El Papa Francisco presidió ayer la
solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos de la Iglesia romana.
En su homilía quiso hacer especial hincapié en la unidad, ya que la unidad es
uno de los dones que más nos cuesta entender y poner en
práctica:
“El
Vaticano II, refiriéndose a la estructura jerárquica de la Iglesia, afirma que
el Señor «con estos apóstoles formó una especie de Colegio o grupo estable, y
eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él» (ibíd. 19). Y
prosigue: «Este Colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y
la unidad del Pueblo de Dios» (ibíd. 22). La variedad en la Iglesia, que es
una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad, como un gran
mosaico en el que las teselas se juntan para formar el único gran diseño de
Dios. Y esto debe impulsar a superar siempre cualquier conflicto que hiere el
cuerpo de la Iglesia. Unidos en las diferencias: éste es el camino de
Jesús”
En contraste con esta visión, hace
unos pocos días, nos hemos sentido consternados con la declaración que la
Hermandad de San Pío X ha realizado con ocasión del XXV aniversario de las
consagraciones que dieron continuidad a su estructura episcopal. En esta
declaración dicen:
Siguiendo a Mons. Lefebvre, afirmamos que la causa de los graves errores que están demoliendo la Iglesia no reside en una mala interpretación de los textos conciliares – una “hermenéutica de la ruptura” que se opondría a una “hermenéutica de la reforma en la continuidad” -, sino en los textos mismos, a causa de la inaudita línea escogida por el concilio Vaticano II. Esta línea se manifiesta en sus documentos y en su espíritu: frente al “humanismo laico y profano”, frente a la “religión (pues se trata de una religión) del hombre que se hace Dios”, la Iglesia, única poseedora de la Revelación “del Dios que se hizo hombre” quiso manifestar su “nuevo humanismo” diciendo al mundo moderno: “nosotros también, más que nadie, tenemos el culto del hombre” (Pablo VI, Discurso de clausura, 7 de diciembre de 1965)
Nadie niega el peligro de
evangelizar las periferias, ya que a veces terminas queriendo centrar la Iglesia
en los extremos.
Es evidente que acomodar la Iglesia al mundo siempre ha sido lo más cómodo para
todos. Nadie niega que con demasiada frecuencia se “adora” al ser humano y se
dice que eso es lo que debe hacer la Iglesia para inculturizarse. Pero, como
dice el Papa Francisco: "Prefiero una Iglesia
accidentada por salir, que enferma por encerrarse"
Encerrarnos en nosotros mismos es
lo más cómodo y seguro, pero así no se evangeliza. Ahora, lo que ni el Papa
ni nadie duda, es que lo mejor es una Iglesia sana que además salga hacia las
periferias para traerlas al centro. Si nos accidentamos en esta misión, toca
volver, curarnos, fortalecernos y volver al mismo frente de batalla. La anterior
frase del Papa Francisco, ha sido interpretada por algunas personas como que el
Papa quiere una Iglesia accidentada, lo que es demencial. Una Iglesia
accidentada es ineficaz, como hemos podido ver en muchos experimentos
vanguardistas que languidecen sin seguidores.
El alejamiento de la Hermandad de
San Pío X no tiene que ver con la fidelidad a Cristo, sino con la incomodidad de
estar incluidos dentro de una Iglesia diversa que se debería complementar en
armonía, creando fraternidad. Dentro de la Iglesia Católica existen personas,
grupos y movimientos tan diferentes como maravillosos, pero a veces los
postulados de unos y otros nos hacen enfrentarnos creando controversias y
resentimientos. Estas limitaciones humanas se hacen presentes en la parábola del
Hijo Prodigo. El hermano “fiel”, se sintió menospreciado por la felicidad que
vio en su Padre al encontrar al hermano perdido. El mismo Padre le reprende
por esta actitud, ya que es obvio que todo lo que tiene es hijo “fiel”, ya que
el resto lo ha dilapidado el hijo pródigo sin pararse a pensar en lo que hacía.
¿Qué puede temer el hijo fiel? ¿No será que en el fondo desconfía del Padre?
Quizás ese es el problema de fondo: la desconfianza en la Divina Providencia.
Esta desconfianza soterrada es un las caras más complicadas de detectar del
actual pelagianismo.
Una asignatura pendiente es
conseguir que la diversidad no implique que unos se impongan a otros
señalando en los segundos la paja y olvidando la viga propia. Esto se vive
en la Iglesia con demasiada frecuencia y tristemente no se aborda con
misericordia y caridad.
Unas veces toca a los más
tradicionales soportar formas que no sienten y otras a los más vanguardistas,
soportar formalidades que no comprenden. Cuando alza la voz el grupo de
sensibilidad incomprendida, la única opción que se le da es señalarles la
puerta y decirles que sobran. El Papa Francisco también ha hablado de este
tema hace poco: “Nadie
es inútil en la Iglesia. Si alguien, por casualidad, dice: “vete a tu casa, eres
inútil”, no es cierto. Todos somos necesarios para ser Templo del Señor. Nadie
es secundario, todos somos iguales a los ojos de Dios”
La Hermandad de San Pío X decidió
salirse de ese juego diabólico de enfrentamientos y descalificaciones y echar a
andar por su cuenta. Esta actitud que les ha valido el justo correctivo de verse
fuera de la Iglesia. Ellos se han quedado fuera de la Casa del Padre con
resentimiento y soberbia.
Creo que es justo señalar que les
duele que a otros colectivos, abiertamente cismáticos, se les permita actuar
dentro de la Iglesia con bastante impunidad. La diferencia es precisamente la
astucia que Cristo pidió a sus Apóstoles y que se utilizan con arte quienes
desean vernos desunidos. Los astutos saben esconderse y actuar contra la
Iglesia con mucha más facilidad que quienes, desde su honestidad, señalan lo que
les hace sentir incómodos.
De esta forma la obra del maligno
se desarrolla eficientemente: separar a los que son fieles en grupitos y dejar a
los que desean desunir hacer su labor con libertad. Nada mejor que generar
“iglesitas personales”, cada vez más vacías de personas.
Creo que es imprescindible
centrarnos en la necesidad de gestionar la diversidad o terminaremos siendo
todos cristianos tristes, encerrados en nuestros propios carismas convertidos en
egoísmos. “Cristianos melancólicos tienen más
cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida
bella”
Melancólicos de nuestras deseadas
iglesitas personales y enfrentados porque no conseguimos superar nuestros
egoísmos. Más que nunca, es necesario orar por la unidad en la
Iglesia.
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