El Reino de Dios, el reinado de Dios, no es una realidad que se da así nada más; una realidad que Dios nos impone por la fuerza. Al contrario. El Reino de Dios, el reinado de Dios, es un don que Dios nos ofrece, y que nosotros podemos acoger o rechazar, con absoluta libertad, una realidad que tenemos que construir en nuestra vida personal y en el mundo, a partir de nuestras obras. Y Jesús fue bien claro en hacérnoslo saber, con sus palabras, con sus acciones, y con su ejemplo de vida.
San Mateo nos presenta en su Evangelio, en el llamado Sermón de la Montaña, que abarca los capítulos 5, 6 y 7, una colección de enseñanzas de Jesús, que son para quienes queremos participar activamente en esta tarea, un programa de vida concreto y claro, al alcance de todos; un programa de vida que debemos conocer con precisión, para poder ponerlo en práctica, con la certeza de que si lo respetamos, caminaremos con seguridad y firmeza por el camino que conduce al Padre.
En el Sermón de la Montaña, Jesús nos enseña esencialmente, que:
- La sociedad humana sólo se puede construir con efectividad desde el compartir y no desde el poseer, como pregona el mundo.
- El servicio es una condición básica para construir una sociedad nueva; una sociedad en la que Dios reine desde el corazón de los seres humanos que la conforman; una sociedad en la que Dios sea a la vez, la meta y el camino, el principio y el fin, y el centro en el que todo confluye.
- La verdadera felicidad no nos la dan los bienes materiales que poseamos, sino la presencia de Dios en nuestro corazón y en nuestra vida, porque somos sus hijos, y esta es nuestra realidad más íntima y verdadera.
- El amor a Dios y el amor por los demás es la clave de la esencia humana. Cuando amamos de verdad somos más humanos, y al hacernos más humanos nos hacemos también mejores hijos e hijas de Dios.
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