miércoles, 28 de agosto de 2013

EL TEMPLO, CASA DE ORACIÓN

 
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1.    PARA JESÚS, EL TEMPLO ERA LA CASA DE SU PADRE

Jesús va al Templo como al lugar predilecto para el encuentro con Dios, él lo veneró subiendo a él en peregrinación en las fiestas judías y amó con gran celo esa morada de Dios entre los hombres. En cierto modo, el Templo es un lugar privilegiado para ese dialogo de amistad, “con quien sabemos nos ama” (Teresa de Jesús). No obstante, Jesús subió al monte a solas para orar. (Mt 14,23) y también nos recomienda orar en nuestras habitaciones: “ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mt 6, 4.16) Pero para Jesús, el Templo era la casa de su Padre, una casa de oración, y él se molesta mucho porque en la entrada de la casa de su Padre se tenga como un lugar de negociados y convertido en un mercado. : "No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado”. (Jn 2,16. Es tanta la indignación de Jesús, que expulsa a los mercaderes del Templo. Esto la hace por celo hacia las cosas de su Padre. Entonces, sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “Pues me devora el celo de tu casa” (Salmos 69,10). Después de su Resurrección, los apóstoles siempre conservaron un respeto religioso hacia el Templo.
Nos relata San Marcos -Mc 11, 11-25- que cuando llega a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. San Juan, en su Evangelio presenta también una amplia referencia de este episodio (Jn 12,13). Sin embargo de los Evangelio sinópticos es San Marcos el que más lo acentúa y por otra parte, destaca la universalidad del templo para todas las gentes, algo que omite San Mateo (Mt, 21,12)  y San Lucas. (Lc 19, 45) Probablemente esta evocación se haga porque, al establecer estos comercios en el patio de los gentiles, dificultaban a éstos el acceso al Templo. Pero el sentido teológico es la universalidad de la misma fe. Otra segunda alusión, que traen los tres sinópticos, es la comparación con la profanación a una cueva de ladrones, por sus mercancías abusivas, esto es un recuerdo sumamente oportuno que no trae la lectura de Jeremías: “¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre? ¡Qué bien visto lo tengo! - oráculo del Señor”  (Jeremías 7,11).
2.    MI CASA SERÁ LLAMADA CASA DE ORACIÓN PARA TODAS LAS GENTES
Así nos lo relata el Evangelio: “Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: ¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!”  (Mc 11, 15-17). En este mismo relato, pero según san Lucas, Jesús enseñaba diariamente en el Templo, (Lc 19,47) por esa razón los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras, y san Marcos precisa que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza: “Pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. (Mc 11,17)
Jesús, no acepta convertir el Templo en una casa de mercaderes, porque esa es una casa de santidad. El Templo no es un centro de comercio, es un lugar para actividades eclesiásticas y religiosas. Por esa razón la multitud de comerciantes que vendían animales para ofrecer los sacrificios, según lo indicaba la ley, fueron expulsados por Jesús.
En efecto, era conocido, que los que asistían al Templo para hacer ofrendas, tenían que pagar exigencias gravosas. Pero al mismo tiempo, Jesús es la verdad que hace desaparecer las sombras de lo incorrecto, y su deseo es que el Templo se convierta ya en casa de oración
Recordemos, que esto también lo hizo Jesús, al principio de su predicación, como cuenta San Juan que se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. (Jn 2 13-22) y ahora lo repite para hacer más inexcusable la culpabilidad de los judíos que no se habían enmendado con su primera lección.
3.    LA CASA DE DIOS, PARA OÍR LAS MARAVILLAS DE LA PALABRA DEL SEÑOR.
Pero Jesús, no excluye de su predicación ni a los indignos ni a los ingratos. Por lo que después que restableció el rigor de la disciplina arrojando a los malos, les da a conocer el don de su gracia. Si san Lucas nos dice que diariamente enseñaba en el Templo, entonces para Jesús era una labor habitual. Así nos enseña, que para nosotros, esta visita al Templo, debiera ser una actitud frecuente, para maravillarnos de la Palabra del Señor y de la relación de amistad con Dios, que tanto bien nos hace.
En los versículos siguientes, San Marcos nos dice; “Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina”. (Mc 11,18), con esto sabemos que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Jesús, debería haber recibido la adoración como Hijo de Dios, por tantos prodigios hechos, sin embargo, los que hacían los sacerdotes y los escribas, y los principales del pueblo era tratar de matarlo. Sin embargo, como todos los días enseñaba en el Templo, recibió una numerosa multitud de creyentes que lo alababan con himnos celestiales.
Estos versículos de San Marcos, relatan que buscaban la forma de matarlo, porque aún no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras, estaba maravillado de su enseñanza. Entonces sabemos que el pueblo le tenía más estimación a Jesús que a los escribas, los fariseos, y los príncipes de los judíos, los que, como no aceptaban la fe de Jesús, reprendían a los demás. Del mismo modo ocurre hoy, donde los fariseos de este tiempo, tratan de que no concurramos a nuestros Templos, no aceptan nuestra fe y hacen lo posible para que no concurramos a la Casa de Dios, para oír las maravillas de la Palabra del Señor.
4.    CONVIRTAMOS EL TEMPLO EN NUESTRA SEGUNDA CASA
Jesús se dedicó a enseñar a la gente la doctrina evangélica y las personas aprovechaban esta oportunidad de oírlo. Hoy nosotros no podemos perder la oportunidad de oír los que nos dice el Señor, por eso estamos atentos cuando se proclama el Evangelio, lo oímos de píe y con devoción, y se nos ensancha el corazón para decir: “Gloria a Ti Señor Jesús”
Es así, como los Evangelios nos enseñan que el Templo es la casa Dios, allí en esa morada especial, es un lugar donde desea ser adorado, de un modo especial, considerando su presencia. Por ese motivo los comerciantes que había profanado el Templo fueron reprendidos por el mismo Jesús.
Este ejemplo nos enseña cómo debemos actuar hoy cuando estamos en el Templo, debemos hacerlo con actitud de respeto y reverencia, guardando el debido silencio, que exige la presencia del Señor en el Sagrario. Es entonces una obligación de nuestra fe, hacer que el Templo sea una casa de oración, y de silencio para oír la Palabra de Dios.
Convirtamos el Templo en nuestra segunda casa, hagamos del Templo el segundo lugar más visitado, allí siempre encontraremos paz y tranquilidad para hablar con Dios y recibir su luz.
5.    OREMOS CON LOS SALMOS
“Más yo, por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu santo Templo me arrodillo, lleno de tu temor”.  (Salmos 5,8). “El Señor  en su Templo santo, Señor, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán”  (Salmos 11,4). “Clamé al Señor  en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.” (Salmos 18,7). “Una cosa he pedido al Señor, una cosa estoy buscando: morar en la Casa del Señor, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura del Señor  y cuidar de su Templo”.  (Salmos 27,4). “Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo;  (Salmos 48,10). ¡Oh, hartémonos de los bienes de tu Casa, de las cosas santas de tu Templo!”  (Salmos 65,5)
El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo del Dios vivo" (2Co 6,16)
La paz del Señor viva en nosotros

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