miércoles, 21 de agosto de 2013

José de Calasanz, Santo


Presbítero y Fundador, 25 de agosto
 

José de Calasanz, Santo
José de Calasanz, Santo

Fundador de los
Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías
(Escolapios)

Martirologio Romano: San José de Calasanz, presbítero, que puso en marcha escuelas populares para instruir a niños y adolescentes en el amor y la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (1648).

Fecha de canonización: Fue beatificado el 18 de agosto de 1748 por el Papa Benedicto XIV, y canonizado el 16 de julio de 1767 por el Papa Clemente VIII.
Parece que a Dios le importa menos la obra que hace el hombre, aunque sea buena para la extensión del Reino, que la misma respuesta de santidad que el mismo hombre le da. De otra manera, Dios espera del hombre más su amorosa correspondencia que todo lo que el hombre pueda hacer por Dios. En el caso de la familia escolapia parece que puede verse con gran nitidez esta previa intuición.

José de Calasanz, español, aragonés, nacido en Peralta de la Sal probablemente el 1558, cuando ha empezado a reinar Felipe II. Pedro Calasanz y María Gastón son los padres de la familia numerosa con siete hijos cuyo benjamín es José. Bien lo formó la buena madre poniéndole al corriente de lo importante para vivir: tierna devoción a la Virgen y odio al pecado. Tanto que cuando sólo tenía cinco años hubo quien le vió por el olivar con un cuchillo en la mano dispuesto a matar al demonio que es el peor enemigo.

Estudia los primeros latines -porque quería ir para cura- en Estadilla; hace filosofía y algo de teología en la universidad de Lérida; cambia a la de Valencia para terminar los estudios, pero tuvo que abandonar la ciudad por la persecución de una dama que ponía en peligro su vocación. Se ordenó de sacerdote en Barbastro. Y cambia la licenciatura en teología por el doctorado en Barcelona. Fue secretario de varios obispos y se encamina a Roma para conseguir una canonjía.

El Concilio de Trento propuso la edición de un Catecismo que por fin publicó el Papa Pío V. Surge la Archicofradía de la doctrina Cristiana para procurar a los fieles la instrucción necesaria y alimentar su fe y José de Calasanz organiza -entusiasmado- las catequesis dominicales; luego funda una escuela en Santa María del Transtévere para atender la formación de una niñez y juventud abandonada. Cada vez son más numerosas y largas las hileras de niños que de todas partes de la Ciudad Eterna quieren aprovechar la ocasión. Elige gente responsable que se despreocupe del dinero, muestre interés por el problema y esté dispuesta a la constancia; busca lugares, llama a las puertas, y va organizando la avalancha. Está dispuesto a poner el saber al alcance de los pobres también y a que deje de ser clasista y privilegio de nobles. Han comenzado las Escuelas Pías. Son gratuitas y para todos. Los seguidores de José forman una comunidad sui generis, no tienen votos ni reglas, están unidos y estimulados por la autoridad moral del fundador que es apoyo y modelo por su carisma. Y así funcionarán hasta que el papa Paulo V haga de ella una Congregación de votos simples y Gregorio XV, en 1621, la eleve a la categoría de Orden con votos solemnes y nombre a José de Calasanz como General.

Como sucede con los fundadores de Órdenes religiosas que se han entregado en cuerpo y alma a sacar adelante un querer divino, hubiera sido suficiente lo escrito hasta ahora para su subida a los altares, máxime cuando la labor apostólica y su amplia repercusión social es altamente llamativa por la explosión que supuso este buen hacer en toda Europa. Roma, Génova, Nápoles, Florencia, Sicilia, Germania, Polonia, Cerdeña, España, Hungría, Francia y Austria ¡Más de cuarenta fundaciones durante su gobierno! Pero lo que define a José de Calasanz como santo es otra cosa.

¿Quieres saber lo que pasó? Entre los suyos hubo un "trepa", sí uno de esos que hay en todas las épocas y en todos los estamentos que van medrando para conseguir triunfar y subir a costa de adular a los grandes o poderosos y de pisar a los pequeños o impotentes; esos que frecuentemente son gente de poca valía personal, envidiosos y carentes de escrúpulos morales que gozan adornándose con joyas ajenas. Comienzan por poco y terminan con traición. En este caso, dentro de la familia escolapia, se llamaba el P. Mario Sozzi. Se hizo amigo de los del Santo Oficio y consiguió con malentendidos, intrigas y calumnias la deposición del cargo de General a José Calazancio. Lo humilló hasta conseguir trasladarlo a él y a su Curia entre guardias a los tribunales como espía y malhechor y a desposeerlo de todo gobierno en la orden. Y con el agravante de tener ochenta años el fundador, usurpando él mismo el cargo de General. Cuando muere el papa Urbano VIII, una Comisión de cardenales, revisa el asunto y viendo la fragante injusticia cometida con el anciano fundador y con la Orden, se decide la reposición en su función y el restablecimiento de su fama. Pero las cosas habían llegado tan alto que eso supone la difamación del Santo Oficio y la puesta en ridículo de los que intervinieron en el asunto; total, que se queda la cuestión in statu quo prolongando la injusticia por tiempo indefinido hasta que el papa Inocencio X opta por la destrucción de la obra calasancia por aquello de que "muerto el perro se acabó la rabia"; aquella decisión papal del 1646 era la ruina y suponía la definitiva destitución del General. Lo verdaderamente admirable es que en todo este negro negocio de injusticia José permaneció en el ejercicio sublime de la paciencia, humildad, obediencia, sufriendo la calumnia y la desunión de los suyos, al tiempo que animaba como podía a los más próximos a la perseverancia, prometiéndoles una futura restauración.

¿Quieres saber cómo terminó? El P. Sozzi de marras murió de una horripilante sífilis. Y aún hoy no se sabe muy bien si está o no en el Purgatorio en compañía de los papas Urbano VIII e Inocencio X. Sí se sabe con certeza que José de Calasanz está en el Cielo como intercesor y propuesto como modelo de santidad. Y la familia calasancia está por esos mundos de Dios anunciando el Evangelio a la gente, instruyendo juventudes, formando hombres y aprendiendo de sus orígenes lo santo para hacerlo y lo aborrecible para detestarlo.
 
 

José de Calasanz

   
San José de Calasanz Sch. P.
La última comunión de san José de Calasanz.jpg
La última comunión de San José de Calasanz, de Goya.
NombreJosé de Calasanz y Gastón
Nacimiento1557
Peralta de la Sal, Aragón
Fallecimiento25 de agosto de 1648
(91 años)
Roma, Estados Pontificios
Venerado enIglesia católica
Beatificación7 de agosto de 1748
Canonización16 de julio de 1767 por Clemente XIII
Festividad
PatronazgoEducación católica
José de Calasanz Sch. P. fue un sacerdote, pedagogo y santo español, fundador de la primera escuela cristiana popular de Europa, nació en Peralta de la Sal, España, el 31 de julio de 1557 y murió en Roma, el 25 de agosto de 1648.

 

Biografía

José de Calasanz nació en Peralta de la Sal, un pequeño pueblo situado en la actual provincia de Huesca, en el año 1557. José era hijo de Pedro de Calasanz y de Mur, infanzón, herrero y alcalde del pueblo, y de María Gastón y de Sala. Con doce años, José deja su pueblo y se va a estudiar a Estadilla, a unos 20 Km de ahí. Realizó sus estudios en el colegio de los padres Trinitarios. José, era un joven estudioso, responsable, generoso y con una gran simpatía personal, que le permitía tener muchos amigos entre sus compañeros de estudios.
Cuando cumple los catorce años, José de Calasanz manifiesta la decisión de hacerse sacerdote. Su entrega, su generosidad, su anhelo por ayudar a los demás, van unidos a una fuerte y vivencial fe en Dios, aumentada por el ejemplo y la educación recibida por parte de su familia.
En un primer momento no cuenta con la aprobación paterna, ya que habiendo muerto su hermano mayor, su padre pensaba que José había de encargarse de la administración de las propiedades de la familia.
Es ordenado sacerdote en el 1583, a los 25 años. Aconsejado por el obispo de Urgell, Andrés Capilla, Calasanz se va a Roma en el 1592. Antes de cumplir los 6 años de su estadía en Roma, el río Tíber, se desborda, provocando la más catastrófica inundación del siglo. Como resultado de esta, centenares de familias pobres quedaron sin techo, sin alimentos y hay más de dos mil muertos. Calasanz, con gran integridad, trabaja infatigablemente en la operación de ayuda a los afectados.
Se integra en una cofradía, grupo de personas que se dedicaban a ayudar a los enfermos, y comienza a recorrer los barrios. A partir de este momento Calasanz comienza a pensar, a reflexionar...ver tantos niños sin escuela por falta de medios económicos le impacta. Por su cabeza comienza a pasar la idea de crear una escuela gratuita abierta a todos los niños, especialmente a los más necesitados. Propone su idea a las autoridades eclesiásticas, a gente cristiana rica. Sin embargo, todos la rechazan.
Calasanz no se desanima y decide lanzarse solo a la aventura. Pide una vieja sacristía en una parroquia de un barrio pobre de Roma, y así, en la parroquia de Santa Dorotea, comienza en el 1597 la primera escuela gratuita de Europa.
Los alumnos, pocos en un principio, no tienen recursos para comprar material escolar; Calasanz utiliza para esto el poco dinero que recibe de su trabajo con el Cardenal de Colonna. Con la ayuda de otros profesores jóvenes, a los cuales contagia su entusiasmo, Calasanz dedicará desde aquel momento toda su vida a una misma idea: abrir las puertas de las escuelas a todos.
Muere el 25 de agosto de 1648 en Roma.

Obra

San José de Calasanz es uno de los precursores de la pedagogía moderna, aunque no compuso una obra estrictamente monográfica sobre ese tema, sino que esparció su teoría sobre la educación en diversas cartas, reglamentos y escritos de carácter práctico. Creó, organizó y sistematizó la enseñanza escolar graduada por niveles y ciclos en la enseñanza primaria y una cierta formación profesional. Aunque a veces había una clase de párvulos, en general la escolarización se iniciaba a partir de los seis años de edad, pasando sucesivamente por nueve clases graduadas en orden decreciente. En la novena clase, los niños iniciaban la lectura con métodos silábicos y grandes cartelones que permitían una enseñanza colectiva. En la octava clase se enseñaba a leer de corrido. Los alumnos hacían lecturas individuales con el maestro y se corregían entre ellos. Las clases duraban dos horas y media por la mañana y otro tanto por la tarde. Cada cuatro meses se hacía un examen general en todas las escuelas. Si la evaluación era positiva, el alumno era admitido en la clase superior. Los maestros debían llevar tres libros de registro: el de matrícula, el de asistencia y el de calificaciones. Debían preparar previamente sus clases y estar en sus puestos antes de la llegada de los alumnos. Terminadas las clases, los maestros acompañaban a sus alumnos hasta sus casas. Los alumnos aprendían a leer indistintamente en latín y en lengua vernácula. Calasanz mantuvo el latín, pero fue un gran defensor de la lengua vernácula, y en ella estaban escritos los libros escolares, incluso los destinados a la enseñanza del latín. En este aspecto, era más avanzado que otros autores de la época, entre ellos Comenio, que pasaba por ser el gran defensor de la lengua nacional, pero que escribió sus libros en latín. En la clase sexta, los alumnos tenían ya un buen dominio de la lectura, de manera que al llegar a la clase quinta eran repartidos en dos secciones: una primera sección de matemáticas destinada a los alumnos que querían aprender un oficio, y una segunda de gramática para aquellos que querían proseguir estudios de letras. Los alumnos de ambas secciones seguían en común clases de escritura, en las que se hacía especialmente hincapié en la caligrafía.[1]
Actualmente, las llamadas Escuelas Pías, fundadas por Calasanz, se encuentran en todo el mundo. Los escolapios tienen colegios en África, localizados en Camerún, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Gabón y Senegal. En América: Costa Rica, Nicaragua, México, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba, Estados Unidos, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela. En Asia tienen colegios en Filipinas, Japón e India, y en Europa: Austria, Eslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Polonia y República Checa. Varias Congregaciones religiosas siguen actualmente su carisma, entre ellas las Escolapias, fundadas por Paula Montal, las Calasancias, Hermanas de las Escuelas Cristianas de Vorselaar, Instituto Cavanis, Instituto Provolo, Padres de Timón David, Kalazantiner, Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz, esta última fundada por la recién beatificada Celestina Donati. En 2011 se fundó en Valencia (España) la más reciente de todas las congregaciones de espiritualidad calasancia: Los Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios.[2]

Notas

  1. Cf. Josep Domènech y Mira, "José Calazanz (1557-1648)" en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada, vol. XXIII, núms. 3-4, 1993, págs. 808-821.
  2. Nace una nueva congregación religiosa en Valencia, “Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios”
.

Enlaces externos

También en Buenos Aires funda la escuela e iglesia San José de Calasanz , publica como privada Pías.
 
 


 
San José Calasanz (Calasanctius)
   1556-1648;   Fiesta: 26 de Agosto.
   Fundador de los Padres Escolapios.
   Patrón de las escuelas públicas cristianas. (Pío XII, 1948).
   Llamado en religión "a Matre Dei".
   Nació el 11 de septiembre de 1556 en el castillo de Calasanza,
   cerca de Petralta de la Sal, Aragón        (España).
   Murió el 25 de agosto de 1648, en Roma.
Ver también su escrito: Procuremos vivir unidos a Cristo y agradarle sólo a él
 

Resumen: Nació en Aragón el año 1557. Obtuvo una excelente formación y ejerció el sacerdocio en su patria. Más tarde, se trasladó a Roma, donde se dedicó a la instrucción de los niños pobres y fundó una Sociedad destinada a este fin. Tuvo que sufrir duras pruebas, entre ellas las calumnias de los envidiosos. Murió en Roma el año 1648.

Sus Padres son Pedro Calasanza (gobernador de la región) y Doña María Gastonia, le dieron a José, el menor de cinco hijos, una buena educación en la casa y después en la escuela de Petralta. Los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás. En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor.
Después de sus estudios clásicos en Estadilla, estudió filosofía y leyes en Lérida, recibiendo el doctorado en leyes. Posteriormente, completó con honores cursos de teología en Valencia y Alcalá de Henares (España).
Tras la muerte de su madre y hermano, Don Pedro quiso que José fuera militar y se casase para perpetuar la familia. Dios interfirió enviando una enfermedad en 1582 que llevó a José al borde de la muerte. El joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1583, por Hugo Ambrosio de Moncada, obispo de Urgel.
Sacerdote sabio, virtuoso y entregado
José comenzó su ministerio sacerdotal en la Diócesis de Albarracín, donde el obispo della Figuera lo envío a una región montañosa donde la gente era muy ignorante en religión. Allá, entre campos y caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión.

En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos.
El señor obispo de Urgel lo nombró su teólogo y confesor y vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado. Cuando el obispo fue transferido a Lérida, se llevó a su teólogo. En 1586 della Figuera fue enviado como visitador Apostólico a la abadía de Montserrat, y José le acompañó como secretario. El obispo murió el año siguiente y José se fue, aunque urgentemente le pidieron que se quedase. Llegó a Calasanza solo para estar presente en la muerte de su padre. Fue entonces llamado por su obispo de Urgel para ser vicario-general del distrito de Trempe.
Dios lo llama a enseñar a los niños abandonados de Roma
Sentía una voz en su interior que le decía: "¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!" Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Entonces,  renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna en 1592. Allí encontró un protector en el Cardenal Marcantonio Colonna, quién lo escogió como su teólogo e instructor para su sobrino.
Roma ofrecía un espléndido campo para el ministerio de la caridad, especialmente en la instrucción de los niños sin hogar, muchos de los cuales eran huérfanos. José entró en la Cofradía de la Doctrina Cristiana que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños. Reunía a los niños y niñas de las calles para llevarlos a la escuela. Los maestros, que recibían poca paga, rehusaron la carga adicional sin remuneración.  José vio que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana y no solo el domingo. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción.
El párroco de S. Dorotea, Antonio Brendani, le ofreció dos cuartos y le prometió ayuda en la enseñanza. Cuando dos otros sacerdotes prometieron ayuda similar, José, en noviembre de 1597, abrió la primera escuela pública gratuita en Europa. El Papa Clemente VIII dio una contribución anual y muchos otros compartieron en esta gran obra.  En corto tiempo, José tenía mil niños bajo su cuidado.
Funda los Escolapios y las "Escuelas Pías".
En 1602 alquiló una casa en San Andrea della Valle y comenzó la vida comunitaria con sus asistentes. Allí puso los fundamentos para su congregación religiosa. A sus institutos educativos les puso por nombre "Escuelas Pías" y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había "Escuelas Pías" en muchos sitios de Italia y en muchos países.

En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente durante la peste o las inundaciones. San José de Calasanz y su amigo San Camilo eran incansables en el servicio.
En 1612 la escuela fue transferida al palacio de Torres junto a San Pantaleone. Aquí José vivió el resto de sus años como un verdadero hijo de la Iglesia y amigo de los niños abandonados.
Oposición y reivindicación
El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".
Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo.  Podemos entonces compreder por que un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz "un segundo Job", aludiendo a los sufrimientos de santo Job de lo Biblia.
Por las quejas y calumnias contra el José de Calasanz y las Escuelas Pías, el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.
Final de una vida santa
El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos. Fue sepultado el 26 de agosto del 1648.
Fue beatificado el 7 de agosto de 1748, y canonizado por Clemente XIII, el 16 de julio del 1767.
Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación.
Los padres Escolapios continúan la excelente obra de su fundador en sus escuelas esparcidas por todo el mundo.  Tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos.


La vida de San José Calasanctius fue escrita por Timon-David (Marseilles, 1883); Hubert (Mainz, 1886); Tomaseo (Rome, 1898); Heidenreich (1907). Cf. Hist. polit. Blatter, CXX, 901;

San José Calasanz,
Fundador de los Escolapios,
Año 1648

Que Dios nos mande siempre muchos educadores como San José,
y que su ejemplo nos lleve a recordar
aquel famoso dicho de Jesucristo: 
"Es necesario padecer en la tierra,
para entrar en la gloria eterna".
(Lc. 24,26).

 
Jesús en la CruzUn cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San José Calasanz "un segundo Job" porque tuvo que sufrir persecuciones como el santo Job de lo Biblia.
Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año 1648.
Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de la región.
Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal, y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los demás.
En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los fue ganando a su favor.
Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera de persona de alta clase social, con tal de no ofender a Dios.
Su padre deseaba que José fuera el heredero administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación, se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor en la universidad de Alcalá.

Cargos importantes. Como tenía fama de gran santidad y de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por familia para enseñarles la religión y el cambio total.
En Barcelona existía una terrible pelea entre dos familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas. San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos.
El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general, el más alto puesto en la diócesis después del prelado.

Renuncia a todo. Pero él sentía una voz en su interior que le decía: "¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!" Y en sueños veía multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se dirigió a pie a la Ciudad Eterna.

Educador de los pobres. En Roma se hizo socio de una cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos. Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo eran incansables en ayudar.

Los escolapios. A sus institutos educativos les puso por nombre "Escuelas Pías" y los padres que acompañaban al padre Calasanz se llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había "Escuelas Pías" en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con 1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.

Visitas repentinas e inesperadas. Los envidiosos empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que se les presentaban eran muy grandes.

Empiezas los dolores. El padre Calasanz tenía una gran fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a llegar de otra manera totalmente inesperada.

La persecución. Recibió el padre Calasanz como colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no lo echaran a la cárcel. Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho, pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado. San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".

Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y ahora está extendida por todo el mundo.
Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva aprobación.
El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos
Fehr in Kirchenlexicon, s. v.



San José de Calasanz, presbítero y fundador
fecha: 25 de agosto
fecha en el calendario anterior: 27 de agosto
n.: 1556 - †: 1648 - país: Italia
canonización: B: Benedicto XIV 18 ago 1748 - C: Clemente XIII 16 jul 1767
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San José de Calasanz, presbítero, que promovió escuelas populares para la formación de los niños y adolescentes en el amor y en la sabiduría del Evangelio, y fundó en Roma la Orden de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías (escolapios).
patronazgo: patrono de los niños y de las escuelas populares cristianas.
oración:
Señor, Dios nuestro, que has enriquecido a san José de Calasanz con la caridad y la paciencia, para que pudiera entregarse sin descanso a la formación humana y cristiana de los niños, concédenos, te rogamos, imitar en su servicio a la verdad al que veneramos hoy como maestro de sabiduría. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

José era el menor de los cinco hijos de Pedro Calasanz y María Gastón. Nació en 1556, en el castillo de su padre, cerca de Peralta de la Sal, en Aragón. Estudió humanidades en Estadilla, donde sus compañeros se burlaban continuamente de su virtud y de su fidelidad en el cumplimiento de sus deberes religiosos. Su padre deseaba que fuese militar; pero José tenía otros planes y logró persuadirle de que le dejase ir a estudiar en la Universidad de Lérida, donde se doctoró en leyes antes de trasladarse a Valencia. Se cuenta que salió de ahí para huír de una joven pariente suya, que le sometió a una tentación semejante a la que muchos siglos antes había sufrido otro José en la corte del faraón. En la Universidad de Alcalá prosiguió sus estudios de teología y, en 1583, fue ordenado sacerdote, a los veintiocho años de edad. Pronto se extendió la fama de la sabiduría y bondad del P. José; más tarde, el obispo de Urgel le nombró vicario general de la provincia de Trempe. Tuvo ahí mucho éxito que aumentó cuando fue enviado a la región de la diócesis más próxima a los Pirineos, es decir, a Andorra, de la que el obispo de Urgel era a la vez «Pastor y Soberano», un título que conserva hasta la actualidad. Esa región solitaria e inaccesible se hallaba en un estado lamentable de decadencia moral y religiosa. San José visitó hasta el último rincón, tratando de renovar en el clero el sentido de sus responsabilidades y obligaciones. Después volvió a Trempe, donde estuvo hasta que fue nombrado vicario general de toda la diócesis. Pero desde tiempo atrás, José se sentía llamado a una tarea muy diferente. Así pues, resolvió renunciar u su oficio y beneficios, repartió su patrimonio entre sus hermanas y los pobres (guardando para sí lo necesario) y dotó varias instituciones de caridad. En 1592, salió de España con rumbo a Roma.

En la Ciudad Eterna encontró a un antiguo amigo de Alcalá, Ascanio Colonna, que era ya cardenal. El santo estuvo cinco años bajo la protección de los Colonna. Durante la peste de 1595, se distinguió por su generosidad y valor, porfiando con su amigo Camilo de Lelis por ver quién de los dos se entregaba más ardientemente al cuidado de los enfermos y moribundos. Sin embargo, José no perdía de vista el proyecto que le había movido a ir a Roma, a saber: el problema de la instrucción de los niños huérfanos y abandonados, que tan urgentemente necesitaban que alguien se ocupase de ellos. Para entonces, el santo ya se había hecho miembro de la cofradía de la Doctrina Cristiana, que tenía por finalidad instruir a los niños y a los adultos los domingos y días de fiesta. En esa forma, el P. José pudo ver con sus propios ojos la miseria e ignorancia en que vivían los niños. Pronto se convenció de que no bastaba con ofrecer un poco de instrucción una vez por semana y de que hacía falta establecer escuelas gratuitas. Empezó, pues, por persuadir a los directores de las escuelas parroquiales de que admitiesen gratuitamente a algunos alumnos pobres, pero resultaba imposible resolver el problema, sin elevar los salarios de los profesores, y el Senado Romano se negó a proporcionar fondos para ello. El santo acudió a los jesuitas y a los dominicos, pero los miembros de ambas órdenes estaban ya tan cargados de trabajo, que no podían soñar en ampliar aún más sus actividades. El P. José llegó a la conclusión de que Dios quería que él se ocupase personalmente del problema y tratase de resolverlo solo. El párroco de Santa Dorotea, Antonio Brendani, puso a disposición del santo dos habitaciones y sus propios servicios; otros dos sacerdotes se ofrecieron a colaborar en la empresa y, en noviembre de 1597, se inauguró una escuela gratuita.

Al cabo de una semana, había ya cien alumnos y el número creció rápidamente. El fundador hubo de comprometerse a pagar profesores escogidos entre los clérigos que carecían de beneficio. En 1599, San José consiguió una nueva casa para la escuela y obtuvo del cardenal Ascanio Colonna permiso para vivir en ella con los otros profesores. José actuaba como superior de la pequeña comunidad. En los dos años siguientes, el número de alumnos llegó a setecientos y, en 1602, la escuela tuvo que mudarse de nuevo a una casa más espaciosa, contigua a la iglesia de Sant'Andrea della Valle. Un día en que el P. José colgaba una campana en el patio, se cayó de la escalera y se rompió una pierna: a resultas del accidente quedó cojo y sufrió durante el resto de su vida. Clemente VIII hizo un préstamo a la escuela y los personajes de importancia empezaron a enviar a sus hijos a ella, lo cual provocó violentas críticas de parte de los profesores de las escuelas parroquiales y de algunas otras personas. Cuando las acusaciones llegaron a oídos del Pontífice, éste pidió a los cardenales Antoniani y Baronio que visitasen la escuela por sorpresa. Así se hizo y los informes de los prelados fueron tan buenos, que Clemente VIII tomó la escuela bajo su protección. La visita volvió a repetirse en circunstancias semejantes durante el pontificado de Paulo V, quien duplicó la pensión de la escuela. Pero esas dificultades no eran más que el comienzo de las persecuciones de que San José de Calasanz sería objeto durante toda su vida. No obstante, continuó el crecimiento y prosperidad de la obra. En 1611, el santo compró para la escuela un «palazzo» próximo a la iglesia de San Pantaleón. Había ya cerca de mil alumnos, entre los que se contaba cierto número de judíos, a quienes el santo abría las puertas y trataba con suma bondad. Poco a poco se inauguraron otras escuelas; en 1621, la Santa Sede aprobó la nueva congregación religiosa de enseñanza, y san José fue nombrado superior general. Las preocupaciones del superiorato no apartaron al santo de la más estricta observancia ni del cuidado de los menesterosos, de los enfermos y de todos aquellos a quienes podía prestar alguna ayuda. Por entonces, llegó a Roma con su esposa un inglés llamado Tomás Cocket, quien había quedado fuera de la ley en Inglaterra por haber abjurado del protestantismo. El santo le ayudó cuanto pudo, y el Papa, siguiendo su ejemplo, asignó una pensión a los refugiados. La congregación se extendió en los diez años siguientes en Italia y en el Imperio.

En 1630, ingresó en la congregación en Nápoles un sacerdote de unos cuarenta años de edad, llamado Mario Sozzi, quien hizo la profesión a su debido tiempo. Durante varios años, la perversa conducta de dicho sacerdote fue una rémora para sus hermanos. Habiendo conseguido cierta influencia en el Santo Oficio, el P. Sozzi se las ingenió para obtener el puesto de provincial de los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas en Toscana, con poderes extraordinarios e independencia total del superior general. Su gobierno de la provincia, caprichoso y malévolo, puso en mala situación al P. José ante las autoridades romanas. No contento con ello, el P. Sozzi le denunció al Santo Oficio. El cardenal Cesarini, protector de la congregación, mandó confiscar todas las cartas y papeles del P. Sozzi para reivindicar al santo; pero entre los papeles del P. Sozzi había algunos documentos del Santo Oficio, el cual, incitado por Sozzi, le mandó arrestar y conducir por las calles de Roma como un malhechor. San José compareció ante los asesores, y sólo se salvó de la prisión gracias a la intevención del cardenal Cesarini. Pero el P. Sozzi quedó impune y siguió buscando la manera de apoderarse del gobierno de la congregación, haciendo valer que el santo estaba ya muy anciano y achacoso para gobernar. Finalmente, logró que el P. José fuese suspendido del generalato y que se nombrase un visitador apostólico que le era favorable. El P. Sozzi y el visitador se apoderaron prácticamente del mando y sometieron al fundador al trato más injusto y humillante que se pueda imaginar. El desorden que reinaba en la congregación era tal, que los súbditos leales no conseguían convencer de la verdad a las autoridades eclesiásticas.

A fines de 1643, murió el P. Sozzi y le sucedió en el gobierno el P. Cherubini, quien siguió la misma política. San José soportó esas pruebas con maravillosa paciencia, urgiendo a sus hermanos a obedecer a la autoridad «de facto». En cierta ocasión, llegó hasta ofrecer refugio al P. Cherubini, contra el que se habían rebelado los sacerdotes más jóvenes, indignados por su conducta. La Santa Sede había nombrado desde hacía algún tiempo una comisión de cardenales para estudiar el asunto y, en 1645, restituyó finalmente al santo el puesto de superior general. La noticia llenó de gozo a la mayor parte de los religiosos; pero los descontentos, apoyados por una pariente del Papa, apelaron nuevamente al Pontífice. La suerte les favoreció y, en 1646, un breve de Inocencio X redujo la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas a la categoría de simple asociación sujeta a los obispos de las respectivas diócesis. Así, a los noventa años de edad, el santo tuvo la pena de ver desmoronarse aparentemente su obra, por autoridad de la Santa Sede, a la que tanto amaba, y de verse humillado a los ojos del mundo. Cuando se enteró de la noticia, murmuró simplemente las palabras de Job: «Dios me lo dio, Dios me lo quitó. ¡Bendito sea!»

El P. Cherubiui fue encargado de la tarea de redactar las nuevas reglas y constituciones. Pero unos cuantos meses después, los auditores de la Rota comprobaron los cargos que se habían hecho contra él de malversación de fondos del Colegio Nazareno, del que era rector. El P. Cherubini salió de Roma en desgracia. Volvió al año siguiente, arrepentido del papel que había desempeñado en la conspiración contra san José y murió en brazos de éste. San José de Calasanz murió pocos meses después, el 25 de agosto de 1648 y fue sepultado en la iglesia de San Pantaleón. Tenía entonces noventa y dos años. A nadie escapa la semejanza de la vida de san José con la de san Alfonso María de Ligorio. Durante los días turbulentos de la historia de la fundación de los redentoristas, san Alfonso solía consolarse leyendo la vida de san José de Calasanz. Este último fue canonizado en 1767, seis años antes de la muerte de Alban Butler, quien sólo le consagró un breve artículo. En él le calificaba de «segundo Job, perpetuo milagro de fortaleza». El cardenal Lambertini, que más tarde fue Papa con el nombre de Benedicto XIV, empleó la misma comparación ante la Sagrada Congregación de Ritos, en 1728. El fracaso de la obra de san José fue sólo aparente. La supresión de la congregación despertó oposición y protestas en varias ciudades; en 1656, se concedió a los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas la profesión de votos simples y, en 1669, se aprobó de nuevo la congregación. Los hijos de San José de Calasanz (comúnmente llamados escolapios) se hallan actualmente establecidos en varias partes del mundo.

Los biógrafos del santo han aprovechado bien los documentos de los procesos de beatificación y canonización. Tal es particularmente el caso de la biografía italiana del siglo XVIII. Probablemente, la primera biografía detallada fue la que escribió el P. Mussesti (escolapio) para información del Papa Alejandro VII, menos de veinte años después de la muerte del santo. De entonces acá, se han publicado numerosas biografías en italiano, francés, español y alemán. Citaremos entre ellas las de Timon-David (1883), Tommaseo (1898), Casanovas y Sanz (1904) , Heidenreich (1907) , Giovanozzi (1930) y Santoloci (1948) . Véase también Heimbucher, Order und Kongregationen der Kat. Kirche, vol. III, pp. 287-296; y Pastor, Geschichte der Päpste, sobre todo vol. XI, pp. 431-433.
Cuadro: Francisco de Goya y Lucientes: «La última comunión de san José de Calasanz», 1819, en la Pía Escuela de San Antón, en Madrid.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



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