sábado, 21 de julio de 2012

San Lorenzo de Brindis




(Italiano: Brindisi)
(
1559-1619)  -Fiesta: 21 de julio-Adaptado de La Vida de los Santos de Butler.
Etim.: "Laureado"
Doctor de la Iglesia,
sacerdote capuchino, predicador.
Vigoroso predicador de gran influencia en el período pos-reformación.
Nació en Brindis, reino de Nápoles, el año 1559; ingresó en la Orden de Capuchinos, donde enseñó teología a sus hermanos de religión y ocupó varios cargos de responsabilidad. Delegado del Papa en muchos asuntos importantes, sin embargo siempre mantuvo una profunda humildad. El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejercito. Predicó con asiduidad y eficacia en varios países de Europa; también escribió muchas obras de carácter doctrinal. Murió en Lisboa el año 1619.
Su meditación favorita: La pasión y Muerte de Jesucristo.
De sus sermones: La predicación es una función apostólica
 


Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559.  Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre.  A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia.  Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera.  El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?."  "Sí, lo habrá", respondió el superior.  "Pues eso me basta.  Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia. 
Por su gran don de prédica, siendo diácono,  le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia.  En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos.  Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.
Un secreto.  Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?"  Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria.  En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme.  Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo" 
Dormía sobre tablas.  Se levantaba por la noche a rezar salmos.  Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras.  Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. 
Enviado a Alemania. Sus superiores le enviaron, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo.  Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Gorizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias de Bohemia, Austria y Estiria.  En el capítulo de 1602, San Lorenzo fue elegido superior general de su orden.  Desempeñó su cargo con vigor y caridad.  Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.
Ante la amenaza turca. Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría.  El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos.  En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo.  La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo.  Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.  
Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid.  Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga.  Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación.  En 1618, tras de haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades en los asuntos seculares le apartaran de su vida como religioso.  Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos.  Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas.  El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso.  Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa.  Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619.   Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. 
Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario del Génesis y algunas obras contra Lutero. 
San Lorenzo fue canonizado en 1881. En 1959 el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").
San Lorenzo de Brindisi, ruega por nosotros, qué seamos humildes amantes de la cruz y nos gastemos por Cristo.


CATEQUESIS DEL PAPA: 

"San Lorenzo de Brindis, predicador y artífice de paz"

CIUDAD DEL VATICANO, 23 MAR 2011 (VIS).- “El mundo tiene necesidad de paz y de creyentes que sean pacificadores”. Lo ha dicho esta mañana Benedicto XVI durante la Audiencia General, la primera que el Papa ha celebrado este año en la plaza de san Pedro. El Santo Padre ha centrado su catequesis en la figura de san Lorenzo de Brindis (en el siglo Giulio Cesare Rossi, 1559-1619), insigne doctor de la Iglesia del siglo XVI y gran evangelizador, que enseñaba a los cristianos de su tiempo a defender el mensaje de Cristo “de la indiferencia religiosa”.

El santo, huérfano de padre a los siete años, es confiado por su madre al cuidado de los frailes Conventuales. Posteriormente, entra en la Orden de los Capuchinos y es ordenado sacerdote en 1582. Adquiere un gran conocimiento de las lenguas antiguas y modernas, gracias a lo cual "desarrolló un intenso apostolado entre diversos tipos de personas", explicó el Papa. Fue además un predicador eficaz y conocía muy bien no solo la Biblia, sino la literatura rabínica, "hasta el punto de que los mismos rabinos le demostraban estima y respeto".

Como teólogo experto de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, Lorenzo de Brindis ilustró de forma ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma "Enseñaba de forma clara y tranquila -dijo el Santo Padre- el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en entredicho por Martin Lutero. Entre ellos, el primado de San Pedro y sus sucesores, el origen divino del episcopado, la justificación como transformación interior del ser humano, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito alcanzado por Lorenzo nos ayuda a entender que también hoy en el diálogo ecuménico, llevado cabo con tantas esperanzas, la confrontación con las Sagradas Escrituras leídas en la Tradición de la Iglesia constituyen un elemento irrenunciable y de importancia fundamental".

Incluso los fieles más sencillos, que no poseían una gran cultura se beneficiaron de la predicación de Lorenzo que llamaba a todos a la coherencia de la vida con la fe profesada. "Este fue uno de los grandes méritos de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas que en los siglos XVI y XVII contribuyeron a la renovación de la vida cristiana en la sociedad (...) También en nuestros días la nueva evangelización -observó Benedicto XVI- necesita apóstoles bien preparados y valientes para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las orientaciones culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa y transformen las diversas formas de pensar y actuar en un auténtico humanismo cristiano".

Profesor de teología, maestro de novicios, ministro provincial y ministro general de la Orden Capuchina, Lorenzo, en medio de tantos trabajos cultivaba, además "una vida espiritual de fervor excepcional", recordó el Papa, subrayando que "todo presbítero puede evitar el peligro del activismo, es decir, de actuar olvidando los motivos principales del ministerio, solo si presta atención a su propia vida espiritual".

“El mundo tiene necesidad de paz y
de creyentes que sean pacificadores”

El Santo Padre ilustró a continuación otro aspecto característico de la obra del santo: su acción por la paz. "Tanto los Sumos Pontífices como los príncipes católicos le confiaron importantes misiones diplomáticas para dirimir controversias y favorecer la concordia entre los estados europeos amenazados en aquella época por el imperio otomano. La autoridad moral de que gozaba lo convertía en consejero buscado y escuchado. Hoy, como en la época de San Lorenzo, el mundo necesita paz, necesita hombres y mujeres pacíficos y pacificadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuente y artífices de paz".

Lorenzo de Brindis fue canonizado en 1881 y nombrado Doctor Apostólico en 1959 por el Beato Juan XXIII en reconocimiento a sus numerosos escritos de exégesis bíblica y mariología. En sus obras evidencia también la acción del Espíritu Santo en la existencia de los creyentes. "San Lorenzo de Brindis -concluyó el pontífice- nos enseña a amar la Sagrada Escritura, a crecer en la familiaridad con ella, a cultivar diariamente la relación de amistad con el Señor en la oración para que cualquier acción y actividad nuestras tengan en él su inicio y su cumplimiento".



San Lorenzo de Brindis
Presbítero y doctor de la Iglesia (1559-1619) Nació el año 1559  ( Brindisi, Italia).   Julio Cesar Russo nació en Brindis en 1559. El nombre que había recibido en el bautismo suponía todo un programa. Cesar sería, a lo largo de su vida, un verdadero capitán de Dios, un caudillo de hombres, de un temple poco común, pero con la inteligencia de someter todas sus dotes naturales a las exigencias de la regla franciscana.
En 1575, se convertía, en el convento de los Capuchinos de Verona, en el Hermano Lorenzo de Brindis    Se hizo fraile capuchino, enseñó teología a sus hermanos de religión y desempeñó en la Orden otros cargos de responsabilidad.    Lorenzo era un predicador nato; los años de estudio en Padua hicieron de él un hombre de gran cultura, que empleaba con soltura el francés, el alemán, el griego, el siríaco y el hebreo.
A partir de entonces se hallaba ya preparado para convertirse en uno de los constructores de la Reforma católica.    Hizo la campaña de Hungría contra los turcos, yendo al frente de las tropas con su crucifijo en la mano. Fue, finalmente, un diplomático apreciado por los papas y los soberanos.
Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III la causa de los napolitanos vejados y oprimidos por el virrey Osuna, cuando le llegó la muerte.    Su cuerpo fue enterrado en Villafranca del Bierzo, en León, en el convento de las monjas franciscanas.
Fue canonizado por el Papa León XIII el año 1881. Su Santidad Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia el año 1959.




Oremos  

Oh Dios, que diste a San Lorenzo de Brindis el espíritu de consejo y de fortaleza, para gloria de tu nombre y salvación del prójimo, concédenos por ese mismo espíritu, conocer y cumplir siempre nuestro deber. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




Lorenzo de Brindisi, Santo
Doctor de la Iglesia, Julio 21
 
Lorenzo de Brindisi, Santo
Lorenzo de Brindisi, Santo

Sacerdote capuchino
Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de caracter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Etimolgía: Lorenzo = laurel, de la lengua latina.

Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.

Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.

Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.

Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.

Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.

Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".

Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.

Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.

San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia en 1959, con el título de Doctor Evangélico, por lo elevado de su inspiración evangélica.

Iconografía: con hábito, un libro, la hostia alusiva a su veneración a la Eucaristía y la imagen de María Santísima, por la especial devoción que le manifestó.


Lorenzo de Brindis

San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap.
San Lorenzo da Brindisi.jpg
Confesor
Proclamado Doctor de la Iglesia el 19 de marzo de 1959 por el papa Juan XXIII
Nombre Giulio Cesare Russi
Apodo Doctor Apostolicus
Nacimiento 22 de julio de 1559
Brindis, Reino de Nápoles
Fallecimiento 22 de julio de 1619
Belém (Lisboa), Portugal
Venerado en Iglesia Católica
Beatificación 1783, por Pío VI
Canonización 1881 en Roma, por León XIII
Principal Santuario Villafranca del Bierzo
Festividad 21 de julio
Atributos hábito franciscano, conduciendo un ejército, con una cruz en la mano y Jesucristo acompañándole. Por su condición de Doctor con un libro.
Patronazgo Brindis
San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap., (Brindis, 22 de julio de 1559 - Lisboa, 22 de julio de 1619). Nacido Giulio Cesare Russi, santo de la Iglesia Católica y miembro de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, es Doctor de la Iglesia desde 1959.

Juventud y formación

Nació en Brindis (Italia) el 22 de julio de 1559, hijo de comerciantes venecianos, Guglielmo Russi (o de Rossi) y de Elisabetta Masella, radicados en esa localidad portuaria de la Apulia, donde quedó pronto huérfano de padre.
A los 14 años entra en los Franciscanos conventuales de su ciudad natal, pero ha de salir, al encontrarse la ciudad amenazada por los turcos. Se refugia con su madre en Venecia.
El 17 de febrero de 1575 ingresa en los capuchinos de Verona. Estudia a fondo la Sagrada Escritura en la Universidad de Padua y adquiere un conocimiento de idiomas poco corriente: hablaba, además de latín, español e italiano, francés, alemán, griego, siríaco y hebreo.

Predicador

Lorenzo fue ordenado sacerdote en 1583, e inició una extraordinaria labor como predicador. Su doble preocupación fue la lucha contra el protestantismo y contra los turcos. Él repetía: «Dios me ha llamado a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes».
Y en efecto, predicó de manera incesante en Italia, Hungría, Bohemia, Bélgica, Suiza, Alemania, Francia, España y Portugal. Apoyado por los jesuitas, desarrolló una admirable labor en la Europa central y sembró de conventos franciscanos gran parte de las naciones en las que había predicado. Enviado en 1599 a Austria, al frente de un grupo de religiosos, estableció conventos en Viena, Graz y Praga. En Praga sus predicaciones conmovieron la opinión pública y provocaron la reacción de los protestantes, que solicitaron del emperador Rodolfo II su expulsión.

Obra teológica

San Lorenzo de Brindis en un grabado del siglo XVIII.

Sermones

Aparte de su admirable predicación por toda Europa, Lorenzo dejó una multitud de obras, entre ellas más de 800 sermones, que ocupan 11 de los 15 volúmenes de sus obras completas. Constituyen un admirable ejemplo de lo que modernamente se ha llamado teología kerigmática, y esta manera de exponer las verdades eternas le sitúa en la línea de clásica actividad pastoral de los Santos Padres y de los grandes doctores obispos. Destaca en especial su admirable Mariología, de una claridad de conceptos verdaderamente extraordinaria.

Pro conversión de los judíos

Encontramos también reflejada en su obra literaria la actividad que desarrolló en pro de la conversión de los judíos, cuando por encargo de Clemente VIII predicó durante tres años a los judíos de Roma. Estas tareas y la enseñanza de la Sagrada Escritura a los religiosos de su Orden, juntamente con su conocimiento del hebreo, arameo y caldeo, le permiten mostrarse como espléndido exegeta en su Explanatio in Genesim. Uniendo una sana filosofía con profundos conocimientos teológicos, trata de manera magistral todas las cuestiones referentes a Dios creador, a sus atributos, a los ángeles, a la naturaleza y composición del hombre, a la institución matrimonial, etc.

Contra los protestantes

También se refleja en su obra literaria el admirable apostolado antiprotestante que desarrolló.
En Praga tuvo una disputa con el luterano Policarpo Leiser, teólogo, escritor y predicador de la corte del príncipe elector de Sajonia. Reflejo de aquella disputa es la Lutheranismi hypotyposis (3 vol.), manual práctico de apología de la fe católica y confutación de la interpretación protestante.
El vigor de la dialéctica teológica está sostenido por la exactitud del estudioso, que se informa sobre la génesis histórica y doctrinal del protestantismo directamente: en la literatura y en los símbolos protestantes, en una cuarentena de autores reformados, sin excluir los manuscritos y los libelos, además de las obras de Lutero. En esta empresa defensiva y confirmativa al mismo tiempo, característica de una época, la Contrarreforma, en la que la controversia adquirió tanta importancia, Lorenzo emula, con acentuación polémica, la acción de Pedro Canisio, y simplifica, para el uso ministerial, el método escolástico de las Disputationes de Roberto Belarmino.
La proclamación de Lorenzo como Doctor de la Iglesia es la confirmación de tan excelente magisterio. Pero se tiene la convicción de que todavía ocultan los archivos europeos muchos documentos interesantes que podrán dar luz sobre su actividad doctrinal antiprotestante.

Actividad "política"

Hacía falta también un animador espiritual en la lucha contra los turcos, que golpeaban las puertas del Imperio. Clemente VIII envió a Lorenzo al emperador Rodolfo II, «seguro de que él sólo valdría lo que un ejército» y, en efecto, Lorenzo fue el brazo derecho del príncipe Felipe Manuel de Lorena, que consiguió en 1601 la liberación de Székesfehérvár (Alba Regia) en una gran victoria contra la masa de cerca de 80.000 turcos, capitaneados por Mohamed III, que se aprestaba a invadir Estiria y amenazaba conquistar Austria, invadiendo desde allí Italia y Europa entera. Lorenzo escribió una preciosa crónica de campaña y aunque ocultase en ella en parte sus rasgos de valor, capitanes y soldados le aclamaron como el principal autor de la batalla. No cabe la menor duda de que el santo pudo practicar en aquella ocasión, con un ejército tan cosmopolita, su conocimiento de idiomas. Lo cierto es que resultó un magnífico capellán militar.
Fue también Ministro general de su Orden (1602-1605), con una actuación sumamente brillante. En este cargo, como en todos los demás (Ministro provincial, Comisario general, etc.), se mantuvo siempre sencillo y afable, típicamente franciscano. Rechazaba los honores con la mayor naturalidad. Permaneció siempre fiel a su costumbre de dormir sobre tablas, levantarse durante la noche para salmodiar, ayunar con frecuencia a pan y verdura, disciplinarse duramente y, sobre todo, meditar con asiduidad los sufrimientos de Cristo.

Muerte y sucesos posteriores

Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III de España la causa de los napolitanos oprimidos por el Virrey Pedro Téllez-Girón, duque de Osuna, cuando el 22 de julio de 1619 le sobrevino su muerte. Su cuerpo fue llevado al Convento de la Anunciada, de monjas clarisas, de Villafranca del Bierzo (provincia de León), donde es venerado. Su sepulcro fue profanado en 1808 por las tropas francesas que ocuparon la ciudad durante la Guerra de la Independencia Española.

Beatificación, canonización y Doctor de la Iglesia

Fue beatificado por Pío VI en 1783 y canonizado por León XIII en 1881. Juan XXIII le otorgó el título de Doctor de la Iglesia con el nombre de Doctor Apostolicus por el Breve «Celsitudo ex humilitate» de 19 de marzo de 1959. Su fiesta se celebra el 21 de julio.

Bibliografía

  • Opera omnia, 15 vol., ed. crítica, Quaracchi 1926-56;
  • A. DA CARMIGNANO, S. Lorenzo da Brindisi, dottore della Chiesa universale, 4 vol., Padua 1960-1963 (biografía exhaustiva);
  • A. DA CARMIGNANO, San Lorenzo de Brindis, Doctor de la Iglesia. Estudio biográfico, Madrid 1959;
  • A. DA CARMIGNANO, L. RUSSO, Lorenzo da Brindisi, en Bibl. Sanct. 8,161-180;
  • C. DA SOLESIMO, L'apologetica di S. Lorenzo da Brindisi: originalitá, Roma 1959;
  • VARIOS, Miscellanea laurentiana, Padua 1951; VARIOS, «Estudios Franciscanos», segundo semestre 1960 (n° monográfico).

Enlaces externos


San Lorenzo de Brindis
Predicador
Año 1619
Jesús en bajado de la CruzLorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.
Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.
Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento".
La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.
Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.
Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".
Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo".
El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.
El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En 1959 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.
Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.
Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto".



San Lorenzo de Brindis
predicador y doctor de la Iglesia
Año 1619

El Santo nació en Brindis, cerca del lugar en que la bota italiana llevaría la espuela contra el Balcán turco. Era en julio de 1559. Tres semanas después, el viejo papa Paulo IV, duro campeón de la reforma católica, moría en Roma. El populacho mostraba su alegría por verse libre de su firme puño, y echó abajo la estatua del Pontífice. El recién nacido heredaría en cierto modo el celo del reformador difunto, pero sabría ser más caritativo y más flexible.
 Había nacido de noble familia. Recibió en el bautismo el nombre de Julio César. Se cuenta que a los seis años predicó en la catedral y que el auditorio quedó transportado de admiración. Reduzcamos las cosas a sus justos límites, no es imposible que participara en alguna fiesta infantil, al estilo de las que tan frecuentemente vemos organizarse en las catequesis. Y nada tendría de raro que el despierto muchacho, puesto en una ocasión tal, encantara a su auditorio por el despejo y la soltura con que trataba de las verdades religiosas.
 Muerto su padre, César entra en los franciscanos conventuales, y queda allí hasta la edad de catorce años. Pero ya hemos dicho cuál es el emplazamiento de Brindis. Los turcos amenazaban con su poder creciente la pequeña ciudad y César, con su madre, se refugia en Venecia, donde un tío suyo cuidará tiernamente de su formación. El adolescente no había olvidado el ideal franciscano. Y el 17 de febrero de 1575 entra en la Orden capuchina tomando el nombre de Lorenzo. Su ingreso tuvo lugar en el convento de Verona. Novicio modesto y grave, penitente hasta el extremo, cayó enfermo y hubo que retrasar su profesión. Por fin, el 24 de marzo, víspera de la Anunciación, pudo hacerla.
 El futuro doctor de la Iglesia recibió en la Orden capuchina una formación verdaderamente excepcional. Enviado a estudiar a Padua, conoció a fondo la Sagrada Escritura, y así, durante su vida, hemos de verle muchas veces discutir directamente sobre el texto hebreo con los herejes y los judíos. Tuvo un conocimiento de idiomas poco corriente, pues hablaba el francés, el alemán, el griego, el siríaco y el hebreo, Su formación teológica era tal que, no siendo aún sacerdote, predicó dos cuaresmas en Venecia, ciudad nada fácil para un predicador bisoño. Alguna de sus conquistas apostólicas tuvo enorme resonancia en la ciudad, así, por ejemplo, la de aquella cortesana que, venida al sermón con ánimo de hacer alguna mala conquista, fue conquistada por Cristo.
 Una vez Sacerdote, sus trabajos continuaron a un ritmo todavía más vivo. Durante tres años, por encargo de Clemente VIII, predica a los judíos de Roma, obteniendo buenos resultados gracias a sus conocimientos de hebreo. Pero las dos grandes empresas de su vida habían de ser la lucha antiprotestante y la cruzada contra los turcos.
 El historiador, aun profano, que recorra sumariamente los acontecimientos religiosas de la edad postridentina, y estudie la contraofensiva de la restauración católica, tropezará necesariamente con la figura de este capuchino italiano que, aun perteneciendo a la provincia de Venecia, fue enviado en 1599 a Austria, al frente de un grupo de doce hermanos suyos, con los que se estableció en Viena, Graz y Praga. Llegaba allí Lorenzo precedido de la fama de religioso austero, de hombre cultísimo, de predicador iluminado, de polemista eficaz. A sus cuarenta años de edad había recorrido ya con éxito asombroso toda Italia. Y, en efecto, en Praga sus predicaciones conmueven la opinión publica y provocan la reacción de los protestantes que solicitan del emperador Rodolfo II su expulsión.
 Un doble paréntesis se abre en su acción antiprotestante, para atender a la guerra contra los turcos, y al cargo de ministro general de su propia Orden (1602-1605). Pero apenas libre de los cuidados de este cargo, vuelve de nuevo a la lucha, primero en Praga (1606-1610), y después en Munich (1610-1613), junto a su amigo íntimo el duque Maximiliano, de Baviera. Se esforzó en la constitución de una liga de príncipes católicos de Alemania que pudiera oponerse a la unión de los protestantes, y con una misión oficial en Madrid conquistó que se adhiriera y ayudara financieramente a dicha liga el rey Felipe III de España. Cuando parecía seguro que iba a tener que marchar de Alemania, una intervención del cardenal Dietrichstein ante el papa Paulo V lo impidió. Así él pudo continuar su trabajo. Obtuvo después el restablecimiento de la paz entre las autoridades españolas y el duque de Saboya, Carlos Manuel el Grande, en 1618, y desarrolló una feliz legación en Madrid y Lisboa (1618-1619), en defensa de la ciudad de Nápoles contra la tiranía del virrey Osuna.
 Es difícil sintetizar en pocas líneas la colosal labor de este predicador. "Dios me ha llamado —repetía— a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes." Y, en efecto, predicó, de manera incesante, en Italia, en Hungría, en Bohemia, en Bélgica, en Suiza, en Alemania, en Francia, en España y en Portugal. Apoyado por los jesuitas, desarrolló una admirable labor en la Europa central, y sembró de conventos franciscanos gran parte de estas naciones en las que había predicado.
 Hacía falta también un animador espiritual en la lucha contra los turcos, que golpeaban las puertas del Imperio. El papa Clemente VIII envió a San Lorenzo de Brindis al emperador Rodolfo II "seguro de que él solo valdría lo que un ejército". Y, en efecto, San Lorenzo fue el brazo derecho del príncipe Felipe Manuel de Lorena, que consiguió el año 1601 una victoria resonante sobre el Islam en Stuhiweissenburg (Alba Real) contra la masa de cerca de 80.000 turcos, capitaneados por Mohamet III, que se aprestaba a invadir la Stiria y amenazaba conquistar Austria, invadiendo desde allí Italia y Europa entera. San Lorenzo nos escribió una preciosa crónica de la campaña y, aunque ocultase en parte sus rasgos de valor, capitanes y soldados le aclamaron como el principal autor de la batalla. No cabe la menor duda de que también San Lorenzo pudo ejercitar, en aquel cosmopita ejército, su conocimiento de idiomas. Lo que es cierto es que resultó un admirable capellán militar, que a la hora de la victoria únicamente se lamentaba de no haber podido lograr con aquella ocasión el mérito del martirio.
 Recientemente, en marzo de 1959, Su Santidad el Papa elevó a San Lorenzo de Brindis a la dignidad de doctor de la Iglesia universal, después de haber escuchado el parecer de la Sagrada Congregación de Ritos. Es el tercero de los franciscanos que recibe este honor, después del doctor seráfico, San Buenaventura, y del doctor evangélico, San Antonio de Padua. A San Lorenzo de Brindis podría cuadrar bien el título de doctor apostólico.
 Independientemente de su admirable predicación por toda Europa, nos dejó San Lorenzo una multitud de obras editadas desde 1926 a 1956 en una espléndida colección de quince volúmenes, que nada deja que desear ni en cuanto al aparato científico ni en cuanto a la magnífica presentación tipográfica. Allí encontramos más de ochocientos sermones, que ocupan once de los quince volúmenes: Marial, Quadragesimales, Adviento, Domingos del año, santoral, etc. Se ha señalado que estos once volúmenes constituyen un admirable ejemplo de lo que modernamente se ha llamado teología kerigmática, y que esta manera de exponer las verdades eternas le sitúa en la línea de clásica actividad pastoral de los Santos Padres y de los grandes Doctores obispos. En especial, destaca su admirable mariología, de una claridad de conceptos verdaderamente extraordinaria.
 Encontramos también en su obra literaria reflejada la actividad que desarrolló en pro de la conversión de los judíos. Estas tareas y la enseñanza de la Sagrada Escritura a los religiosos de su Orden, juntamente con su conocimiento profundo del hebreo y suficiente del arameo y el caldeo, le permiten mostrarse como espléndido exegeta en su Explanación del Génesis. Uniendo una sana filosofía con profundos conocimientos teológicos, trata de manera magistral todas las cuestiones referentes a Dios Creador, a sus atributos, a los ángeles, a la naturaleza y composición del hombre, a la institución matrimonial, etc., etc.
 También se refleja en su obra literaria el admirable apostolado antiprotestante que desarrolló. Tuvo en Praga una disputa con el luterano Policarpo Leiser, teólogo escritor y predicador de la corte del príncipe elector de Sajonia. Reflejo de aquella disputa son los tres volúmenes de la Lutheranismi hypotyposis, manual práctico de apología de la fe católica y confutación de la interpretación protestante. El vigor de la dialéctica teológica está sostenido por la exactitud del estudioso, que se informa sobre la génesis histórica y doctrinal del protestantismo directamente en la literatura y en los símbolos protestantes, en una cuarentena de autores reformados, sin excluir los manuscritos y los libelos, además de las obras de Lutero. En esta empresa, defensiva y confirmativa al mismo tiempo, característica de una época en que la controversia adquirió tanta importancia, San Lorenzo emula, con acentuación polémica, la acción de San Pedro Canisio y simplifica, para el uso ministerial, el método escolástico de las Disputationes de San Roberto Belarmino.
 La proclamación de San Lorenzo como Doctor de la Iglesia universal contribuirá al conocimiento de su biografía y, consiguientemente, de su influencia en la historia del pensamiento y en la misma marcha política de Europa. Porque aún ocultan muchísimos documentos interesantes los archivos europeos, que podrán dar luz sobre aspectos desconocidos de su increíble actividad.
 En medio de tareas tan extraordinarias, acogido en todas partes como un santo, habiendo obtenido ciertos éxitos extraordinarios en su acción diplomática, se mantuvo siempre, aunque rodeado de ovaciones, sencillo y afable, revestido de una humildad típicamente franciscana. Rechazaba los honores con la mayor naturalidad. Permaneció siempre fiel a su costumbre de dormir sobre tablas, de levantarse durante la noche para salmodiar, de ayunar con frecuencia a pan y verdura, de disciplinarse cruelmente y, sobre todo, de meditar con asiduidad los sufrimientos de Cristo.
 Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III la causa de los napolitanos vejados y oprimidos por el virrey, cuando le llegó la muerte. Era el 22 de julio de 1619. Su cuerpo fue llevado al convento de monjas franciscanas de Villafranca del Bierzo, en Galicia. Fue beatificado por Pío VI en 1783 y canonizado por León XIII en 1881. Según hemos dicho, Su Santidad el Papa Juan XXIII, el 19 de marzo de 1959, le otorga el título de Doctor de la Iglesia por el breve Celsitudo ex humilitate. "Con esta proclamación la Iglesia adscribe oficialmente al senado luminoso de sus maestros, que unen la santidad con una ciencia sagrada auténtica y excelente, su trigésimo miembro."
 LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
 

DOMINICOS
El bueno de San Lorenzo
Fray Lorenzo fue religioso capuchino. Vivió en Italia por los años 1559-1619. En su juventud se sintió llamado por Dios para que optara por vivir en servicio religioso-sacerdotal, e ingresó en la Orden y Familia de san Francisco.

Estaba bien dotado en sensibilidad, dones convivenciales y capacidad intelectual, y, por ello, concluidos sus estudios teológicos, fue destinado al ejerció de la enseñanza como catedrático de teología. Esto fue un acierto, pues resultó excelente maestro. Pero, además, tenía gran habilidad y unción en la exposición de la palabra de Dios, sobre todo predicando, y la gracia de Dios le acompañaba con frutos sabrosos. Asimismo, fue comisionado y asumió importantes legaciones diplomáticas, en las gestiones realizadas demostró gran prudencia.

Se trataba, pues, de un hombre privilegiado: buena preparación y riqueza espiritual, buena comunicación espiritual desde el púlpito (con gran manejo de la biblia) y habilidad diplomática para lograr acuerdos o concordias. Era una bendición de Dios, ya que sabía trabajar, sufrir, amar, esperar, concordar.

Precisamente por haberlo hecho todo con mucho amor, afán de servicio, sentido de la justicia e iluminación desde la Palabra de Dios, se le consideró santo, maestro y doctor.

ORACIÓN:

Concédenos, Señor y Padre nuestro, que en nuestros días, como en los días de san Lorenzo, la Iglesia cuente con ejemplares espléndidos de vida en el Espíritu: abiertos a la luz, armados de fuerte esperanza, solícitos en el servicio a los hermanos, creadores de paz, prudentes directores de almas. Amén.


Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.
Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.
Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento".
La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.
Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.
Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".
Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo".
El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.
El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En 1859 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.
Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.
Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto".



Sábado 21 de Julio 2012 – San Lorenzo de Brindis

Sábado 21 de Julio – Misa a elección. Feria. Verde. – San Lorenzo de Brindis, Presbítero y  Doctor de la Iglesia. (ML). Blanco.
Lorenzo de Brindis fue un fraile capuchino que se destacó en el estudio de las Sagradas Escrituras. Teniendo como base la Biblia, predicó por toda Italia, buscando la conversión de los pecadores hablando con sencillez y libertad. Fue ministro general de la orden capuchina y durante ese período, surgieron numerosas vocaciones franciscanas por toda Europa. Falleció en Lisboa en el año 1619.

LECTURA
Lectura de la Profecía de Miqueas.  Miq 2, 1-5
¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo realizan, porque tienen el poder en su mano. Codician campos y los arrebatan, casas, y se apoderan de ellas; oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a su herencia. Por eso, así habla el Señor: Yo proyecto contra esta gente una desgracia tal que ustedes no podrán apartar el cuello, ni andar con la cabeza erguida, porque será un tiempo de desgracia. Aquel día, se proferirá contra ustedes una sátira y se entonará esta lamentación: “Hemos sido completamente devastados; ¡lo que le corresponde a mi pueblo se lo entregan a otros! ¿Cómo me lo quitan a mí, y distribuyen nuestros campos entre los que nos llevan cautivos?”. Por eso, no tendrás a nadie que arroje la cuerda para medirte un lote, en la asamblea del Señor.
Palabra de Dios.

Comentario
El profeta nos da una vívida pintura de cómo obran los malos: meditan el mal, lo planifican y lo ejecutan cuidadosamente. Calculan sus acciones para poder lograr sus fines. Y para todo esto, recurren siempre a la violencia. En este contexto, nos conviene responder renunciando a la violencia, poniéndonos del lado de las víctimas y confiando en el juicio de Dios.

SALMO   Sal 9, 1-4b. 7-8b. 14
R. ¡No te olvides de tus pobres, Señor!
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro?
El pobre se consume por la soberbia del malvado
y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él. R.
Porque el malvado se jacta de su ambición,
el codicioso blasfema y menosprecia al Señor;
el impío exclama en el colmo de su arrogancia:
“No hay ningún Dios que me pida cuenta”. R.
Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de violencias;
detrás de sus palabras hay malicia y opresión;
se pone al acecho en los poblados
y mata al inocente en lugares ocultos. R.
Pero tú lo estás viendo: Tú consideras los trabajos y el dolor,
para tomarlos en tus propias manos.
El débil se encomienda a ti;
Tú eres el protector del huérfano. R.

EVANGELIO
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo.  Mt 12, 14-21
Los fariseos se confabularon para buscar la forma de acabar con Jesús. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Grandes multitudes lo siguieron, y los sanó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: “Éste es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre”.
Palabra del Señor.

Comentario
“Jesús no es el juez que viene a condenar, sino -tal como lo recordó a los enviados de Juan Bautista- el siervo humilde, que cumple con su misión sin gritos y dejando a cada uno su oportunidad. Frente a los fariseos que traman su muerte, Jesús se retira para no precipitar el drama ni ‘apagar la mecha que todavía humea’. Este juicio de Dios que se realiza en el silencio de Jesús y en su misericordia es sin duda un signo para los ‘sencillos’ que lo siguen y una esperanza para los paganos” (Poittevin-Charpentir, El Evangelio según San Mateo, Ed. Verbo Divino).


San Lorenzo de Brindis
«Doctor Apostólico»

1. Reflexiones, Escritos etc. (a páginas internas) 
2. Enlaces (sitios externos y PDF )












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