Hermanos y hermanas, gracia y paz, paz y bien a todos. Esta meditación se encuentra en el capítulo I de la parte IV de la Imitación de Cristo y a propósito de la Cuaresma la quiero compartir con Uds.
Discípulo:
1. Éstas son tus palabras, Cristo, Eterna Verdad,
aunque no las dijiste en el mismo tiempo
ni luego se escribieron en un solo lugar.
Pero porque tuyas son, y verdaderas
te las agradezco y a todas ellas las recibo con fe.
Son tuyas porque tú las proclamaste
pero también son mías
porque las dijiste para mí.
Con gusto las recibo de tus labios
para introducirlas profundamente en mi corazón.
Animan palabras tan piadosas
llenas de bondad y amor.
Pero me atemorizan mis propias maldades
y mi conciencia manchada se resiste a recibir
misterio tan grande.
2. Ordenas que llegue a ti confiadamente
si quiero participar contigo
y que reciba este alimento inmortal
si deseo obtener vida y gloria eterna.
Dices: “Vengan a mí todos los que están cansados
por el esfuerzo y agobiados
porque yo los aliviaré”. (Mt 11,28).
¡Con qué agradables y amistosas palabras
para los oídos de un pecador,
invitas tú, Señor Dios mío al necesitado y pobre
a la comunión de tu Santísimo Cuerpo!
Pero ¿quién soy yo, Señor
para que me atreva a acercarme a ti?
Todo el cielo no es suficiente para darte cabida
y tú dices: ¡Vengan a mí!
3. ¿Qué quiere decir esta bondadísima atención
y esta invitación tan amigable?
¿Cómo voy a atreverme yo a venir
si no encuentro nada en mi conciencia
de lo que pueda enorgullecerme?
¿Cómo voy a invitarte a entrar en mi casa
habiendo ofendido tu presencia tantas veces?
Te reverencian los ángeles y arcángeles,
se atemorizan los santos y justos,
y tú dices ¡Vengan a mí todos!
Si no fuera, Señor, porque tú lo dices
¿quién creería que es cierto?
Y si Tú no ayudaras
¿quién intentaría acercarse?
4. Hasta el mismo Noé, persona justa,
trabajó cien años fabricando el arca
para poderse salvar con pocos
y yo ¿cómo podré prepararme en una hora
para recibir con el mayor respeto
a quien fabricó el Universo?
Moisés, tu gran servidor y especial amigo tuyo
hizo un arca con maderas finísimas
y la recubrió con el oro más puro,
para colocar dentro de ella las tablas de la ley.
Y yo, ser despreciable
¿me atreveré tan fácilmente a recibirte a ti,
hacedor de la ley y Dador de la vida?
Salomón, el sabio rey de Israel,
demoró 7 años en edificar un templo en tu honor
y durante 8 días festejó su consagración
ofreció mil sacrificios en señal de paz contigo
y colocó solemnemente el Arca de la Alianza
en medio del clamor de las trompetas y del júbilo;
Y yo, infeliz y pobrísimo
¿cómo voy a invitarte a entrar en mi casa
si apenas aprendía pasar media hora con devoción?
¡y ojalá que alguna vez emplease bien media hora!
5. Dios mío, ¿qué cosa no hicieron ellos para agradarte?
¡Qué poco es lo que yo hago!
¡Qué mal empleo el corto tiempo
que dedico a prepararme a recibirte!
Rara vez estoy de verdad recogido
y rarísima vez me libero de toda distracción.
Y claro está, en la saludable presencia de tu Divinidad
no debería ocurrírseme ningún pensamiento indecente ni pensar en alguna otra cosa ya que voy a brindar hospitalidad, no a un ángel, sino al Señor de los Ángeles.
6. Por supuesto, hay gran distancia entre el Arca de la Alianza con su contenido
y tu Purísimo Cuerpo con sus indescriptibles virtudes,
entre esos sacrificios de la antigua ley que simbolizan los futuros,
y la verdadera ofrenda de tu Cuerpo
que da sentido a todos esos antiguos sacrificios.
7. ¿Por qué, pues, no me enciendo ante tu presencia?
¿Por qué no me preparo con mayor solicitud a tu Santa Comunión
cuando todos esos santos y profetas de antaño,
reyes y gobernantes con el pueblo entero
demostraron tan afectuosa disposición para el culto divino?
8. El rey David bailó con todas sus fuerzas ante el Arca de la Alianza
conmemorando los beneficios que en tiempo pasado habías otorgado a sus antecesores,
Compuso diversas melodías,
creó salmos y mandó que se cantasen con alegría;
el mismo, inspirado por el Espíritu Santo,
los acompañó frecuentemente con instrumentos,
enseñó al Pueblo de Israel a festejar a Dios de corazón,
a bendecirlo y manifestarlo con voces armoniosas.
Si entonces era tan grande la disposición y el afán de festejar a Dios ante el Arca de la Antigua Alianza
¿Cómo deberá ser ahora para mí y todo el pueblo cristiano
el respeto y devoción en presencia del Sacramento
en el que se recibe el incomparable Cuerpo de Cristo?
9. Muchos emprenden peregrinaciones a diversos lugares
para visitar los sitios donde se encuentran los restos de los santos,
Y maravillados escuchan sus historias,
admiran la arquitectura de los grandes santuarios
inspeccionan y veneran los huesos de los santos
envueltos en sedas y oro.
¡Y Tú Dios mío, Santísimo, Creador de la Humanidad y Señor de los Ángeles,
te encuentras aquí mismo, en el altar, junto a mí!
Con frecuencia las personas realizan tales visitas por la novelería
y por la curiosidad de apreciar cosas que nunca han visto.
Y esto les sirve de poco para reformarse
principalmente cuando lo hacen por motivos superficiales sin intención seria de reformarse.
En cambio aquí, en el Sacramento del Altar
estás todo presente, mi Dios y verdadero Hombre Cristo Jesús.
Y en este lugar sí se cosechan frutos abundantes de salud eterna
cada vez que se quiere recibirlos con dignidad y devoción.
A esto, de verdad, no nos empuja alguna ligereza, curiosidad o sensiblería
sino la sólida fe, la decidida confianza y el sincero amor.
10. Creador Invisible del Universo, Dios mío,
¡qué maravillosamente haces todo para nosotros!
¡Con cuánta delicadeza y condescendencia te portas con tus elegidos
ofreciéndote en el Sacramento para que te reciban!
Esto de verdad, supera toda capacidad intelectual
y por lo mismo atrae especialmente las voluntades de las personas creyentes
y enciende su afecto.
Los que sinceramente son fieles a ti, y están dispuestos a reformar toda su vida,
reciben de este excelente Sacramento la gracia de una excelente disposición de voluntad y amor a la virtud.
11. ¡Qué admirable y escondido poder del Sacramento que sólo conocen los fieles a Cristo
y no pueden experimentar los incrédulos o los que te sirven mal!
En este Sacramento se otorga la gracia del Espíritu
se restituye la virtud perdida y nuestro interior recobra la belleza deformada por el pecado.
Esta gracia es tan abundante, algunas veces,
que con los bienes que otorga no sólo la mente recibe provecho
sino hasta el cuerpo débil siente aumentar su vitalidad.
12. Sin embargo, debemos arrepentirnos y apenarnos mucho por nuestra tibieza y negligencia
porque no sentimos atracción mayor a recibir a Cristo en quien se sustenta toda la esperanza y mérito de los que se salvarán.
El mismo es nuestra santificación y redención
es descanso de los peregrinos y eterno gozo de los santos.
También debe causarnos tristeza el hecho de que tantos presten tan poca atención a este misterio de la Salvación
que alegra al Cielo y conserva todo el Universo.
¡Qué ceguera y dureza del corazón humano
que muchos no atienden más a este inexplicable
Obsequio y diariamente cometen el enorme error de descuidarlo!
13. Si el Misterio de este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y fuese consagrado por un solo ministro en el mundo
¿con qué deseo crees que todas las personas se dirigirían a ese lugar y a ese celebrante para poder participar de los divinos Misterios?
Ahora, en cambio, hay muchos ministros del Altar y en muchas partes se ofrece Cristo
para que mejor se manifieste la bondad y el amor
de Dios a las personas
en la medida que se extiende por el mundo la Sagrada Comunión.
Te agradezco, Jesús Bueno, Pastor Eterno
porque a nosotros, pobres y desterrados,
has querido nutrirnos con tu precioso Cuerpo y Sangre.
E invitarnos también a recibir estos Santos Misterios diciendo con tus propias palabras:
“Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados,
porque yo los aliviaré” (Mt 11,28).
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