miércoles, 3 de julio de 2013

María Goretti, Santa


Biografía y virtudes a imitar. Julio 6 de 1902
 

María Goretti, Santa
María Goretti, Santa


Hoy celebramos a Santa María Goretti, una joven que vivió la virtud de la pureza hasta el heroísmo.
Una santa que prefirió morir antes que ofender a Dios.

Un poco de historia...

Santa María Goretti nació en 1890 en Italia. Su padre, campesino, enfermó de malaria y murió.

Una tarde, María estaba sentada en lo alto de la escalera de la casa, remendando una camisa. Aunque aún no cumplía los doce años, era ya una mujercita.

Alejandro, un joven de 18 años, subió las escaleras con intención de violar a la niña. María opuso resistencia y trató de pedir auxilio; pero como Alejandro la tenía agarrada por el cuello, apenas pudo protestar y decir que prefería morir antes que ofender a Dios. Al oír esto, el joven desgarró el vestido de la muchacha y la apuñaló brutalmente. Ella cayó al suelo pidiendo ayuda y él huyó.

María fue transportada a un hospital, en donde perdonó a su asesino de todo corazón, invocó a la Virgen y murió veinticuatro horas después.

Alejandro fue condenado a 30 años de prisión. Por largo tiempo, fue obstinado en no arrepentirse de su pecado, hasta que una noche, tuvo un sueño en el que vio a la niña María, recogiendo flores en un prado y luego ella se acercaba a él y se las ofrecía. A partir de ese momento, cambió totalmente y se convirtió en un prisionero ejemplar. Se le dejó libre al cumplir 27 años de su condena. Al salir de la cárcel, una noche de Navidad, la de 1938, pidió perdón a la mamá de María, y aquella noche, en la misa de Gallo, comulgaron juntos.

El caso de María Goretti se extendió por todo el mundo. En 1947, el Papa Pío XII la beatificó y en 1950 la canonizó. En la ceremonia estuvieron presentes su madre, de 82 años, dos hermanas y un hermano. Y, aunque parezca increíble, también asistió Alejandro, el arrepentido asesino de la santa.

Santa María Goretti fue santa no por el hecho de tener una muerte injusta y violenta, sino porque murió por defender una virtud inculcada por la fe cristiana. A esta santa se la llama la “Mártir de la pureza”. Sus imágenes la representan como una campesina con un lirio en la mano, que es el símbolo de la virginidad, y con la corona del martirio.

María Goretti era una muchacha soltera que conocía el valor del matrimonio y de las relaciones sexuales. Sabía que la complementariedad de los sexos se manifiesta plenamente en el acto sexual, en el cual el hombre y la mujer se unen íntima y totalmente en alma y cuerpo por el amor que existe entre ellos. Entendía que el acto sexual sólo puede efectuarse dentro del matrimonio ya que es una manifestación de amor entre los esposos y para la procreación de los hijos.

Los jóvenes podrán preguntarse: ¿Hasta el matrimonio? ¡Faltan “miles de años”! Y mientras... ¿qué? Pueden aprovechar el tiempo del noviazgo para conocerse, tratarse, vivir en amistad y hacerse felices el uno al otro. El noviazgo es una preparación para el futuro matrimonio.

¿Qué hacer para vivir esta virtud?

Debes cuidar todo lo que ves y oyes. Y, recordar que tú eres una persona que tiene dignidad, inteligencia y voluntad y que eres diferente de los animales que tienen relaciones sexuales por puro instinto. La virtud de la castidad te dará fuerza para dominar y controlar tu impulso sexual.
Es más persona quien sabe dominarse, quien sabe controlarse, quien sabe guardarse íntegro para entregarse sin reservas a su futura esposa o esposo, que aquel cobarde y sin fuerzas de voluntad que entrega su cuerpo a cualquiera ante el primer estímulo que pasa frente a sus ojos.

¿Qué nos enseña la vida de María Goretti?



  • La principal enseñanza es la vivencia de la virtud de la pureza: pureza de alma y cuerpo.



  • A perdonar a nuestros enemigos, a pesar de que nos hayan causado un daño irreparable. Como también lo hizo el Papa Juan Pablo II, al perdonar a Alí Agca, quien tratara de asesinarlo en 1981.


  • María Goretti nos enseña a ser fuertes ante situaciones difíciles, confiando siempre en Dios.


  • Oración

    Santa María Goretti, este día te pido que me ayudes a vivir la virtud de la pureza, para entender que la castidad es un medio para cultivar mi voluntad y así, lograr la santidad en el estado de vida al que Dios me llama.
    Amén.

    María Goretti, Santa
    Una adolescente mártir por conservar la castidad, Julio 6
     
    María Goretti, Santa
    María Goretti, Santa

    Virgen Mártir de la Pureza

    María nace el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo (Ancona, Italia), en el seno de una familia pobre de bienes terrenales pero rica en fe y virtudes. Es la tercera de los siete hijos de Luigi Goretti y Assunta Carlini. Al día siguiente de su nacimiento es bautizada y consagrada a la Virgen. Recibirá el sacramento de la Confirmación a los seis años. Después del nacimiento de su cuarto hijo, Luigi Goretti emigra con su familia a las grandes llanuras de los campos romanos, todavía insalubres en aquella época. Se estableció en Ferriere di Conca, al servicio del conde Mazzoleni, donde María no tarda en revelar una inteligencia y una madurez precoces. Es como el ángel de la familia: no hay en ella atisbo de capricho, desobediencia o mentira.

    Piadosa y esforzada

    Tras un año de trabajo agotador, Luigi contrae el paludismo y fallece en diez días. Para Assunta y sus hijos empieza un largo calvario. María llora a menudo la muerte de su padre, y aprovecha cualquier ocasión para arrodillarse delante de la verja del cementerio. Quizás su padre se encuentre en el purgatorio, y como ella no dispone de medios para encargar misas por el reposo de su alma, se esfuerza en compensarlo con sus plegarias. Pero no hay que pensar que la muchacha practica la bondad sin esfuerzo, ya que sus sorprendentes progresos son fruto de la oración. Su madre contará que el rosario le resultaba necesario y, de hecho, lo llevaba siempre enrollado alrededor de la muñeca. De la contemplación del crucifijo, María se nutre de un intenso amor a Dios y de un profundo horror por el pecado.

    María suspira por el día en que recibirá la Sagrada Eucaristía. Según era costumbre en la época, debía esperar hasta los once años, pero un día le pregunta a su madre: "Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión?. Quiero a Jesús". "¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, ni tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo, y no tenemos ni un momento libre." "¡Pues nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!" "Y, ¿qué quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como una pequeña ignorante." Finalmente, María encuentra un medio de prepararse con la ayuda de una persona del lugar, y todo el pueblo acude en su ayuda para proporcionarle ropa de comunión. Recibe la Eucaristía el 29 de mayo de 1902.

    Su amor a la castidad

    La recepción de la Eucaristía aumenta su amor por la pureza y la anima a tomar la resolución de conservar esa virtud a toda costa. Un día, tras haber oído un intercambio de frases deshonestas entre un muchacho y una de sus compañeras, le dice con indignación a su madre: "Mamá, ¡qué mal habla esa niña!". "Procura no tomar parte nunca en esas conversaciones". "No quiero ni pensarlo, mamá; antes que hacerlo, preferiría...", y la palabra "morir" queda entre sus labios. Un mes más tarde, la voz de su sangre terminará la frase.

    Las dificultades y el mal presentimiento

    Al entrar al servicio del conde Mazzoleni, Luigi Goretti se había asociado con Giovanni Serenelli y su hijo Alessandro. Las dos familias viven en apartamentos separados, pero la cocina es común. Luigi se arrepintió enseguida de aquella unión con Giovanni Serenelli, persona muy diferente de los suyos, bebedor y carente de discreción en sus palabras. Después de la muerte de Luigi, Assunta y sus hijos habían caído bajo el yugo despótico de los Serenelli. María, que ha comprendido la situación, se esfuerza por apoyar a su madre: ­­Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta con que el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y seguiremos luchando!

    Desde la muerte de su marido, Assunta siempre está en el campo y ni siquiera tiene tiempo de ocuparse de la casa, ni de la instrucción religiosa de los más pequeños. María se encarga de todo, en la medida de lo posible. Durante las comidas, no se sienta a la mesa hasta que no ha servido a todos, y para ella sirve las sobras. Su obsequiosidad se extiende igualmente a los Serenelli. Por su parte, Giovanni, cuya esposa había fallecido en el hospital psiquiátrico de Ancona, no se preocupa para nada de su hijo Alessandro, joven robusto de diecinueve años, grosero y vicioso, al que le gusta empapelar su habitación con imágenes obscenas y leer libros indecentes. En su lecho de muerte, Luigi Goretti había presentido el peligro que la compañía de los Serenelli representaba para sus hijos, y había repetido sin cesar a su esposa: ­­¡Assunta, regresa a Corinaldo! Por desgracia Assunta está endeudada y comprometida por un contrato de arrendamiento.

    Alessandro

    Al estar en contacto con los Goretti, algunos sentimientos religiosos han hecho mella en Alessandro. A veces se suma al rezo del rosario que realizan en familia, y los días de fiesta asiste a Misa. Incluso se confiesa de vez en cuando. Pero todo ello no impide que haga proposiciones deshonestas a la inocente María, que en un principio no las comprende. Más tarde, al adivinar las intenciones del muchacho, la joven está sobre aviso y rechaza la adulación y las amenazas. Suplica a su madre que no la deje sola en casa, pero no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues Alessandro la ha amenazado: "Si le cuentas algo a tu madre, te mato". Su único recurso es la oración. La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo considera un capricho y no concede importancia a aquella súplica.

    Intento deshonesto y atentado de asesinato

    El 5 de julio, a unos cuarenta metros de la casa, están trillando las habas en la era. Alessandro lleva un carro arrastrado por bueyes. Lo hace girar una y otra vez sobre las habas extendidas en el suelo. Hacia las tres de la tarde, en el momento en que María se encuentra sola en casa, Alessandro dice: "Assunta, ¿quiere hacer el favor de llevar un momento los bueyes por mí?". Sin sospechar nada, la mujer lo hace. María, sentada en el umbral de la cocina, remienda una camisa que Alessandro le ha entregado después de comer, mientras vigila a su hermanita Teresina, que duerme a su lado. "¡María!", grita Alessandro. "¿Qué quieres?". "Quiero que me sigas". "¿Para qué?". "¡Sígueme!". "Si no me dices lo que quieres, no te sigo". Ante semejante resistencia, el muchacho la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero el ruido no llega hasta el exterior. Al no conseguir que la víctima se someta, Alessandro la amordaza y esgrime un puñal. María se pone a temblar pero no sucumbe. Furioso, el joven intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María se deshace de la mordaza y grita: "No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno." Poco cuidadoso del juicio de Dios, el desgraciado levanta el arma: "Si no te dejas, te mato". Ante aquella resistencia, la atraviesa a cuchilladas. La niña se pone a gritar: "¡Dios mío! ¡Mamá!", y cae al suelo. Creyéndola muerta, el asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla gemir de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez de parte a parte; después, sube a encerrarse a su habitación.

    No consiguió matarla

    María ha recibido catorce heridas graves y se ha desvanecido. Al recobrar el conocimiento, llama al señor Serenelli: "¡Giovanni! Alessandro me ha matado... Venga." Casi al mismo tiempo, despertada por el ruido, Teresina lanza un grito estridente, que su madre oye. Asustada, le dice a su hijo Mariano: "Corre a buscar a María; dile que Teresina la llama". En aquel momento, Giovanni Serenelli sube las escaleras y, al ver el horrible espectáculo que se presenta ante sus ojos, exclama: "¡Assunta, y tú también, Mario, venid!". Mario Cimarelli, un jornalero de la granja, trepa por la escalera a toda prisa. La madre llega también: "¡Mamá!", gime María. "¡Es Alessandro, que quería hacerme daño!". Llaman al médico y a los guardias, que llegan a tiempo para impedir que los vecinos, muy excitados, den muerte a Alessandro en el acto.

    En el hospital no hay nada que hacer Después de un largo y penoso viaje en ambulancia, hacia las ocho de la tarde, llegan al hospital. Los médicos se sorprenden de que la niña todavía no haya sucumbido a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. Al comprobar que no tiene cura, mandan llamar al capellán. María se confiesa con toda lucidez. Después, los médicos le prodigan sus cuidados durante dos horas, sin dormirla. María no se lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la santísima Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consigue que le permitan permanecer a la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla: "Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?".

    No había cumplido los doce años

    A María la devora la sed: "Mamá, dame una gota de agua". "Mi pobre María, el médico no quiere, porque sería peor para ti". Extrañada, María sigue diciendo: "¿Cómo es posible que no pueda beber ni una gota de agua?". Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que también había dicho ¡Tengo sed!, y se resigna. El capellán del hospital la asiste paternalmente y, en el momento de darle la sagrada Comunión, la interroga: "María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino?". Ella, reprimiendo una instintiva repulsión, le responde: "Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado." En medio de esos sentimientos, los mismos que tuvo Jesucristo en el Calvario, María recibe la Eucaristía y la Extremaunción, serena, tranquila, humilde en el heroísmo de su victoria. El final se acerca. Se le oye decir: "Papá". Finalmente, después de una postrera llamada a María, entra en la gloria inmensa del paraíso. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde. No había cumplido los doce años.

    Conversión del asesino

    El juicio de Alessandro tiene lugar tres meses después del drama. Aconsejado por su abogado, confiesa: "Me gustaba. La provoqué dos veces al mal, pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que debía utilizar". Es condenado a treinta años de trabajos forzados. Aparenta no sentir ningún remordimiento del crimen. A veces se le oye gritar: "¡Anímate, Serenelli, dentro de veintinueve años y seis meses serás un burgués!". Pero María desde el Cielo no lo olvida. Unos años más tarde, monseñor Blandini, obispo de la diócesis donde está la prisión, siente la inspiración de visitar al asesino para encaminarlo al arrepentimiento. "Es muy terco, está usted perdiendo el tiempo, Monseñor", afirma el carcelero. Alessandro recibe al obispo refunfuñando, pero ante el recuerdo de María, de su heroico perdón, de la bondad y de la misericordia infinitas de Dios, se deja alcanzar por la gracia. Después de salir el prelado, llora en la soledad de la celda, ante la estupefacción de los carceleros.

    Franciscano declara en el proceso de beatificación de María

    Una noche, María se le aparece en sueños, vestida de blanco en los jardines del paraíso. Trastornado, Alessandro escribe a monseñor Blandino: "Lamento sobre todo el crimen que cometí porque soy consciente de haberle quitado la vida a una pobre niña inocente que, hasta el último momento, quiso salvar su honor, sacrificándose antes que ceder a mi criminal voluntad. Pido perdón a Dios públicamente, y a la pobre familia, por el enorme crimen que cometí. Confío obtener también yo el perdón, como tantos otros en la tierra". Su sincero arrepentimiento y su buena conducta en el penal le devuelven la libertad cuatro años antes de la expiración de la pena. Después, ocupará el puesto de hortelano en un convento de capuchinos, mostrando una conducta ejemplar, y será admitido en la orden tercera de san Francisco. Gracias a su buena disposición, Alessandro es llamado como testigo en el proceso de beatificación de María. Resulta algo muy delicado y penoso para él, pero confiesa: "Debo reparación, y debo hacer todo lo que esté en mi mano para su glorificación. Toda la culpa es mía. Me dejé llevar por la brutal pasión. Ella es una santa, una verdadera mártir. Es una de las primeras en el paraíso, después de lo que tuvo que sufrir por mi causa".

    El asesino y la madre

    En la Navidad de 1937, se dirige a Corinaldo, lugar donde Assunta Goretti se había retirado con sus hijos. Lo hace simplemente para hacer reparación y pedir perdón a la madre de su víctima. Nada más llegar ante ella, le pregunta llorando. "Assunta, ¿puede perdonarme?". "Si María te perdonó, ¿cómo no voy a perdonarte yo?". El mismo día de Navidad, los habitantes de Corinaldo se ven sorprendidos y emocionados al ver aproximarse a la mesa de la Eucaristía, uno junto a otro, a Alessandro y Assunta.

    Santa María Goretti

    La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo numerosas muestras de santidad. Después de largos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la gran cantidad de asistentes. En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aún cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa. Sus restos mortales descansan en el santuario de Nettuno de los pasionistas.

    Un ejemplo que debe ser permanente

    En la homilía pronunciada por el papa Pío XII en la festividad de Santa María Goretti como mártir el 6 de julio de 1959, entresacamos unos párrafos: «De todo el mundo es conocida la lucha con que tuvo que enfrentarse, indefensa, esta virgen; una turbia y ciega tempestad se alzó de pronto contra ella, pretendiendo manchar y violar su angélico candor. (...) Fortalecida por la gracia del cielo, a la que respondió con una voluntad fuerte y generosa, entregó su vida sin perder la gloria de la virginidad.

    »En la vida de esta humilde doncella, tal cual la hemos resumido en breves trazos, podemos contemplar un espectáculo no sólo digno del cielo, sino digno también de que lo miren, llenos de admiración y veneración, los hombres de nuestro tiempo. Aprendan los padres y madres de familia cuán importante es el que eduquen a los hijos que Dios les ha dado en la rectitud, la santidad y la fortaleza, en la obediencia a los preceptos de la religión católica, para que, cuando su virtud se halle en peligro, salgan de él victoriosos, íntegros y puros, con la ayuda de la gracia divina. Aprenda la alegre niñez, aprenda la animosa juventud a no abandonarse lamentablemente a los placeres efímeros y vanos, a no ceder ante la seducción del vicio, sino, por el contrario, a luchar con firmeza, por muy arduo y difícil que sea el camino que lleva a la perfección cristiana, perfección a la que todos podemos llegar tarde o temprano con nuestra fuerza de voluntad, ayudada por la gracia de Dios, esforzándonos, trabajando y orando.

    »No todos estamos llamados a sufrir el martirio, pero sí estamos todos llamados a la consecución de esta virtud cristiana. Pero esta virtud requiere una fortaleza que, aunque no llegue a igualar el grado cumbre de esta angelical doncella, exige, no obstante, un largo, diligentísimo e ininterrumpido esfuerzo, que no terminará sino con nuestra vida. Por esto, semejante esfuerzo puede equipararse a un lento y continuado martirio, al que nos amonestan aquellas palabras de Jesucristo: El reino de los cielos se abre paso a viva fuerza, y los que pugnan por entrar lo arrebatan.

    »Animémonos todos a esta lucha cotidiana, apoyados en la gracia del cielo; sírvanos de estímulo la santa virgen y mártir María Goretti; que ella, desde el trono celestial, donde goza de la felicidad eterna, nos alcance del Redentor divino, con sus oraciones, que todos, cada cual según sus peculiares condiciones, sigamos sus huellas ilustres con generosidad, con sincera voluntad y con auténtico esfuerzo.»

    Vocación a la santidad y fortaleza

    La influencia de María Goretti continúa en nuestros días. El Papa Juan Pablo II la presenta especialmente como modelo para los jóvenes: "Nuestra vocación por la santidad, que es la vocación de todo bautizado, se ve alentada por el ejemplo de esta joven mártir. Miradla sobre todo vosotros los adolescentes, vosotros los jóvenes. Sed capaces, como ella, de defender la pureza del corazón y del cuerpo; esforzaos por luchar contra el mal y el pecado, alimentando vuestra comunión con el Señor mediante la oración, el ejercicio cotidiano de la mortificación y la escrupulosa observancia de los mandamientos" (29.IX.91). La realidad y el poder de la ayuda divina se manifiestan de una manera particularmente tangible en los mártires. Elevándolos al honor de los altares, "la Iglesia ha canonizado su testimonio y declara verdadero su juicio, según el cual el amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la intención de salvar la propia vida" (Veritatis splendor, n. 91). Indudablemente, pocas personas son llamadas a padecer el martirio de la sangre. Sin embargo, ante las múltiples dificultades, que incluso en las circunstancias más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano, implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que ­como enseña san Gregorio Magno­ le capacita para amar las dificultades de este mundo a la vista del premio eterno" (id, 93).

    Renunciar a todo y no perder a Cristo

    Por eso el Papa no teme decir a los jóvenes: "No tengáis miedo de ir contracorriente, de rechazar los ídolos del mundo". y explica: "Mediante el pecado, damos la espalda a Dios, nuestro único bien, y elegimos ponernos del lado de los ídolos que nos conducen a la muerte ya la condenación eterna, al infierno". María Goretti "nos alienta a experimentar la alegría de los pobres que saben renunciar a todo con tal de no perder lo único que es necesario: la amistad de Dios... Queridos jóvenes, escuchad la voz de Cristo que os llama, también a vosotros, al estrecho sendero de la santidad" (29.IX.91).

    Santa María Goretti nos recuerda que "el estrecho sendero de la santidad" pasa por la fidelidad a la virtud de la castidad. "Para algunas personas que se hallan en ambientes donde se ofende y se desacredita la castidad ­escribe el cardenal López Trujillo­, vivir castamente puede exigir una dura lucha, a veces heroica. De todas formas, con la gracia de Cristo, que se desprende de su amor de Esposo por la Iglesia, todos pueden vivir castamente, incluso si se hallan en circunstancias poco favorables a ello."

    "Que la alegre infancia y la ardiente juventud aprendan a no abandonarse desesperadamente a los gozos efímeros y vanos de la voluptuosidad, ni a los placeres de los vicios embriagadores que destruyen la apacible inocencia, engendran sombría tristeza y debilitan más pronto o más tarde las fuerzas del espíritu y del cuerpo", advertía el Papa Pío XII con motivo de la canonización de Santa María Goretti. El Catecismo de la Iglesia católica recuerda lo siguiente: "O el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado" (n. 2339).

    Esperanza en la Providencia con amor al prójimo y dignidad de mujer

    Para poder crear un clima favorable a la castidad, es importante practicar la modestia y el pudor en la manera de hablar, de actuar y de vestir. Con esas virtudes, la persona es respetada y amada por sí misma, en lugar de ser contemplada y tratada como objeto de placer. Siguiendo el ejemplo de María Goretti, los jóvenes pueden descubrir "el valor de la verdad que libera al hombre de la esclavitud de las realidades materiales", y podrán "descubrir el gusto por la auténtica belleza y por el bien que vence al mal" (Juan Pablo II, id).

    Con ocasión del centenario de su muerte, el 30 de junio de 2002, el cardenal Sergio Sebastiani ilustró las virtudes de esta santa: «Confianza en la providencia, amor hacia el prójimo, rechazo de la violencia y respeto de la propia dignidad de mujer, oración y unión con Dios, heroísmo del perdón por amor a Cristo, fe en la vida ultraterrena».

    «El martirio de "Marietta" ­como era conocida por sus familiares y amigos­ es el culmen de un itinerario humano y espiritual que había llegado a la radicalidad evangélica en la cotidianidad de su vida de preadolescente y por esto mantiene todavía hoy actualidad y frescura».

    Una santidad que no se improvisa

    «Estas opciones, como la de entregar la vida a Cristo y perdonar al agresor no se dan por casualidad: la santidad no se improvisa». «La pureza de la niña, su capacidad de perdón y la conversión del asesino son temas de reflexión no sólo para los creyentes, sino también para quien no cree porque ayudan a cultivar una dimensión "elevada" de la vida.»

    Para el biógrafo de la santa, el padre Giovanni Alberti, de la Congregación de los Pasionistas, a los que está confiado el Santuario de Nettuno dedicado a María Goretti, la santa es un modelo que hay que «proponer a los adolescentes de hoy porque, enamorada de Cristo, le supo seguir de modo radical». «Sus gestos, sus opciones, su tacto hacia el agresor son los de una niña que ha sabido comportarse como una mujer, pequeña mujer orgullosa de serlo».
    María Goretti, la niña mártir de la pureza
     

    En Le Ferriere di Conca y en Neptuno, Italia, resuena el repique jubiloso de las campanas por el aniversario del martirio de María Goretti. Han pasado cien años desde su muerte, el 6 de julio de 1902. El año del centenario durará hasta el mes de junio de 2003.

    Un día antes, el 5 de julio, Maria Goretti estaba remendando una camisa del Alejandro Serenelli, un joven de veinte años. Éste se acercó a ella y la obligó a entrar dentro de casa. La niña, a quien faltaban tres meses para cumplir doce años, intuyó las intenciones del joven. La pequeña María se opuso enérgicamente a las insidias carnales de Alejandro: “¡No Alejandro, no lo hagas! ¡Es pecado! ¡Dios no lo quiere! ¡Te irás al infierno!” - le gritaba-. Alejandro, fuera de sí y desairado, la golpeó catorce veces con un punzón dejándola mal herida. María Goretti moriría al día siguiente. Antes de cerrar sus ojos había perdonado a Alejandro y expresado su deseo de reencontrarlo en el cielo.

    Con motivo de las celebraciones del centenario, a partir del 16 de octubre pasado la urna que custodia el cuerpo de Marietta -como la llaman cariñosamente- es llevada en peregrinación por diversas ciudades de Italia. Conmueve ver los ríos de personas que la acogen entre cantos y oraciones. Los niños, muchos de ellos luciendo su trajes de la Primera Comunión, le ofrecen ramos de flores blancas. Los jóvenes se cuestionan su comportamiento y reencuentran en Marietta la belleza de las virtudes de la pureza y del perdón. Los padres de familia encomiendan a la niña santa el camino virtuoso de sus hijos.

    Marietta vuele a brillar como la jovencita fuerte, firme en su elección de vida y coherente con su fe cristiana. No fue, como alguien dijo con malsana compasión, “la santa de los cinco minutos”. El Papa Pío XII, durante el Año Jubilar de 1950, había declarado contrariamente que: “La santidad no se improvisa”. Detrás del martirio de María Goretti hay un torrente de fe y de amor cristianos cultivados conscientemente en el seno de su humilde familia campesina. Murió castamente, en gracia de Dios, porque así había vivido cada día de su corta existencia. El martirio no fue un cambio brusco de rumbo sino una confirmación de su amor a Dios sobre todas las cosas. Ella apreciaba la vida digna y santa de una manera tan profunda que prefirió derramar la sangre con tal de no mancharla.

    Por ello el testimonio de Marietta es hoy más actual que nunca. La sociedad acecha a nuestros adolescentes y jóvenes con criterios liberales y hedonistas. El materialismo impera y los comportamientos sexuales responden al gusto del momento. Hoy “los niños saben más que los abuelos”, gracias a la empresa vergonzosa del sexo, usado como incentivo en la propaganda, en el cine, en la televisión y a través del internet. Bastan unas monedas para que los chicos adquieran revistas pornográficas. Hay ambientes y círculos de amigos muy provocadores. Ser puro hoy es difícil. Un bombardeo sexual cae sobre los cinco sentidos de nuestros adolescentes y jóvenes.

    Y en esta panorama, ¿qué nos dice Marietta? Su vida y martirio son un mensaje bellísimo. Ella nos dice que seamos valientes, que la batalla se puede vencer con amor limpio, con una conciencia honesta, con firmeza y coherencia de vida. Ella, con el candor de sus once años, nos asegura que es posible vivir y morir pura y castamente. Cuando se comprende la grandeza de la virtud se ve en contraposición que el pecado no es más que un triste egoísmo. Por ello la joven mártir es acogida con entusiasmo por los niños, adolescentes y jóvenes. Hace cien años que ella ofrecía su vida al cielo y su perdón a Alejandro. Desde entonces la pequeña María es un modelo de vida, un icono de la valentía en la elección de la virtud.

    Meditando en la belleza y en la fortaleza de Marietta se concede a la castidad su verdadero rostro. La castidad es una virtud siempre positiva pues permite al corazón amar con libertad, con entusiasmo, sin límites de entrega ni de sacrificio personal. Es la virtud de los fuertes. Se equivocan quienes, quizás justificando sus derrotas, murmuran que la castidad es para los débiles, para los ignorantes y desilusionados de la vida. Es todo lo contrario, el casto es alegre y vive en serenidad porque posee una mirada limpia, porque el amor puro le permite distinguir la realidad de las situaciones humanas, porque trata a su prójimo sin malas intenciones y, sobre todo, porque puede contemplar a Dios en su propio corazón. Así lo entendió María Goretti. Hay que sensibilizar nuestra alma para escuchar lo que Dios nos dice cuando es capaz de hacer de una niña de once años una mártir y santa.

    María Goretti

     
    Santa María Goretti
    Maria Goretti.jpg
    María Goretti, laica y mártir pasionista italiana en un cuadro pintado en 1929.
    Nacimiento16 de octubre de 1890
    Corinaldo, Italia.
    Fallecimiento6 de julio de 1902 (11 años)
    Neptuno, Italia.
    Canonización24 de junio 1950
    Festividad6 de julio.

    Santa María Goretti (nació en Corinaldo, 16 de octubre de 1890 - murió asesinada en Nettuno, 6 de julio de 1902), laica y mártir italiana pasionista.

    Biografía

    María Goretti nació el 16 de octubre de 1890 en el pueblo de Corinaldo, en la provincia de Ancona. Hija de Luigi Goretti y Assunta Carlini, fue la segunda de seis hermanos (Mariano y Teressa son algunos de ellos). La familia se mudó a Nettuno, a trabajar como temporeros en la hacienda Le Ferriere del conde Giacomo Mazzoleni. Junto a Santa Filomena fue, desde niña, pequeña mártir de la pureza. De acuerdo con los testimonios de su familia y la gente que la conoció, la joven María tomó muy a pecho su posición como la segunda Conca, hoy conocida como Borgo Montello.
    Vivió en el seno de una familia humilde y perdió a su padre a los diez años por causa del paludismo. Como consecuencia de la muerte de su padre, la madre de María Goretti tuvo que trabajar dejando la casa y los hermanos menores a cargo de Maria quien realizaba sus obligaciones con alegría y cada semana asistía a clases de catecismo. Antes de que muriera su padre, ella siempre le preguntaba cuándo podría hacer su primera comunión y su padre le decía que cuando fuese voluntad de Dios, ya que ella siempre anhelaba hacer su primera comunión.
    A los once años hizo su primera comunión haciéndose, desde entonces, el firme propósito de morir antes que cometer un pecado. En la misma finca donde vivía María trabajaba Alejandro Serenelli, quien se enamoró de María que en ese entonces contaba con doce años. Serenelli, a causa de lecturas impuras, se dedicó a buscar a María haciéndole propuestas que la santa rechazaba haciendo que Serenelli se sintiera despreciado.
    El 5 de julio de 1902, mientras la familia de María y el padre de Alejandro trabajaban cosechando vegetales, la niña se quedó en casa cosiendo ropa y cuidando de su hermanita de dos años, Teresa. Alejandro, que se había cansado de los rechazos de María, la sorprendió e intentó abusar sexualmente de ella, pero María le opuso resistencia y trató de hacerlo razonar advirtiéndole a Serenelli que lo que pretendía era pecado y que no accedería a sus pretensiones, Maria al ver que Alejandro no entendia explicaciones, resignada y por último le menciona que preferia siempre morir antes de ofender a Dios.
    Alejandro reaccionó a estas palabras con descontrol completo, desgarrandole el vestido y apuñalandola salvajemente once veces con una lima a la que había dado forma de picahielo; cuando Alejandro vio a la malherida María tratando de arrastrarse hacia la puerta, la apuñaló en la espalda tres veces más y huyó. María quedó entonces definitivamente herida de muerte. A ese paso, el padre de Alejandro, subió a dicha casa donde se encontraba María, al verla desahuciada tendida en el suelo, salió de la casa y gritó a la mamá de María, diciendo que Maria había muerto.

    El Condenado

    Alejandro Serenelli fue condenado a 30 años de prisión donde nunca dio muestras de arrepentimiento. Hasta que después de un sueño donde María le dijo que él también era llamado al cielo, Alejandro Serenelli cambió completamente volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación de sus pecados. Fue una niña sabia de Dios que hacía todo con el respeto merecido.
    Después de 27 años de cárcel fue liberado e inmediatamente acudió a pedir perdón a la madre de Maria, quien no solo lo perdonó sino que lo defendió en público alegando que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella no tendría porque no perdonarlo.
    Su Muerte
    María fue llevada al Hospital de -çSan Juan de Dios, donde los médicos la operaron sin anestesia porque no había disponible y durante dos horas la santa soportó el sufrimiento ofreciéndo a Dios sus dolores. Recibió los últimos sacramentos de parte del párroco del hospital, el Padre Temístocles Signori. En su lecho de muerte, entre otras cosas, María perdonó a su asesino, cuando le preguntaron si lo perdonaba, ella respondió que sí, y añadió que quería que Alejandro estuviera con ella en el Paraíso. Finalmente, María murió el 6 de julio de 1902, a la edad de 11 años, 9 meses y 21 días.
    La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a la Virgen María. Después de numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas.
    En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. La primera ceremonia de su tipo en frente de aproximadamente un millón y medio de peregrinos, durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exhaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aún cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.
    En un hecho historico también allí presente en esa misma ceremonia de canonización estuvo su mismísimo asesino, Alejandro Serenelli.

    María Goretti, en cine y teatro


    Santa Maria Goretti Santa MARIA GORETTIVIRGEN MÁRTIR DE LA PUREZA
    FIESTA: 6 DE JULIO
    Datos PrincipalesNació en Corinaldo, Italia, el año 1890, de una familia humilde. Su niñez, bastante dura, transcurrió en Nettuno (cerca de Roma), y durante ella se ocupó en ayudar a su madre en las tareas domésticas. Era piadosa y asidua en la oración. El 6 de Julio de 1902, a los once años de edad, fue amenazada con un punzón por Alessandro Serenelli, un joven que trató de abusar de ella. Ella prefirió morir antes que pecar. Durante su agonía perdonó a su atacante, quién, tras años de cárcel, se convirtió.
    Pío XII, que la canonizó el 24 de junio de 1950, la definió «pequeña y dulce mártir de la pureza».
    De la homilía pronunciada por el papa Pío XII en la canonización de Santa María Goretti
        De todo el mundo es conocida la lucha con que tuvo que enfrentarse, indefensa, esta virgen; una turbia y ciega tempestad se alzó de pronto contra ella, pretendiendo manchar y violar su angélico candor. En aquellos momentos de peligro y de crisis, podía repetir al divino Redentor aquellas palabras del áureo librito De la imitación de Cristo: "Si me veo tentada y zarandeada por muchas tribulaciones, nada temo, con tal de que tu gracia esté conmigo. Ella es mi fortaleza ; ella me aconseja y me ayuda. Ella es más fuerte que todos mis enemigos."  Así, fortalecida por la gracia del cielo, a la que respondió con una voluntad fuerte y generosa, entregó su vida sin perder la gloria de la virginidad.
        En la vida de esta humilde doncella, tal cual la hemos resumido en breves trazos, podemos contemplar un espectáculo no sólo digno del cielo, sino digno también de que lo miren, llenos de admiración y veneración, los hombres de nuestro tiempo.  Aprendan los padres y madres de familia cuán importante es el que eduquen a los hijos que Dios les ha dado en la rectitud, la santidad y la fortaleza, en la obediencia a los preceptos de la religión católica, para que, cuando su virtud se halle en peligro, salgan de él victoriosos, íntegros y puros, con la ayuda de la gracia divina.
        Aprenda la alegre niñez, aprenda la animosa juventud a no abandonarse lamentablemente a los placeres efímeros y vanos, a no ceder ante la seducción del vicio, sino, por el contrario, a luchar  con firmeza, por muy arduo y difícil que sea el camino que lleva a la perfección cristiana, perfección a la que todos podemos llegar tarde o temprano con nuestra fuerza de voluntad, ayudada por la gracia de Dios, esforzándonos, trabajando y orando.
        No todos estamos llamados a sufrir el martirio, pero sí estamos todos llamados a la consecución (acción y efecto de conseguir) de la virtud cristiana. Pero esta virtud requiere una fortaleza  que, aunque no llegue a igualar el grado cumbre de esta angelical doncella, exige, no obstante, un largo, diligentísimo e ininterrumpido esfuerzo, que no terminará sino con nuestra vida. Por esto, semejante esfuerzo puede equipararse a un lento y continuado martirio, al que nos amonestan aquellas palabras de Jesucristo: El reino de los cielos se abre paso a viva fuerza, y los que pugnan por entrar lo arrebatan.
       Animémonos todos a esta lucha cotidiana, apoyados en la gracia del cielo; sírvanos de estímulo la santa virgen y mártir María Goretti; que ella, desde el trono celestial, donde goza de la felicidad eterna, nos alcance del Redentor divino, con sus oraciones, que todos, cada cual según sus peculiares condiciones, sigamos sus huellas ilustres con generosidad, con sincera voluntad y con auténtico esfuerzo.
    Juan Pablo II, 6 de julio de 2003:
    "Marietta, como era llamada familiarmente, recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos"
    "Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que la pureza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad "custodia" el amor auténtico".

    "Que santa María Goretti ayude a los jóvenes a experimentar la belleza y la alegría de la bienaventuranza evangélica: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"".

    "La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración". 
     
    Oración
        Señor, fuente de la inocencia y amante de la castidad, que concediste a tu sierva María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia, concédenos a nosotros, por su intercesión, firmeza para cumplir tus mandamientos, ya que le diste a ella la corona del premio por su fortaleza en le martirio. Por nuestro Señor Jesucristo.  -del Oficio Divino
    Película- "Cielo sulla palude" (Cielo sobre el pantano). Director: Augusto Genina. 1949
    english2.tif (4104 bytes) Documentary: "Fourteen Flowers of Pardon" -VHS, 1hora. Comprar: EWTN


    Santa María Goretti
    virgen y mártir












    María Goretti
    S
    anta María Goretti nació en Corinaldo, Italia el 16 de octubre de 1890 hija de Luis Goretti y Assunta Carlini, ambos campesinos. María fue la segunda de seis hijo.

     
    Vivió en el seno de una familia humilde y perdió a su padre a los diez años por causa del paludismo.Como consecuencia de la muerte de su padre, la madre de María Goretti tuvo que trabajar dejando la casa y los hermanos menores a cargo de ésta quien realizaba sus obligaciones con alegría y cada semana asistía a clases de catecismo.A los once años hizo su primera comunión haciéndose, desde entonces, el firme propósito de morir antes que cometer un pecado.En la misma finca donde vivía María trabajaba Alejandro Serenelli, quien se enamoró de María que en ese entonces contaba con doce años.Serenelli, a causa de lecturas impuras, se dedicó a buscar a María haciéndole propuestas que la santa rechazaba haciendo que Serenelli se sintiera despreciado.El 5 de julio de 1902 Serenelli fue en busca de María quien estaba sola en su casa y al encontrarla la invitó a ir a una recámara de la casa a lo que María se negó por lo que aquél se vio obligado a forzarla.María se negaba advirtiéndole a Serenelli que lo que pretendía era pecado y que no accedería a sus pretensiones por lo que éste la atacó con un cuchillo clavándoselo catorce veces.María no murió inmediatamente, fue trasladada a la hospital de San Juan de Dios donde los médicos la operaron sin antestcia porque no había y durante dos horas la santa soportó el sufrimiento ofreciéndo a Dios sus dolores.Antes de morir, un día después del ataque, María alcanzó a recibir la comunión y la unción de los enfermos e hizo público su perdón a Serenelli.El asesino fue condenado a 30 años de prisión donde al principio no daba muestras de arrepentimiento. La tradición cuenta que después de un sueño donde María le dijo que él también podía ir al cielo, Serenelli cambió completamente volviéndose hacia Dios y ofreciendo sus trabajos y sufrimientos en reparación de sus pecados.Después de 27 años de cárcel fue liberado y acudió a pedir perdón a la madre de la santa, quien no solo lo perdonó sino que lo defendió en público alegando que si Dios y su hija lo habían perdonado, ella no tenía porque no perdonarlo.La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a laVirgen María.Después de numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas.En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad Pío XII exhaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aún cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.
    Santa María Goretti, virgen y mártir
    fecha: 6 de julio
    n.: 1890 - †: 1902 - país: Italia
    canonización: B: Pío XII 27 abr 1947 - C: Pío XII 24 jun 1950
    hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
    Santa María Goretti, virgen y mártir, que en el transcurso de una infancia difícil, ayudando a su madre en las labores de la casa, se distinguió ya por su piedad. Cuando no contaba más que doce años, murió en defensa de su castidad, a causa de las puñaladas que le asestó un joven que intentaba violarla cuando se hallaba sola en su casa, cercana a la localidad de Nettuno, en la región del Lacio, en Italia.
    refieren a este santo: Beata Carolina Kózka
    oración:
    Señor, fuente de la inocencia y amante de la castidad, que concediste a tu sierva María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia, concédenos a nosotros, por su intercesión, firmeza para cumplir tus mandamientos, ya que le diste a ella la corona del premio por su fortaleza en el martirio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

    María Goretti nació en 1890 en Corinaldo, pueblecito que dista unos cincuenta kilómetros de Ancona. Era hija del campesino Luis Goretti y de su esposa, Asunta Carlini. La familia se componía de seis hijos. En 1896, Luis Goretti se trasladó con su familia a Colle Giantruco, cerca de Galiano, y más tarde a Ferriere di Conca, no lejos de Nettuno, en la Campania Romana. Poco después de su llegada a esta última población, Luis Goretti enfermó de malaria y murió. Su esposa tuvo que encargarse del sostenimiento de la familia. La lucha por la vida era dura, de suerte que en la casa se contaba hasta el último céntimo. María, a la que se llamaba ordinariamente Marietta, era la más alegre y la más cariñosa con su madre.

    Un cálido atardecer de julio de 1902, María se había sentado en lo alto de la escalera de la casa para remendar una camisa. Aunque aún no cumplía los doce años, era ya toda una mujercita, pues en Italia las niñas se desarrollan más rápidamente que en los países nórdicos. Una carreta se detuvo delante de la puerta de la casa, y un joven de dieciocho años, llamado Alejandro, vecino de la familia Goretti, subió rápidamente las escaleras. Alejandro invitó a María a entrar en una de las habitaciones. No era la primera vez que esto sucedía, y María rechazó de nuevo la invitación. Entonces el joven la hizo entrar a empellones y cerró la puerta.

    María opuso resistencia y trató de pedir auxilio; pero, como Alejandro la tenía agarrada por el cuello, a duras penas pudo musitar sus protestas y jurar que prefería morir antes que entregársele. Al oír esto, el joven desgarró el vestido de la muchacha y la apuñaló brutalmente. María cayó por tierra pidiendo auxilio. Alejandro le clavó todavía una vez más el puñal en la espalda y huyó. La joven fue transportada al hospital en una ambulancia, pero su estado era desesperado. Las últimas horas de su vida fueron conmovedoras; recibió con ingenuidad de niña el santo viático; trató de persuadir a su madre de que descansase un poco y perdonó de todo corazón a su agresor. Confesó también que, desde hacía tiempo, tenía miedo de Alejandro, pero que no había dicho nada por no causar molestias a su familia. Su muerte tuvo lugar veinticuatro horas después de la agresión. La madre de la joven, una noble dama española, dos religiosas y el párroco de Nettuno, habían permanecido junto a la cabecera de su cama toda la noche.

    Alejandro fue condenado a treinta años de prisión. Durante largo tiempo se mostró brutal y obstinado en no arrepentirse de su pecado. Pero una noche, tuvo un sueño en el que vio a María que recogía flores en un prado y venía n ofrecérselas. A partir de ese instante, cambió totalmente; se convirtió en un prisionero ejemplar, y fue indultado cuando había cumplido veintisiete años de su condena.

    Entre tanto, la fama de María Goretti se había extendido por todo el mundo, y el pueblo cristiano empezó a tener noticias de la santidad de la vida que la joven había llevado antes de su muerte prematura. Se la invocaba ya como una santa, y su intercesión obró varios milagros. Por fin, se introdujo formalmente su causa de beatificación. María Goretti fue solemnemente beatificada por Pío XII el 27 de abril de 1947. El Sumo Pontífice salió al balcón del Vaticano, acompañado por la madre de María, que tenia entonces ochenta y dos años, y por dos de sus hermanas y uno de sus hermanos. Pío XII habló a los peregrinos, venidos de todo el mundo, comparando a la beata María con santa Inés y denunciando la obra de corrupción que en la juventud llevan a cabo el teatro, el cine y la moda. Según dijo el Pontífice, «en nuestros días se envía a las mujeres aun al servicio militar, y las consecuencias de esto son muy graves». Tres años después, el mismo Pío XII canonizó a María Goretti en la Plaza de San Pedro, ante la multitud más numerosa que se haya reunido hasta ese momento con motivo de una canonización. El asesino de la santa vivía aún.

    El hecho de que una muerte sea injusta y violenta no basta para el martirio, aunque pudieran hacerlo creer así algunas de las canonizaciones «por aclamación popular» de los primeros tiempos de la Iglesia. Por ejemplo, es errónea la idea de que santa Juana de Arco fue mártir. En cambio, santa María Goretti es verdaderamente mártir, pues murió por defender una virtud inculcada por la fe cristiana. Por otra parte, como lo dijo el cardenal Salotti, «la santidad de su vida ordinaria hubiera sido suficiente para elevarla al honor de los altares, aunque no hubiese sido mártir». El caso de María Goretti es único en la hagiología.

    Su breve y conmovedora biografía apareció en todos los diarios del mundo con motivo de su beatificación. En Vari sacre, mayo-junio de 1951, p. 14 hay una serie de fotografías que ilustran la evolución iconográfica de esta santa. Lamentablemente no están en el sitio del Vaticano, ni transcriptas en Acta Apostolicae Sedis la homilía de SS Pío XII en la beatificación ni en la canonización, sin embargo, en AAS 39 (1947), pág 352ss. está copiada entera y en italiano la interesante alocución del Papa a los peregrinos al día siguiente de la beatificación. El cuadro reproducido es del artista Brovelli, pintado sobre la base de la imagen de la madre de María, ya que no existen fotos de la santa.
    fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
     
     
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