"Yo no adoro la materia, adoro el Dios de la
materia, que por mi se hizo materia, y si dignó de habitar en la materia, y me
ha dado la salvación a través de la materia. No cesaré de honorar aquella
materia que obra mi salvación. La venero, si bien, no como Dios". (San Juan
Damasceno, Sobre los Santos Íconos, I, 16)
Estas palabras de San Juan Damasceno, venerado
en Oriente y en Occidente como doctor y padre de la Iglesia fueron escrítas en
defensa de los íconos contra los íconoclastas. En ellos se afirmaba el rol
espiritual no solo de las imágenes sacras sino de todo el mundo material. La
materia era importante no solo porque Dios la había creado, sino también porque
se había unido a ella en modo personal e hipostático a través de la
Encarnación.
En esta época como en ninguna otra la Iglesia
debe conocer y celebrar el uso propio y entusiasta del mundo material. El
materialismo es de hecho un abuso y no un uso de la materia. El consumismo puede
ser considerado como una parodia secular de la Santa Eucaristia, una parodia
porqué consumimos sin dar gracias, porque nos apropiamos de un don dándole la
espalda al Donador. Entonces devoramos, pero no somos nutridos ni saciados. Solo
en Cristo se puede comprender o experimentar el rol verdadero y elevado del
mundo material.
En este artículo deseo evidenciar en que modo
la creación y el uso de los íconos es una encarnación gráfica de la "teología"
de la Iglesia ortodoxa sobre la materia. Este es un teología centrada sobre la
encarnación de Dios y sobre la transfiguración de la persona humana y a través
de la persona humana, de todo el creado.
Para ser correctos, la teología es el discurso
sobre la naturaleza de Dios como Trinidad, pero aquí utilizamos
este término en un sentido más general.
Hablamos primero del uso de los íconos y después de su creación.
Ícono es una palabra griega que significa
imagen y en cuanto tal pone inmediatamente al ícono religioso como mediador
entre el que observa y aquello que retrata. El rol de todo ícono, pero de los
íconos sacros por excelencia es aquello de mediar. El modo en el cual tratámos
las imágenes es un reflejo de como vemos la persona representada. San Juan
Damasceno cita a San Basilio "el honor dado a las imágenes viene transferido a
su prototypo" (Sobre los Santos Íconos, I,21). Adoramos a Cristo y
honramos a los santos cuando besamos el ícono o encendemos una candela de frente
a su imágen.
Imágenes de Cristo, de la Madre de Dios y de
los santos son íconos obvios, pero, en general toda la creación material en su
belleza es ella misma un ícono. La creación existe no solo para nutrir al hombre
físicamente sino también para ser imágen de cosas más elevadas, un don del amor,
un expresión de la belleza y generosidad divina.
Cuando se la recibe y se la contempla dando
gracias, el hombre experimenta el mundo material como sacramento del amor.
Cuando la somete y la cosume sin dar gracias, come muerte. Esto, naturalmente,
no significa que la materia se vuelva un mal en si mismo, sino que nosotros al
privarla de su carácter de don y al despersonalizarla, la volvemos solo materia.
Con profunda intuición, San Efren el Sirio afirma que el árbol del conocimientod
del bien y del mal es de hecho creación. Cuando es recibido con agradecimiento,
lleva al hombre a la vida espiritual y a la bondad. Cuando es recibido sin dar
gracias, se vuelve para él un objeto, una cosa muerta; no una fe nupcial.
Observemos que los íconos no son naturalistas,
sino que tienden a parecer cosas abstractas. Esta estilización es un tentativo
de sugerir el estado transfigurado de las cosas, ver al hombre y al mundo no
sólo con ojos físicos, sino con los ojos del espíritu. Aún sin ser naturalistas,
los íconos son realistas. Un himno de la Iglesia Ortodoxa para la Fiesta de la
Transfiguración dice así; "Oh Cristo, te has revestido del entero Adán, has
iluminado la naturaleza un tiempo oscurecida y en la metamorfosis de tu aspecto
la has divinizado". ´
Los íconos muestran al hombre en su verdadera
naturaleza como ser creado y resplandeciente de la luz del Creador. Como escribe
el Apóstol Pedro "Con estas cosas (Dios) nos ha donado los bienes grandísimos y
preciosos que fueron prometidos, para que llegarámos por medio de ellos a
participar de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que hay en
el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Ped. I,4).
Observemos también que la descripción
evangélica de la Transfiguración muestran que tanto la ropa de Cristo, como su
Persona, emanaban luz. La ropa de lino participaban de la gracia divina por
asociación con su cuerpo divino. También la vida sacramental de la Iglesia se
viste utilizando la materia y transfigurándola.
A través de la Iglesia, el mundo puede
convertirse en un cosmos u ornamento - que es uno de los significados literales
de cosmos. Es este el mundo transfigurado que los íconos muestran a través de el
modo en que representan las personas, la naturaleza y los edificios. La materia
no es jamás mostrada como mera materia, sino como materia infundida con la
gloria del Señor. No hay claroscuro, porque todas las cosas estan llenas de luz
y son bañadas por la luz.
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