jueves, 27 de octubre de 2011

Lo que los ángeles no pueden...


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Esta religiosa humilde, poco formada, pero adornada por una vida interior colmada de impresionantes experiencias místicas, fue elegida por Nuestro Señor Jesucristo para transmitir al mundo el mensaje y la devoción a su Divina Misericordia, preparando así Su segunda venida. Entre las experiencias que refiere su biografía, se encuentra la siguiente:

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Sor Faustina fue informada de que tendría que regresar al sanatorio de Pradnik. Permanecería allí durante dos meses o más. El día previo a su partida le preocupaba que la pusieran en un pabellón y la dejaran expuesta a muchas cosas desagradables. Esa noche fue a la pequeña capilla para sostener una larga conversación con Jesús y desahogó ante Él todas sus preocupa­ciones y temores.

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Jesús la escuchó con afectuosa bondad y luego le dijo: “Quédate tranquila, niña Mía, Yo estoy contigo. Ve con la mayor calma. Todo está preparado. He ordenado todo del modo que Me es propio, prepararán para ti una habitación aislada”. Después de oír estas palabras, Faustina se retiró de la capilla con mucha tranquiliad y llena de confianza. Sor Felicia la llevó en auto al sanatorio. Allí, por cierto, habían preparado una habitación privada para ella.

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Ella escribió: “...Cuando entramos en esa habitación, nos sorprendimos al ver que todo estaba preparado con esmero, muy limpio, cubierto de manteles, adornado con flores. En la mesilla de noche, las hermanas habían puesto un bonito Cordero Pascual. Enseguida vinieron tres hermanas del Sagrado Corazón que trabajan en ese sanatorio, mis viejas conocidas, y me recibieron afectuosamente. Sor Felicia estaba sorprendida de todo esto; nos despedimos cordialmente y se fue. Cuando me quedé a solas con el Señor Jesús, le agradecí por esta gran gracia”

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Esa noche, la hermana que sería su enfermera le dijo: "Mañana, usted, hermana, no recibirá al Señor Jesús porque está muy cansada; y luego veremos cómo será".

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Aunque muy dolida, Sor Faustina se resignó a la Voluntad de Dios y trató de dormir. A la mañana siguiente, después de la meditación, aunque sabía que no recibiría al Señor Jesús, se preparó como para recibir la Santa Comunión. Anotó lo que ocurrió entonces:

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“...Cuando mi anhelo y mi amor llegaron al punto culminante, de repente, junto a mi cama vi a un Serafín que me dio la Santa Comunión diciendo estas palabras: “He aquí al Señor de los Ángeles”. Cuando recibí al Señor, mi espíritu se sumergió en el amor de Dios y en el asombro”.

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“Esto se repitió durante trece días, sin que yo tuviera la certeza de que al día siguiente volvería a traérmela. Pero me abandonaba en Dios, tenía confianza en Su Bondad. Sin embargo ni siquiera me atrevía a pensar que al día siguiente recibiría la Santa Comunión de este modo. El Serafín estaba rodeado de una gran claridad y reflejaba la divinización, el Amor de Dios. Llevaba una túnica dorada y encima de ella un sobrepelliz y una estola transparentes. El Cáliz era de cristal, cubierto de un velo transparente. En cuanto me dio al Señor, desapareció”.

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En una de las veces, Sor Faustina experimentó cierta duda y le preguntó al Serafín: “¿Podrías quizás escuchar mi confesión?” Él le respondió: "Ningún espíritu en el cielo tiene ese poder." En ese mismo instante, la Sagrada Hostia se posó sobre sus labios.

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La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al Dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha (Mt. 9, 37-38)

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