viernes, 7 de octubre de 2011

LUZ PARA ALUMBRAR A LAS NACIONES


"Hoy es la fiesta de la Presentación del Señor o fiesta de la Candelaria, como popularmente se la conoce, ya que iniciamos nuestra liturgia cristiana con el encendido y la bendición de las candelas, unas velitas que portamos en nuestras manos, y con las que realizamos la procesión de entrada en el templo antes de la celebración de la Eucaristía. Con ello queremos significar la entrada de la Sagrada Familia en el Templo de Jerusalén, dónde habían acudido según la costumbre de Israel, a presentar a Jesús al sacerdote y ofrecer por él lo marcado en la Ley de Moisés. Es una liturgia bella y hermosa que debemos vivir bien y empaparnos de su simbolismo y meditar sobre él. Esta entrada con las candelas encendidas nos recuerda también la noche más santa del año, la vigilia pascual, en dónde también se nos entrega una vela que encendemos del cirio pascual, también el día de nuestro bautismo, nuestros padres y padrinos, recibieron también una vela encendida de éste mismo cirio. Durante el año cristiano son los únicos tres momentos en los que los fieles reciben una vela encendida. ¿Qué significa ésto? El cirio pascual simboliza a Cristo Resucitado, El es la Luz del mundo, el que le sigue no camina en tinieblas. Es la luz de la fe y de la vida, es Dios mismo, Padre de la Luz, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, decimos en el credo niceno-constantinopolitano. Las candelas o velitas que recibimos nos representan simbólicamente a nosotros. Al principio de todo el rito permanecen apagadas y después reciben la luz del cirio pascual. No se deben encender de ninguna otra llama, porque perderíamos de vista el significado profundo del gesto que se realiza. Nadie se puede dar así mismo la luz, nadie puede alcanzar la fe si no es por un don o gracia de Dios. Cristo es quién nos ilumina con el don de la fe. Por eso encendemos la velita de la llama del cirio pascual, porque únicamente de El recibimos la luz, la fe. Estaban apagadas porque estábamos en tinieblas, sin fe, y sin esta luz no podíamos encontrar el camino, andábamos perdidos, ciegos. La luz nos ha sido comunicada y en la velita encendida que sostenemos en nuestras manos se significa que ya tenemos la luz de Cristo, ya tenemos la luz de la fe para hallar el camino y no perdernos, ya vemos, pero nuestra luz es pequeña, es la llama de una velita, y se puede apagar, seguimos necesitando de Cristo, Luz sobre toda Luz, luz sin ocaso. Además hemos hecho un gesto también precioso. Los primeros y más cercanos al cirio pascual, han tomado la luz directamente de él, y luego la han ido comunicando a los hermanos, al resto de la asamblea litúrgica. ¿Qué significa ésto? La luz de la fe recibida no es para ocultarla sino para comunicarla. Estamos llamados por el bautismo a ser apóstoles, mensajeros de la luz, a transmitir el don de la fe porque el Señor que es quién la dá, cuenta también con nosotros para que seamos instrumentos suyos en esta comunicación de la fe, de la luz que El nos dá. ¿A cuántos has iluminado tú con tu luz? Recuerda las palabras del Maestro en la Escritura, no se enciende una lámpara para ponerla debajo de la cama, sino en el candelero para que alumbre a todos los de casa, alumbre así también vuestra vida a todos para que den gloria a vuestro Padre que está en el Cielo. Vosotros sois la luz del mundo. Esas palabras del Señor nos deben urgir a comunicar la luz a todos, a ser apóstoles valientes del evangelio, que es luz para alumbrar a las naciones, a la Humanidad entera. Volviendo al momento de nuestra celebración litúrgica, al estar todos con las velas encendidas, la luz es mayor, más intensa, de igual modo la reunión de los cristianos en nombre de Cristo, la Iglesia, es una luz más grande que la luz de cada uno por separado. Esto nos invita también a la comunión y a no ser versos sueltos, a no ir por libre. Un cristiano solo puede alumbrar bien poco, y corre el peligro de que se apague su luz rodeado como está de las tinieblas del mundo y de la posibilidad de que otros apaguen su luz porque les molesta. Sin embargo si en medio de nuestra asamblea se apaga una vela, cosa que suele ocurrir, siempre hay uno al lado que te vuelve a encender con la suya tu vela, o tú la acercas a la del hermano para tomar de su luz. Esto que nos puede parecer algo normal, trivial quizás, tiene un sentido muy profundo con relación a lo que estamos hablando. Cuando nos separamos de la comunión, de la Iglesia, corremos facilmente el peligro de perder la fe, de que su luz se debilite, y ¿entonces quién nos la encenderá de nuevo? Quizás ni siquiera nos demos cuenta de que se nos ha apagado distraidos en mil cosas. Si tenemos otros cristianos a nuestro lado tendremos la facilidad de conservar la luz o de encenderla de nuevo si se nos apaga. También el la Iglesia se nos recuerda continuamente el que debemos llevar las lámparas encendidas, y recibimos nueva luz del Señor a través de su Palabra y de sus Sacramentos. Dice la Escritura: Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Y así es, en comunión con toda la Iglesia nuestra luz permanece y se acrecienta, y se hace así capaz de iluminar a los hombres. ¡Qué bello es este simbolismo profundo de la luz! Nunca me canso de meditar sobre él, me siento fascinado y siempre descubro algo nuevo para mi vida. Cristo es luz del mundo, el que le sigue no camina en tinieblas. El ha venido para iluminarnos con su luz. Su Palabra es la luz que ilumina a todo hombre y que debe iluminar a todos los pueblos y naciones de la tierra.

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