Me quedé sola en el vagón con esa pareja tan armoniosa; y verdaderamente no creo haber visto nunca antes nada parecido.
Tenían ambos sobre 35 años; él era de cabello oscuro y de complexión atlética y ella muy rubita, con el pelo recogido en coleta y mucho más delgada. Él la miraba con fruición y yo, que estaba justo enfrente pero protegida por varias filas de asientos los podía observar a placer, pensaba para mí: ¡qué enamorado está, cómo la mira!
El viaje proseguía sin que la chica le mirase nunca a la cara y sin embargo no dejaba de mirar por la ventanilla del cercanías. Y su acompañante no miraba nada que no fuese ella.
Y así transcurría el recorrido de los jóvenes y el mío y había algo que te llenaba de alegría: Mucha, muchísima paz. La paz que transmitían ellos dos: el uno mirándola arrobadamente y la otra con ese silencio que no era frío sino todo lo contrario, ¡era cálido! y parecía que él pudiese ver el paisaje deslizarse a través de los ojos claros de su novia o esposa.
En un momento determinado ella apoyó su cabeza en el hombro del muchacho y cerró los claros ojos y pareció que se dormía. Parecía cansada. Él apoyó su cabeza sobre la de ella y paseó entonces la vista por los paisajes que apresuradamente atravesaban el vagón. Y así continuó su viaje, con el mismo silencio; y en el aire se respiraba el mismo embeleso varonil, y la misma cálida displicencia femenina.
No sé dónde se apearon (¡es que no pude hacer más que observar aquel regalo del Cielo!), pero de repente paró el tren y bajaron con cuidado y tiento y ayuda para la joven rubita pues era ciega. Y subieron otros y se sentaron.
¡Qué ciega estuve yo todo el tiempo!, sin darme cuenta de que la muchacha no veía. Estuve tan envuelta por la paz que irradiaban que no caí en la cuenta de ninguna discapacidad, de ninguna deficiencia ... nada.
Realmente, a ellos no les faltaba de nada; y eso sí es la primera vez que lo veo. Siempre veo vacíos y necesidades, ausencias y nerviosismos y ellos no tenían esos sufrimientos ... iban en paz y armonía.
No los he vuelto a ver y me gustaría mucho, pero quizá fue regalo de un sólo día. Un regalo de ángeles.
Anotación: ¿Quien de nosotros se dejaría mirar con ese arrobo por su enamorado/a? Nadie, nadie en su sano juicio, ¿verdad? ¡Pues qué maravilla ser ciego y dejarte querer y admirar de ese modo! y también ¡qué maravilla de persona, quien es capaz de enamorarse perdidamente por alguien que tiene una discapacidad física muy real! y que no se toma ni un descanso en dejar de demostrarlo.
Para mí todo esto es: AMOR VERDADERO.
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