viernes, 26 de julio de 2013

José Calasanz Marqués, Beato

Sacerdote y Mártir, Julio 29
 
José Calasanz Marqués, Beato
José Calasanz Marqués, Beato
Martirologio Romano: En Valencia, en España, beato José de Calasanz Marqués, presbítero de la Sociedad Salesiana y mártir, que derramó su sangre por Cristo en la persecución.

El Padre José Calasanz (1872-1936) nació en Azanuy. En 1886 vio a Don Bosco en Sarriá, quien ya se encontraba en esa época cansado y sufriendo.

Se convirtió en Salesiano en 1890 y en sacerdotes cinco años más tarde. Fue secretario de Don Rinaldi y después superior provincial en Perú y Bolivia. Después regresó a España para convertirse en Provincial de Terraconense (Barcelona – Valencia).

Era un hombre de gran corazón y muy trabajador, desde el inicio interesado en la salvación de sus cofrades.

Fue capturado junto con otros Salesianos mientras llevaba a cabo un Retiro en Valencia. Fue asesinado mientras lo llevaban, con un solo disparo en la cabeza.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001 junto a otros 232 mártires españoles en Valencia.
 
 
Beato José de Calasanz Marqués, presbítero y mártir
fecha: 29 de julio
†: 1936 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 11 mar 2001
hagiografía: Aciprensa
En Valencia, igualmente en España, beato José Calasanz Marqués, presbítero de la Sociedad de San Francisco de Sales y mártir, que derramó su sangre por Cristo en esa misma persecución.

Pariente lejano del Santo Fundador de los Escolapios, había nacido en (Huesca) el 23 de noviembre de 1872. Conoció a Don Bosco en la visita que hizo a Barcelona en 1886, ya que era entonces interno en la incipiente Casa Salesiana de Sarriá. Habiendo profesado a los 18 años, cinco años más tarde, en Navidades de 1895, cantaba allí mismo su Primera Misa.

Secretario del Siervo de Dios don Felipe Rinaldi durante diez años, se le encargó después de la dirección del Colegio de La Esmeralda en las Corts de Sarriá, que en 1905 se trasladaba a Matará. Dejó esta Casa en 1916 para dirigir la de Camagüey (Cuba), de donde pasó a ser Provincial de la Inspectoría Boliviano-Peruana, y desde 1925 de su Inspectoría de procedencia, la Tarra­conense. Se distinguió por su gran corazón, lleno de amor a los Hermanos, a los Superiores y a la Congregación, demostrado con una actividad incansable en su servicio. Sereno mientras la persecución arreciaba, así habló a un Herma­no que le exponía sus temores: —Hijo mío, debemos tener más confianza en la Divina Providencia. De todos modos, creo que estoy en gracia de Dios.

Habiendo pasado con los demás salesianos una semana en la cárcel de Valencia, fue detenido por unos milicianos de Mislata, que al ver la sotana en su maletín, le preguntaron si era cura: —Sí, soy Sacerdote Salesiano, res­pondió con calma y dignidad. Fue conducido de pie en un camión hacia Valencia, y al llegar al Puente de San José, el disparo de un fusil que llevaba un mozalbete, desobediente a quien le indicaba el peligro anejo a la forma de llevar el arma, acabó con su vida. Los dos salesianos que le acompañaron fueron testigos de su inmola­ción, consecuencia del odio al sacerdote. Era el 29 de julio de 1936.


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y compañeros, mártires

Memoria libre

 

El 18 de julio de 1936 estalló la guerra civil en España, acompañada, en ocasiones, de persecución religiosa. Laicos, religiosos y sacerdotes fueron encarcelados y asesinados por su fe religiosa, entre ellos 29 salesianos (entre los cuales el P. Inspector don José Calasanz) de la antigua Inspectoría Tarraconense, 2 Hijas de María Auxiliadora (sor Carmen Moreno y sor Amparo Carbonell) de la Inspectoría de Santa Teresa de Jesús, y un laico (Alejandro Planas), los que dieron su vida entre julio de 1936 y abril de 1938. Murieron dando ejemplo de fidelidad a su fe cristiana y a su vocación salesiana, con sentimientos de confianza en Dios y de perdón a sus asesinos.

Del común de varios mártires.

Oficio de lectura


lectura segunda

De las cartas que los beatos José Calasanz, Jaime Ortiz y Julio Junyer escribieron en aquellos momentos.

[Positio super martyrio servorum Dei Josephi Calasanz et sociorum, Roma 1995. Informatio pp. 103-104 y 170; Summarium, pp. 204-205]

Nuestra confianza está puesta en Dios,  en la protección de María  uxiliadora
y de nuestro Padre San Juan Bosco


Desde el cautiverio en la cárcel de Valencia escribía el Inspector, don José Calasanz, a don Pedro Ricaldone, Rector Mayor de la Congregación Salesiana, informándole sucintamente de la situación que se estaba viviendo: «Sólo unas líneas para comunicarle noticias de algunos y mías, ya que de otros no me es posible. Estábamos en Ejercicios Espirituales en nuestra Casa de Valencia y pensábamos terminarlos hoy. A pesar de haberse declarado la huelga general el lunes, pasamos tranquilos todo el día y la primera parte de la noche; pero desde la una de la madrugada comenzaron a sonar disparos alrededor de toda nuestra casa, y se iban repitiendo constantemente llegando a romper los cristales de nuestras ventanas los proyectiles que disparaban contra la Casa; después hemos sabido que desde el anochecer tenían sitiada la casa. Ya puede imaginar la honda impresión y hasta miedo con que apresuradamente nos levantamos todos, y más no habiendo en casa una triste arma con que defendernos, si por ventura hubiéramos tratado de hacerlo; pero sin arma alguna, ¿qué podíamos hacer? Para fortificar nuestras almas y para evitar una profanación algunos fueron a la iglesia a retirar el Santísimo y comulgamos todos, consumiendo todas las sagradas formas. Sobre las cinco de la mañana y convencidos seguramente de que no nos defendíamos por que no teníamos armas, asaltaron nuestra Casa y, destruyendo cuanto encontraban a su paso, llegaron donde estábamos todos reunidos. Según cálculos debían ser más de doscientos los asaltantes, y venían empuñando toda clase de armas y hasta palos: nos cachearon y nos encerraron en una habitación. Según nos dieron a entender, la intención era la de asesinarnos. Pocos momentos después llegaron las fuerzas de seguridad, que tan repetidamente habíamos reclamado durante toda la noche desde que notamos los primeros disparos. Creíamos que estas fuerzas, reclamadas por nosotros, venían en nuestro socorro, pero lo acontecido es que nos han traído a todos (37 de los nuestros y 5 empleados) a esta cárcel celular de Valencia, desde donde le escribo no sé en calidad de qué: alguno me ha dicho que como presos gubernativos, y hasta creo se ha dicho que acusados de haber hecho disparos, lo que es completamente falso porque, como he dicho, no teníamos en casa ni una triste arma. No sé el tiempo que nos tendrán aquí: Dios sabe si se prolongará por unos días o por semanas; y sé mucho menos la muerte que puede esperarnos. Pero nuestra confianza está puesta en Dios y en la protección de María Auxiliadora y de nuestro Padre San Juan Bosco: no dudamos tampoco de su bendición y de las oraciones de usted y demás Superiores y hermanos. Ya puede figurarse cuánto lamento no poder comunicarle noticias de ninguna Casa: estamos incomunicados, y las noticias de este movimiento sedicioso son lo más contradictorias. Por si puede salir pronto esta carta, pongo punto final, encomendándonos a sus oraciones y pidiendo su bendición».

También el salesiano coadjutor Jaime Ortiz, semanas antes de morir, escribió a su madre dos cartas, de las que entresacamos los siguientes sentimientos: «Tal vez Dios nuestro Señor ha permitido este estado de cosas para que no nos durmamos, para que trabajemos con nuevos bríos,  para que sólo busquemos su mayor gloria y no nuestro bienestar... No todo sale como nos gustaría a nosotros o nos parece mejor. Seguramente Dios nuestro Señor sacará muchísimo bien así, mejor que de otra manera, y por esto ha permitido este aparente fracaso [...] Ciertamente estaréis preocupados por lo que pudiera ocurrirnos si continuasen las salvajadas de los últimos días... Nosotros seguimos trabajando normalmente, tanto los salesianos como los chicos, con tranquilidad, sin preocuparnos gran cosa por lo que pueda ocurrir. Quiero decir, sin dejarnos abatir por el pesimismo... Ya veremos cuánto nos querrá probar el Señor... Rezad para que amemos un poco más nuestra vocación y contribuyamos en lo que podamos, a la mayor gloria de Cristo Rey».

Por su parte, el sacerdote Julio Junyer escribía a su primo, horas antes de su muerte: «Apreciado Paco: Ha llegado el día último de mi vida y a ti y a toda la familia dirijo mi último saludo, que quisiera ser un abrazo. Os espero en el cielo, al cual espero poder ir por la misericordia de Dios. Muero inocente; y ofrezco mi vida al Señor por el bien de la Iglesia y de España. En cuanto a mis padres, tu prudencia te dirá lo que debes  hacer. A los jueces que me condenaron, de todo corazón los perdono. Nada más, Paco. De la tía Salvadora pido sólo resignación y conformidad con la voluntad de Dios. Rogad por mí y hasta el cielo».

 

responsorio (Sab 3,9; 4,15).

R/. Los que ponen en Dios su confianza comprenderán la verdad, * y los fieles permanecerán junto a él en el amor.

V/. Los fieles del Señor hallan gracia y misericordia, y él salva a sus santos. * Y los fieles.

Oración final como en Laudes

 

Laudes

Ant. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Preces

Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo fiel, y, al recordar, hoy a nuestros hermanos que murieron por la fe, supliquémosle, diciendo: Nos has comprado con tu sangre, Señor.

Por la intercesión de nuestros hermanos mártires, que entregaron libremente su vida como testimonio de fe,

- concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesión de nuestros hermanos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,

- concédenos, Señor, la audacia y la constancia en la fe.

Por la intercesión de nuestros hermanos mártires, que, soportando la cruz, siguieron tus pasos,

- concédenos, Señor, vencer con generosidad las contrariedades de la vida.

Por la intercesión de nuestros hermanos mártires, que lavaron su manto en la sangre del Cordero,

- concédenos, Señor, entregar nuestra vida al servicio de los jóvenes.

Padre nuestro.

Oración

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a los beatos mártires José Calasanz y compañeros la gracia de morir por Cristo, concédenos fuerza en nuestra debilidad para que también nosotros nos mantengamos fuertes en la confesión de tu nombre y en la fidelidad a la vocación salesiana. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

Ant. Dichosos vosotros si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.

Preces

A la misma hora que Jesucristo, Rey de los mártires, ofreció su vida en la última cena y la entregó en la cruz, démosle gracias, diciendo: Te glorificamos, Señor.

Porque nos has amado hasta el extremo, Salvador nuestro, Rey de los mártires:

- Te glorificamos, Señor.

Porque sigues llamando a los pecadores a la conversión y al banquete del Reino:

- Te glorificamos, Señor.

Porque has dado a tu Iglesia el sacrificio de la nueva alianza en tu sangre, derramada para el perdón de los pecados:

- Te glorificamos, Señor.

Porque, con su gracia, nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora termina:

- Te glorificamos, Señor.

Porque has asociado a tu muerte a todos nuestros hermanos difuntos:

- Te glorificamos, Señor.

Padre nuestro.

Oración final como en Laudes

Misa

Colecta

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a los beatos mártires José Calasanz y compañeros la gracia de morir por Cristo, concédenos fuerza en nuestra debilidad para que también nosotros nos mantengamos fuertes en la confesión de tu nombre y en la fidelidad a la vocación salesiana. Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas

Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos en la conmemoración de tus mártires, y concédenos la gracia de permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo.

Prefacio del común de mártires

Poscomunión

Señor, que tus dones den fruto en nosotros y que la comunión recibida en memoria de nuestros hermanos mártires nos alcance la salvación y la paz. Por Jesucristo.

Lecturas de la Misa

Primera lectura (Rom 8,31b-35.37-39)

Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos

Ni la muerte ni la vida, podrá apartarnos del amor de Dios

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con El? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, pero en todo esto vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado. Pues estoy convencido que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Salmo responsorial (30,3b-4.6-7a.8a.16b-17; R.: 6a)

R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Sé la roca de mi refugio, / un baluarte donde me salve, / tú que eres mi roca y mi baluarte; / por tu nombre dirígeme y guíame.

A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu; / tú, el Dios leal, me librarás. / Yo confío en el Señor, / tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Líbrame de los enemigos que me persiguen; / haz brillar tu rostro sobre tu siervo, / sálvame por tu misericordia.

Aleluya y versículo antes del evangelio (cf. Jn 12,24)

Aleluya, aleluya. El grano de trigo que cae en tierra, al morir da mucho fruto. Aleluya.

Evangelio (Jn 12,24-26)

Lectura del evangelio según san Juan.

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva el Padre le premiará.

Oración de los fieles

Oremos, hermanos, a Dios Padre que, por intercesión de los mártires, nos concede la gracia de testimoniar la fuerza salvadora del Evangelio de Jesucristo.

1. Por la santa Iglesia de Dios: para que, confortada por el sacrificio de los mártires, penetre cada vez más en el misterio redentor de la Cruz.

2. Por los misioneros, catequistas y todos los agentes de pastoral: para que siembren con generosidad y sin desánimo la simiente del Evangelio en el corazón de los jóvenes que buscan sentido a su vida.

3. Por las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada: para que sepan escuchar la llamada de Cristo a seguirlo más de cerca, al servicio del mundo y de la Iglesia.

4. Por los que participamos en esta eucaristía: para que afrontando firmes en la fe las dificultades de la vida de cada día, sigamos a Cristo con generosidad.

Padre, tú diste al mártir José Calasanz y a sus compañeros la gracia de entregar su vida por el Evangelio, concédenos la fuerza del Espíritu para ser cada día mejores discípulos de tu Hijo. Que vive y reina.

 
 

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