Sobre mi experiencia teresiana desde el evangelio de Lc 10, 38-42
1. EL MERITO ES OIR AL SEÑOR
El Evangelio de este Domingo XVI del Tiempo Ordinario, nos ha presentado el encuentro de Marta y María con él Señor, que desde dos maneras distintas hacen su servicio Jesús. Por una parte, Marta, hace la parte que le corresponde a ella, atender con amor al Señor, servicio que es agradecido y bendecido, preparar algunas delicias para servir dignamente a su huésped, y María hace la parte que ella ha elegido, oír al Señor. Esta lectura, siempre lleva a una reflexión sobre la importancia de estar a la escucha de la Palabra del Señor, a los pies de él y en una actitud contemplativa y de diferenciarla con la actitud activa, pero cuál de las dos tiene más mérito?, me atrevo a decir, que los méritos son iguales, y no es culpable Marta porque a ella le correspondió en ese minuto los quehaceres cotidianos de la casa para servir a Jesús en cosas específicas, y tampoco es mérito de María por estar sentada a los pies de Jesús sin ayudar a los quehaceres hogareños.
¿Entonces cuál es? El mérito de María ha sido escuchar con atención al Señor, porque las personas pueden hacer sus cosas de la casa, escuchando y en sí, hoy hay personas que hacen sus quehaceres domésticos escuchando música o viendo la televisión, igual entonces Marta habría podido dedicarse virtuosamente a las actividades domésticas y al mismo tiempo escuchado al Maestro. ¿Entonces porque la llamada de atención de Jesús?, en este caso prefiero opinar que fue porque trabajando, hace oídos sordos a la palabra de Jesús. Esto le pasa también a nuestra Iglesia hay muchas tareas diversas, de hecho hay mucho trabajo activo, pero todos se haría mucho mejor si se hace siempre a la escucha del Señor.
2. TERESA DE JESUS Y LOS CONTEMPLATIVOS
Teresa de Jesús, en su Libro Camino de Perfección, (CP) Capitulo 17, le enseña a sus monjas que el mérito está en disponerse con el mismo cariño al Señor, si te lleva por el camino de la acción o el de la contemplación “Dispóngase para si Dios le quisiere llevar por ese camino” (CP 17,1). Para ella por contemplación entiende la experiencia de Dios, de Cristo, de sus misterios. Y después de muchos años de oración, (dice Teresa), “el Señor quiere a cada una para su oficio. Da unas para contemplación y a otras para el servicio (acción) y la cruz, los juicios son del Señor, no hay que meterse en ellos” (CP 17,7). No obstante, la llegada a la experiencia de Dios no es premio a nuestros méritos, ni resultado de esfuerzos humanos, ni efecto de técnicas y cálculos, ni comisión por amores y servicios, ni por ser contemplativos o activos, esto es puro don, es puro regalo del Señor, que como en el caso de Marta y María, Jesús las visita en su casa y les regala estar con ellas. Por esa razón, Teresa nos enseña que es cosa que lo regala Dios (CP 17,2), y hay que estar en actitud de humildad. “EI verdadero humilde ha de ir contento por donde lo lleve el Señor” (CP 17,1).
Teresa de Jesús, a quien consideramos contemplativa, defiende la diversidad de caminos, y se dió el tiempo de reflexionar y escribir a favor de Marta. Posiblemente ella quiere consolar y alentar a los no contemplativos y dice que “Santa era santa Marta”, aunque no dicen que era contemplativa. Comenta Teresa; “Pues, ¿qué más se quiere que poder llegar a ser como esta bienaventurada, (Marta) que mereció tener a Cristo nuestro Señor tantas veces en su casa y darle de comer y servirle y comer a su mesa? Si se estuviera como la María, empapada, no hubiera quien diera de comer a este divino Huésped” (CP 17,5), y prosigue Teresa de Jesús; “Acuérdense que es necesario quien le guise la comida, (a Jesús) y ténganse por dichosas en andar sirviendo como Marta... Pues, si contemplar y tener oración mental y vocal, y curar enfermos, y servir en las cosas de casa y trabajar, sea en lo más bajo, todo es servir al Huésped que se viene con nosotras a estar y a comer, y recrea, ¿qué más se nos da en lo uno que en lo otro?” (C 17, 6). “Entiendan que si es en la cocina (Vuestra tarea), entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior” (Fundaciones 5,8).
3. SU TIEMPO EL CALLAR, Y SU TIEMPO EL HABLAR
En el Eclesiastés, se habla de que “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo” (Eclesiastés 3,1) y que hay; “su tiempo el callar, y su tiempo el hablar”. (Eclesiastés 3,7). Por eso también podemos decir, que hay tiempo de contemplación y tiempo para la acción, pero en los dos, hay que callar para oír al Señor. Esto de callar, es decir, guardar silencio, no sólo beneficia para aprender a hablar con los hombres e instruirse cuando se escuchan palabras sabias, sino que fructifica también y es muy necesario para para “tratar de amistad con Dios”, (Teresa de Jesús), es así como, el silencio, ayuda a educarse sobre cómo hablar y tratar con Dios y ser hombres de oración.
Siempre será bueno el silencio cuando se utiliza para oír a Dios, porque solo recibiremos de él santos y buenos pensamientos. Por tanto, si nuestros deseos es querer ser y tener un corazón espiritual, ser hombre de oración y tratar y conversar con Dios, la clave está en guardar silencio. Si lo que buscamos es vivir siempre con buenos pensamientos y oír y vivir bajo las inspiraciones de Dios, el secreto es guardar silencio y recogimiento.
Quien puede oír las inspiraciones que vienen de Dios cuando cerca de nosotros hay un gran ruido? El bullicio y estruendo de las palabras, sucesos mundanos, escándalos y negocios del mundo nos hace sordo ante los hombres, pero además nos impide oír las inspiraciones de Dios y de esta forma saber bien que es lo nos conviene. Por eso quiere el Señor nuestro momento de soledad para tratar con el corazón de cada uno. Como canta el Profeta; “la llevaré al desierto (a la soledad) y hablaré a su corazón. (Oseas 2,16)
4. CADA CUAL PUEDE TENER SU PROPIA EXPERIENCIA, CONTEMPLATIVA O ACTIVA
En lo espiritual, el silencio produce una santa contemplación. La experiencia de la oración contemplativa y el trato de amistad con Dios es manantial del silencio, de prudencia y moderación en el trato con los hombres. Este aspecto, lo he aprendido en la amistad con religiosas de vida contemplativa, que de tanto trato y conversación con Dios, a solas e íntimamente con quien ellas saben mucho las ama (Dios), luego se hacen como mudas para las cosas del mundo, y prefieren no hablar y ni alternar con las cosas de la vida mundana y ruidosa, pero si son muy alegres para oír y tratar de las cosas que aman y tienen en su corazón, es decir los pensamientos espirituales, y para todo lo demás les da hastío y pesadumbre tratar.
En este sentido, cada cual puede tener su propia experiencia, en algunos casos a uno le sucede que cuando hemos recibido un favor de Dios en la oración, nos quedamos en una gran devoción, y parece que no nos dan ganas de hablar con nadie, ni de levantar los ojos para ningún lugar que nos pueda distraer de la alegría que estamos experimentado, y en otras personas desean que todo el mundo sepa de su experiencia, como los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, (Lucas (SBJ) 2,20) o como el cojo que en nombre de Jesús fue sanado por el Apóstol Pedro, que se levantó, cobraron fuerza sus pies y tobillos, y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. (Hechos (SBJ) 3,8). Es decir, en ambos casos, en silencio contemplativo o de forma expresiva (activa) es bueno alabar a Dios, pero en ambos casos, el resultado y el mérito es haber oído previamente a Dios en el corazón y me parece, que de todas maneras, se le oye mejor en disposición de silencio.
5. LO QUE IMPORTA EN LA VIDA CONTEMPLATIVA O ACTIVA
Pero continuando con el tema de la Contemplación, ¿Cuál es la causa de que las personas que experimentan la contemplación y el silencio prefieren callar frente al estruendo del mundo? A mí me parece que es así porque estamos interiormente muy ocupado y entretenido con Dios, y si esto es así, no nos da gana de andar tras el entretenimiento y bálsamos de la vida exterior. Y por el contrario, cuando uno anda conversando, distraído y disperso por las cosas del exterior, es porque no que no hay espíritu, ni devoción, ni recreación en Dios en el interior. Por tanto lo que importa en la vida contemplativa o activa, es poner en práctica lo que hemos oído del Señor, a los pies de él como Maria, o sirviéndole dignamente como Marta.
En todo caso, no busco con esta exposición el que nos quedemos callados y no hablemos con nuestros hermanos, en especial, cuando tenemos necesidad de hablar para ser consolados en nuestras dificultades, o porque deseamos aliviar nuestro corazón cansado de tanto pensamientos diversos, entonces nos hace bien hablar de las cosas que amamos y que no son contrarias al buen vivir de nuestra fe, y por otra parte, es agradable tener un rato de entretenimiento y disponernos para hablar a nuestros hermanos de lo bueno que tenemos dentro del corazón, y de los pensamiento que nos ha dejado el trato en silencio con Dios.
Finalmente, Marta y María, dos hermanas, son consideradas como dos modelos de vida orante, Marta activa y María contemplativa. Lo importante, es que no nos suceda como lo que se nos presenta en el la parábola del sembrador, donde algunas semillas caen entre cardos, es decir, “los que escuchan el mensaje, pero luego se ven atrapados por las preocupaciones, los riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez” (cf Lc 8,14). En ese sentido, la “mejor parte” de María nos recuerda, en cambio, “la semilla que cayó en tierra buena”, o sea, “a los que, después de escuchar el mensaje con corazón delicado y generoso, lo retienen y dan fruto por su constancia” (Lc 8,15). ¿Dónde se sitúa nuestro modo de vivir, entre cardos o en tierra buena?
El Señor nos Bendiga
Fuentes
Sagrada Biblia de Jerusalén
Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas, Padre Alonso Rodríguez
Diccionario Teológico Ravasi
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