observantes. Sin embargo, la minuta de la bula, de alguna manera, había adelantado, aunque con mayor drasticidad, las decisiones del documento papal.
Quitándoles a los C. el primado jurídico y el régimen ministerial, la minuta de la Ite vos había declarado que los ministros no eran sino puros comisarios generales y provinciales; los había sometidos a la confirmación y obediencia de los neo-ministros generales y provinciales Observantes, otorgando a éstos también el derecho de «visitar, corregir y reformar»; además había previsto, para la elección de los comisarios provinciales, la presidencia de los ministros provinciales de las respectivas provincias. Estos últimos, en suma, juntamente con el ministro general, eran constituidos jueces en los casos de remoción del oficio de aquellos comisarios provinciales cuya sumisión a los ministros no podía ser más amplia: «in ómnibus et per omnia obedient secundum Regulam»: «deberán obedecer en todo y para todo según manda la Regla» (minuta del Ite vos, en ArchIbAmer 18 [1958] 338, 348).
Como se puede ver, se trataba de concesiones muy drásticas que los ministros C. jamás habían solicitado ni obtenido en relación con los ya vicarios Observantes, no obstante les amparase el derecho de confirmarlos y de visitarlos. Y no es todo: el articulo conclusivo de las concesiones minaba la misma existencia de la familia C. En efecto, en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión, prohibía aceptar nuevos candidatos a la Orden o a la profesión: «ad habitum probationis seu ad profesionem Órdinis, in conventibus quos habitant, nullo modo recipiant» [en los conventos dónde estén, de ninguna manera deben admitir al hábito de probación o a la profesión, n.d.t.]; y, en otro numero, mandaba poner a disposición de la autoridad apostólica todos los bienes que la Orden había poseído hasta aquel momento (minuta de Ite vos III 9, v. 1, en ArchIbAmer 18 [1958] 348, 344); para los anteriores derechos C.: Conc. de Constanza, Supplicationibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 493-5; Eugenio IV, Ut Sacra, 23-7-1446, en BullFranc, ns. I, p. 497-500).
La minuta había sido redactada después de mayo de 1516, partiendo de los proyectos de unión elaborados por los Observantes franceses entre 1503-5 y por una comisión de religiosos, pero ninguno de ellos era C.: en efecto eran 3 Observantes y 1 Coletano. Integraban la comisión 4 cardenales, y 3 de ellos, por lo menos inicialmente, no simpatizaban con los C. Tampoco faltaron presiones, también tras recompensa de dinero, por parte de los reyes de Portugal, de España y de Francia, motivados no tanto por la reforma en si, cuanto por los bienes que esperaban ganar a raíz de la eliminación de los C. (ArchIbAmer 9 [1949] 244-6; 18 [1958] 290-1, 299, 312).
Como era de esperar, en el mes de marzo-abril de 1517 se desató una enérgica reacción en contra de las decisiones de la minuta, propuestas en la primera redacción de la bula Ite vos. Los C. también habían acudido a sus amigos y defensores: al Card. Protector Grimani, a la mayor parte del sacro Colegio, al mismo Papa, a los embajadores de príncipes, a la Republica de Venecia; y al dinero se le contrarrestó con más dinero, según declaración del embajador portugués Miguel da Silva; y un mayor sentido de justicia y de equidad acabó por prevalecer, de manera que las disposiciones más duras, que habían sido tomadas en la minuta y en la primera redacción de la bulla, especialmente las que minaban la misma existencia de los C., fueron quitadas en la redacción definitiva. Además se intentó volver completamente a lo statu quo, pero eso no fue posible por causa de las anteriores presiones que las cortes portuguesa, española y francesa habían presentado. Esta es la razón del llamado que la Ite vos hacia a los C.: «subiici et obedire debeant» [deberán someterse y obedecer, n.d.t.] a los ministros Observantes y que, al mismo tiempo, sustituía las mencionadas cláusulas de la minuta que se  referían a los bienes y a los candidatos a la Orden, que sonaban como si fueran una sentencia de muerte. Así le parecieron al primer ‘maestro general’, Antonio Marcelo de Cherso, el cual, recordando la tempestad en que se habían encontrado sus frailes «paene submersos» y «fere destructos» [al punto de hundirse, y casi acabados, n.d.t], y de las cuales, por intercesión de s. Francisco habían logrado zafarse, invitaba a la reforma y al amor de Cristo, y a orar «incessanter» [sin cesar, n.d.t.] por el Papa León (ArchIbAmer 9 [1949] 245-6, 252-3; 18 [1958] 295-7, 346-8).
2.         Aboliciones en la minuta y mitigaciones sustanciales acerca de la «Ite vos».
La dependencia, señalada de una manera genérica en la Ite vos, tuvo su primera aclaratoria en el documento que la misma bula había prometido dar. Posteriormente, fue más ampliamente reglamentada en la que fue llamada Bulla Concórdiae: la «Omnipotens Deus» (12-6-1517) y en el Instrumentum transactionis et concórdiae: «Sciant universi» (19-7-1517). Ninguno de los dos documentos vuelve a repetir las drásticas instancias de la minuta, ni los duros términos «subiici et obedire» de la Ite vos. Al contrario, hacen uso de palabras mucho más suaves, y presenta atenuaciones cada vez mayores que, por cierto, tienen sentido. La redacción de los documentos no mira más a una «reductio ad unitatem», sino «ad pacem et concordiam, ad amorem conciliandum, fovendum et conservandum inter Fratres Minores de Observantia et Conventuales b. Francisci» [no a un llamado a la unidad, sino a la paz y a la concordia, a favorecer, cuidar y conservar el amor entre los Frailes Menores de la Observancia y los Conventuales, n.d.t.] (Instrumentum, en WaddingAnnMin 1517, n. 33: vol. XVI, p. 65).
El primer de los dos documentos no ha llegado a nosotros, pero es mencionado en el segundo, en la Omnipotens Deus, que vuelve a hablar de la decisión más importante, es decir de la que se refiere al superior general de los C.: él será elegido por los C. y de entre los C.; y asumirá el título de maestro[5] general; será confirmado - «confirmationem petere deberet» [deberá recibir la confirmación, n.d.t.] - por el ministro general Observante. Eso es todo (León X, Omnipotens Deus, en WaddingAnnMin 1517, n. 30: vol. XVI, p. 59).
El segundo documento, la Omnipotens Deus, después de reafirmada la decisión del primero - concediendo la dispensa, una tantum, de solicitar la confirmación al ministro general, porque está sustituida por la bendición directa del papa -, extiende aquella decisión a los superiores provinciales, denominados también maestros[6] provinciales y dependientes de la confirmación de los ministros provinciales Observantes. Se hace hincapié en que esta confirmación es análoga a la que tenían antes de 1517 los ministros generales y provinciales C. en relación con los vicarios generales y provinciales Observantes. Y, de esta manera, se indica su valor más nominal que real. Y como si este llamado no fuera bastante, se añade que «nullátenus», es decir, de ninguna manera los ministros deben inmiscuirse en los asuntos de la familia C. o en los institutos que de éstos dependen, como son la Segunda y Tercera Orden, ni con el fin de visitar, ni para corregir, ni para ejercer ninguna clase de jurisdicción o superioridad. La visita del ministro general, aunque paterna y casual como es definida, y por eso no canónica, está condicionada por un «dúmmodo nihil iudicialiter exérceat»: «siempre y cuando no cumpla ningún acto de jurisdicción». En lo que a precedencia se refiere, implícitamente afirmada en las decisiones de la minuta y de la bula, aquí está más claramente determinada en favor de los Observantes, aunque con reservas en atención a los «graduados» o a los más ancianos de entre los C. (Omnipotens Deus, en WafddingAnnMin 1517, n. 30: vol. XVI, p. 60-2).
En el tercer documento, o Instrumentum transactionis et concórdiae, acordado entre C. y Observantes, el derecho de precedencia viene establecido en favor de los C. de Asís y de Padua, dónde éstos guardan el Cuerpo de s. Francisco y de s. Antonio; se reconoce el nuevo título de ‘maestro’, exigiendo, sin embargo, que se le reconozca el pleno valor de superior; este reconocimiento es admitido, y así el ‘maestro’ C. es llamado «verdadero, indudable e inmediato superior» de los F. M. C. y de los institutos que de éstos dependen, con «régimen libre, íntegro y total» sobre los mismos, «como cuando era ministro», y con la exclusión de «toda clase de jurisdicción» por parte del ministro Observante. Un solo privilegio es revindicado como exclusivo por los Observantes, el de los «calepódia» o zuecos, mientras que los C., so amenazas de penalidad, debían calzar «sóleas de corio» o calzados de cuero (Instrumentum, en WaddingAnnMin 1517, n. 33: vol. XVI, p. 66 y 67).
Como se puede ver, en estos documentos ya no queda ninguna huella de prohibición de admitir a la Orden y a la profesión; ni huella del derecho de presidir los capítulos C. o remover a los superiores que hubiesen sido elegidos; ni de la obediencia de éstos a los ministros Observantes «en todo y para todo»; ni del derecho de aquellos ministros de «visitar, corregir y reformar» conventos y religiosos C.: todas estas cosas que estaban previstas en la minuta; tampoco se da el «súbiici et obedire» de la Ite vos, porque se excluía toda clase de jurisdicción observante: «nullam iurisdictionem», «nullátenus se intromittant», «nihil iudicialiter»; y la afirmación de un «régimen total» análogo al que los C. ejercían cuando tenían ministros. Lo de la Celebrato nuper (12-4-1518), promulgada a raíz de las violaciones de las anteriores bulas, podría ser considerado un retorno al pasado, sin embargo la «omnímoda subiéctio» [la total sumisión, n.d.t.] que se menciona, quedó sin efecto debido a las condiciones que la acompañaban, y a las atenuaciones que ya habían sido concedidas.
De manera que la plena autonomía e independencia, que inicialmente la Ite vos había otorgado a los Observantes y que, en vista de la minuta, parecían estar suspendidas para los C., eran reconocidas también a éstos, en los documentos que acabamos de mencionar y que, de esta manera, codificaban la división definitiva de la Orden en dos grandes familias. A éstas dos, pocos años después (1525) se les añadió una tercera, la de los F. M. Capuchinos, que contará con la protección de los F. M. C. cuyo ministro general confirmará a los vicarios generales hasta el 1619 (G. Abate, Conferme dei Vic. Gen. Cappuccini 1528-1619, en CollFranc 33 [1963] 423-41).
PROVINCIAS  DE  LA  ORDEN  A  LO  LARGO  DE  LOS  SIGLOS
Prov-Madre
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Provincias derivadas
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1933
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Marcas
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Lavoro
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Toscana
Umbría-S.Franc
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Véneto-S.Ant
Bolon-Em-Rom
Génova-Ligur
Milán-Lombar
Nápoles-Campa
Penne-Abruzos
Pulla-S.Nicolás
S.Áng.Dau-Mol
Calabria
Sicilia
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Sajonia
Francia Parisina
Turonia
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SnTiag-España-
Portugal
Aragón
Castilla
Tierra Santa
Rumani-Grecia
Inglaterra
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Prov
1586


Prov
1682


Prov
1771
-73

Prov
1893


Prov
1933

Prov
1975
*Oriente
*Aquil-Crim
*Katai-China
*Marru-Túnis
*Cerdeña
*Escocia
*Bosnia
*Rusia
*Córcega
Portugal
Polonia
Lièg-Bélgica
N.vas Indias
Perú
Estiria
Transilvania
Lituania
Turín
Moravia-Esl.
Moravia
Eslesia
Lorena
Clementina
Marsella
Galicia
InmaculUSA
Moldavia
Malta 1859-
S.Ant.USA
ConsolUSA
JuisdGrales
Polon-Inmac
S:BuenavUSA
Holanda
ºAsís
Japón 1940-
ºZambia
ºAustralia
Suiza 1939-
Eslovenia
ºBulgaria
ºKorea
1265[15]
1287
s.XIII
s.XIII
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1335ap
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3.         Ultimas derogaciones a los documentos leonianos. - Quedaba en pie el derecho de la precedencia. Y también este no demoró a ser nuevamente limitado, bin sea por falta de ejecución de la bula o debido a distintas situaciones locales como, por ej. la del Colegio de los teólogos, en la Sapienza de Roma, donde los C. tenían y conservaban su puesto, juntamente con los demás cuatro antiguas Ordenes mendicantes; o también la del Reino de las Dos Sicilias, donde se insistió en respetar la tradicional precedencia de los C.. (Despachos de S. M. Ferdinando III acerca de la precedencia debida a la I Orden de s. Francisco de los Menores C. en los actos litúrgicos y fiesta de s. Antonio, Palermo 1797; Spáracio, Frammenti, p. 203; Benoffi, Compendio, p. 237).
El derecho a la confirmación, a raíz del gesto de benevolencia de León X que, mediante su bendición, había confirmado al primer maestro general; y también a raíz de la publicación del Instrumentum transactionis et concordiae que, aunque mencionándolo, no le daba mayor importancia a aquella confirmación, a su vez pasó en el olvido. La confirmación puede ser que no fue solicitada - y este hecho fue reivindicado en 1532 - o se continuó a solicitarla al Papa, pues así lo demuestran claramente un sin número de Breves del siglo XVI. Los primeros Breves, a partir de 1520, repitiendo la fórmula leoniana «por hac vice tantum», «tan sólo en este caso»; y los últimos, a partir de 1549, aparecen sin alguna restricción, más bien hacen uso de la fórmula «no obstante las Constituciones apostólicas y demás cláusulas contrarias».
En los tres documentos mencionados se hablaba también del título de maestro impuesto a los superiores C. Éste también, poco a poco, desapareció. En efecto, el primer superior general, elegido después de la promulgación de la Ite vos (29-5-1517), Antonio Marcelo de Cherso, fue elegido en el convento de los Santos Apóstoles en Roma (2-6-1517) llevando el título de ministro general. Claro está que este hecho no agradó al Papa, sin embargo no dejó de confirmarlo con el título de ‘maestro’ (WaddingAnnMin 1517, n. 31: vol. XVI, p. 63; ArchIbAmer 18 [1958] 303, 306 nota 167).
En el año 1532 fue el propio ministro general Observante quien se quejaba que los superiores C. se hacían llamar ministros. Es que los C., como era natural, estaban acostumbrados a ser llamados  no solamente generales y provinciales (ej. Pablo III en 1541, Julio III en 1550, el general Antonio de Sapientibus a conclusión del Concilio de Trento en 1563), sino también maestros (por ej., así consta en todos los papas del s. XVI hasta Clemente VIII) y ministros, denominación comúnmente usada por los papas, por ej. Pablo IV 1555, Pío IV 1565, Pío V 1566, Sixto V 1586, 1590, hasta que Clemente VIII la tornó otra vez común a través de las Bulas de 1592, 1593,1597, 1599, 1601, y también por Pablo V 1607 y demás papas hasta  nuestros días.
Otras derogaciones o restricciones a los documentos leonianos fueron llevadas a cabo por los papas: Pablo III, Julio III, s. Pío V cuando llamaron al superior general C., maestro o ministro «de toda la Orden de los F.M.C.» haciendo uso de la palabra «totíus» [de toda, n.d.t.] que, posteriormente, fue contestada porque la Omnipotens Deus la había reservada al ministro general Observante; o cuando, contrariamente a la bula Ite vos que, aunque mitigada considerablemente por la Omnipotens Deus, entregaron a los C. las nuevas Reformas que acababan de nacer en la Orden Franciscana: es decir, los Pascualitos en el 1517 durante el papado de León X, los Capuchinos en 1528 en tiempos de Clemente VII, los Descalzos o Alcantarinos en 1559 en tiempos de Pablo IV.
Una sola decisión leoniana ha quedado prácticamente vigente hasta el presente, es decir la del primado jurídico entregado a los Observantes. Por cierto esta característica no perjudica absolutamente en nada al primado histórico de los C. Esta es la razón por la cual Benedicto XIII (Singularis devotio, 5-7-1726) hablaba de la Orden como siendo la más antigua entre todas las familias franciscanas: «Inter céteros Ordines sub uno et eodem Seráphico Patre et cápite Deo famulantes, vetustíssimus est» [es la más antigua entre todas las Ordenes que sirven a Dios bajo un único y mismo Seráfico Padre, n.d.t.]; Brugman también, en 1460, hablaba de estos religiosos como siendo los hermanos mayores de los Observantes: «frater tuus maior videlicet de Communitate» [tu hermano mayor, es decir el de la Comunidad, n.d.t.]. El papa Sixto V, que fue C., quería devolverles todos los derechos, inclusive el título sencillo de «F.M.», sin embargo la bula que había mandado preparar, Quia plerumque (1588), jamás fue promulgada (Benedicto XIII, Singularis devotio, en BullRom XII, p. 101; Brugman, Solutiones, en ArchFrancHist 64 [1971] 362; Pennacchi, BullSConventue, ibi 12 [1919] 153-9; Di Fonzo, Francescani, p. 299).
Las fuentes contemporáneas intentan explicar las particulares vicisitudes que se dieron en 1517 y las atribuyen a distintos factores. Entre otros recuerdan: indisciplina y abusos, vuelta a la unidad y pureza de la Regla, pacificación, espíritu de soberbia y ambición favorecido por cierto espíritu de avaricia, aversión por parte de reyes y príncipes, avidez de bienes y de dinero. Según el punto de vista de cada quién, se pone el acento más sobre uno u otro aspecto. Sin embargo, todas las motivaciones a una contribuyeron para que se produjera la compleja inversión del orden de las cosas llevada a cabo por León X, inclusive la última que, a través de una descomunal insistencia y abundantes detalles, vuelve siempre en los informes de los embajadores ante la corte y en las crónicas de la época (causas: ArchIbAmer 9 [1949] 244-5, 252-3; 18 [1958] 278, 290, 299, 306 nota 167, 310, 312; dinero: ibid 9 [1949] 244-5; 18 [1958] 295, 306 nota 167, 310, 312).
4. Pérdida de provincias y conventos en España y en Francia. -A los tristes acontecimientos de 1517, otros se añadieron a lo largo del s. XVI, en parte en conexión con aquellos: la pérdida de provincias y conventos en Portugal, España y Francia, y también la supresión de la Orden en aquellos dos primeros países y en sus territorios y colonias también; en parte causados por acontecimientos de carácter general, como el surgimiento y el fortalecimiento del protestantismo y las invasiones islámicas que golpearon no sólo a la Iglesia y Europa, sino también a la Orden especialmente en Alemania y en Inglaterra, en el Medio Oriente y en el Occidente europeo.
No habiendo logrado alcanzar la reforma general, como se quería, ni la supresión general, como se esperaba, las cortes de Portugal, España y Francia no se rindieron. Su celo y avidez por los bienes eran tan grandes que las llevó a solicitar reformas parciales de los conventos y provincias, cosas que obtuvieron muy fácilmente, tras entrega de cuantiosas sumas de dinero, pues aquellas reformas-supresión significaban cuantiosos bienes y patrimonios.
De esta manera, en 1517, no faltando dificultad «cuanto al precio», fue concedido al rey de Portugal, Manuel I, autorización para reformar 3 casas C. en Lisboa, en Santarém y en Távira. El rey debería entregar a la Cámara apostólica 500 ducados por cada conventos; y los bienes de éstos, con sus correspondientes gravámenes, serían entregados a las Clarisas que estaban sometidas a los Observantes. Sin embargo, al embajador portugués en Roma aquella suma pareció demasiado alta, asimismo fueron solicitadas 3 reformas más, de manera que las concesiones, por todas ellas, tuvieron un precio menos oneroso, totalizando los 1.000 ducados (León X, Pro iniunctis nobis, 15-6-1517, en ArchIbAmer 9 [1949] 246 nota 11; 18 [1958] 311).
Un hecho más bochornoso aun ocurría en Francia. En el convento de Tolosa, so pretexto de que allí la Regla de s. Francisco era observada con más fidelidad - «honeste et bene vívitur» escribía León X -, los C. fueron considerados unos reformados, y por este motivo podían ser sometidos a los ministros Observantes en virtud de la Ite vos. Inútil resultó la apelación a la Bulla concordiae «Omnipotens Deus», que prohibía esa clase de equivocaciones y atropellos; inútil la reiterada prohibición de León X en favor de los C. de Tolosa (30-10-1517); inútil la mediación de las distintas comisiones y jueces delegados. A las reiterados apelaciones de los C. a Roma, se interpusieron apelaciones más eficaces ante el rey de Francia, Francisco I, de manera que el convento de Tolosa, asediado por las milicias ciudadanas y amenazado por la artillería, fue expugnado con la fuerza. El canto del Te Deum de los religiosos que entraban, se confundía con el llanto de los religiosos que salían, encarcelados o relegados en distintos conventos de la ciudad (3-12-1522). El papa Adriano VI se propuso reivindicar los derechos de los C., y a tal propósito nombró comisario a Juan de Foix, arzobispo de Bordeaux, que excomulgó a los Observantes. Pero intervino en su defensa el rey de Francia, de manera que la excomunión fue revocada. Primero fue el Papa a revocarla (6-6-1523), haciendo uso de palabras bastante fuertes; después su comisario (27-7-1523), aclarando que lo hacía «iussui aut voluntati seu ordinationi Christianissimi Dómini nostri Regis et sui magni Consilii parendo et obtemperando» [obedeciendo y sometiéndose al mandado y decisión u ordenación del cristianísimo Señor nuestro el Rey y de su gran Consejo, n.d.t.] (León X, Cum intellexérimus, 18-10-1517; Iustis súpplicum, 30-10-1517; Sua nobis, 20-4-1519; Exponi nobis, 10-5-1521; arzob. de Bordeaux, Constito nobis, 6-5-1523; Adriano VI, Nuper pro parte, 6-6-1523; arzob. de Bordeaux, Cum nuper, 23-7-1523, en MiscFranc 19 [1918] 76, 90, 95, 96, 99, 101, 103; Eduardo d’Alençon, Come fu riformato il Convento di Tolosa, ibid., p. 73-105).
Después del de Tolosa, los C. fueron expulsados de muchos otros conventos de Francia. La motivación ya no era la misma de Tolosa, por causa de las dificultades que se habían presentado, sino lo de la necesidad de reformar los conventos; es un motivo siempre válido porque en todo convento ¡hay siempre algo o alguien que debe ser reformado! Así que el rey de Francia, ya satisfecho por el éxito de la operación de Tolosa, apoyó incondicionalmente la nueva reforma-supresión y logró atraer a su causa al mismo León X, el cual no solo la permitió, más bien se había convencido de aplaudir «al pío y laudable deseo del Rey» (Exponi nobis, 10-5-1521). De esta manera los C. perdieron 3 provincias (Aquitania, Turonia y Francia Parisina) con aproximadamente 144 conventos (1522-38), y quedaron con apenas 2 (Borgoña, Provenza) y 67 conventos (León X, Exponi nobis, en MiscFranc 19 [1918] 96-7; B. Fleury, De statu OFMConv in Gallia, ibid. 32 [1932] 142-4).

5.         Las Supresiones en España y en Portugal. - Un intento de supresión total fue llevado a cabo otra vez en Portugal por el rey Juan III en 1535. Este ya había logrado obtener de Pablo III una bula que, en sus determinaciones más duras, volvía a repetir las determinaciones de la Ite vos de 1517. Sin embargo, fue revocada tras intervención del general Ferduzzi, quien logró demostrar el contraste existente con la Bulla concordiae «Omnipotens Deus». El rey de Portugal no se arredró, más bien volvió a atacar en 1541 y en 1554. Pero encontró la oposición del card. Protector de la Orden, Rodolfo Pío Carpi. Sin embargo, pudo lograr su objetivo en 1566-7, cuando el rey de España, Felipe II, también contrario a los C., hizo suya la causa, y no sin interese por los bienes de aquéllos (Pablo III, Alias pro parte, 10-5-1535, bula de revocación que contiene también la bula de supresión de 7-3-1535, en ArchIbAmer 18 [1958] 355-61, 311-3; Pío V, Máxime cuperemus, 2-12-1568, España; In eminenti, 30-10-1567, Portugal, en WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12; 1567, n. 18; 1567, n. 36; 1568: vol. XX, p. 528-30, 535-6, 575).
En España los C. habían perdido muchos conventos a raíz de las reformas llevadas a cabo por el Observante card. Ximénes, acerca del cual Wadding escribió que había mandado ocupar «Conventualium domos, arte, prece vel pretio» [ocupar las casas del Conventuales echando mano de toda clase de artificios, ruegos y dinero también, n.d.t.] (AnnMin 1945, n. 34: vol. XV, p. 124); otros conventos los perdieron tras mandado de Carlos V (1524-6), y cuando se resistieron, el rey-emperador mandó castigarlos; la supresión total, finalmente se llevó a cabo, como se ha dicho, tras el interés de Felipe II, y que s. Pío V, por estar mal informado, confirmó mediante las bulas Máxime cuperemus y Superioribus mensibus de 1566 y 1567 (WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12; 1567, n. 18: vol. XX, p. 528-30, 535-7). Nunca habían faltado abusos, es verdad. Sin embargo eran abusos ordinarios, comunes a todas las Ordenes religiosas y a la misma Iglesia de aquel tiempo. No cabe duda que también las demás Ordenes fueron sometidas a la reforma (Canónigos regulares, Cistercienses, Dominicos, Agustinos, Carmelitas, Terciarios Regulares). Sin embargo los C. fueron «perseguidos con especial mira», como comenta Pastor (vol. VIII, p. 112).
En estas tristes vicisitudes, es muy significativo el reclamo presentado por el rey de España a s. Pío V: el rey lamentaba que el procedimiento determinado por el Papa para instaurar la reforma no acceleraba mucho la puesta en obra de la misma y «quod peius est» [lo que es peor aun, n.d.t.], los que debían ser reformados o suprimidos «bona mobilia et libros et alias scripturas monasteriorum in quibus eorum rédditus sunt adnotati, occultare et abscóndere póterunt» [tenían todo el tiemo para ocultar y esconder los bienes muebles, los libros y demás documentos del convento donde estaban anotadas  las rentas, n.d.t.] (Superioribus ménsibs, en WaddingAnnMin, Reg. 1567, n. 18: col. XX, p. 535). Eran bienes que aquel «pío y religiosísimo príncipe», como le llama la bula Máxime cuperemus, codiciaba profundamente y sobre los cuales ya había puesto sus manos, después de haberse consultado con la Sede apostólica (WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12: vol XX, p. 530). De esta manera los C. perdieron las 4 provincias de España y Portugal, y también Luxemburgo, Bélgica y Flandres, además les estaba prohibido el acceso a los territorios extra-europeos de aquellas dos potencias ibéricas. Muchos de los aproximadamente 1000 religiosos, entre los cuales el contemporáneo Navarro, el cual escribía «non pauci senes eruditi, pii et inculpati» [muchísimos frailes cultos, devotos y exentos de toda culpa, n.d.t.], tuvieron que pasar a la Observancia; otros fueron obligados a emigrar y no faltaron los que fueron castigados con las penas previstas por las bulas papales: la prisión y el trirreme (bulas citadas; M. Navarro, De Regularibus, vol. IV, n. 19, Roma 1583, p. 210; D. Spáracio, I Minori C. e s. Pio V, Gubbio 1924, p. 29-43).
Una desgracia parecida a esta estaba por caer sobre los C. de Italia en los años 1568-9, si no los hubiese ayudado el renovado apoyo de influyentes amigos de la Orden, y también la recapacitación de s. Pío V, el cual en aquellos años (1570), entregaba la púrpura cardenalicia al C. Felix Peretti, futuro Sixto V: estos hechos no permitieron que aquel nefasto proyecto ya preparado se llevara a cabo (P. Sevesi. S. Carlo Bor. Card. Prot. dei Frati Min. 1564-72, en ArchFrancHist 31 [1938] 73-112).

6. Pérdidas por causa de Protestantes y Turcos. - Más pérdidas la Orden tuvo que sufrir por causa del protestantismo en Alemania, Inglaterra, Dinamarca y países escandinavos (1521 s.). En estos últimos, no fue mucho lo que se perdió pero, sí, se perdió todo; en Alemania se perdió mucho porque la Orden tenía allí 3 grandes provincias con importantes centros universitarios: Erfurt, Colonia, Friburg y demás centros de actividad apostólica y científica como Würzburg, primer convento franciscano en Alemania; todo se perdió en Inglaterra, donde había 1 sola provincia, pero con 7 custodias y 61 conventos: todos fueron suprimidos y confiscados entre 1534-9, inclusive el de Oxford y de Cambridge juntamente con sus Estudios universitarios que habían dado a la Iglesia y al mundo hombres como Roger Bacón y el b. Juan Duns Escoto. La misma suerte tocó a las provincias de Escocia y de Irlanda entre 1540-87 (Tossignano, Historiarum, f. 289r-91v;B. Müller-V. Tschan, Crónica Prov. Argentinae in Germania, ed. M. Shei, Landshut 1954; E. Hatton. The Franciscans in England, Boston 1926; G. Vicari, Ragioni storiche - Martiri Francescani Inglesi, Asís 1929, p. 6-8).
Y para poner punto final a esta triste reseña de pérdidas sufridas en las grandes naciones europeas, ocasionadas por las reformas verdaderas o supuestas, por reyes y príncipes, por supresiones y confiscaciones, por el protestantismo y las guerras de religión que sobrevinieron, añadimos las pérdidas sufridas en las naciones menores del Oriente europeo, de Grecia y su respectivo archipiélago, del Medio Oriente por causa de las invasiones islámicas y turcas. El último ministro provincial de Tierra Santa, Nicolás de Serra San Quírico, en el capítulo general de Siena, en mayo de 1574, declaraba «se nihil habere quod referat, cum Turca immanissime fratres trucidáverit, conventusque solo aequáverit» [que él no tenía nada que decir, tan sólo que los Turcos habían trucidado terriblemente a los frailes y arrasado al suelo todos los conventos, n.d.t.]. El hablaba sobretodo de la provincia de Tierra Santa, custodia de Chipre, aniquilada juntamente con el martirio de los religiosos en 1570-1. A partir de aquella fecha, las provincias perdidas, como la de Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Sajonia, Tierra Santa tuvieron un provincial titular (Tossignano, Historiarum f. 283r; MiscFranc 33 [1933] 76; 43 [1943] 246; Holzapfel, p. 541).
La Orden, que en la época de la división de 1517 contaba con 38 provincias, incluyendo las 34 antiguas de s. Buenaventura, con aproximadamente 1.300 conventos y 25-30.000 frailes - cuantos, aproximadamente, contaba la Observancia con todas las reformas menores de Coletanos, Amadeítas, Guadalupenses y Clarenos - constataba que, al final del s. XVI, después de las distintas peripecias ya comentadas, sus provincias se habían reducido a 25, y 4 vicarías-misión, y los conventos reducidos a aproximadamente 1.000, los religiosos a aprox. 20.000 (Tossignano, Historiarum, f. 246v-95f: sin embargo hay que eliminar algunas provincias, como ya lo hicimos; WaddingAnnMin 1506, n. 10: vol. XV, p. 367 nota 1; Benoffi, Compendio, p. 249, 253, 265; Caratelli, Manuale OFMConv, p. 184-6; Di Fonzo, Series, p. 88-9).
7. Vitalidad de la Orden. - Pese a tan grande cantidad de dificultades y destrucciones, la Orden no había perdido su vitalidad. Dan testimonio de esta vitalidad el apostolado pastoral llevado a cabo con celo en las innúmeras iglesias y santuarios que le habían quedado, y especialmente en el de s. Francisco en Asís y en el de ‘El Santo’ en Padua; las iniciativas misioneras implantadas en Asia y en América, aunque llevadas adelante a nível personal, esporádicas y no duraderas, por causa de las preclusiones de España y de Portugal en sus amplísimos territorios coloniales; la fundación de nuevos conventos y provincias como la de Cerdeña (1534), de Lieja o Bélgica (1558), de las Nuevas Indias (1577), de Perú (1582-92 (apostolado: G. Zaccaría, Diario Assisi, en MiscFranc 63 [1963] 495-536; A. Sartori, Provincia del Santo, Padova 1958, p. 29-48, 218-24; misiones y provincias: Regesta Órdinis [1582-92], Arch. Santi Apóstoli Roma, A. 18, f. 2, 180; A. 19, f. 193; A. 20, f. 2, 148; A. 21 bis, f. 1; A. 23, f. 2; Benoffi, Compendio, p. 253-4; Di Fonzo, I Francescani, p. 262-3; Album OFMConv 1960, p. 103; 1977, p. 45).
La presencia de maestros en las cátedras de no pocas universidades de Italia y de Europa, y la fundación de un propio nuevo Estudio universitario en Roma - el Colegio Sixtino de S. Buenaventura con la facultad de otorgar el doctorado en teología - manifestaron también esta misma vitalidad (Sixto V, Ineffabilis divinae, 18-121587). Añádase la actividad de sus teólogos en la Consulta del S. Oficio, con un consultor estable desde 1560 y con inquisidores que, a imitación de sus hermanos de los siglos anteriores, continuaban vigilando sobre la pureza de la fe; la actividad llevada a cabo en el Concilio de Trento (1545-63) mediante la presencia de 91 entre obispos y teólogos, número poco inferior, de alguna unidad apenas, a lo de los Dominicos, y con un obispo, el Musso, quien fue llamado «brazo derecho del Concilio»; la actividad en el campo jerárquico, mediante muchos otros obispos elegidos de entre la Orden: por lo menos 66 a partir de 1517, dos cardenales y un papa, Sixto V, acerca del cual Pastor lamenta que la posteridad le haya «injustamente negado el título de grande» (universidad: N. Papini, Lectores públici, en MiscFranc 31 [1931] 95-102, 170-4. 259-60; 32 [1932] 33-6, 72-7; Colegio S. Buenaventura: D. Spáracio, Sinopsis historica, Roma 1923; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 40 [1940] 153-86; G. Stano, Storia, en Seraphicum [Roma 1964] 47-73; S. Oficio: Caratelli, Manuale, p. 306; MiscFranc 63 [1963] 523, n. 466; Trento: G. Odoardi, Serie conciliari, en MiscFranc 47 [1947] 321-411; jerarquía: P. Gauchat, Hierarchia Católica IV, p. 48-53, 104, 122, 125, 167, 176, 189, 237, 245, 271, 287, 292; G. Abate, Series Episcoporum, en MiscFranc 31 [1931+ 103-12; Pastor 10 [1928] 5).
Igual vitalidad se ve, con mayor razón, mediante la obra de renovación espiritual que se dio en el seno de la Orden y favorecida por el surgimiento de nuevas congregaciones promovidas por los frailes. Auspiciada por León X en las bulas de separación y de conciliación (29-5.12-6-1517), y emprendida con pronta solicitud por el general Marcelo pocos días después (22,25-6-1517), aquella renovación se tornó el tema fundamental del siglo. Para promover una vida religiosa más fervorosa y franciscana, Marcelo echó mano del recuerdo del recién peligro que la Orden había enfrentado y que había logrado superar «illius Patris virtute qui in córpore suo expressa portavit stígmata Salvatoris» [por gracia de nuestro Padre que llevó grabados en su cuerpo los estigmas del Salvador, n.d.t.]; e hizo hincapié sobre una vida de mayor regularidad, «arctius et diligentius», no obstante «sub privilegiis nobis concessis» [no obstante los privilegios concedidos a nuestra Orden, n.d.t.], usando las mismas palabras de la bula Omnipotens Deus (Marcelo, en ArchIbAmer 9 [1949] 251-4; esquema de los decretos, ibid,, p. 241-42; Omnipotens Deus, en WaddingAnnMin 1517, n. 30; vol XVI, p. 59).
A fin de poner en práctica la renovación, se llevó a término la nueva edición de las constituciones Alejandrinas (1500), en la ciudad de Barcelona en 1540, y también la redacción de las nuevas constituciones generales que fueron llamadas Pianas porque aprobadas por Pío IV (1565). Estas constituciones fueron redactadas luego del Concilio de Trento porque, en la XXV y última sesión de 3-12-1563, había sido concedido a todas las Ordenes religiosas mendicantes y non, con excepción de los Observantes y Capuchinos, la autorización para poseer en común: «ut deinceps bona immobilia eis possidere líceat» [desde ahora les es lícito poseer bienes inmuebles, n.d.t.]. La concesión conciliar que, a diferencia de la Ad statum Órdinis de Martino V (1430), traía algo nuevo desde el punto de vista jurídico, fue recibida sin titubeos por la Orden en el capítulo general de Florencia de 1565. En efecto, la concesión estaba en sintonía con el modus vivendi que las distintas dispensas y privilegios pontificios le habían concedido a lo largo de los siglos en lo que a pobreza y al uso de bienes se refiere; además constituía su lógico y natural desarrollo; y de ninguna manera significaba renuncia a la esencia del franciscanismo, tal como, en el pasado, había sido proclamado por los literalistas de la pobreza. Prescindiendo de la interpretación bíblica acerca de la pobreza evangélica, que si pobreza absoluta o pobreza relativa, hay que decir que la esencia de la pobreza franciscana, hablando en sentido realista, no se fundamenta sobre ningún título de propiedad ya sea directa ya sea indirecta, o que si deberá permanecer en manos de la Orden o de la Santa Sede, sino sobre el uso más o menos pobre de aquellas propiedades por parte de los frailes (Const. Alexandrinae, Barcelona 1540, en ArchIbAmer 9 [1949] 239-47; Const Pianae, Bolonia 1564; BullRom VII, p. 401-18; Conc.Trid., De Regularibus, ses. XXV, c. III, en ConcOecDecr, p. 777; Hess, Manuale de Régula, P. 74-9, nn. 132-43; Di Fonzo, I Francescani, 227, nota 176; Karrer, St. Francis of Assisi, traducido del alemán por N. Widenbrukl, Nueva York 1948, p. XI-XII).
Las Constituciones Pianas, que tuvieron la tarea que interpretar la nueva situación de la Orden, propietaria ahora y administradora de sus propios bienes, y no más simple usuaria de los bienes que le habían sido donados pero poseídos por la S. Sede y administrados por especiales administradores apostólicos, no siempre resultaron satisfactorias. En 1568 fueron promulgados nuevos decretos muy estrictos; de las constituciones Pianas se volvió otra vez a las Alejandrinas mediante una tercera edición preparada y publicada en Bolonia en 1587; además, algunas incertidumbres de carácter legislativo turbaron, a lo largo de algunos años, la vida de la Orden hasta que la benévola protección de Sixto V (1585-90), que había sido vicario general apostólico de la familia C. (1566-8), y el gobierno sabio y celante de los últimos generales de aquel siglo, lograron, poco a poco, encontrar una buena solución y ser superadas (Const. Alexandrinae, Bolonia 1587; Decretos 1568, en WaddingAnnMin, 1568, n. 70; vol. XX, p. 220-3, 573-4; Sixto V, varias bulas, en WaddingAnnMin, Reg. 1586, nn. 38, 50, 51; 1587, n. 62; 1588, nn. 94, 117; 1590, n. 141: vol. XXII, p. 400, 427, 429, 444, 498, 542, 567).
Entre los Generales de final de siglo se recuerda a Camilli, quien fue autor de un Examen sobre los preceptos de la Regla (Milán 1574), quizás la primera semilla del Manual de la Regla y Constituciones que la Orden, posteriormente, publicó periódicamente; Fera que, en 1580, logró obtener un card. Protector de la Orden, Felipe Guastavillani, quien había sido solicitado por su predecesor y que, a partir de aquel entonces, era distinto del card. de los Observantes y de los Capuchinos; a Pillei (1587-90), intransigente en combatir los abusos de la vida privada, del dinero, de autoridad: uno de estos abusos, es decir el de los comisarios que en los conventos habían llegado a substituirse prácticamente a los provinciales, había sido truncado por Peretti en 1566; y finalmente el más pío y celante de los generales del s. XVI, Felipe Gesualdi (1593-1602) que - después de haber fundado la Computativa en Padua, es decir una escuela de espiritualidad frecuentada también por s. Francisco de Sales - echando mano de escritos, visitas, ejemplo, decretos inspirados en las reformas promovidas por Clemente VIII, logró llevar a los frailes a un alto grado de vida común más intensamente radicada en la observancia de la Regla y, de manera especial, de la pobreza, en el estudio y en el apostolado, en la oración que colocó como fundamento de la renovación espiritual de la Orden, mandando, entre otras, que todos los días, turnándose, en todos los conventos de Italia, y en los día festivos también en los del Exterior, se expusiera el Santísimo para la adoración de los frailes y de los fieles. «Sanctissime gubernasse» [gobernó muy santamente, n.d.t.], se dijo de él, y gobernó cosechando buenos frutos, pues el papa Clemente VIII felicitó al general, y a los mismos -»C. Reformados, que habían surgido en el seno de la Orden, en distintas provincias en los años 1545, 1557, 1590, 1595-600, fueron considerados superfluos (comisarios abolidos: MiscFranc 23 [1922] 19; generales: Benoffi, Compendio, p. 268-71, 272-8, 280-3; Caratelli, Manuale, p. 268-70; Di Fonzo, Gesualdi, en EC 6 [1951] 222; Clemente VIII, Usus saepe, 3-11-1592; Cum tu, 9-6-1593; Inter graves, 18-5-1599, en WaddingAnnMin, Reg, 1592, n. 11; 1593, n. 2; 1599, n. 87: vol. XXIII, p. 105, 476, 557; Zaccaria, Diario Assisi, en MiscFranc 63 [1963] 513, 515, 519, 521, 525, 527, n. 422, 428, 449, 455, 474, 482: adaptaciones a los decretos tridentinos).
B.     El siglo XVII: Nuevas actividades apostólicas y supresión inocenciana.
1.         Nuevas actividades. - Promotor asiduo de la renovación fue el recordado general Santiago Montanari (1612-23), que había sido profesor en la Universidad de Bolonia y procurador general de la Orden apodado, con razón, «restaurador de la Orden». Su programa obedecía a lo de: «ut familia sibi commissa Franciscum redoleret, Franciscum referret» [que la fraternidad que le había sido confiada oliera a Francisco, reprodujera a Francisco, n.d.t.]. A fin de alcanzar este objetivo, empezó por visitar todos los conventos, inculcó la observancia de la Regla y de la vida común, impulsó toda clase de apostolado. Mandó hacer el reconocimiento del cuerpo del b. Juan Duns Escoto en la «Minoritenkirche» [iglesia de los Menores, n.d.t.] de Colonia (1619), e inmediatamente propulsó la Reformatio studiorum (Perusa 1620) que favoreció y facilitó mucho material a los estudios teológicos y buenaventuriano-escotísticos del s. XVII que tuvo entre los C. las columnas del escotismo del seiscientos: Ángel Volpi, Lorenzo Belluti, Bartolomé Mastrio «princeps scotistarum».
Al Montanari se debe también el nuevo despertar de las misiones C. en el Oriente europeo, luego de la institución de Propaganda Fide (1622). Los primeros misioneros salieron en 1623, y otros muchos más se les añadieron hasta nuestros días, transformando las antiguas misiones en prefecturas, diócesis y provincias religiosas. Con un objetivo misionero había sido fundado el «Collegium missionum» en Asís (1612), y otros para formación teológica universitaria a semejanza del Sixtino o S. Buenaventura en Roma, en Malta (1618) y en Cracovia (1622). Otro más se fundó en Leópolis (1628). Al mismo tiempo, a través de las nuevas constituciones Urbanas (1628), se daba solución al grave problema de la nueva legislación de la Orden: el Montanari aportó su valiosa contribución de experiencia y doctrina, pues mandó preparar un manual de formación e interpretación de la Regla, la Minórica Fratrum Minorum Conventualium de Silvestre Bartolucci (Perusa 1615), y también los decretos-constitucionales del Capítulo de 1617 (misiones: Arch. Propag. Fide, Acta III, 24-4.9-5-1623, f. 38, 40; Odoardi, I C. e Propag. Fide, en MiscFranc 73 [1973] 136-41; colegios: Benoffi, Memorie Minorítiche, ibid. 33 [1933] 99; WaddingAnnMin, Reg. 1519, n. 173: vol. XXIV, p. 575; 1622, n. 242: vol. XXIV, p. 651; 1628, n. 42: vol. XXVII, p. 56; legislación: Benoffi, Compendio, p. 286-7; Holzapfel, p. 532-3).
Las constituciones Urbanas, que derivan su nombre de Urbano VIII quien las aprobó (Militantis Ecclesiae, 15-5-1628), fueron promulgadas por el sucesor de Montanari, Félix Franceschini, que prudentemente había mandado reformar algunas normas más rigurosas contempladas en los decretos-constituciones de 1617. Gracias a este sentido de moderación, que interpretaba las urgencias reales de las dificultades y necesidades de la época, aquellas constituciones constituyeron un conjunto de leyes sabias y eficaces, y pudieron llegar hasta nuestros días (1932), no obstante las revisiones y adaptaciones introducidas en las múltiples ediciones. En ellas quedaba definitivamente codificado: -1) el nuevo régimen de pobreza, a partir del privilegio tridentino; -2) la vida común que, habiendo sufrido en pasado muchos abusos, se tornaba el eje central de la reforma religiosa; -3) la nueva organización de los estudios y del apostolado; -4) la fijación de un período de gobierno más largo (6 años) para los ministros generales a partir de 1617 (Const. Urbanae, Roma 1628; Benoffi, Compendio, p. 288-9; Holzapfel, p. 533; Cresci, S. Francesco, p. 222-3).
En esta nueva organización de estudios fueron instituidos numerosos colegios y gimnasios: los primeros tenían carácter teológico universitario y facultad para otorgar los grados académicos, y estaban instituidos en los centros más importantes de las provincias italianas y extranjeras: en 1633 había 11, es decir, a los anteriores se les añadieron Bolonia, Asís, Nápoles-Concepción, Praga, Colonia, Padua, Nápoles-Bonaiuto, tres más de los previstos por las constituciones; los otros, correspondientes a nuestros estudios teológicos menores y filosóficos-liceales, se abrieron en todas las provincias de la Orden.
La renovada actividad apostólica post-tridentina motivó la acción pastoral en las iglesias y conventos de las antiguas y nuevas provincias: S. Roque en Francia (1625), Estiria y Carintia en Austria, Lituania en el Báltico (1683), Rusia (1633), Zante, Corfú (1640), Mesopotamia (1641), algún intento en el Congo (1650aprox.), la legacía de Frascella en Japón que, sin embargo, tan sólo pudo llegar a Goa, en las Indias portuguesas (1637-53); en el Medio Oriente, exactamente en Constantinopla, Propaganda Fide continuó enviando vicarios patriarcales C. a lo largo de todo el siglo (estudios: Const. Urbanae, c. V; t. 4, nn. 1-25, p. 166-78; Benoffi, Degli studi, en MiscFranc 32 [1932] 23-7; provincias: Benoffi, Compendio, p. 299-300; Holzapfel, p. 538; MiscFranc 32 [1932] 143-4; misiones: Odoardi, I C. e Propaganda, ibid. 73 [1973] 140-3).
2. Supresión inocenciana. - Otro duro golpe para la Orden fue la supresión de los pequeños conventos ordenada por Inocencio X (Instaurandae regularis disciplinae, 15-10-1652), como resultado del censo que mandó hacer sobre el «status» histórico, económico y de personal a través de un cuestionario demasiado pormenorizado (Inter caetera, 17-12-1649). El censo estaba dirigido a todas las Ordenes religiosas, indistintamente. Sin embargo, los C. fueron los más golpeados: en Italia e islas cercanas, a las que la disposición papal estaba dirigida, deberían haber perdido más de 457 conventos sobre los 907 que tenían, si hubiesen llevado a efecto las primeras disposiciones (1652); pero, manejando las atenuaciones propuestas posteriormente (1654), perdieron tan sólo 242, y los demás 215 permanecieron ad tempus bajo la jurisdicción de los obispos (anteriores: 1647, 1649; Benoffi, Compendio, p. 293; G. Franchini, Status Religionis Franciscanae, Roma 1682, p. 129-36 con la Inter caetera y Questionario; bulla Instaurandae, en BullRom XV, p. 696-8; WaddingAnnMin 1652, n. 6: vol. XXX, p. 70-3; estadísticas: Franchini, Status, p. 15-20; F. A. Righini, Provinciale OFMConv, Roma 1771, p. 4-7, 30).
El objetivo del Papa era bueno: promover una intensa vida regular y eliminar los abusos. Sin embargo, las motivaciones y generalizaciones presentadas, no resultaron muy convincentes ni objetivas.
Una muy fuerte reacción se levantó por parte de los superiores generales y de algunos príncipes y comunidades locales; quejas severas fueron presentadas por la República de Venecia acerca de las generalizaciones y apreciaciones sobre las ventajas espirituales de los pequeños conventos en pro de las poblaciones; se levantaron denuncias en contra de algunos malintencionados informadores del Papa, enemigos de los religiosos. De esta manera, la supresión se detuvo por el momento. Un decreto de la S. C. de los Obispos y Regulares determinaba, en nombre del Papa (Ut in parvis Regularium, 10-2-1654), que los conventos donde residían no menos 6 frailes no debían de ser suprimidos, y los que lo habían sido, podían ser reabiertos; sin embargo, deberían permanecer bajo jurisdicción de los obispos si no alcanzaban el número de 12 religiosos: solo teniendo ese número podían reconquistar la total exención. Esta fue, sin duda alguna, una grande atenuación porque sabiamente llevaba en cuenta las críticas que la primera disposición había provocado; y que devolvía a la Orden 215 conventos, aunque permaneciesen bajo la jurisdicción de los obispos. Por otro lado, le había ocasionado la pérdida de 242 conventos que Franchini (1682) y Righini (1771) nombran como suprimidos (reacción y críticas: WaddingAnnMin 1652, n. 6; 1654, n. 9: vol. XXX, p. 67-9, 73-4, 207-8; Franchini, Status, p. 15-20; Righini, Provinciale, p. 4-7, 30; Benoffi, Compendio, p. 293-4; Caratelli, Manuale, p. 272; E. Boaga, La soppressione innocenziana, Roma 1971).
La Orden sufrió también otras calamidades en las provincias de los países protestantes y en las del Oriente europeo, donde era muy fuerte la presión de los Turcos: uno de los centros más importantes y significativos, el S. Francisco de Constantinopla, fue transformado en mosquea, la «Mosquea de la Validè» o Sultana-madre, que los católicos llamaron «Mosquea S. Francisco» (1697); en Francia hubo dificultades (1665) en el clima de enfrentamientos entre regalistas y galicanos; no faltaron víctimas y mártires en Alemania y Polonia (1656-60); en Hungría, Esteban Iglodi fue martirizado por los calvinistas en Rad, en 1639. Pero, la Orden, en este siglo, contaba con un notabilísimo modelo de virtud y santidad, s. José de Cupertino, el extraordinario y maravilloso «Santo de los vuelos», patrono de los estudiantes, muerto en Ósimo en 1663 (Benoffi, Compendio, p. 294, 295, 297, 300-1; A. R. Cizemski, Laurus triumphalis prov. Poloniae, Cracovia 1660; Matteucci, Un glorioso convento, p. 116-52; G. Parisciani. S. Giuseppe da Copertino, Ósimo 1963).
De los datos estadísticos reportados por Righini acerca de la supresión inocenciana de los pequeños conventos, consta que la Orden, en el año 1654, tenía en Italia e islas 15 provincias y 665 conventos de los 907 que tenía anteriormente; y de las estadísticas más generales de Franchini consta que, en 1682, la Orden contaba con 31 provincias, 2 misiones, 950 conventos, 15.000 religiosos. Por causa de los tristes acontecimientos recordados, la situación estaba aún en baja, no obstante el vigoroso arranque espiritual. Pero un siglo más prometedor estaba por despuntar (Righini, Provinciale, p. 30; Franchini, Status, p. 4-9, 25; Holzapfel, p. 536-7).
C.        El s. XVIII: Desarrollos notables. Unión de los Observantes de Francia con los C. Supresiones regalistas y de la revolución.
1. Estudios y apostolado. - El s. XVIII empezó con el gobierno de un grande general: Vincenzo Coronelli de Venecia (1650-1710). Él fue cosmógrafo de la República Véneta, autor de más de 100 obras geográficas históricas y cartográficas, constructor de globos celestes y terrestres, promotor y, en parte, realizador de una grandiosa Biblioteca universal. Ha sido «uno de los últimos grandes espíritus enciclopédicos», hombre de primados, autor de la Academia de los Argonautas (1684), que es «la más antigua sociedad geográfica del mundo»; compuso el Atlante véneto, «el primer atlante italiano» con 13 grandes volúmenes in folio (1690-8); sus globos fueron considerados, en aquel entonces, «les plus beaux et les plus grands» [los más bonitos y los más grandes, n.d.t.] y muy apreciados hasta el día de hoy; la Biblioteca universal, que está conformada por 45 volúmenes previstos, aparte de los 10 enriquecidos con ilustraciones, y también por los 7 llevados a cabo hasta la letra C (1701-9), es considerada «la primera enciclopedia con orden alfabético y en lengua moderna», «la primera estructurada según los métodos modernos» (E. Armao, Vincenzo Coronelli. Vita e opere, Florencia 1944; AA. varios, entre los cuales G. Abate, F. Bonasera, R. Haardt, G. L. Andrissi, L. Di Fonzo, A. Sartori, Coronelli religioso, scrittore, geografo, cartografo, costruttore di globi, idráulico, storico, en MiscFranc 51 [1951] 63-558; R. Almagià, Coronelli, Vincenzo Maria, en EncItal 11 [1931] 455; S. La Colla, Enciclopedia, ibid. 13 [1932] 946; E. Armao, Coronelli, en EC 4 [1950] 585-6).
Para la Orden, que lo había elegido ministro general en el capítulo de Roma de 1701, Coronelli fue un asiduo promotor de los estudios y de la vida regular, continuador celante de esa obra de renovación emprendida con suceso por sus más ilustres predecesores. Para ese fin, escribió una ferviente Carta pastoral con la que estrenó su oficio, y también el Manual de la Regla (1701); hizo re-editar las Constituciones Urbanas (1702 y ya 1694), el Arbor Seráphicae nostrae Religonis; una breve historia y cronología de la Orden (1703 y ya 1695), los Decretos Pontificios referentes a los Menores C., de 1715, 1716 cuando Coronelli ya había dejado el oficio de general años atrás. El carácter fuerte y autoritario que tenía, su celo no siempre discreto y moderado, habían sido motivo de incomprensiones y malentendidos, que lo llevaron a la suspensión del oficio (1704) aunque conservara el título hasta el vencimiento del sexenio (1707). Clemente XI lo había suspendido, el mismo que lo había confirmado en la elección. El Papa había tenido mucha estima de él, y a los 16 días de su elección (30-5-1701) le había otorgado el permiso para erigir un nuevo colegio universitario de la Orden en la ciudad de Urbino (G. Abate, Vincenzo Coronelli religioso, en MiscFranc 51 [1951] 67-87; L. Di Fonzo, La produzione coronelliana, ibid., p. 445-9; I. Gatti,  Il P. Vincenzo Coronelli, vol. 1-2, Roma 1976).
Los estudios fueron renovados también por obra de los generales Borghesi (1713-8), Baldrati (1725-31), Costanzo (1753-9). Las misiones, que Propaganda Fide amplió confiando nuevos centros en Asia Menor, en Tracia y en el archipiélago greco (1715, 1720, 1726, 1796, 1797), fueron recibidas con mucho cariño por parte de los generales Carucci y Calvi: el primero volvió a abrir el Colegio misionero de Asís (1709), confirmado por Clemente XI mediante estatutos priopios (Crediti nobis, 2-1-1710); el otro llevó a Roma el Colegio de Asís  (1748) e instituyó una especial procura de las misiones cuyo primer procurador fue Lorenzo Ganganelli (1747-59), futuro Clemente XIV.
Las provincias también se multiplicaron: Turín (1726), Moravia (1732), Slesia (1754), más 5 en Francia (1771), mientras que la provincia de Hungría recibía el reconocimiento pontificio mediante la Sedis Apostólicae de Benedicto XIV, 10-3-1751 (Estudios: Benoffi, Compendio, p. 305, 307-8, 311, 317; misiones: breve de Clemente XI, en BullRom XXI, p. 368-71; Abate, Collegio Missionario, en MiscFranc 29 [1929] 133-8; Id., Procuratori Missioni, ibid., 30 [1930] 118-24; Odoardi, Conventuali y Propaganda, ibid., 73 [1973] 143,160-2; provincias: Benoffi, Compendio, p. 307, 314, 316, 324; Holzapfel, p. 536-7).
2. Escuela histórica C. - En el trascurso de este período se afirmó una excelente escuela histórica C., muy apreciada por los Bolandistas, y más todavía por Paul Sabatier que, en lo que a cuestiones sanfranciscanas se refiere, es considerado por Tebaldi, uno de los representantes de aquellas materias, «sumamente aventajado» sobre los primeros, y de los cuales había sido también generoso informante. Sabatier afirmaba que, de aquella «sólida escuela de C. italianos… aún hoy día podemos aprender algo». Junto con Tebaldi, integraban aquella escuela otros C.: Benoffi, Missori, el b. Lucci, Righini, Rúgilo, Rinaldi y, sobretodo, Juan Jacinto Sbaraglia, «uno de los hombres más cultos del s. XVIII en el área de los estudios eclesiásticos», a quien se le reconocen unas obras fundamentales como es el Supplementum et castigatio ad Scriptores OMin de Wadding, que puntualizó y triplicó (Roma 1806, póstumo), y los primeros 4 volúmenes del Bullarium Franciscanum (Roma 1759-68) que colecciona las bulas desde Honorio III (1216-27) hasta Bonifacio VIII (1294-1303), las Additiones a los Annales Minorum de Wadding y a Italia Sacra de Ughelli (ms. Archivo. Gen. Santos Apóstoles, Roma). Se podrían añadir los Pagi, es decir Pagi tío, Pagi sobrino y Pagi sobrino segundo que, fuera de Italia, es decir en Provenza, compusieron la Critica histórico-chronologica en Annales Baronii et Spondani (4 vol., in folio, París 1689-Anversa 1705-7), y también el Breviarium historico-chronologico-criticum Romanorum Pontificum (6 vol. n folio, Anversa-Ginebra 1717-Venecia 1753) (ActaSS, Octobris II, p. 547, nn. 10, 11; p. 549, nn. 18, 20; Sabatier, Lettere al Faloci, en MiscFranc 16 [1915] 186; ArchFrancHist 57 [1964] 148 (opinión Sbaraglia); Sparacio, Gli studi di storia e i Minori C., en MiscFranc 20 [1919] 3-65, 97-126).
En esta floreciencia de estudios históricos, las nuevas controversias entabladas entre C. y Observantes encontraron una más adecuada y documentada respuesta. El tema, por cierto, era siempre el mismo: es decir el cambio de situación llevado a cabo por León X en 1517, y el persistente equívoco entre el aspecto jurídico y el aspecto histórico de aquel evento.
Se discutía también sobre la Singularis devotio (5-7-1726) con la cual Benedicto XIII había dado normativas acerca de la jurisdicción sobre los Terciarios seglares, y de manera particular sobre la presentación que se daba de los C. como Orden «vetustísima» entre las Ordenes franciscanas. Pero el Papa cortó la cuestión imponiendo silencio (Singularis devotio, 5-7-1726; Qui pacem loquitur, 21-7-1728, en BullRom 12 [1736] 100-1, 290-1).
3. Unión de los Observantes de Francia con los C. - Mientras se daban estas controversias, iba tomando cuerpo un acontecimiento que, de no haber sido alimentado por las intervenciones regalistas, habría resultado imposible, aunque, por lo menos parcialmente, hubiese sido intentado también en el pasado. Las 8 provincias Observantes de Francia, a raíz de los intentos reformistas o de supresión propulsados por el rey Luis XV y por la comisión encargada de averiguar sobre las Ordenes Religiosas (1766-8), pidieron y obtuvieron autorización para unirse o reunirse con los C. (S. Lemaire, La Commission des Régulers 1766-80, París 1926, p. 219-21; P. Chevalier, Les sources de l’histoire des Cordelièrs 1766-89, en EtFranc 11[1961] 53-81).
De las 8 provincias tan sólo 3 ó 4 eran ex C., perdidas en favor de la Observancia en el s. XVI, aunque permaneciesen siempre ligadas a las costumbres, privilegios y bienes estables del conventualismo, que les habían sido confirmadas hasta el año 1745 por Benedicto XIV. Pero las 4 restantes  eran totalmente Observantes, y estas también, en el capítulo de 5-9.10-1769, pidieron adherir a la unión. Los representantes Observantes y C., comezaron a reunirse una y otra vez en la «magna domus Parisiensis» [el grande convento de París, n.d.t.], ya famoso centro universitario que había sido de los C. hasta el año 1502, y todos a una, el 28-9-1770, firmaron un «Concordatum» mediante el cual «uno ánimo unoque ore», «voluntarie omnino ac libérrime» [con un mismo sentir y mismo deseo, totalmente libres y de espontánea voluntad, n.d.t.], se comprometían a constituir, todos juntos, en el Reino de Francia, «unus Ordo, una familia, unum corpus… sub spiritualis regímine reverendissimi patris Ministri Generalis Fratrum Minorum Conventualium» [una sola Orden, una sola familia, un único cuerpo... bajo el govierno espiritual del reverendísimo padre Ministro General de los Frailes Menores Conventuales, n.d.t.]. Para tal fin, fueron redactadas nuevas constituciones que, prácticamente, eran las mismas Urbanas «revisae, reformatae ac moderatae» [revisadas, renovadas y adaptadas, n.d.t.]. Y para éstas, y para el nombre y el hábito, se renovó el empeño del «unus religiosus Ordo, sub nómine, hábitu et Constitutionibus Fratrum Minorum Conventualium» (Concordatum, en Const. Urbanae [Roma 1894] Ap., p. 3-9).
Todos estos puntos fueron tratados y aprobados en el capítulo general de los C. en Roma el 22-5-1771, cuando el neo-elegido general Luis Marzoni hizo la entrega del hábito conventual a los tres primeros religiosos de las ex provincias Observantes de Francia. Mientras tanto, fue presentada una petición a Clemente XIV, papa C., y la aprobación no demoró en llegar. El Papa envió algunos breves:  la Sacram Minorum familiam (9-8-1771), que confirmaba las nuevas constituciones, llamadas Urbano-Clementinas; la Ália nos (23-12-1771) para la reorganización de las provincias; la Exponi nobis (23-12-1771) con nuevos estatutos para la «Magna domus Parisiensis» que, de esta manera, después de 271 años, regresaba a los C. Los documentos papales, en virtud del regalismo vigente en Francia, obtuvieron el exequátur - «nécessaire pour en procurer une prompte exécution» [indispensable para obtener la inmediata aplicación, n.d.t.], como dijo el rey Luis XV - y de esta manera la unificación fue llevada a cabo (Breves de Clemente XIV: BullRom XXI, p. 366-8, 400-1, 401-4; documentos papales, regios y franciscanos: Apend. a las Const.Urbanae, Roma 1894, p. 3-57).
Los C., que en 1768 tenían en Francia 3 provincias y 57 conventos con 320 religiosos, después de la realizada unión con los Observantes - que de esta manera desaparecían de Francia - contaban ahora con 8 provincias (aunque las 11 fuesen reducidas a 8 en virtud de la reorganización clementina), 344 conventos, 2620 religiosos. Como se puede ver, los Observantes eran mucho más numerosos, pero el número elevado de sus conventos  (287) fue la causa principal de su vulnerabilidad ante la demanda de la comisión regia de los Regulares de querer suprimir todos los conventos que tuviesen menos de 9 religiosos residentes (1768), y eso los motivó a proponer la unificación que se llevó a cabo en 1771 (estadística Francia: Othon de Pavie, L’Aquitaine Seraphique, vol IV, Tournai 1907, p. 441; B. Fleury, De statu Órdinis in Gallia, en MiscFranc 32 [1932] 145-6; comisión: Lemaire, La Commission des Régulers, p. 224-31; decretos comisión y unión: Const. Urbanae, Ap., p. 48).
En aquel entonces, la Orden de los C. contaba con 40 provincias y 2 misiones, 1257 conventos, 25.000 religiosos: una verdadera florecencia que no se dio solamente bajo el aspecto numérico, pues hay que llevar en cuenta las eminentes personalidades dadas a la Iglesia, a la cultura y al arte como el pontífice Clemente XIV, el cosmógrafo Coronelli, el historiador Sbaraglia, el músico Martini y los siervos de Dios, el b. Benaventura de Potenza, s. Francisco Antonio Fasani, el b. Antonio María Lucci, y los 38 mártires de la revolución francesa, entre los cuales se cuenta el b. Juan Francisco Burté y Juan Bautista Triquerie (Estadística de la Orden: Righini, Tabulae topographicae Roma 1773, p. 1-44; Caratelli, Manuale, p. 189-93; Holzapfel, p. 536-7; Di Fonzo, Series, p. 68-9 y para los ilustres y beatos, p. 52, 55, 58).
4. Supresiones regalistas y de la revolución. - Después de haberse llevado a cabo la unificación clementina, la ilusión de todos era la certeza de haber encontrado una válida defensa contra los intentos de intromisión laica, y el rejuvenecimiento del franciscanismo francés. Desgraciadamente una nueva tempestad violenta estaba armándose sobre su cabeza, sobre todas las demás Ordenes religiosas y también sobre la Iglesia en general. So pretexto de desórdenes, que nunca faltan, y de reformas, que casi siempre son útiles y también necesarias, aunque empleando algunas disposiciones aceptables y saludables también, al fin y al cabo se miraba a adueñarse de los bienes de las Ordenes religiosas y de la Iglesia, y también a ampliar las propias influencias en el campo eclesiástico.
Hemos hablado de las normas impuestas por la comisión regia de los Regulares: los conventos no podían estar constituidos con menos de 9 religiosos. Otras normas, también de inspiración regalista y galicana, resultaron muy restrictivas y destructivas: se vedaba la admisión de los aspirantes extranjeros, la profesión era postergada a los 21 años, se imponía la revisión de los estatutos, se obligaba a la aceptación de los controles laicos en la vida y asambleas comunitarias. En muy corto tiempo, 58 de los 344 conventos fueron cerrados, 225 de los 2620 religiosos se perdieron. Los religiosos, en vísperas de la revolución, habían bajado a 2074. Pero, si la comisión regia había resultado deletérea (1768-80), mucho más negativa fue la Revolución al ordenar el decomiso de los bienes (1789) y la supresión de las Ordenes religiosas (1790), y también lo fue la Constitución civil del Clero que obligaba al juramento y sumisión  (1790) y sus más feroces persecuciones (1792-4) arrasando con todo, dejando muchas víctimas y mártires, como hemos dicho (Esperanza: Concordatum, en Const. Urbanae, Ap., p. 6; comisión: Lemaire, La Commission des Réguliers, p. 224-42, 247; EtFranc 37 [1925] 368; revolución: L. T. Rogier, Nuova storia della Chiesa, vol. IV, Turín 1971, p. 175-201; víctimas y mártires: Edouard d’Alençon, Essai de martyrologe des Frères Mineurs pendant la révolution Française 1792-1800, París 1892).
Menos drásticas, pero igualmente pesadas, fueron las disposiciones tomadas en contra de la Ordenes religiosas y en contra de los C. por parte de los demás gobiernos llamados «iluminados» o regalistas. La República de Venecia que, en 1652, se había opuesto a la supresión de los pequeños conventos decretada por Inocencio X, porque - decía entre otras cosas - ellos constituían un buen expediente para recabar dinero, en esta oportunidad ella misma la propuso, y con el mismo objetivo: recabar dinero que le faltaba para la desafortunada guerra de Candia, que se concluyó con la victoria en favor de los Turcos en 1669. Exactamente un siglo después, en 1766, aquella republica vuelve a hacerse promotora de aquel objetivo e instituye la Deputación «ad pias causas» con la tarea de indagar acerca de los bienes eclesiásticos - algo muy parecido a lo de la comisión francesa de los Regulares -, y decreta (1768) la supresión de todos los conventos cuyas rentas no fuesen suficientes para el sustento de 12 religiosos: tal como lo había solicitado, a su tiempo, Inocencio X. Grandes fueron las pérdidas C. en la región véneta: 22 conventos cerrados entre 1769-71; quedaban 16, incluyendo a los más grandes: “el Santo” en Padua, “Sta. María Gloriosa de los Frari” en Venecia, y el de Treviso, de Belluno y otros más (Righini, Tabulae topographicae, p. 3; Sartori, Provincia del Santo, p. 22-3, 53-4).
La Orden sufrió pérdidas también en Austria, Alemania y Hungría bajo la influencia del febronianismo y del josefinismo, que vedaron la aceptación de candidatos y las profesiones, prohibieron todo contacto con los superiores en el exterior, cerraron escuelas y conventos y decomisaron sus bienes. Algo parecido pasó en Toscana, bajo el gran duque Leopoldo II; en el Reino de las dos Sicilias, un decreto de Fernando IV o, más bien, de su ministro Tannucci (3-9-1788), repitiendo algunas motivaciones ya conocidas, prohibía todo contacto con los superiores de Roma, e imponía el plácet y el exequátur en vista tan sólo de algunas ordenanzas (Annuario Prov. Toscana, Florencia 1970, p. 5; Benoffi, Compendio, p. 326; Monay, Memoriae hist. Prov. Hungaricae, toma 1953, p. 24-5; Sparacio, Siciliensis Prov. conspectus hist., ibid. 1925, p. 14; G. Guastamacchia, Francescani de Puglia, Bari 1963, p. 70).
D.        El s. XIX: supresiones napoleónicas e italianas. Arranque esperanzador.
1.         Supresiones y confiscaciones napoleónicas e italianas. - A raíz de las supresiones napoleónicas de 1797, 1799, 1802, 1806, 1809, y de 7-5-1810, provocadas por el avance de las milicias francesas o el surgimiento y la  afirmación de los distintos regímenes revolucionarios, todo lo que había quedado de las anteriores supresiones fue trágicamente arrasado. En Italia se salvaron tan sólo las provincias de Sicilia y de Cerdeña - la primera tenía también los 3 conventos de la isla de Malta, que aún le estaban jurídicamente unidos - y el convento de la República de San Marino, aunque dependiente de la suprimida provincia de las Marcas. Todo lo demás, gradualmente, fue reducido casi a la nada bien sea en Italia como en el exterior.
Pareció que el vendaval del período napoleónico hubiese llegado a su término (1814-5), y se entreveían ya días mejores. Sin embargo, pocos decenios después de aquella catástrofe, una nueva y más recia persecución se desató sobre la Orden en Italia. Los primeros síntomas se vieron en 1848 cuando una ley del Reino Sardo-Piamontés suprimió a los Jesuitas y a las Damas del S. Corazón; en 1850 nuevos intentos se dieron mediante restricciones para la adquisición de bienes. Sin embargo, la supresión más generalizada, la que fue inspiradora de todas las demás en el Reino Sardo-Piamontés, se dio el 29-5-1855. Los C. perdieron los 8 conventos de Cerdeña, y los 35 de la provincia Lígure-Piedemontana unificada en 1830. Tan sólo las parroquias se salvaron y otras iglesias más importantes, donde los religiosos, enfrentando duros sacrificios, y vistiendo el hábito del clero secular o diocesano, continuaron su apostolado (E. Brioso, Sintesi storica della Prov. Ligure-Pedem., Genova 1968, p. 15-7; C. Devilla, I F. M. C. in Sardegna, Sássari 1958, p. 133-9; Larraca, Il patrimonio, p. 187).
Gradualmente los decretos de 1848 y 1850 se extendieron a las demás regiones italianas anexadas al Reino Sardo-Piamontés y al Reino de Italia. También la ley de supresión de 1855 se aplicó a las demás regiones: Umbría, Las Marcas y regiones dependientes. La Ley de Umbría, llamada también ‘decreto Pépoli’ (11-12-1860), favorecía, con carácter de excepción, a las Ordenes escolásticas y hospitalarias, y en ella fueron incluidos también los C. del Sacro Convento y basílica de S. Francisco en Asís los cuales, en calidad de custodios y oficiantes del Santuario, «podrán retener las rentas de sus bienes hasta que no lleguen a constituir un número menor de 3; si eso se diera, se les proveerá con la asignación de una renta anual» (art.1 de la ley). No cabe duda que esta condición no abría muchas perspectivas, tampoco era una generosa concesión - por cierto restringida tan sólo a los «miembros actuales» de la comunidad -, sin embargo constituía un tratamiento de condescendencia. (G. Di Mattia, La Basilica di S. Francisco dal decr. Pépoli del 1860 all’art. 27 del Concordato del 1929, Perusa 1973, p. 9-10, 59-60 con Memoria 1877).
Ninguna excepción fue concedida a los C. de las Marcas (decreto de supresión del 3-1-1861) - sin embargo el convento de la República de San Marino, perteneciente a aquella provincia, permaneció abierto; tampoco hubo excepciones en los decretos eversivos promulgados en las provincias del ex Reino de las dos Sicilias (17-2-1861) y en Emilia, Toscana, Lombardía (22-6-1862; 13-9-1863). Después de todo eso, vino la ley de supresión general del 7-7-1866, que aplicada en el Véneto (4-11-1866) recién conquistado, acabó por arrasar lo que había quedado de las anteriores supresiones parciales (Larraca, Il patrimonio, p. 96-7, 99-115, 117-31 con el texto de la ley).
En la región de Venecia no se le dio ningún tratamiento de condescendencia al convento y basílica de S. Antonio en Padua, y aunque los C. permaneciesen allí como oficiantes, se les prohibió formar a los jóvenes y conservar la sede provincial, que fue trasladada a la ciudad de Cherso. Además, la excepción hecha en consideración a los C. de Asís (1860) fue puesta en tela de juicio, como si hubiese sido abrogada por la ley de 1866. Fue necesario recurrir al tribunal; los religiosos recibieron dos sentencias negativas (1867) y, en apelación, ganaron dos sentencias positivas (1876, 1877) y una transacción positiva también (1896). Pese a todo eso, los frailes tuvieron que abandonar el convento y la basílica a partir del mes de enero de 1867. Reducidos a apenas 8 religiosos en angostos locales anexos al santuario, desde allí continuaron el apostolado de su ministerio de bondad (Sartori, La provincia del Santo, p. 57-8; Di Mattia, La Basilica di S. Francesco, p. 9-20, 35-40).
Pasados unos pocos años, estalló otra supresión: la supresión romana y lazial de 19-6-1873. Esta supresión fue el resultado de la toma de Roma y del fin del poder temporal de los papas (20-9-1870). Y, por cierto, trajo nuevas bajas en las distintas Ordenes religiosas. Los C. perdieron 4 casas en Roma, una de estas fue el Colegio Sixtino de S. Buenaventura; y unas 20 en la región Lazio. Sin embargo, no abandonaron totalmente sus sedes y, no obstante hubiesen sido reducidos a vida privada, allí permanecieron en la espera de días mejores (Larraca, Il patrimonio, p. 139-45, 152, 154-9: texto de la ley y elenco de las casas; B. Theuli - A. Coccia, La Prov. Romana OFMConv, Roma 1967, p. 527-8, 531, 538).

2. Porvenir esperanzador. - Después de tantos y tan duros golpes recibidos es fácil comprender cómo la obra de la reconstrucción fuese difícil y lenta. Pero comenzó inmediatamente después de la restauración post-napoleónica (1814-5). Motivo de grande entusiasmo y empuje fue el hallazgo del cuerpo de s. Francisco en Asís, debajo del altar mayor de la basílica inferior, después de 52 noches de excavaciones (12-12-1818). Fueron re-abiertas iglesias y conventos aquí y allá en las distintas provincias; una misión nueva fue abierta en los Estados Unidos, en Texas (1852), y el cuadro estadístico de 1860 presentaba un porvenir decididamente esperanzador: estaban anotadas 21 provincias, 2 misiones y 358 conventos; los religiosos no figuraban, sin embargo no debían ser muchos, un millar quizás (F. Guadagni, De invento córpore S. Francisci, Roma 1819 - documentos -; Pío VII, Assisiensem Basilicam, 5-9-1820, en BullRomCom VII/2, p. 2051-3: «de identitate Corporis»; Album Gen. OFMConv 1860, Roma 1860, p. 3-16; Di Fonzo, Series, p. 69).
Pero en Italia, donde la Orden ha tenido siempre mayor pujanza - 12 de las 21 provincias de 1860 y 250 conventos eran italianos - la obra de reconstrucción no logró despegar fácilmente por motivo de las nuevas oposiciones presentadas por las supresiones de 1866 y de 1873. Afortunadamente encontró inmediato aliento después de los nuevos vendavales, y también por esta vez, el empuje vino del VII centenario del nacimiento de S. Francisco (1882). León XIII (Auspicato, 17-9-1882), hacía mención de los Franciscanos «actualmente golpeados por recia borrasca», animándoles «a salir lo más pronto de la prueba restablecidos y animosos». Celantes generales - Buenaventura Sodatic (1879-91) y Lorenzo Caratelli (1891-1904) - se dedicaron a llevar a cabo aquel auspicio papal: se abrieron iglesias, conventos, colegios para la formación (S. Miniato 1882, Roma 1885, Bagnoreggio 1891). La estadística de fin de siglo (1893) mostraba que las posiciones de 1860 habían sido casi restablecidas: se contaban en la Orden 22 provincias y 1 misión, 306 conventos, 1481 religiosos (Álbum Gen. 1860, p. 3-12; Álbum Gen. OFMConv 1893, Roma 1893, p. 7-9).
Naturalmente había mucha distancia de la estadística de 1773 con su 40 provincias y 2 misiones, 1257 conventos, 25.000 religiosos. Sin embargo, tantas supresiones - regalistas, napoleónicas e italianas - no habían pasado sin dejar rastro, golpeando especialmente a los C. en el ámbito franciscano, porque sus conventos amplios y céntricos, parecieron más aptos para la instalación de oficinas públicas y destinarlos para uso civil y militar: escuelas, centros sociales, institutos, cuarteles, sedes de administración, cárceles -, y por este motivo más difícilmente recuperables a diferencia de los conventos de los demás Franciscanos que, en la mayoría de los casos eran más pequeños, y casi siempre fuera de la ciudad o ubicados en las colinas circunstantes. Este es también uno de los motivos de la evidente diferencia numérica actual con el pasado y con las demás familias franciscanas (Rinascita Seráfica, Roma 1951, p. 47-69).
E.         El s. XX: un nuevo renacer.
No cabe duda que también en este siglo no faltaron años de dificultad, estancamiento, persecuciones, crisis. Pero, al fin y al cabo, para los C. fue un siglo de renacimiento.
Las dificultades iniciales - sin llevar en cuenta aquellas que habían sido provocadas por cierto monopolio del franciscanismo, y que fueron decididamente truncadas por s. Pío X -fueron producto del entusiasmo del arranque que había llevado a reabrir demasiados conventos en consideración con el número disponible de religiosos. Para superarlas, fue necesario hacer una selección que la estadística de 1911 presenta muy claramente: los 306 conventos de 1893 bajaron a 209 (Notitiae ex Curia OFMConv 2 [1912] 126; Pío X, Séptimo iam pleno saeculo, 4-10-1909; Paucis antes diebus, 1-11-1909; Seraphici Patriarchae, 15-8-1910, en Collectio Actorum Pii X Miniríticas Familias respecientium, Roma 1910: alli se encuentran prácticamente las últimas disposiciones pontificias en lo que a relaciones entre las familias franciscanas de la Primera Orden se refiere).
Vino después el desfalque y el estancamiento, consecuencias de la primera guerra mundial (1914-8). Pero el posguerra no demoró en impulsar un nuevo proceso de desarrollo. Entre las demás realizaciones de mayor relieve, se destacan: los colegios para la formación abiertos en las distintas provincias (1919-24); la institución de la «Crociata Missionaria Francescana» (23-2-1924), el VII centenario de la muerte de s. Francisco (1926); el espíritu de iniciativa y emprendedor que animó a lo ministros generales - de manera especial, Alfonso Orlini (1924-30) y Beda Hess (1936-53) - y también a los ministros provinciales y demás religiosos, sostenidos por la Orden entera en las realizaciones de mayor importancia.
La «Crociata Missionaria Francescana», concebida como promotora de obras y vocaciones misioneras y organizada, también, como una provincia bajo la directa dependencia del ministro general, se tornó sumamente benemérita al atender a las actividades de mayor interés de la Orden, de manera especial en campo misionero, científico y cultural. Abrió colegios en Amelia (1924), Roma (1925), Asís (1927), Brescia (1928); envió sacerdotes en las distintas misiones y provincias, en los conventos y colegios generales, y especialmente en el sacro convento de Asís y en la Facultad Teológica de Roma. Quién ideó la «Crociata» y la fundó fue el general Domingo Tavani; sus más valiosos sostenidores y promotores, los ya nombrados generales Orlini y Hess. Pío XI también la había apreciado mucho - y como es justo, también los distintos capítulos generales que la confirmaron hasta 1954 - llamándola «nueva llama apostólica providencialmente encendida en la Orden» (ComOFMConv 21 [1924] 66; Rinascita Seráfica, p. 171-6).
El centenario franciscano, valorizado por el Papa de las misiones en su encíclica Rite expiatis (30-4-1926), fue otro factor muy eficaz del arranque. En efecto fueron muchas, y casi siempre artísticas y monumentales, las iglesias re-abiertas por la Orden en ocasión o en vista del centenario: ‘S. María Gloriosa dei Frari’ en Venecia (1922) declarada basílica en 1926, ‘S. Francisco’ en Treviso y en Brescia, Pola, Pistoia (1924, 1927), ‘S. Lorenzo’ en Vicenza (1927), el sacro convento de Asís devuelto totalmente a la Orden en ocasión de la clausura del centenario (3-4.10-1927). A éstas siguieron las hermosas iglesias medievales de S. Lorenzo Maggiore en Nápoles (1937), S. Francisco en Potenza (1944), y la basílica que guarda los restos del poeta Dante Alighieri en Ravena (1949). En el exterior: Xanti en Grecia (1926), Liverpool y Manchester en Inglaterra, después de 4 siglos de ausencia (1926, 1929), Kaiserslautern en Alemania (1927), Niepokalanów o Ciudad de la Inmaculada en Polonia (1927), Granby-Mass, y Staten Island-NY en USA: los colegios de las dos más grandes provincias americanas de la Orden (1927, 1928). Posteriormente se reabrió la «Minoritenkirche» de Colonia, que guarda la tumba del b. Juan Duns Escoto (1954) y la «Minoritenkirche» de Viena (1957); y, siempre en el marco del centenario, se abrió la misión china de Shensi (concedida en 1924, organizada en 1925), y la provincia de la Consolación en USA y el comisariado general de S. Elizabeth en Transilvania (1926) (Rinascita Seráfica, p. 71-99; Album Gen. OFMConv 1973, p. 25,30, 41, 51, 62, 71; Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 145).
Además, el espíritu emprendedor y la laboriosidad de los ministros generales, provinciales y simples religiosos, apoyados por sus propias provincias y por la Orden, volvieron a echar la semilla de la Orden en muchas de las antiguas provincias perdidas en los siglos XV-XIX: España-Granollers (1905), Inglaterra-Portishead-Bristol (1907), Dinamarca-Mariebo (1897, con casa e iglesia propia 1898), Siria-Damasco (1911), Albania-Valona (1940), Bulgaria-Tsarevbrod-Chounien (1947), Francia, luego de unos efímeros intentos (Ozon 1947, Narbona 1948, Bordeaux 1951), Suecia-Estocolmo (1953), Portugal-Coimbra (1968), Irlanda-Andersonstown en las cercanías de Belfast (1973) (Notitiae ex Curia OFMConv y ConOFMConv en los años correspondientes; para las tierras de misión: MiscFranc 73 [1973] 145).
Finalmente la Orden, en este siglo, se dirige hacia las nuevas tierras que, en el pasado, les habían sido vedadas por el ostracismo levantado en su contra por los españoles y portugueses, los cuales dominaban gran parte de ellas: Japón-Nagasaki (1930): ésta es la misión mariana y franciscana de s. Maximiliano Kolbe - los C., habiendo estado presente en China hasta el s. XIV, sólo esporádicamente habían llegado a Japón en los siglos anteriores; Rhodesia septentrional, hoy día llamada Zambia, en Ndola y misión extremadamente grande (1930), actualmente con numerosos misioneros y 2 obispos y un administrador apostólico C.; Canadà-Montréal (1930); Indonesia-Java-Buitenzorg, hoy Bogor (1937); Costa Rica-Sabanilla de Alajuela (1946); Brasil-Rio Botafogo-Ganabara (1947); Honduras-S. Barbara (1948); Argentina-Olavarría (1949); Uruguay-Florida (1950); Japón-Islas Ryu Kyu o Amami Oshima (1952); Australia-Port Pirie (1954); Corea-Pusan (1958); Indonesia-Sumatra-Medan (1969), y últimamente: Bolivia (1976), Ghana, Colombia, México (1977), Venezuela (1978) (ComOFMConv paras los años correspondientes; Album Gen. OFMConv 1977).
Un trabajo duro y tesonero fue llevado a cabo para volver a abrir o abrir nuevas casas y colegios que asegurasen la supervivencia y el incremento bien sea en las antiguas provincias donde la Orden, superando muchas dificultades, había permanecido, como también en aquellas adónde había regresado, y también en las nuevas tierras contactadas por primera vez. El apostolado, de una manera general, cosechó mucho fruto. Y, si es verdad que actualmente algunas provincias de Europa oriental languidecen por causa de la segunda guerra mundial (1939-45) y de los nuevos regímenes (1945s) por motivo de la imposibilidad de continuar a ejercer el apostolado que, a lo largo de muchos siglos, habían realizado en pro de las gentes, otras provincias y custodias generales y provinciales han sido reconstituidas o también fundadas en el mundo franciscano conventual. De esta manera surgieron: la provincia de S. Antonio en USA, en Malta (1905), en Dalmacia (1907), la de la Consolación en USA, en Transilvania (1926), Austria (1935), Abruzos (1937), S. Buenaventura en USA, Inmaculada en Polonia (1939), Pulla, España (1950), Bélgica, Holanda (9154), Inglaterra (1957), Calabria (1959), Japón (1969), Croacia, Eslovenia, Suiza (1972). Añádase las custodias generales, o casi-provincias de: Asís (1968-72), Zambia, Australia (1969), Bulgaria (1973), Corea (1975); y las provinciales: Brasil, Costa Rica dependientes de la provincia de la Inmaculada en USA; Japón, de la provincia S. Antonio USA; Solwezi en Zambia, de la provincia de la Consolación en USA; Francia, Brasil, y Uruguay-Argentina, de la provincia Véneta del Santo (ComOFMConv para los respectivos años; Album Gen. 1977).
En concomitancia con el apostolado pastoral, continuado o vuelto a replantar en las antiguas y nuevas iglesias; en concomitancia con la actividad misionera, que salió fortalecida y se calificó con las nuevas misiones en este siglo - aunque la misión de Albania y de China tuvieron que suspender sus actividades (1946, 1951-2) - sobresalieron las actividades científicas y culturales que, a lo largo de los últimos setenta años, presentan algunas manifestaciones de relieve.
Al comienzo del siglo, el 24-1-1905, la Orden volvió a abrir en Roma la Facultad Teológica, que anteriormente había sido suspendida en el Colegio Sixtino de S. Buenaventura cuando la supresión de 1873. Y, por cierto, esta Facultad obtuvo el título de ‘Pontificia’ y también nuevos estatutos propios de 13-6-1935, y el título de ‘S. Buenaventura’ (3-1-1955) y de ‘Seraphicum’ cuando inauguró su nueva sede en ‘Tre Fontane’ (4-1-1964), y tiene los últimos estatutos aprobados por la S. Sede (14-3-1973).
La Facultad es el centro propulsor de las principales actividades científicas y culturales de la Orden a través de cursos filosóficos y teológicos, a través de su instituto Cristológico de especialización, de su revista Miscellanea Francescana di scienze teologiche e di studi francescani: es la primera revista franciscana con carácter científico: Foligno 1886.
Entre aquellas actividades, amerita ser mencionada la continuación de dos grandes obras de interés franciscano y general para la Iglesia: el Bullarium Franciscanum y la Hierarchia Cathólica. Estas obras habían sido comenzadas por los C. Juan Jacinto Sbaraglia y Corrado Eubel: este último había previsto 3 volúmenes más, el primero de los cuales contiene las bulas que van desde Benedicto XI hasta Martino V (1303-1431: Roma 1898-1904), y además un Epítome et Supplementum de los 4 volúmenes anteriores, desde Honorio III hasta Bonifacio VIII (1216-1303: Quaracchi 1908); y 3 volúmenes de Hierarchia, con los papas, cardenales, obispos de toda la cristiandad desde 1198 hasta 1592 (Münster 1898-1910). Fueron continuados hasta 1667 por obra de Patricio Gauchat (1 vol., Roma 1935) y hasta 1846 (3 vol., Padova 1952-68) por Remigio Ritzler y por Pirmino Sefrin, todos C. (Odoardi, La Hierarchia Cathólica, en MiscFranc 53 [1953] 90-115).
Otra iniciativa digna de ser mencionada es la del Maly Dziennik, o Pequeño Periódico, diario en lengua polaca, publicado en Niepokalanów, la ciudad de la Inmaculada querida por s. Maximiliano Kolbe cerca de Varsovia. Las 12.000 copias del primer día (27-5-1935) aquel mismo año se multiplicaron y alcanzaron la cantidad de 97.200 diarias, y 128.600 en días festivos, y habían alcanzado las 135.540 copias diarias y 228.560 festivas, con un máximo de 276.749 en 1939, año en que fue confiscado por la invasión nazi, juntamente con todos los religiosos que preparaban la redacción, la impresión y su difusión. Niepokalanów, centro monástico el más grande del mundo católico, estaba poblado, aquel año, por 772 religiosos Franciscanos C. (G. Dománski, I dati storici del P. M. Kolbe, Roma 1973, p. 19-21; Miles Imm. 9 [1973] 262-4).
Sobre el tema del apostolado de la prensa y apostolado mariano de Niepokalanów y de las demás ciudades de la Inmaculada que, tras el ejemplo de aquella, se levantaron en Nagasaki-Japón (1930), Kenosha-Wisconsin-USA (1949), Manchester-Inglaterra (1955), Genova-Monte Fasce (1953) y Roma-EUR (1965), se hablará más ampliamente cuando trataremos sobre las actividades de la Orden. Anotamos aquí otra obra de interés cultural promovida en el posguerra: se trata de los Estudios e Institutos teológicos para laicos. Actualmente aún siguen activos en algunas ciudades de Italia, particularmente en Florencia-Santa Croce, donde tuvieron origen (25-1-1945) y donde, aquel año, tuvo comienzos la revista Città di vita; y en Padua-el Santo (21-12-1945), donde el estudio fue sostenido por el Centro Antoniano y el Centro Coronelliano, y también por las revistas científico-culturales Il Santo (1961) y Orientamenti (1957). Otras actividades de relieve son las del Centro ‘Estudios Dantescos’ en Ravena, y el Instituto Grafológico «G. Moretti» en  Urbino: este Instituto fue fundado por el grande grafólogo Conventual G. Moretti (†1963), y hoy día es llevado adelante por sus co-hermanos que, desde 1971 editan la revista Scrittura (S. Botticella, Città dell’Immacolata, en La Milizia dell’Immacolata [Roma 1971] 233-85; Studi Teologici per laici, en MiscFranc 47 [1947] 297-8; Rinascita Seráfica, 203-9).
Traduciendo en cifras el desarrollo de la Orden a lo largo de este nuestro siglo, la estadística nos dice que en el año 1965 había 4.589 religiosos, sin contar los aspirantes, postulantes y oblatos (número máximo alcanzado en 1968: 4.700 religiosos); 32 provincias, 3 comisariatos generales, 6 comisariatos provinciales, 3 misiones (éstas se tornaron 11, porque 1 misión de las provincias y 7 de los comisariatos generales y provinciales están ubicados en tierra de misión, própia o impropiamente dicha); 64 custodias; 522 conventos y 55 residencias; 342 parroquias; varios colegios en cada una de las provincias, comisariatos, misiones; y distintas actividades pastorales, misioneras, culturales, asistenciales (ComOFMConv 63 [1966] 276; AnnPont 1969, p. 873).
Las 22 provincias y 1 misión, los 306 conventos, los 1.481 religiosos del año 1893, pese a las nuevas reducciones del primer decenio del s. XX, estaban bastante superadas. Los religiosos se habían triplicado, mientras que las demás familias franciscanas, ya más numerosas, habían duplicado
VI.   ESTADO  ACTUAL  DE  LA  ORDEN
El estado actual de la Orden se recaba del último capítulo general, que se celebró en el Sacro Convento y basílica de S. Francisco en Asís de 10-5 a 11-6-1972), y del Album Generale OFMConv 1977.
Analizando estos datos estadísticos, se deduce que actualmente la Orden está conformada por 35 provincias; 5 custodias generales o casi-provincias que, en las nuevas constituciones, reemplazan a los comisariatos generales, incluyendo a la custodia general de Asís; 11 custodias provinciales que, anteriormente, conformaban los comisariatos provinciales; 6 misiones, ó 14 si se llevan en cuenta la 2 misiones provinciales y las 6 misiones de las custodias generales y provinciales que están en tierras de misión, própia o impropiamente dichas; 648 conventos y residencias; 487 parroquias; 4.007 religiosos, sin contar a los probandos, postulantes y oblatos, y afortunadamente, se alcanza el promedio de 48 años de edad (Album Gen. 1977; Fraternus nuntius, 6 [1977] n. 5,19).

ESTADO  ACTUAL  DE  LA  ORDEN
Europa
Provincias : 30
Alemania
Austria
Bélgica
Checoslovaquia
Croacia
Eslovenia
España
Hungría
Inglaterra
Italia: 13 provincias
Malta
Países Bajos
Polonia: 2 provincias
Rumania
Suiza
Transilvania
Turquia europea  y Constantinopla-Istambul o provincia de Oriente y de Tierra Santa

custodias gen: 2.
Asís-sacro convento
Bulgaria

custodias provinc: 2
Francia
Portugal

Conventos en:
Dinamarca
Grecia
América
Provincias: 4
Estados Unidos




Custodias prov. 7
Argentina-Uruguay
Brasil: 2
Costa Rica
Canadá: 2
USA-New México

Conventos en:
Honduras
Bolivia
Colombia
México
Asia
Provincia: 1
Japón

Custodia gen.: 1
Corea

Custodia provinc.: 1
Japón-Islas Ryu Kyu-Amami-Oshima

Conventos- resid.:
China (actividades suspendidas en 1951-2, pero están presentes algunos sacerdotes chinos de la Orden),
Japón-Nishinomya-She
Líbano.
Africa
(Las 2 custodias están en la dioc. de Solwezi: 2 obispos OFMConv.)
Custodia gen.: 1
Zambia-Ndola

Custodia prov.:1
Zambia-Solwezi
Conventos en:
Ghana
OceaníaCustodia gen.: 1
Australia (Album Gen 1977; noticias sobre las prov.: Rinascita Seráfica: Province, p. 71-99; para Inglaterra, USA y Japón: Fraternus Nuntius 2 [1973] n. 3, p. 1-6; n. 4, p. 2-10; n. 5, n. 2-9)
Desde el punto de vista geográfico, las provincias, las custodias generales y provinciales y las misiones están repartidas en los distintos continentes de esta manera:
Las provincias intalianas están así distribuidas:
. Abruzos
. Bolonia o Emilia y Romaña,
. Calabria
. Cerdeña
. Genova o Liguria-Piamonte-Val de Aosta,
. Las Marcas
. Nápoles o Campania y Lucania,
. Padua o Trivéneto y Lombardía, con las custodias provinciales de Francia, de Argentina-Uruguay, Brasil, y conventos en Austria, Portugal y demás regiones de Italia: es la provincia más grande de la Orden,
. Pulla
. Roma o Lazio,
. Sicilia
. Toscana
. Umbría
(Album Gen 1977, p. 417; notícias en las historias provinciales citadas y en      Rinascita Seráfica, p. 73-84).
Actividades pastorales especiales, misioneras y culturales son llevadas a cabo en Argentina, Australia, Brasil, Corea, Costa Rica, Dinamarca, Japón, Honduras, Medio Oriente, Uruguay, Zambia, Colombia, Bolivia, México, especialmente por el celo de las provincias de la Inmaculada, de S. Antonio y de la Consolación en USA, y las de Padua, Roma, Bolonia, Sicilia, Polonia, España (Rinascita Seráfica, p. 161-9; Sartori, La Povincia del Santo, p. 66-8, 108-10, 159-62, 262, 286; Odoardi, I C. e Popaganda, en MiscFranc 73 [1973] 145-6, 163-7).
Notable, también, ha sido la actividad de la Orden por intermedio de sus religiosos de rito bizantino en Calabria;  entre los Búlgaros, también de rito bizantino, en su propia patria y al exterior; entre los Bizantinos-Rumanos en Rumania y entre los Bizantinos y Latinos Albaneses en Albania (Rinascita Seráfica, p. 217-8, 222-3; Sartori, La Provincia del Santo, p. 66, 148, 186, 289-90, 318).
En esta misma área de intercambio con los demás ritos e iglesias, también no-católicas, hay que hacer mención del Centro Ecuménico de Asís el cual, a través de contactos con el mundo escandinavo e ingles, en el nombre de S. Francisco, ha sembrado muchas semillas de esperanzas; el Centro ecuménico de Roma-Seraphicum de cara al mundo oriental y, especialmente a los Búlgaros; el Estudio teológico inter-confesional de St. Augustine College de Canterbury para anglicanos y católicos; la High School de Staten Island, N.Y., inter-confesional también, católico-luterana, pero con carácter humanístico-cultural, propio para la escuela gimnasial (M. Mizzi, S. Francesco e la Scandinavia; S. Francesco e l’Inghilterra, en S. Francesco Patrono d’Italia 53 [1973] 180-7, 352-8; J. Jukes, Obiettivo sull’Inghilterra, en Fraternus Nuntius 2 [1973] n. 3, p. 14).
En el área pastoral, a través de sus 487 parroquias y otras muchas iglesias, la Orden cuenta con 18 basílicas, casi todas del primer siglo franciscano, verdaderos centros de fe, de cultura y de arte. Dos de estas iglesias y basílicas, la de S. Francisco en Asís y la de S. Antonio en Padua, han sido declaradas por Pablo VI santuarios jubilares para el Año Santo de 1975 (Eugenio IV, Exigit devotionis, 6-1-1445, en BullFranc, ns. I, p. 398; Di Fonzo, Series: Basiliche, p. 65-7; Pablo VI, Indicción y objetivo del Jubileo: AAS 65 [1973] 322-5, 357-60)
A lado del apostolado pastoral, actúa el apostolado mariano. Este apostolado encuentra en la Orden una de sus principales manifestaciones,  es decir la ‘Milicia de la Inmaculada’, Pía Unión[34] de oraciones y de acción mariana fundada en Roma por s. Maximiliano Kolbe el 16-10-1917. La Milicia, actualmente, está presente en el mundo con dos millones de inscriptos, y realiza distintas actividades - religiosas, culturales, recreativa, asistenciales - atendidas por una cantidad de centros nacionales y regionales, movimientos y grupos, «Cittadelle» y «Ciudades de la Inmaculada» que, a ejemplo de las fundadas por el P. Kolbe, y con esos mismos nombres, en Polonia y en Japón, están presentes en Kenosha-Wisconsin-USA, Manchester-Inglaterra, Génova-Monte Fasce, Roma-EUR, como se ha dicho.
Lo que más las caracteriza es el apostolado-prensa, a ejemplo de Niepokalanóv, la Ciudad de la Inmaculada polaca donde el periódico mensual Rycerz Nièpokalanej o El Caballero de la Inmaculada - que inicialmente comenzó con 5.000 copias con P. Kolbe en 1922 - alcanzó, en 1938, 1 millón de copias, cantidad extraordinaria en aquellos entonces, y ha sido superada hoy día tan sólo por otra revista de la Orden: el Mensajero de S. Antonio editado en Padua por la Basílica del Santo (Dománski, Dati storici sul p. M. Kolbe, p. 16, 21,36-7; Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 233-85).
Tiene carácter mariano también la «Fr. Junstin’s Rosary Hour», importante transmisión radiofónica iniciada por el p. Justino Figas en la Radio de Búfalo (N.Y.) en 1931, y actualmente asumida por 76 emisoras estadounidenses y canadienses. Y cuenta con unos millones de radioescuchas que disfrutan de los programas litúrgicos, doctrinales, artístico- musicales. La Pontificia Academia de la Inmaculada también, donde los religiosos C. desempeñan cargo de secretaría, promueve cursos y estudios marianos. Fue funda en en Roma en 1835 y mereció el título de Inmaculada en 1847 y el de Pontifícia en 1864. A partir de 1954, año de la definición dogmatica, tiene su sede en el convento de los Santos Apóstoles (ComOFMConv 56 1969] 336-7; AnnPont 1974, p. 1386-7).
Otra actividad estrictamente franciscana es la asistencia espiritual a un sin número de monsasterios de la Segunda Orden o Clarisas, y a una numerosa cantidad de fraternidades de la Tercera Orden o Terciarios (OFS), y a la Juventud franciscana (Jufra) o Cordígeros, asociación instituída por Sixto V en la basílica de S. Francisco en Asís (Ex supreme dispositionis, 19-11-1585), vivero de la Tercera Orden y al mismo tiempo asociación de cuantos anhelan vivir según el espíritu de s. Francisco sin pertenecer a las instituciones tradicionales. Es la misma situación de muchas congregaciones e institutos religiosos, agregados a nuestra Orden, y de la cual siguen la espiritualidad y el calendario litúrgico y comparte sus favores espirituales (elenco de monasterios, congregaciones, institutos: Album Gen. OFMConv 1973, p. 437-42; Cordígeros: Regesta bula Sixto V, 1585, n. 10: vol. XXII, p. 381-2).
INSTITUTOS  AGREGADOS  A  LOS  FRAILES  MENORES  CONVENTUALES
1. Institutos femeninos
Sede de la casa generalicia
Nombre del Instituto
Fecha de Agregación
Annadale, Staten Island (NY, USA)Asís (Perusa)
Bari - Palese
Blaj (Rumania)
Budapest (Hungría)
Budiskovice (Checoslovaquia)
Bruxelles (Bélgica)
Catania (Sicilia)
Cornwels Heights
Fiuggi (Frosinone)
Hamburg (NY, USA)
Hastings on Hudson (NY, USA)
Herxheim-Espira (Alemania)
Hinganfu, Shensi (China)
Konogai (Nagasaki-Japón)
Kraków (Polonia)
La Crosse (WIS, USA)
Louisville (KY, USA)
Lyon (Francia)
Manitowoc (WIS, USA)
Mayen (Alemania)
Milwaukee (WIS, USA)
Opava (Checoslovaquia)
Pontecchio Maconi (Bolonia)
Roma
St. Mary of the Woods (IND, USA)
Syracuse (NY, USA)
Tempio (Cerdeña)
Tiffin (OHIO, USA)
Turín
Veltem (Bélgica)
Warszawa (Polonia)
Würzburg-Oberzell (Alemania)
Hnas. de la Presentación (ex Grymes Hill, Staten Island)Franciscanas Misioneras del Giglio
Misioneras Franc. de Jesús Crucificado (de Gravina, Bari)
Hermanas de la Santísima  Madre de Dios
Hijas de S. Francisco de Asís, Terciarias
Franciscanas de S. Rafael Arcángel
Hermanas de la S. Familia, de Helmet
Misioneras Mílites de la Inmaculada
Hnas. del Ssmo. Sacramento para los Indios y los Negros
Hermanas de S. Clara, de Fiuggi
Franciscanas de S. José, de Hamburg
Franciscanas conventuales de la Misión de la Inmaculada
Hermanas de S. Pablo, de Herxheim
Franciscanas de la Preciosísima Sangre
Franciscanas de la Milicia de la Inmaculada en Japón
(Pequeñas) Siervas del S. Corazón de Jesús
Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpétua
Ursulinas de la Inmaculada Concepción
Hermanas del «Prado»
Hermanas Franciscanas de la Caridad cristiana
Hermanas Franciscanas de la Sagrada Familia
Franciscanas de la penitencia y de la caridad
Franciscanas de la Misericordia, de Opava
Misioneras de la Inmaculada P. Kolbe
Hermanas de Caridad de la Inmac. Conc. (de Ivrea-Turín)
Hermanas de la Providencia, de St. Mary of the Woods
Franciscanas de Syracuse
Misioneras Hijas de Jesús Crucificado
Franciscanas de la Penitencia y de la Caridad, Terciarias
Hermanas del Famulado cristiano
Hermanas Anunciadas
(Franciscanas de la) Familia de María
Siervas de la S. Familia de Jesús
- - -  -
1702
4.11.1948
23.2.1936
12.11.1940
16.12.1970
- - -  -
1950, 1963
15.8.1912
16.4.1953
4.10.1909
8.12.1906
3.12.1921
1925-9
8.12.1950
5.3.1928
14.3.1870
8.12.1946
19.5.1930
19.3.1900
4.10.1911
24.3.1900
22.11.1912
1954
25.12.1909
10.7.1913
16.4.1902
- - -  -
8.4.1917
2.8.1955
21.5.1914
29.6.1903
17.7.1928

1. Institutos masculinos

Sede de la casa generalicia

Nombre del Instituto
Fecha de Agregación
Herxheim-Spira (Alemania)
Jhansi (India)
Kraków (Polonia)
Lyon (Francia)

Hermanos de S. Pablo, de Herxheim
Hermanos Franciscanos del Santísimo Sacramento
Albertinos
Sacerdotes del «Prado»
3.12.1921
17.5.1953
5.3.1928
19.5.1930
Para las demás agregaciones de Institutos y Sodalicios varios, ver los Álbum Generales de los Frailes Menores Conventuales de 1960, 1970, 1973, p. 673-8,  359-60, 441-2.

Con el fin de prestar un servicio más directo a la Iglesia, los C. tienen obispos, prefectos o administradores apostólicos, consultores y comisarios en las distintas Congregaciones romanas: en dos de éstas tienen un sub-Secretario y el Promotor de la Fe, y también expertos en la comisión para la revisión del CIC y para la Codificación oriental, el Promotor de Justicia en la Sacra Romana Rota y en la Corte de Apelación del Estado del Vaticano; otros los hay también entre los referendarios, peritos, votantes, docentes, escritores en los distintos dicasterios y tribunales y oficinas. Añádase los ‘Penitenzieri’ de la Basílica Vaticana, a partir de la época de Clemente XIV (1773-4) - y otrora también en el santuario de Loreto (1773-1934) -, los examinadores pro-sinodales y jueces sinodales en al Vicariato de Roma, un consejero teólogo de la comisión Eposcopal de la CEI[35] para la doctrina católica; locutores en la Radio Vaticana (Clemente XIV, Miserator Dóminus, en BullRomCom V, p. 775-80; AnnPont 1974, p. 361, 493, 967, 972, 973, 975, 979, 982, 984, 990, 992, 1010, 1017, 1018, 1020, 1021,1036, 1039, 1354, 1357, 1361).
En el área científico-cultural - como hemos dicho - está actuando el «Seráphicum»-Pontificia facultad Teológica de S. Buenaventura en Roma por medio de cursos filosóficos y teológicos, y el Instituto de especialización cristológica, y la revista Miscellanea Francescana; los Estudios teológicos para laicos y la revista Cittá di Vita, y también las otras dos, Il Santo y Orientamenti.
A éstos su suman 4 Estudios teológicos más, de grande relevancia: a) Rensselaer (NY, USA), el «St. Anthony-Hudson»: Estudio general a partir de 1939, afiliado a la Universdidad católica de Washington (1949) y, después de haber sido totalmente renovado (1965-7), atiende, actualmente, a los estudiantes de la Orden y demás institutos y congregaciones religiosas; b) Padua, el «S. Antonio Doctor»: fundado (1938) y renovado totalmente (1956-8), está afiliado al «Seráphicum» desde 1969 y atiende, también, a estudiantes de distintas Ordenes; c) Asís, el «Franciscanum», afiliado al «Seráphicum» en 1969, y - siempre en la sede del sacro convento y bajo la dirección de un religioso de la Orden - está unido a otros Estudios teológicos locales, especialmente al Instituto teológico del seminario regional umbro: está también afiliado a la Universidad Lateranense (1971), pues aquel Instituto Regional ya estaba afiliado, y por esta razón asumió el nuevo título de «Instituto teológico de Asís»; d) Cracovia-Polonia, el «S. Francisco»: Estudio general desde 1628, y posteriormente suspendido en 1864; abrió otra vez las puertas en 1892 y se tornó Estudio general en 1939. A partir del posguerra, recibe estudiantes de teología de 10-14 Ordenes y Congregaciones religiosas, y unos 25 para la cátedra de pastoral que el primate de Polonia, el card. Wyszynski, el 22-9-1959 quiso instituir (St. Anthony-on-Hudson, Rensselaer, NY 1967, p. 4-24; Collegio teológico s. Antonio Dottore, Padua 1958, p. 5-21; M. Millozzi, L’Istituto teologico di Assisi, en S. Francesco Patrono d’Italia 53 [1973] 19-23; D. Synowiecz, De studio Cracoviensi, en ComOFMConv 70 [1973] 195-206).
Juntamente con los estudios e institutos de distinto género, no se puede dejar de mencionar las más importantes ediciones, como se ha hecho con el Bullarium Franciscanum y la Hierarchia Católica; sin embargo, se tratará especificamente de ellas cuando hablaremos de las actividades.
Aquí apuntamos algunas entre las más importantes: una Comisión Antoniana está preparando, en Padua, la edición crítica de las obras de s. Antonio; otra Comisión, que podríamos llamar ‘Kolbiana’, está preparando la edición crítica de los escritos de s. Maximiliano Kolbe, (ya preparados y editados pro manuscripto en 9 vol. en Niepokalanów, Polonia). Una tradución en lengua italiana de las principales obras de s. Buenaventura, enriquecida con introducciones y comentarios, fue preparada para el VII centenario de la muerte del Doctor Seráfico (1974) por los profesores de la Pont. Faculdad Teológica «Seraphicum». Esta Faculdad cuidó las colecciones de estudios: Edizioni speciali, Selecta Seraphica, Dissertationes, I Maestri di ieri e di oggi; y también las colecciones litúrgicas y pastorales, históricas y grafológicas, agiográficas y espirituales de ‘Ediciones Messaggero di S. Antonio’ de Padua; las publicaciones teológico-filosoficas y artístico-literarias de Città di Vita en Florencia, y también los Escritos de S. M. Kolbe.
Para completar el cuadro actual de la Orden con algunas obras de carácter social, sin querer llevar en cuenta las más comunes, recodarmos a los Frailes Bomberos de Niepokalanów, instituidos en 1931, reestructurados en el posguerra, y aún útiles e indispensables hoy día en aquella región donde abundan las casas de madera, y en la misma Ciudad de la Inmaculada que, no obstante su actual dimensión reducida, está compuesta por un conjunto de construcciones ocupadas por 25 sacerdotes, 194 hermanos, 95 aspirantes. Es relevante la actividad de los bomberos, pues el mismo Gobierno popular quiso premiar con medallas de oro, de plata y de bronze a 10 frailes como reconocimiento por su labor (G. Odoardi, Niepokalanów, en EC 8 [1952] 1871-2; Botticella, La Milizia dell’Immacolata, 24-5; Miles-Bollettino n. 4, [1973] 73; Domanski, I dati storici del p. M. Kolbe, p. 36).
Otras iniciativas parecidas a ésta la Orden las lleva adelante en Japón: - la Mugenzai-no-Sono o Ciudad de la Inmaculada, que se ha convertida en una pujante provincia religiosa casi totalmente japonesa, y a la cual, especialmente a fray Zeno Zebrowski, están ligadas aquellas obras; - el Ari no Machi o Aldea de las Hormigas, que en el posguerra fue uno de los más grandes centros de  las casas de cartón, ubicado en los alrededores del terminal del ferrocarril de Tokio-Ueno y atendiendo a unos 6.000 sin techo, y posteriormente, en la ciudad de la bomba atómica, surgió el orfelinato de Nagasaki (1946)), que mereció la visita del emperador Hirohito; - el instituto para parapléjicos y deficientes de Konogai que, en 1954, sustituía a dicho orfanato y que, modernamente equipado y muy bien atendido por las Hermanas Franciscans de la Milicia de la Inmaculada - fundación totalmente japonesa - es considerado un modelo en su género; - la Zeno Shonen Bokuio o Ciudad Estancia Fray Zeno de Notokara que, realizada con el generoso aporte de los estudiantes de distintos países (9161), alberga a jóvenes deficientes, pobres y abandonados (Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 30-4; Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 166-7).
Obra social muy característica es la que ha sido llevada a cabo por la provincia de Padua en Santo André-San Paulo (Brasil), en 1960: la «Cidade dos meninos da Imaculada». Dentro de un área muy grande, donada por las autoridades locales, ha sido levantado una escuela, talleres, espacios recreacionales y deportivos a fin de brindar formación cultural, técnica y espiritual a los jóvenes de la ciudad y del distrito, especialmente atendiendo a los huérfanos y a los de escasos recursos. En 1961 ya estaba funcionando la primera escuela para 130 externos; el año siguiente se atendían a los primeros 50 internos, huérfanos; pero el conjunto prevé la presencia de 1.500 jóvenes internos y externos (A. Blasucci, L’Immacolata e la sua Milizia, Nápoles 1965, p. 94; Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 215).
Obras sociales también han comenzado o han sido puesto en obra en algunas provincias italianas y extranjeras a través de campamentos y cursos de actualización, patronatos y centros recreacionales, asistencia espiritual en hospitales y cárceles, como por ej. en la carcel de Rebibbia y de Regina Coeli, las dos en Roma.
A las actividades sociales se añaden las actividades editoriales de las distintas Ciudades de la Inmaculada y demás centros editoriales de la Orden. Desde el comienzo de su institución, los centros han tenido una finalidad social y religiosa y, desde el punto de vista social, han sido muy eficaces en la organización para la formación de las conciencias mediante el apostolado de la prensa verdaderamente grandioso: el más destacado es el «Messaggero di S. Antonio» de Padua. Aquí van dos ejemplos: - el Seibo-no-Kishi o Caballero de la Inmaculada en lengua japonesa, fundada por el p. Kolbe (1930): actualmente imprime 45 mila copias mensuales, y es la revista católica japonesa que más difusión tiene. Por cierto, está un poco lejos de su homónimo polaco que, en 1938, imprimía un millón de copias y que, después del estancamiento de la guerra, llegaba a 700 mil copias (1947) antes de ser definitivamente suprimido (1952). Sin embargo, era una cantidad relevante llevando en cuenta que en Japón los católicos son poco más de 300.000. - Otro ejemplo es el del «Messaggero di S. Antonio» que sobrepasa, y mucho, las copias del Caballero polaco de anteguerra, pues se edita en 7 ediciones distintas (2 en lingua italiana para Italia y los italianos en el estranjero, español, portugués, francés, alemán, inglés): es la revista de mayor difusión en Italia (Miles Inmaculatae 9 [1973] 264, 263-4, 279-80; Atlas Hierarchicus, Mödling 1968, p. 58; Catalogo edizioni Messaggero, Padova 1974, especialmente p. 5-6, 47-8).
El hábito de la Orden, que otrora era pardo claro cinéreo o gris hasta la revolución francesca - por esta razón a los frailes de Inglaterra se les llama Grey Friars -,  se cambió por el color negro, con túnica ceñida con cordón o cíngulo de color blanco, capucha hasta los codos, zapatos, no sandalias como las demás familias franciscanas. Por cierto está permitido el clergyman, y el hábito civil en algunos países donde éste no está permitido por las autoridades civiles.

VII.   ACTIVIDADES
Cuando se quiere hablar de las actividades de los F. M. C., significa querer expresar en palabras concretas lo De modo laborandi [Modo de trabar, n.d.t.] del c. V de la Regla de s. Francisco. La Regla, a su vez, parece apuntar al Ora et labora [Oración y trabajo, n.d.t.] de s. Benito de Norcia. En efecto, las distintas iniciativas - pues tienen carácter universal como en los primeros siglos franciscanos, - deben ser llevadas adelante «ita quod excluso otio animae inimico, sanctae orationis ac devotionins spíritum non exstinguant» [de tal manera que, evitando el ocio, que es enemigo del alma, no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción, n.d.t.]. Conservar el espíritu de oración y devoción es la condición indispensable, pues de él arranca, como es comprensible, la rápida reseña de la actividad de la Orden (Régula II, c. V; Régula s. Benedicti, c. XLVIII, ed. I. Schuster, Alba 1945, p. 285, 290).
1. Actividad espiritual y devocional
Toda actividad encuentra su más alta significación en el ejercicio de las virtudes en su grado heroico, es decir en la santidad. Muchos fueron los Santos de los primeros siglos franciscanos, y sin duda alguna inclusive los más grandes, juntamente con s. Francisco, s. Antonio, s. Buenaventura, S. Lodovico de Anjú. Pero no faltaron, y algunos muy especiales también, en la nueva época junto con el extrardinario penitente S. Pedro de Alcántara, muerto en Arenas (España) bajo la obediencia C. (18-10-1562), iniciador de los -»Alcantarinos; y con s. José de Copertino, el Santo de los vuelos y protector de los estudiantes, muerto en Ósimo (Ancona) el 18-18-1663.
Entre los Beatos - muchos han sido proclamado recientemente - y uno de ellos es de nuestros días, recordamos entre otros a: Buenaventura de Potenza (†1711), Francisco Antonio Fasani (†1742)[36], Juan Francisco Burté (†1792), Juan Bautista Triquerie (†1794): éstos dos últimos son mártires de la revolución francesa, y beatificados en 1926 y 1955 respectivamente; Maximiliano Kolbe[37], el apóstol mariano de nuestro siglo, fundador de la Milicia de la Inmaculada y de dos Ciudades de la Inmaculada que desarrollan dos importantes obras editoriales y caritativo-social, martir de la caridad en Oswiecim (14-8-1941), beatificado por Pablo VI el 17-10-1971.
Se cuentan, además, 8 Venerables: entre ellos, el alemán Bartolomé Agrícola (†1622), el polaco Rafael Chylinsky (†1622), el obispo e historiador Antonio Lucci (†1752)[38], el escritor de espiritualidad y director de almas Benvenuto Bambozzi (†1875); y añándase muchos otros religiosos muertos en olor de santidad: los co-fundadores de la ‘Milícia de la Inmaculada’ Antonio Glowinski (†1918), Antonio Mansi (†1918), Jerónimo Biasi (†1929), José Pedro Pal (†1947) (A. Ricciardi, B. M. Kolbe, Roma 1971, p. 58-62; Di Fonzo, Series: Sancti, Beati, Venerabiles, p. 48-53).
Otras áreas que manifiestan cuál es la espiritualidad de la Orden, son las manifestaciones de piedad y devoción promovidas entre sus religiosos y feligreses. Mencionemos a las más antiguas: el Pesebre (1223), el Ángelus Dómini (169), la Pasión y el Via Crucis, el Ssmo. Nombre de Jesús, el S. Corazón, la Corona de las 7 alegrías de María o ‘Corona  franciscana’ (1422); y a partir del siglo XVI: la Corda Pia, práctica de penitencia cuaresmal que evoca la pasión de Cristo y los estigmas de s. Francisco (1595 aprox.), y el Tránsitus s. Francisci, que conmemora la muerte del Poverello. Estas devociones aún hoy día son celebradas en las principales iglesias de la Orden, y especialmente en Asís, donde la tradición musical de la basílica ha acostumbrado a acompañarlas con armoniosas melodías.
Un culto muy vivo, que se practica en nuestras iglesias, es el de la Inmaculada y de s. José, que desde 1719 y 1741 se han tornado, respectivamente, patronos especiales de la Orden. La Inmaculada, comenzando por sus más antiguos teólogos y, de manera especial, por Juan Duns Escoto (†1308)[39], había sido tenazmente sostenida por Sixto IV, el primero entre los papas que se ocupó directa y positivamente de su culto y doctrina (Cum praecelsa, 27-2-1477), y ha tenido a los C. de los siglos posteriores como paladines de aquella doctrina y propagadores de su culto que, no muy raramente, en Italia estaba reservado, casi con exclusividad, a sus iglesias. Esta es la razón de las solemnes novenas que se celebran aún en muchas de sus iglesias en ocasión de la fiesta de la Inmaculada, como, por ej. la novena en la basílica de los Santos Apóstoles en Roma, presidida diráriamente por un cardenal y, antes de 1870, se clausuraba con la presencia del papa.
El último grande apóstol mariano de nuestros días, s. Maximiliano Kolbe (†1941) había hecho de la Inmaculada su ideal de vida y animadora de todas sus obras que, como hemos visto, les están dedicadas: Milicia, Revistas, Ciudades de la Inmaculada, con el intúito de «hacer conocer la Inmaculada a todas las almas, las que existen, y las que existirán hasta el fin del mundo».
Esta espiritualidad mariana ha sido divulgada, también, a través de escritos, no solamente por los exponentes de la santidad ya recordados, por ej. el Lucci, Bambozzi, Kolbe, sino también por otros que les siguieron a lo largo de los siglos. Aquí van algunos: el obispo Antonio Bonito de Cúccaro (†1510) con su Elucidiarium Immaculatae Conceptionis (Nápoles 1507); el card. Marcos Vigerio (†1516), De excellentia instrumentorum Passionis Christi (Roma 1508); Trebazio Mariotti, Discorsi spirituali per la direzione delle anime (Turin 1590); Tomás Vandini (†1629), Delle éstasi e rapimenti (Bolonia 1625); Santiago Montanari (†1631), Seminario delle virtù cristiane (Venecia 1630); Agustín Gamber (†1650 aprox.), Spéculum Seráphicae Religionis (Würzburg 1644); el card. Lorenzo Brancati de Lauria (†1693), cuya De oratione cristiana (Roma 1685), considerada obra clásica en su género, obtuvo un merecido elogio de parte del card. Lambertini, futuro Benedicto XIV, que en su De canonizatione Sanctorum (1. III, c. XVI, n. 8), afirmaba que no conocía a nadie «qui materiam orationis clarius, subtilius et totius explicaverit» [que tratara de la oración con más claridad, más profundiad y de manera tan exhaustiva, n.d.t].
Después de los ss. XVI y XVII, también los siglos posteriores prsentan autores de espiritualidad: José Antonio -»Marcheselli (†1742), fundador de las ‘Hermanas Franciscanas Misioneras del Giglio’[40], el cual editó una decena de libros ascéticos, y 6 volúmenes eucarísticos, entre otros, repetidas veces editados o reproducidos en reducción o compendios (Venecia 1740, los primeros 3, ibid. 1766 los demás); Casimiro Tempesti (†1758) y su Esercizi spirituali giusta el metodo e le dottrine di s. Bonaventura (2 vol., Venecia 1756); Francisco Antonio Benoffi (†1786), aunque siendo esencialmente un historiador, escribió Lo spirito della Regola commentato dalle Costituzioni Urbane OFMConv (Roma 1807).
Para el s. XIX y XX bastará recordar al ministro general Ángel Bigoni (†1860) con su Elevazioni dell’anima a Dio, que alcanzó por lo menos 24 ediciones (la 22ª en Bolonia 1883); el ven. Benvenuto Bambozzi (†1875) cuyas Riflessioni, Autobiografía spirituale, Trattatelli ascetico-mistici permanecen inéditos; s. Maximiliano Kolbe (†1941): sus escritos, con carácter mariano en su casi totalidad, han sido publicados sólo en parte, o en edición pro manuscripto, sin embargo, como se ha dicho, lo más pronto serán editados en 11 volúmenes que recogerán artículos, diarios, cartas, apuntes de un tratado sobre la Madre de Dios, conferencias (Sbarglia, II-IV; G. Franchini, Bibliografía di scrittori Francescani Conventuali, Módena 1693; D. Sparacio, Frammenti bio-bibliografici di scrittori Minori Conventuali, Asís 1931: Cfr. nombres alfabéticos en las tres obras; para los escritos de Kolbe: E. Piacentini, Dottrina mariologica del p. M. Kolbe, Roma 1971, p. XIV-XVII)
2. Doctrina  jerárquica,
conciliar  e  inquistorial
El nuevo período del franciscanismo contó con 5 papas C.: Nicolás IV, el Papa de las misiones, fue el primero (1288-92); Alejandro V, el «Papa Pisano» (1409-10); Sixto IV, el Papa de la Inmaculada (1471-84), y, en el s. XVI, el grande Sixto V (1585-90) el reorganizador de la Curia romana y promotor de un plan vial y edilicio del cual la Roma moderna aún disfruta; y, en el s. XVIII, Clemente XIV (1769-74), el Pontífice muy cuestionado por motivo de la supresión de los jesuitas que le había sido solicitada insistentemente por las potencias absolutistas de aquel tiempo: la supresión fue autorizada en vista de los intereses superiores y más generales de la Iglesia, después de muchos años de intensa y persistente resistencia, cuando ya se había tornado impostergable a raíz de las contínuas presiones y amenazas, y también por la expulsión en acto de los interesados, muy beneméritos por cierto, de los territorios nacionales y mundiales de aquellas potencias (R. Ritzler, I Cardinali e i Papi  OFMConv, en MiscFranc 71 [1971] 71-7).
En el pasado se acostumbraba contar también a Julio II (1503-13) entre los papas C. Sin embargo, hoy día ha sido demostrado que él, «frater Julianus», solo había sido novicio por algún tiempo, entre 1458-61, en el convento de Perusa, para el cual, cuando ya cardenal, mandó construir un grande «calefactorium» recordando el frío que allí había sufrido (G. Abate, Julius II et OFMConv, en MiscFranc 44 [1944] 227-30).
A los 26 cardenales que la Orden tuvo durante sus primeros tres siglos, en esta segunda éspoca se añaden 9 más. Entre éstos: el grande teólogo buenaventuriano-escotista Constanzo Torri (1586-95); el insigne teólogo y escritor de espiritualidad, Lorenzo Brancati (1681-93); Antonio Francisco Orioli (1838-52) que, en 1809, había acompañado a su general y al papa Pío VII en el exílio de Francia y, en 1848, se tornó, por breve tiempo, Pro-Secretario de Estado en tiempos de Pío IX; Antonio Panebianco (1861-85) el cual, después de haber sido miembro integrante de la comisión central cardenalicia (1865) para una posible convocación y programación del Vaticano I, intervino activamente en aquel Concilio (1869-70), y tampoco le faltaron votos para el papado en el conclave de 1878 de donde salió elegido León XIII (E. Soderini, Leone XIII, vol. I, Milán 1932, p. 74, 218, 230; Di Fonzo, Series: Cardinales, p. 57-8: Ritzler, I Cardinali e i Papi OFMConv, en MiscFranc 71 [1971] 55-70).
Los obispos habían sido 1062, en los primeros siglos franciscanos, prescindiendo de los Observantes a partir de 1442. Ahora, por motivos comprensibles, originados también por el multiplicarse de nuevas Ordens y Congregaciones religiosas, bajan a 253 sin contar, por cierto, los numerosos prefectos apostólicos y los vicarios patriarcales de Constantinopla que, a partir del s. XVII, se turnaron en esta última sede (15) y en las misiones de Moldavia y Valaquia en Rumania (61), y, en tiempos más recientes, en las misiones de Zambia (3) y de China (4) donde el primero de ellos, mons. Giovanni Soggiu, «sin que le faltara la gloria del mártir» como dijo Pío XI, fue matado cruelmente el 12-11-1930 (Abate, Series Episcoporum OFMConv, en MiscFranc 31 [1931] 103-15, 161-9; 31 1932 18-23; L. Lemmens, Hierarchia latina orientis, en OrChrist [1923] 273-6; B. Morariu, Series Praefectorum Apost., en ComFMConv 37 [1940] 183-7, 216-21, 249-55, 279-85; China-Zambia-Soggiu: Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 163-5).
La actividad conciliar de la Orden, en este nuevo período, fue relevante. Ninguno de los anteriores concilios - que en verdad habían contado con muchos Minoritas de extraordinaria capacidad, como Alejandro Hales en el de Lyón I (1245), s. Buenaventura en el de Lyón II (1274), Gonzalo Hispano en Vienne (1311-2), Ludovico de Pirano en Ferrara-Florencia (1438-9), Mauricio O’Fiheley o de Puerto Hibérnico, primate de Irlanda, en el Lateranense V (1512-7) - ninguno, repito, había podido contar con tan grande cantidad de padres y teólogos C. como el Concilio de Trento durante sus tres etapas (1545-7, 1551-2, 1562-3): eran 91, y entre ellos Cornelio Musso de Piacenza llamado, con razón, por el Pallavacino «brazo derecho del Concilio». Y ha habido bastantes también en el Vaticano I (1869-70) y Vaticano II (1962-5), unos 15 entre padres, teólogos y peritos (N. Papini, Franciscani Conventuales in Conciliis, ms. Archivo Gen. OFMConv, Santos Apóstoles, Roma, cad. 85, f. 49-54; Odoardi, Serie Padri e Teologi Conc Trento, en MiscFranc 47 [1947] 321-411; Concilio Vaticano II, ibid. 63 [1963] 392-6, 573).
La actividad inquisitorial continuó a ser llevada delante, sin embargo de manera más reducida que, en el pasado y bajo formas nuevas sugeridas por la Inqusición romana que en 1542, había prácticamente substituido a la Inquisición medieval. Uno de los Inquisidores más notables de la Orden en este período, fue Félix Peretti, inquisidor en Venecia (1556-60), consultor de la Inquisición en Roma (1560-85) a la cual dedicó mucha atención después de ser elegido pontifice con el nombre de Sixto V, en la reorganización de la Curia, poniéndola en el primer puesto entre las Congregaciones, pues la guardia de la fe es el primer deber del Vicario de Cristo (Immensa Dei, 22-1-1588, en BullRom VIII, p. 985-88; F. A. Benoffi, Cronología degl’Inquisitori OMin, ms. 698 de la Biblioteca Antoniana de Padua).
3. Actividad  litúrgica,  pastoral
y  de  predicación  varia

A lo largo de los primeros siglos franciscanos, la actividad litúrgica había sido muy amplia y eficaz. La opción que s. Francisco había hecho en su Regla: «Clérici faciunt divinum officium secundum ordinem Sanctae Romanae Eclesiae» [Los clérigos cumplan con el oficio divino según la ordenación de la santa iglesia romana, n. d. t] (Regla II, c. III) llevó a una siempre mayor difusión de los libros litrúrgicos romanos, y cuando la Orden, a través de Aimón de Faversham (1243-4) y de los capítulos y constituciones posteriores (1254, 1260), empezó la revisión para uso de los frailes, vió con agrado que, en tiempo de Nicolás III (1277-80), había sido adoptada por el clero de Roma y por la casi totalidad cristiana.
En el s. XVI otro franciscano, el Observante Francisco Quiñónez, ya ministro general (1523-7), y cardenal (1527-40), emprendió una revisión similar (1529-34) pero no tuvo la misma suerte de la anterior. Entre los C., en la nueva época, se destacaron en esta área Serfín Pagni (†1769) que tramitó o retomó muchas causas de Santos; Antonio Azzoguidi (†1779), autor de los oficios del Proprium OFMConv sobre s. Francisco. S. Antonio, s. Buenaventura, s. Clara; Antonio Bradimarte (†1858), himnógrafo de la S.C. de los Ritos; Jerónimo Mileta de Sebenico (†1947), autor de innumerables textos litúrgicos; muchos consultordes de aquella Congregación, en la cual a partir de Benedicto XIII (Ad sacrum, 7-8-1725), la Orden mantiene su cupo de manera estable.
La actividad pastoral va incluída en la descripción de las numerosas iglesias, parroquias, basílicas, santuarios oficiados desde hace siglos por la Orden (Cfr. VI). Su misma importancia como centros de fe, cultura y arte, su grandiosidad y ubicación en el corazón de la ciudad, el cuantioso número de religiosos, el decoro de los oficios religiosos, las especiales devociones franciscanas (Cfr. VII, 1), han sido siempre un aliciente para un número grande de fieles y peregrinos, deseosos de cumplir allí sus deberes y prácticas religosas y tomar parte en las distintas celebraciones litúrgicas. Significan algo, y son indicativos en este sentido, las estadísticas anuales de la basílica del Santo en Padua cuando presentan datos de un movimiento espiritual verdaderamente grandioso. Los datos para el año 1972, por ej., registran 4.070 peregrinaciones organizadas, de los cuales 2.140 provenientres de las distintas regiones italianas, y 1930 del exterior, y 24.250 Misas celebradas en la basílica y 668.000 Comuniones repartidas (L. Forese, Movimento spirituale della Basílica del Santo a Padova nel 1972, en Il Santo 13 [1973] 201-6).
Algo parecido - aunque de manera más reducida - se debe decir de la basílica de S. Francisco en Asís, donde, tal como en Padua y demás basílicas, santuarios, parroquias y iglesias sencillas ya mencionadas, se añade una de las manifestaciones más importantes de la actividad pastoral: la predicación. La Orden, a la que ya en sus comienzos Tiago de Vitry (1221-4 aprox.), llamaba «religio vere páuperum Crucifixi et ordo praedicatorum» [religión de los verdaderos pobres del Crucificado y Orden de predicadores, n.d.t.] es decir, en aquel tiempo, no contaba con grandes predicadores de multitudes como s. Antonio de Padua (†1231), Conrado de Sajonia (†1279), Juan de Werden con su popular y precioso Dormi secure (1378 aprox.), s. Bernardino de Siena (†1444), Roberto Carácciolo (†1495). Sin embargo, no le faltaron hombres bien preparados que supieron inserir, en la predicación, las instancias de renovación que por doquier se levantaban dentro de la Iglesia, los llamamientos concretos del Concilio de Trento, y los elementos positivos contenido en el humanismo, en el renacimiento y en la reforma protestante (Tiago de Vitry, Historia Orientalis, 1.2., c. XXXII; L. Lemmens, Testimonia de sancto Francisco, Quaracchi 1926, p. 81; A. Murit, Pour l’histoire de la prédication franciscaine au moyen âge, en MiscFranc 39 [1939] 438-48; B. Belluco, De sacra praedicatione in OMin, Roma 1956).
Cabe destacar entre estos nuevos predicadores a: Cornelio Musso, obispo de Bitonto (Pulla), el cual tuvo el honor de tener el discurso de abertura del Concilio de Trento (13-12-1545), y fue llamado el «Crisóstomo de Italia», escribió y publicó varios volúmenes de prédicas reptidamente editadas y traducidas en distintos idiomas (†1574); Francisco Visdómini, también padre conciliar tridentino y autor de prédicas (†1573); Agustín Cassandri, autor de Cuaresmales (†1624); el orador de la corte de Francia, Francisco Carrière (†1665); el polaco Martín Kalowski (1765); el húngaro Serafín Bossànyi con su Sermones mariani, Sermones fúnebres, Sermones in dies dominicos (†1776 aprox.); Luis Pungileoni que fue también literato e historiador (†1844); Vicente Solíto que, a lo largo de 40 años, frecuentó muchos púlpitos de Italia (†1907); Justino Figas en USA (†1959); Alfonso Orlini, ex ministro general de la Orden, y por muchos años orador, conferencista y escritor (†1972). A éstos se suman los anti-luteranos Tomás Murner (†1537) y Conrado Clinge (†1556) en Alemania; el anti-calvinista Antonio de Sapienti o Savioz de Aosta, uno de los firmantes de las Actas Tridentinas (†1566); el anti-jansenista Domingo Antonio Baldassarri (†1791), opositor del Tamburini: algunos de éstos, como el Murner, fueron ábiles y drásticos controversistas (A. Zawart, The history of franciscan Preaching and francisan Preachers 1209-1927, Nueva York 1928).
4. Actividad misionera

Tampoco en el campo misionero hubo tantos misioneros famosos como los tuvieron los primeros siglos franciscanos: Juan del Pian del Cárpine (1245†1250), Juan de Montecorvino (1289†1338), el b. Odorico de Pordenone (†1331), Juan de Marignolli (†1359). Sin embargo, los siglos de que tratamos cuentan con misioneros de grande celo y dedicación, y realizaciones importantes, muchas veces más exitosas de las de sus cohermanos del pasado, porque más duraderas o no íntegramente arrasadas por el cambio de las situaciones políticas y religiosas.
No se puede afirmar lo mismo de los intentos misioneros llevados a cabo en tierras de América, Asia y Africa durante los ss. XVI-XVIII, porque la obstrución de las potencias dominantes en contra de los C. condicionó su presencia tan sólo para algunos casos esporádicos, personales y no duraderos. Asimismo ellos tuvieron protagonistas ilustres como Santiago de Dacia, hijo del rey Hans de Dinamarca y último provincial danés, que trabajó en México (1542-67); Juan Bautista Lucarelli de Pésaro, conventual reformado, que ejerció su apostolado en Filipinas (1578-85) y escribió el Viaje a Indias; Francisco Antonio Frascella que, nombrado obispo de Mira y vicario apostólico de China y Japón, e impedido de salir, tuvo que quedarse en Goa (1637-53), pero allí mismo puso en marcha, a través de su «vicariato», la obra de recuperación del mundo misionero por parte de Propaganda Fide sobre la exclusividad de los patronatos portugueses y españoles; Bartolomé Stellin de Malta, celante prefecto apostólico de Mesopotamia, cerca de Nínive, pero en una misión también ella no duradera (1641-69); Bernardino Buttari de Ósimo, misionero en Congo (1650 aprox.), director espiritual de s. José de Copertino (Lucarelli: Sínica Franciscana, vol. II, Quaracchi 1933; vida p. 3-11; texto Viaggio, p. 12-92; Frascella: MiscFranc 50 [1950] 498-514; 59 [1959] 346-51; 69 [1969] 427-9; 73 [1973] 143; Buttari, Parisciani, S. Giuseppe da Copertino, p. 1038; Stellini: MiscFranc 46 [1946] 311-4).
Duraderas y con abundantes resultados fueron las misiones llevadas adelante o retomadas en la antigua provincia de Oriente en Constantinopla y Turquía europea, en Esmirna y Turquía asiática donde, en 1726, fue trucidado Bonaventura Buffaldi, y en Tracia, Macedonia y Archipiélago grieco. Pero las misiones más prósperas fueron las de Oriente europeo: Bulgaria, Transilvania, Rusia, Lituania, y sobretodo la de Moldavia y Valaquia. Esta misión, reactivada (1623) a raíz de la institución de Propaganda Fide (1622), hasta el año 1650 dependía directamente del provincial de Oriente y vicario patriarcal de Constantinopla, el cual, a partir de 1629, era también prefecto de la misión. Posteriormente se independizó, y la humilde misión de 1623 fue elevada a prefectura apostólica en 1629, y constituida vicariato en 1818, y posteriormente, diócesis de Jassi en 1884, con una promisora provincia religiosas a partir de 1895 (Abate, I F. M. C. a Costantinopoli nell’Arcipelago greco e in Moldavia, en RassItalMedit 31 [1923] 11-2; G. Montico, La Provincia d’Oriente, Padua 1939, p. 25-8; V. Plackov, La Missione di Costantinopoli, en MiscFranc 55 [1955] 443-53; B. Morariu, La missione dei F. M. C. in Moldavia e Valacchia, ibid. 62 [1962] 94-96; Odoardi. I C. e Propaganda, ibid. 73 [1973] 141-4, 163-4).
Los vicarios patriarcales C. de Constantinopla, nombrados por Propaganda Fide para los patriarcas titulares que permanecían en Occidente, son 15 desde 1629 hasta 1880, y entre ellos los más ilustres: Ángel Patricca (1638-9) que realizó la reconciliación, aunque efímera, entre el patriarca grieco Cirilo Contaris y Roma, y escribió una colección notable de obras teológicas con características reflexiones sobre la teología oriental; y Gaspar Gasparini (1677-1705) que mucho se esmeró entre los Armenos y logró la unión del Katholikós de Egmiadzin, Hacob IV, con Roma.
De los 61 prefetos apostólicos de Moldavia y Valaquia, sobresalieron: Vito Piluzzi (1663-8, 1670-3), autor del primer Catecismo moldavo editado con carácteres latinos (Roma 1677, tipografía de Propaganda); Antonio Zauli (1695-1711, 1716-9) y Francisco D’Amelio (1719-21), autores de Sermones dominicales en lengua moldava; Francisco Pesci (1736-9), muy estimado y querido por el príncipe moldavo Ghika, que favoreció la acción misionera; Juan Crisóstomo Di Giovanni (1760-3, 1766-8), de origen grieca y convertido al catolicismo, se tornó arzobispo de Durazzo (1770) y consacrante en el Colegio Grieco de Roma, donde falleció en 1795 (Morariu, Series Praefectorum, en ComOFMConv 37 [1940+ 218-9, 250-3).
Añádanse los 9 obispos C. de Bacau de 1607 a 1818; los 9 visitadores apostólicos de 1825 a 1884; los primeros 2 obispos de Jassi, Nicolás José Camilli (1884-94) y Domingo Jaquet (1895-1915), que fue también destacado autor de la Historia de la Iglesia, en 2 vol., Turín 1922-3 (Morariu, Series Episcoporum, en ComOFMConv 37 [1940] 279-85; 38 [1941] 375-8; 39 [1942] 53-6, 88-91, 245-54).
Junto a la actuación de estos dignatarios, se hace mención de la obra asidua y celante de centares de misioneros. Aquí van algunos nombres entre otros: Gaspar de Noto, autor del Catecismo en lengua moldava, pero no editado (1744); Bartolomé Bassetti, y su Spéculum Órdinis; Juan Bautista del Monte que, en 1689, envió a Propaganda Fide un pormenorizado Status de la misión; y más recientemente: Bonaventura Vineri, Jorge Antón, Antonio Bisoc que hicieron la traducción de la S. Escritura en lengua rumana, la primera traducción integral de los católicos de rito latino en Rumania, sin embargo fue editada solo el NT.: Sabaoani 1916-25, 1935; Padua 1959, Roma 1965 (J. P: Pal, Originea Catolicilor din Moldava si Franciscanii Pastorii lor de Veacuri, Sabaoani 1942; Morariu, Il p. Giambattista del Monte, en MiscFranc 64 [1964] 128-37; P. Tocanel, Franciscanii Minori C. si Limba Romana, en Buna Vestire 11 [1972] 9-44).
El área misionera estudiada hasta ahora no es muy amplia, es verdad. Pero adquiere mayores proporciones en el s. XIX, cuando la Orden puede establemente llegar al continente americano (1852) implantando las actuales 4 florecients provincias USA con prolongación en Canadá, Costa Rica, Brasil, Honduras, Japón, Zambia; y en el s. XX, cuando la Orden llegó a China-Shensi (1924-5), cuyo primer prefecto fue matado cruelmente en 1930; a Japón (1930), por medio de s. Maximiliano Kolbe; a Rhodesia septentrional, hoy día Zambia (1930); a Indonesia-Java (1937) y a muchas otras regiones misioneras o no que les estaban vedadas durante siglos: Costa Rica (1946), Brasil (1947), Honduras (1948), Argentina (1949), Uruguay (1950) Japón-Islas Ryu-Kyu o Amami Oshima (1952), Australia (1954), Corea (1958), Indonesia-Sumatra (1969), Bolivia, Ghana, Colombia, México (1976-7).
Para la formación de los misioneros, la Orden, que desde sus primordios se había hecho partidaria de la urgencia de los colegios y de las lenguas orientales promovida con grande tenacidad por Rugero Bacon (1267-8) y Raimundo Lulio (13276, 1311), también en época moderna abrió colegios - y mirando a aquel objetivo específico, sin descuidar el teológico - en Asís en 1612 y 1709 que fue el primero entre todos, según afirma Mondreganes; en Roma en 1748; en Amelia, Roma, Espoleto, Brescia y en otras ciudades en épocas más cercanas a nosotros y especialmente en los años ‘20 y ‘30 (Roma, Opus tertium, ed. Brewer, Londres 1859, XXVI, p. 95; Bibl. de Tierra Santa, XIII, p. 14; Abate, Collegio delle Missioni, en MiscFranc 29 [1929] 133-8; Pío de Mondreganes, Manuale di Missiologia, Turín-Roma 1950, p. 25; Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 139-63).
5. Actividad científica y artística
La actividad científica ha sido siempre amplia y sin reserva entre los C. El estudio, que s. Francisco ya había permitido a s. Antonio: «Placet quod sacram theologiam legas fratribus» [Me agrada que enseñes la sagrada teología a los hermanos, n.d.t.], era considerado un instrumento eficaz de apostolado. Y ése fue el espíritu de s. Buenaventura el cual, encontrando en la Regla el «officium praedicandi» [oficio de la predicación, n.d.t.], saca las siguientes  conclusiones: «Si igitur praedicare non debent fábulas, sed verba divina; et haec scire non possunt nisi legant; nec légere, nisi habeant scipta; planíssimum est, quod de perfectione Régulae est libros habere, [légere], sicut et praedicare» [Es necesario que no prediquen tonterías, sino la palabra de Dios; y ésta no pueden conocerla si no estudian; tampoco podrán estudiar si les faltan libros; es evidente, pues, que es según el espíritu de la Regla tener libros, (estudiar), tal como el predicar, n.d.t.] (Tomás de Celano, Vida 2 s. Francisco, n. 163, en AnalFranc X, p. 225; Crónica 24 Generalium, ibid. III, p. 132; s. Buenaventura, Epístola de tribus quaestionibus, n. 6, en Ópera omnia VIII, p. 332).
A los Estudios universitarios generales para el estudio de la teología y la consecución de los grados académicos que la Orden había instituido desde sus comienzos (París 1236, Oxford 1230-47 aprox., Cambridge 1250 aprox.), y que se habían multiplicado a lo largo del siglo XIV (Tolosa, Padua, Bolonia, Florencia, Perusa) y del s. XV cuando, en 1437, se contaban ya 16 (juntamente a los ya mencionados: Roma, Nápoles, Génova, Milán, Salamanca, Lérida, Montpellier, Colonia); en el s. XVI los colegios fueron sustituidos, pero conservando sustancialmente los mismos derechos y deberes de los antiguos Estudios: 8 de ellos fueron fijados en las constituciones Urbanas de 1628, 4 para Italia (Roma, Asís, Bolonia, Nápoles) y 4 para el exterior (Praga, Colonia, Malta, Cracovia), y 8 Estudios habían sido instituidos por el capítulo general de Forlí en 1421: Roma, Bolonia, Padua, Perusa; París, Oxford, Tolosa, Cambridge (Felder, Storia degli Studi, Siena 1911, P. 184-93, 268-303; Brlek, De evolutione studiorum, p. 44-7; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 44 [1944] 170-6; Constitutiones Urbanae, c.V, t. 4, n. 221).
Había también la equiparación de los antiguos Estudios generales no univesitarios o no incorporados a las universidades y, naturalmente, sin derecho para conferir los grados académicos: ‘Estudios’ de teología, filosofía, lógica, y quizás gramática; Estudios provinciales del mismo género; Estudios C. o de sencillos conventos donde, para comodidad de los frailes allí residentes, se estudiaba y se comentaba la S. Escritura. Se otorgaba, también, la equiparación en los gimnasios que estaban afiliados a los colegios, y se clasificaban como siendo de I, II y III nivel: hacían parte del I nivel los gimnasios de teología: en 1628 había 10, de los caules 8 en Italia y 2 en el exterior; del II nivel, los que se podrían llamar de filosofía-liceo o filosofía metafísica con introducción a la teología: había 20, y 2 solamente en el exterior; hacían parte del III nivel los colegios de filosofía-lógica: había 44, repartidos por todas las provincias de la Orden, y 2 de ellos en la provincia de Rusia. El sustituto del Lector de S. Escritura, en los distintos conventos era, ya a partir de 1565 y también en 1596 y 1629, el Lector de teología moral o «lector casuum conscientiae» (Estudios antiguos: Brlek, De evolutione studiorum, p. 25-43; gimnasios: Constitutiones Urbanae, c. V, t. 4, nn. 22-5; Lector de moral: Constitutiones Pianae, c. IX, Bolonia 1565, p. 39).
No cabe duda que las Constituciones Alejandrinas de 1500 hablan de Colegios, pero éstos no pertenecían a la Orden; la Constituciones Pianas de 1565 hablan de Gimnasios, pero no de Niveles; los Decretos de reforma de los estudios de 1595 hablan de Niveles; la Reformatio studiorum de 1620 habla de Colegios, Gimnasios y Niveles correspondientes. Nuestro punto de referencia han sido las Constituciones Urbanas de 1628 porque son más exactas a este respecto y, además, definitivas y duraderas frente a las incertidumbres y a la corta duración de las anteriores Constituciones y reformas (Const. Alexandrinae, c. 5, Roma 1501, f. 24v; Const. Pianae, c. V, p. 26; Decr. Riforma, p. 3; Reformatio, p. 78-9).
Las Constituciones Urbanas, que llegaron hasta 1932 en virtud de las enmiendas y ‘aggiornamenti’ varios, contemplaban también cursos parecidos a los humanistico-gimnasiales o de escuela media, que debían anteceder a los cursos de Filosofía-Lógica, pero no los especifica porque eran comunes a los demás cursos similares. Alguna información acerca de eso la encontramos en la Reformatio de 1620, cuando recomienda que «emissa professione» [después de la profesión, n.d.t.], es decir antes de comenzar el curso de Filosofía-Lógica, «facultas dabitur rem grammaticam íterum repetendi et studio rethoricorum vacandi… in professorio quod erit grammaticae, humanitatis et rethoricae» [concédase la posibilidad de retomar la gramatica y dedicarse al estudio de la retórica... en la cátedra de gramatica, humanidad y retórica, n.d.t.] (Const. Urbanae, c. 2, t.9, n. 1-2; t. 22, n. 2, 4; c. 5, t. 4, n. 4; Reformatio, p. 83, 125).
Las Constituciones Urbanas hablan de los estudios que siguen a los humanístico-gimnasiales o medios, es decir los estudios de filosofía y lógica o gimnasios de III nivel; de filosofía y metafísica con introducción a la teología en los gimnasios de II nivel; de teología, casi institucional, en los gimnasios de I nivel; de teología con exigencias más científica o universitaria en los colegios. Todos los estudios tienen cursos trienales, aunque se den dispensas o reducciones; y son cursados por alumnos internos y externos, en los distintos niveles, llamados: iniciados, estudiantes, bachilleres, colegiales: los primeros están bajo la responsabilidad de un regente o maestro, llamado también lector o maestro de estudio; los segundos, bajo la rsponsabilidad de dos regentes y de un maestro de artes y fiolosfía; y los otros por dos regentes y un bachiller del convento, pero con excepciones como, por ej. es el caso de Roma, que contaba con un solo regente. Los de los grados superiores eran nombrados por el ministro general, mediante votación. Tan sólo en 1707 se concedió a los ministros provinciales y sus respectivos capítulos la selección de los lectores regentes de los estudios en sus propias provincias (Const. Urbanae, c. V, t. 4, nn. 2-7: gimnasios y colegios; nn. 3, 16: alumnos; n. 10: autoridad y lectores; c. V, t. 5, n. 1; Benoffi, Compendio, p. 307-8: designaciones; Reformatio 1629, p. 88).
A las distintas autoridades escolásticas, y también a los demás lectores - como los de «S. Escritura», de «casos de conciencia», de «cánones», de «ética» de Asistóteles (Respondens), de «idiomas» y, posteriormente, de «historia eclesiástica» - está confiada la enseñanza, que abarca el área filosófico-lógico, físico, metafísico, teológico-dogmático, moral, controvertístico; jurídico o canonístico; lingüístico, de manera especial para los idiomas de mayor utilidad para los estudios y las misiones: están expresamente mencionados el grieco, el hebraico, el caldáico, el ilírico (Const. Urbanae, c. V, t. 4, nn. 11-4: programas; n. 20: lenguas; Benoffi, Compendio, p. 301: historia eclesiástica).
La «lectio» no era todo; se practicaban también los tradicionales ejercicios escolásticos de la «disputatio» [la discusión, n.d.t.] tres veces por semana, la «praedicatio» [la predicación, n.d.t.] durante la Cuaresma, y la «repetitio» cotidiana, echando suerte entre los alumnos, y no faltaban las penalidades, que preveían también la expulsión del estudio. En los colegios y gimnasios de I nivel se realizaban los certámenes científico-literarios mediante los cuales los alumnos tenían la posibilidad de ejercitarse sobre temas de su gusto. La orientación general de todas las manifestaciones escolásticas era franciscana, de manera que la filosofía, por ej. era presentada partiendo de las distintas obras de Aristóteles, pero «ad mentem Scoti» [según el pensamiento de Escoto, n.d.t.]; la teología con base en las Sententiae de Pedro Lombardo pero, éstas, también «ex Scoto, divo Bonaventura, Alexandro de Hales, Francisco Mayronis, Ricardo» de Mediavilla [según el pensamiento de Escoto, de s. Buenaventura, de Alejandro de Hales, de Francisco Mayrone, de  Ricardo de Mediavilla, n.d.t.] (Constitutiones Urbanae, c. V, t. 4, n. 19: disputas; n. 16: predicación; n. 17: repasos: c. V, t. 6, n. 1; certámenes; c. V, t. 4, nn. 11-4: Lineamientos que la Reformatio de 1596, p. 12 exigía para la filosfía a las Súmmulae de Pedro Hispano y a los Comentaria de Pedro Tartaret).
El más ilustre entre los colegios fue el de s. Buenaventura en Roma que, fiel al estatuto de su fundador Sixto V, debía seguir el método teológico buenaventuriano. Sin embargo, acabó por asimilar una orientación más escotística, y la serie de sus regentes y alumnos dan fe de este cambio. Nunca faltaron, es verdad, excelentes buenaventurianos, seguidores de la «Via… Seraphici eximii Doctoris s. Bonaventurae» [Método del eximio doctor seráfico s. Buenaventura, n.d.t] trazada por aquel Papa, pero la verdad es que, de aquel Colegio, egresaron más escotistas que buenaventurianos, todos laureados en sagrada teología, con especialización buenaventuriana o escotista, como en los demás colegios de la Orden que los papas instituían «ad instar Collegii S. Bonavneturae». La laurea ya estaba prevista en el breve Ut ampliores de Pío IV (15-7-1561), que confirmaba a la Orden «in perpetuum, et auctoritae apostólica» [de una vez para siempre, y con la autoridad apostólica, n.d.t.] la autorización de conferir «lauream in artibus et teología… cum iisdem privilegiis et iúribus Universitatum, praevio dumtaxat regulari studiorum currículo et rigorosis examínibus in Collegiis Órdinis opportune designandis» [la laurea en las distintas disciplinas y en teología con iguales privilegios y derechos de las demás Universidades, bajo condición de un previo regular currículum de estudios y rigurosos exámenes que deberán ser oportunamente establecidos en los Colegios de la Orden, n.d.t.]. Las constituciones de 1628 reconocían 8 colegios, es decir 4 en Italia y 4 en el Exterior, incluyendo el de Roma; aquel mismo año se les añadió el de Leópoli, y luego el de Padua (160), y el de Nápoles «Bonaiuto» (1633) y otro en Urbino 1701 (Sixto V, Ineffabilis divinae, 18-12-1587; Cum nuper, 13-4-1589, en Collectio Bullarum Collegii S. Bonaventurae, Roma 1780, p. 9- 41; Di Fonzo, Lo Studio del Dottore Seráfico nel Collegio di S. Bonaventura, en MiscFranc 40 [1940] 153-86; Seraphicum-Annuarium Academicum 1973-74, en Nota Historica [Roma 1973] 3-4).
Los colegios dejaron de existir a raíz de las supresiones de los ss. XVIII-XIX. El colegio romano ambién fue suprimido en 1873. Sin embargo, éste fue el único que, de alguna manera, logró renacer a través de la Facultad Teológica, que fue devuelta a la Orden en 1905; y subsiste en el actual Seraphicum-Pontificia Facultad Teológica de S. Buenaventura. El pluralismo científico y teológico de nuestros días no permite crear un estilo propio, una corriente específica como las ya indicadas de la «vía Scoti» o «vía S. Bonaventurae» [corriente escotista, o corriente bonaventuriana, n.d.t.]; pero los estudios C., aunque estén organizados como todos los demás, no actúan al margen de sus maestros. En efecto, las últimas constituciones de la Orden (1969-75) declaran que «en los estudios teológicos y demás disciplinas de carácter científico los frailes lleven en cuenta las tradiciones doctrinales de la escuela franciscana»; y los últimos estatutos de la Facultad (1973), después de mencionar a su celestial patrono s. Buenaventura, y presentar su curso de especialización cristocéntrica, afirman: «Facultas franciscanis traditionibus inhaerens íntegram suam doctrinam disponit ita ut Christus sit eius centrum» [La Facultad, adheriendo a las tradiciones franciscanas, ordena íntegramente su doctrina de tal manera que Cristo ocupe el puesto central, n.d.t.] (Const. 1969-75; n. 60/1; para los distintos estudios: nn. 31/3, 47/2-3, 51/1-2, 52/2, 53/2, 56-61/1-3, 150/1-3; Statuta Facultatis, art. 10, 55/1; organización, normas y programas, art. 1-88 de todos los estatutos; Nota historica, p. 3-7).
En el área científico-cultural, el conventualismo de nuestros tiempos cuenta con hombres tan sobresalientes como los más destacados personajes de la antigüedad franciscana. Los llamaban ‘nuestros maestros y doctores’ - particularmente a Juan Duns Escoto, el «doctor noster» por excelencia - y siguieron con fidelidad y pasión sus enseñanzas, destacándose también en las distintas áreas del conocimiento humano y eclesiástico bien sea en las cátedras de la Orden bien sea en las externas o en las universidades públicas donde, en el oficio de «lectores publici» [profesores reconocidos, n.d.t.] hasta final de ‘700, fueron los paladines del escotismo filosófico y teológico (Reformatio studiorum 1620, p. 81, 90, 102, 105, 127 Escoto; Const. Alexandrinae 1500, v. V, f. 26r; Const. Pianae 1565, c. V, p. 26; Decreti 1596, p. 15: lectores públicos; N. Papini, Lectores publici, en MiscFranc 31 [1931] 95-102, 170-4, 259-60; 32 [1932] 33-6, 72-7 con la indicación de 35 universidades en Italia y en el Exterior, y 687 lectores, y otros no numerados ni especificados).
Entre los Filósofos y Teólogos mencionamos a: Mauricio Hibérnico O’Fihely, primate de Irlanda (†1513), autores de ediciones y comentarios filosóficos sobre Escoto (Venecia 1506, 1514, 1522); Antonio Trombetta (†1517) y sus Questiones y Expositiones filosóficas y el Tractatus contra Averroístas (Venecia 1498); Jorge Benigno Salviati Dragisic (†1520), defensor de Savonarola y preceptor de Juan de Médici, futuro Léon X: Logica Scoti et b. Thomae y De natura angélica (Florencia 1480,1499); Tomás Murner (†1537), uno de los más eficaz opositores de Lutero: Von Doctor Martinus Luthers Lehren und Predigten (Estrasburgo 1520), y el poema satírico Von dem grossen Lutherischen Narren (ibid. 1523); Cornelio Musso (†1574), padre y teólogo tridentino: De divina historia o el misterio trinitario (Venecia 1587); Card. Constanzo Torri (†1595), promotor de la edición vaticana de s. Buenaventura y autor de la Conciliatio entre s. Tomás y Escoto (Lyon 1577, Quaracchi 1910); Marcos Antonio Capelli (†1625), hábil controversista en defensa de la República de Venecia con su Controversias con Pablo V (Venecia 1606) y en defensa de la Iglesia con su Adversus praetensum Primatum ecclesiasticum Regis Angliae Jacobi I (Bolonia 1610) como ya Enrique y Juan Standish (†1524 y 1558 prox.) habían escrito en contra de Enrique VIII y en defensa de la unidad de la Iglesia en Inglaterra: De matrimonio Catharinae non dissolvendo (Nápoles 1542) y De unitate ecclesiae anglicae (Angliae 1556).
Los más grandes representantes del escotismo de ‘600 fueron: Ángel Volpi (†1647), autor de la Summa scotística (12 vol. fol., Nápoles 1622-46), Bartolomé Mastrio, «princpes scotistarum» (†1673) y Buenaventura Belluto (†1676) autores del Cursus Philosophicus (5 vol. fol., Venecia 1678); Belluto escribió también Disputaciones de Incarnatione (Catania 1645); Mauricio Centini (†1641): De Incarnatione et de Sacramentis ad mentem Scoti (Messina 1637), y Mastrio: Disputationes in I-IV Sent. Scoti (4 vol. fol., Venecia 1675) y Teología moralis ad mentem Seraphici et Subtilis (ibid. 1671); el card. Lorenzo Brancati (†1693) autor de Commentaria in III et IV Sententiarum Scoti (8 vol. fol., Roma 1653-82).
Los buenaventurianos de aquel siglo fueron: Pedro Capulio (†1625): Commentaria in I et II Sent. divi Bonaventurae (Venecia 1623-4); Mateo Ferchio o Fercic (†1669), aunque siendo fervoroso escotista, escribió De Angelis ad mentem s. Bonaventurae (Padua 1658); Bonifacio de Augustinis (†1698): la Summa bonaventuriana (Roma 1696).
En el siglo siguiente se destacaron los escotistas: Sebastián Dupasquier (†1718): Summa Theologiae Scotisticae, editada varias veces (8 vol., Lyon 1695, Padua 1706, 1719-20, 1743); José Antonio Ferrari (†1775): Philosofia, y Theologia ad mentem Scoti (respectivamente 3 vol., Venecia 1767, y 1760-8); Lorenzo Altieri (†1796) y Andrés Sgambatti (†1805): ambos estuvieron menos comprometidos con el escotismo, y Sgambatti adhirió más a s. Buenaventura, sin embargo los dos eran escotistas, y por este motivo fueron estudiados en las escuelas de las demás familias franciscanas: los Elementa philosophiae de Altieri alcanzaron 12 ediciones (3 vol., Ferrara 1770 - Venecia 1795); y 14 vol. también de De theologicis institutis de Sgambatti (Nápoles 1775-82).
El siglo XVIII presenta también a un buenaventuriano místico y a un moralista innovador: Casimiro Liborio Tempesti (†1758): Mística theologia secondo lo spirito e le sentenze di s. Bonaventura (2 vol., Lucca 1746); Rainerio Sasserath (†1771): Cursus theologiae moralis (3 vol, Colonia 1760) juntamente al controversista Bernardino Pianzola (†1803): Manualis bibliotheca historico-ethico-polemica advesus omnium infidelium sectas, con referencia especial al Oriente, según el ejemplo de sus destacados antecesores en aquella área, Ángel Petricca (†1673) con su Turris David o De Ecclesia (Roma 1647) y De Appellationibus (Ibid. 1649), y Egidio de Cesarò (†1680 aprox.) y sus Controversias (Messina 1664) y Apología (Venecia 1678).
El siglo XIX dio a luz a un grande filósofo y pedagogo, Gregorio Girard (†1850), suizo, promotor de las escuelas populares y del método de «escuela materna» o de la enseñanza recíproca entre los niños. Presentó su metodología en distintas obras: De la valeur morale de l’enseignement mutuel (Friburgo 1825), De l’enseignement régulier de la langue maternelle (París 1844), Méthodes et procédés d’éducation (Friburgo 1853); pero sobtretodo lo llevó adelante a través de sus escuelas «Gerardinas», que fueron adoptadas también en Inglaterra, Francia, Italia.
Completan esta breve reseña de ilustres filósofos, teólogos y controversistas, un teólogo sacramentario, un mariólogo que fue también un apóstolo mariano, un teólogo bonaventuriano y dantista y un grafólogo: Juan Bautista Marrocu (†1867): De re sacramentaria (4 vol., Roma 1840); s. Maximiliano Kolbe (†1941): Escritos marianos (Cfr. E. Piacentini, Dottrina mariologica del P. Kolbe, Roma 1971); León Cicchito (†1972): Postille bonaventuriano-dantesche (Roma 1940, Nápoles 1964-5); Jerónimo Moretti (†1963): Análisis grafológicas, Grafología pedagógica y moral, y especialmente el Tratato de grafología que ha llegado a la 11 edición (Padua 1972).
En el área de la historia ya han sido nombrados, con sus obras más destacadas, los que en el s. XVIII conformaron la escuela histórica C., por cierto sumamente preciada por Sabatier. Ellos son: el grande Juan Jacinto Sbaraglia (†1764) entre otros, iniciador de la historiografía crítica franciscana (Cfr. V, C, 2). Bastará recordar a algunos de sus antecesores y continuadores: Pedro Ridolfi de Tossignano (†1607): Catalogus generalis scriptorum OMin (Florencia 1578), el primero en su género, inspirador del Wadding, Juan de S. Antonio, Sbaraglia; Historiarum Seraphicae Religionis libri tres (Venecia 1586), anteriores a Gonzaga y a las obras amplias de Wadding y de De Gubernatis, de Annibaldi, de Benoffi aunque hubiesen sido precedidads por las menos valiosas Crónicas de Marcos de Lisbona.
Antecede a la escuela del s. XVIII Juan Franchini (†1695), autor de De antiquioritate franciscana Conventualibus adiudicata (Ronciglione 1682) y de Bibliosofia y de Memórias literarias de escriptores Franc. C. después de 1585 (Módena 1693); le siguen Nicolás Papini (†1834): Etruria Francescana (Siena 1797), Storia di S. Francesco (2 vol., Foligno 1825, 1827); Luis Palomes (†1906): Dei Frati Minori e delle loro denominazioni (Palermo 1897, 1897-98, 1901 en francés), obra ligada a la Storia di s. Francesco d’Assisi que mereció 10 ediciones (Palermo 1873-83); Corrado Eubel (†1923), ya mencionado como continuador del Bullarium Franciscanum de Sbaraglia y iniciador de Hierarchia Católica (Cfr. V, E).
Los más cercanos a nosotros: Domingo Sparacio (†1928) y su trilogía sobre S. Buenaventura (Roma 1922), S. Antonio (2 vol., Padua 1923), S. Francesco (Città di Castello 1928), Frammenti bio-bibliografici di scrittori e autori OFMConv fine ‘600-1930 (Asís 1931); Rafael Huber (†1963): A documented History of the franciscan Order 1182-1517 (Milwaukee, Wis. 1944); José Abate (†1969): ediciones de distintas fuentes franciscanas como constituciones generales y provinciales, Regesta Órdinis, Memoriales-Estatutos y Actas de capítulos, Secuencias, Legenda Neapolitana y Legenda 3 Sociorum b. Francisci (MiscFranc 1921-4, 1929-39); La casa dove nacque s. Francesco (Gubbio 1941); La Casa paterna di S. Chiara (Asís 1946); Il primo Breviario Francescano 1224-27 (Roma 1960); la «Vita Prima» de s. Antonio (Padua 1968).
Entre los cultores de ciencias que la Orden tuvo, después del matemático Lucas Pacioli (†1517), autor de la Summa de aritmética (Venecia 1494) y de otra obra más destacada, De divina proportione, con ilustraciones de su amigo Leonardo de Vinci (Milán 1497), se deberá hacer mención del astrólogo Hilario Altobelli senior (†1637), descubridor de una nueva estrella (9-10-1604), y que, a raíz de este descrubimiento, en un principio fue impugnado por Keplero que afirmaba que dicha estrella había aparecido el día después, y tuvo relación de amistad con Galileo Galilei, a quien, ya a partir de 3-11-1604, le enviaba informaciones sobre su descubrimniento. Altobelli escribió De nova stella (sítio y fecha incierta), Nova doctrina contra opinionem Aristótelis de generatione cometarum (Venecia 1627), Tábulae regiae divisionum coeli (Macerata 1628). Otro científico muy conocido fue el cosmógrafo de la República de Venecia Vincenzo Coronelli (†1718): ya lo hemos mencionado juntamente a su grandiosa producción científica y cultural (Cfr. V, C, 1).
Los letrados C. han sido poetas, pensadores, dantistas, y éstos últimos se destacaron de manera especial. Dante Alighieri había estudiado en el ‘Estudio’ general de S. Corce en Florencia, y esto también le granjeó admiradores ente los Franciscanos. Algunos de los antiguos dantistas: Acursio Bonfantini (†1335), primer comentarista de Dante en el Duomo de Florencia, luego de la muerte del poeta; Juan Bertoldi de Serravalle (†1445), que tradujo al latin la Divina Comedia, tornándola accesible a los Padres no-italianos que estaban presentes en el Concilio de Constanza (1418) y, por supuesto, a toda la cristiandad: Translatio et commentum Dantis Aldigherii (Prato 1891).
Como poetas, tuvimos entre otros a: Francisco Mauri (†1572): Francisciados poema (Florencia 1571); Francisco Moneti (†1713): Cortona nuovamente convertita (Londres 1797, Arezzo  1930); Lorenzo Fusconi (†1814): Poesie scelte (Milán 1820), y Versi sacri e morali (Pésaro 1833). Y, entre los más cercanos a nosotros, dos dantistas famosos: Baldazar Lombardi (†1802), comentarista de Dante en la basílica de los Santos Apóstoles en Roma y autor de un destacado comentario que alcanzó 8 ediciones y mereció el elógio de Vincenzo Monti y fue defendido por el mismo: Divina Commedia di Dante Alighieri con note (vol. único, Roma 1791; 3 vol., Roma 1815s); Esteban Ignudi (†1945): su Commento alla Divina Commedia es obra póstuma (3 vol., Padua 1948-9) que se suma a un sin número de opúsculos dantescos publicados anteriormente. (Para los distintos nombres de filósofos, teólogos, controversistas, historiadores, científicos, letrados: Cfr. Scriptores de Tossignano, Wadding, Sbaraglia; Bibliosofía de Franchini; Frammenti bio-bibliográficos de Sparacio; y para los más recién ComOFMConv, Cfr. los respectivos años de muerte).
Sobresaliente fue la actividad artística: en calidad de promotores, se debe a los Franciscanos el hecho que en las iglesias franciscanas, de manera especial en la basílica de Asís, construida sobre la tumba de s. Francisco, el arte italiano nace y florece por intermedio de Cimabue, Giotto, Simone Martini, los hermanos Lorenzetti; como ejecutores de obras de arte, entre los antiguos: Fr. Elías de Asís y Felipe de Campello arquitectos, Iacopo Turriti mosaicista, fray Martín de Asís pintor; en época moderna muchos miniaturistas y vidrieros: Juan Giocondo (†1515), que trabajó junto con Rafaello y  Sangallo, en calidad de arquitecto, en la basílica de S. Pedro en Roma; los pintores José Sacchi (†1690), hijo del conocido Andrés, y Pascual Sarullo (†1893); los vidrieros Gabriel de Camerino (†1641 aprox.) y Tomás Rondoni (†1834), autor de algunas vidrieras en Asís y en otras ciudades franciscanas (L. Bracaloni, L’arte francescana, Todi 1924, p. 78-80, 154, 334, 366; Di Fonzo, I Francescani, p. 217-8, 273-4).
Los músicos y musicólogos, maestros de capela y organistas C. fueron incontables: todos fundaron distintas escuelas en el área artístico musical, y prestaron su obra en las iglesias y basílicas de la Orden y en muchas otras iglesias y catedrales de Italia y del Exterior. Se calculan más de 300 maestros C., y, muchos de ellos, sobresalientes. Entre los más insignes podemos nombrar a: Rufino Bartolucci (†1550), iniciador del coro fraccionado, modalidad característica del coro doble, ya atribuída a Adrián Willaert, pero reivindicada por Casimiri a Bartolucci; Constanzo Porta (†1601), polifonista y contrapuntista, renovador de la musica sacra juntamente con el Palestrina, autor del famoso Trattato di contrappunto, compositor de misas, salmos, himnos, letanías, motetes, madrigales editados entre 1555-1601, y recién en 25 vol. en Padua (1964-70, 2.a ed. 1973); Jerónimo Diruta (†1622), organista, compositor, teórico musical que, a través de su Transilvano (I parte, Venecia 1593; II p. ibid. 1609-10, juntamente con otras ediciones) lanzó un muy precioso tratado de técnica organísitca. Entre los polifonistas y contrapuntistas sobresalen: Francisco Ángeli, apodado el «Rivotorto» (†1697), Francisco Antonio Callegari (†1742), maestro de Tartini y de Benedicto Marcello, el cual publicó dos cartas «en las que se delinea la nueva teoría del bajo fundamental y de los ‘rivolti’ (1724, 1726)»; Francisco Antonio Vallotti (†1780), autor del Trattato della moderna musica (Padua 1779, 1950).
El más destacado, y muy apreciado en Italia y en el mundo: Giambattista Martini (1784), compositor, historiador y teórico musical. A él se debe: Historia de la música (3 vol., Bolonia 1757m 1770, 1781; rest. anastática, Graz 1967); Saggio fondamentale pratico di contrappunto (2 vol., Bolonia 1774, 1776); Letanías y antífonas marianas (ibid. 1734), Sonatas para órgano y cémbalo (Ámsterdam 1742), Dueto para cámara (Bolonia 1763); 52 Cánones (Venecia 1785); y una gran cantidad de composiciones aún inéditas de música litúrgica (misas, oficios divinos, motetes), música extralitúrgica (árias, cantatas, cánones, duetos, tonadas, oratorios como Salomón, y S. Pedro, obras tatrales como Don Quijote, El Maestro de música, La Dirindina), música instrumental (sinfonías, conciertos, sonatas). A todo eso, añádase el muy amplo e interesante epistolario de 6.000 cartas aproximadamente, dirigidas a los más ilustres músicos, personajes y príncipes de su tiempo, y editadas apenas una reducida parte (136 cartas, Bolonia 1888); y también la abundantísima biblioteca musical que él mismo organizó en el convento de S. Francisco en Bolonia con «aproximadamente 18.000 piezas entre códigos antiguos, incunábulos, manuscritos o cópias y obras impresas de grande finura», conservada actualmente, grande parte, en el Conservatorio de la ciudad que, con razón, lleva el nombre de Martini.
Discípulos y cohermanos de Martini fueron Luís Antonio Sabatini (†1809), maestro de Capela en el Santo de Padua, compositor totalmente inédito, y autor de distintas obras teóricas como el Tratato sobre las fugas musicales (2 vol., Venecia 1802); y Estanislao Mattei (†1825), también compositor y teórico musical, muy apreciado por su gran cantidad de composiciones sagradas y profanas, la mayoría aún inéditas, su Práctica de acompañamiento sobre bajos numerados (3 vol., Bolonia 1830), su enseñanza que le mereció tener como estudiantes excepcionales a Rossini, Morlacchi y Donizetti.
Músicos contemporáneos: Alejandro Capanna (†1892), maestro en S. Francisco de Bolonia, donde se guarda la mayor parte de su producción musical: comprende muchas misas, salmos, antífonas marianas y franciscanas - algunas ya editadas - y también dos tragedias líricas sobre Ludovico el Moro, y Luchino Visconti; Alejandro Borroni (†1896), maestro de capela en Asís donde están guardadas, casi todas inéditas, sus composiciones: una sóla fue editada y muy conocida Tota Pulchra; Domingo Stella (†1956), también maestro en Asís, compuso y publicó la Missa patriarcalis con más voces (1948), y muchas antífonas, himnos y cánticos litúrgicos y franciscanos: el más conocido es el Cántico de las criaturas (1926); Bernardino Rizzi (†1968), autor de muchas misas, salmos, responsorios, himnos y también los poemas sinfónicos Carnaro, y Polonia, el drama Misterio de S. Cecilia, el Tríptico dantesco, los oratorios S. Francisco, y el Santo (Padua, Basílica del Santo 1931; Teatro Verdi 1963), y Pablo de Tarso (Basílica del Santo 1968). (Para los distintos músicos: S. Mattei, Serie dei Maestri di Capella OFMConv, ed. D. Stella, en MiscFranc 21 [1920] 42-8, 147-50; 22 [1921] 44-8, 134-8; 23 [1922] 122-41; D. Sparacio, Musicisti OFMConv, en MiscFranc 25[1925] 13-29, 33-44, 81-112; Dizionario Ricordi della musica e dei musicisti, Milán 1959, p. 110, 232, 341, 398, 720, 725, 1080).
En lo que a las artes se refiere, las actuales constituciones preven una «técnica institutio» para todos, con la posibilidad de practicar y enseñar algun ofício o disciplina que mejor responde a la índole de cada uno. Y, efectivamente, hoy por hoy no faltan en la Orden buenos maestros de capela, compositores, musicólogos, organistas, pintores (Const. 1969, nn. 56/1, 57/2, 143/2).

6. Actividad caritativo-social
Tras el ejemplo de s. Francisco y de sus primeros compañeros que se habían volcado a la asistencia a los enfermos, y de manera especial a los leprosos, y que habían ido por campos y ciudades con el fin de apaciguar los ánimos y las facciones contrarias, habían ido al encuentro de los pobres y desheredados para reconfortarlos y ayudarles en su pobreza y abandono, la Orden muy pronto se tornó promotora de obras caritativo-social no sólo  circunstanciales sino también ámplias y duraderas (Tomás de Celano, Vita I, nn. 17, 23,65, 76, en AnalFranc X, p. 16, 20, 49, 56).
La decisión de ubicarse en las ciudades, y el abandono, por lo menos parcial, de los primeros romitorios de periféria o de montaña, respondía a una instancia apostólica de carácter social. Y eso lo recuerda expresamente s. Buenaventura cuando, al contestar a un opositor que pensaba que el urbanarse de los frailes representaría un comienzo hacia una vida más cómoda, le recuerda que, al contrario, había sido deseo de la Iglesia y de la Orden que los frailes estuviesen presentes en medio del pueblo, «inter hómines» - era la época de la formación de las comunas - «propter eorum aedificationem, ut promptius adsimus, quando requirunt a nobis poenitentiam, doctrinam ac salutis consilium» [para su edificación, de manera que más prontamente podamos estar cerca de ellos cuando nos solicitan por alguna penitencia, orientación o palabra de consuelo, n.d.t.] (Determinationes super Regulam, q. 5, en Ópera omnia VIII, p. 340; L. Ganshof, Lo sviluppo delle città, en Grande storia gen. Mondadori 4 Milán [1969] 456,466).
Las palabras de s. Buenaventura manifiestan el alto valor social de la obra pastoral y formativa de la predicación, enseñanza, admoniciones, consejos llevada a cabo por los Minorítas desde sus comienzos, en pro de los humildes y sábios, de los débiles y poderosos, mediante la obra de los predicadores y directores de almas, maestros y consejeros, legados papales como ya se ha podido constatar y recordar.
Se introdujeron pronto nuevas modalidades de asistencia a través de la fundación de hospitales y hospicios para expósitos, el ‘Hospicio de la caridad’ de fray Petruccio de Asís en Venecia (1335-46), entre otros, y después los ‘Montes de Pietà’ y los ‘Montes Frumentarios’ que, promocionados por los Observantes, lograron, en los años 1458-62, llevar a cabo una actividad verdaderamente beneficiosa en pro de los menos pudientes, y fue eficaz para contrarrestar la usura (Rinascita Serafica: attività sociale, Roma 1951, p. 149-50).
Los siglos siguientes presentaron nuevas exigencias, y de esta manera surgieron nuevas modalidades de caridad: los esclavos y presos cristianos, que aumentaban siempre más a raíz de las embestidas de los Turcos en los siglos XVI-XVII, llevó a emprender la obra «pro redemptione captivorum» [para el rescate de los prisioneros, n.d.t.] donde los C. se destacaron: Francisco Visdomini (†1573) orador y teólogo conciliar tridentino, amigo de s. Felipe Neri; pues con las ofrendas recibidas por sus prédicas, rescató a 7.000 cristianos; el ven. Francisco Zirano que, llegado a Argel con aquel mismo objetivo, encontró el martirio (†1605); el grande Coronelli (†1718) que, a fin de rescatar a los prisioneros cristianos de la República de Venecia, envió al Rey de Túniz (1696) sus globos y los grandes volúmenes de su Atlante Veneto. Obra similar a ésta fue realizada en Oriente europeo por el polaco Adalberto Debolewski a través de una especial congregación (1625) que tenía como objetivo la liberación de los esclavos que estaban en manos de los Tártaros (Benoffi, Compendio, 261; C. Devilla, Il ven. F. Zirano, Sássari 1941; A. Sartori, Regesto coronelliano, en MiscFranc 51 [1951] 97, 317).
Entre los apestados trabajaron: Aníbal Santucci (†1595), que introdujo un estilo nuevo de caridad durante la peste de Milán de 1575; el convento de Locarno, el cual recogía a muchos apestados durante la peste de la ciudad en 1576; lo mismo en Constantinopla por obra de Félix de Moravia y Antonio de S. Genesio en 1695.
No faltaron apóstoles para los presos y condenados a muerte: Carlos Sparavelli (†1591), Felipe de Ravena (†1598), s. Francisco Antonio Fasani (1742), apodado el «†Fraile de la horca» (Acta S.C. de Propaganda Fide: Roma 1951, p. 193-5).
En el área de la instrucción popular, sobresalió grandemente el pedagogista Girard (†1850), ya mencionado, iniciador de la metodología de «escuelas maternas» y de las s «Girardinas» cuyo valor social ha sido claramente expresado por su ideador. A los adversarios, «partidarios del oscurantismo», como les llama, que «predicaban la ignorancia», afirmando «que las luces son un veleno para el pueblo», y temiendo que la instrucción de la juventud pudiese romper el equilibrio entre las clases, hacer desaparecer la clase trabajadora, y provocar una inversión en la sociedad civil, Girard argüiba diciendo que su temor era «ciego y ridículo», porque «la dignidad del hombre, el éxito de la agricultura y de las artes, la economía doméstica, el mantenimiento del orden social, las buenas costumbres y la religión, son sustentadas por la fuerza de la instrucción popular» (Raport à la Société économique, 5-11-1816, en L. Veuthey, Girard, Brescia 1946, 22-3).
A lo largo de estos siglos, tal como en la antigüedad franciscana, no faltaron maestros y consejeros de príncipes, predicadores y confesores de palacio, hombres de mucho prestigio por causa de su cultura y piedad que, ante las autoridades políticas y religiosas que los estimaban y le brindaban su amistad, supieron intervenir a favor de la Iglesia y de la sociedad. Se recuerdan: Jorge Benigno Salviati Dragisic (†1520) y Urbano Bolzanio (†1524), maestros de Juan de Médici, posteriormente León X; Trebazio Mariotti (†1599) muy considerado en la corte del duque Carlos Emanuel I de Saboya; José Porta consejero y limosnero de Enrique IV de Francia (1608); Félix Franceschini, posteriormente Ministro General (1625-32), enviado de Urbano VIII junto a la Granduquesa de Toscana, Cristina de Lorena, Regente de Ferdinando II (1623) y junto al Duque de Urbino Francisco II Della Róvere (1624) que, en aquellos años, entregaba sus Estados al Papa; Juan Bautista Bonamonte músico del emperador Ferdinando II (1627); Francisco Pradiel (†1650 aprox.) predicador en la corte de Luís XIII y XIV de Francia; Jerónimo Franceschi (†1694 aprox.) y Juan Franchini (†1695), respectivamente muy queridos por los Granduques de Toscana Ferdinando II y Cosme III, y por el Duque de Módena Francisco II; Vincenzo Coronelli (†1718), y Juan Bautista Martini (†1784) que mantenía contacto mediante correspondencia con casi todos los Príncipes, Papas, hombres cultos de su tiempo; Gregorio Girard (†1850) consejero y colaborador con el gobierno suizo y, de manera especial, con el cantón de Friburgo y de Lucerna a través de sus Projets d’éducation publique (Caratelli, Manuale, p. 325, 330, 335,336, 337, 340,342; Pablo V, Spirituali, 31-1-1608: WaddingAnnMin, Reg. 1608, 44: vol. XXIV, p. 557; Urbano VIII, Mittimus 18-10-1623; Docuit nobilitas 10-3-1624; Si Pontificiis, 2-8-1624; Alis por parte, 10-5-1627;WaddingAnnMin, Reg. 1623, 7; 1624, 16; 1624, 29; 1627, 77: vol. XXV, p. 580, 588, 597,638-9; Sartori, Regesto coronelliano: MiscFranc 51 [1951] 287-372; Zaccaria, Martini destinatari 6000 cartas, p. 334-45; Veuthey, Girard, p. 18-27).
En tiempos más cercanos a nosotros, surgieron las siguientes instituciones: Obra del pan de los pobres o Pan de S. Antonio, en Padua (1887); en Loreto, la Pía casa de asilo Hermes que, en 1911, recibía los restos de su fundador, el p. Luís Hermes, que había sido ‘penitenziere’ holandés en la basílica loretana; en Arad, Transilvania, un Centro de trabajo dependiendo de la tipografía de la revista Vasàrnap o El Domingo (1923); en Áscoli Piceno, el Pío instituto del S. Corazón para huérfanos (1926); en Ancona, el Instituto para hijos de marineros (1947); en Padua-Noventa Padovana, el Orfelinato Antoniano (1949); en Aversa-Nápoles, Los Benjamínes de S. Francisco (1950); el Instituto para parapléjicos de Konogai en Japón (1954); y se pueden añadir los muchos orfelinatos, casas del niño, ciudad de los chicos, albergues, patronatos, palestras, salas de cine y teatro, colonias y campamentos y demás iniciativas que tomaron cuerpo en el posguerra: Comida para pobres, Mesón del pobre, Armario del pobre, Cesta para los pobres; Instrucción profesional o de recalificación de obreros, Escuela de servicios sociales y expertos del trabajo, Escuelas populares, etc. (ComOFMConv según los distintos años; Rinascita Seráfica: Arrività sociali, p. 149-59).
Llegando a nuestros días, aparte las distintas actividades mencionadas en los números anteriores, calificadas de pastorales, misioneras, escolásticas y culturales que especifican su aporte social; y aparte cuánto mencionado en este número, y que fundamentalmente tiene vigencia, aunque cambiado y ‘aggiornato’ cuanto a nombres y cuanto a casos específicos; se hace referencia a lo ya dicho, presentando la Situación actual de la Orden, haciendo mención, aquí, de las más representativas actividades sociales actuales: Centros editoriales de El Mensajero de S. Antonio en Padua, del Seibo no kishi o Caballero de la Inmaculada en Nagasaki, Japón, de la Città di Vita en Florencia, de Laurenziana en Nápoles: los dos primeros obtienen el primato; las Ciudades de la Inmaculada de Italia, América, Japón, Polonia, donde, en Niepokalanów, se erige, quizás, la más grande ciudad monástica católica con 314 religiosos, excelentes predicadores y escritores, habilidosos artesanos y mecánicos, y también apreciados y amados bomberos de la región;  la Ciudad de los niños en Santo André-Sáo Paulo de Brasil; la Zeno shonen Bokuio o Ciudad hacienda Fray Zeno en Notokara de Japón; los Estudios teológicos para laicos, especialmente en Florencia y Padua; la asistencia espiritual en muchas cárceles de Italia y del Exterior, en Roma, por ej. Regina Coeli y Rebibbia (detalles y bibliografía: Cfr. VII).
Las Constituciones actuales de 1969-72, rumiando aquel texto de s. Buenaventura, después de haber subrayado la tradicional variedad de apostolado de la Orden, así hablan de las actividades sociales: «Los hermanos se esforzarán por conocer la sociedad de los hombres en mediode los cuales viven, a fin de cultivar la relación con ella y ofrecerle el ministerio pastoral (…) Estarán siempre disponibles para servir a los pobres, los enfermos, los prisioneros o encarcelados, los exilados y a los menesterosos de toda clase» (Const. 1969-75, n. 124/1-4).


Bibliografía

I.         Fuentes de la Orden.
1.  Papales: BullFranc I-IV, a 1218-1303, ed. I. H. Sbarálea, Roma 1759- 68; V-VII, a. 1303-1431, ed. C., Eubel, ibid. 1898-1904; I-III, ns. a. 1431-84, ed. U. Hüntemann-J. Pou y Martí Quaracchi 1929-49; Collectio Bullarum OFM Conv hasta 1750, recopiladas por J. H. Sbarálea, pero sin ser editadas (Arch. gen. de Santos Apóstoles en Roma); Regestum Pontificium, en WaddingAnnMin I-XXXII, a. 1182-1680 Quaracchi-Roma 1931-64; Minuta y texto crítico de la bula Ite vos de León X en ArchIbAmer 18 (1958) 332-53; Decretos Pontifícios 1654-1713 acerca de OFMConv, ed. V. Coronelli, Venecia 1715, y ya en apr. Const. Urbanae, Venecia 1694 Roma 1702; Documentos papales desde 1713 en Collectio cit.; apénd. Const. Urbano-Clementinae, París 1771, Roma 1894; Const. Pio-Urbanae, Roma 1823, Mechelen 1880; Notitiae ex Curia y ComOFMConv 1904s.
2. Capitulares y generalicias: Constituciones: Alexandrinae, Roma 1501, Barcelona 1540, Bolonia 1587; Venetae, Venecia 1546; Assisienses, Venecia 1549; Pianae, Bolonia 1565, Ancona 1566; Urbanae, ed. previa Roma 1626, ed. definitiva Roma 1628, Grenoble 1676, Venecia 1694, Roma 1702, París 1711, Bolonia 1722, Maguncia 1736, Venecia 1741, Nápoles 1754, Venecia 1757, Asís 1803; Urbano-Clementinae, París 1771, Roma 1894; Pio-Urbanae, Roma 1823, Mechelen 1880; Const. OFMConv 1932, Roma 1932; Const. Conv 1969-75, ibid. 1975; Regesta Órdinis desde 1488, un centenar de vol. (Arch. gen. Roma), editados sólo para algunas provincias desde 1488-94, en MiscFranc (1921-4, 1932-8); Acta Capitulorum Gen., Acta Órdinis, Epistolae Min. Gen. en las fuentes ya indicadas y, para las más recientes, Notitiae ex Curia y ComOFMConv 1940s).
3. Várias: Documentos en ap. F. A. Benoffi, Compendio di storia minorítica, Pésaro 1829, p. 341-54; Dei Procuratori Generali, Pésaro 1830, p. 46-51; L. Palomes, Dei F. M. e delle loro denominazioni, Palermo 1879, ed. mejorada 1897, 50 doc. siguen vários cap., p. 60-82, 371-441, 466-8.
II.       Fuentes de las provincias
1.  Papales: Inocencio X y la supresión de los pequeños conventos en Italia, documentos en ap. a G. Franchini, Status Religionis Franciscanae, Roma 1682, p. 113-36; Clemente XIV y la unión de las provincias Obs. con las C. de Francia, doc. en apr. a Const. Urbano-Clementinae, Roma 1894, p. 3-57; Elenchus Romanorum Pont. Epistolarum S. Conventus Assisiensis, ed. C. Eubel, en ArchFranHist 1 (1908) 601-16; 2 (1909) 108-22; Bullarium Pont. S. Conventus, ed. L. Alessandri-F. Pennacchi, Quaracchi 1920, extracto de ArchFrancHist (1915-20); Fuentes papales indicadas para la Orden.
2.  Capitulares, generales y provinciales: Aparte las Acta Capitularia, Regesta o Acta Provinciae, desgraciatamente no editadas en los distintos Arch. Prov. ; Regesta Órdinis, pero editados sólo a partir de 1488-94 y para las prov. de Bolonia, Génova, Marcas, Milán, Padua, Roma, Sicilia, Toscana y Umbría nomás: MiscFranc (1921-4, 1932-8); Documentos vários anotados en las Historias de las Provincias; Estatutos Provinciales de la prov. Boloñese, Bolonia 1972; Lígure-Piamontese. Génova 1972; Marquigiana, Ancona 1971; Napolitana, Nápoles 1973; Romana, Roma 1972; Cerdeña, Oristano 1972; de la Custodia del S. Convento, Asís 1968-72.
3.  Varias: Regestum chartarum trium ordinum S. Francisci in Regno Neápolis, 184 doc. desde 1488 hasta 1633, ed. J. Ruocco, en MiscFranc 35 (1935) 144-57, 208-19; 313-21; 36 (1936) 196-205, 413-41; Acta Archivi conventus S. Francisci Bononiensis 1227-1308, 1221 doc., ed. B. Giordani, en AnalFranc 9 (1927) 1-588, 742-69; Necrologium conventus Mimatensis OFMConv ab an. 1290 ad an. 1790 = Mende en Francia, en AnalFranc 6 (1917) 1-41, ed. C. Brunel; Necrologium convetuum Brugensium Fratrum Minorum 1347-1807, ed. A, Heysse, en AnalFranc 8 (1946) 1-80; Diario storico della Basílica y S. Convento di S. Francesco in Assisi 1220-1750, ed. Zaccaria, en MiscFranc 63 (1963) 75-120, 290-361, 495-536; 64 (1964) 165-210, 433-73; G. Bigoni, L’archivio conv. di S. Francesco di Cherso. Invent. 1387-1948, Florencia 1973.
III.     Fuentes de las actividades.
1. Formativas: P. A. Camilli, Esame sui precetti della Regola, Milán 1574; S. Bartolucci, Minorica Fratrum Min. Conv., Perusa 1615; Manuale dei F. M. C. repetidas veces editado con aggiornamenti y añadiduras várias, por los Min. Gen., a parti de V. Coronelli, Venecia 1701, hasta L. Caratelli, Roma 1897; otras ediciones: Asís 1711, Nápoles 1726, 1733, Venecia 1758; A. Contarini, Breve istruzione sopra la Regola, Faenza 1780, también repetias veces editada por los Min. Gen.: Roma 1791, Asís 1803, Foligno 1821, Roma 1829, Palermo 1846; F. A. Benoffi, Spirito della Regola, Roma 1807, póstuma, Prato 1839, Fano 1841; B. Hess, Manuale de Regula et Constitutionibus OFMConv, Roma 1943.
2. Pastorales y misioneras: Statum pro collegio Missionum, 21-1-1710, en BullRom Taur 21 (1871) 368-71 Statum pro Missionibus OFMConv, Roma 1941; G. B. Lucarelli, Viaggio delle Indie (1578-85, escrito 1592), ed, A. Van den Wyngaert, en SinicaFranc 2 (Quaracchi 1933) 12-92; Documentos misión Moldavia-Valaquia 1623s, en B. Morariu, Series Praefectorum y Series Espiscoporum (Città del Vaticano 1940-2) 23-36; 20-4; Lettere de A. Petricca, vic. patriarc. Constantinopla, en A. De Sanctis, Un tentativo di unione (Asís 1966) 89-129; Delle missioni dei F. M. C nel 1657, Informe para Propaganda, ed. B. Morariu, en MiscFranc 46 (1946) 296-314; Documentos misiones más recientes: ComOFMConv 1924-31 para fundaciones, y años siguientes para informes.
Científicas y culturales: Chartularium Studii Bononiensis S. Francisci, ed. C. Piana, en AnalFranc 11 (1970); Id., Ricerche sulle Università di Bologna e di Parma, en Spicilegium Bonav. I-II (Quaracchi 1963, 1966); Collectio Bullarum Collegii S. Bonaventurae a Sixto V fundati 1587, ed. G. De Petris, Roma 1780; Ph. Gesualdi, Min. Gen. De reformatione studiorum, Padua 1596; I. Montanari, Min. Gen. Reformatio studiorum, Perusa 1620; Regolamento studi, Roma 1937-8; Ratio generalis studiorum, ibid. 1963; Statutum pro Studiis Generalibus, en ComOFMConv 36 (1939) 262-3; Statuta Pont. Fac. Teolo. S. Bonav.-Seraphicum.
IV.     Bibliografia de la Orden
1. General:
P. Ridolfi de Tossignano, Historiarum Seraphicae Religionis libri tres, Venecia 1586; G. Franchini, Status Relig. Franc. Min. C., Roma 1682; C. Biernacki, Spéculum Minorum, Cracovia 1688; F. A. Benoffi, Compendio di storia minorítica, ed. póst. †1786, Pésaro 1829; Hlzapfel; S. Brettle, Der Minoritenorden, Friburgo Suiza 1924; A. Gemelli, Il francescanesimo, Milán 1932; F. de Sassavalle, Histoire genérale de l’Ordre de st. François, 2 vol., París 1935-7; Hilarino de Milán, L’Ordine francescano, Milán  1938; P. Sevesi, L’Ordine dei Frati Min, 3 vol., Milán 1942-60: Cfr. L. Di Fonzo, en MiscFranc 44 (1944) 143-66; R. Huber, A documented History of the Francsican Order, Milwaukee 1944; L. Di Fonzo, I Francescani, en Escobar 1 (1951) 157-344; G. Odoardi, S. Francesco e i Francescani, Asís 1951, 1961; L. De Aspurz, Manual de Historia Franciscana, Madrid 1954; D. Cresi, S. Francesco e i suoi Ordini, Florencia 1955; J. Moorman, A. History of the Franciscan Order, Oxford 1968.
2. Específica:
a) Nombre y desarrollo: G. Franchini, De antiquioritate franciscana: sectio VI: conventus, conventualis, Ronciglione 1682, p. 72-97; L. Palomes, Dei F. M e delle loro denominazioni, Palermo 1897, ed.2 mejorada 1897-8; Gratien de París, Histoire de la fundation et de l’évolution de l’Ordre des Frères Mineurs, París 1928; B. Mathis, Die Privilegien des Franziskanerordens bis zum Konzil von Vienne (1311), Paderbon 1927; Burchard von Wolfenschiessen, Franziskanisches Privilegienrech, en CollFranc 4 (1934) 337-62; H. Lippens, Le droit nouveau des Mediants du Concile de Vienne à celui de Trente, en ArchFrancHist 47 (1954) 241-92; M. D. Lambert, Franciscan Poverty, Londres 1961; L. C. Landini, The Causes of the Clericalization of the Order of Friars Minor: 1209-60, Chicago 1968;  -»Conventualismo y su bibliogr.
b) Constitución y organización: Marinus a Neukirchen, De Capitulo Gen. in primo Ordine Seraphico, Roma 1952, Serie de capítulos, ministros generales, constituciones, en L. Di Fonzo, Series quaedam historico-statísticae OFMConv 1209-1960, ibid. 1961; E. Wagner, Historia Const. Generalium Ord. Fr. Min., ibid. 1954; F. A. Benoffi, Dei procuratori Generali, Pésaro 1830; B. Koltner, De iuribus Ministri Provincialis, Roma 1961; R. A. Jara, De Custodis officio, ibid. 1965; L. Simeone, Negotia a superioribus Franciscalibus ex suffragio su Consilii peragenda, ibid. 1963; Bernardino de Siena, Il Card. Protettore, Florencia 1940; M. J. Ziarkowski, De divisionibus territorialibus in OFMConv cum aliis Religionibus comparatis, Roma 1965.
c) Sucesos varios: R. B. Brooke. Early Franciscan Government, Cambridge 1959; C. Eubel, Die Avignonesische Obedienz im Franziskanerorden, en FranzStud 1 (1914) 165-92, 312-27, 479-90; C. Schmitt, Un Pape réformateur Benoit XII et l’Ordre des Frères Mineurs, Quaracchi 1959; L. Brengio, L’Osservanza Francescana in Italia nel secolo XIV, Roma 1963; J. Garcia Oro, Cisneros y la reforma del Clero español, Madrid 1971; F. Delorme, Les actes de l’Assemblée d’Amboise (1504), en FranceFranc 3 (1914) 90-113; L. Di Fonzo, La Bolla «Ite vos», en MiscFranc 45 (1945) 164-71; J. Meseguer Franández, Impreso raro, documentos de interés, en ArchIbAmer 9 (1949) 239-54; Id., La Bula «Ite vos» y la reforma cisneriana, ibid. 18 (1958) 257-361: exposic., minuta, texto crítico; E. D’Alençon, Come fu riformato il convento di Tolosa (1522), en MiscFranc 19 (1918) 73-105; F. A. Benoffi, Memorie Minorítiche 1560-1776, ibid. 33 (1933) 75-106, 337-58; G. Franchini, De antiquioritate franciscana, Ronciglione 1682; Dispacci di Ferdinando III delle due Sicilie sulla precedenza dovuta al primo Ordine di S. Francesco dei Minori C. (decreto 7-4-1781), Palermo 1797; I. M. Laracca, Il patrimonio degli Ordini religiosi in Italia. Soppressioni 1848-73, Roma 1936; A. J. Reinnermann, The Napoleonic Soppression of italian Religious Orders and Sale of their Property; Studies since 1960, en CathHistRev 57 (1971-2) 290-7; AA. Varios, Rinascita Serafica. I F. M. C. nell’ultimo cinquantennio, Roma 1951, 1952.
V.       Bibliografía de las Provincias.
1.        General:
Historias de las Provincias, por orden alfabético:
Abruzos: E. Ricotti, Storia della Provincia di S. Bernardino, Roma 1938; Alemania: C. Eubel, Geschichte der Obserduetschen Strassburger Minoriten Provinz, Würzburg 1886; Id. Geschichte der Kölnischen Minoriten-Ordens-Provinz, Colonia 1906; B. Müller-V. Tschan, Crónica Provinciae Argentinensis, ed. M. Sehi, Landshut 1964; America USA S. Antonio: Golden Jubilee, Chicopee Mass. 1956; America USA S. Buenaventura: Silver Jubilee, Lake Forest III. 1964; America-USA Inmaculada: Franciscans Conventual in  the Americas, por S. Weber, Syuracuse-NY 1952; L. Kulas, Pioneering a Province, en Interprovincial Conference. Report of the III and IV annual Meeting (Carey-Ohio 1951) 29-49, 110-23; Asís-Custodia: Il S. Convneto e la sua legislazione, Asís 1966; G. Di Mattia, Profilo storico-giuridico della basílica Patriarcale e Cappella papale y del S. convento di S. Francesco, ibid. 1966; Id., La Basílica di S. Francesco dal decreto Pépoli 1860 all’articolo 27 Concordato 1929, Perusa 1973; G. Fratini, Storia della Basílica e del Convento di S. Francesco in Assisi, Prato 1882; Cerdeña: C. Devilla, I Frati Min. Conv. in Sardegna, Sássari 1942, 1958; Dinamarca: J. Lindbaek, De Danske Franziskanerklostre, Copenaguen 1914 (Cfr. Com. OFMConv 29 [1932] 252-60); J. Nybo Rasmussan-J. Pinborg, Cronaca espulsione Minori Danesi, en ArchFranHist 58 (1965) 48-88; Francia: B. Fleury, De statu F. M. C. in Gallia saeculis praeteritis, en MiscFranc 32 (1932) 141-6; Escocia: W. Moir Bryce, The Scottish Grey Friars, 2 vol., Edimburgo-Londres 1909; España: D. Sparacio, I Mn. Conv. e s. Pio V, Gubbio 1924; Hungría: F. Monay, De Prov. Hungarica, Roma 1953 incluye un cap. sobre la Prov. de Transilvania, p. 90-105; y sobre todas las provincias: F. A. Righini, Provinciales OFMConv, Roma 1771; Inglaterra:  E. Hutton, The Franciscans in England 1224-1538,  Londres 1926; Irlanda: C. Mooney-F. Mattews, De Provincia Hiberniae, en AnalHiber 6 (1934) 12-191; B. Millet, The Irish Franciscans, Roma 1964; Liguria-Piamonte: E. Brioso, Sintesi storica, Genova 1968; Lituania: V. Gidziunas, De Fratribus Min. in Lituania, Roma 1950 y ArchFrancHist 63 (1970) 44-103; Marcas: F. A. Benoffi, Memorie della Provincia delle Marche, en MiscFranc 1934-5, 1938, 1942; F. Dal Monte-F. Balsimelli, La Provincia Loretana, Ósimo 1930; Anuario Prov. Marche, ibid. 1968; Nápoles: Annuario Prov. di Nápoli, Nápoles 9171; Oriente-Tierra Santa: G. Montico, La Prov. d’Oriente, Padua 1939; G. Odoardi, La Custodia  di Terra Santa, en MiscFranc 43 (1943) 217-56; M. Roncaglia, Storia della Prov. di T. S., en Bibl. di T. Santa, serie IV 7. 1 (Cairo 1954); Padua o Véneto-Lombardía-America Latina: B. Bordin, Appunti di storia, Padua 1956; A. Sartori, La Prov. del Santo, ibid. 1958; Países Bajos: M. Luppes, Schets van de Geschiedenis der Minderbroeders Conventuelen in de Beide Nederlanden van 1220 tot 1953, Hoensbroek 1954; Polonia: K. Kantak, Franciskanie Polscy (1237-1795), 2 vol., Gracovia 1937-8; Pulla: G. Guastamacchia, I Franc. C. di Puglia, Bari 1963; Roma-Lazio: B. Teuli-A. Coccia, La Prov. Romana, Roma 1967; Rumania: I. P. Pal, Originea Catolicilor din Moldava si Franciscanii patorii lor de Veacuri, Sabaoani 1942; Sicilia: F. Cagliola, Siciliensis Prov. manifestationes, Venecia 1644; F. Rotolo, Annuario Prov. Sicilia, Palermo 1952; Toscana: F. A. Benoffi, Toscana seráfica, en MiscFranc (1933-8) ed. S. Mencherini; N. Papini, Etruria francescana, Siena 1797; Umbría: G. Bastianini, Brevis conspectus Seraphicae Prov. Umbriae, Perusa 1964; Yugloslavia: D. Mandic, Franjevacka Bosna = Bosnia Franciscana, ibid. 1968: Cfr. N. Rosic, Integrazioni storiche sull’antica Prov. Sclavoniae, en MiscFranc 70 (1970) 403-19.
2.  Específica:
a) Serie de los ministros provinciales: aparte las incluídas en las historias provinciales ya indicadas, tenemos: D. Sparacio, Series Ministrorum Provincialium Prov. Bononiae, Roma 1925; F. Russo, Serie Ministri Prov. Calabria, en MiscFranc 36 (1936) 343-61; G. Abate, I F. M. C. in Inghilterra: 1224-1929, ibid. 29 (1929) 97-114; Serie. P. 106-14; C. Mooney, Irish Franciscan Provincials, en ArchFrancHist 56 (1963); Series Min. Prov. Marchiae, Fano 1843 y Annuario Prov. Marche, Ósimo 1968; P: Sevesi, I Min. Prov. di Milano, en StudFranc 2-6 (1915-20) 136-56, 41-71; D. Sparacio, Siciliensis Prov. Ministri, Roma 1925; A. Tessier, I Custodi di T. Santa, en MiscFranc 1 (1886) 61; G. Golubovic, Serie cron. dei Superiori di Terra Santa, Jerusalem 1898; B. Bartolomasi, Series Min. Prov. Umbriae, Roma 1824 y MiscFranc 32 (1932) 201-26.
b) Sucesos varios: A. De Saldés, Informe del Dr. Matin de Azpilcueta Navarro al Rey Felipe II sobre Conventuales y Tercersor en España, en EstFranc 26 (1921) II, 263-8; L. Serrano, Primeras negociaciones de Felipe II y S. Pío V, en Hispania 1 (1940) 83-124; B. Pandzic, Visitatio apostólica in Galliae Provinciis 1670-73, en ArchFrancHist 53 (1960) 307-20; P. Chevalier, Les sources de l’histoire des Cordeliers français de 1766 à 1789, en EtFranc 11 (1961) 53-81; S. C. Borromeo Card. Prot dei Fr. Min. 1564-72, en ArchFrancHist 31 (1938) 73-112.
c) Conventos: Para los conventos de Asís y Padua Cfr. Fratini y Sartori, y para las demás iglesias y basílicas, Cfr. bibliogaría del arte; apuntamo, además: Unter Gottes Anspruch, 750 Jahre Franziskaner-Minoriten in Köln (1222-1972), Colonia 1972; G. Matteucci, Un glorioso convento francescano sulle rive del Bósforo (Istambul-Constantinopla), Florencia 1967; Minderbroeders Konventuelen Leuven 1873-1973; Lovaina 1973; R. Devy, Les Fils de st. François á Narbonne du XIIIe au XXe siècle, Narbona 1968; G. Salierno-C. Bove, Il convento S. Antonio in Nocera Inferiore, Nocera Inf. 1973; G. Bastianini, I F. M. C. a Roma, en Rivista Diocesana di Roma (1969).
VI.     Bibliografía de las Actividades.
1.  Actividad espiritual y devocional: B. Sderci, L’apostolato di s. Francesco e dei Francescani, Quaracchi 1909; L. Veuthey, Itinerario dell’anima francescana, Roma 1943; Vito da Bussum, De spiritualitate fraciscana, ibid. 1949; M. Ciccarelli, I capisaldi della spiritualità francescana, Monza 1955; A. Blasucci-O. de Veghel-L. Hardick, Frères Mineurs: Spiritualité Franciscaine, en DS 5 (1964) 1315-1401; K. Esser, L’Ordre de st. François. Son esprit, sa mission, París 1957; Id., Origini e valori autentici dell’Ordine dei F. M., Milán 1972. - Arturus a Monasterio, Martyrologium Franciscanum, Lyón 1638, Roma 1939; A. R. Cizemski, Laurus triumphalis Prov. Poloniae, Gracovia 1660; Léon de Clary, L’auréole séraphique, 4 vol., París 1883; ed. ital., 6 vol., Venecia 1951-4; acerca de los Santos y devociones en particular: Cfr. VII, 1.
2.  Actividad jerárquica, conciliar, inquisitorial: C. Eubel-P. Gauchat-R. Ritzler-P. Sefrin, Hierarchia cathólica, 7 vol., a. 1198-1846, Münster-Padua 1898-1968; L. Lemmens, Hierarchia Orientis, en OrChrist 5 (1923) 273-6; G. Arcila Robledo, Los Papas franciscanos, Bogotá 1946; U. Betti, I Card. dell’Ordine dei F. M., Roma 1963; R. Ritzler, I Card. e i Papi OFMConv, en MiscFranc 71 (1971) 3-77; G. Abate, Series Episcoporum OFMConv 1541-1930, ibid. 31 (1931) 103-15, 161-9; 32 (1932) 18-23. - G. Odoardi, Serie Padri e Teol. OFMConv al Concilio de Trento, en MiscFranc 47 (1947) 321-411; R. Varesco, I F. M. al Concilio de Trento: I Conventuali, en ArchFrancHist 42 (1949) 95-141, 144-58; L. Spaettling, Der Anteil der Franziskaner an den Generalkonzilien, en Anton 36 (1961) 300-40. - F. A. Benoffi, Cronología degl’Inquisitori dell’Ordine dei Min. (ms. 698, Bibl. Antoniana, Padua); Mariano d’Alatri, E l’Inquisizione?, Roma 1959.
3.  Actividad litúrgica, pastoral, predicación varia: S. J. Van Dijk-H. J. Walker, The origins of the modern Roman Liturgy, Londres 1960: S. J. P. Van Dijk, Sources of the modern Roman Liturgy, 2 vol., Leida 1963. - A Zawart, The history of franciscan Preaching 1209-1927, Nueva York 1928; G. Cantini, I Francescani d’Italia di fronte alle dotrine luterna e calviniste durante il ‘500, Roma, 1948; B. Belluco, De sacra praedicatione in Ordine Fr. Minorum, ibid. 1956.
4.  Actividad misionera: aparte lo ya indicado en el n. VII, 4:
a) Formación: G. Abate, Cenni storici sul Collegio delle Missioni, en MiscFranc 29 (1929) 133-8, F. Hoffman, Pioner Theories of Missionology = L. Brancati, Washington 1960; L. Di Fonzo, La Crociata Missionaria Francescana, en AA. Varios, P. A. Orlini, Padua 1969, p. 71-9.
b) Misiones: G. Hoffman, Il Vicariato Apostolico di Costantinopoli (1453-1830) Roma 1935; G. Odoardi, La Custodia Francescana di Terra Santa, en MiscFranc 43 (1943) 217-66: V. Plackov, La missione di Costantinopoli, Florencia 1971; A. Meersman, The Friars Minor or Franciscans in India 1291-1942, Karaki 1943; J. de Rachewiltz, Papal Envoys to the Great Khans, Londres 1971, H. Koeler, L’Eglise chrétienne du Maroc et la Mission franciscaine 1221-1790, París 1934; Fredegand d’Anvers, De propagatione fidei tempore explorationum saec. XV-XVI, en CollFranc 5 (1935) 418-27; P. Borges, Primeras expediciones misioneras a América, en ArchIbAmer 27 (1967) 121-33; P. Tocanel, Il Vicariato Apostolico e le Missioni dei F. M. Conventuali in Moldavia, Padua 1960; B. Morariu, La Missione dei F. M. C. in Moldavia e Valacchia, en MiscFranc 62 (1962) 16-103; P. Tocanel, Laboriosa organizzazione delle Missioni in Bulgaria, Moldavia, Valacchia e Transilvania, en WeltMission 1-2 (1973) 239-73.
c) Misioneros: C. Guzzo, Il libro d’oro dei Francescani di Terra Santa, Venecia 1939; G. Odoardi, Mons. G. Gasparini Vicario Patriarcale di Costantinopoli e gli Armeni Cattolici d’Oriente, en Riv Armena (Venecia 1949); B. Morariu, A. Meersman, Mons F. A. Frascella Vic. Apostolico di Cina e Giappone, en MiscFranc 50 (1950) 498-514; 59 (1959) 346-51; 69 (1969) 427-8; B. Morariu, Il p. G. Del Monte missionario in Moldavia e Valacchia, ibid. 64 (1964) 12-37; A. Ricciardi, B. M. Kolbe, Roma 1971: misionero en Japón, p. 157-263.
5.        Actividad científica y artística:
a)  Historia de los estudios: F. A. Benoffi, Degli studi nell’Ordine dei Minori, en MiscFranc 31 (1931) 151-60, 257-9; 32 (1932) 23-7; I. Felder, Storia degli studi scientifici nell’Ordine francescano sec. XIII, Siena 1911; M. Brlek, De evolutione iurídica studiorum, Dubrovnik 1942; L. Di Fonzo, Studi, studenti e maestri nell’Ordine dei F. M. C, en MiscFranc 44 (1944) 167-95; L. Simeone, Exemptiones a Choro studiorum causa. Historia et ius, Roma 1962; AA.Varios, Il libro e le biblioteche, 2 vol., ibid. 1950.
b) Estudios, Colegios y Escuelas: C. Piana,  Gli statuti per la riforma dello studio di Parigi (1502) e Statuti posteriori, en ArchFrancHist 52 (1959) 43-122; Id., La Facoltà Teologica dell’Università di Bologna nella prima metà del ‘500, ibid. 62 (1969) 196-266; Id., Chartularium studii Bononiensis S. Francisci, en Anal Franc XI, Quaracchi 1970; A. Sartori, Gli studi al Santo di Padova, Padua 1966; B. Teuli, Triumphus seraphicus Collegii S. Bonaventurae in Urbe, Velletri 1655; D. Sparacio, Synopsis historica Collegii S. Bonaventurae, Roma 1923; G. Stano, Pontificia Facultas Theologica OFMConv, en MiscFranc 45 (1945) 1-28. Más estudios y escuelas, en Rinascita Serafica (Roma 1951) 177-209; AA. Varios, Seraphicum (=Historia de los Estudios generales, Colegio S. Buenaventura, Facultad Teologica actual) Roma 1964.
c) Teología y Filosofía: A. Bertoni, Le b. Jean Duns Scot, sa vie, sa doctrine, ses disciples, Levanto 1917; D. Scaramuzzi, Il pensiero di G. Duns Escoto nel mezzogiorno d’Italia, Roma 1927; Id., Lo Scotismo nelle Università e nei Collegi di Roma, ibid. 1939; L. Di Fonzo, Lo studio del Dottore Seráfico nel Collegio di S. Bonaventura in Roma, en MiscFranc 40 (1940) 153-86; acerca de la producción teológica: Bibliographia Franciscana.
d) Literatura y ciencias: H. Senft, The influence of Franciscanism in Catholic English  Literature, en The Franciscan Educ. Conf. 22 (1940) 216-56; Craddock, Franciscan influences on early English Drama, en FrancStud 10 (1950) 383-417; A. Fortini, La Lauda in Assisi e le origini del teatro italiano, Asís 1961; Félix de Mareto, Bibliografía Dantesco-Francescana, en CollFranc 36 (1966) 111-85; P. O. Kristeller, The contribution of Religious Orders to Renaissance Thought and Learning, en AmBenRev 21 (1970) 1-55; J. M. Lenhart, Science in the Franciscan Order, en The Franciscan Educ. Conf. 5 (1923) 49-88.
e) Arte y musica: L. Bracaloni, L’arte francescana nella vita e nella toria di 700 anni, Todi 1924; H. B. Gutman, The rebirth of the Arts and franciscan Thougth, en FrancStud 5 (1945) 215-34; 6 (1946) 3-29; E. Giusto, Le vetrate di s. Francesco in Assisi, Milán 1911; B. Kleinschmidt, Die Basilika S. Francesco in Assisi, vol. 1-3, Berlín 1915-26; AA. Varios, Giotto e Giotteschi in Assisi, Roma 1969; A. Iacovelli, La Basílica di S. Francesco in Assisi, en S Francesco Patrono d’Italia (1967-73); B. Gonzati, La Basílica di S. Antonio di Padova, vol. 1-2, Padua 1852; G. Fiocco, Donatello al Santo, ibid. 1964; AA. Varios, Giotto e Giotteschi in S. Croce, Florencia 1966; L. Garani, Il bel S. Francesco di Bologna, Bolonia 1948; F. Rotolo, La Basílica di S. Francesco di Assisi in Palermo, Palermo 1952; A. Sartori, S. Maria gloriosa dei Frari in Venezia, Padua 1947; V. Gamboso, La Basílica del Santo, ibid. 1955; G. Zanotti, La Basílica di S. Francesco in Ferrara, Genova 1958, Milán 1973; E. Hosca, La Basílica dei SS. Apostoli in Roma, Roma 1959. - Musica: S. Cleven, Musik und Musiker im Franziskanerorden, en FranzStud 19 (1932) 173-94; Atti del Convengo nazionale Musica Sacra Fr. Min. Italia, en StudFranc 23 (1951) 145-299; B. I. Belluco, Legislatio Órdinis Fr. Min. de musica sacra, Roma 1959; G. Gaspari, Catalogo della Biblioteca musicale G. B. Martini di Bologna, vol. 1-4, Bolonia 1961; G. Zanotti, Biblioteca del convento di S. Francesco di Bologna: Catalogo Fondo musicale, vol. 1-2, Bolonia 1970.
f) Personajes ilustres: Véanse las obras bibliográficas ya indicadas en los nn.VI, C, 1-2 y VIII, 5 del texto, a saber los Cataloghi de Ridolfi; los Scriptores de Wadding, Sbaraglia, Rinaldi, Papini; la Bibliografia de Franchini; los Frammenti y las Necrologie de Sparacio, Abate, Balsinelli; las Serie de los músicos de Mattei, Stella, Sparacio. Acerca de la bibliografía más recien de 1929 a 1963: Bibliographia Franciscana, por escriptores Capuchinos de CollFranc I-XII, y E. Frascadore-H. Ooms, Bibliografía delle bibliografie francescane, ed. en ArchFrancHist (1964-67), y en volumen de Florencia-Quaracchi 1964-5 = 1967. Alguna obra más contemporánea: V. Zaccaria, P. Giambatista Martini con il Catalogo di tutte le sue opere, Padua 1969; B. Wiechens, Die Kompositions theorie P. Martins, Ratisbona 1968; B. Rizzi, Polonia Poema sinfónico, por G. Luisetto, Padua 1971; C. Porta, Opera omnia, 25 vol. por S. Cisilino-G. Luisetto, Padua 1964-70, 19732; F. Russo, Filippo Gesualdi da Castrovíllari, Ministro Gen. OFMConv e Vescovo di Cerenzia-Cariati (1550-1618). Monografía storica, Roma 1972; M. Oreb, Zasluzni clanovi… Illustri della Provincia Croata OFMConv dal sec. XIII ai nostri giorni, Spalato 1973; L. Di Fonzo, Il p. Giuseppe Abate OFMConv (1889-1969), Roma 1970; F. Costa, Il p. Bonaventura Belluto, OFMConv (1603-76), ibid. 1973: A. Ricciardi, B. Massimiliano Kolbe, ibid. 1971; W. Lendemeijer, Maximilian Kolbe, Neeritter L. 1973; I. Gatti, Vincenzo Coronelli. Generalto 1701-1707, vol. 1-2, Roma 1976.
6. Actividad caritativo-social: H. Holzapfel, Le origini dei Monti di Pietà (1462-1515, Rocca S. Casiano 1904; A. Parsons, Economic significance of the Montes Pietatis, en FrancStud 1 (1941), n. 3, p. 3-28; A. Ghinato, Studi e documenti intorno ai primitivi Monti di Pietà, Roma 1959; Id., I primitivi Monti Frumentari di Fr. Andrea da Faenza, en Anton 33 (1958) 423-42; 34 (1959) 32-72; G. Odoardi, Attività sociali, caritative e assistenziali OFMConv, en Rinascita Seráfica (Roma 1951) p. 149-60.
Para la bibliografía periódica sobre distintos eventos, institutos, personajes, aparte de la Bibliografía Franciscana ya indicada (f): Cfr. las revistas MiscFranc 1886.s, ArchFrancHist 1908s, FranzStud 1914s, CollFranc 1931s; y para la bibl. OFMConv: Notitiae ex Curia-ComOFMConv 1904s.
p. Giovanni Odoardi, OFMConv.

[1] La duración de los oficios provinciales ha pasado a ser de 4 años, por decisión del Capítulo General de 2001 (n.d.t.)
[2] Id. ut supra
[3] Cfr. en la presente obra. la Lista de todos los Capítulos Generales hasta al año 2001 (n.d.t.)
[4] Ha sido proclamado Beato oficialmente por Juan Pablo II el 15.7.1997, y su fiesta litúrgica se celebra el 8 de noviembre, día de su muerte (n.d.t.).
[5] El subrayado es nuestro (n.d.t.).
[6] El subrayado es nuestro (n.d.t.).
[7] Las Provincias-Madre son 13.
[8] Las Provincias filiales son 32; y con las 2 Prov.Madres sin filiaciones (Marcas y Aqüitania), completan 34: es la cantidad casi siempre conservada (La señal + - indica la presencia o ausencia de las Prov. en el Catálogo).
[9] Las actuales Prov.  son 35, más 5 Custodias generales que son casi Provincia.
[10] Los más antiguos títulos de las Prov. corresponden a la región; en un segundo momento vienen los de los Santos, como S. Francisco y S. Angel (Série 1239-63) y  S. Antonio (Serie 1282), y más tarde: San Bernardino (1457), S. Nicolás, S. Ludovico, S. Buenaventura (Serie 1488).
[11] La Sajonia tenía conventos también en el año 1630 (Benoffi).
[12] Los Conventuales regresaron a España en 1905; la nueva Prov. unificada comienza en 1950.
[12] El año 1263 debe considerarse la fecha definitiva, porque las Prov. estaban anotadas ya anteriormente.
[12] Idem, como en la nota 7


[15] El asterisco (*) indica a las Vicarías, que son también casi Provincias. La Vicaría de Oriente se tornó Prov. por concesión de la S. Sede (1469).
[16] La Cerdeña se tornó Prov. en 1534, pero la Serie del 1586 la menciona aun como Vicaría.
[17] Faltan en la Serie de Paulino (1335 aprox.), pero están mencionadas en aquel mismo año en el Catál.Sanctorum OMin. La Vic. de Rusia se tornó Prov. en 1625; está junto a Lituania en la Serie 1860, 1893 y después no aparece más.
[18] Idem., lo mismo del n. 27.
[19] Idem, lo mismo del n. 27.
[20] La Polonia se tornó Galicia en 1785-1919; posteriormente vuelve a ser Polonia, dividida en 2 Prov. en     1939.
[21] A la Prov. de Bélgica se unió Holanda en 1842, que se tornó Provincia en 1954
[22] Están anotadas en el Regesta OFMConv
[23] Idem.
[24] Posteriormente hizo parte de la Prov. de Austria.
[25] Posteriormente se unió a la Prov. de Liguria, y constituyeron la Prov. Lígure-Piamontese.
[26] Estarán unidas, después, a Bohemia (Serie 1860), y conformarán en 1918 la Prov. de Checoslovaquia.
[27] Idem.
[28] Idem.
[29] Toma el nombre de Clemente XIV, que en 1771 organizó las Provincias Conv. y Obs. de Francia.
[30] Cfr. Polonia, n. 30.
[31] Como en  el Álbum 1933, pero el de 1960 la cataloga como  Prov. de Rumania.
[32] El pequeño círculo (º) indica a la Custodias generales o casi-Provincias, como se ha dicho. La Custodia
gen. de Asís siempre ha tenido cierta autonomia por el hecho de custodiar el Cuerpo de s. Francisco, y la Basílica que lo acoge es, a partir de 1230, “Caùt et Mater Órdinis Minorum” [Cabeza y Madre de toda la Orden de los Menores, n.d.t.].
[33] Para  los distintos datos de la evolución, Cfr. Golubovic, Tossignano, Franchini, Righini, Abate, Di Fonzo, los Regesta y Status Órdinis, los Álbums generales.
[34] El Pontificio Consejo para los Laicos ha decretado la erección de la M.I. en Asociación publica internacional, el 16-10-1997.
[35] CEI: Conferencia Episcopal Italiana (n.d.t.)
[36] Beatificado por Pío XII el 15-4-1951; canonizado por Juan Pablo II el 13-4-1986 (n.d.t.).
[37] Canonizado por Juan Pablo II, el 10-10-1982 (n.d.t.).
[38] Beatificado por Juan Pablo II, el domingo18-6-1989 (n.d.t.).
[39] Beatificado por Juan Pablo II el 15.7.1997 (n.d.t.).
[40] Actualmente el Instituto se llama: Hermanas Franciscanas Misioneras de Asís (n.d.t.)

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