Cuanta sed. Sed de la tierra reseca que para brotar
y dar flores y frutos necesita del agua simple y esencial...
y dar flores y frutos necesita del agua simple y esencial...
Viene el agua copiosa y el campo reverdece y rebosa de abundante cosecha. ¿Cómo pueden salir tantos colores y sabores de la tierra simplemente fecundada por el agua incolora, insabora?
Y los hombres y también los animales se abrevan en las fuentes, los ríos, las vertientes, los manantiales del campo y la montaña.
Del costado abierto de Cristo mano sangre y agua. Y el agua del costado de Cristo purifica y fecunda el corazón del hombre reseco y árido de amor. El Agua de Dios ablanda el corazón del hombre y lo fecunda, lo esponja, la hace capaz del amor y la vida que sólo puede dar el Agua de Dios. Puede brotar entonces la flor de la sonrisa, la calidez de la caricia y el abrazo, los frutos de caridad... Por esto muchos hombres y mujeres se abrevan en el Agua de Dios, que después de la resurrección de Jesús brota fecunda en la pila bautismal de nuestros templos, como un manantial, como una fuente inagotable y desbordada.
En esta Fuente la familia puede hacer a sus niños hijos de Dios por el bautismo. Y muchos, bautizan también sus casas, sus cosas, sus trabajos y sus días, con el sacramental del agua bendita.
Bendita sea el agua pura de la lluvia, pero más bendita sea el Agua de Dios, el agua del Bautismo y el agua bendita, que fecunda por dentro el corazón del hombre. Bendita sea el agua que brota del Corazón abierto de Jesús.
Permitinos, Jesús, beber con abundancia de la fuente de tu Corazón.
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