Los libros sapienciales
1. El horizonte sapiencial
1. CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA SAPIENCIAL
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Es un saber basado en la experiencia. Por tanto, difiere de la profecía (que está basada en una revelación que Dios hace a través de un personaje especial, el profeta), o la historiografía (el recuerdo de los acontecimientos pasados). Esta "experiencia" no se identifica simplemente con "lo que a mí me ha pasado". No es una cualquier experiencia individual, sino que:
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Es universal, es decir, recoge la experiencia acumulada por generaciones y generaciones.
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No conoce fronteras geográficas ni religiosas, pues es común a toda la humanidad.
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Se expresa a través de fórmulas sencillas (refranes, proverbios, alegorías)
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Se intenta transmitir a las jóvenes generaciones.
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Hay una preocupación por el ser humano en cuanto tal. ¿Cómo puede alcanzar un hombre la madurez necesaria para enfrentarse con la vida? Y esta preocupación alcanza al hombre "en cuanto tal", es decir, no en cuanto miembro de una comunidad de la alianza, como en otros bloques literarios del Antiguo Testamento. "En cuanto tal" quiere decir en su inteligencia, en su capacidad de ser mejor, en sus luchas, fracasos y éxitos, en su vida social, en su vida familiar, en el trabajo, en la juventud y en la vejez y, por supuesto, en sus relaciones con Dios.
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Hay un interés didáctico: la literatura sapiencial nace como instrumento al servicio de la educación, sobre todo de los príncipes y los futuros gobernantes.
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El término hebreo que designa la "sabiduría" ("hokmah") habría que traducirlo más propiamente por sensatez. Por eso a esta "sabiduría" no se le opone la "ignorancia", sino la "necedad".
2. DOS CAMINOS PARA LA SABIDURÍA
Son dos corrientes que se dan simultáneamente en la historia de la literatura sapiencial, sin que una termine por ahogar a la otra. Aunque se las haya clasificado como "sabiduría antigua" y "sabiduría nueva", en realidad conviven la una con la otra, y en el fondo son complementarias:
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Se basa en una simple ecuación: al "pecado" corresponde el castigo, y a la justicia el "premio".El "sabio", "sensato", "justo", siempre acaba viendo la recompensa de su justicia, mientras que el "malvado", el "insensato", el "necio", pronto acaba mal.
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Para esta línea, el mundo está perfectamente ordenado, está diseñado con "sabiduría", de modo que premios y castigos se aplican en vida con absoluta justicia, y el bien y el mal son realidades perfectamente identificables en la vida ordinaria.
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La encontramos sobre todo en Proverbios, Sirácida y Sabiduría.
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Parte de la experiencia de que no siempre se cumple que el justo recibe recompensa, mientras que el malvado recibe castigos. En la vida diaria hay muchos justos que sufren, sin que su sufrimiento parezca tener fin.
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Frente a la concepción ordenada del mundo que sustenta la línea retribucionista, esta línea reflexiona sobre el absurdo de una existencia igual para malos y buenos, y el sentido que tiene el sufrimiento del justo. De esta forma surge el grito lacerante del justo que sufre, y la reflexión en voz de quien intenta sobreponerse al absurdo de la existencia.
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Pero frente a las conclusiones nihilistas ofrecidas por las filosofías de corte existencialista y postmoderno de nuestro tiempo, en esta línea intelectualista late el convencimiento de que hay una respuesta al mal, al sufrimiento y al absurdo de la vida más allá de la situación presente.
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3. LOS "HIMNOS" DE LA SABIDURÍA
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Son poemas en los que la sabiduría aparece "personificada", y en los que la misma Sabiduría hace su propio elogio.
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Destacamos estos tres himnos:
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Proverbios 8, 22-31: la Sabiduría es anterior a la misma creación del mundo, el Creador la tomó como modelo en su creación, y ahora reside en el cosmos y en el sabio.
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Sirácida 24: La Sabiduría se identifica al final con la misma Torá, la misma Ley judía, que reside en el Templo de Jerusalén, y desde ahí es fuente de vida y de bienestar para todo el país y para todo el orbe.
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Sabiduría 7: Meditación más sofisticada, que atribuye a la función mediadora de la Sabiduría un papel más relevante. Esta reflexión estará en la base de gran parte de la cristología del Nuevo Testamento, respecto de la preexistencia de Cristo.
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Es la frase breve, ingeniosa, lapidaria, que condensa una experiencia concreta y universalizada.
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Utilizan recursos estilísticos variados, entre los que destaca el paralelismo.
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Abundan los "personajes-tipo", a veces agrupados en parejas: el borracho y el sobrio, el necio y el sensato, la mujer perversa y la mujer sensata, etc.
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Casi todo el libro de Proverbios está compuesto por "proverbios" de este tipo.
2. COMPOSICIÓN DEL LIBRO DE LOS PROVERBIOS
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El libro tiene todas las señales de ser el resultado final de un laborioso proceso de composición, sin que sea posible detallar mucho ni, por supuesto, remontar algunos pasajes a Salomón.
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Pr 22,17-24,22 tiene muchas afinidades con la "Sabiduría de Amenemope", una composición egipcia de la XXIII Dinastía (a. 945-745 a.C.)
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Es el único libro del Antiguo Testamento del que conocemos su AUTOR: "Simeón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá" (Sir 50,27; 51,30), de donde el apelativo de "Libro de Ben Sira" o simplemente "Sirácida". Es un judío que vivió en torno al siglo II a.C., de ambiente piadoso, y próximo a la línea retribucionista.
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La Vulgata lo llamó "Eclesiástico", por su frecuente utilización catequética y ética por parte de la comunidad eclesial.
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Es un libro conservado en griego, por tanto, deuterocanónico. Sin embargo, el traductor griego del libro, que es el nieto de Ben Sira, dejó claro que su abuelo había escrito originariamente el libro en hebreo. Hasta el siglo XIX se desconocía el texto hebreo, pero en la actualidad poseemos casi dos tercios del total, procedentes de la Geniza de El Cairo, y de Masada.
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Destacan dos pasajes importantes:
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El "Elogio de los Padres" (Sir 44-50), un repaso de la historia de Israel a través de sus personajes más célebres.
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Es producto del judaísmo helenista. Se compone probablemente en Alejandría, y muy próximo ya a la época de Augusto. Su función es estimular en la fe y confortar a los judíos que viven en ambiente helenista.
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Por tanto, es un libro escrito originariamente en griego.
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Aparece colocada bajo el patrocinio de Salomón, aunque en éste, como en muchos otros casos de la Biblia, se trata de un caso de "pseudoepigrafía", es decir, de atribución de un escrito anónimo a un personaje famoso de la antigüedad, con el fin de darle autoridad al escrito.
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El libro se desarrolla en torno a tres temas:
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La inmortalidad, ausente en los libros de la Biblia Hebrea, como don que Dios da a los justos que han muerto en amistad con Dios.
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La personificación de la sabiduría (Sb 6-9), como mediadora entre Dios y el cosmos y la historia.
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El éxodo, releído a la luz de la experiencia sapiencial (cf. Sb 10-19).
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Tiene una compleja estructura:
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Una narración en prosa (Jb 1-2 y 42,7ss): más en la línea retribucionista. Job es un gran propietario agrícola, que en un solo día pierde a todos sus hijos y todas sus posesiones, pero en su desgracia no se rebela contra Dios. Por eso Dios le restituye con creces todo lo que había perdido, y muere rodeado de hijos y de riqueza.
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Un gran poema, que abarca el resto de la obra, en la línea intelectualista. A Job le visitan tres amigos, que argumentan en línea retribucionista: Job ha debido cometer algún mal para que le sucedan estas desgracias. Pero Job no encuentra ninguna razón a su mal, y a diferencia del Job de la narración en prosa, no se calla, sino que protesta ante sus amigos y ante Dios. Al final, Dios responde a Job, no dándole la respuesta a todas sus preguntas, sino poniéndolo frente a la incomprensibilidad de su poder y de su ingenio, que el hombre no puede abarcar.
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Job es la historia de un creyente, de un ser de carne y hueso, que se aferra a la vida y se rebela frente a la oscuridad del mal, y que sabe que la clave de su existencia la tiene Dios, y por eso le pide una respuesta.
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Job es, al mismo tiempo, una manifestación del proyecto de Dios. Un Dios que no se puede encasillar, que nunca podemos dar por totalmente conocido o por "sabido", un Dios que continuamente interpela, y que nos obliga a romper una y otra vez los esquemas que nos habíamos hecho de él.
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Este libro es una reflexión en voz alta sobre el absurdo de una vida que parece reservar el mismo destino para buenos y malos, para sabios y necios.
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Presenta una estructura sorprendente, pues intercala pasajes llenos de escepticismo ante la vida, con otros vitalistas, e incluso próximos a la línea retribucionista. Esta diversidad de pasajes hay que atribuirla, más que a una pluralidad de autores, a la misma personalidad del autor, que le gusta provocar al lector.
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Qohélet no ofrece una respuesta clara al problema del absurdo, pero nos ha abierto la puerta hacia el camino de la búsqueda del sentido de la vida, un sentido que en el Nuevo Testamento aparece iluminado por Cristo.
HAGIÓGRAFOS
SAPIENCIALES
Al igual que en escritos anteriores a los bíblicos del pueblo de Israel nos encontrábamos ya con mitos y profetas, también en el aspecto sapiencial hay distintos documentos en las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto, que influenciarán directa e indirectamente los escritos bíblicos. Contemporáneos a los escritos sapienciales bíblicos nos encontramos, por ejemplo, con "Las obras y los días" de Hesíodo (s. VIII a. C) que era un poema didáctico donde se exalta el trabajo, y "Sabiduría de Ajicar" (s. VI-V a. C.) que narra la severa educación de los hijos, la obediencia debida al rey y las dificultades en las relaciones humanas en cuanto a la prudencia en las palabras, y algunas fábulas.
Ciertamente hay una relectura muy diferente en cuanto al origen de la sabiduría por parte del pueblo de Israel y una desdivinización de ésta típica de otros pueblos, pues la sabiduría no es una diosa como será Isis por ejemplo, para el mundo helenista.
La sabiduría proverbial tiene origen en el pueblo y se transmite por la institución familiar. Es una sabiduría basada en la experiencia cotidiana. En un principio la sabiduría es entendida como cualidad propiamente humana. El sabio era tenido como consejero, nunca como jefe ni sacerdote ni profeta. El sabio no tiene ningún tipo de mando, no actúa en nombre de Dios ni del Estado. En cuanto cualidad humana la sabiduría del sabio ha de interpretarse según la inteligencia histórica, esto es en la circunstancia en la que se pronuncia o se escribe. Ciertamente no negamos que hay verdad en cada sentencia, sin embargo hay que tomar en cuenta la idiosincrasia. El progreso real en el conocimiento lo constataremos al tratar tema por tema en este curso de iniciación bíblica.
Al igual que la Ley y los Profetas, los Sapienciales solamente pueden ser entendidos como indicadores del Verbo encarnado, Cristo, y a su vez Cristo solo puede ser entendido conociendo las Escrituras. Pablo declara: "En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece. Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo." (2Cor 3, 14b-16)
En los libros sapienciales y poéticos vislumbramos el misterio de la encarnación, en cuanto todo parte de una cualidad humana, como es la sabiduría, que, según lo que venimos llamando inteligencia histórica o progresión pedagógica de la revelación, va siendo promovida, purificada y llevada a la perfección. En la literatura sapiencial percibimos un ejemplo claro de valoración de la naturaleza humana que va a ser asumida por el Verbo de Dios, purificada y llevada a su perfección.
En una visión global vamos a desarrollar los temas destacados en estos escritos, siempre en vistas a la última palabra: Cristo. Jesús supera infinitamente la sabiduría tal y como era conocida por los sabios del Antiguo Testamento. La revelación del Nuevo Testamento siempre tiene una característica doble: de continuidad y de ruptura con el Antiguo. Es una de las razones por las que en el Nuevo Testamento son reacios a considerar a Jesús como la sabiduría, pues generaría confusión, al igual que a Jesús como sacerdote, por ejemplo.
Se llama Libros sapienciales o poéticos (en hebreo, junto con otros libros, כתובים, Ketuvim, "Escritos") a un grupo de libros bíblicos del Antiguo Testamento, atribuidos tradicionalmente a grandes autores de la historia literaria de Israel. Los Libros Sapienciales de la Biblia se ubican entre los Libros Históricos y los Profetas y son: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
Los Libros Sapienciales
Aparecen los Libros Sapienciales como un género novedoso luego de los grandes Libros Históricos. Se trata de una nueva forma de elaborar las enseñanzas con una estética muy desarrollada y un estilo particular; es por ello que la mejor manera de definirlos sería diciendo que se trata de poemas didácticos o de enseñanzas poéticas.
La literatura sapiencial aparece en Israel después de la desaparición de los Profetas, esto es, tras el exilio en Babilonia. Es correcto, por tanto, definir al género sapiencial como una clase de literatura típicamente postexílica.
Son el fruto de nuevas necesidades que los cambios políticos y las circunstancias religiosas crearon en los escritores judíos y puede dividírselos, según sus contenidos, en libros didácticos o poéticos.
El género sapiencial
Fue introducido en Israel por el rey Salomón, pero se ha demostrado que ya existía desde mucho tiempo antes en todo el Oriente antiguo, sobre todo a partir de la época sumeria con proverbios, fábulas o poemas sobre el sufrimiento, del tipo del Libro de Job y, especialmente en el Antiguo Egipto, donde floreció como género literario durante el Imperio Medio de Egipto con los Sebayt (literalmente, enseñanzas o instrucciones) y llegó a ser canónica durante el Imperio Nuevo. Dentro de esta literatura sapiencial destacan obras como las Máximas de Ptahhotep, las Instrucciones de Amenemhat, las Instrucciones de Kagemni o las Enseñanzas para los leales.
La literatura sapiencial nació bajo la forma de refranes o proverbios de raíz popular que contenían una alta estilización estética y una clara enseñanza teológica; el proverbio se convirtió muy pronto en una sentencia altamente elaborada, cuidadosamente estructurada basada en metáforas y comparaciones. Por lo tanto, se trata de textos donde los géneros literarios populares, los escritos técnicos de la doctrina y el hermoso interés poético se encuentran inextricablemente entrelazados.
Cuando Salomón llevó el género a su país, fundó de inmediato escuelas de escribas capaces de utilizarlo y perfeccionarlo. Los escribas posteriores al exilio lograron el objetivo propuesto por el antiguo rey, y sus escritos se complementan perfectamente con los Libros Proféticos en lugar de antagonizarlos.
A partir de 722 a. C., los escribas comenzaron a trabajar en el importante proyecto de transcribir y preservar los antiguos textos hebreos. Esta tarea continuó durante toda la historia judía. Sin embargo, se considera habitualmente que el origen de los Libros Sapienciales descansa en la tradición oral de las ciudades semita, dato de difícil comprobación.
Época de esplendor
Para Israel, el apogeo de la literatura sapiencial comienza con el período persa, a partir de la libertad que les otorga a los cautivos de Babilonia el rey Ciro (538 a. C.). Esta difusión de los autores y libros sapienciales continúa hasta el período alejandrino, al que pertenece el libro de la Sabiduría.
Los sabios
Los "sabios" son la clase de hombres que en la literatura sapiencial han reemplazado a los profetas, que ya habían desaparecido. Probablemente miembros de la casta sacerdotal hebrea, son los encargados de enseñar el camino a seguir y de convertirse en maestros de la conducta y la moral. Ellos son los autores y los protagonistas de los Libros Sapienciales, y el espectro de sus intereses es amplísimo: desde las grandes cuestiones morales como en Job o las preguntas acerca del sentido de la existencia (el Eclesiastés) hasta los grandes cantos de alabanza a Dios, pasando por los clamores eróticos. Como se ve, nada les es ajeno.
Los sabios son humanistas y moralistas, y más de una vez atraviesan las fronteras de Israel para tratar problemas que afectan a todos los hombres y no sólo a los judíos.
Podía encontrarse a los sabios entre los funcionarios de la corte real y los empleados o sacerdotes de los templos, y su labor profesional consistía en interpretar las Escrituras. De este modo se fue creando una casta de profesionales que pronto pasaron a comportarse como conductores de masas, es decir, a manera de maestros de religión que enseñaban al pueblo y le decían cómo comportarse.
Encuadrados totalmente en la mentalidad moral semita, los sabios enseñaban la verdad a la manera judía: desde un punto de vista práctico, muy concreto, transmitiendo conocimientos que el alumno podía aplicar en forma inmediata. Incluso a menudo los sabios de los Libros Sapienciales prescinden totalmente de la moral y pasan a la sabiduría de la vida: aquella que cualquiera puede aprender por el solo hecho de haber vivido lo suficiente y acumulado una gran cantidad de experiencias comunes. Así, en el libro sapiencial es "sabio" el cirujano experto, el orfebre hábil, el poeta versado, el profeta esclarecido y el soldado bien entrenado. Como es lógico en estos casos, la sabiduría se transmite dentro de la familia: el soldado, el cirujano y el comerciante pasan a sus hijos los conocimientos necesarios para que se hagan "sabios" en el mismo sentido en que lo son sus padres.
Terminados los tiempos de la monarquía, los sabios no desaparecen pero sí comienzan a declinar como lo hicieron antes los profetas. Llegado este punto, ya no se los elige y prepara de entre los funcionarios de la corona sino de los mejores estudiantes de las escuelas de escribas creadas por Salomón, de entre los mejores investigadores y doctores de las escrituras y entre los que ofrecen sus conocimientos en la "casa de la Sabiduría" (el lugar donde se enseña la Torá).
Al ser tan distinto el ambiente que los ha producido, es también muy distinto el carácter de los escritos que han llegado hasta nosotros. No parece importarles el culto y están despreocupados por los sufrimientos del Pueblo del Pacto. Tan notable es esta característica, que el propio profeta Jeremías parece mirarlos con desprecio (cf. Jr 8, 9).
Pero a partir del destierro los sabios se unen con las otras dos grandes corrientes del pensamiento judío: los profetas y los sacerdotes. De esta unión política, religiosa, moral, estilística, intelectual y literaria nacerán los hombres que el Nuevo Testamento llama "doctores de la ley".
La "sabiduría"
Los proverbios, sentencias, fábulas, cantares y poemas de índole moral florecieron desde la antigüedad en el Oriente semita, desde Egipto hasta Babilonia, pasando por Persia y Asia Menor. El idioma arameo ha sido particularmente afecto a ellas, contando desde "La Sabiduría de Ahihar", traducido a multitud de lenguas antiguas.
La Sabiduría raras veces se ha preocupado de la religión, porque procura desentrañar los asuntos del destino y el comportamiento humano prescindiendo de la filosofía y la teología, circunscribiéndose al ámbito de la experiencia común a la mayoría de los individuos. En ese sentido, la Sabiduría antigua es similar al Humanismo del Renacimiento.
Por supuesto que para el judaísmo, la Sabiduría no es más que un rostro de la Palabra de Dios. Es Sabiduría, pero inspirada.
Los Libros Sapienciales, por lo común, no se inmiscuyen con los grandes temas usuales en el Antiguo Testamento: no buscan la expiación de las culpas, no tratan de la relación entre el hombre y la divinidad, sino que intentan enseñar algo más terrenal pero también muy importante: que la rectitud de conducta en la vida diaria es esencial porque ella también proviene de Dios. Son ejemplo de esto, las escenas cotidianas narradas en el libro de Tobías quien, con remedios caseros, vence a los demonios.
Es el paso previo a la venida del Mesías: así como la Sabiduría superficial se convirtió en Sabiduría inspirada, con la llegada de Cristo pasará a ser Sabiduría encarnada.
Recursos literarios
Los autores de los Libros Sapienciales utilizan distintos y muy bien identificados recursos literarios para alcanzar sus objetivos poéticos y didácticos. Los que mejor se pueden individuar son:
- La sentencia: consiste en un proverbio que lleva consigo una observación o exhortación, por ejemplo en Prov 22, 19 y 22,26.
- El enigma: de una manera interesante e intrigante, se enseña una verdad moral (cf. Dn 5, 12).
- La parábola: como en 2Sm 12, 1-4.
- La alegoría: serie de metáforas en la que cada una muestra una situación distinta (cf. Eclo 11, 9-12). Así, hay unas excelentes alegorías que personifican a la Sabiduría en Prov. 8, en Eclo 24 y en Sb 6-10.
Recursos poéticos
En general, se llaman "poéticos" a los libros de Job, Salmos y Proverbios, pero los cristianos incluyen en este grupo a los otros Libros Sapienciales. Si bien Proverbios, Eclesiástico y Sabiduría están escritos en verso, el Cantar de los Cantares y el Eclesiástico llevan una forma más libre, que hoy llamaríamos "prosa poética".
Como en toda la poesía hebrea, la herramienta retórica principal es el paralelismo. Cada verso se compone de dos partes (llamadas "esticos"), donde la segunda repite los conceptos de la primera pero con otras palabras (cf. Sal 114, 1-2; 36, 1; 60, 2). También el segundo estico puede aclarar lo que dice el primero mediante un choque que hace que el lector preste atención: Prov 10, 1; Sal. 19, 8 y 31, 10.
No se trata de una cuestión de ritmo como en la poesía occidental, sino de un encadenamiento de ideas que hace progresar el discurso todo el tiempo. Ejemplos notables de lo expuesto son Sal. 95, 1 y 134, 16. En el segundo miembro se encuentra la misma idea pero más avanzada y desarrollada que en el primero. En otros casos, el segundo miembro introduce una idea nueva (Sal 3, 5).
Otra técnica muy utilizada es hacer al segundo estico repetir una parte del primero, cubriendo el resto con otras palabras de significado similar pero más amplio, o elementos nuevos e independientes, como sucede en Sal 114, 5 y 136, 21-22. Se trata de un proceso que parece lento pero es de un progreso inexorable, como lo demuestra el Salmo 29. El paralelismo es un recurso muy efectivo, porque siempre un estico completa, profundiza o ilustra al otro.
La discusión técnica más importante trata acerca de determinar si la poesía hebrea antigua tenía en realidad un ritmo, y, en su caso, cuál era este. Los especialistas no se han puesto de acuerdo sobre el particular, porque es muy posible que los Libros Sapienciales contengan (en su original hebreo) una muy clara secuencia de ritmos conceptuales, que suplantan y reemplazan al ritmo verbal.
Canonicidad
La lista de los Ketuvim incluye: Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Daniel, Rut, Ester, Esdras-Nehemías y Crónicas (I y II). De estos, entre los cristianos, los libros de Lamentaciones y Daniel se clasifican entre los Libros Proféticos, y Rut, Ester, Esdras-Nehemías, y las dos Crónicas se clasifican como Libros Históricos, y los libros de Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares y Eclesiastés se clasifican entre los Libros Sapienciales. A todos estos, (pero sin partes de Ester y Daniel que se encuentran solamente en la Septuaginta y en el canon Católico y Ortodoxo), se reconocen como canónicos e inspirados por los judíos y por todos los grupos cristianos. A estos Libros Sapienciales aceptados en común, la Septuaginta añade los libros de Sabiduría y Eclesiástico y entonces éstos dos son reconocidos por los Ortodoxos y los Católicos como canónicos e inspirados, llamándoles éstos últimos libros deuterocanónicos, mientras los Protestantes los llaman apócrifos.
Los libros
Los Salmos
Los Salmos son hijos directos de la tradición mesopotámica. Casi todos son de índole litúrgica: los hay en forma de súplica, lamentaciones, himnos, salmodias, etc. Su variedad es tal que componen un catálogo completo de las emociones hebreas y del modo en que ese pueblo afrontaba el sufrimiento y la esperanza.
Los Proverbios
Los Proverbios, puestos por escrito después del Exilio, son incuestionablemente refranes y frases perpetuadas por la tradición oral desde tiempo inmemorial. Consiste en una larga serie de sentencias, precedidas de un prólogo que consta de nueve capítulos y parece haber sido escrito por un profeta y no por un sabio. El autor se ha inspirado en el Deuteronomio, en Jeremías y en el segundo Isaías. Toda la pieza representa una antología de frases antiguas y, gracias a haber sido puesta por escrito en tiempos de Ciro el Grande, ha logrado ingresar en la tradición judeocristiana.
El Eclesiastés
El Eclesiastés se pregunta (y responde) acerca de la pregunta trascendental de la filosofía y la teología, a saber: ¿cuál es el sentido de la vida? Más aún: se preocupa por contabilizar los bienes y males de esta vida y, suponiendo que no exista una vida eterna, introduce la perturbadora cuestión que ha desvelado al hombre de todos los tiempos: ¿vale la pena vivirla?
El Cantar de los Cantares
El Cantar de los Cantares es, en apariencia, una colección de cánticos de amor conyugal. Por debajo de esta primera impresión, se percibe la alegoría: el judío canta su amor a Dios, porque Yahveh es el esposo de Israel a través del matrimonio representado por el Pacto.
El libro de Sabiduría
Una parte importante de este libro consiste en una larga meditación sobre el pasado sagrado del pueblo judío: Sab. 10:19.
El escritor bíblico pretende alertar al pueblo alejandrino acerca de los peligros de la impiedad y de la idolatría, volviendo a llevarlo al redil de la verdadera fe.
Cronológicamente, se trata del más reciente de todos los libros del Antiguo Testamento.
El Eclesiástico
Se trata de otra antología de pensamientos de transmisión oral, pero no tan clara y precisa como los Proverbios. Posiblemente por adiciones, sustracciones, cambios y correcciones posteriores, el Eclesiástico se encuentra sumamente desordenado, lo que lo hace parecerse a las obras poéticas egipcias, con las que según algunos está emparentado.
Son notables la veneración que este libro profesa por los sacerdotes, el entusiasmo que muestra por el culto religioso y la identificación que llega a hacer, diciendo que la Ley y la Sabiduría son la misma cosa (Ecli. 24:23-34).
Ciertas partes de este libro trascienden la mera intención didáctica para adentrarse de lleno en la narración histórica: Ecli. 36:1-19 ("Oración de liberación") y 44:50 ("Elogio de los padres"). A partir de aquí, el libro medita sobre el pasado religioso de Israel.
Referencias
- Morla Asensio, Víctor. Libros Sapienciales y otros escritos. Verbo Divino, Madrid, 1980. ISBN 84-7151-907-0.
- Tabet, Miguel Ángel (2007). Libros Poéticos y Sapienciales. Ediciones Palabra. ISBN 978-84-9840-092-2.
Véase también
Enlaces externos
- Salmo 104 Interesante estudio que ejemplifica el origen pagano de algunos textos sapienciales.
- Libros poéticos y sapienciales Estudio de la Universidad de Navarra.
- Libros sapienciales Análisis del Servicio Católico.
- Libros sapienciales según Vox Dei La letra de esa canción.
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