domingo, 8 de julio de 2012

San Gregorio Grassi

 

Gregorio Grassi y 25 compañeros, Santos
Mártires en China, 9 de julio
 
Gregorio Grassi y 25 compañeros, Santos
Gregorio Grassi y 25 compañeros, Santos
Martirologio Romano: En la ciudad de Tai-Juan-Fou, en la provincia de Shanxi, también en China, pasión de los santos mártires Gregorio Grassi y Francisco Fogolla, obispos de la Orden de los Hermanos Menores, y de otros veinticuatro compañeros, que durante la persecución llevada a cabo por el movimiento de los Yihetuan fueron asesinados en odio al nombre cristiano (1900). Cuyos nombres son: santos Elías Facchini, Teodorico Balat, presbíteros, y Andrés Bauer, religioso, de la Orden de los Hermanos Menores; María Ermellina de Jesús (Irma) Grivot, María Paz (María Ana) Giuliani, María Clara (Clelia) Nanetti, María de Santa Natalia (Juana María) Kerguin, María de San Justo (Ana Francisca) Moreau, María Adolfina (Ana Catalina) Dierk, María Amandina (Paulina) Jeuris, Religiosas del Instituto de las Franciscanas Misioneras de María; y también Juan Zhang Huan, Patricio Dong Bodi, Felipe Zhang Zhihe, Juan Zhang Jingguang, Juan Wang Rui, Tomás Shen Jihe, Simón Chen Ximan, Pedro Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro Wang Erman.

Etimológicamente: Gregoro = Aquel que esta siempre preparado, es de origen griego.
El 1 de octubre del año 2000, el papa Juan Pablo II canonizó a 120 beatos martirizados en China. Treinta de ellos pertenecen a la Familia Franciscana: uno, San Juan de Triora, fue martirizado en 1816, y a él le dedicamos una página especial; los otros 29 fueron martirizados en julio de 1900, y beatificados por Pío XII el 24 de noviembre de 1946: San Gregorio Grassi y 25 compañeros inmolaron sus vidas por la fe en Taiyuanfu, en la región de Shansi, el 9 de julio; entre ellos se encontraban Santa María Herminia de Jesús y otras seis Franciscanas Misioneras de María, a las que dedicamos una página especial; días antes y en el Hunan Meridional habían sido martirizados San Antonino Fantosati y dos compañeros suyos. De estos 29 mártires, ocho eran frailes menores (tres obispos, cuatro sacerdotes y un hermano laico); siete, hermanas Franciscanas Misioneras de María; once, franciscanos seglares chinos, cinco de los cuales eran seminaristas; y tres, fieles laicos chinos.

La presencia franciscana en China se remonta a los primeros tiempos de la Orden, y testigos de ello son figuras tan representativas como Juan de Pian del Carpine († 1252) y Juan de Montecorvino (†1328), primer arzobispo de Pekín, o el Beato Odorico de Pordenone († 1331). Pero hay que añadir que, si bien el testimonio franciscano no ha faltado nunca en aquel inmenso Imperio, ha sufrido fuertes vaivenes por las persecuciones que de tiempo en tiempo se han ido repitiendo. Vengamos al siglo XIX: en 1816 fue martirizado San Juan de Triora, y al final del siglo, en 1900, sufrieron el martirio, de mano de los boxers, otros 29 santos de la familia franciscana.

Con el término inglés "boxers" se designa a los miembros de una sociedad secreta de carácter religioso y político a la vez, cuyos inicios se remontan a los primeros años del siglo XIX. Una de sus principales características era la xenofobia, odio, repugnancia y hostilidad hacia los extranjeros. Pasaron por largos períodos de vida más o menos precaria. Pero, en febrero de 1900, en medio de una situación social y política convulsionada, se les unieron miles de soldados y no tardó en estallar la revolución de los boxers, sucediéndose los asesinatos de chinos conversos y de religiosos extranjeros, el incendio y la devastación de iglesias y de misiones, la destrucción de vías férreas y de tendidos eléctricos, etc. La vida y organización cristiana, que era próspera en los vicariatos de Shansi y de Hunan, quedó prácticamente asolada. De la familia franciscana fueron más de trescientas las víctimas mortales. Entre ellas destacan los 29 santos, miembros de la Primera y de la Tercera Orden, que ahora recordamos: 26 fueron inmolados en el Vicariato Apostólico de Shansi Septentrional y 3 en el de Hunan Meridional.

En el Vicariato de Shansi fueron apresados y encarcelados el Vicario Apostólico, Mons. Gregorio Grassi, y su Coadjutor, Mons. Francisco Fogolla, junto a los sacerdotes Elías Facchini y Teodorico Balat, y al hermano profeso Andrés Bauer, todos ellos de la Orden de Hermanos Menores. Compañeras suyas de martirio fueron siete Franciscanas Misioneras de María. Y compartieron su suerte 14 laicos, todos de nacionalidad china, 11 de los cuales pertenecían a la Orden Franciscana Seglar: cinco eran seminaristas, otros colaboradores domésticos de los obispos y de los misioneros, catequistas, etc. Todos éstos dieron la vida por Cristo en Taiyuanfu, capital de la provincia, el 9 de julio de 1900, en la sangrienta persecución de los boxers.

También en el Vicariato de Hunan y aun antes se desencadenó con toda su virulencia la revuelta de los boxers. La revolución iniciada en Shantung, donde los boxers habían resultado victoriosos contra los europeos, estalló en Hunan el 4 de julio de 1900 con actos de vandalismo y destrucción de residencias, iglesia, orfanato, etc. De aquí se extendió rápidamente a todas las otras comunidades cristianas del Vicariato, que fueron saqueadas, incendiadas y destruidas; incluso las familias cristianas fueron depredadas. Algunos del clero nativo se disfrazaron, otros huyeron o se escondieron, y otros afrontaron la muerte. El primer franciscano en ser inmolado fue el P. Cesidio Giacomantonio, quemado vivo el 4 de julio de 1900. Tres días después corrieron parecida suerte sus hermanos de hábito Mons. Antonino Fantosati, Vicario apostólico de Hunan Meridional, y su fiel compañero el P. José María Gambaro.

He aquí una breve crónica del martirio.

A todos los mártires de Shansi, después de un tiempo de cárcel, los hicieron salir en fila, precedidos por los dos obispos y rodeados de soldados que los custodiaban estrechamente para que no pudieran escaparse. Mons. Grassi tuvo que decirles:

-- No es necesario que nos atéis; iremos voluntarios a donde nos llevéis.

Como respuesta, uno de los soldados hirió al obispo, y también sus compañeros fueron heridos sin compasión; por su parte, las hermanas fueron tratadas con saña y desprecio. Todos, camino del tribunal del Virrey, fueron maltratados y escarnecidos por los soldados y los boxers, que, temiendo que los cristianos reaccionaran y trataran de liberarlos, los tenían más sujetos y vigilados.

Llegados al tribunal, el Virrey mandó que las víctimas se arrodillaran en una larga fila, y comenzó el juicio.

Dirigiéndose a Mons. Fogolla le dijo:

-- ¿Desde cuándo estás en China y a cuántos del pueblo has perjudicado haciéndolos cristianos?

-- Hace muchos años que estamos en China -respondió el obispo- y nunca hemos perjudicado a nadie; al contrario, hemos beneficiado a muchos.

-- ¿Y -prosiguió el Virrey- qué medicina dais a la gente para hacerlos cristianos, que ni siquiera los niños están dispuestos a abandonar vuestra religión?

-- Nosotros no les damos ninguna medicina para hacerlos cristianos, y ellos son plenamente libres; pero saben que no deben apostatar, porque están convencidos de que es un mal, y que es pecado no adorar al Dios del cielo.

El Virrey dio unos puñetazos al obispo, y luego gritó:

--¡Matadlos, matadlos!

De inmediato los soldados irrumpieron y brutalmente sacaron de la sala del tribunal a las víctimas, desenvainaron las espadas y empezó la salvaje carnicería. Los primeros en caer fueron los obispos y los misioneros; luego, los seminaristas y los laicos; cuando les llegó el turno a las religiosas, se quitaron el velo, se cubrieron la cara y dejaron al descubierto el cuello para facilitar su trabajo a los verdugos; entretanto, Sor María de la Paz entonó el Te Deum que las otras siguieron hasta su decapitación.

Los restos mortales de los mártires, después de ser objeto de ludibrio de los boxers, los soldados y la plebe, fueron arrojados a una fosa común en la que eran enterrados los malhechores y los vagabundos.

En cuanto a los mártires de Hunan, sus cuerpos fueron incinerados y las cenizas arrojadas al viento y al río.

Los perseguidores de Shansi y de Hunan creyeron que borraban la memoria de sus víctimas mezclando sus huesos con los de facinerosos, dándolos como pasto a los perros y a las aves rapaces o dispersando sus cenizas. Pero se dice que, cuando los restos fueron exhumados, la tierra se cubrió de un suave manto de nieve, que hizo exclamar al Virrey, impresionado por el espectáculo: «Estos extranjeros eran de veras gente buena y valiente, el mismo cielo se asocia a sus funerales». En los lugares del martirio y en las tumbas que custodian los restos de los mártires, el gobierno erigió monumentos expiatorios.

El papa Pío XII los beatificó a todos el 24 de noviembre de 1946, y Juan Pablo II los canonizó el 1 de octubre del 2000.

A continuación damos una breve noticia de cada uno de estos mártires. Recordamos que tanto San Juan de Triora como Santa María Herminia de Jesús y sus compañeras Franciscanas Misioneras de María tienen página propia en nuestro Santoral.
MÁRTIRES DE SHANSI:

San Gregorio Grassi (1833-1900). Noble figura de franciscano, misionero y obispo. Nació en Castellazzo Bormida, provincia de Alessandria, en Piamonte (Italia), el 13 de diciembre de 1833, siendo el tercero de los nueve hijos de Juan Bautista y Paola Francisca Mocagatta. Fue bautizado el mismo día con el nombre de Pierluigi, y su madre lo consagró a la Virgen para que lo protegiera toda su vida.

El 2 de noviembre de 1848 vistió el hábito franciscano en el convento noviciado de Montiano (Forlí), y cambió su nombre por el de Gregorio. En agosto de 1856, terminados los estudios en el convento de la SS. Annunziata de Bolonia, fue ordenado sacerdote, y pidió ser enviado a misiones. Dos años después estaba en Roma, en el colegio misionero de San Bartolomé de la Isla, preparándose para las misiones de China, hacia donde partió a finales de 1860. Visitó devotamente la Tierra Santa y llegó a Schang-tong. Destinado a Shansi, trabajó varios años en el Distrito de Tee-yuen-sien, de donde pasó a Taiyuanfu, capital de la provincia. Durante 40 años ejerció su dinámico apostolado, primero como misionero, después, en 1876, como obispo coadjutor con derecho a sucesión, y en 1891 como Vicario Apostólico de Shansi Septentrional, donde dio notable desarrollo a la conquista misionera.

Hablaba perfectamente el chino. Fue rector del seminario indígena. En 1893 abrió en el territorio de Shansi el primer noviciado franciscano de China. Eran constantes sus visitas pastorales a las numerosas pequeñas comunidades cristianas, distantes a veces hasta 450 kilómetros, hechas con diligencia, por caminos en extremo difíciles. En 1878 su territorio padeció una terrible carestía, seguida de graves epidemias, con siete millones de víctimas, entre ellas 4.000 cristianos. También él sufrió el mal, infectado en la asistencia a los enfermos, pero se curó milagrosamente, y reinició sus recorridos apostólicos consolando, alentando, ayudando generosamente. En su largo apostolado, construyó 60 iglesias, entre ellas el santuario de Santa María de los Angeles, a 2.000 metros de altura. Fue asiduo en el confesionario y en la catequesis de niños y adultos, en la asistencia a los pobres y necesitados, y en la defensa y apoyo de los misioneros. Dedicaba largas horas a la oración y meditación. Pensaba volver a Italia para recobrar las energías, pero otro viaje lo esperaba. En vísperas del martirio, invitado a huir y esconderse, Mons. Grassi respondió: «Desde la edad de doce años he deseado y pedido al Señor ser mártir, ¿y ahora que ha llegado el momento deseado, tendría que huir?»

Recibió la palma del martirio, a los 67 años, capitaneando un glorioso batallón de mártires de la fe caídos bajo la espada de los boxers el 9 de julio de 1900 en Taiyuanfu.



San Francisco Fogolla (1839-1900). Obispo coadjutor de Mons. Grassi. Nació en Montereggio, en la región de los Apeninos de Lunigiana, el 4 de octubre de 1839, por lo que le impusieron el nombre del Santo de Asís. Recibió de sus padres una buena educación moral y religiosa. En Parma, adonde se había trasladado su familia, tuvo un contacto frecuente con los Hermanos Menores de la iglesia de la Annunziata, y no tardó en sentir crecer en su corazón la vocación franciscana y misionera. Vistió el hábito franciscano en 1858 y, terminados los estudios, fue ordenado sacerdote en 1863.

Después de la adecuada formación, recibida en el convento romano de San Bartolomé de la Isla Tiberina, en diciembre de 1866 se embarcó para China. De camino, permaneció un año en Palestina para visitar los Santos Lugares y prepararse espiritualmente. El 11 de febrero de 1868 llegó a China y fue destinado a Taiyuanfu, en Shansi, donde se encontraba Gregorio Grassi y donde fue acogido con gran alegría por el Vicario Apostólico Mons. Mocagatta. Pronto su celo suscitó la admiración de los fieles y el odio de los adversarios. Llegó a poseer un extraordinario conocimiento del idioma chino. A los siete años de su llegada fue nombrado rector del seminario y Vicario General de la misión de Lun-gan-fu, y en calidad de tal se dedicó a visitar las comunidades cristianas, a administrar sacramentos, a predicar a cristianos y no cristianos.

Era un año de carestía y la gente, desnutrida y hambrienta, moría de hambre en las casas, en las calles y en los campos. El misionero pidió y obtuvo recursos de Europa a cambio de estatuillas de bronce y objetos artesanales locales que recibió de sus feligreses y envió a París; así fue para todos amoroso dispensador de ayuda. Con ocasión de la Exposición Misionera Internacional de Turín, viajó con cuatro seminaristas. En París lo sorprendió la noticia de su nombramiento como obispo auxiliar de Mons. Grassi, y allí mismo fue consagrado el 24 de agosto de 1898. Recorrió Francia, Bélgica e Inglaterra buscando ayuda para la misión, y en Roma consiguió la mejor que podía desear: siete hermanas que la madre María de la Pasión enviaba a Taiyuanfu para atender el orfanato y otras tareas asistenciales. El 12 de marzo de 1899 emprendió el viaje de regreso a China con las siete Franciscanas Misioneras de María.

Entregado de nuevo a su trabajo y apenas asumidas las nuevas responsabilidades que se le habían confiado, lo sorprendió la persecución de 1900, con la llegada a Shansi del sanguinario gobernador Ju-sien. Sus últimas palabras fueron: «Nunca hemos perjudicado a nadie; al contrario, hemos beneficiado a muchos». A su hermano que lo invitaba insistentemente a volver a Italia, le escribió: «Deseo morir con las armas en las manos combatiendo contra el infierno para estar más cerca de volar al cielo».

Fue decapitado por los boxers el 9 de julio de 1900. Tenía 61 años de edad, 30 de misionero y dos de obispo.



San Elías Facchini (1839-1900). Sacerdote. Nació en Reno Centese, provincia de Ferrara, pero arzobispado de Bolonia, en 1839, de Francisco y Mariana Guaialdi. Los compañeros lo apodaban «el loco Facchini». Cuando se difundió la noticia de que quería hacerse fraile, una viejecita exclamó: «Si ese se hace fraile, me hago cortar la cabeza». Y es que tenía un carácter jovial y jocoso, pero al mismo tiempo cándido y generoso. Admitido entre los hijos de San Francisco, profesó el 1 de noviembre de 1859, y fue ordenado sacerdote en diciembre de 1864 en Ferrara.

En 1866 pidió y obtuvo el permiso para incorporarse a las misiones de China. A tal fin se estuvo preparando en el convento romano de San Bartolomé de la Isla Tiberina. En abril de 1868 llegó a Taiyuanfu con otros cinco frailes con quienes compartía sus anhelos, y compartiría las fatigas y también las alegrías de la evangelización. Su primer campo de apostolado fue Ta-cong-fu. Pero muy pronto lo llamaron a dirigir el seminario indígena de Taiyuanfu, en el que enseñó letras y teología. Trabajaba intensamente, dormía poco, escribió textos para los seminaristas y obras de formación espiritual. Participó en dos Sínodos Regionales del Vicariato, el de 1880 y el de 1885, y en el III Sínodo de Shensi.

En 1893 fue nombrado superior y maestro de novicios en el nuevo convento que había construido Mons. Grassi en Tun-el-koun. También aquí, como trabajador incansable, hacía miles de cosas con una facilidad asombrosa. Cuatro años después lo llamaron a tomar de nuevo la dirección del seminario mayor de Taiyuanfu. Vivía habitualmente en oración y en él se podía admirar al auténtico franciscano de vida austera, al rector de seminario sabio y prudente que formó para la vida cristiana y para el sacerdocio a numerosos jóvenes, al misionero incansable en la conversión de los infieles, al escritor ilustrado que preparó y escribió textos de estudio y de formación religiosa. Cuando a principios de 1900 comenzaba a entrever la proximidad del martirio, solía decir: «Si me matan, iré más pronto al Paraíso. Mi cuerpo está ya desgastado. Si he de morir por la Religión, daré gracias al Señor». Cuando sufrió el martirio el 9 de julio de 1900, tenía 61 años de edad, de los cuales había pasado 33 de vida misionera en China.



San Teodorico Balat (1854-1900). Sacerdote. Nació el 23 de octubre de 1858 en San Martín de Tour, diócesis de Albi (Francia), por lo que sus hermanos de misión lo llamaban «el buen albigense». Sus padres, Juan Francisco y Rosa Taillefer, se esforzaron por darle una educación profundamente cristiana. A los 11 años entró en el seminario menor de Lavour, y a los 20 en el de Albi. Era de carácter inquieto y a ratos de genio áspero. El 29 de junio de 1880 vistió el hábito franciscano en Pau en el noviciado de la Provincia Minorítica de San Luis. Pero, al decretarse el destierro de los religiosos, tuvo que continuar el noviciado en Inglaterra, y el 30 de junio de 1881 hizo la profesión en el convento de Woodlands, donde permaneció algunos años.

La vocación misionera entusiasmaba al joven P. Teodorico, que decidió partir para China. Antes visitó los lugares franciscanos, La Verna y Asís, y luego Tierra Santa. Aquí su salud, ya frágil, empeoró: fiebre y fortísimos y agotadores espasmos al estómago, pero se alivió rápidamente. Desembarcó en China en octubre de 1884, y en diciembre de 1885 llegó a Taiyuanfu. Pronto aprendió muy bien la lengua china. Siempre estuvo lleno de juvenil entusiasmo, activo, incansable. Mons. Grassi le confió oficios delicados: profesor en el seminario menor, maestro de novicios en el noviciado franciscano, ecónomo de la misión y capellán de las religiosas Franciscanas Misioneras de María y del orfanato. En el desempeño de esta última tarea lo sorprendió la revolución de los boxers. Alguien le aconsejó que huyera, pero él respondió: «Mi deber es permanecer aquí». Cuando llegó a la residencia misionera el tirano Ju-sien con sus secuaces, él estaba rezando tranquilamente el breviario; se levantó, bendijo a las hermanas y las acompañó valientemente al suplicio compartiendo con ellas la palma del martirio el 9 de julio de 1900.



San Andrés Bauer (1866-1900). Religioso profeso. Nació en Guebwiller, Alsacia (Francia), el 24 de noviembre de 1866, de Lucas y Lucía Moser, siendo el sexto de ocho hermanos. Hombre sencillo y sin malicia, el 12 de agosto de 1886, a los 20 años de edad, vistió el hábito de la Orden de Hermanos Menores, como religioso no clérigo, en Clevedon, Inglaterra, pues las leyes entonces vigentes no le permitían hacerlo en Francia. Pronto la legislación militar de su país lo reclamó y tuvo que regresar a Francia, donde vistió el uniforme militar por espacio de tres años. Luego, en vista de la necesidad que sufrían sus padres, decidió ayudarles por un tiempo. Al prolongarse éste, su piadosa madre le dijo: «Andrés, sigue tu vocación. No te preocupes por nosotros, la Providencia nos asistirá. No te demores para responder al Señor, que el mundo no quiere saber más de ti».

Volvió a vestir el hábito franciscano en Amiens el año 1895. Más tarde fue destinado a París. Andrés, desde que ingresó en la Orden, tenía la aspiración de ser misionero, y esa aspiración pudo hacerla realidad cuando en París conoció a Mons. Fogolla, que se preparaba para la consagración episcopal: se enroló en su expedición y el 4 de mayo de 1899 Andrés se encontraba ya en Taiyuanfu, China, ansioso por convertir a muchos infieles. Servicial con todos, no sabía estarse quieto sino en la oración. El Vicario Apostólico, Mons. Grassi, le confió la dirección del personal laico de su casa y el ambulatorio, aparte los servicios que tenía que prestar en su comunidad religiosa. Fue un enfermero entregado a los pacientes, un verdadero samaritano.

Su vida misionera duró sólo 14 meses. La revuelta de los boxers le sorprendió cuando atendía el ambulatorio de hombres. Poco antes había escrito a un hermano suyo: «Nos encontramos en el amanecer de un nuevo siglo, y no sé lo que nos espera. ¡Ojalá pudiese, como el buen ladrón, robar también yo el Paraíso!» Cuando meses más tarde, un soldado chino le pedía las manos para atarlo, Andrés se postró ante él y besó las cadenas, por considerar que el verdugo venía a abrirle las puertas del Paraíso. Sereno y cantando el salmo: «Alabad al Señor todas las naciones...», se encaminó hacia el lugar donde la hermana muerte saldría a su encuentro en la decapitación. Era el 8 de julio de 1900 y tenía 33 años de edad.



San Juan Tchang (1877-1900). Seminarista. De nacionalidad china, a los 11 años entró en el Seminario, primero en Ko-lao-kou y luego en Taiyuanfu, donde tuvo de superior al P. Facchini y donde inició los estudios teológicos. Estudiaba con mucha diligencia y era cumplidor de su deber. De carácter muy vivo, pero ejemplar entre sus compañeros. Había recibido ya las órdenes menores e, iniciada la teología, se había hecho terciario franciscano. De carácter inquieto, debió imponerse fuertes renuncias para vencerse. Muy devoto, a diario oía la misa, tomaba la comunión, rezaba el rosario y hacía el vía crucis. Pudiendo librarse del martirio si renegaba de la fe cristiana, rechazó resueltamente tal propuesta y, a los 23 años, fue el primero del grupo de cinco seminaristas en derramar la sangre por Cristo a manos de los boxers el 9 de julio de 1900.



San Patricio Tong (1882-1900). Seminarista. Nació en China en 1882, y a la edad de 12 años ingresó en el seminario menor; a su debido tiempo pasó al seminario mayor de Taiyuanfu y se hizo terciario franciscano. El P. Fogolla, que era su rector, premió la bondad del joven escogiéndolo como compañero de viaje a Italia, con ocasión de la Exposición Misionera Internacional de Turín de 1898; además, lo acompañó, junto con otros chinos, en las visitas que hizo a Francia, Bélgica e Inglaterra, dejando en todas partes óptimas impresiones de alma cándida y privilegiada. A su regreso de Italia manifestó su gran deseo de hacerse Hermano Menor. Cuando estaba a punto de entrar en el noviciado, se desencadenó la persecución religiosa de los boxers. De Patricio se recuerda esta anécdota: mientras estaba en la cárcel, obtuvo permiso para volver al seminario por un objeto que apreciaba mucho y para saludar a sus padres, familiares y amigos. Todos lo apremiaban, y sus padres lo hacían con llanto, para que no volviera a la cárcel sino que se pusiera a salvo. Él rehusó enérgicamente todas las propuestas y volvió pronto a la prisión. Fue inmolado el 9 de julio de 1900 cuando tenía 18 años.



San Felipe Tchang (1880-1900). Seminarista. Nació en 1880, hijo de fervorosos cristianos. A los dieciséis años entró en el seminario menor, donde se mostró dócil, manso y sobre todo devoto. Tardo de ingenio, encontró muchas dificultades en el estudio y sobre todo en el aprendizaje del latín, pero supo superar ese obstáculo con el esfuerzo propio de las almas generosas y nobles que saben hacer frente a todo para realizar su propio ideal. Tanto los superiores como los compañeros lo estimaban y admiraban porque era bueno y caritativo, firme y generoso para secundar nobles iniciativas. En su momento pasó del seminario menor al mayor de Taiyuanfu, donde con el estudio, la oración y la disciplina se preparaba para ser un digno sacerdote de Cristo, continuador entre su pueblo de la obra evangelizadora de los misioneros; se hizo terciario franciscano, y la espiritualidad franciscana le ayudó mucho en la elevación de su alma a Dios. Pero su final glorioso estaba ya muy cercano. La persecución de Ju-sien le dio la oportunidad de dar su vida por Cristo. Sereno y decidido subió a su Calvario, donde fue decapitado cuando apenas tenía 20 años, el 9 de julio de 1900.



San Juan Tchang (1882-1900). Seminarista. Era el primogénito de cinco hermanos, y sus padres, fervientes católicos, murieron cuando él era todavía un niño. En el seminario menor hizo rápidos progresos en los estudios, de modo que los superiores lo encargaron de enseñar las ceremonias, el latín y otras materias escolares a los compañeros más lentos para el aprendizaje. De carácter dinámico y fuerte, cuando era vencido por su forma de ser lo reconocía cándidamente ante su rector, el después obispo mártir Francisco Fogolla. En 1897 recibió las órdenes menores, y por los mismos días recibió el hábito de la Tercera Orden franciscana de manos del también mártir Elías Facchini que admiraba su índole noble y sus virtudes no comunes. Un compañero suyo, que no tuvo la gracia del martirio, lo describió así: «Juan era modelo para todos nosotros por su diligencia, empeño y constancia en el estudio. Era fervoroso en la oración, se acercaba devotamente a la comunión, participaba activamente en la santa Misa, y hacía largas meditaciones. Había logrado moderar su carácter vivaz con una amable dulzura. Todos aprendimos de él». Al desatarse la persecución, fue hecho prisionero. Tuvo la oportunidad de huir, pero no quiso. Le propusieron renegar de su fe, y él lo rechazó enérgicamente. Recibió la palma del martirio el 9 de julio de 1900 cuando tenía dieciocho años.



San Juan Wang (1885-1900). Seminarista. Su padre era presidente de la comunidad cristiana del lugar en que nació, y Juan recibió una buena formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros para ir a Italia y participar en la Exposición Misionera Internacional de Turín, de donde regresaron en 1899. Juan era el más joven del grupo, apreciado por su piedad y su carácter amable y jovial. En Turín pronto se convirtió en el ídolo de los visitantes. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera Orden Franciscana. La Madre María de la Pasión, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María, escribe: «Juan Wang era un pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos de la música china...». Durante el tiempo en que estuvieron encarcelados por los boxers, Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini, su rector, le parecía una ligereza, por lo que le llamó la atención. Juan sonriendo le contestó: «Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Por fortuna, si nos matan, no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres». Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los había visitado en la cárcel, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada, oraban y seguían en sus juegos. Juan tenía 15 años y cuatro meses cuando una espada le segó la vida.



Santo Tomás Sen-Ki-Kuo (1851-1900). Franciscano seglar. Nació en el seno de una familia cristiana pobre y temerosa de Dios, y desde niño comenzó a frecuentar los sacramentos. Mons. Fogolla lo admitió a la profesión en la Tercera Orden franciscana. A los 24 años entró al servicio del sacerdote chino Pablo Chang, pero poco después tuvo que retirarse a causa de una grave enfermedad. Recuperada la salud, entró al servicio de Mons. Grassi, a quien sirvió por espacio de diez años como verdadero modelo de fidelidad y obediencia. Obispo y fámulo se entendían a la perfección y, al desatarse la persecución, juntos sufrieron valerosamente el martirio por Cristo. Tomás tenía 49 años de edad.



San Simón Tcheng (1854-1900). Franciscano seglar. Fámulo de Mons. Fogolla. Nació de padres católicos viejos y muy fervorosos. Ingresó en el seminario, pero la mala salud le obligó a dejarlo. Entró después al servicio de su párroco, el P. Francisco Fogolla, a quien sirvió durante 30 años, siendo siempre un «siervo bueno y fiel». Fue ejemplo de piedad y humildad para la comunidad cristiana. Ingresó en la Tercera Orden Franciscana, y procuró vivir la espiritualidad evangélica y franciscana en el amor a Dios y a los hermanos, en la pobreza y en la intimidad con Dios. Se dedicó gustoso a la catequesis de niños y adultos. Permaneció voluntariamente célibe para dedicar su vida al servicio de los demás. Con su obispo y cuatro seminaristas viajó a Italia para participar en el Congreso Misional de Turín en 1899, siendo el ecónomo de la comitiva. Inmoló serenamente su vida por Cristo y su fe el 9 de julio de 1900.



San Pedro U-Ngan-Pan (1860-1900). Franciscano seglar. Fue seminarista y tomó el hábito de la Tercera Orden franciscana. Pero entendió luego que su vocación no era la sacerdotal y dejó el seminario, aunque decidió permanecer célibe para servir más libremente a la Iglesia. Por su carácter franco y valeroso y su notoria pasión por el estudio, Mons. Grassi le asignó un maestro con la intención de que llegara a ser doctor en letras, para facilitar las relaciones diplomáticas entre las autoridades civiles y la Iglesia. Pedro llegó a ser un aceptable versificador. Enviado por el obispo a llevar ayuda a los misioneros de Tshiang-kou, en el momento en que salía de la ciudad fue detenido y luego colgado en una viga, hasta la tarde; cuando llegó el mandarín encargado de cerrar las puertas de la ciudad, lo hizo liberar con la condición de que no volviera a servir a los europeos. Pedro, una vez liberado, volvió a la misión. Detenido y encarcelado con los obispos y los misioneros, sufrió gozoso el martirio con ellos el 9 de julio de 1900 a los 40 años de edad.



San Francisco Tchang (1840-1900). Franciscano seglar. Modesto agricultor, dedicado a los trabajos del campo y al cuidado de su numerosa familia. Era descendiente de viejos cristianos. Tenía cincuenta y dos años cuando pasó al servicio de la misión, como portero del orfanato regido por las Franciscanas Misioneras de María. Las Hermanas lo llamaban «el abuelo». Una buena palabra, una sonrisa, modales siempre delicados y gentiles daban encanto a su actividad. Se prestaba para todos los trabajos que se le encomendaban. Siempre alegre, parecía haber encontrado el secreto de la verdadera y perfecta alegría. Había ingresado en la Tercera Orden Franciscana y era devotísimo de la Santísima Virgen. Pasaba las horas libres orando y rezando el rosario. Siguió a las Hermanas a la cárcel, considerándose afortunado al poder ir con ellas al martirio. De Francisco Tchang, un amigo dijo: «Era un hombre extraordinario, admirable por su candor y sencillez, ejemplo de virtud y de piedad. Era querido por todos». Tenía 60 años cuando fue inmolado el 9 de julio de 1900.



San Matías Fun-Te (1855-1900). Franciscano seglar. Ferviente neófito que, después del bautismo, vistió el hábito de la Tercera Orden franciscana; admiraba de San Francisco el espíritu de pobreza y de humildad, y su intenso amor a Dios y a los hermanos en una vida totalmente evangélica. Matías vigilaba de noche la residencia episcopal, marcando al estilo chino las vigilias de la noche con el tam tam, instrumento metálico sonoro. El martirio lo sorprendió el 9 de julio de 1900 a los 45 años de edad.



San Santiago Ien-Kun-Tun (1855-1900). Franciscano seglar. Hombre de extraordinaria simplicidad, que pertenecía a la clase humilde de los agricultores pobres y asalariados; estaba encargado de cultivar las hortalizas para los misioneros, las hermanas, el seminario y el orfanato de la Santa Infancia. Desempeñaba su trabajo con prontitud y diligencia, y sobre todo con gran alegría; a menudo acompañaba sus labores con el canto. El último año de su vida fue ayudante de cocina. La comida del 9 de julio de 1900 fue la última que sirvió, pues por la tarde fue martirizado a la edad de 45 años.



San Pedro Tchang (1849-1900). Laico. Apodado «Pan-piú», «medio buey», por su gran fuerza física y por su disponibilidad para el trabajo duro. Era un hombre recto, bueno, modelo de piedad cristiana. No era doméstico ni trabajador a sueldo de la misión, sino que era llamado para trabajos extraordinarios. Con pasión casi religiosa prestaba toda su colaboración. Asiduo a las funciones religiosas; la misa, la comunión y la oración eran la fuerza de su vida; difundía el culto a la Santísima Virgen y cada día reunía a su familia y recitaba con devoción la corona franciscana. Al desencadenarse la persecución, viendo que algunos compañeros huían por miedo, quiso sustituirlos afrontando con los obispos el martirio el 9 de julio de 1900 cuando tenía 51 años. Pocos días después se apareció glorioso a su hijo, que todavía aterrorizado por la muerte de su padre, estaba haciendo el Vía crucis. Lo exhortó a no temer, sino a permanecer fiel y constante. Cinco días más tarde, también el hijo moría bajo la espada del tirano, confesando intrépido su fe.



San Pedro Wang (1870-1900). Laico. De niño fue acogido y educado amorosamente en el orfanato de Kalao-Kou, y toda su vida estuvo agradecido a la Misión por lo que había recibido de ella. Era un hombre bueno, que siempre se empeñó en cumplir los mandamientos de Dios. En un primer tiempo estuvo al servicio del sacerdote indígena Pedro Su, que llegado el momento también entregaría su vida por la fe. Dos años antes de la persecución, fue recibido en Taiyuanfu en calidad de cocinero del seminario. Ejerció este oficio con entrega y fidelidad. Se mantuvo al lado de los misioneros hasta dar la vida por Cristo el 9 de julio de 1900 cuando tenía 30 años.



San Santiago Tchao (-1900). Laico. Nació de padres cristianos, que le dieron una óptima educación en la fe. Se casó y tuvo dos hijos. Fue hombre de gran bondad y rectitud. Llevó una vida pobre y laboriosa, pero adornada de virtudes familiares. Era sirviente ocasional de la Misión Franciscana. Cuando los obispos, los misioneros y las hermanas fueron encarcelados, compadecido, durante el día les servía en cuanto necesitaran y por la tarde se iba a su casa. El día 8 de julio de 1900, por la tarde, al volver a casa, dijo a su mujer y a su anciana madre que al día siguiente no regresaría, pues había oído decir que los encarcelados de la Misión serían ejecutados, y él quería morir con ellos. La esposa y la madre, preocupadas por el porvenir suyo y de los hijos, lloraban amargamente: «¿Si te matan, quién se preocupará por tu familia, quién ayudará a tu mujer, a tus hijos y a tu afligida madre?» Jaime, señalando al cielo, les dijo: «Las encomiendo a Dios. La Providencia proveerá. ¿Acaso no hay un Dios que es Padre de todos, especialmente de los huérfanos y de los pobres? Desde el cielo estaré más cercano que cuanto lo he estado sobre la tierra. Les ayudaré y les daré ánimo». Pasó la noche en oración y por la mañana se dirigió a la cárcel, donde fue arrestado y colocado junto con los demás. Mientras era llevado al tribunal de Ju-sien, algunos soldados, viejos colegas, con intención de salvarlo dijeron que Jaime no era cristiano, pero él los desmintió, reafirmando sin miedo su fe, y fue ejecutado.

MÁRTIRES DE HUNAN:

San Antonino Fantosati (1842-1900). Obispo. Nació en Santa María del Valle, cerca de Trevi, provincia de Perusa en Umbría, el 16 de octubre de 1842. De muy joven profesó en la Provincia franciscana de Asís y a la edad de 23 años recibió la ordenación sacerdotal. En octubre de 1867 dejó Roma y se dirigió a las misiones de China con un pequeño grupo de compañeros entre los que estaba el P. Elías Facchini. Llegó a Hupeh, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, el 15 de diciembre de aquel mismo año. De sus 33 años de apostolado en China, los siete primeros fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades; pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla expeditamente como un chino y ser llamado «el maestro europeo». Fue misionero de grandes y geniales iniciativas.

Pasó luego a Lao-ho-kow, centro fluvial de primera magnitud, donde ejerció durante 18 años el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hupeh; en aquel tiempo la carestía y la peste desolaron China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de las numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci. En 1888 estuvo algún tiempo en Italia. De nuevo en China, fue nombrado en 1892 Vicario Apostólico del Hunan Meridional, adonde se trasladó en noviembre de aquel año.

Sus últimos años estuvieron saturados de cruces y persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los boxers perecieron en solo Shansi y Hunan más de 20.000 cristianos. En esta última provincia le precedió en el martirio el P. Cesidio Giacomantonio, quemado vivo el 4 de julio. Mons. Fantosati intuyó pronto la inminencia de la explosión revolucionaria y se preparó con valentía. Se encontraba lejos de su residencia ordinaria practicando la visita pastoral, acompañado por el P. Gambaro. Ante la gravedad de la situación, se apresuraron a regresar a Heng-tchen-fu, residencia del Vicario Apostólico, el 6 de julio de 1900 con algunos cristianos. Estos trataron de convencerlo de que no volviera a la ciudad, pero Mons. Fantosati les respondió que su deber lo llamaba a defender a sus hijos: «Si hemos de morir, moriremos juntos». Cerca ya de la ciudad se enteró de la muerte del P. Cesidio y de que habían destruido la iglesia y el orfanato. El día 7 llegaron a la ciudad. En el momento del desembarco muchos pescadores asaltaron la embarcación. Desde la orilla el obispo trató de aplacar a la masa, pero un golpe de timón en la cabeza lo lanzó a tierra. Los revoltosos los asediaron, y arrojaron sobre los misioneros una granizada de piedras y de objetos contundentes, mientras éstos repetían los nombres de Jesús y María. El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó de parte a parte con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento, a fin de que no se honrara su sepultura. Aquel 7 de julio Mons. Fantosati tenía 58 años de edad.



San José María Gambaro (1869-1900). Sacerdote. Nació en Galliate, provincia de Novara (Italia), el 7 de agosto de 1869. A los trece años entró en el colegio seráfico, y el 27 de septiembre de 1886 tomó el hábito de los Hermanos Menores en la Provincia de Piamonte. Activo y circunspecto, entusiasta y prudente, fue estimado y apreciado por los superiores, que lo escogieron, cuando aún era clérigo teólogo, como asistente de los hermanos jóvenes del colegio de Ornavasso, elección que se demostró sabia, pues produjo frutos copiosos en aquellos jóvenes que se preparaban al sacerdocio y a la vida religiosa franciscana. Apenas ordenado sacerdote fue nombrado rector del mismo colegio. Pero un año después, atendiendo su deseo, se le permitió irse como misionero: dejó Italia y llegó a China en marzo de 1896. Fue destinado a Hunan Meridional.

Esta nueva experiencia se le manifestó de inmediato en su áspera dificultad: los usos y costumbres tan diversos no fueron tan difíciles de asimilar como la lengua. El Vicario Apostólico Mons. Fantosati, considerando las óptimas cualidades del P. Gambaro, le encomendó la tarea de formar en el estudio y la piedad a los aspirantes del Seminario indígena, del que fue tres años rector y profesor. Luego, al faltar el misionero en la importante cristiandad de Yen-tchiou, el P. José María fue encargado de sustituirlo. Supo hacer frente a la vida misionera activa y a sus inevitables pruebas, con serena fortaleza y absoluto abandono en las manos del Señor.

En Pentecostés de 1900 lo llamó Mons. Fantosati para que lo acompañara en la visita a diversas cristiandades del Vicariato. En estas circunstancias se abatió sobre ellos la persecución, que estalló el 4 de julio de 1900 en la ciudad de Heng-tchen-fu, residencia del Vicario Apostólico. Apenas llegaron las primeras tristes noticias, ambos se apresuraron a regresar a la sede; en vano los cristianos insistieron para que buscaran un refugio seguro; ambos declararon abiertamente que, a cualquier costo, su puesto estaba junto a las ovejas en peligro. Se embarcaron hacia Heng-tchen-fu, y ambos compartieron el mismo vía crucis. Una turba fanática y enfurecida los aguardaba. Al desembarcar, fueron rodeados, asediados, apedreados y apaleados. También el P. José María, tendido en el suelo y agonizante, repetía el nombre de Jesús y de María. Aún tuvo arrestos para aproximarse a Mons. Fantosati, que estaba envuelto en sangre, intentar abrazarlo y susurrarle unas palabras; expiró mientras el obispo levantaba la mano para bendecirlo. Su martirio había durado veinte minutos. Era el 7 de julio de 1900, y él tenía 30 años de edad, catorce de religioso, ocho de sacerdocio y cuatro de vida misionera.



San Cesidio Giacomantonio (1873-1900). Sacerdote. Nació en Fossa, provincia de L´Aquila en los Abruzos (Italia), el 30 de agosto de 1873. Desde muy joven visitaba a menudo el convento de Ocre, que dista algo más de un kilómetro de su pueblo y donde reposan los restos de los beatos Bernardino de Fossa y Timoteo de Monticchio. La oración de aquel lugar recogido hizo germinar en su corazón la vocación religiosa franciscana. El 21 de noviembre de 1891 vistió allí mismo el hábito de los Hermanos Menores. Después de la profesión, completó los estudios en varios conventos y finalmente recibió la ordenación sacerdotal. La afabilidad con todos, la cortesía en el trato, la sonrisa siempre en la boca fueron dotes suyas naturales sobre las que la gracia sembró a manos llenos virtudes sobrenaturales como el gran amor a Dios y a la Virgen, el espíritu de oración, la sumisión filial a la divina voluntad, el deseo de la conversión de las almas hasta desear con ardor el martirio.

Durante algún tiempo ejerció el ministerio de la predicación, pero pronto fue enviado a Roma como candidato a las misiones. Completada su formación, partió hacia China junto con otros dos frailes. A él le cabe el honor de ser el protomártir del Colegio Internacional de San Antonio de Roma. Al llegar, fue acogido con inmensa alegría por el Vicario Apostólico, el obispo Antonino Fantosati. A pesar del ambiente de persecución que ya se respiraba, Cesidio puso todo su afán y empeño en predicar, convertir y bautizar en el nombre del Señor al mayor número posible de nativos. Para esto aprendió bien la lengua china, y su apostolado se vio colmado de satisfacciones.

En una carta dirigida a sus padres poco antes del martirio, describe su alegría de encontrarse en China y pide oraciones por la conversión de muchos infieles. Luego añade: «Procuremos hacernos santos, si alcanzamos esta gracia podremos cantar en el cielo el eterno aleluya». La persecución lo sorprendió en Heng-tchen-fu el 4 de julio de 1900, cuando llevaba un año de apostolado en China. La residencia principal de la misión, donde él se encontraba, fue invadida por los boxers y por la multitud. En medio del tumulto que se produjo, el P. Cesidio, olvidando el peligro que corría y temiendo que las Sagradas Formas fueran profanadas, corrió a la capilla a consumir el Santísimo Sacramento. Los exaltados perseguidores desahogaron contra él su furia hiriéndolo con palos y lanzas. Semivivo, cuando todavía respiraba, lo envolvieron en una manta empapada de petroleo y le prendieron fuego. Así fue martirizado el 4 de julio de 1900 cuando sólo tenía 26 años de edad.

El obispo Gregorio Grassi (1833‑1900) es el jefe del grupo de los 28 mártires de la fe caídos bajo la espada de los boxers el 9 de julio de 1900 en Ta‑yuen‑fu. Noble figura de religioso, misionero y obispo. Nació en Castellazzo Bormida, (Alessandria), el 13 de diciembre de 1833, hijo de Juan Bautista y Paola Francisca Mocagetta.

Consagrado a la Virgen por su madre para que lo protegiera toda su vida. El 2 de noviembre de 1848 ingresó al noviciado en Montiano (Forlì). El 17 de agosto de 1855, terminados los estudios, fue ordenado sacerdote. Pidió ser enviado a las misiones. Dos años después estaba en el colegio misionero de San Bartolomé all’Isola en Roma, preparándose para las misiones de China, hacia donde partió hacia fines de 1860.
Visitó devotamente la Tierra Santa y llegó a Schang‑tong. Durante 40 años ejerció su dinámico apostolado, primero como misionero, luego, en 1876, como Obispo coadjutor con derecho a sucesión, y en 1891 como Vicario Apostólico del Shansi septentrional, donde dio notable desarrollo a la conquista misionera.
Hablaba perfectamente el chino. Fue rector del seminario indígena. Las visitas pastorales a las numerosas pequeñas comunidades cristianas distantes a veces hasta 450 kilómetros, hechas con diligencia, por caminos en extremo difíciles. En 1878 una terrible carestía, seguida de graves epidemias, con siete millones de víctimas, entre ellos 4.000 cristianos. También él sufrió el mal, infectado en la asistencia a los enfermos, pero se curó milagrosamente, y reinició sus recorridos apostólicos consolando, alentando, ayudando generosamente.
En 40 años de misión, construyó 60 iglesias, entre ellas el santuario de Santa María de los Angeles, a 2.000 metros de altura. Asiduo en el confesionario y en la catequesis de niños y adultos, en la asistencia a los pobres y necesitados y en la defensa y apoyo a los misioneros. Dedicaba largas horas a la oración y meditación.
Pensaba volver a Italia para recobrar las energías, pero otro viaje lo esperaba: el martirio. Tenía 67 años.
Martires chinos de la persecusión de los «Bóxer»
Aunque pueden evocarse con el conjunto de los mártires de la evangelización en China, las características propias de esta persecusión justifican evocarlos por separado.
En este grupo:

La época moderna de las misiones de China comienza a mediados del siglo XIX, ya que el tratado de Nankín y otros acuerdos internacionales abrieron al mundo exterior las puertas de China y garantizaron la tolerancia del cristianismo en dicho país. Inmediatamente, empezó un período de gran actividad y expansión, tanto desde el punto de vista misional como comercial, ya que a fines del siglo, los ingleses tenían en su manos el ochenta por ciento del comercio exterior de China. Las autoridades chinas se alarmaron entonces ante la perspectiva de ver a su país en manos de los comerciantes europeos, como había sucedido a la India, y reaccionaron contra los «demonios extranjeros», a los que había sostenido hasta entonces el primer ministro Li Hungehang.
Con la ayuda de la emperatriz madre, Tzu-hsi, se formó una sociedad secreta para expulsar a los europeos. Los ingleses dieron el nombre de «Boxers» a los miembros de dicha sociedad. En 1900, los boxers se levantaron en armas, pusieron sitio a las legaciones de los países extranjeros y asesinaron a gran número de comerciantes y misioneros. Entre las víctimas había cinco obispos, veintinueve sacerdotes, nueve religiosas (todos europeos) y de veinte mil a treinta mil católicos. En Roma se estudia actualmente la causa de cerca de tres mil de esos mártires: veintinueve de ellos fueron beatificados en 1946, y varias decenas más lo fueron bajo el pontificado de SS Juan Pablo II, principalmente en la ceremonia del 1 de octubre del 2000; los beatificados en 1946 fueron canonizados también por SS Juan Pablo II. En la época del levantamiento de los boxers, el vicario apostólico de Shansi era san Gregorio Grassi, obispo titular de Ortosias. Mons. Grassi, que tenía entonces sesenta y siete años, era originario del Piamonte y pertenecía a la Orden de los Frailes Menores. Había trabajado como misionero en China durante cuarenta años. En 1900, se hallaba en Taiyuanfú, en el seminario de su vicariato. En mayo de ese mismo año, había sido nombrado gobernador de Taiyuanfú un tal Yu Hsien, enemigo declarado de los cristianos. La situación de éstos se hacía más peligrosa de día en día. Entre los frailes menores había un hermano lego de constitución hercúlea, llamado Andrés Bauer, de origen alsaciano, quien había formado parte del séptimo regimiento de coraceros de su patria. Dicho hermano había querido organizar la resistencia armada, junto con el mandarín cristiano Li Fu, pero sus superiores se lo habían prohibido. San Francisco Fogolla había respondido a san Andrés Bauer: «Si Dios quiere que seamos mártires, aceptemos su voluntad». Mons. Fogolla, que era coadjutor de Mons. Grassi, había nacido en Toscana en 1839 y era también franciscano.
El 27 de junio, los boxers atacaron las misiones protestantes de los alrededores. Aquella misma noche, Mons. Grassi clausuró el seminario y ordenó a los seminaristas que volviesen a sus casas. Sólo cinco de ellos no lo lograron; eran éstos los santos Juan Zhang, Patricio Tong, Felipe Zhang, otro Juan Zhang y Juan Wang. El de mayor edad tenía veintitrés años y el más joven dieciseis. Los cinco fueron arrestados en las puertas de la ciudad y conducidos ante el prefecto, quien los exhortó a abjurar del cristianismo. Los jóvenes se negaron firmemente. Después de algunos días de prisión, fueron trasladados al patio de la casa de Yu Hsien.
Entre tanto, Mons. Grassi estaba muy angustiado por la suerte de las misioneras franciscanas de María, una congregación fundada hacía poco tiempos, que estaban bajo su protección. Para conseguir que escaparan, les ordenó que vistiesen como las mujeres de la región. Pero las religiosas no tenían ningún deseo de escapar y dijeron al vicario apostólico: «No nos impidáis morir con vos, Monseñor; si somos demasiado débiles, Dios se encargará de darnos fuerzas». La superiora era santa María Herminia Grivot, nacida en Baume, en Borgoña, en 1866, que sólo llevaba quince meses en China. Los testigos afirman que el valor que mostró la superiora dio ánimo a todas las religiosas para soportar la terrible prueba. Entre las religiosas había dos italianas, María Giuliani y Clara Nanettt; dos francesas, María Saint Just Moreau y Natalia Kerguin; una belga, Amandina Jeuris, y una holandesa, Adolfina Dierkx. Todas tenían entre veinticinco y treinta y ocho años de edad. Mons. Grassi consiguió prestadas varias carretas y ordenó a las religiosas que trasladasen a los niños del orfanato a las casas de los cristianos; pero los soldados impidieron el cumplimiento de esa orden y, dos días después, sacaron por la fuerza a todos los niños huérfanos. Yu Hsien promulgó entonces un edicto por el que prohibía a los cristianos reunirse para el culto. La madre Herminia quería hacer algo para proteger a los huérfanos, pero las religiosas le aconsejaron que se tomase algún descanso. La superiora respondió: «¿Descansar? ¡Ya lo haremos en la eternidad!» Los soldados pusieron fuego a las casas vecinas, y el grupo de las religiosas con Mons. Grassi quedaron aislados del mundo exterior.
El 5 de julio, los dos obispos y las religiosas fueron trasladados a una casa contigua a la de Yu Hsien, junto con los padres franciscanos Elias y Teodorico y el hermano Andrés, del que hicimos ya mención. San Elías Facchini, que era ya anciano, había nacido en Bolonia y había sido profesor del seminario en Shansi durante más de treinta años. San Teodorico Balat, un francés originario de Albi, era un hombre de carácter bondadoso y reservado que conocía perfectamente el chino y había trabajado durante diez años en una alejada y difícil misión.
El 9 de julio, los boxers atacaron a los protestantes que se hallaban reunidos en una casa vecina (En ese ataque murieron treinta y tres protestantes) y los misioneros comprendieron que había llegado su última hora. En efecto, los boxers irrumpieron en el preciso instante en que Mons. Grassi daba la última absolución a su pequeña grey. No hubo ninguna clase de juicio. El mismo Yu Hsien decapitó al punto a los dos obispos. Entonces las monjas se arrodillaron a cantar el «Te Deum» y se descubrieron el cuello para recibir el golpe de la espada. La madre Clara, que había predicho su martirio desde tiempo atrás, fue la primera en morir. Los tres franciscanos y los cinco seminaristas chinos perecieron por la espada. Junto con ellos, dieron también la vida por Cristo nueve humildes criados de la misión, que habrían podido escapar. Sus nombres, inscritos por la Iglesia en el libro de los santos, son: Tomás Shen Jihe, Simón Chen Ximan, Pedro Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro Wang Erman. Los seminaristas y las religiosas fueron respectivamente los protomártires de los seminaristas chinos y de las misioneras franciscanas de María. Los católicos chinos, con gran propiedad, dieron a la casa en que se llevó a cabo el martirio el nombre de «Mansión de Paz Celestial».
Unos días antes (4 de julio), en Hengchufú, de la provincia de Honán, otro franciscano, el P. Cesidio Giacomantonio, fue capturado por los boxers en el momento en que retiraba el Santísimo Sacramento del tabernáculo, antes de abandonar su iglesia. Tras de golpearle brutalmente, los boxers le bañaron en aceite y le quemaron a fuego lento. San Cesidio había llegado a China siete meses antes. Fue el primer mártir y el primer beato del colegio franciscano de San Antonio de Roma. En cuanto se enteró del martirio del P. Cesidio, el vicario apostólico del sur de Honán, Mons. Antonio Fantosati, se dirigió a Hengchowfú, acompañado del P. José Gámbaro. Los boxers los reconocieron cuando navegaban poi el río, los obligaron a desembarcar y los apedrearon en la orilla (7 de julio). San José murió primero. San Antonio agonizó durante dos horas, hasta que un golpe de lanza puso fin a su vida.
Para que las canonizaciones y beatificaciones pudiesen llevarse a cabo, había que probar que habían sido asesinados por causa de la fe (in odium fidei) y no simplemente por razones políticas o porque la mayoría de ellos eran extranjeros, coo puede parecer a una mirada rápida. La principal prueba fue un edicto del gobernador Yu Hsien, que decía textualmente: «La religión europea es cruel y malvada, desprecia al hombre y oprime al pueblo. Todos los cristianos (chinos) que no abjuren de su religión, serán ejecutados [...] ¡ Oíd, cristianos y temblad! ¡Renunciad a esa religión perversa! ¡Temed y obedeced! Los boxers no odian a ningún ser humano, lo que odian es la religión».
La ceremonia de la beatificación de los primeros mártires de 1900 tuvo lugar en la basílica de San Pedro de Roma, el 24 de noviembre de 1946. Entre los presentes se hallaban dos religiosas chinas de la congregación de las misioneras de María, que habían sido testigos de la ejecución de algunos de los mártires. Una de ellas, que tenía setenta años, había estado colgada durante una hora por los pulgares y en consecuencia, había perdido el uso de esos dedos; además, los boxers la habían obligado a beber la sangre de una de las víctimas. La otra religiosa era nieta de uno de los mártires.
Se conserva el testimonio escrito de varios testigos presenciales de la ejecución de estos mártires. En 1902, se publicó en Roma la «Vie de la Mere Marie-Hermine de Jésus et de ses compagnes», se trata de un volumen "in octavo" de 580 páginas, en el que se narra detalladamente la vida de las siete religiosas. M. T. de Blarer publicó en París, en 1946, un resumen de dicha obra (146 páginas). En ambos libros hay algunos detalles sobre los mártires franciscanos. Véase también Les vingt-neuf martyrs de Chine... (1946). En Missions de Scheut (1924), hay una lista completa de los misioneros europeos martirizados en China entre 1815 y 1923. Artículo del Butler-Guinea (México, 1964), 9 de julio: «Mártires de China II», con las correspondientes actualizaciones.

 

Il 1° ottobre del 2000, papa Giovanni Paolo II ha canonizzato un numeroso gruppo di 120 martiri in Cina; beatificati in precedenza in vari gruppi a partire dal 1746 con papa Clemente XIII, fino a Pio XII nel 1951.
E di questa folta schiera di martiri, che comprende vescovi, sacerdoti, catechisti, suore, religiosi, laici, che immolarono la loro vita per la fede, vittime dell’odio anticristiano, c’è un gruppo di 29, tutti appartenenti all’Ordine Francescano, uccisi dai fanatici ‘boxers’ il 9 luglio 1900 a Tai-yuen-fu.
Il gruppo capeggiato liturgicamente dal vescovo Gregorio Grassi, comprende 3 vescovi, 4 sacerdoti, 1 fratello religioso, 7 suore Francescane Missionarie di Maria, 11 laici cinesi del Terz’Ordine di s. Francesco e 3 laici fedeli cinesi; essi vennero beatificati il 27 novembre 1946 da papa Pio XII.
I ‘boxers’ erano un duplicato dell’antica e misteriosa associazione “Nenufaro bianco”, che era ostile alla dinastia Manciù e che durante il regno di Kia-king si credé di avere sterminato a furia di decapitazioni; invece i sopravvissuti poterono fuggire e rifugiarsi nella Cina del Sud, dove nel 1853 fondarono un breve regno durato solo 15 anni, chiamato “Regno celeste della pace”; defunto il loro primo sovrano si dispersero, continuando a provocare focolai rivoluzionari dovunque.
Alla fine del sec. XIX, nacque da essi la società del ‘Grande coltello’, dall’equivalente nome cinese, che finisce con il termine significante pugno, gli inglesi, riferendosi a questo termine ed agli esercizi fisici che facevano per acquistare agilità e potenza, li soprannominarono ‘Boxers’.
Detta società aveva come scopo la liberazione della Cina dagli stranieri e di conseguenza lo sterminio dei cristiani considerati loro complici. Nelle uccisioni preferivano i capi delle comunità cristiane, i catechisti, le maestre, i bambini anche di pochi giorni battezzati; con l’aiuto dei bonzi diffondevano contro i cristiani calunnie incredibili.
Con l’imperatrice madre Tz-Hsi i ‘Boxers’ poterono agire in piena libertà, specialmente nelle province intorno a Pechino; i cristiani per cercare di sfuggire alle aggressioni, si organizzarono in villaggi fortificati, ma i ‘boxers’ appoggiati a volte dalle truppe regolari, penetrarono dappertutto compiendo orrende carneficine, come nel villaggio di Tchou-kia-Ho dove furono massacrati migliaia di cristiani.
Di questa folla di martiri, la Chiesa ne ha beatificati una porzione, di cui si è potuto istituire delle pratiche con documentazioni: 85 in due gruppi nel 1946 e nel 1955, molti di loro come i 29 di cui parliamo, sono stati man mano canonizzati.
Gregorio Grassi il Vicario Apostolico dello Shan-si Meridionale, nacque il 13 dicembre 1833 a Castellazzo Bormida (Alessandria), da Giovan Battista Grassi e Paola Francesca Moccagatta, onesti borghesi e possidenti; al battesimo fu chiamato Pier Luigi.
Ad 11 anni ricevé la Prima Comunione, facendo il piccolo chierichetto nel Santuario della Madonna delle Grazie, molto venerata a Castellazzo e dintorni, e ai piedi di questo altare, sentì sbocciargli la vocazione religiosa, poi un incontro con due frati francescani venuti in pellegrinaggio al santuario da Bologna, gli fece prendere la decisione definitiva.
Nel 1848 con il consenso dei genitori, a 15 anni entrò nel Convento dei Frati Minori di Bologna; il 2 novembre dello stesso anno fu mandato a Montiano (Forlì) per il noviziato cambiando il nome di Pier Luigi in Gregorio Maria. Superato con forza e volontà il duro periodo del noviziato che in questo convento a sud di Cesena, era particolarmente rigido alla Regola, Gregorio Maria fece la sua professione il 14 dicembre 1849.
Da Montiano passò a Parma e poi a Bologna per completare gli studi liceali e teologici, avendo per compagni tanti futuri vescovi e missionari; nell’agosto 1856 venne ordinato sacerdote. Sentendo in lui sempre più forte l’ideale missionario, ottenne dai superiori di andare a Roma al fiorente Collegio Francescano per le Missioni.
Nel 1861 con un drappello di missionari figli di s. Francesco e con la benedizione di papa Pio IX, s’imbarcò per l’Estremo Oriente sostando per un certo tempo nella Palestina; ma arrivata a Porto Said una nave diretta al Tonchino, Gregorio corse a Suez ottenendo di far parte dell’equipaggio.
A fine ottobre 1861 egli giunse alla meta assegnatagli, lo Scian-tong, accolto da un suo lontano parente il Vicario Apostolico Moccagatta anch’egli di Castellazzo. Ma non restò molto nello Scian-tong, perché ebbe la disposizione di spostarsi nella lontana provincia cinese dello Scian-si con capitale Tai-yuen-fu, una delle città più celebri e antiche della Cina, a 780 metri sul mare. Per la sua conoscenza del cinese gli fu dato l’incarico di Rettore del seminario locale e confessore del numeroso orfanotrofio femminile, con la cura dei cristiani del circondario, cui si recava nelle feste principali per l’apostolato diretto.
Era particolarmente cultore del canto, che nelle modulazioni semplici dei cinesi, assumevano una struggente melodia, tutte le devozioni pubbliche in Cina sono accompagnate dal canto. Infondendo fra i suoi cari cinesi le energie di un’intensa attività giovanile, padre Gregorio Grassi trascorse i primi 12 anni, acquistando una preziosa esperienza dei luoghi e degli uomini, che sarà utilissima per la sua lunga carriera missionaria.
A 43 anni dopo la morte improvvisa di mons. Carnevale, coadiutore del Vicario Apostolico Moccagatta, molto anziano; padre Gregorio Maria Grassi fu scelto a succedergli e il 19 novembre 1876 venne consacrato vescovo titolare di Ortosia, con diritto di successione nello Shan-si, nella cattedrale di Tai-yuen-fu da parte del Vicario Apostolico di Pechino, che sostituì mons. Moccagatta gravemente ammalato.
Messosi subito all’opera, iniziò la visita pastorale nell’immenso territorio, basti dire che nell’aprile 1877 si recò nel distretto di Ta-tong-fu lontano ben 450 km. dalla capitale.
Mentre si raccoglievano i frutti di questa fervorosa attività, la Cina nel 1878 fu colpita da una di quelle spaventose carestie che spopolavano città e campagne; nel solo Shan-si la fame fece da 7 ad 8 milioni di vittime, la stessa Tai-yuen-fu ebbe 100.000 morti e dopo la carestia, come spesso accadeva, venne la peste e mons. Grassi fu uno dei primi ad essere colpito, mentre curava gli ammalati; stette sedici giorni fra la vita e la morte prima di riprendersi e scampare alla pestilenza.
Ripresasi dalla lunga convalescenza, si rimise in viaggio, prima sui “Monti Occidentali” poi alla Prefettura di Lu-ngan-fu; nel 1886 lo si trova al di là della Grande Muraglia, dappertutto visitando gli sperduti villaggi, ancora in preda alla miseria della passata carestia, confortando e confermando i cinesi cristiani che da tempo non vedevano un missionario, figuriamoci un vescovo.
La sua intensa, lunga attività missionaria è documentata dalla sua numerosa corrispondenza epistolare, dove racconta le conquiste apostoliche, la gioia delle conversioni, le tribolazioni subite, la consolazione di avere come collaboratori attivi missionari e buoni catechisti cinesi.
Il 6 settembre 1891 moriva il venerando mons. Moccagatta e quindi tutta la responsabilità del Vicariato dello Shan-si ricadde sulle spalle di mons. Grassi; il suo impegno aumentò e furono costruite Scuole di ogni tipo, ampliate quelle esistenti, consolidò il Seminario indigeno; facilitò e progettò il primo convento francescano nel 1891 a Tong-eul-kon.
Nei suoi 40 anni di missione, edificò, riparò o abbellì circa 60 chiese ed oratori; cominciò la costruzione del grande ospedale a Tai-yuen-fu, demolito durante la persecuzione; curò l’accoglienza e la crescita di oltre 200 orfanelle da lui affidate alle Suore chiamate ad aiutarlo.
Uomo integro e virtuoso, era di aspetto austero, magro, con barba veneranda e un parlare secco, amava la semplicità e povertà francescana; indossava la lunga tunica dei missionari cinesi, la croce pettorale di vescovo era di semplice ottone.
Il 27 giugno 1900, cominciarono a Tai-yuen-fu le avvisaglie della persecuzione operata dai ‘boxers’, comandati dal sanguinario viceré Yü-sien e scatenata dall’imperatrice settantenne Tz-hsi; furono bruciate le case e la chiesa dei Protestanti, i quali essendo più ricchi, furono attaccati per primi. Nonostante qualche tentativo non riuscito, di mettere in salvo i seminaristi e qualche sacerdote più anziano, il viceré l’indomani fece trasferire l’Orfanotrofio in una pagoda buddista.
Il 5 luglio i due vescovi Grassi e Fogolla che lo coadiuvava, i missionari, le suore, i seminaristi e dieci fedeli domestici cristiani, furono condotti con dei carri, scortati dai mandarini e dai soldati, che in teoria dovevano proteggerli, in un edificio-albergo, in pratica una specie di prigione, dove rimasero fino al 9 luglio 1900, quando con un inganno, furono tutti trasportati nel cortile del tribunale di Tai-yuen-fu verso le quattro del pomeriggio e lì a colpi di sciabolate vennero tutti massacrati e molti decapitati, per ultime le suore; anche i Protestanti subirono la stessa sorte.
I loro corpi mutilati, furono lasciati all’offesa della plebaglia pagana fino a sera, furono poi ammassati in una fossa comune alle mura della città, presso la Grande Porta Orientale, dove rimasero per tre giorni, in pasto ai cani ed agli uccelli rapaci. Poi per paura di una pestilenza, furono sepolti alla rinfusa fuori le mura, assieme alle ossa anonime di mendicanti e giustiziati. Solo con l’intervento delle Potenze Occidentali i ‘boxers’ vennero dispersi e a gennaio del 1901 vennero esumati i corpi per dare loro una onorevole sepoltura.


 Gregorio Grassi

Gregorio Grassi
Nacimiento 13 de diciembre de 1823
Fallecimiento 9 de julio del 1900
Beatificación 27 de noviembre de 1946
Canonización 1 de octubre de 2000 por el Papa Juan Pablo II
Festividad 9 de julio
San Gregorio Grassi o Gregorio Maria Grassi (13 de diciembre de 18239 de julio del 1900) es un misionero y santo católico.
Grassi nació en Italia en 1833, ordanado sacerdote en 1856 y enviado a China cinco años después. Grassi fue nombrado Obispo de Shanxi. Con 14 misioneros más y 14 religiosos chinos, fue martirizado durante el corto pero sangriento Levantamiento de los bóxers de 1900. Por toda la China durante la rebelión, cinco obispos, 50 sacerdotes, dos hermanos, 15 monjas y 40.000 religiosos chinos fueron asesinados.

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