Padre nuestro que estás en el cielo; como esposos te invocamos anhelando crecer en el amor hacia tí y entre nosotros.
Santificado sea tu Nombre; y así como, con amor, te santificamos, con amor queremos santificar a nuestra esposa, a nuestro esposo, creciendo en el amor, en el respeto, en la fidelidad, en la entrega, en la confianza...
Venga a nosotros tu Reino; el Reino del amor, donde prevalezca la maduración cotidiana de la relación matrimonial, convirtiendo nuestro hogar en un paraíso.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; te pedimos, Padre, que nos ayudes a aceptar, también la voluntad del otro, que es expresión de su interior, de su amor, de sus limitaciones, de su búsqueda y hasta de sus errores. Aceptándola aprenderemos a servir mejor y creceremos en la vida matrimonial.
Danos hoy nuestro pan de cada día; te expresamos la confianza filial y te pedimos el sustento cotidiano pidiendo la gracia de que nuestro trabajo sea solidario, pleno y sin mezquindades.
Perdona nuestras ofensas como perdonamos a los que nos ofenden; y te pedimos saber disimular y perdonar lo que pueda molestarnos del otro, amando su propia identidad.
No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal; a tu imagen, debemos protegernos entre los cónyuges, asistiéndonos en nuestras necesidades y dificultades.
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 7 de octubre de 2011
Padre Nuestro conyugal
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