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Ennodio de Pavia, Santo |
Martirologio Romano: En Pavía, ciudad de la Liguria, Italia,
san Ennodio, obispo, que compuso himnos en honor de los
santos y de sus lugares de culto, y repartió generosamente
sus bienes. († 521)
Magno Félix Enodio pertenecía a una ilustre familia establecida en
la Galia. Por una alusión suya, se puede deducir que
nació en Arles; en todo caso, pasó sus primeros años
en Italia y se educó en Milán, bajo la tutela
de una tía.
Después de la muerte de ésta, el
joven contrajo matrimonio, pero muy pronto se sintió llamado a
las sagradas órdenes. Su esposa, mujer muy rica, que lo
había sacado de la pobreza, accedió a la separación y
ella misma ingresó en un convento. Enodio, que era ya
un orador consumado, recibió la ordenación de diácono por parte
de san Epifanio de Pavia y, desde entonces, se consagró
al estudio de las ciencias sagradas y a la enseñanza.
Escribió por aquel tiempo una apología del papa san Símaco
y del sínodo que había condenado el cisma de los
partidarios de Lorenzo. «Dios -dice San Enodio- quiere ciertamente que
los hombres juzguen a los hombres; pero se ha reservado
para sí mismo el juicio del Pontífice de la Sede
Suprema». Enodio fue elegido para pronunciar el panegírico del rey
Teodorico, a quien sólo alabó por sus victorias y éxitos
temporales. San Enodio escribió la vida de san Epifanio de
Pavia, quien murió el año 496, y la de san
Antonio de Lérins; dejó, además, otras obras en prosa y
en verso. Fue uno de los últimos representantes de la
antigua retórica: aunque sus escritos no carecen de valor histórico,
tienden a la verbosidad, son ininteligibles por momentos y están
llenos de los convencionalismos de la literatura mitológica de la
Roma pagana. Según cuenta el propio autor, durante una violenta
fiebre de la que los médicos le desahuciaron, recurrió al
Médico Celestial, por la intercesión de su patrono, san Víctor
de Milán y recobró la salud. Para perpetuar su testimonio
de gratitud, escribió una obra titulada «Eucharisticón» («Acción de gracias»),
en la que, imitando las Confesiones de san Agustín, cuenta
brevemente su vida y, sobre todo, su propia conversión.
Hacia
el año 514, san Enodio fue elegido obispo de Pavia
y gobernó su diócesis con un celo y una autoridad
dignos de un discípulo de san Epifanio. El papa san
Hormisdas le envió dos veces a Constantinopla, donde el emperador
Anastasio II estaba favoreciendo a los monofisitas. Ambas misiones fracasaron.
Al fin de la segunda embajada, el santo se vio
obligado a hacerse a la mar en un viejo navío
destartalado, con grave peligro de naufragar, y con el veto
para desembarcar en algún puerto del imperio de oriente. A
pesar de todo, llegó sano y salvo a Italia y
regresó a Pavia. La gloria de haber sufrido por la
fe con celo y constancia, le espoleó aún más en
el camino de la perfección. Así pues, se consagró a
la conversión de las almas, al socorro de los pobres,
a la construcción y ornamentación de las iglesias y a
la composición de poemas religiosos sobre Nuestra Señora, sobre san
Ambrosio y santa Eufemia, sobre los misterios de Pentecostés y
la Ascensión, sobre un bautisterio adornado con las pinturas de
los mártires cuyas reliquias se hallaban ahí, etc.
Otros de
sus poemas son simplemente mitológicos, como por ejemplo, el de
Pasifae y el toro. Alguien ha dicho a propósito de
sus poemas que: «Enodio temía escribir con claridad para no
caer en los lugares comunes». El santo compuso dos himnos
que debían cantarse en el momento de encender el cirio
pascual, en los que implora la protección divina contra los
vientos, las tempestades y todas las amenazas del enemigo. Su
muerte ocurrió el año 521, cuando tenía apenas cuarenta y
ocho años de edad.
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