Nació en Tagaste (África) el año 354; después de una juventud desviada doctrinal y moralmente, se convirtió, estando en Milán, y el año 387 fue bautizado por el obispo San Ambrosio. Vuelto a su patria, llevó una vida dedicada al ascetismo, y fue elegido obispo de Hipona. Durante 34 años, en que ejerció este ministerio, fue un modelo para su grey, a la que dio una sólida formación por medio de sus sermones y de sus numerosos escritos, con los que contribuyó en gran manera a una mayor profundización de la fe cristiana contra los errores doctrinales de su tiempo. Está entre los Padres más influyentes del Occidente y sus escritos son de gran actualidad. Murió el año 430.
Excelencia de la castidad
Agustín comprendía la excelencia de la castidad predicada por la Iglesia Católica, pero la dificultad de practicarla lo hacía vacilar en abrazar definitivamente el cristianismo. Por otra parte, los sermones de San Ambrosio y la lectura de la Biblia le habían convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía todavía a cooperar con la gracia de Dios. El santo lo expresa así:
"Deseaba y ansiaba la liberación; sin embargo, seguía atado al suelo, no por cadenas exteriores, sino por los hierros de mi propia voluntad. El Enemigo se había posesionado de mi voluntad y la había convertido en una cadena que me impedía todo movimiento, porque de la perversión de la voluntad había nacido la lujuria y de la lujuria la costumbre y, la costumbre a la que yo no había resistido, había creado en mí una especie de necesidad cuyos eslabones, unidos unos a otros, me mantenían en cruel esclavitud. Y ya no tenía la excusa de dilatar mi entrega a Tí alegando que aún no había descubierto plenamente Tu Verdad, porque ahora ya la conocía y, sin embargo, seguía encadenado... Nada podía responderte cuando me decías: 'Levántate del sueño y resucita de los muertos y Cristo te iluminará...' Nada podía responderte, repito, a pesar de que estaba ya convencido de la verdad de la fe, sino palabras vanas y perezosas. Así pues, te decía: 'Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo'. Pero ese 'pronto' no llegaba nunca, las dilaciones se prolongaban, y el 'poco tiempo', se convertía en mucho tiempo"
El ejemplo de los Santos
El relato que San Simpliciano le había hecho de la conversión de Victorino, el profesor romano neoplatónico, le impresionó profundamente. Poco después, Agustín y su amigo Alipio recibieron la visita de Ponticiano, un africano. Viendo las Epístolas de San Pablo sobre la mesa de Agustín, Ponticiano les habló de la vida de San Antonio y quedó muy sorprendido al enterarse de que no conocían al santo. Después les refirió la historia de dos hombres que se habían convertido por la lectura de la vida de San Antonio. Las palabras de Ponticiano conmovieron mucho a Agustín, quien vio con perfecta claridad las deformidades y manchas de su alma. En sus precedentes intentos de conversión Agustín había pedido a Dios la gracia de la continencia, pero con cierto temor de que se la concediese demasiado pronto:
"En la aurora de mi juventud, te había yo pedido la castidad, pero sólo a medias, porque soy un miserable. Te decía yo, pues: 'Concédeme la gracia de la castidad, pero todavía no'; porque tenía yo miedo de que me escuchases demasiado pronto y me librases de esa enfermedad y lo que yo quería era que mi lujuria se viese satisfecha y no extinguida"
Avergonzado de haber sido tan débil hasta entonces, Agustín dijo a Alipio en cuanto partió Ponticiano:
"¿Qué estamos haciendo? Los ignorantes arrebatan el Reino de los Cielos y nosotros, con toda nuestra ciencia, nos quedamos atrás cobardemente, revolcándonos en el pecado. Tenemos vergüenza de seguir el camino por el que los ignorantes nos han precedido, cuando por el contrario, deberíamos avergonzarnos de no avanzar por él"
Gracia divina que todo lo puede
Agustín se levantó y salió al jardín. Alipio le siguió, sorprendido de sus palabras y de su conducta. Ambos se sentaron en el rincón más alejado de la casa. Agustín era presa de un violento conflicto interior, desgarrado entre el llamado del Espíritu Santo a la castidad y el deleitable recuerdo de sus excesos. Y levantándose del sitio en que se hallaba sentado, fue a tenderse bajo un árbol, clamando:
"¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre airado? ¡Olvida mis antiguos pecados!"
Y se repetía con gran aflicción:
"¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy? ¿Por qué no voy a poner fin a mis iniquidades en este momento?"
En tanto que se repetía esto y lloraba amargamente, oyó la voz de un niño que cantaba en la casa vecina una canción que decía:
"Tolle lege, tolle lege" (Toma y lee, toma y lee)
Agustín empezó a preguntarse si los niños acostumbraban repetir esas palabras en algún juego, pero no pudo recordar ninguno en el que esto sucediese. Entonces le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al oír la lectura de un pasaje del Evangelio. Interpretó pues, las palabras del niño como una señal del cielo, dejó de llorar y se dirigió al sitio en que se hallaba Alipio con el libro de las Epístolas de San Pablo. Inmediatamente lo abrió y leyó en silencio las primeras palabras que cayeron bajo sus ojos:
"No en las riñas y en la embriaguez, no en la lujuria y la impureza, no en la ambición y en la envidia: poneos en manos del Señor Jesucristo y abandonad la carne y la concupiscencia"
Ese texto hizo desaparecer las últimas dudas de Agustín, que cerró el libro y relató serenamente a Alipio todo lo sucedido. Alipio leyó entonces el siguiente versículo de San Pablo:
"Tomad con vosotros a los que son débiles en la fe"
Aplicándose el texto a sí mismo, siguió a Agustín en la conversión. Ambos se dirigieron al punto a narrar lo sucedido a Santa Mónica, la cual alabó a Dios:
"Que es capaz de colmar nuestros deseos en una forma que supera todo lo imaginable"
La escena que acabamos de referir tuvo lugar en septiembre de 386, cuando Agustín tenía 32 años.
En las manos del Señor
El santo renunció inmediatamente al profesorado y se trasladó a una casa de campo en Casiciaco, cerca de Milán, que le había prestado su amigo Verecundo. Agustín se consagró a la oración y el estudio y, aún éste era una forma de oración por la devoción que ponía en él. Entregado a la penitencia, a la vigilancia diligente de su corazón y sus sentidos, dedicado a orar con gran humildad, el santo se preparó a recibir la gracia del Bautismo, que había de convertirle en una nueva criatura, resucitada con Cristo.
"Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte. ¡Hermosura siempre antigua y siempre nueva, demasiado tarde empecé a amarte! Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Yo estaba lejos, corriendo detrás de la hermosura por Ti creada; las cosas que habían recibido de Tí el ser, me mantenían lejos de Tí. Pero tú me llamaste, me llamaste a gritos, y acabaste por vencer mi sordera. Tú me iluminaste y tu luz acabó por penetrar en mis tinieblas. Ahora que he gustado de tu suavidad estoy hambriento de Ti. Me has tocado y mi corazón desea ardientemente tus abrazos"
Pensamientos de San Agustín
- "Ama a Dios, y haz lo que quieras" - Sermón acerca de Juan 1, 7:8.
- "Nada conquista excepto la verdad y la victoria de la verdad es el amor" - Sermones 358, 1.
- "El amor es la belleza del alma".
- "Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé. Tú me has llamado, y me has llamado insistentemente, y has suprimido mi sordera. Tú has brillado con luz y has puesto mi ceguera a volar. Tú has emanado fragancia, y me he quedado sin aliento, y he suspirado por Ti. Te he conocido, y he tenido hambre y sed de Ti. Tú me has tocado, y he sido encendido por tu paz" - Confesiones, Capítulo 1.
- "¡Oh verdad, verdad, cómo suspiraba ya entonces por Ti desde las fibras más íntimas de mi corazón!".
- "¡Pobre de mí, que me creí apto para el vuelo, abandoné el nido y caí antes de poder volar!"
- "La medida del amor es el amor sin medida"
- "¿Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso curso de los ríos, los movimientos de los astros. Y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos".
- "No busques que dar. Date a ti mismo".
- "Conocerse de verdad a uno mismo no es otra cosa que oír de Dios lo que Él piensa de nosotros".
- "El hombre bueno es libre, incluso cuando es esclavo".
- "Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad".
¿Qué nos enseña su vida?
- A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.
- Aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.
- El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.
- Ante su conflicto entre los intereses mundanos y los de Dios, prefirió finalmente los de Dios.
- Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.
- A lograr una conversión profunda en nuestras vidas.
- A morir en la paz de Dios, con la alegría de encontrarnos pronto con Él.
La historia del encuentro
con un niño junto al mar
Una tradición medieval, que recoge la historia inicialmente narrada sobre un teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta la siguiente anécdota:
Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar, dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la doctrina de la Trinidad.
De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. Así el niño lo hace una y otra vez.
Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta:
"Oye, niño, ¿qué haces?"Y el niño le responde:
"Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo"Y San Agustín dice:
"Pero, eso es imposible"Y el niño responde:
"Más imposible es tratar de hacer lo que tú estás haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el Misterio de Dios"
No hay comentarios:
Publicar un comentario