Vemos a varios levantarse; de alguna manera lo único que sentimos es celos y menosprecio. Siempre nos sentimos desanimados y negativos, hemos olvidado por completo cómo vivir.
Cada día es como una pesadilla, nos sentimos literalmente atados a una cadena. Nadie se fija, a nadie le interesa, nadie que quiera hacer el esfuerzo de soportar.
Todo lo que hice fue sentir esta vibración en todos lados, pero cuando oí un cierto sonido, el sonido de la risa de un bebé, tan suelto y sin dolor o ira.
Recibí esta ráfaga repentina de paz que ha hecho congelar mi mente y cuerpo. Levanté la mirada y observé el cielo y me pregunté: ‘¿por qué?’
Por qué desperdiciar esta preciosa vida mía en ser apacible y no sentirme bien en vez de reír y disfrutar como aquel bebito.
Ignorar los insultos y hacer a un lado el dolor, pensar que todas estas cosas son vanas; olvidar todas las cosas irrelevantes y hacer que me vida valga la pena vivirla.
Amar a la gente, respirar el aire, dejar cada día como si no nos importase. No estresarnos, sonreír ante nuestros críticos porque no hay nada en este mundo que no podamos componer. Un corazón roto, una parte que falta… ¡dejémoslo todo atrás y démonos un nuevo comienzo!
Lo que llegué a darme cuenta ese día cambió por complete mi manera de vivir. El sol se pone para volverse a levantar de nuevo. La vida es una bendición y no una pesadilla.
Disha Daswani, copyright 2011
Fuente: www.motivateus.com
El pensamiento, probablemente producto de la reflexión ante una crisis existencial, no deja de tener un claro mensaje de aliento a cada uno de nosotros.
Estoy convencido de que la mayoría de nosotros le damos demasiada importancia a lo que los demás piensan de nosotros. De hecho, llegamos a convencernos de que nuestra valía depende de la estimación de los demás, olvidando que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y que nuestro valor nos es intrínseco. Y cuando tenemos una relación personal con el Señor Jesucristo, ese valor es afirmado y potenciado para los propósitos de Dios en nuestra vida. Entonces, ¿qué nos podrá hacer frente?
¿Qué nos podrá separar del amor de Dios y sus planes para nosotros? Cómo concluyese el apóstol Pablo: ¡absolutamente nada ni nadie podrá hacerlo jamás! Pero tal vez no nos sentimos de esa manera, sino que atravesamos una crisis similar a la del autor del pensamiento de hoy. Si es así, ¿por qué no hacer un tiempo este fin de semana y congregarnos para permitir al Señor hablarnos mientras le adoramos de manera corporativa? Estoy seguro de que saldremos no sólo con una visión renovada del futuro sino con nuevas fuerzas para ir en pos de él.
Adelante y que el Señor haga resplandecer Su rostro sobre cada uno de ustedes.
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