jueves, 27 de octubre de 2011

De los Sermones de San Pedro Crisólogo, obispo


Tres cosas hay hermanos, por las que se mantiene la fe, se conserva firme la devoción, persevera la virtud. Estas tres cosas son la oración, el ayuno y la misericordia. Lo que pide la oración lo alcanza el ayuno y lo recibe la misericordia. Oración, misericordia y ayuno: tres cosas que son una sola, que se vivifican una a otra.
El ayuno es le alma de la oración, la misericordia es lo que da vida al ayuno. Nadie intente separar estas cosas, pues son inseparables. El que sólo practica una de ellas, o no las practica simultáneamente, es como si nada hiciese. Por tanto, el que ora, que ayune también, el que ayuna que practique asímismo la misericordia. Quien desea ser escuchado en sus oraciones que escuche él también a quien le pide, pues el que no cierra sus oídos a las peticiones del que le suplica abre los de Dios a sus propias peticiones.
El que ayuna que procure entender el sentido del ayuno: que se haga sensible al hambre de los demás, sin quiere que Dios sea sensible a la suya; si espera alcanzar misericordia, que él también la tenga; si espera piedad, que él también la practique; si espera obtener favores de Dios, que él también sea dadivoso. Es un mal solicitante el que espera obtener para sí, lo que él niega a los demás.
Hagamos por consiguiente, que la oración, la misericordia y el ayuno sean los tres juntos nuestro pratrocinio ante Dios, los tres juntos nuestra defensa, los tres juntos nuestra oración bajo tres formas distintas.

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