domingo, 8 de julio de 2012

Antonino Fantosati, Santo

 
San Antonino Fantosati
Obispo (1842‑1900)
 Antonio Fantosati nació en Santa Maria in Valle en Trevi, provincia de Perusa, el 16 de octubre de 1842. De constitución débil, parecía que sería un gallardo y pacífico campesino, en cambio fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, ordenado sacerdote a los 23 años de edad y partió para la capital del Hupe en China, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, a donde llegó el 15 de diciembre de 1867. De sus 33 años de apostolado en China los primeros siete años fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades y pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla expeditamente, como un chino, y ser llamado "el maestro europeo".
Pasó luego a Lao‑ho‑kow, centro fluvial de primera importancia, donde por 18 años ejerció el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hu‑pe cuando la carestía y la peste desolaron a China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci y colaboró en la erección del gran templo de tres naves de estilo románico del Sagrado Corazón. En 1888 fue por breve tiempo a Italia. Al regresar a China, fue nombrado Obispo titular de Adana y Vicario Apostólico del Hu‑nan meridional.

Sus últimos años fueron amargados por cruces y persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los bóxers perecieron en solo Shansi y en Hunan más de 20.000 cristianos. Precedido en el Hunan por el P. Cesidio Giacomantonio, muerto el 4 de julio, San Antonino acudió junto con el P. José María Gambaro al lugar del peligro, a donde llegaron el 7. Reconocidos, fueron asediados por los revoltosos con una granizada de piedras y objetos contundentes, y asesinados bárbaramente. El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro, traspasándolo de un lado a otro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento a fin de que no se honrara su sepultura. Algunos testigos vieron en el lugar del suplicio dos ángeles elevarse al cielo mientras numerosos paganos que habían asistido a la escena exclamaban: "Estos misioneros eran en verdad hombres justos". Tenía 58 años.
Santos Antonino Fantosati y José María Gambaro, mártires
fecha: 7 de julio
†: 1900 - país: China
canonización: B: Pío XII 24 nov 1946 - C: Juan Pablo II 1 oct 2000
Cerca de la ciudad de Hengyang, en la provincia de Hunan, en China, santos Antonino Fantosati, obispo, y José María Gambaro, presbítero de la Orden de Menores, que durante la persecución desencadenada por el movimiento de los Yihetuan, al acercarse a la costa para prestar ayuda a los fieles cristianos, fueron lapidados.

Antonio Fantosati nació en Santa Maria in Valle en Trevi, provincia de Perusa, el 16 de octubre de 1842. De constitución débil, parecía que sería un gallardo y pacífico campesino, en cambio fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, ordenado sacerdote a los 23 años de edad y partió para la capital del Hupeh en China, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, a donde llegó el 15 de diciembre de 1867. De sus 33 años de apostolado en China los primeros siete años fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades y pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla expeditamente, como un chino, y ser llamado «el maestro europeo».
Pasó luego a Lao-ho-kow, centro fluvial de primera importancia, donde por 18 años ejerció el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hupeh cuando la carestía y la peste desolaron a China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci y colaboró en la erección del gran templo de tres naves de estilo románico del Sagrado Corazón. En 1888 fue por breve tiempo a Italia. Al regresar a China, fue nombrado Obispo titular de Adana y Vicario Apostólico del Hunan meridional. Sus últimos años fueron amargados por cruces y persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los bóxers perecieron en solo Shansi y en Hunan más de 20.000 cristianos.

Bernardo Gambaro nació en Galliate, provincia de Novara, el 7 de agosto de 1869. A los trece años entró en el colegio seráfico y el 20 de septiembre de 1886 recibió el hábito religioso de los Hermanos Menores con el nombre de José María. Activo y circunspecto, entusiasta y prudente, fue estimado y apreciado por los superiores, que lo escogieron desde clérigo teólogo como asistente de los hermanos jóvenes de Ornavasso. La elección fue sabia, pues su natural perspicacia, unida a una ejemplaridad y afabilidad que conquistaba, produjo frutos copiosos en aquellos jóvenes que se preparaban al sacerdocio y a la vida religiosa franciscana. Apenas ordenado sacerdote (13 de marzo de 1892) José fue nombrado rector del colegio de Ornavasso. Pero un año después, según su deseo, se le permitió ir como misionero: abandonó Italia en 1896 y al llegar a China fue destinado a Hunan meridional.
Esta nueva experiencia se le manifestó de inmediato en su áspera dificultad: los usos y costumbres tan diversas no fueron tan difíciles de asimilar como la lengua. El Vicario apostólico Fantosati, considerando las óptimas cualidades de Gambaro, lo destinó al seminario de Schen-fan-tan; los tres jóvenes seminaristas estaban entusiasmados con él, lo admiraban y lo seguían: por tres años fue rector y profesor. Luego, al faltar el misionero en la importante cristiandad de Yent-chou, José María fue encargado de sustituirlo. Supo hacer frente a la vida misionera activa, y sus inevitables pruebas, con serena fortaleza y con absoluto abandono en las manos del Señor.
Precedidos en el Hunan por el P. Cesidio Giacomantonio, muerto el 4 de julio, san Antonino acudió junto con el P. José María Gambaro al lugar del peligro, San‑mu‑tchao, para reconstruir la capilla destruida por los paganos, a donde llegaron el 7. Reconocidos, fueron asediados por los revoltosos con una granizada de piedras y objetos contundentes, y asesinados bárbaramente. El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro, traspasándolo de un lado a otro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento a fin de que no se honrara su sepultura. Alguien refirió que el P. José María, ya agonizante, tuvo la fuerza de pronunciar sus últimas palabras sobre la tierra: «Jesús, ten piedad y sálvanos». Algunos testigos vieron en el lugar del suplicio dos ángeles elevarse al cielo mientras numerosos paganos que habían asistido a la escena exclamaban: «Estos misioneros eran en verdad hombres justos».
 
Martires chinos de la persecusión de los «Bóxer»
Aunque pueden evocarse con el conjunto de los mártires de la evangelización en China, las características propias de esta persecusión justifican evocarlos por separado.
En este grupo:

La época moderna de las misiones de China comienza a mediados del siglo XIX, ya que el tratado de Nankín y otros acuerdos internacionales abrieron al mundo exterior las puertas de China y garantizaron la tolerancia del cristianismo en dicho país. Inmediatamente, empezó un período de gran actividad y expansión, tanto desde el punto de vista misional como comercial, ya que a fines del siglo, los ingleses tenían en su manos el ochenta por ciento del comercio exterior de China. Las autoridades chinas se alarmaron entonces ante la perspectiva de ver a su país en manos de los comerciantes europeos, como había sucedido a la India, y reaccionaron contra los «demonios extranjeros», a los que había sostenido hasta entonces el primer ministro Li Hungehang.
Con la ayuda de la emperatriz madre, Tzu-hsi, se formó una sociedad secreta para expulsar a los europeos. Los ingleses dieron el nombre de «Boxers» a los miembros de dicha sociedad. En 1900, los boxers se levantaron en armas, pusieron sitio a las legaciones de los países extranjeros y asesinaron a gran número de comerciantes y misioneros. Entre las víctimas había cinco obispos, veintinueve sacerdotes, nueve religiosas (todos europeos) y de veinte mil a treinta mil católicos. En Roma se estudia actualmente la causa de cerca de tres mil de esos mártires: veintinueve de ellos fueron beatificados en 1946, y varias decenas más lo fueron bajo el pontificado de SS Juan Pablo II, principalmente en la ceremonia del 1 de octubre del 2000; los beatificados en 1946 fueron canonizados también por SS Juan Pablo II. En la época del levantamiento de los boxers, el vicario apostólico de Shansi era san Gregorio Grassi, obispo titular de Ortosias. Mons. Grassi, que tenía entonces sesenta y siete años, era originario del Piamonte y pertenecía a la Orden de los Frailes Menores. Había trabajado como misionero en China durante cuarenta años. En 1900, se hallaba en Taiyuanfú, en el seminario de su vicariato. En mayo de ese mismo año, había sido nombrado gobernador de Taiyuanfú un tal Yu Hsien, enemigo declarado de los cristianos. La situación de éstos se hacía más peligrosa de día en día. Entre los frailes menores había un hermano lego de constitución hercúlea, llamado Andrés Bauer, de origen alsaciano, quien había formado parte del séptimo regimiento de coraceros de su patria. Dicho hermano había querido organizar la resistencia armada, junto con el mandarín cristiano Li Fu, pero sus superiores se lo habían prohibido. San Francisco Fogolla había respondido a san Andrés Bauer: «Si Dios quiere que seamos mártires, aceptemos su voluntad». Mons. Fogolla, que era coadjutor de Mons. Grassi, había nacido en Toscana en 1839 y era también franciscano.
El 27 de junio, los boxers atacaron las misiones protestantes de los alrededores. Aquella misma noche, Mons. Grassi clausuró el seminario y ordenó a los seminaristas que volviesen a sus casas. Sólo cinco de ellos no lo lograron; eran éstos los santos Juan Zhang, Patricio Tong, Felipe Zhang, otro Juan Zhang y Juan Wang. El de mayor edad tenía veintitrés años y el más joven dieciseis. Los cinco fueron arrestados en las puertas de la ciudad y conducidos ante el prefecto, quien los exhortó a abjurar del cristianismo. Los jóvenes se negaron firmemente. Después de algunos días de prisión, fueron trasladados al patio de la casa de Yu Hsien.
Entre tanto, Mons. Grassi estaba muy angustiado por la suerte de las misioneras franciscanas de María, una congregación fundada hacía poco tiempos, que estaban bajo su protección. Para conseguir que escaparan, les ordenó que vistiesen como las mujeres de la región. Pero las religiosas no tenían ningún deseo de escapar y dijeron al vicario apostólico: «No nos impidáis morir con vos, Monseñor; si somos demasiado débiles, Dios se encargará de darnos fuerzas». La superiora era santa María Herminia Grivot, nacida en Baume, en Borgoña, en 1866, que sólo llevaba quince meses en China. Los testigos afirman que el valor que mostró la superiora dio ánimo a todas las religiosas para soportar la terrible prueba. Entre las religiosas había dos italianas, María Giuliani y Clara Nanettt; dos francesas, María Saint Just Moreau y Natalia Kerguin; una belga, Amandina Jeuris, y una holandesa, Adolfina Dierkx. Todas tenían entre veinticinco y treinta y ocho años de edad. Mons. Grassi consiguió prestadas varias carretas y ordenó a las religiosas que trasladasen a los niños del orfanato a las casas de los cristianos; pero los soldados impidieron el cumplimiento de esa orden y, dos días después, sacaron por la fuerza a todos los niños huérfanos. Yu Hsien promulgó entonces un edicto por el que prohibía a los cristianos reunirse para el culto. La madre Herminia quería hacer algo para proteger a los huérfanos, pero las religiosas le aconsejaron que se tomase algún descanso. La superiora respondió: «¿Descansar? ¡Ya lo haremos en la eternidad!» Los soldados pusieron fuego a las casas vecinas, y el grupo de las religiosas con Mons. Grassi quedaron aislados del mundo exterior.
El 5 de julio, los dos obispos y las religiosas fueron trasladados a una casa contigua a la de Yu Hsien, junto con los padres franciscanos Elias y Teodorico y el hermano Andrés, del que hicimos ya mención. San Elías Facchini, que era ya anciano, había nacido en Bolonia y había sido profesor del seminario en Shansi durante más de treinta años. San Teodorico Balat, un francés originario de Albi, era un hombre de carácter bondadoso y reservado que conocía perfectamente el chino y había trabajado durante diez años en una alejada y difícil misión.
El 9 de julio, los boxers atacaron a los protestantes que se hallaban reunidos en una casa vecina (En ese ataque murieron treinta y tres protestantes) y los misioneros comprendieron que había llegado su última hora. En efecto, los boxers irrumpieron en el preciso instante en que Mons. Grassi daba la última absolución a su pequeña grey. No hubo ninguna clase de juicio. El mismo Yu Hsien decapitó al punto a los dos obispos. Entonces las monjas se arrodillaron a cantar el «Te Deum» y se descubrieron el cuello para recibir el golpe de la espada. La madre Clara, que había predicho su martirio desde tiempo atrás, fue la primera en morir. Los tres franciscanos y los cinco seminaristas chinos perecieron por la espada. Junto con ellos, dieron también la vida por Cristo nueve humildes criados de la misión, que habrían podido escapar. Sus nombres, inscritos por la Iglesia en el libro de los santos, son: Tomás Shen Jihe, Simón Chen Ximan, Pedro Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro Wang Erman. Los seminaristas y las religiosas fueron respectivamente los protomártires de los seminaristas chinos y de las misioneras franciscanas de María. Los católicos chinos, con gran propiedad, dieron a la casa en que se llevó a cabo el martirio el nombre de «Mansión de Paz Celestial».
Unos días antes (4 de julio), en Hengchufú, de la provincia de Honán, otro franciscano, el P. Cesidio Giacomantonio, fue capturado por los boxers en el momento en que retiraba el Santísimo Sacramento del tabernáculo, antes de abandonar su iglesia. Tras de golpearle brutalmente, los boxers le bañaron en aceite y le quemaron a fuego lento. San Cesidio había llegado a China siete meses antes. Fue el primer mártir y el primer beato del colegio franciscano de San Antonio de Roma. En cuanto se enteró del martirio del P. Cesidio, el vicario apostólico del sur de Honán, Mons. Antonio Fantosati, se dirigió a Hengchowfú, acompañado del P. José Gámbaro. Los boxers los reconocieron cuando navegaban poi el río, los obligaron a desembarcar y los apedrearon en la orilla (7 de julio). San José murió primero. San Antonio agonizó durante dos horas, hasta que un golpe de lanza puso fin a su vida.
Para que las canonizaciones y beatificaciones pudiesen llevarse a cabo, había que probar que habían sido asesinados por causa de la fe (in odium fidei) y no simplemente por razones políticas o porque la mayoría de ellos eran extranjeros, coo puede parecer a una mirada rápida. La principal prueba fue un edicto del gobernador Yu Hsien, que decía textualmente: «La religión europea es cruel y malvada, desprecia al hombre y oprime al pueblo. Todos los cristianos (chinos) que no abjuren de su religión, serán ejecutados [...] ¡ Oíd, cristianos y temblad! ¡Renunciad a esa religión perversa! ¡Temed y obedeced! Los boxers no odian a ningún ser humano, lo que odian es la religión».
La ceremonia de la beatificación de los primeros mártires de 1900 tuvo lugar en la basílica de San Pedro de Roma, el 24 de noviembre de 1946. Entre los presentes se hallaban dos religiosas chinas de la congregación de las misioneras de María, que habían sido testigos de la ejecución de algunos de los mártires. Una de ellas, que tenía setenta años, había estado colgada durante una hora por los pulgares y en consecuencia, había perdido el uso de esos dedos; además, los boxers la habían obligado a beber la sangre de una de las víctimas. La otra religiosa era nieta de uno de los mártires.
Se conserva el testimonio escrito de varios testigos presenciales de la ejecución de estos mártires. En 1902, se publicó en Roma la «Vie de la Mere Marie-Hermine de Jésus et de ses compagnes», se trata de un volumen "in octavo" de 580 páginas, en el que se narra detalladamente la vida de las siete religiosas. M. T. de Blarer publicó en París, en 1946, un resumen de dicha obra (146 páginas). En ambos libros hay algunos detalles sobre los mártires franciscanos. Véase también Les vingt-neuf martyrs de Chine... (1946). En Missions de Scheut (1924), hay una lista completa de los misioneros europeos martirizados en China entre 1815 y 1923. Artículo del Butler-Guinea (México, 1964), 9 de julio: «Mártires de China II», con las correspondientes actualizaciones.
San Gregorio Grassi
El obispo Gregorio Grassi (1833‑1900) es el jefe del grupo de los 28 mártires de la fe caídos bajo la espada de los boxers el 9 de julio de 1900 en Ta‑yuen‑fu. Noble figura de religioso, misionero y obispo. Nació en Castellazzo Bormida, (Alessandria), el 13 de diciembre de 1833, hijo de Juan Bautista y Paola Francisca Mocagetta.

Consagrado a la Virgen por su madre para que lo protegiera toda su vida.
El 2 de noviembre de 1848 ingresó al noviciado en Montiano (Forlì). El 17 de agosto de 1855, terminados los estudios, fue ordenado sacerdote. Pidió ser enviado a las misiones. Dos años después estaba en el colegio misionero de San Bartolomé all’Isola en Roma, preparándose para las misiones de China, hacia donde partió hacia fines de 1860.
Visitó devotamente la Tierra Santa y llegó a Schang‑tong. Durante 40 años ejerció su dinámico apostolado, primero como misionero, luego, en 1876, como Obispo coadjutor con derecho a sucesión, y en 1891 como Vicario Apostólico del Shansi septentrional, donde dio notable desarrollo a la conquista misionera.
Hablaba perfectamente el chino. Fue rector del seminario indígena. Las visitas pastorales a las numerosas pequeñas comunidades cristianas distantes a veces hasta 450 kilómetros, hechas con diligencia, por caminos en extremo difíciles. En 1878 una terrible carestía, seguida de graves epidemias, con siete millones de víctimas, entre ellos 4.000 cristianos. También él sufrió el mal, infectado en la asistencia a los enfermos, pero se curó milagrosamente, y reinició sus recorridos apostólicos consolando, alentando, ayudando generosamente.
En 40 años de misión, construyó 60 iglesias, entre ellas el santuario de Santa María de los Angeles, a 2.000 metros de altura. Asiduo en el confesionario y en la catequesis de niños y adultos, en la asistencia a los pobres y necesitados y en la defensa y apoyo a los misioneros. Dedicaba largas horas a la oración y meditación.
Pensaba volver a Italia para recobrar las energías, pero otro viaje lo esperaba: el martirio. Tenía 67 años.
Obispo y Mártir, Julio 7
 
Antonino Fantosati, Santo
Antonino Fantosati, Santo
Nació en Santa Maria in Valle en Trevi, provincia de Perusa, el 16 de octubre de 1842.

De constitución débil, parecía que sería un gallardo y pacífico campesino, en cambio fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, ordenado sacerdote a los 23 años de edad y partió para la capital del Hupe en China, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, a donde llegó el 15 de diciembre de 1867. De sus 33 años de apostolado en China los primeros siete años fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades y pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla expeditamente, como un chino, y ser llamado “el maestro europeo”.

Pasó luego a Lao‑ho‑kow, centro fluvial de primera importancia, donde por 18 años ejerció el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hu‑pe cuando la carestía y la peste desolaron a China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci y colaboró en la erección del gran templo de tres naves de estilo románico del Sagrado Corazón. En 1888 fue por breve tiempo a Italia. Al regresar a China, fue nombrado Obispo titular de Adana y Vicario Apostólico del Hu‑nan meridional.

Sus últimos años fueron amargados por cruces y persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los bóxers perecieron en solo Shansi y en Hunan más de 20.000 cristianos. Precedido en el Hunan por el P. Cesidio Giacomantonio, muerto el 4 de julio, San Antonino acudió junto con el P. José María Gambaro al lugar del peligro, a donde llegaron el 7. Reconocidos, fueron asediados por los revoltosos con una granizada de piedras y objetos contundentes, y asesinados bárbaramente. El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro, traspasándolo de un lado a otro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento a fin de que no se honrara su sepultura. A

lgunos testigos vieron en el lugar del suplicio dos ángeles elevarse al cielo mientras numerosos paganos que habían asistido a la escena exclamaban: “Estos misioneros eran en verdad hombres justos”. Tenía 58 años.

Fue canonizado el 1 de octubre de 2000 junto a otros 119 mártires en China

No hay comentarios: