sábado, 25 de febrero de 2012

Tomás de Kempis: Máximo respeto al recibir a Cristo

Hermanos y hermanas, gracia y paz, paz y bien a todos. Esta meditación se encuentra en el capítulo I de la parte IV de la Imitación de Cristo y a propósito de la Cuaresma la quiero compartir con Uds.


Discípulo:

1. Éstas son tus palabras, Cristo, Eterna Verdad,

aunque no las dijiste en el mismo tiempo

ni luego se escribieron en un solo lugar.

Pero porque tuyas son, y verdaderas

te las agradezco y a todas ellas las recibo con fe.

Son tuyas porque tú las proclamaste

pero también son mías

porque las dijiste para mí.

Con gusto las recibo de tus labios

para introducirlas profundamente en mi corazón.

Animan palabras tan piadosas

llenas de bondad y amor.

Pero me atemorizan mis propias maldades

y mi conciencia manchada se resiste a recibir

misterio tan grande.

2. Ordenas que llegue a ti confiadamente

si quiero participar contigo

y que reciba este alimento inmortal

si deseo obtener vida y gloria eterna.

Dices: “Vengan a mí todos los que están cansados

por el esfuerzo y agobiados

porque yo los aliviaré”. (Mt 11,28).

¡Con qué agradables y amistosas palabras

para los oídos de un pecador,

invitas tú, Señor Dios mío al necesitado y pobre

a la comunión de tu Santísimo Cuerpo!

Pero ¿quién soy yo, Señor

para que me atreva a acercarme a ti?

Todo el cielo no es suficiente para darte cabida

y tú dices: ¡Vengan a mí!

3. ¿Qué quiere decir esta bondadísima atención

y esta invitación tan amigable?

¿Cómo voy a atreverme yo a venir

si no encuentro nada en mi conciencia

de lo que pueda enorgullecerme?

¿Cómo voy a invitarte a entrar en mi casa

habiendo ofendido tu presencia tantas veces?

Te reverencian los ángeles y arcángeles,

se atemorizan los santos y justos,

y tú dices ¡Vengan a mí todos!

Si no fuera, Señor, porque tú lo dices

¿quién creería que es cierto?

Y si Tú no ayudaras

¿quién intentaría acercarse?

4. Hasta el mismo Noé, persona justa,

trabajó cien años fabricando el arca

para poderse salvar con pocos

y yo ¿cómo podré prepararme en una hora

para recibir con el mayor respeto

a quien fabricó el Universo?

Moisés, tu gran servidor y especial amigo tuyo

hizo un arca con maderas finísimas

y la recubrió con el oro más puro,

para colocar dentro de ella las tablas de la ley.

Y yo, ser despreciable

¿me atreveré tan fácilmente a recibirte a ti,

hacedor de la ley y Dador de la vida?

Salomón, el sabio rey de Israel,

demoró 7 años en edificar un templo en tu honor

y durante 8 días festejó su consagración

ofreció mil sacrificios en señal de paz contigo

y colocó solemnemente el Arca de la Alianza

en medio del clamor de las trompetas y del júbilo;

Y yo, infeliz y pobrísimo

¿cómo voy a invitarte a entrar en mi casa

si apenas aprendía pasar media hora con devoción?

¡y ojalá que alguna vez emplease bien media hora!

5. Dios mío, ¿qué cosa no hicieron ellos para agradarte?

¡Qué poco es lo que yo hago!

¡Qué mal empleo el corto tiempo

que dedico a prepararme a recibirte!

Rara vez estoy de verdad recogido

y rarísima vez me libero de toda distracción.

Y claro está, en la saludable presencia de tu Divinidad

no debería ocurrírseme ningún pensamiento indecente ni pensar en alguna otra cosa ya que voy a brindar hospitalidad, no a un ángel, sino al Señor de los Ángeles.

6. Por supuesto, hay gran distancia entre el Arca de la Alianza con su contenido

y tu Purísimo Cuerpo con sus indescriptibles virtudes,

entre esos sacrificios de la antigua ley que simbolizan los futuros,

y la verdadera ofrenda de tu Cuerpo

que da sentido a todos esos antiguos sacrificios.

7. ¿Por qué, pues, no me enciendo ante tu presencia?

¿Por qué no me preparo con mayor solicitud a tu Santa Comunión

cuando todos esos santos y profetas de antaño,

reyes y gobernantes con el pueblo entero

demostraron tan afectuosa disposición para el culto divino?

8. El rey David bailó con todas sus fuerzas ante el Arca de la Alianza

conmemorando los beneficios que en tiempo pasado habías otorgado a sus antecesores,

Compuso diversas melodías,

creó salmos y mandó que se cantasen con alegría;

el mismo, inspirado por el Espíritu Santo,

los acompañó frecuentemente con instrumentos,

enseñó al Pueblo de Israel a festejar a Dios de corazón,

a bendecirlo y manifestarlo con voces armoniosas.

Si entonces era tan grande la disposición y el afán de festejar a Dios ante el Arca de la Antigua Alianza

¿Cómo deberá ser ahora para mí y todo el pueblo cristiano

el respeto y devoción en presencia del Sacramento

en el que se recibe el incomparable Cuerpo de Cristo?

9. Muchos emprenden peregrinaciones a diversos lugares

para visitar los sitios donde se encuentran los restos de los santos,

Y maravillados escuchan sus historias,

admiran la arquitectura de los grandes santuarios

inspeccionan y veneran los huesos de los santos

envueltos en sedas y oro.

¡Y Tú Dios mío, Santísimo, Creador de la Humanidad y Señor de los Ángeles,

te encuentras aquí mismo, en el altar, junto a mí!

Con frecuencia las personas realizan tales visitas por la novelería

y por la curiosidad de apreciar cosas que nunca han visto.

Y esto les sirve de poco para reformarse

principalmente cuando lo hacen por motivos superficiales sin intención seria de reformarse.

En cambio aquí, en el Sacramento del Altar

estás todo presente, mi Dios y verdadero Hombre Cristo Jesús.

Y en este lugar sí se cosechan frutos abundantes de salud eterna

cada vez que se quiere recibirlos con dignidad y devoción.

A esto, de verdad, no nos empuja alguna ligereza, curiosidad o sensiblería

sino la sólida fe, la decidida confianza y el sincero amor.

10. Creador Invisible del Universo, Dios mío,

¡qué maravillosamente haces todo para nosotros!

¡Con cuánta delicadeza y condescendencia te portas con tus elegidos

ofreciéndote en el Sacramento para que te reciban!

Esto de verdad, supera toda capacidad intelectual

y por lo mismo atrae especialmente las voluntades de las personas creyentes

y enciende su afecto.

Los que sinceramente son fieles a ti, y están dispuestos a reformar toda su vida,

reciben de este excelente Sacramento la gracia de una excelente disposición de voluntad y amor a la virtud.

11. ¡Qué admirable y escondido poder del Sacramento que sólo conocen los fieles a Cristo

y no pueden experimentar los incrédulos o los que te sirven mal!

En este Sacramento se otorga la gracia del Espíritu

se restituye la virtud perdida y nuestro interior recobra la belleza deformada por el pecado.

Esta gracia es tan abundante, algunas veces,

que con los bienes que otorga no sólo la mente recibe provecho

sino hasta el cuerpo débil siente aumentar su vitalidad.

12. Sin embargo, debemos arrepentirnos y apenarnos mucho por nuestra tibieza y negligencia

porque no sentimos atracción mayor a recibir a Cristo en quien se sustenta toda la esperanza y mérito de los que se salvarán.

El mismo es nuestra santificación y redención

es descanso de los peregrinos y eterno gozo de los santos.

También debe causarnos tristeza el hecho de que tantos presten tan poca atención a este misterio de la Salvación

que alegra al Cielo y conserva todo el Universo.

¡Qué ceguera y dureza del corazón humano

que muchos no atienden más a este inexplicable

Obsequio y diariamente cometen el enorme error de descuidarlo!

13. Si el Misterio de este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y fuese consagrado por un solo ministro en el mundo

¿con qué deseo crees que todas las personas se dirigirían a ese lugar y a ese celebrante para poder participar de los divinos Misterios?

Ahora, en cambio, hay muchos ministros del Altar y en muchas partes se ofrece Cristo

para que mejor se manifieste la bondad y el amor

de Dios a las personas

en la medida que se extiende por el mundo la Sagrada Comunión.

Te agradezco, Jesús Bueno, Pastor Eterno

porque a nosotros, pobres y desterrados,

has querido nutrirnos con tu precioso Cuerpo y Sangre.

E invitarnos también a recibir estos Santos Misterios diciendo con tus propias palabras:

“Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados,

porque yo los aliviaré” (Mt 11,28).

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