sábado, 10 de agosto de 2013

Renuncia, amor y contemplación

       
 

RENUNCIA, AMOR Y CONTEMPLACIÓN

Los que desconocen este estado podrían imaginarse, por los amores de este mundo, qué es lo que significa para el alma el encontrarse con el objeto más amado. Porque los objetos que nosotros amamos aquí son realmente mortales y nocivos, algo así como fantasmas cambiantes, que no podemos amar verdaderamente porque no constituyen el bien que nosotros ansiamos. El verdadero objeto de nuestro amor se encuentra en el otro mundo; podremos unirnos a él, participar de él y poseerle, si no salimos a condescender con los placeres de la carne. Para quien lo ha visto es claro lo que yo digo; sabe que el alma tiene otra vida cuando se acerca al UNO y participa de Él, y que toma conciencia de que está junto a ella el dador de la verdadera vida, sin que necesite de ninguna otra cosa. Por el contrario, conviene que renuncie a todo lo demás y que se entregue solamente a Él y se haga una sola cosa con él, rompiendo todos los lazos que la atan a este mundo. Así es como procuramos salir de aquí y nos irritamos por los lazos que nos unen a los otros seres. Nos volvemos entonces por entero hacia nosotros mismos y no dejamos parte ninguna nuestra que no entre en contacto con Dios.
Ya pues es posible verle y vernos también a nosotros mimos en tanto la visión está permitida. Se ve uno resplandeciente de luz y lleno de luz inteligible, y mejor aún, se convierte uno en una luz pura, ligera y sin peso, en un ser que es más bien un dios, inflamado de amor hasta el momento en que, vencido otra vez por su peso, se siente como marchito.
Plotino, Enéadas 6,9.

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