martes, 7 de febrero de 2012

Testamento de San Francisco de Asís




¿Qué está a la base del abrazo de Francisco al leproso? ¿Cuál es la opción fundante en la vida de Francisco? ¿Es una opción puramente sociológica o humanitaria, o es fundamentalmente una opción cristológica? Para responder a estas u otras preguntas semejantes volvamos un momento atrás y partamos de los textos.

Antes de preguntarse “Señor, ¿qué quieres que haga”, Francisco escucha del Señor: “Francisco, ¿quién piensas podrá beneficiarte más: el señor o el siervo, el rico o el pobre?” A lo que Francisco respondió: “El señor y el rico”. El Señor le responde: “¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo y por un pobre hombre dejas a un Dios rico?” (LM 3)

San Francisco de Asís. Aprobación de la Regla

Aprobación de la regla por el Papa. Comvento franciscanos de Teruel (España)

Vemos que en el origen de la vocación de Francisco está única y exclusivamente lo que los biógrafos llamarán “la clemencia divina” (cf LM 3) o “el don que se le había dado de lo alto” (1 Cel 5). Él mismo lo reconocerá claramente al hablar de su encuentro con el leproso: “El Señor mismo me llevó entre ellos...” Es la experiencia de toda vocación. Jeremías podrá decir: “Me sedujiste Señor...”, mientras Amós confesará: “El Señor me tomó de detrás del rebaño...” (Am 7, 15). Lo mismo sucede con los primeros discípulos: “... y les dijo: Venid conmigo” (Mt 4, 19). A esta iniciativa, como en el caso de los profetas o de los primeros discípulos, Francisco responde prontamente “Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica” (1 Cel 22).

Es significativo cuanto nos dice san Buenaventura después de relatarnos el sueño que tuvo camino de la ciudad de Pulla. Ante la invitación del Señor: “Vuélvete a tu tierra”, Francisco, dice el Doctor Seráfico, “al despuntar el nuevo día, lleno de seguridad y gozo, vuelve apresuradamente a Asís” esperando, en actitud obediente -“convertido ya en modelo de obediencia”- que el Señor le dé a conocer su voluntad (LM 3).

Iniciativa vocacional por parte del Señor, respuesta generosa y rápida, por parte del Poverello. Es significativo a este respecto cuanto nos dice Celano. Francisco después de escuchar el Evangelio de la misión en la Porciúncula –dice su biógrafo-, “rebosando de alegría, se apresura inmediatamente a cumplir la doctrina saludable que acaba de escuchar” (1 Cel 22).

Por lo dicho, y por cuanto diremos a continuación, pienso que a la base de la respuesta vocacional de Francisco, en esta primera etapa de su conversión, esté precisamente la opción de seguir al Señor, en lugar de seguir al siervo; de seguir al Dios rico, en lugar de seguir a un pobre hombre. Su opción es una opción de fe. Su opción de base es una opción en favor del Señor que muy pronto llegará a serlo todo en su vida, “Deus meus et omnia”: “Todo bien, sumo bien..., toda riqueza a satisfacción” (AlD, 1ss)

El abrazo del leproso de parte de Francisco, o mejor aún el “ir entre ellos”, no es un simple gesto de compasión, cercanía o solidaridad. Para el Poverello es mucho más: Es el abrazo a Cristo pobre y crucificado, pues, como dice san Buenaventura. “si en alguno veía alguna carencia o necesidad, llevado de la dulzura de su piadoso corazón, lo refería a Cristo mismo” (LM 8, 5). Abrazar al leproso es abrazar la forma de vida semejante a la de Cristo, tal y como se lo revelará en la escucha del Evangelio en la Porciúncula (cf 1 Cel 22). Abrazar a los últimos es para Francisco inseparable del abrazo con el Señor y con la forma de vida de “altísima pobreza”, que abrazaron el Hijo y “su pobrecilla madre”. Pero, al mismo tiempo, el “abrazo al leproso” es inseparable “del abrazo a los hermanos” (dimensión fraterna de nuestra vida) y del abrazo a los “pobrecillos sacerdotes” que “viven según la forma de la santa Iglesia romana” (dimensión eclesial de nuestra vocación y misión). En otras palabras, bien podemos decir que cualquier opción en favor de los “leprosos” y “excluidos” ha de hacerse desde un corazón transformado que nos posibilite vivir “sine proprio” (2 R 1, 1), y ha de hacerse en comunión con los hermanos y con la Iglesia. El Señor que llevó a Francisco entre los leprosos, fue el mismo que le dio hermanos y le reveló que debía vivir “según la forma del santo Evangelio”(Test 14), y el mismo que le dio “tanta fe” en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana.

Testamento de San Francisco de Asís

(1226)


Entre todos los escritos que conservamos de San Francisco es este tal vez el que podemos llamar "más suyo". Junto con la Regla, pide Francisco sea guardado (i.e. practicado y vivido) sencillamente y sin glosa hasta el fin (v. 39). No todos los autores están de acuerdo en torno al lugar y la fecha de composición. Se tiende a datar en los últimos días de su vida y por tanto en la Porciúncula.

El testamento es un canto a la historia de Francisco con el Señor y del Señor con él. Tiene un claro carácter autobiográfico leido desde la perspectiva del seguimiento vivido en la Iglesia que Jesús quiso. Hay ciertos subrayados que hacen pensar en el querer diferenciar y tomar distancia de otros movimientos pauperistas como los cátaros o albigenses: la fe en los sacerdotes (v. 6) que administran el cuerpo y sangre de Cristo (v. 10); la honra a los teólogos que administran las palabras divinas (v. 13). Podemos percibir también las primeras tensiones internas de la Orden en las recomendaciones a vivir del trabajo, el no pedir Iglesias a la curia romana "so pretexto de predicación", la instistencia en la obediencia al ministro general, etc.

Por sobre todo, el Testamento es una bendición para sus hermanos, porque es el legado de su propia vida de configuración con Cristo pobre y humilde, peregrino y mendicante.

TESTAMENTO


1 El Señor me dio de esta manera, a mi el hermano
Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en
efecto, cómo estaba en pecados, me parecía muy
amargo ver leprosos.

2 Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y
practique con ellos la misericordia.

3 Y, al separarme de los mismos, aquello que me
parecía amargo, se me torno en dulzura de alma y del
cuerpo; y después de esto, permanecí un poco de
tiempo y salí del siglo.

4 Y el Señor me dio una fe tal en las iglesias que
oraba y decía así sencillamente:

5 Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus
iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos,
porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

6 Después de esto, el Señor me dio, y me sigue dando
una fe tan grande en los sacerdotes que viven según
la norma de la santa Iglesia romana, por su
ordenación que si me viese perseguido, quiero
recurrir a ellos.

7 Y si tuviese tanta sabiduría cómo la que tuvo
Salomón v me encontrase con algunos pobrecillos
sacerdotes de este siglo en las parroquias en que
habitan no quiero predicar al margen de su voluntad.

8 Y a estos sacerdotes y a todos los otros quiero
temer,amar y honrar cómo a señores míos.

9 Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en
ellos al Hijo de Dios y son mis señores

10 Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada
veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios
sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que
ellos reciben y solos ellos administran a otros.

11 Y quiero que estos santísimos misterios sean
honrados y venerados por encima de todo y colocados
en lugares preciosos.

12 Y cuando encuentre en lugares indebidos los
santísimos nombres y sus palabras escritas, quiero
recogerlo, y ruego que se recojan y se coloquen en
lugar decoroso.

13 Y debemos también honrar y tener en veneración a
todos los teólogos y a los que nos administran las
santísimas palabras divinas, cómo a quienes nos
administran espíritu y vida (cf.Jn 6,64).

14 Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me
mostraba que debía hacer sino que el altísimo mismo
me revelo que debía vivir según la forma del santo
Evangelio.

15 Y Yo lo hice escribir en pocas palabras y
sencillamente y el señor papa me lo confirmo.

16 Y los que venían a tomar esta vida, daban a los
pobres todo lo que podían tener (Job 1,3), y se
contentaban con una túnica remendada por dentro y
por fuera; con el cordón y los calzones.

17 Y no queríamos tener mas.

18 El oficio lo decíamos los clérigos al modo de los
otros clérigos, y los laicos decían padrenuestros; y
bien gustosamente permanecíamos en iglesias.

19 Y éramos indoctos y estábamos sometidos a todos.

20 Y yo trabajaba con mis manos, y quiero trabajar; y
quiero firmemente que todos los otros hermanos
trabajen en algún oficio compatible con la decencia.

21 Los que no lo saben, que lo aprendan, no por la
codicia de recibir la paga del trabajo sino por el
ejemplo y para combatir la ociosidad.

22 Y cuando no nos den la paga del trabajo, recurramos
a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en
puerta.

23 El Señor me revelo que dijésemos este saludo: El
Señor te de la paz.

24 Guárdense los hermanos de recibir en modo alguno
iglesias, moradas pobrecillas, ni nada de lo que se
construye para ellos, si no son cómo conviene a la
santa pobreza que prometimos en la Regla,
hospedándose siempre allí cómo forasteros y
peregrinos (cf.Gen 23,4; Sal 38,13; 1Pe 2,11).

25 Mando firmemente por obediencia a todos los hermanos
que, estén donde estén, no se atrevan a pedir en la
curia romana ni por si ni por intermediarios, ningún
documento en favor de una iglesia o de otro lugar,
ni so pretexto de predicación, ni por persecución de
sus cuerpos;

26 sino que, si en algún lugar no son recibidos,
márchense a otra tierra a hacer penitencia con la
bendición de Dios.

27 Y quiero firmemente obedecer al ministro general de
esta fraternidad y al guardián que le plazca darme.

28 Y de tal modo quiero estar cautivo en sus manos, que
no pueda ir o hacer fuera de la obediencia y de su
voluntad, porque es mi señor.

29 Y aunque soy simple y enfermo, quiero sin embargo,
tener siempre un clérigo que me recite el oficio
cómo se contiene en la Regla.

30 Y todos los otros hermanos estén obligados a
obedecer de este modo a sus guardianes y a decir el
oficio según la Regla.

31 Y a los que se descubra que no rezan el oficio según
la Regla y quieran variarlo de otro modo, o que no
son católicos, todos los hermanos, sea donde sea,
estén obligados por obediencia, dondequiera que
hallen a uno de estos, a presentarlo al custodio mas
cercano del lugar donde lo descubran.

32 Y el custodio este firmemente obligado, por
obediencia, a custodiarlo fuertemente, cómo a hombre
en prisión día y noche, de manera que no pueda ser
arrebatado de sus manos hasta que en propia persona
lo consigne en manos de su ministro.

33 Y el ministro este firmemente obligado, por
obediencia, a remitirlo por medio de tales hermanos,
que lo custodien día y noche cómo a hombre en
prisión, hasta que lo lleven a la presencia del
señor de Ostia, que es el señor, protector y
corrector de toda la fraternidad.

34 Y no digan los hermanos: Esta es otra Regla; porque
esta es una recordación, amonestación y exhortación
y es mi testamento, que yo, el hermano Francisco,
pequeñuelo, os hago a vosotros, mis benditos
hermanos, para que mejor guardemos catolicamente la
Regla que prometimos al Señor.

35 Y el ministro general y todos los otros ministros y
custodios estén obligados, por obediencia, a no
añadir ni quitar nada en estas palabras.

36 Y tengan siempre consigo este escrito junto a la
Regla.

37 Y en lodos los capítulos que celebran cuando leen la
Regla, lean también estas palabras.

38 Y a todo mis hermanos, clérigos y laicos, mando
firmemente, por obediencia, que no introduzcan
glosas en la Regla ni en estas palabras, diciendo:

39 Esto quieren dar a entender; sino que así cómo me
dio el Señor decir y escribir sencilla y puramente
la Regla y estas palabras, del mismo modo las
entendáis sencillamente y sin glosa, y las guardéis
con obras santas hasta el fin.

40 Y todo el que guarde estas cosas, sea colmado en el
cielo de la bendición del altísimo Padre, y sea
colmado en la tierra de la bendición de su amado
Hijo, con el santísimo Espíritu Paráclito y con
todas las virtudes de los cielos y con todos los
santos.

41 Y yo el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo
siervo, os confirmo cuanto puedo, interior y
exteriormente esta santísima bendición.


TESTAMENTO DE SIENA

Este texto fue dictado según la leyenda de Perusa al hermano Benito de Piratro entre abril y mayo de 1226. Según el texto de la leyenda: "Una tarde sintió ganas de vomitar debido a sus males de estómago. Los esfuerzos que hizo fueron tan grandes, que empezó a echar sangre, y continió echándola toda la noche hasta la madrugada. Viendo sus compañeros que casi moría por la debilidad y por los dolores de la enfermedad, con inmensa pena y llorando le dijeron: 'Padre, bendícenos y bendice a todos tus hermanos'.. El les dijo: 'Que se acerque a mí el hemano Benito de Piratro'... Acercándose el hermano, el bienaventurado Francisco le dijo: 'Escribe...'


1 Escribe cómo bendigo a todos mis hermanos, a los que
están en la Religión y a los que han de venir hasta
la consumación del siglo.

2 Como, a causa de la debilidad y el dolor de la
enfermedad, no me encuentro con fuerzas para hablar,
declaro brevemente a mis hermanos, mi voluntad en
estas tres palabras:

3 Que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi
testamento, se amen siempre mutuamente,

4 que amen siempre a nuestra señora la santa pobreza y
la guarden,

5 y que vivan siempre fieles y sumisos a los prelados
y a todos los clérigos de la Santa Madre Iglesia.


Escritos de san Francisco de Asís


San Francisco de Asís la película:


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