lunes, 26 de agosto de 2013

Tomás Kempis, Beato

Sacerdote y Escritor, 30 de agosto
 
Tomás Kempis, Beato
Tomás Kempis, Beato

Sacerdote
Autor de La Imitación de Cristo

La fama mundial de Tomás de Kempis se debe a que él escribió La Imitación de Cristo: el libro que más ediciones ha tenido, después de la Biblia. Este precioso librito es llamado "el consentido de los libros" porque se ha sacado en las ediciones de bolsillo más hermosas y lujosas, ha tenido ya más de 3,100 ediciones en los más diversos idiomas del mundo. Su primera edición salió en 1472, 20 años antes del descubrimiento de América (un año después de la muerte del autor), y durante más de 500 años ha tenido unas 6 ediciones cada año. Caso raro y excepcional.

Tomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.

Empezar por uno mismo.
En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dió cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.

Una asociación muy útil.
Kempis se reunió con un grupo de amigos en una asociación piadosa llamada "Hermanos de la Vida Común", y allí se dedicaron a practicar un modo de vivir que llamaban "Devoción moderna" y que consistía en emplear largos ratos de oración, la meditación, la lectura de libros piadosos y en recibir y dar dirección espiritual, y dedicarse cada uno después con la mayor exactitud que le fuera posible a cumplir cada día los deberes de su propia profesión. Los que pertenecían a esta asociación hacían progresos muy notorios y rápidos en santidad y la gente los admiraba y los quería.

Un ascenso difícil.
Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la tranquilidad de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado sacerdote en el año 1414. Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.

Oficios delicados.
Dos veces fue superior de la comunidad de canónigos en su ciudad. Bastante tiempo estuvo encargado de la formación de los novicios. Después lo nombraron ecónomo pero al poco tiempo lo destituyeron porque su inclinación a la vida espiritual muy elevada no lo hacía nada apto para dedicarse a comerciar y a administrar dineros y posesiones. Su alma va pasando por períodos de mucha paz y de angustias y tristezas espirituales, y todo esto lo irá narrando después en su libro portentoso.

El libro que lo hizo famoso.
En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.

El libro Primero de la Imitación de Cristo narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quiénes desean ser santos, entre los cuales está como principal: ser "la sirena" de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gusto al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer librito es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.

El libro segundo. Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imaginado le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la Imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.

Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido mas alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de la ayuda de Dios. Ha crecido en humildad y exclama: "Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?". Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria feliz.

El libro cuarto de la Imitación está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este librito para prepararse o dar gracias cuando comulgan.

¿Un iluminado?
Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir La Imitación de Cristo. De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este librito ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales.

Otro secreto de su triunfo
Puede ser el que Kempis ha logrado comprender sumamente bien la persona humana con sus miserias y sus sublimes posibilidades, con sus inquietudes y su inmensa necesidad de tener un amor que llene totalmente sus aspiraciones.

Este libro está hecho para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.

San Ignacio, San Juan Bosco, Juan XXIII, el presidente mártir, García Moreno y muchísimos más, han leído una página de la Imitación cada día. ¿La leeremos también nosotros? La mejor traducción actual es la que hizo el Apostolado Bíblico Católico, muy actualizada, toda con frases de la Santa Biblia. No dejemos de conseguirla y leerla.
 
 

Tomás de Kempis

   
Beato Tomás de Kempis
O.S.A.
Thomas-von-Kempen.jpg
Religioso
NombreThomas Hemerken
Nacimiento1380
Black St George's Cross.svg Kempen, Arzobispado de Colonia
Fallecimiento30 de agosto de 1471[1]
Flag of the Low Countries.svg Zwolle, Países Bajos
Venerado enIglesia católica
Comunión anglicana
Festividad30 de agosto
Beato Tomás de Kempis O.S.A. (Kempen, 1380 - Zwolle, 30 de agosto de 1471) fue un fraile católico renacentista del siglo XV, autor de la Imitación de Cristo, una de las obras de devoción cristiana más conocida desde entonces, redactada para la vida espiritual de los monjes y frailes, que ha tenido una amplia difusión entre los miembros de la Iglesia católica; algunos importantes autores de espiritualidad cristiana le han dado gran relieve, como Teresita de Lisieux, Bossuet y Juan Bosco, entre otros. Si bien la autoría de esta obra fue ampliamente contestada por autores posteriores, en la actualidad se tiene como histórica su atribución a Tomás de Kempis. La Iglesia Católica venera a este fraile como "beato", mientras la Iglesia anglicana lo considera santo.

 

Vida

Tomás, cuyo nombre era Thomas Hemerken, Thomas Hämerken o Thomas van Kempen, nació en la ciudad de Kempen, al noroeste de Colonia, Alemania en 1380 y murió en Zwolle, al noreste de Ámsterdam en 1471. Hijo de artesanos, su apellido paterno era Hemerken o Hämmerlein, que en inglés es "little hammer" y en castellano "pequeño martillo". Su hermano mayor, John, fue enviado por sus padres a estudiar a la ciudad holandesa de Deventer cuando tenía doce años. En 1395 sería su turno y el muchacho, que esperaba encontrar en Deventer a su hermano mayor, descubrió con sorpresa que John se había unido a la orden monacal de los Agustinos. Comenzó entonces sus estudios a los 13 años en un centro dirigido por una asociación conocida como los Hermanos de la Vida Común que practicaban lo que conocían como la "devoción moderna".[2] Llegó a ser un experto copista, una de las profesiones de la época previas a la proliferación de la imprenta y en general del dominio de los monjes, con lo que pudo sostenerse económicamente. La convivencia con la Asociación de los Hermanos de la Vida Común, hicieron que Tomás siguiera los pasos de su hermano John hacia la vida religiosa y de esta manera pidió ingresar en el Convento Agustino de Monte Santa Inés (Agnettenberg) cerca de Zwolle. En aquel lugar su hermano era ya el prior. Aunque fue acogido por la comunidad, no se le permitió ir a Monte Santa Inés como esperaba, sino que se le pidió permanecer un tiempo más en Deventer para terminar sus estudios. Deventer era por entonces el centro más importante de espiritualidad en Holanda y, según Vincent Scully, foco y centro del revivir del fervor cristiano en los Países Bajos del siglo XIV a la manera de "los primeros cristianos de Jerusalén y Antioquía".[3] Tomás estaría en dicha ciudad por siete años, tiempo en el cual terminó sus estudios de humanidades.

Vida religiosa

En Deventer, Tomás no sólo terminó sus estudios de humanidades, sino que adquirió perfil como autor de grandes obras de devoción y espiritualidad cristiana. Tras breve período en tal menester pidió a sus superiores unirse al Convento de Agnettenberg, en Windesheim, donde estaba su hermano. Dicho convento, que albergaría la rama clerical del movimiento conocido como Hermanos de la Vida Común, estaba aún a medio edificar al llegar Tomás. Al encargársele la finalización, los trabajos requirieron algunos años y, asimismo, el aplazamiento de su período de noviciado hasta 1406. Las obras del convento, ampliamente documentadas, fueron la única razón del retraso, y no como algunos sugieren --para objetar la autoría de sus obras-- que Kempis fuera hombre de poca inteligencia. Antes bien, mereció ser ordenado sacerdote en 1413 y sub-prior en 1429. El Convento experimentó un período de dificultades debido al rechazo papal de la elección de Rudolph von Diepholt como obispo de Utrecht; en tal ocasión, los monjes fueron desterrados de Agnetenberg entre 1429 y 1432.[4]
Pero en general la vida de Tomás transcurría plácidamente entre sus ejercicios de ascesis y sus escritos devocionales, sus lecturas y su actividad como copista. Copió la Biblia cuatro veces, una de ellas en cinco volúmenes que se conservan en Darmstadt. En su sabia enseñanza abundan las citas bíblicas y patrísticas. Su dedicación a la enseñanza de novicios y jóvenes influye en el estilo sencillo y pedagógico de su obra, por tanto siempre actual.

Obra

 
Los monjes copistas medioevales eran las "editoriales" de entonces. Tomás de Kempis fue uno de estos hombres que dedicó su vida a elaborar volúmenes de las obras más importantes. El sólo hizo cuatro copias de la Biblia.
Tomás pertenece a esa escuela mística que se difunde especialmente en el norte de Europa, de Suiza a Holanda. Fue un seguidor de Geert Groote y Florentius Radewijns, fundadores de los Hermanos de la Vida Común. Sus escritos son de carácter devocional e incluyen meditaciones, cartas, sermones, así como una Vida de Santa Ludvina para ejemplo de virtud en la adversidad. Escribió asimismo las biografías de Groote, Radewijns y nueve de sus compañeros. Todas sus obras, en especial la Imitatio Christi, están inspiradas por el espíritu ascético y místico que le inspira el amor a Cristo.

Pensamiento

 
Monumento en Monte Santa Inés en Zwolle.
He aquí algunas de las sentencias a él atribuídas:
  • "In omnibus requiem quaesivi, et nusquam inveni nisi in angulo cum libro"
(Por doquiera busqué la paz, sin hallarla más que en un rincón y con un libro).[4]
  • "Seguramente que el día del juicio no se nos va a preguntar qué noticias curiosas leímos, sino qué obras buenas hicimos".[5]
  • "Pero si en todo buscas a Jesús, de seguro hallarás a Jesús".[6]

Libros

  • La Imitación de Cristo.
  • Verdadera Sapienza (Vera Sapentia).
  • Sermones a los Novicios Regulares, publicado en Londres, 1907.
  • Oraciones y Meditaciones sobre la Vida de Cristo, Publicado en Londres 1904.
  • La Encarnación y Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Publicado en Londes 1907.
  • Vida de Santa Lydwine, Virgen (Tomás fue el editor de la obra).

Causa de Beatificación

Existen suficientes testimonios históricos de la vida espiritual de Tomás de Kempis que lo pusieron siempre como candidato a ser beatificado por parte de la Iglesia Católica. La beatificación es la declaración oficial que hace el Papa sobre las virtudes cristianas excelentes de un cristiano. Sus restos fueron trasladados del Claustro de Agnettenberg, destruido durante la Reforma Protestante, a la Iglesia de San Miguel en Zwolle en donde permanecen en la actualidad. El obispo de Colonia, Maximiliano Hendriken, fue el primero en interesarse en la causa de beatificación del monje agustino, pero con el paso de los siglos la causa cayó en el silencio. En la actualidad, en la Iglesia Católica, su nombre es conocido como Beato Tomás de Kempis, escritor y su recuerdo se celebra el 30 de agosto.
 
El relicario con las reliquias de Tomás de Kempis en cuya iglesia hay escrito: HONORI, NON MEMORIAE THOMAE KEMPENSIS, CUJUS NOMEN PERENNIUS QUAM MONUMENTUM[7]
[cita requerida]

La Imitación de Cristo

Según muchas fuentes, la obra principal de Tomás de Kempis, la Imitación de Cristo, ha sido el libro católico más editado del mundo después de la Biblia.[8] Fue escrito durante todo el tiempo de su vida y es muy posible que haya sido el material con el cual el autor enseñaba a sus jóvenes pupilos en Monte Santa Inés. La obra se divide en cuatro libros, así:
  • Libro I: Consejos útiles para la vida espiritual.
  • Libro II: Exhortaciones a vivir vida interior.
  • Libro III: De la consolación interior.
  • Libro IV: Del Sacramento del Altar.
Sin embargo, la autoría del libro fue discutida por siglos. Si Tomás de Kempis escribía para sus pupilos, es probable que no estuviese interesado en publicarlo. Estos serían tan solo sus "apuntes de clase". La primera publicación real del libro tuvo lugar en 1418 y apareció en forma anónima.[4] Desde ese momento adquirió una gran popularidad que los siglos no menguarían. En las innumerables copias que comenzaron a hacerse, se pusieron fortuitamente autores diversos, todos personajes de gran talla espiritual, incluido su hermano.

Polémica por la autoría

Pero la obra tendría que luchar por siglos a causa de su autor. Dos siglos después de la muerte de Tomás y aunque su nombre había vencido las suposiciones autoriales de los copistas, un grupo de intelectuales puso en duda su autoría y se propusieron otros nombres de la época. Acaso un hombre de virtudes tan humildes, silencioso en su trato, desinteresado de las cosas del mundo, no podía ser concebido como el cerebro de una obra de las proporciones de la Imitación de Cristo. La obra misma lo dice: "No son los discursos profundos los que santifican a una persona, sino la vida virtuosa"[9] y más adelante: "Con lo cual debe estar tan contento y alegre, que con tanto gusto quiere ser el más pequeño como otro quisiera ser el más grande, y ocupar el último lugar tan satisfecho y tranquilo como si el primero ocupase, y con tanto gusto ser despreciable y humilde, sin fama alguna ni renombre, como si fuese el más grande y famoso del mundo".[10] Del autor de semejantes pensamientos no se podía entonces esperar a uno que pusiera o se preocupara de poner su nombre en letras de oro. No era todavía la edad del Derecho de Autor. La polémica atrajo estudiosos de todo tipo que trataron de resolver la incógnita sobre el misterioso autor. Las conclusiones del Siglo XX, los análisis del estilo literario y algunas pruebas, dieron como resultado que la mayor de las probabilidades apuntan a Tomás de Kempis como autor de la Imitación de Cristo. Según las observaciones de V. Scully[11] en defensa de la autoría de Kempis se encuentran las siguientes pruebas:
  • Varias personalidades de la época atestiguan que el libro es suyo, especialmente frailes de su mismo Convento de Monte Santa Inés.
  • Se tiene un códice de 1441 firmado por Kempis y que se conserva en la Biblioteca Real de Bruselas.
  • La identidad de estilo, según argumenta Sir Francis Cruise.[12] En este sentido, el estudioso hizo una comparación con las demás obras de Kempis y no encontró ningún elemento disonante, es decir, las obras son completamente hermanas, hijas de un mismo autor.
  • La obra corresponde auténticamente al ambiente místico del Convento de Monte Santa Inés sobre Winddesheim.
  • Las fuentes a las que recurre la Imitación de Cristo son la Biblia y los Padres de la Iglesia, fuentes preferidas por Tomás de Kempis.

Pensadores formados en la escuela de "La imitación de Cristo"

  • Teresita de Lisieux: Entre los más ilustres pensadores que se consideran alumnos de "La imitación de Cristo" se encuentra Teresita de Lisieux, "Doctora de la Iglesia" según la perspectiva católica y mística carmelita francesa. La composición literaria del monje agustino es de hecho pieza clave para comprender plenamente la figura de la monja carmelita. Fue sobre este texto medioeval que se desarrolló la primera formación de ella antes de que esta entrara en un contacto directo con la mística de Teresa de Ávila y Juan de la Cruz. Teresita era ya asidua lectora del devocionario desde su adolescencia y conocía de memoria varios pasajes del mismo.
  • Bossuet: Bossuet definía el libro como el "quinto evangelio" para indicar la importancia que el intelectual y predicador francés le daba dentro del conjunto de la literatura cristiana.
  • El mismo Voltaire, no creyente, reconocía los méritos singulares de la obra que se impuso en los siglos como una obra maestra de la literatura ascética.
  • El libro ha sido apreciado por diferentes pontífices, entre ellos el más destacado fue el Papa Juan XXIII que inspiraba sus decisiones y palabras en la asidua lectura del libro.
  • Juan Bosco: el santo de Turín estuvo bastante influenciado por el devocionario de Kempis y escribió de él:
    En mi juventud leí la "Imitación de Cristo" y me quedé admirado al darme cuenta de que este libro trae más enseñanzas en una sóla página que los libros vernáculos en varios vólumenes. A este precioso libro debo el haberle tomado gusto a la lectura de libros espirituales y el haber dejado de leer libros vernáculos[13]
El libro llegó a tal importancia dentro de la mística espiritual católica, que para muchos fue una especie de manual de consulta que guiaba las circunstancias que vivían.

Una respuesta al intelectualismo medioeval

En general, la obra de Kempis aparece como respuesta al espíritu intelectualista de su época y al misticismo como una opción. De esta manera, Kempis subraya la perfección evangélica y presenta a Jesucristo como el único modelo de auténtico conocimiento:
"No podemos confiarnos mucho en nosotros mismos porque frecuentemente nos faltan el buen juicio y la gracia[14]
El anti-intelectualismo medieval toma como modelo la figura del rey Salomón, quien habla de la "vanidad de vanidades" (hebel hebalim)[15] y que presenta el conocimiento auténtico como el temor al Creador.[16] Por tanto, toda ciencia que no se funde en la contemplación de lo divino es vista como vanidad, entendida ésta como en confiar en las cosas del mundo:
"Quien se apega a las criaturas se marchitará juntamente con ellas, porque la criatura es efímera y quebradiza."[17] ".
Obviamente, Kempis escribió exclusivamente para monjes de vida contemplativa; es decir, dentro del contexto del monaquismo, algo que debe tener en cuenta todo análisis actual. Su postura medieval anti-intelectualista haría que los críticos del racionalismo lo acusaran de oscurantismo y apología de la ignorancia.

Enlaces externos

Notas

  1. segun EWTN.com
  2. Del prólogo a la Imitación de Cristo del Apostolado Bíblico Católico, p. 8
  3. Enciclopedia Católica, entrada "Tomás de Kempis".
  4. a b c Idem, V. Scully, EC
  5. La Imitación de Cristo, Libro I, Cap. III, No. 5b
  6. La Imitación de Cristo, Libro II, Cap. VII, No. 3b)
  7. "Al honor, no a la memoria de Tomás de Kempis, cuyo nombre es más durable que cualquier monumento", inscripción en el monumento dedicado a Kempis en la iglesia de San Miguel en Zwolle
  8. Eliecer Sálesman, Prólogo a la edición "Imitación de Cristo", p. 5
  9. Imitación de Cristo, Libro I, Cap. I, No. 3b
  10. Idem, Libro II, Cap. XXII, No. 5b
  11. En su artículo sobre T. de Kempis en la Enciclopedia Católica.
  12. Citado por V. Scully.
  13. Memoria biográficas de San Juan Bosco, Tomo I, p.36
  14. "Imitación de Cristo, Libro I, Cap. V, p. 127, No. 1
  15. Eclesiastés 1, 2.
  16. Proverbios 1, 7: "El temor del Señor es el principio de la sabiduría."
  17. Imitación de Cristo, Libro II, Cap. VII, p. 135.

Bibliografía

  • La Imitación de Cristo, Tomás de Kempis. Edición traducida y enriquecida con citas bíblicas por el P. Eliécer Sálesman, 3102a. edición. Ed. Apostolado Bíblico Católico, Bogotá DC, 1987.
  • Tomás de Kempis, artículo de Vincent Scully, transcrito por Marie Jutras, traducido por Oscar Olague. Enciclopedia Católica, Nueva York, 1999.

Beato Tomás de KempisAutor de La Imitación de Cristo,
30 de Agosto 1471

 
Jesús es bajado de la CruzLa fama mundial de Tomás de Kempis se debe a que él escribió La Imitación de Cristo: el libro que más ediciones ha tenido, después de la Biblia. Este precioso librito es llamado "el consentido de los libros" porque se ha sacado en las ediciones de bolsillo más hermosas y lujosas, ha tenido ya más de 3,100 ediciones en los más diversos idiomas del mundo. Su primera edición salió en 1472, 20 años antes del descubrimiento de América (un año después de la muerte del autor), y durante más de 500 años ha tenido unas 6 ediciones cada año. Caso raro y excepcional.
Tomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.
Empezar por uno mismo.
En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dió cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.
Una asociación muy útil.
Kempis se reunió con un grupo de amigos en una asociación piadosa llamada "Hermanos de la Vida Común", y allí se dedicaron a practicar un modo de vivir que llamaban "Devoción moderna" y que consistía en emplear largos ratos de oración, la meditación, la lectura de libros piadosos y en recibir y dar dirección espiritual, y dedicarse cada uno después con la mayor exactitud que le fuera posible a cumplir cada día los deberes de su propia profesión. Los que pertenecían a esta asociación hacían progresos muy notorios y rápidos en santidad y la gente los admiraba y los quería.
Un ascenso difícil.Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la tranquilidad de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado sacerdote en el año 1414. Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.
Oficios delicados.
Dos veces fue superior de la comunidad de canónigos en su ciudad. Bastante tiempo estuvo encargado de la formación de los novicios. Después lo nombraron ecónomo pero al poco tiempo lo destituyeron porque su inclinación a la vida espiritual muy elevada no lo hacía nada apto para dedicarse a comerciar y a administrar dineros y posesiones. Su alma va pasando por períodos de mucha paz y de angustias y tristezas espirituales, y todo esto lo irá narrando después en su libro portentoso.
El libro que lo hizo famoso.En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.
El libro Primero de la Imitación de Cristo narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quiénes desean ser santos, entre los cuales está como principal: ser "la sirena" de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gusto al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer librito es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.
El libro segundo. Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imaginado le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la Imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.
Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido mas alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de la ayuda de Dios. Ha crecido en humildad y exclama: "Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?". Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria feliz.
El libro cuarto de la Imitación está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este librito para prepararse o dar gracias cuando comulgan.
¿Un iluminado?Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir La Imitación de Cristo. De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este librito ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales.
Otro secreto de su triunfoPuede ser el que Kempis ha logrado comprender sumamente bien la persona humana con sus miserias y sus sublimes posibilidades, con sus inquietudes y su inmensa necesidad de tener un amor que llene totalmente sus aspiraciones.
Este libro está hecho para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.
San Ignacio, San Juan Bosco, Juan XXIII, el presidente mártir, García Moreno y muchísimos más, han leído una página de la Imitación cada día. ¿La leeremos también nosotros? La mejor traducción actual es la que hizo el Apostolado Bíblico Católico, muy actualizada, toda con frases de la Santa Biblia. No dejemos de conseguirla y leerla.


BEATO TOMÁS DE KEMPIS
(† 1471)
 
Nació en 1379 ó 1380 y murió en 1471. Una existencia larga, pero sin aconteceres notables ni sabidos. Una existencia normal, quieta, en la que nada brilla. Su verdadera vida fue su vida interior, escondida a los ojos de los hombres, conocida sólo de Dios.
 Kempen, su pequeña ciudad natal, situada en Renania, pertenece a la diócesis de Colonia. En su escuela aprendió las primeras letras. Tomás Hemerken —tal es su verdadero nombre— era de familia modestísima. Sus padres, Juan y Gertrudis, no podían costearle estudios superiores. ¿Qué sería del pequeño Tomás, que, a no dudarlo, empezaría ya entonces a dar muestras de su clara inteligencia, de su imaginación fecunda, de su sensibilidad exquisita? Su hermano mayor, Juan, había marchado a Deventer e ingresado en los hermanos de la vida común. Tomás siguió su ejemplo. Desde 1392 le hallamos en los Países Bajos. Estudia en la escuela de Deventer bajo la tutela de Florentino Radewijns, hombre notable, que había sucedido al fundador, Gerardo Groote, en la dirección del movimiento espiritual conocido por el nombre de Devotio moderna.
 Nos hallamos, no lo olvidemos, en el "otoño de la Edad Media". Estamos en una época en que todo el mundo clama por una reforma de la Iglesia; pero todo el mundo. olvidando sus propias "deformaciones", piensa sólo en reformar al vecino. Ese varón extraordinario que se llamó Gerardo Groote comprendió que la verdadera reforma empieza reformándose cada cual a sí mismo. Espíritu lleno de celo, suscitó y acaudilló un movimiento serio, riguroso, de autorreformación. A los que se convertían movidos por su predicación y ejemplo, y deseaban permanecer bajo su dirección, les aconsejaba que se reunieran de cuando en cuando para exhortarse mutuamente a perseverar y avanzar por el buen camino. Pero los hubo que no se contentaron con esto; deseaban vivir juntos para tener más facilidades en la práctica de la vida devota. Gerardo se lo permitió, a condición de que ganaran su pan con el trabajo de sus manos y llevaran vida de comunidad "bajo la disciplina eclesiástica". Tales fueron los orígenes del instituto de los Hermanos de la Vida Común.
 Gerardo y sus discípulos se proponían también fundar un monasterio de canónigos regulares de San Agustín. Pero el maestro murió sin haber logrado dar forma definitiva a las casas de los hermanos ni puesto en práctica el acariciado proyecto del monasterio. La realización de estas dos obras estaba reservada a Florencio Radewijns. Ambas instituciones debían sostenerse mutuamente, aunque siguiendo distintos derroteros. Los hermanos vivían en pequeños grupos, sin hábito especial, sin votos, sin organización centralizada; su ideal era llevar una vida perfectamente evangélica, de pobreza, de oración, de trabajo, de caridad. Los canónigos de Windesheim, por el contrario, eran verdaderos religiosos, con hábitos, con votos, con oficio coral, con clausura, bajo una observancia determinada por la regla agustiniana y unas constituciones inspiradas en las del monasterio de San Víctor de París. En ambas instituciones se encarnó la Devotio moderna...
 La Devotio moderna, en el fervor de sus orígenes, fue el medio ambiente que acogió, en Deventer, al muchacho de Kempen. Y los ideales de la Devotio moderna conquistaron su corazón generoso. En 1398, en efecto, pasó a vivir con Florencio Radewijns y la veintena de jóvenes que éste albergaba en su casa y preparaba para el estado eclesiástico. Pero Tomás no se sintió satisfecho. No le bastaba la vida piadosa de los hermanos; anhelaba la vida religiosa con votos, y coro, y clausura. Al año siguiente entraba en el monasterio de Agnetenberg, junto a Zwolle, perteneciente a la Congregación de Windesheim, fundado hacía poco tiempo y cuyo primer prior era su hermano Juan.
 ¿Qué clase de pruebas fueron las que aguardaban al joven Tomás en el monte de Santa Inés? No nos consta con certidumbre. El monasterio era pobre. Tomás sabe lo que es padecer necesidad, verse sobrecargado de trabajos. Pero ¿qué son estos sufrimientos físicos comparados con los morales? Su gran tribulación debió de ser ésta: entrado en el monasterio en 1399, no recibió el hábito religioso hasta 1406. Las causas de tan larga demora nos escapan por completo, pero seguramente aluden a ellas la crónica de la casa cuando nos dice que Tomás padeció por entonces grandes tentaciones.
 Las dificultades, al fin, se allanan. Tomás profesa y, en 1413 ó 1414, recibe la ordenación sacerdotal. Desde entonces en Agnetenberg, salvo el breve paréntesis (1429-1431) del entredicho de la diócesis de Utrecht, que la comunidad entera pasó en Lunenkerk (Zuidercee), los años se sucederán unos a otros tranquilos y fecundos. Tomás vivirá fervorosamente la vida simple, equilibrada, ordenada, devota, de los canónigos de Windesheim: vida puramente contemplativa, ya que todo ministerio pastoral les estaba prohibido por las constituciones; vida de austeridad moderada, repartida entre el estudio, el trabajo y la oración. Oficio divino relativamente corto, algún trabajo manual, a fin de relajar la tensión del espíritu, y mucho tiempo libre para aplicarse a lecturas piadosas, la meditación, la oración privada, las devociones personales: he ahí las jornadas de nuestros religiosos. Tomás conquistará el aprecio de sus superiores y hermanos de hábito. Dos veces desempeña el cargo de superior y una se le designa para el de mayordomo. Se le confía la formación de los novicios. Su consejo, su dirección espiritual, son muy estimados. Tiene el don de consolar a las almas tentadas y atribuladas. Tomás es asimismo un copista pulcro y diligente y autor de libros espirituales. En la paz del claustro son sus ordinarias ocupaciones la transcripción de libros edificantes y la composición de sus propios tratados.
 Pero no nos hagamos ilusiones. No contienen sus libros grandes especulaciones teológicas ni elevadas ascensiones místicas. Tomás pertenece plenamente a la escuela de la Devotio moderna, es, sin duda, su principal representante; y esta escuela se distingue por su moralismo, su carácter práctico, su reacción contra la teología puramente especulativa y la mística alemana, demasiado abstracta y soñadora para el gusto de aquellos realistas burgueses de los Países Bajos. Tomás escribe pequeños, modestos tratados devotos, en que recomienda insistentemente las "verdaderas virtudes" —la renuncia, la humildad, la obediencia—, recuerda e inculca los deberes del religioso, ofrece a sus hermanos de hábito temas para sus meditaciones. Algunos de estos opúsculos tienen títulos poéticos: El jardín de las rosas, El valle de los lirios... Varios están dedicados a la formación de los jóvenes religiosos, Los Diálogos de los novicios y la Crónica de Agnetenberg trazan las vidas de los fundadores y de sus primeros compañeros, ofrecen ejemplos y principios en que se expresa en su realidad concreta el ideal devoto. Otras veces escribe Tomás para sí mismo, como, por ejemplo, en el Soliloquio, del alma, uno de sus escritos más importantes y más característicos.
 Es precisamente en estos libros compuestos para su propio consuelo donde mejor captamos la realidad viva y vibrante de su mundo interior. Su ascesis es austera, sincera, íntegra; pero no se repliega sobre sí misma, sino que es sólo un camino que conduce al amor. Tomás es un afectivo y un poeta de la vida espiritual. Estamos todavía lejos de los tiempos y el temperamento de Juan Mombaer y su formidable Rosaleda. Mombaer, otro gran representante de la Devotio moderna, es didáctico, seco, metódico en grado superlativo, amante de divisiones precisas y regulares; el alma se siente prisionera y oprimida en aquel laberinto de grados, escalas, septenarios y truncados versos mnemotécnicos. Tomás sigue su inspiración, el libre movimiento de su corazón piadoso y su instinto poético. Su alma, su vida, fluyen a través de su pluma, sobre todo en su Imitación de Cristo, cuatro opúsculos independientes entre sí, que, bajo un título facticio, estaban destinados a una celebridad incomparable. Excepto el libro cuarto, que es un tratado eucarístico, escrito para los demás, la Imitación constituye, en último análisis, una velada, púdica, indirecta autobiografía íntima; es la narración de experiencias personales traducidas al lenguaje doctrinal.
 En el libro primero domina el tema del combate espiritual; la determinación activa a esta lucha es su principal característica. Y es que el autor vive —o revive— las primeras etapas de su itinerario religioso. En este opúsculo consigna el objetivo que se propone, las reflexiones que se hace, las máximas que escucha o lee, los obstáculos que debe superar. El primero de estos obstáculos es la sirena engañadora de la ciencia de este mundo. Tomás se halla en la escuela de Deventer, rodeado de estudiantes deseosos de frecuentar las universidades de Praga o de Paris. Nada más atractivo que aprender para un espíritu despierto y curioso. Pero hay más. Conquistar laureles académicos, ser maestro y doctor, significa la fama, los honores, los pingües beneficios eclesiásticos. La tentación es poderosa. Mas allí, a su lado, esta Florencio Radewijns, que vela por su alma y le recuerda la inanidad de la ciencia de este mundo. Tomás no estuvo nunca en la universidad, pero Florencio si. "Dime, ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros que conociste mientras vivían y florecían en los estudios? Otros ocupan ya sus puestos y ni aun sé si hay quien de ellos se acuerde." ¡Vanidad de vanidades! Lo que importa es alcanzar la verdadera ciencia, que consiste en despreciar el mundo, conocerse a sí mismo para también despreciarse, ser humilde, vivir piadosamente. Tal ciencia sólo se adquiere mediante el desprendimiento, la lucha espiritual, la imitación de Jesucristo, pero en modo alguno por el estudio orgulloso e interesado. Tales son las sabias advertencias de Florencio, que van ganando a Tomás para la vida religiosa. En la segunda parte del opúsculo está ya Tomás en Agnetenberg. En ella consigna sus primeras experiencias de la vida regular, las exhortaciones de sus superiores, sus esfuerzos por sujetarse enteramente a la obediencia, sus primeras meditaciones de la vía purgativa, sus anhelos de perfección religiosa. Tomás es todavía muy joven. Calca su doctrina espiritual sobre la de sus maestros, o simplemente la copia. De ahí el carácter de compilación que presenta este primer libro.
 En el libro segundo nuestro canónigo regular sabe ya de la vida. Ya tiene una doctrina propia, pero sobre todo tiene experiencia: una experiencia reciente, que hace sangrar todavía su corazón humilde. El opúsculo empieza así: "El reino de Dios está dentro de vosotros, dice el Señor", y termina: "Bien consideradas todas las cosas, sea ésta la postrera consideración: Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios". Entre ambas sentencias de la Escritura se desarrolla todo un tratado sobre la tribulación, la cruz, la paciencia, pero también sobre el amor de Dios y la amistad de Jesús. Como es sabido, no es indiferente a la piedad cristiana el empleo de los términos Jesús, Jesucristo o Cristo. El uso del nombre de Jesús, muy frecuente a lo largo de estas páginas, indica una ternura más viva y más humana.
 El autor nos habla de una prueba por la que hubo que pasar: contradicciones, humillaciones, desengaños. Fue criticado por hermanos turbulentos, rudamente reprendido, sin motivo, por sus superiores; pero lo que más sintió fue una desilusión de orden afectivo. Tomás, que no puede vivir sin el cariño de un amigo, comprueba que "el amor de la criatura es engañoso y mudable". Ha sido cruelmente decepcionado: "¡Cuántas veces no hallé fidelidad donde pensé que la había!". Por la crónica de Agnetenberg —ya queda dicho— sabemos que Tomás sufrió mucho en su juventud religiosa. Su hermano Juan, entonces prior del monasterio, no le trató muy fraternalmente. Nombrado procurador, tuvo que ser depuesto "a causa de su excesiva simplicidad y devoción", dice Mombaer. Menudencias que el historiador, ocupado en las grandes batallas y las vicisitudes de la gran política, desprecia, pero que abrieron llagas dolorosas en el alma delicada de nuestro religioso. Reprimendas de los superiores, burlas de los compañeros, pequeñas traiciones de sus amigos: todo ello hace que Tomás sepa lo que son penas y, lo que importa infinitamente más, descubra experimentalmente lo que es la amistad de Jesús. "Señor —escribe en otro tratado—, sé Tú mi particular amigo, porque todos mis amigos me han abandonado." Y en este lugar exclama ex abrupto: "Bienaventurado el que conoce qué es amar a Jesús y despreciar a sí mismo por Jesús. Conviene dejar un amado por otro amado, pues Jesús quiere ser amado, El solo, sobre todas las cosas". Este es el gran descubrimiento de Tomás: sólo Jesús es el amigo fiel, sólo la amistad de Jesús puede llenar el menesteroso corazón humano. Ya con su Amigo, Tomás acepta lo que él llama el exilium cordis, la desolación espiritual, para así asociarse a Jesús en las horas amargas de su pasión; sigue a Jesús por el "camino real de la santa cruz". Y por la puerta de la muerte mística penetra en el reino de Dios, que es un reino interior.
 El libro tercero nos muestra una etapa superior de la trayectoria espiritual de Tomás. Un detalle significativo denota el cambio de clima: el autor tiene acceso a la divinidad de Cristo, huésped íntimo de su morada interior; ya no le llama "Jesús" las más de las veces, sino "Señor" y "Señor Dios". Su piedad es más espiritual. Ha progresado en la humildad. Todo el opúsculo está esmaltado de frases como éstas: "Cayeron las estrellas del cielo, y yo, que soy polvo, ¿qué presumo?"; "No hay santidad si Tú, Señor, apartas tu mano". ¡Qué diferencia entre estas expresiones y el voluntarismo de la Devotio moderna que impregna todo el libro primero! Se propugna de nuevo, pero con mayor exigencia, la abnegación total a fin de llegar al amor puro, concepto que aparece ahora a cada paso. El alma ya sólo suspira por allegarse a Dios, recibir las visitas de Dios o, mejor, subir al cielo y reposar eternamente en el seno de Dios. La muerte no es ya el tema de una meditación saludable de la vía purgativa, sino una liberación, la puerta deseada que permitirá al alma entrar en la morada eterna de su Dios.
 La Imitación es demasiado simple, demasiado sincera, para que la gradación que acabamos de ver sea un puro artificio literario. No; es el alma del autor que se despoja y, al mismo tiempo, se enriquece, se desprende y se eleva. El carácter autobiográfico en el libro tercero es todavía más visible que en los anteriores. Alternan aquí la voz del alma y la del Maestro interior. El alma manifiesta más libremente sus sentimientos, y el Maestro interior dicta sus lecciones. La prueba no ha terminado todavía; la prueba no termina mientras dura esta vida temporal. A períodos de luz y consolación suceden noches obscuras; a las noches obscuras siguen días luminosos. Pero esto ¿qué importa? Sentimos que Tomás posee ya la paz interior; todas sus delicias están en el coloquio íntimo con su divino Huésped. Algunos textos, algunas confidencias veladas, nos inducen a creer que es favorecido con gracias propiamente místicas. De vez en cuando ciertos excessus le arrebatan y le procuran luces y consuelos del mundo venidero. Vuelto en sí, toma la pluma y redacta con lenguaje sencillo la lección interior y la respuesta de su alma. No narra propiamente sus ascensiones místicas; omite lo accesorio, lo imaginativo, lo anecdótico, y nos confía la pura substancia de la doctrina y la oración.
 He ahí la vida espiritual, la verdadera vida, del venerable Tomás de Kempis tal como nos es dado adivinarla a través de la Imitación de Cristo. Muchas causas contribuyeron, sin duda, a la celebridad y difusión de estos opúsculos, que constituyen, al decir de Fontenelle, "el más hermoso libro salido de mano de hombre"; pero el secreto de su triunfo es, en último análisis, lo que alguien ha llamado "su clasicismo superior". Tomás de Kempis, el tímido y enfermizo canónigo de Agnetenberg, perteneció al número de privilegiados que saben elevar su pensamiento y su emoción de la esfera de lo personal a la de lo universal. Sus púdicas confidencias, las efusiones de su corazón, presentan al hombre en sus rasgos perennes, reflejan la constante inquietud del alma humana, sus profundas ansias de un amor que la llene enteramente. Su palabra es el eco fiel de la lucha del hombre con su amor propio siempre renaciente, de su esfuerzo constante por acercarse a Dios y poseerle.


 

Nacido en Kempen, Diócesis de Colonia (Alemania), 1379 ó 1380; murió el 25 de julio de 1471 en Holanda. A la edad de 13 años Tomás fue a Deventer para entrar en la comunidad de los Hermanos de la Vida Común, fundada por el Diácono Gerardo Groote, inspirado predicador que suscitó un avivamiento espiritual en los países bajos. La comunidad era una fundación laica con una rama de sacerdotes. Aunque no tomaban votos, vivían en pobreza, castidad y obediencia en la medida que fuese posible según el estado de vida. Algunos vivían en sus casas y otros en comunidad. Tenían un fondo común en el que depositaban todas sus ganancias. La ambición de todos era imitar la vida y las virtudes de los primeros cristianos, especialmente en el amor a Dios y al prójimo, en sencillez, humildad y devoción. Ya su hermano mayor era miembro de la comunidad y lo recibió con gran amor. Florentius Radewyn era el general de la comunidad. Fue maestro espiritual y gran influencia en la vida del joven Tomás.

Kempis vivió como hermano ejemplar de la comunidad por 72 años. Se dedicaba a transcribir manuscritos. Copió los manuscritos de los Padres, especialmente San Bernardo, un Misal para la comunidad y la Biblia completa en cuatro grandes volúmenes. Ordenado sacerdote en 1413, después de haber tenido que esperar por años dado a la pobreza de su comunidad de Canónigos Regulares. Además de su gran obra "La Imitación de Cristo", escribió muchas otras, entre ellas: "Oratio de elevatione mentis in Deum" y la "Vida de Lydwine, Virgen" (editor).

La Imitación de Cristo

La obra de Tomás de Kempis representa el misticismo de la escuela de Windesheim, de los Hermanos de la Vida Común. Está repleto de citas de las Sagradas Escrituras y escritos de los Padres, especialmente de San Agustín y San Bernardo. Este libro clásico de la espiritualidad está repleto de sabias enseñanzas y consejos.

La Imitación de Cristo
Libro Primero
Avisos provechosos para la vida espiritual
Capítulo 24
Del juicio y penas de los pecadores


  1. Mira el fin en todas las cosas, y de qué suerte estarás delante de aquel juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando no habrá quién defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá bastante que hacer por sí?
  2. Mejor es purgar ahora los pecados y cortar los vicios que dejar el purgarlos para lo venidero. Por cierto nos engañamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos a la carne.
  3. ¿En qué otra cosa se cebará aquel fuego sino en tus pecados? Cuando más te perdonas ahora a ti mismo, y sigues a la carne, tanto más gravemente serás después atormentado, pues guardarás mayor materia para quemarte. En lo mismo que más peca el hombre, será más gravemente castigado. Allí los perezosos serán punzados con los aguijones ardientes, y los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed. Allí los lujuriosos y amadores de deleites, serán rociados con ardiente pez y hediondo azufre; y los envidiosos aullarán de dolor como rabiosos perros.
  4. No hay vicio que no tenga su propio tormento. Allí los soberbios estarán llenos de confusión, y los avarientos serán oprimidos con miserable necesidad. Allí será más grave pasar una hora de pena, que aquí 100 años de penitencia amarga. Allí no hay sosiego ni consolación para los condenados; mas aquí cesan algunas veces los trabajos, y se goza del consuelo de los amigos.
  5. Pues entonces estarán los justos con gran constancia contra los que les angustiaron y persiguieron. Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia, y toda maldad no despegará los labios. Entonces se alegrarán todos los devotos, y se entristecerán todos los disolutos. Entonces se alegrará más la carne afligida, que la que siempre vivió en deleites. Entonces se estimará más el desprecio de las riquezas, que todo el tesoro de los ricos de la tierra. Entonces agradará más la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todos los deleites terrenos.
  6. Aprende ahora a padecer en lo poco, para que entonces seas libre de lo muy grave. Si ahora no puedes padecer levemente, ¿cómo podrás después sufrir los tormentos eternos? Si ahora una pequeña penalidad te hace tan impaciente, ¿qué hará entonces el infierno? Porque los que aman a Dios de todo corazón, no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno; pues el amor perfecto tiene segura entrada para Dios. Mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio. Bueno es no obstante que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene. Pero el que pospone el temor de Dios, no puede durar mucho tiempo en el bien; sino que caerá muy presto en los lazos del demonio.
 


 

1 comentario:

Unknown dijo...

SIEMPRE NOS QUEJAMOS Y DECIMOS: SEÑOR MUÉSTRATE, DAME UNA PEQUEÑISIMA PRUEBA DE QUE ESTAS JUNTO A MI, DE QUE EXISTES, QUE NO ESTOY SOLO, QUE ME SECUNDAS... PERO VEMOS EN ESTE HERMOSO LIBRO DE "IMITACION A CRISTO" DE TOMAS K. LA MANIFESTACIÓN, LA PRESENCIA REAL DE CRISTO JESUS, NUESTRO SEÑOR.