Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la caridad, y ella le diò siempre la victoria. Por amor a Dios no cediò ante la furia de los judìos, por amor al pròjimo intercediò por los que lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen castigados.
Apoyado en la fuerza de esta caridad, venciò la furia y crueldad de Saulo y, habièndolo tenido por perseguidor en la tierra, logrò tenerlo por companiero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar con su oraciòn a los que no habìa podido convertir con sus palabras.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con èl de la gloria de Cristo, con èl desborda de alegrìa, con èl reina. Allì donde entrò primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entrò luego Pablo, ayudado por las oraciones de Esteban.
Esta es, hermanos mìios, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la companìa de Pablo, porque en ambos es la caridad la fuente de se alegrìa. La caridad de Esteban, en efecto, superò la furia de los judìos, la caridad de Pablo cubriò la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesiòn del Reino de los Cielos.
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